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de Malovitsa a Musala

Aquí hay que movilizarse en autobús, ya que Malovitsa se encuentra en las Rila del Noroeste, y Musala en el este. Si bien Musala es el pico más alto con 2925 metros de altura, no es el más escabroso para alcanzar su cima. Creo que los más escarpado y también lo más emocionante, es el ascenso a Malovitsa del día anterior, a 2730 metros de altura.

Saliendo de Malovitsa hay que llegar hasta Samokov. Hay un bus a las 5 de la tarde, pero si no se puede esperar, se puede hacer dedo. Fue lo que yo hice a eso de las 10 de la mañana. Un auto me alcanzó hasta el pueblo de Govedartsi, allí tomé una combi hasta Samokiv, y luego en Samokov hay que tomar otra combi hasta Borovets. En temporada salen todo el tiempo, así que no es problema.
Entre pitos y flautas llegué a Borovets a más de la 1 de la tarde. Como era tarde para hacer las 6 horas de camino hasta la cumbre, decidí tomar la góndola, pero para mi sorpresa, ese día justo no funcionaban, así que sin que me quedara otro remedio, a eso de las 2 pm empecé a caminar por debajo del cable de las aerosillas para no perderme. Luego tomé un camino de tierra. El sendero no es un sendero y está muy civilizado. Pasan jeeps todo el tiempo, las primeras tres horas de camino son de esta manera. Es incómodo y aconsejo a quien vaya, si las aerosillas funcionan que las tomen y luego sigan caminando, ya que, la mejor parte empieza en la estación final de las góndolas. Sin embargo, también aconsejaría que si hay que optar a qué sección ir de las Rila, se vaya al noroeste y se caminen los senderos de los Siete lagos, lo mejor de esta breve travesía, Skakavitsa, Ivan Vasov, y el paraíso de Malovitsa, lo valen! Recuerden que en Ivan Vasov no hay luz eléctrica y que no les pase como a mí que por no preverlo llegué sin baterías para sacar más fotos y perdí un montón de vistas de la nieve en las cumbres y los caminos, vistas que sin duda quedan en mi memoria y deseo a los demás puedan ver con sus propios ojos.
Por ahora, hasta aquí fueron las Rila para mí, queda mucho por andar. Hasta la vista, Rila!

 

 

 

 

 

de Iván Vasov a Malovitsa

 

Otra vez llegué cansada. Un poco. No puedo entender que esté cansada. Será que me faltan las vitaminas y me hice adicta? Me fastidió la bajada. Famosa bajada a Malovitsa. Desde la cima del pico que encierra el paraje, a 2700 metros de altura y chirolas, hay que bajar a 1960. Es un suplicio. Todo el día hubo mucha niebla, tanta que no se veía el camino, no se veían las marcas. Me perdí dos veces, pero volví atrás y me encontré. La primera vez que me perdí fue a pocos minutos de salir de Ivan Vazov. Me había dejado llevar por la intuición, y pensé que iba bien, pero decidí volver atrás porque encontré marcas que no correspondían con mi sendero, me llevaba al Monasterio, y no quería ir otra vez al Monasterio, pero sí quería venir otra vez a Malovitsa. Es tan hermoso este lugar. No pude sacar fotos todavía, de acá. Ayer, con tanta belleza de los lagos, se me gastó la batería y en Ivan Vazov no hay electricidad así que no la pude cargar. Saqué un par en el camino, con la resaca de la batería, pero muy pocas. Hubo mucha nieve en el trayecto, ayer nevó por acá. En el caminó llovió bastante. Cubrí la mochila y aunque se me mojó el buzo porque la campera de agua la perdí en Laos, ya me cambié y tengo buzo seco. Salí a las 8 de la mañana. A las 8 y media estaba perdida, y a las 9 y media llegué al lugar al que debería haber llegado supuestamente en una hora, el cruce de caminos por donde ya había pasado ayer. Me perdí por distraída, por cieguita sin anteojos, y por la niebla.

