Tal como conjeturábamos ayer, es mejor no dormir en Entre Ríos que no ofrece nada y cruzar a Honduras. La frontera está a una hora de pedaleo de Entre Ríos, 22 kilómetros, y a poco de cruzar aparecen algunos hospedajes, el segundo y el tercero sobre mano derecha tienen piscina. Hay balnearios del lado hondureño y ríos de agua clara. Atrás dejamos los ríos del Petén e Izabal, la mayoría de ellos de aguas escasas -excepto el gran Río Dulce- y turbias.
La ruta desde Entre Ríos no tiene mayores dificultades, es casi toda plana aunque con curvas y algunas pendientes que a esta altura del viaje resultan ‘pan comido’. Sin embargo no podemos alardear ni cantar victoria, apenas trasponemos dos pasos en territorio hondureño nos damos cuenta que miremos hacia donde miremos no hay más que montañas. Brotan hacia todos las direcciones. No parecen ser parte de una sola cadena ni seguir un solo sentido. Ni siquiera parecen estar hechas de la misma piedra ni modeladas por los mismos accidentes geológicos. Tampoco están cubiertas del mismo color ni bañadas por las mismas sombras. Hay montañas verdes y montañas azules, hay montañas marrones y montañas lilas. Desde aquí, desde la puerta del cuarto país del viaje, presentimos que estamos asistiendo a un aquelarre de cumbres y cordilleras. Y como centro de este aquelarre, la mesa central de este encuentro, un largo valle que cruza transversalmente el mapa de Honduras.
‘Qué honduras’, exclamó Cristóbal Colón. Se refería al encabritado oleaje que los sacudió en el Cabo Gracias a Dios en la desembocadura del río Coco, frontera entre Nicaragua y Honduras; la expresión sirvió para bautizar adecuadamente a este territorio lleno de desniveles desafiantes. Es un reto. Miramos a alrededor y están en todos lados. Nos preguntamos por dónde nos facilitarán la gentileza de abrirnos paso. De momento encaramos por la costa.
El paisaje es bellísimo. Desde estribor, asomándose en la niebla, nos escuda el Merendón y sus ofrendas de bosque nuboso, a babor los acantilados de la sierra de Omoa. Ni bien tuvimos el mar al alcance de los ojos pasando Cuyamel, paramos a descansar en una palapa encaramada en el acantilado. Sublime. 15 kilómetros después estábamos en Omoa y decidimos seguir 15 más hasta Puerto Cortés.
Estuve antes en Honduras, una vez fue en 2009 para acompañar la resistencia al golpe de estado contra el presidente Manuel Zelaya. Nunca había tomado por esta ruta. Ahora que ya lo hemos hecho, recomendamos quedarse en Omoa o las playas cercanas antes que entrar a puerto Cortés. Los campings y las playas en las cercanías de Omoa se notan más agrestes y coloridos que la gran ciudad del puerto. Este es uno de los más grandes puertos de América Central y uno de los más preparados para recibir gran caudal de barcos y comercio marítimo. Hay playas también y una laguna, la laguna de Alvarado. Tuvimos la suerte de encontrar un hotel cómodo y agradable frente a la laguna. Los hoteles son caros. En uno económico nos pedían 850 lempiras. El lempira es la moneda de Honduras. Lleva este nombre en homenaje a un cacique lenca que lideró la resistencia contra la conquista española. 1 dólar es igual a 20 lempiras. Conseguimos el hotel Laguna’s por 600 lempiras. No es barato pero es accesible y tiene aire acondicionado, internet, enchufes, baño, y dos camas, una grande y una pequeña con buenos colchones. Salimos a comer y la comida también nos pareció cara así que fuimos al super y compramos salchichas, repollo, tomate, aguacate, banana, zanahoria, pan, todo por 140 lempiras, lo mismo que costaba un pollo asado sin nada, el puro pollo.
Datos técnicos: Entre Ríos (Guatemala)-Puerto Cortés (Honduras) 82.2 km
5.28.08 hs
Total: 2640.35 km