En un post anterior brindé una imagen general de cómo se me presentó a mí mudarme a Crimea y vivir en Rusia. Si bien conocía buena parte del territorio continental de este país, nunca había estado en la Península y la sorpresa cotidiana fue y sigue siendo mayormente agradable.
Rusia, el demonio del mundo
En la actualidad hay una visión general occidental bastante nefasta acerca de Rusia. Antes también la había. Personalmente no sabía mucho de los rusos hasta que me involucré con su lengua en la Escuela de Idiomas de Bilbao. A partir de allí, con una profesora rusa que nos transmitió con pasión no sólo el idioma sino también la cultura, empecé a abrirme y también a conocer más en detalle a Rusia y a los rusos.
Poco sabía yo hasta entonces que Rusia no es un sólo país. Rusia es una Federación integrada por 89 sujetos federales y repúblicas populares. Cada una de esos territorios mantiene sus idiomas, símbolos y tradiciones. Nadie se mira despectivamente en sus diferencias. Hay mucho respeto entre unos y otros y todos, TODOS, se consideran ante todo RUSOS.
Tal hermandad humana es y ha sido mal vista por siglos desde los países con ambiciones imperialistas que pretenden controlar a los pueblos. Uno de los métodos más famosos y efectivos es el «divide y triunfarás». En la Federación Rusa ha habido y hay intentos de corromper a través de nacionalismos fascistas como el implementado en Ucrania, tal unidad de siglos. Pues, les aseguro que, viviendo aquí y más allá de lo que escuchen o lean en las noticias, eso, en RUSIA, será imposible. Aquí hay valores de AMOR a la patria Rusa entrañables e incorrompibles y, esos valores, son mucho más profundos y lejanos en el tiempo que las revoluciones de colores del siglo XX. Lo mismo sentirá un yakuto de Siberia, un mongol de Altai, un musulmán de Chechenia o Daguestán, un cosaco de Rostov, un budista de Ulan Udé, un tártaro de Crimea, que un moscovita.
A partir del estudio idiomático, entré en el coro y en el grupo de teatro ruso. La profesora nos trasladaba a vivir en Rusia a través de su calendario cultural. Lo vivíamos plenamente. Cada fecha. Cada tradición. Piezas de teatro y musicales de relevante calidad espectacular y, al final de cada encuentro conmemorativo de algo, la mesa larga llena de platillos típicos.
Entonces decidí que era momento de empezar a viajar a esta tierra.
Primeras incursiones viajeras por la Federación Rusa
La primera fue un viaje tradicional y breve a Moscú y San Petersburgo. Lo más sorprendente fue descubrir que los rusos no son serios y fríos como nos los pintan. También descubrimos algo que se sigue repitiendo en mi experiencia del día a día y es la empatía. El ruso, a lo largo y a lo ancho de más de 17 millones de km cuadrados es capaz de ver al otro y de involucrarse con sus necesidades. Situaciones anecdóticas al respecto llenarían las páginas del blog. Decir por ejemplo, que una guarda sala del Museo Hermitage en San Petersburgo se acuerda de un par de turistas en medio de cientos que le preguntaron por la sala de los impresionistas y, tres horas después te vuelve a ver pasar, cuando uno ya ni se acuerda de la cara de esa mujer, y ella te pregunta: -han encontrado a los impresionistas? O cuando después de haber estado sólo dos veces en un mismo supermercado grande, a la tercera, la cajera te saluda como si te conociera de toda la vida y te pregunta cómo andás. Viniendo del País Vasco, esto es insólito. Viví 7 años allí (Y me gustó en general) Vi a la misma cajera todas las semanas y nunca me miró como a un ser humano. Sólo éramos un par de máquinas en su trayectoria sistemática.
El segundo viaje fue más intenso, profundo y largo: el Transiberiano. En 2022. Había comenzado la Operación Militar Especial y, como era de esperar, pretendían asustarnos. Dejenme decirles que aún en ese momento, la tranquilidad con que transitamos por buena parte del territorio ruso con la amiga Stellete, desde Moscú a Vladivostok y de regreso por Siberia, no vimos nunca tanto despliegue de armas pesadas como en el aeropuerto de Frankfurt donde además, por venir desde este territorio maldito para occidente, nos requisaron como a delincuentes y arrojaron nuestros regalos con símbolos rusos al piso con odio y desprecio.
Hice quilombo ante la humillación sufrida y el desprecio nazi. Me quejé hasta, hablando bien y pronto, romper bien las pelotas, y nos tuvieron que pagar. Así que, en 2023, invité a Martín con el deseo de volver a Rusia, a recorrer otras Repúblicas y con la firme convicción y despecho de gastarme aquí, el dinero alemán.
Vivir en Rusia, tranquila
Una de las ventajas de vivir en Rusia es que se puede vivir tranquilo. Suena paradójico, verdad?
Se puede volver a casa de noche, sola, sin miedo. Se puede hablar con la gente desconocida si te preguntan algo, o preguntar, sin temor a abusos. Se pueden comprar cosas en el super, en la calle, o por internet, contratar servicios, sin temor a ser estafados. Los baños de los bares no son sólo para clientes. Tomar algo en un bar es asequible. Te olvidás de tener que quejarte porque esto o lo otro no funcione o venga fallado. No se corta la luz. Siempre hay agua caliente. La calefacción funciona y para todos por igual. Los trenes salen y llegan a horario. El tráfico no es violento ni ruidoso. Y las cuentas se pueden pagar con tu sueldo sin tener que andar apagando cosas o dejando de usar lo que necesitás para estar cómodo.
Agua: 2 euros con 64. Gas: 71 centavos de euro (casi 72)Basura: 66 centavos de euro. Electricidad: 2 euros con 24
Hay controles estatales de las infraestructuras edilicias, al menos una vez al año controlan las cañerías de gas para que no sucedan pérdidas o explosiones. No tenés que pedir que estos trabajos se hagan. Se hacen desde el gobierno. No te da miedo que el del gas, un perfecto desconocido, entre a tu casa.
Existe el inspector de zócalos, a ese lo vi cuando viví un mes en la residencia de estudiantes. El tipo inspecciona los zócalos con una lámpara con aumento óptico para prevenir plagas de insectos.
Del otro lado del mundo, donde quizás estén algunos de ustedes leyendo este blog, creen porque creen lo que les dicen y muestran, que Rusia es peligroso. ¡Ni hablar de Crimea! Y yo estoy aquí. Escuchando a los pájaros mientras escribo. ¿Acaso se puede temer en un pueblo que no persigue ni caza pajaritos?
Aquí la gente alimenta a los gatos en las calles. En cada barrio. El gobierno patrulla que estén sanos y los vacuna y desparasita. No hay ratas. No hay perros callejeros. Nadie tira cachorros a la zanja o el basural. No hay basural. Ni zanja. En las avenidas principales se escucha música funcional de los altoparlantes.
El mundo habla de Rusia y le teme. Yo me siento segura. Me siento protegida. Acá todo está bajo control pero no sentís la presión de sentirte controlado. La gente es buena entre sí. Si nos tiraran drones, hay quienes saben muy bien cómo frenarlos antes de que caigan sobre nuestras cabezas. Y, sobre nuestras cabezas, el cielo está mucho más limpio y azul que en cualquier otro país del mundo fumigado con tóxicos.