El camino sube mucho, otra vez, es muy agreste. Al principio hay camino de tierra, de barro por las lluvias, y después mucha piedra. Piedra a secas, grandes, y esta vez, mucha agua. Brotan arroyos y cascadas por doquier. Crucé varios tramos de nieve a las patinadas, no traje los bastones, no creí que hicieran falta, quién iba a decir que nevaría. Me hubieran venido bien en
el descenso. No me caí cincuenta veces como el año pasado. Esta vez me caí menos. Tres veces nada más. Y eso que estaba más patinoso. En total tardé 7 horas en llegar desde Ivan Vazov a Malovitsa, pero a eso hay que restarle descansos, me senté unas cuantas veces, y las dos perdidas. La segunda vez, no fue una perdida, fue una pifiada, pero esa pifiada, sin querer, me llevó a la cumbre del cero Malovitsa, 2729 metros. Espectacular! Había dos caminos con la marca roja y blanca que era la que yo seguía. Seguí una y se ve que era un camino viejo que luego de caminar quince minutos se cortó en un precipicio donde había un cartel medio borroneado pero en el que se leía claramente y con rojo STOP! Había un mástil y un monolito de piedras que alguna vez debe haber tenido una bandera. Ahí, sin saber todavía que había llegado a la cumbre, pegué la vuelta para agarrar por el otro
camino que sube por el borde de rocas, similar al que hicimos el año pasado, pero va por otro lado porque no pasé el cable.
Malovitsa está más lindo. Más flores. Más verde. Más vegetación. Vi a un par de caras que recuerdo del año pasado. Este lugar es soñado. Y además de soñado, le voilà, existe de verdad en este mundo.

de Skakavitsa a Ivan Vazov-los Siete lagos

Impresionante. No hay palabras para describir tanta exuberante belleza. Los lagos empezaron a asaltarme la vista sin darme respiro. Un después del otro.

Pero lo primero es lo primero. Y lo primero hoy fue llegar hasta la primera hizha llamada de Rilski ezero. Saliendo de  Skakavitsa, la señal es clara. Se sale por donde hemos llegado. Hay una bifurcación, a quince minutos de haber salido, que
ofrece tomar el sendero de la marca roja, directo hacia el lago Babreka (Riñón. Tiene esa forma), que sería el tercero, y que será el primero más llamativo que encontremos muy cerca del camino. Hay otros antes, pero son más pequeños y se ven desde arriba, aunque es posible bajar, no están tan cerca. Si uno toma el sendero marcado con señal roja, no verá los primeros lagos. Yo no agarré la bifurcación. Seguí por la señal verde, para ver todos los lagos. Este sendero, el de la marca verde, no parece ser muy transitado, iba completamente sola, hay árboles caídos en mitad del sendero, hay que rodear los troncos, y la vegetación avanza sobre el camino. Se llega la hizha tras una hora de andar. Hasta ahí también llegan aerosillas desde Pionerska, y esa es otra de las razones por las que no mucha gente usa el sendero. Prefieren no caminar.
Todo el día es en subida. Cada lago está un poco más arriba que el anterior. Los primeros lagos aparecen sobre nuestra izquierda. El primero es Dolnoto ezero, está a 2095 metros, tiene una profundidad de 11 metros y una superficie de 0.059 km2. Su nombre significa lago Bajo, y se debe justamente a que está en un área baja y colecta el agua de los otros  seis lagos. Sus
costas están llenas de hierbas y algas.

Enseguida vemos el Ribnoto ezero. Lago de los peses. Está a 2184 metros de altura, tiene una profundidad de 2 metros y medio y su superficie es casi la mitad del anterior con sólo 0.035 km2. Le dicen el lago sombrío porque las montañas alrededor lo oscurecen. La superficie y las costas también están cubiertas de hierbas. Cerca de él hay una segunda hizha llamada Cedemte ezera (Siete lagos).

Apenas unos pasos más y vemos a los Gemelos, Bliznaka. Se les llama así porque aunque son dos, están unidos un angosto canal. Estos están un poquito más arriba, a 2243 metros de altura, tienen una profundidad de 27 metros y medio y su superficie es de 2.10 km2. Entre los dos se destaca una elevación, un pico llamativo y hermoso que se llama Haiduta o Haramiata. Casi al mismo tiempo, pero sobre nuestra derecha, aparece el Riñón, Babreka. Es el más grande de los Siete Lagos y famoso centro de la danza Panevritnia, danza de la Paternidad Blanca. Está a 2282 metros, con una profundidad de 28 metros, y una superficie de 0.54 km2.

Imposible no detenerse varias veces ante tanta belleza que brota sin pausa de la faz del mundo. Hice un pequeño picnic en las costas de Babreka que son de rocas. Hasta aquí habían sido dos horas de camino desde Skakavitsa. Cerca de este lago está el pico Otovinski que es un lugar de relajación donde se reúne especialmente un grupo llamado la Hermanda Blanca. Desconozco.
Sólo puedo decir que ante el espectáculo me sentí enormemente agradecida y con una paz y una alegría que me conmovían a cada paso. Eso no fue nada. Seguí subiendo, y a 2440 metros, aparece el lago Okoto, el Ojo, la belleza es indescriptible, embriagante, me mareaban las orillas con la nieve volcándose sobre las aguas desde las montañas. Además, este lago, al ser el más profundo, 37.9 metros, e ve tan pero tan cristalino y azul. No es muy grande, 0.27 km2, pero su belleza apabulla y tuve que volver a parar un momento y sentarme a respirar junto a él.
Apenas pasar el Ojo, y subir un poco más, se divisa a lo lejos el Trebol, Trilistnika. Está cerca de los Gemelos, pero antes me lo
ocultaban las montañas. Lo vemos desde arriba. Se encuentra a 2216 metros, tiene una profundidad de 6.5 metros, y 0.026 km2. Y al final de lo que se llama el Circo de los 7 lagos, está el Salzata, la lágrima. Este lago está casi la mayoría del año congelado. Está a 2535 metros, es el más alto, no es muy grande, 0.18 km2, y tiene una profundidad de 4 metros y medio. También se le llama Gornoto. Sus aguas son cristalinas. Aquí ya estamos en la cima del cerro «Ezerni», desde la cumbre, la visión es a-lu-ci-nan-te.
Fue muy hermoso. Saqué miles de fotos, de las montañas alrededor. Las crestas intercaladas de las Rila. De los lagos. Creo haber visto muchos más de 7. Tanta belleza. El día fue espléndido. Me detuve muchas veces a mirar y admirar y sacar fotos. El camino normal llevaría desde Skakavitza, 4 horas hasta aquí, pero uno no podría hacer este camino sin detenerse, ni aunque
tuviera los ojos vendados, hay algo que seguro nos detendría. La paz. El aire. El silencio. El murmullo de la montaña.
Ya después de este maravilloso espectáculo, la plenitud parecía insuperable. Se sigue derecho un poco más, pasando por el borde de la Lágrima y en un cruce de caminos, si uno quiere continuar hacia Ivan Vasov, como yo lo hice, debe girar a la derecha. Es muy fácil. Muy recto. Y la hizha se ve apenas unos minutos después. Es una hora por este camino tranquilo donde
no queda más remedio que meditar acerca de lo vivido. Rememorar las imágenes que se nos han grabado en el alma. Pensé muchas veces en Martín. Cómo hubiera querido que el viera los Siete lagos. En Ivan Vasov estoy en un dormitorio común. Cuesta 13 levas. Tomé mates y comí una ensalada, 3 levas. Y me fui a bañar al río. Fresco, pero fuerte como un cosaco como diría Michel, pelé bombacha y corpiño, y me bañé con jabón y todo. Luego me tiré al sol. Se nubló, se largó a llover, y volvió a
salir el sol. Un gato negro se subió a la banca y se sentó en mi falda.

 

de Sofía a Skakavitsa

La estación de trenes de Sofia está pegada a la estación de autobuses. A una parte de la central de autobuses; no me había dado cuenta, ya que siempre salí del edificio de la izquierda, que había otro edificio a la derecha. Y en realidad debería haberlo sabido, porque ese edificio de la derecha es de donde sale los autobuses internacionales, así que el año pasado, con Martín y Stella, hemos tomado el bus a Hungría desde ahí. Me falta Martín, mi GPS. Tengo el mapa y la brújula, pero tal comme d’habitude, me perdí. Y no me preocupé, la verdad, me dejé llevar por el bosque, como Caperucita Roja, hasta que apareció el lobo a rescatarme. Pero vamos por partes. Primero lo primero. Y lo primero fue tomar el tren a Dupnitsa. Salía a las 11.40, con 5 minutos de atraso. En menos de dos horas, llegué. La estación de buses de Dupnitsa también está pegada a la estación de trenes. Así que enseguida tomé un minibús a Saparava Banya. Ahí empecé a preguntar dónde estaban los senderos. Pregunté varias veces mientras me alejaba por las calles de ese publito. No es complicado, de donde para el autobús, hay que caminar a