Laburo, poder adquisitivo y comida
Vivir en Rusia tranquila, se puede, porque no hay que prevenir imprevistos. Los imprevistos ya están previstos de antemano y cada quien cumple con lo que le toca. Pero esto no es riguroso al punto de someter a las personas a un régimen estresante de vida. Todo se da a su tiempo y funciona bien porque también está contemplado el tiempo de ocio y descanso. Porque eso de cada quien cumple con lo que le toca, no excede la capacidad humana del cada quien. Aquí no se abusa de las personas para exprimirlas y que rindan más aunque mueran en el intento.
En cada sector laboral, desde el transporte al supermercado o la academia de idiomas donde trabajo, verás que hay más de una persona dedicada a cada tarea. Eso alivia el peso. También que tu jefa, espontaneamente, te sirva un café entre clase y clase
Los salarios, comparados con salarios europeos, son menores en cantidad de dinero pero superiores en su capacidad de poder adquisitivo. Doy clases de español, francés, inglés. Cobro entre 700 y 1000 rublos, eso es de 7 a 10 euros la hora. En Europa, si conseguía trabajar, y no era fácil conseguir, ganaba entre 11 a 15, o sea… casi el doble, sin embargo al momento de comprar alimentos, allá no me alcanzaba para lo que hubiera querido y tenía que barajar y recorrer góndolas de nuevo. Aquí como más natural y más barato.
La variedad de alimentos, va desde lo rural, lo de los mercados, luego también alimentos frescos en los grandes supers, y alimentos congelados. Se puede elegir. La carne de cerdo por ejemplo cuesta unos 300 rublos el kg, 3 euros. El salmón rosado 350, 3 euros con 50. La carne vacuna, 550 a 700 rublos el kg, o sea desde 5.50 a 7 euros. Los quesos, de los que soy muy fanática, desde 500 a 800 o 900 (uno más exótico) el kg, o sea entre 5 y 9 euros el más caro, por kg.
Lo que me fascina de vivir en Rusia son los panes. Hay miles! Caseros, ricos, con semillas de todo tipo, blancos y de todos los cereales que se te ocurran y un pan cuesta 25 centavos, y los más caros 85 centavos. Entendés? No hay pan a 1 euro, no hay pan a 100 rublos. Todos son más baratos que eso!!! Y RIQUÍSIMOS.
También hay facturas, y DULCE DE LECHE!
Y como me está picando el bagre de tanto hablar, dejo el post aquí y la próxima les doy un detalle de una compra aún más variada.
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La República de Crimea se encuentra en un lugar estratégico del globo terráqueo. Cuando mirás el mapa y ubicás esta península en esa latitud perfecta y rodeada de mares, te das cuenta que, viajar a Crimea no puede fallar como destino.
Elegí este lugar para vivir por otras razones. Primero por razones políticas y de convicción histórica y legítima en cuanto a la Federación Rusa actual y su pasado no sólo como URSS sino mucho más antiguo. Sin embargo, cuando me tocó definitivamente en suerte venir a vivir aquí, me di cuenta, antes de conocer el lugar, que probablemente no había mejor elección. Y si la hay, son pocas.
Crimea abarca un territorio relativamente pequeño, 27000 km cuadrados y, en este territorio, se encuentra la variedad de flores silvestres más abundante de Europa. Los tulipanes y lirios crecen en las laderas de las montañas año a año y los árboles de Sirin florecen en primavera y aromatizan el aire de toda la República.
¿Cómo viajar a Crimea?
En 2024-2025, el aeropuerto de Simferopol se encuentra cerrado momentáneamente y dedicado, junto a otros aeropuertos del sur de Rusia al transporte exclusivo de elementos indispensables para llevar a cabo la Operación Militar Especial en Donbas. Eso no es impedimento para viajar a Crimea. Se puede venir en tren, autobús o transfers (combis) ya sea desde el aeropuerto de Adler-Sochi o desde otras ciudades del continente.
Elegí el tren desde Sochi. Si han visitado otros posts de este blog, ya sabrán que viajar en un tren ruso es como viajar en una verdadera casa en movimiento. Allí no falta nada de lo necesario para vivir un par de días a bordo confortablemente. Las comodidades, pulcritud, abastecimiento de agua fría o caliente para el mate, amabilidad de las azafatas, puntualidad, no se pierde aunque los viajes sean largos, de muchas horas o hasta de varios días. Por más que viajes una semana entera en un tren ruso, siempre estarás en el horario previsto, en un ambiente cálido permanentemente y que huele bien.
El tren a Simferopol para viajar a Crimea desde Sochi, empieza en la población aledaña de Adler, cerca del aeropuerto de Sochi que sí está activo en 2024-2025. La estación de Adler es muy cómoda si se debe esperar allí. Hay muchísimas salas espera con asientos cómodos ya sea para sentarse o echarse una siesta. El lugar está impecable permanentemente, hay restaurantes y cafés a precios urbanos y enormes ventanales con vistas al mar. Hay enchufes por todos lados para cargar dispositivos y wi.fi.
Simferopol, ciudad de contrastes
Es la capital pero viviendo aquí te sentís como en un pueblo tranquilo. Simferopol es una ciudad atípica. Carente de glamour y poco elegante, quizás sea la primera impresión. Sin embargo es una ciudad hecha a la medida de nuestro bienestar o, por lo menos, del mío. Una ciudad verde, llena de árboles, con un río sinuoso que refleja los sauces que crecen libremente sobre las orillas desparejas. Simferopol no contempla rectitud ni simetría, está llena de contrastes por donde se mire, y eso, para mí, la convierte en interesante y hermosa.
Al viajar a Crimea, Simferopol es una parada indispensable. Aburrirse es imposible. Llevo casi un año aquí y sigo descubriendo día a día, rincones curiosos que antes no había visto. Abundan los parques, las plazas con mucho verde siempre, con bancas y fuentes. Hay esculturas en lugares insospechados. Un toque de arte cuando menos lo esperás.
Lo que más me atrajo desde que llegué son los árboles. Tantos árboles por todas partes en una ciudad metropolitana. Eso me encanta.
En cuanto a arquitectura la hay y también en estilos variados. Estilo soviético y anterior. Iglesias ortodoxas con sus gordas cúpulas doradas y, por aquí o por allá, minaretes de mezquitas, ya que Crimea, contrasta también en su mezcla de población eslava y tártara y las personas en general, hablan más de un idioma, ya sea ucraniano, tatarski, y, por supuesto, ruso. Todos son rusos por excelencia más allá de eso, y orgullosos patriotas. Y lo hacen notar.
Es una sociedad politizada y eso a mí, también me gusta. Es una sociedad con la que me siento identificada y tranquila. Aquí enarbolo mis símbolos y banderas sin temor a ser mal vista, agredida o amenazada. Con la convicción de que estoy del lado correcto.
En este lugar, además, he recibido en casa, un piano. Gratuitamente. Y eso, es normal.