la derecha. Las callejuelas suben. Hay que ir en subida. Hacia el sur y hacia arriba. Cuando vi un cartel que decía -menos mal que puedo leer cirílico- Panichishte 10 km, me quedé tranquila porque supe que iba bien, aunque el camino, rutita de pavimento, no es muy confortable. El paisaje me distrajo de la pesadez del asfalto. Las cadenas intercaladas de las Rila. Me sentí feliz al verme rodeada otra vez por ese paisaje y me puse a conversar con los árboles del camino. Finalmente y afortunadamente, apareció el sendero. Seguí las marcas, pero alguna la pasé de largo y no desvié a la derecha cuando debía desviar para ir a Skakavitsa. Seguía en subida, y empezaron a aparecer carteles que señalaban Rilski ezera, y nada de Skakavitsa. Pregunté a algunos que bajaban, y no sabían, así que me dejé llevar, total, hoy hacía noche en
Skakavitsa para mañana seguir a los lagos, y al parecer me había pasado de largo y ya estaba en el camino de los lagos. Unos muchachos muy amables que bajaban me dijeron que más adelante había dos hizhas, la primera a una hora, así
que de última podía dormir ahí.
Ya llevaba casi tres horas de andar, y la mochila, pesa. Mucha comida. Así que me la voy a re morfar cuanto antes para alivianar, urgente, antes de escalar el Musala. De paso llego más fuertecita, y más entrenada con estos días previos. Creo que
perdí el estado que traía de los Himalayas, pero no podría ser tan así, caminaba también los 7 km que separan Yabor de Triavna. En fin, me recupero muy pronto. Llegué cansada. No es normal. Pero vamos a lo segundo, lo segundo es lo segundo. Cuando me di cuenta que me había equivocado de camino, decidí tomármelo con mate. Paré junto a un arroyito que antes debí
cruzar, y me preparé el mate. El agua que llevaba en el termo desde las 8 de la mañana, cuando había salido para participar de una clase de español con Mixaela, estaba fría. El mate, un asco. Pero en fin, me lo seguí tomando con calma. Me senté tranquila en una piedra. En eso veo a uno de los amables muchachos que vuelve agitado, en subida. Volvió, unos quince minutos de camino, pero volvió, para avisarme que el camino a Skakavitsa salía más abajo y había unas marcas en las piedras. Por las dudas que yo quisiera volver, pegó la vuelta, subió rápido para alcanzarme y avisarme. Yo ya había decidido según la corriente del arroyo, seguir a los lagos, pero cómo le iba a hacer al pobre amable muchacho. Encima que se volvió a avisarme. Así que decidí volver a cruzar el arroyo y volver yo también hacia Skakavitsa. Menos mal, porque el sendero era más hermoso. Puro
bosque de pinos, ideal para perderse y no reencontrarse jamás. Cada recodo  entre los pinos es igual al otro. Dónde estoy? En el bosque, donde las sombras de la tarde que cae, engañan a los ojos, que además no ven muy bien. Prestar atención. Brújula y mapa. Volví a cruzar unos varios arroyitos y allá arriba, la vi. La hizha. Relajada llegué hasta aquí. Una hizha enorme, y muy linda, que como todas estas fueron construidas e inauguradas por el comunismo que auspiciaba los deportes al aire libre. Esta hizha fue la primera. Hay unos cuadros antiguos. Lo que no había, hoy 20 de julio, era lugar. Sin cama. Pero me ofrecieron un sofá y es tremendamente cómodo. Gratis. Empecé a darle al diente a las galletitas, me tomé unos mates calientes, y la típica sopa de después del camino, sin meat balls por esta vez.
Tardé de cuatro a cinco horas entre perdida y todo. Ya estoy rodeada. En las cumbres más altas
hay nieve. El bosque verdea todas las colinas. Es hermoso.

 

 

 

 

 

 

 

 

unos primeros pasos hacia el corazón de Rila

En el año 2012, septiembre, mi amiga Stella, mi hijo Martín, y yo, zarpamos desde Kusadasi, en la costa del Egeo, con proa hacia el noroeste. La meta era hacer tierra en los Cárpatos y cruzarles el corazón a pie. Surcar Transilvania como una flecha de Cupido. Hicimos escala en algunas islas griegas y cuando estuvimos ya en tierra firme -Grecia todavía- se nos interpuso como un bastión de concavidades, Bulgaria. Decidimos atravesarla raudamente, unos primeros pasos, subrepticios, sobre las rocas. Pero el paisaje nos frenaba, era enigmático y nos atraía como un imán. Cómo descifrar las elevaciones sólidas de arena blanda de Melnik, la jungla enrevesada y virgen salpicando las calles detenidas de Sandanski, el eco sordo de los monasterios, los frentes a rayas y contrastes, las pinturas profusas en las paredes y el ojo de los Illuminati vigilando imperceptible entre un laberinto de colores; y la gente, el pueblo búlgaro, parco pero simpático, estoico pero generoso, tentaba nuestra curiosidad con sus misterios, revelando una nostalgia antigua, pesares difusos que intentábamos desentrañar. Martín sacó la única conclusión posible, «son raros».