Como si fuera poco, el clima en Crimea es perfecto. También variado y contrastante. Predomina el sol, lo que, viniendo de Euskadi, es una bendición cotidiana. En invierno nevó bastante. Nevadas que se dejan disfrutar, sobre todo cuando al llegar a casa tiene una calefacción que funciona, ininterrumpidamente a 25 grados. Todas la calefacciones, de todas las ciudades rusas, se encienden y se apagan en cada República, según la fecha estimada de inicio o final estacional. No existen edificios, viviendas, sin calefacción. Tampoco transporte público sin calefacción. Y nunca ocurre que algo de esto no funcione como está previsto.
En fin, que disfruto también el clima y mucho. Sol. Lluvia… quizás ha llovido cada quince días en promedio? Pero un día… y no un mes seguido. Nieve… hermoso. Y otra vez, sol. También podría contar con los dedos de la mano los días nublados, y me sobran dedos.
El paisaje de la península, que ya he empezado a recorrer palmo a palmo, es sorprendente. Llevo varias excursiones de trek por las varias cordilleras que brotan de este territorio y todas han sido novedosas y diferentes. He seguido el curso de ríos de montaña, cañones de piedra rosada, cascadas, ascendido a cumbres y caminado por sus cresteríos. Ningún paisaje se parece a otro. Nada se ha repetido más que las caras amigables de mis compinches exploradores del grupo Вольный Странник que significa «Vagabundo Libre». Acerca de estas salidas, escribiré otros pots ya que, cada exploración, merece una nota aparte.
Mate y tango, por si algo faltaba…
La amabilidad rusa es innata. Nunca un ruso te dejará tirado. Son más generosos que lo que cualquiera podría imaginar. Y si algo les faltaba, pues no les falta, también toma mate y bailan tango.
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Teniendo en cuenta que volar en avión con la bicicleta como equipaje suma un valor considerable al pasaje, decidimos con Martín, mi compañero en esta nueva aventura, volar a Venecia, Italia, en un vuelo económico de 17 euros desde Bilbao, sin la bicicleta. Previamente vimos que la frontera para llegar a Eslovenia en bicicleta estaba bastante cerca como para pedalear un tramo norte de Italia y que podíamos conseguir bicis de segunda mano por menos de 100 euros. La cuenta sale con ventaja ya que, normalmente el transporte en avión del equipo cuesta 60 euros de ida y otro tanto en el regreso. Además hay que sumar portabultos, alforjas y todos los elementos de camping y herramientas. De esta manera sale mejor llevar con nosotros todos esos accesorios y comprar la bici en la zona.
La suerte estaba de nuestro lado. En Treviso, muy cerquita de Venecia, vive nuestra querida amiga Lidia. Tanto ella como Sergio y su hogar en un lugar privilegiado para nuestros planes, resultaron ser una escala imprescindible y necesaria en el inicio de este viaje. Ellos nos ayudaron muchísimo desde antes de llegar, pusieron a nuestra disposición un chofer que nos recogió en Venecia -dicho sea de paso que, en Treviso hay aeropuerto pero no lo sabíamos-. Su cálido hogar, un lujo para nosotros; las pastas a las mil y una recetas y los contactos en italiano con los vendedores de bicicletas. En pocos días, si mal no recuerdo, menos de tres, ya teníamos todo y a pedalear!
Como si fuera poco, nuestra exploración mundana no perdía oportunidad de vivir intensamente nuevas experiencias. Conocer la elegante, antigua, encantadora ciudad de Treviso siguiendo raudamente a Lidia en bicicleta y de rebote, colarnos en su escapada relajante a las termas de Montegrotto. La palabra «gracias», siempre resulta demasiado breve para tantos regalos de la vida. GRACIAS.
Largamos! Allá vamos, EsLOVEnia!
El día llegó y llegó inmejorable, con un sol tibio y perfumado de jazmines. Mes de mayo. En un barrio coqueto de Treviso, dos rústicos viajeros aprontan sus bártulos desteñidos por los soles e inclemencias de otras latitudes.
Las bicis: para Martín, un rodado 29 con freno a disco y en estado impecable y sin rasguños. Último modelo del año cuya marca no recuerdo. Precio: 100 euros.
Para mí, un modelo antiguo, de cuando los Alpes se cruzaban a pie o a pedal, marca? Kastel o algo por el estilo. Baqueteada, despintada. Su aspecto no inspiraba mucha confianza y, sin embargo, fue increíble. Muy ligera en las subidas que abundan en esta zona montañosa de frontera italiano-eslovena-austríaca. La adoré. Nunca, pedalear en montaña, había resultado tan fácil. Con la fuerza necesaria pero con engranajes que se la jugaron estupendamente. Precio: 50 euros.
De Italia a Eslovenia en bicicleta, por el curso del Piave
167 km, 2 días . Noche en Spilimbergo
Primer día: Treviso-Spilimbergo: 89 km
El primer día de pedaleada, salimos de Treviso siguiendo el curso del río Piave. Encaramos hacia Maserada sul Piave, cruzamos el Ponte y llegamos a Codogné. Sobre un camino tranquilo y rural rodeamos deslumbrantes campos de amapolas rojas y paramos a cosechar alguna fruta estival que se ofrece generosa a la vera del camino.
Luego la ruta nos fue adelantando por Brughera, Tamai, Porcia y Pordenone. Son ciudades antiguas, de predominante color arena. Las rutas que elegimos pasan a través de ellas. Bajamos la velocidad y cruzamos sus plazas mezclándonos con la gente. Observamos los pórticos, catedrales e iglesias y las encolumnadas galerías del corazón de cada ciudad.
Después de pasar el pueblo de Cordenons nos toca cruzar, empujando en buena parte las bicis, un ancho río seco de piedras, el río Meduna. Hace calor y este lugar nos golpea con el reflejo del pedrerío blanco. Son rocas del tamaño de un puño, sueltas, es prácticamente imposible avanzar pedaleando. El río ofrece un pequeño descanso sobre la punta de la reserva natural del Magredi del Cellina donde podemos subir a las bicis, y luego un segundo tramo de piedra. Salvamos el escollo y, al entrar en Rauscedo Domanins nos tomamos un reconstituyente, refrescante y sabroso helado italiano. A la sombra de un perejil que acoge a todos los habitantes de ese pueblo.
Retomando, se suaviza la pedaleada y se hace más amena porque seguimos el Canal de Río Lino. Cruzamos Tauriano y llegamos a Spilimbergo donde decidimos pernoctar.
Buscamos un hotel y nos quedamos en el Cónsul que está en el centro. Está muy bien. Tiene habitaciones enormes, cómodas, limpias, económicas. El personal es super amable y el restaurante con platos excelentes siempre concurrido. Nos dan un garage para guardar las bicicletas.
La ciudad nocturna es agradable y diáfana. Las edificaciones son bonitas. Paseamos y descansamos a gusto.
Segundo día: Spilimbergo-Kobarid: 78 km
Encaramos nuestro segundo día de periplo aún por Italia con la vista en los Alpes Cárnicos, que comenzaremos a sortear entre pueblos, y suaves pendientes, villas históricas, lagos y bosques. Vamos por la ruta que conecta con Udine, pasando por Dignano y Martignacca.
Durante el trayecto tenemos la oportunidad de apreciar restos romanos y lombardos y las playas doradas de Lignano Sabbiadoro en el corazón de la comuna de Friuli-Venezia Giulia. Una comuna donde se mezclan las tradiciones italianas con hábitos austríacos y rituales eslovenos.
Decidimos cruzar Údine, sin detenernos. Es una ciudad urbana, capital de la región, con bastante movimiento. Al ritmo calmo de la bicicleta, atravesamos el centro histórico que se enrolla en torno a un castillo. La vuelta típica nos pasea espontaneamente por la Loggia del Lionello y la Torre del Reloj.
Dejamos la ciudad atrás y pedaleamos por los Valles Natisones. Valles que fueron transitados y esculpidos por asentamientos de antiguos pueblos romanos, lombardos los eslavos. Muchas de sus costumbres se perpetúan y conjugan a través de los siglos. En un pequeño pueblo, San Gottardo, decidimos hacer una parada estratégica de almuerzo y mate a la sombra de un árbol generoso en la plaza central de la villa.
Seguimos nuestro rumbo hacia Eslovenia en bicicleta y nos acercamos al Parque del Torre e Malina. Esta es una reserva en la que confluyen los deshielos alpinos. Se forman ríos y afluentes que son parte y destino de senderos y paseos en la naturaleza intacta de la región del Remanzaco.
La siguiente ciudad que también mereció una visita, fue Cividale del Fruili, la joya longobarda. Allí nos encontramos con un festival de agrupaciones o cofradías que hacían sus coreografías con tambores y banderas.
Cividale está a orillas del río Natisone. Fue la sede del primer ducado lombardo en Italia y conserva valiosos testimonios de la época, sobre todo el Tempieto. Entramos a conocer el lugar y justo estaba ensayando un coro acompañado de flautitas. La arquitectura interior es rica en frescos bizantinos y decoraciones de estuco. Fue erigida en la segunda mitad del siglo VIII como capilla del monasterio femenino benedictino de Santa María in Valle.
Otros monumentos son el Baptisterio de Calisto, de estructura octogonal con siete pequeños arcos sostenidos por columnas de mármol. Y, en otra edificación, el Tesoro de la Catedral, rico en oro y objetos litúrgicos, pinturas y esculturas, manuscritos y códices.
El recorrido por Cividale fue variado y fructífero. Tras el paseo, volvimos la ruta y pusimos proa al Confine de Italia. Pasamos por San Pietro al Natisone y ya no nos detuvimos hasta cruzar los Alpes y llegar a, Robic, primera villa en suelo esloveno. Apenas estábamos llegando y ya sentíamos la satisfacción de un sueño cumplido: Eslovenia en bicicleta.
Esa noche acampamos en Kobarid.
El río Soča, joya de entrada de Eslovenia en bicicleta
El río Soča es un imprescindible y, la mejor forma de apoderarse en nuestra memoria de todas sus bellezas, es viajando por Eslovenia en bicicleta o a pie.
Levantamos campamento y tomamos la ruta que pasa por el Puente Napoleonov. Un puente de piedra erigido en 1750 para cruzar el río en su tramo más angosto. Por ese mismo sector, ya desde el año 1600, cruzaban los venecianos y las tropas francesas se aprovecharon de él durante la guerra. Luego fue dinamitado por los austríacos y reconstruido por italianos, en principio de madera, luego de hierro.
Sin perder de vista el turquesa de las aguas del Soča, y con el arrullo constante de la corriente, seguimos la ruta paralela al curso de agua que se dirige hacia Trnovo ob Soci. Antes de llegar a este punto, veremos carteles que nos invitan a acceder a las cascadas. Todas valen la pena.
Este día, no es escencialmente un día de muchos kilometros de pedaleada. Es una jornada de disfrute. De parar muchas veces y meternos a explorar la naturaleza de este río precioso.
Dejamos las bicicletas con su carga en un rincón resguardado del camino, y a través de tupidos y húmedos bosques, ascendemos y descendemos sinuosamente hasta las caídas de agua. Los colores nos hechizan la mirada. La cristalinidad del agua y los verdores que adopta de la selva frondosa o las piedras del lecho.
El río se encajona entre paredes de roca clara y fluye en paz, o se ensancha y aprovecha a correr con más ímpetu entra las piedras. Hay muchísimos puntos que nos invitan a frenar y contemplar la belleza. Puentes de madera. Luego las impresionantes cascadas que se multiplican. En este punto, llegamos hasta Kozjak.
Más adelante, antes de alcanzar Trnovo están las cascadas de Treske y más adelante, pasando el poblado Srpenica, la cascada de Sušca.
De camino a una u otra, nos encontraremos con más maravillas, brotes nada humildes de agua entre las piedras, aunque no tan descollantes como las cascadas más visitadas. Animales extraños. Salamandras, sapos.
Antes de llegaral pueblo de Žaga con sus encantadoras casitas chalet pintadas de amarillo entre los pinos, paramos a apreciar las espeluznantes profundidades del Kanjon Učja. No nos queremos perder entrada. Vemos los carteles a diestra y siniestra, dejamos las bicis por ahí, y caminamos. Visitamos la Cascada Boka, monumental y avanzamos aen dirección Bovec sin entrar en Plužna y sin llegar al pueblo que dejamos para el siguiente día.
Tal como nosotros bordeamos el Soča en bici, existe un sendero, el Alpe Adria Trail. Comienza en Trieste, en Italia, y va hasta Kranjska Gora en Eslovenia. Recomendadísimo también.
Acampamos en el Camp Vodenka de Sasha y Yuri donde hicimos un riquísimo asadito.
Con calma y esquivando la llovizna bajo la arboleda
Así vamos en nuestro cuarto día a pedal por Eslovenia. Es un país maravilloso por su exuberante naturaleza. Tan verde. Tan salvaje.
El aire tan puro, el canto de los pájaros, los insectos impredeciblemente tan raros y coloridos. El agua brota de las montañas. Cae de los Alpes estrepitosamente, a raudales, cristalina. Es alimento de helechos y verdor que sobrevive a todas las épocas geológicas.
Nos detenemos a observar incontables veces. Parece que recorriéramos un planeta existente solamente en las paginas de una enciclopedia de ciencias plastificada. Todo brilla.
Dejamos el equipaje en el camping Vodenca de Sasha y Yuri . Estos chicos fueron tan amables que nos trajeron carbón y leña para el asado y nos dieron la parrilla impecable. Son muy atentos y agradables.
Salimos con las bici sin carga en reversa para recorrer primero el pueblo de Bovec que aún no habíamos visitado y más adelante adentrarnos en las cascadas Virje cerca del pueblo de Plužna.
Bovec es una villa pequeña pero elegante y con una historia cosmopolita sobre sus calles. Hoy transitada por turismo de todas las estaciones, invierno por el ski, verano por las actividades de senderismo o rafting entre otras. Bovec fue de la Patria del Friuli, de Venecia, de Austria, de Italia, y de Yugoslavia.