No apuntábamos ningún motivo para caminar por las Rila, sin embargo, empezamos a caminar. Sin ninguna idea preconcebida, sin itinerario agendado, sin mapa, sin brújula. Sabíamos una sola palabra en búlgaro, «gracias», y la decíamos mal; apenas éramos capaces de descifrar una señal en cirílico, pero nos largamos.
Arrancamos por la ruta del Monasterio y seducidos porque fueran Siete y fueran lagos, intentamos encontrar el sendero a lo que el nombre prometía una obra maestra de la naturaleza. Agarramos mal. Desde el camping Zodiac, donde habíamos dormido, debíamos caminar hacia la izquierda, como regresando al pueblo o al Monasterio de Rila, y salimos a la derecha. Después de una hora de andar por la ruta de autos y tras consultar con algunas personas con las que no logramos entendernos pero a las que igual les dijimos algo que sonaba a «gracias», llegamos a un parador en un lugar llamado Kirilova Polyana. Ahí había una cartelera en un cirílico que ya nuestra intuición ayudaba a adivinar, y un mapa con varias rutas de trekking, también había un italiano que entendía búlgaro, y nosotros que entendemos italiano. Nos habíamos alejado de la ruta a los 7 lagos, así que decidimos hacer un rodeo diferente hacia el Ribni Ezera, el Fish lake. Descifrando la cartelera nos dimos cuenta que ezera significa lago, ribni sería pescado.


Caminamos 6 horas que nos pesaron más de lo normal. No es que se necesite estar entrenado, no lo estábamos, es un sendero que cualquiera puede hacer. Sin embargo el habernos equivocado de entrada, la ilusión del paraíso prometido de Siete lagos, hecha pedazos, y el equipamiento precario y mal balanceado que cargábamos, nos hicieron sentir esas seis horas como si fueran veinte. No habíamos salido temprano, caminamos con todo el sol de toda la tarde. El paisaje siempre nos acompañó con sus bellezas, las crestas de las cadenas de las Rila intercalándose una y otra vez más allá. Llegamos al refugio al atardecer, casi oscurecía, y decidimos armar la carpa. El frío fue recrudenciendo y el viento nos volaba. Estábamos a 2230 metros. En el comedor del refugio debatimos cómo continuar al día siguiente sopa de por medio y las tradicionales meat balls. Se nos acercó a compartir la mesa Kalin Petrov, con quien a partir de ese día entablamos amistad. Búlgaro y amante de las montañas, nos señaló en el mapa que si seguíamos a Malyovitsa, luego podríamos alcanzar los Siete lagos. Analizó el sendero en el mapa y señalándonos el recorrido nos dijo que no sería complicado, que había una subida, una parte plana, y luego una bajada. La parte plana todavía la estamos buscando. La subida no terminó hasta el descenso, y éste fue tan pronunciado que todos nos caímos al menos una vez. Yo muchas más, me atrevería a decir que unas cincuenta caídas. Las subidas fueron interminables. Era ver una cumbre y alcanzarla sólo para ver que detrás se escondía otra cumbre que no habíamos percibido y que también había que trepar. A partir de entonces me surgió el término «trepping» en lugar de trekking. El terreno fue muy escarpado, y toda la segunda mitad del día, por pura roca, con algunos lagos que se divisaban a lo lejos, pero poca agua circulando a mano. En un tramo existe un cable para sostenerse de él mientras se cruza un precipicio mortal. Tardamos casi 12 horas. La adrenalina nos mantuvo alertas, y tras ver el refugio de Malyovitsa, perdimos el control y el apuro, y bajamos rodando pero con calma.


Malyovitsa resultó ser el paraíso inesperado. Las montañas alrededor, el sonido del río fresco entre las piedras, el bosque de pinos, moras y frambuesas volcando sus frutos directamente en las palmas de nuestras manos. A 2729 metros y con una cabaña que fue un refugio con todas las letras, nos cobijó después de ese arduo día. Dos sopas para cada uno, y claro, las meat balls. Y hubo postre sorpresa, nunca más bienvenida, deseos hecho realidad: torta de chocolate.
Al día siguiente decidimos seguir adelante, apuntar a los Cárpatos que era nuestro destino previsto. Dejamos colgados en algún lugar del futuro a los Siete lagos, los Rilski lakes, o Sedemte ezera, ahora ya puedo saber cómo se llaman, y cómo se leen. A la salida de Malyovitsa nos despedíamos de las Rila. Pero había un kiosco, y había un mapa en un revistero: РНЛА. Fui directamente hacia él. Lo compré, como una promesa de volver. Y acá estoy, en algún lugar de Bulgaria delineando otros primeros pasos. Sedemte ezera me están esperando.