Cruzamos la ciudad y por un camino rural de pavimenti llegamos a Virje, cascadas que se explayan son las amplias rocas y caen en una lagunilla verde esmeralda. Muy hermoso y bastante tranquilo. El camino para pedalear hasta allí, también se disfruta. Con un desnivel suave y asequible, sube una colina, leve y baja la colina agradablemente.
Volvimos al camping, nos despedimos de los nuevos amigos del camino y salimos hacia Trenta. Durante el trayecto, siempre con el río a nuestro lado, hicimos varias paradas y mates para esperar que amaine. Llovía, lloviznaba, paraba. En los bordes de la carretera, bajo las ramas más anchas de los pinos, se puede uno cobijar. Había tiempo y valía la pena dejarse llevar por los caprichos de la intemperie. De paso no nos mojamos tanto, y lo mejor, descubrir en la quietud de las orillas, un mundo vivo de animales minúsculos y hojas tan insólitas como bellas.
Esta noche acampamos en Trenta. El Valle de Trenta o la Dolina de Trenta, en esloveno, es un valle dominado por el Monte Triglav, el más alto de Eslovenia. Estamos en el corazón del Parque Natural Triglav y cercados por los Alpes Julianos. A través de ellos, mañana, intentaremos cruzar el paso Vršič. Dormimos con ansiedad y emoción amte el momento cúlmine que ya se abre paso a nuestros pies. Lo lograremos?
El Vršič es un paso emblemático, un desafío para todo ciclista. Ese capítulo de esta historia, aún no debe ser escrito. Hasta mañana.
15 de mayo de 2024-5to día de Eslovenia en bicicleta
Vršič
Ya estábamos allí, cargados, entusiasmados, maldormidos por la ansiedad.
Entrené a mi mente antes de arremeter, lo tomaré con calma -me dije. Pararé a cada kilómetro si es necesario para tomar un respiro.
La impresionante carretera que asciende al Vršič tiene un total de más de 50 km. La subida más pronunciada se anuncia con un cartel que marca 9 km para arriba con un desnivel del 14 % . Creo que nunca antes lo había hecho. El desnivel máximo a mi casa en Errigoiti es de 7 % y a veces, si dejaba de pedalear un par de semanas, ya desentrenaba y se me hacía difícil llegar a casa desde Gernika sin parar. En fin, que ahora, tendría que afrontar el doble de pendiente.
Arriba! Lo haré! Lenta como tortuga, diría Martín, pero lo haré de todos modos y será reconfortante. Muchas veces me pregunto por qué a quienes hacemos este tipo de actividades o arremetemos este tipo de retos, nos da tanta satisfacción enfrentarnos a ellos. Probarnos. Exigirnos. Y verificar una vez más que nuestra voluntad, la decisión, la tenacidad, pueden dominar cualquier dificultad que presente el camino. Pregunta más para psicólogo que para viajero.
La ruta de las 50 curvas y los 50 km, es conocida también como la «carretera de los rusos». Sólo rusos pudieron haber construido este milagro en medio de los Alpes. Fueron prisioneros, entre los años 1915 y 1916, durante la primera guerra mundial. Muchos murieron ante las duras condiciones del lugar y los castigos a que eran sometidos, otros cientos murieron bajo una avalancha. En el tramo de bajada, entre las curvas 8 y 9, hay una típica capilla rusa construida en homenaje a ellos.
Las curvas están numeradas. Empezamos el ascenso al paso por la curva 50. La 49 está a la altura del nacimiento del río Soca. Quienes elijan hacer trekking por los senderos, se encontrarán en esta etapa con un sector de dificultad en el que deberán ayudarse con cuñas y cables. Está equipado.
En la curva 48 hay un pequeño hueco, mirador, con una estatua de Julios Kugy, escritor y botánico que estudió la flora de la región. La estatua mira con orgullo hacia el Monte Jalovec donde pasó varios años de su vida.
Un punto donde vale la pena tomar un respiro más largo es en la curva 29. Allí hay una explanada de madera que se asoma desde un vértice de la montaña y ofrece la vista extensa de todo un circo fenomenal de Alpes Julianos. Se recortan las siluetas de los ríos, hay manchones de nieve, se pintan los bosques. Se respira un aire espectacular y se siente en la piel el aire fresco y encantador de las montañas.
El Vršič se alcanza en la curva 24, a 1611 metros de altura. Es la gloria. Llegar, estar ahí de una vez con la satisfacción de haber subido por tus propias fuerzas y el premio de 360 grados de amplitud geográfica con todos sus accidentes vivos y presentes sobre la faz del planeta.
Es el punto ideal para regocijarse de las vistas de los valles del Soca y el Seva en todo su esplendor enmarcados por los picos alpinos. Nos quedamos un rato disfrutando el sabor de la conquista, felices y pequeños como nada ante tal inmensidad.
La bajada es siempre un premio para el cuerpo y el alma. Disfrutamos el delicioso descenso, la velocidad, el aire en la cara. Hay puntos con miradores. Sin embargo no paramos en todos ellos. En la curva 16, vale la pena echar un ojo al Monte Prisani, Prisojnik. Esta montaña está equipada con una vía ferrata. Dato interesante para quienes se decidan por el trekking. Luego, entre las curvas 8 y 9, hicimos una visita a la capilla rusa.
Se trata de una pequeña pero coqueta capilla de madera y de estilo ortodoxo. Está encaramada en medio de una colina y rodeada de un bosque ideal para descansar y hacer un almuerzo o merienda.
Visitamos el sitio y concluimos la bajada en la curva número 1 que coincide con la llegada al Lago Jasna, Hay movimiento turístico, bares y muchos caminos agradables para rodear un par de lagos conectados entre sí. No son lagunas naturales, sino embalses donde confluyen innumerables arroyos al bajar de las montañas que enmarcan el lugar.
Bordeamos la villa de Kransjka Gora, de arquitectura montañesa, muy alpina, y seguimos rumbo a Gozd Martuljek donde pasamos la noche.
Kranjska Gora es una ciudad con afluencia turística todo el año ya sea por los deportes de invierno, ya que allí hay una estación de esquí, como por las actividades de trekking, aventura, ciclismo, o simplemente viajes y visitas al encantador Parque Triglav.
Lago Bled, otra joya de EsLOVEnia
Llegando a la ciudad de Gozd Martuljek, quedaban aún poco más de 30 km hasta Bled. Decidimos acampar porque empezaba a llover, caía la tarde fresca, y ya habíamos pedaleado una buena cuota de esfuerzo para sortear Vršič. Uno de los principales retos que queríamos cumplir en Eslovenia en bicicleta . Estábamos satisfechos. Como siempre dice Martín: «una vez más, lo hemos logrado».
Nos quedamos en un camping que está adjunto a un hotel pituco. El camping es una porquería. No ofrece nada. Es incómodo para ciclistas campistas. Nos vino bien sólo porque está en nuestro camino y porque al ser baja temporada no había gente, el restaurante estaba cerrado y pasamos un buen rato bajo el techo enorme de la entrada donde hay una explanada amplia. Ahí desparramamos nuestros bártulos.
Los baños estaban limpios y cálidos y como no había casi nadie, nos instalamos bastante por allí también.
Para dormir y previendo que llovería durante la noche, armamos la carpa en la parte trasera del restaurante también bajo un techito. Si hace buen tiempo y hay energía aún y luz para seguir pedaleando, es mejor llegar directo a Bled.
Nosotros arrancamos al día siguiente. El 6to día de nuestro viaje.
Llovió bastante durante casi todo el camino. Ibamos parando. A veces, mojarnos fue ineludible.
Al llegar a Bled decidimos alquilar un pequeño departamento con calefacción que mantuvimos a full secando todas las cosas. Aprovechamos también a cocinar varios platillos de sartén y ollada, comimos mucho, variado, rico, y caminamos alrededor del lago por abajo, cerca de sus costas y embarcaderos, y por los callejones superiores ya que en menos de una hora se puede ascender al pico Ojstrica y capturar imágenes dignas de una postal.
Con un poquito más de esfuerzo que no lamentarás por el espectáculo que ofrecen sus colinas, se puede subir a los cerros Mala y el Velika Osojnica.
Además de recorrer Bled en un periplo por Eslovenia en bicicleta, desde este bonito enclave arrancan trekkings por los Alpes Julianos y el Parque Nacional Triglav. Hay rutas para todos los gustos y niveles de dificultad. Para empezar se puede tomar el sendero hacia la Garganta Vintgar y volver por Blejsra Dobrava.
En Bled hay un castillo medieval milenario cuyas habitaciones funcionan como salas de museo con muchísimos elementos antiguos encontrados en la zona. Junto al castillo hay una capilla y en los alrededores se pueden apreciar desde guillotinas hasta atrezzos de la época medieval.
Además de rodear Bled caminando, se debe hacer un paseo en pletna, una barcaza típica del lugar, y visitar su encantadora isla .
En Bled hay tres estaciones de trenes desde donde se puede viajar a varias ciudades de Eslovenia. Los pasajes se compran en máquinas automáticas sobre el andén de la estación. Se puede subir con mascota, bicicleta u otros elementos cuyo pasaje se puede comprar en la misma máquina o al inspector del tren sin problemas. También se puede conectar en tren con Italia, Croacia, Hungría, Austria.
Adiós Bled, por una transitada carretera de Eslovenia en bicicleta
Kamnik, ciudad medieval y arremeter el Paso Črnivec
Desde Bled hasta Kamnik son 49 km. La ruta, dejando Bled atrás por Lesce, tiene bastante tráfico, aunque en general de circulación cordial.
Lesce está a sólo 4 km de Bled. Ambos son asentamientos muy antiguos, junto a Bohinj donde también hay un cautivante lago menos popular y más salvaje que Bled. En Lesce, una villa pequeña alrededor de una parroquia, hay un camping. También hay una estación de tren.
Kamnik es una ciudad medieval con dos castillos, un monasterio y pintorescas calles, la más llamativa se llama Šutna. Allí se destaca la auna enorme biblioteca franciscana con más de diez mil ejemplares. No lejos de la ciudad se encuentran las termas de Snovik.
Antiguamente esta era una zona de paso comercial y en la ciudad de Kamnik tenían sus mansiones los condes de Bavaria lo que ha dejado un patrimonio arquitectónico destacable. Además, Kamnik, fue la capital de la región de Carniola.
Los dos castillos de Kamnik se erigen en sendas colinas. El Mali Grad, pequeño castillo, es del siglo XI. De él sólo se conserva una capilla romana de dos pisos con cripta. Desde aquí se puede disfrutar de una hermosa vista del centro de la ciudad y los Kamniško-Savinjske Alpes.
El otro castillo Castillo de Zaprice fue hogar de nobles importantes y hoy día es sede del Museo Intermunicipal de Kamnik cuyas unidades son también la Galería Miha Maleš y el museo en la casa natal de Rudolf Maister.
Črnivec
Tras un paseo por la ciudad que nos permitió estirar las piernas y deambular un poco por las bulliciosas y artísticas callejuelas de Kamnik, montamos nuestras bicis para encarar el paso Črnivec.
Este paso se encuentra a una altura de 902 metros y la carretera que lo cruza a través de los Alpes, conecta Kamnik con las regiones tradicionales de la Alta Carniola y Estiria. Se encuentra en la división de drenaje entre los ríos Kamnik Bistrica y Dreta.
La carretera que se dirije hacia la región de Gornji Grad es paisajisticamente hermosa. A ambos lados hay bosques tupidos y verdes. Muchos ciclistas entrenan en esta ruta. No hay demasiado tráfico de automóviles y el día que la hicimos, 17 de mayo, fue un día espléndido de sol y bastante calor.
En el transcurso de la subida, encontramos una fuente de agua muy bonita. Agua fresca que fluye constantemente y con un jarrito para beber con comodidad.
Al final del remonte, en el la cumbre, hay un restaurante. Descansamos allí un momento, tomamos unos mates, y encaramos la bajada. De todas maneras, ese día nos esperaban varios repechos tan inesperados como hermosos.
Granja Tomon, un reducto de paz y armonía, Nova Štifta
Una de las vías verdes en el País Vasco más larga y variada es la vía verde del Ferrocarril Vasco Navarro que recorre el trazado del antiguo «Trenico». Este era un tren de vía estrecha que unía Navarra con Gipuzkoa a través de Álava. Un proyecto que comenzó en 1882 y cuya construcción fue muy laboriosa ya que cruza varias cadenas de montañas.
La ruta discurre entre Lizarra (Estella) y Mekolalde, donde el ferrocarril se enlazaba con la línea Maltzaga-Zumárraga, perteneciente a los Ferrocarriles Vascongados, conectando así con toda la red métrica del Cantábrico. Además del itinerario principal, este ferrocarril sumaba dos ramales más: uno que desde San Prudencio daba acceso a la histórica villa de Oñati y otro al Santuario de Estibaliz desde Andollu,
¿Cómo llegar al inicio de la vía verde?
Hicimos esta ruta con Martín y arrancamos desde mi morada en Errigoiti en el mes de octubre.
Bajamos a Gernika con las bicis ya equipadas para un viaje que planificamos hacer en tres días y tomamos el Euskotren hacia Bilbao para combinar en Lemoa y llegar a Eibar.
En Eibar comenzamos a pedalear hacia Bergara y ya estábamos sobre la vía verde.
Es una gran ventaja que esta vía verde arranque tan cerca de varias estaciones de Euskotren ya que esto nos permite viajar hasta allí sin problemas y con todo listo para sólo bajarnos del tren, montarnos en la bici y comenzar a pedalear.
Si se desea comenzar desde Lizarra, en el sentido inverso, también puede hacerse. Los autobuses de Alava Bus también llevan las bicicletas en sus bodegas. Sólo hay que sacar las alforjas.
Recorrido y etapas de vías verdes en el País Vasco
El recorrido es bastante largo. Nosotros hicimos 150 km ya que salimos desde Errigoiti y nos desviamos al centro de Gasteiz-Vitoria, para dormir en el camping. Lo positivo de esta longitud es que los diversos paisajes del País Vasco rompen la monotonía y van exponiendo su esplendor a lo largo del recorrido.
Hay momentos en los que cruzamos bosques frondosos, otros campos sembrados de cereal , después montañas, ríos, gargantas y ciudades y poblaciones encantadoras e interesantes. Todo ello aderezado con las edificaciones de las antiguas estaciones, viaductos, pasarelas y túneles que componen el patrimonio ferroviario.
Etapa 1, desde Eibar a Gasteiz-Vitoria
Desde la estación del Euskotren de Eibar, por carretera, vamos hacia Soraluze. A nuestra derecha discurre el río Deva que cruzaremos varias veces por puentes acondicionados.
Normalmente las vías verdes en el País Vasco surcan entornos agradables. Esta vez comenzamos por un camino enmarcado de árboles y vamos pasando antiguas estaciones de tren y merenderos donde descansar o parar a hacer un picnic.
Después, al llegar hasta un túnel que no está recuperado como vía ciclística y que esta inundado, debemos tomar la carretera que sube al puerto de Arlabán.
Más adelante atravesamos Arrasate-Mondragón, Aratxabaleta y Eskoriatza, para comenzar a subir el alto de la virgen de Dorleta, donde tenemos un monumento a los ciclistas. Llegamos bajando a Landa y saliéndonos de la vía verde rodeamos el embalse hasta llegar a la presa del mismo.
Como no hay posibilidad de pernocte cerca de la vía verde y no parece seguro acampar sobre las lagunas de, nos dirigimos a la ciudad de Gasteiz y tras cruzar toda la ciudad, ya de noche, vamos al camping.
Etapa 2, desde Gasteiz a Lizarra-Estella
Gasteiz es una ciudad amable con las bicis. Hay mucho bidegorri, camino rojo, pista ciclable. Por estas sendas se puede transitar por todo el espacio urbano, atravesando además enormes espacios verdes y parques y llegar al inicio de la vía verde.
Retomando la vía verde del Ferrocarril Vasco Navarro llegamos, ascendiendo paulatinamente, hasta el túnel de Laminoria. Este túnel, cuando hicimos la ruta, en octubre de 2022, estaba inundado por lo que se debe continuar pedaleando por carretera hacia el puerto de Gereñu.
La pendiente a Gereñu es fuerte aunque asequible. Subimos pedaleando con calma. Una alternativa es cruzar esta ruta por un paso subterráneo y subir por el puerto de Ullibarri cuyas pendientes son más suaves pero con más tráfico. Nosotros subimos por Gereñu y las vistas valen la pena.
Desde el puerto de Guereñu la ruta presenta toboganes, sube y baja constantemente y exige un poco de esfuerzo. Llegamos a una ermita, San Toribio, y desde allí volvemos a tomar la vía verde pasando el túnel de Leortza. Llegamos a Maeztu y hacemos un alto para reponer fuerzas.
Luego comienza la deliciosa bajada. Pasamos por el centro de información del ferrocarril de Antoñana donde se exponen algunos vagones del antiguo tren. Antes de llegar a Acedo pasamos el viaducto y luego cruzamos el túnel de Arquijas. Este túnel tiene más de 1 km y la iluminación es deficiente por lo que, antes de entrar, es importante controlar y encender las lámparas.
Nuevamente tenemos un tramo de subidas y bajadas de 5 km hasta el poblado de Zufia. Desde Zufia, por la pista ciclable del trazado ferroviario llegamos a la antigua estación de Lizararra-Estella. Allí mismo, al día siguiente, tomamos el autobús a Gasteiz y, desde allí a Bilbao culminando una de las vías verdes en el País Vasco más completa y rica.
En Lizarra dormimos en un camping cerca de la ciudad.
Portugal es un país que regala variedad de paisajes, mar, sierra, montaña, lagunas, además de ciudades históricas y coloniales, fortalezas y castillos, pueblos pesqueros y reservas naturales que preservan el lado salvaje de la geografía y sus riquezas. Recorrer Portugal en bicicleta es además ideal para alejarse de los lluviosos otoños o inviernos del interior de la Península Ibérica. Para quienes solemos residir en el Cantábrico con sus humedades y sus vientos marinos eternos, escapar a Portugal por unos días, es la mejor opción.
Hemos hecho esta ruta entre enero y febrero con Iñaki Gurmindo que se reveló como un compañero de viaje perfecto. Era su primera experiencia de travesía en bici con carga y, no sólo mantuvo un ritmo envidiable y sorprendente en nuestras jornadas de entre 60 a 80 km, sino que, además, concordó espontáneamente con el ajetreo atípico que suelo llevar yo, hacer muchos kilómetros sin parar y sin comer, optando por carreteras cómodas aunque esto exija, de vez en cuando, circular con tráfico. Como si fuera poco, asumió el stress del GPS ante mi desorientación habitual, y elaboró menús gourmet malcriándome el paladar poco acostumbrado a las delicias de la vida cotidiana. Además de pedalear, recorrer Portugal en bicicleta y, en fin, vivir la vida de viaje, hemos comido y bebido como dioses, saboreando además conversaciones filosóficas y existenciales insospechadas para alguien tan joven y contemporáneo.
El Algarve y la Costa Vicentina, dos emblemas de Portugal en bicicleta
Tanto el Algarve como la Costa Vicentina, discurren cerca de la línea costera. De nuestra elección dependerá incursionar más hacia el interior, si es que en algún momento decidimos tomar estas variantes.
En esta ruta nos beneficiamos de una guía Bici-Map, de ediciones Petirrojo. Nos ayudó muchísimo más que Google maps totalmente desactualizado en Portugal. Las veces que intentamos guiarnos con la tecnología digital terminamos en caminos cerrados o inexistentes, propiedades privadas o barrancos sin sendero a la vista. A partir de la guía se impuso como meta la ciudad andaluza de Sevilla, ya en España. Hasta allí son 720 km divididos en 12 etapas para las que se sugiere disponer de 14 días.
El primer sector que hicimos ni bien arrancar de Lisboa, lo constituye el Alentejo y la Costa Vicentina, sobre cuya ribera atlántica predominan extensiones amplísimas de simpáticos alcornoques. Parecen baobabs y son unos árboles muy bonitos. Algunos tramos de la ruta se hacen largos y solitarios, abunda la paz. Las carreteras que tomamos y que describiré en cada etapa fueron rutas tranquilas, con relativamente poco tráfico. Podíamos ir conversando, cantando, escuchando música y, en general por asfalto muy cómodo. Algunos tramos sobre los acantilados sobre firme de arena, pero en general, ciclable.
La línea costera nos exigirá detenernos ante las bellezas de acantilados, faros y cabos que nos dejan sin aliento y sin palabras. El mar se entromete abruptamente y el oleaje enfurece y espuma entre rocas gigantes.
Debido a las caudalosas rías y estuarios, en las primeras etapas deberemos además tomar dos ferries para avanzar. Finalmente llegaremos hasta el Cabo de San Vicente, la nariz de la península ibérica, su saliencia más occidental atosigada por vientos perennes y desde allí, virando el rumbo por la costa sur de Portugal hasta entrar en Sevilla lo que exige un par más de cruces en barcazas.
Toda la primera parte de la ruta completa acarrea pendientes asequibles. Son unos 3000 m de desnivel total, cruzaremos la Sierra de la Arrábida y luego montes menores. Los últimos tramos, a partir de Faro, es todo plano.
1era etapa: Lisboa a Camping Picheleiros, aventura garantizada
Bautizamos nuestro comienzo con tempestad, viento, lluvia, carreteras que escupen charcos y enmarañados caminos de arena y lodo.
Nuestro recorrido de Portugal en bicicleta empezó de manera fantástica. Llegamos a Lisboa en autobús pasadas las 3 de la madrugada y tuvimos el privilegio de circular plácidamente por las carreteras, avenidas y plazas de una capital dormida. Fue genial. Llegar a la Terminal Oriente que es la más alejada del centro, armar ahí mismo las bicis, y encarar al centro.
Habíamos reservado un alojamiento comodísimo y muy lindo cerca de la Plaza Marques de Pombal al que llegamos por la Rua Liberdade. El recorrido fue sencillo e incluyó algunas pistas ciclables, parques y una ineludible visita a la Plaza de Comercio y sus alrededores céntricos. Todo a la luz de candilejas y con el murmullo del mar.
Descansamos algunas horas en el confortable departamento y arrancamos esta travesía de Portugal en bicicleta. Dimos una vuelta diurna por Lisboa, con un amanecer magnífico y luminoso.
Para comenzar hay que tomar un ferry. Las opciones son dos según vayamos a pedalear por asfalto o rutas más precarias de tierra y gravilla. Para la primera opción, la nuestra, iremos hasta Cais do Sodre y tomaremos el ferry a Seixal. Nos costó en total para los dos con las dos bicicletas, 6.60 euros.
Al llegar a Seixal, rodeando el estacionamiento, tomamos la rotonda a la derecha y vamos contornando la costa de la ría. Vamos a cruzar Amora y llegar a Ferrao Ferré. Hasta allí fue todo más o menos bien. Aún un poco más, hasta llegar a Fontainhas. Luego empezaron las pérdidas.
Quisimos tomar rutas asfaltadas o al menos firmes pero no lo conseguimos. Todos los caminos se convertían en arenales intransitables. Uno de ellos terminó en un terreno alambrado hasta el infinito y sin ni un mínimo hueco para continuar. Tuvimos que pegar la vuelta. Comenzó a llover.
Bajo la lluvia, pertinaz y molesta, pedaleamos por la ruta EN 10 hasta Vila Nogueira de Azeitao. Desde allí, con lluvias esporádicas, intentamos llegar hasta el camping Picheleiros. Nos metimos en un berenjenal de caminos cerrados. Una especie de country donde un hombre se sorprendió al vernos y, tras indicarnos que no podíamos andar pedaleando por allí, nos escoltó hasta una salida de ese predio privado de muchos kilómetros cuadrados.
Parecían pocos kilómetros los que nos faltaban hasta el camping, pero se hacían eternos. Ya era de noche. El camino de tierra, arena, pozos y piedras, tenía desnivel y nada de iluminación.
Al final por milagro, hechos sopa, mojados hasta el caracú, llegamos al camping Pichileiros que no olvidaremos jamás, sobre todo los cálidos y amplios baños donde unos mates y una «polenta a la nada» sabían a «todo» con concierto en vivo.
2da etapa: Picheleiros a Setúbal, relajado y con sol
Había que secar todo. Lo puesto, lo empacado en las alforjas, las alforjas, la carpa. Todo estaba mojado. Por eso este día decidimos avanzar poco y alojarnos en un lugar cálido y con comodidades.
El departamento en Setúbal no pudo ser mejor. Estaba cerca del muelle donde al día siguiente debemos tomar otro ferry. Teníamos un patio amplio donde colgamos todo. Lavadora. Y una cocina donde degusté la cazuela de mariscos más deliciosa del mundo.
El buen tiempo nos permitió pedalear. Recorrer el Parque Outão en bici. Recorrer las peatonales de la ciudad pesquera decorada de redes y aparejos. Paseamos por la costa de Setúbal, por sus callejas desparejas y empedradas. Descansamos sobre los portales de la Praça Bocage y el Largo de Misercordia y compramos ingredientes frescos en el Mercado do Livramento y algunos otros elementos que necesitábamos.
Este descanso en Setúbal fue glorioso. Valió muchísimo la pena.
3era etapa: Setúbal a Lagoa de Melides, entre dos aguas y arrozales
En Setúbal embarcamos en el segundo ferry de esta ruta de Portugal en bicicleta aunque con algunos cruces de ríos y estuarios que exigen montarnos en algo que flote. Tomamos el ferry en la dársena de Comercio, muy cerca de donde hemos descansado, y desembarcamos en Cais Sul. Desde allí vamos a pedalear 20 km por una lengua angosta de tierra, la península de Troia, entre dos aguas y tentadoras playas desiertas de arena fina.
El camino es muy agradable, una carretera donde se van alternando los bosques de eucaliptus, pinos, alcornoques, con estrechas huellas entre campos inundados de arroz que de repente se convierten en dunas que convergen en el mar.
Pasamos pueblos de casas blancas, Carvahal y más adelante Melides, en cuya plaza, cerrada por la iglesia y rodeada de barcinhos y bancas, hicimos nuestro habitual picnic de desayuno tardío.
Intentamos seguir hacia Lagoa de Santo André cruzando desde Lagoa de Melides. Sin embargo, todos los caminos que cruzan de lado a lado, son de arena, impracticables, por lo que decidimos pernoctar en el camping de la Lagoa de Melides. Este camping no está muy bueno pero tiene la ventaja de tener acceso al mar por lo que, entrada la noche, hacemos una hermosa caminata hasta allí. El incipiente cuarto creciente se refleja en las crestas de espuma. Hay algunos pescadores y paseantes. La temperatura y la compañía, no podrían ser mejor.
4ta etapa: Melides a Vila Nova de Milfontes, la Trilha dos Pescadores marca la senda de Portugal en bicicleta
Como no es posible cruzar entre Lagoa de Melides hacia Lagoa de Santo André por la cantidad de arena que se acumula en estos caminos, vamos en reversa en dirección al pueblo de Melides donde ayer desayunamos. Antes de llegar tomamos el desvío por la ruta nacional 261 y vamos hasta Santiago de Cacem para conocer su castillo.
Subimos a conocer esta fortaleza alentejana bien conservada. Diez torres vigías hacia todos los puntos cardinales de la mano de un muro infranqueable dentro del cual se ha establecido un cementerio. Las vistas de la sierra de Grânola por un lado, y la llanura litoral por el otro, conforman un espectáculo tridimensional fabuloso.
Recorremos las callejuelas enrevesadas del casco histórico y vamos hasta un enclave donde supo haber un asentamiento celta luego romanizado. Este lugar se llama Miróbriga. Volvemos atrás para retomar la ruta.
A partir de Santiago do Cacem decidimos pedalear por la Trilha dos Pescadores. No puede haber elección mejor para este tramo. Está señalizado con líneas verdes y turquesas y transcurre por una ruta hermosa y tranquila bordeada ampliamente por alcornoques. Luego, en un cruce, nos desviamos a la cómoda ruta regional 120 hacia Sonega y Cercal y vamos hasta Vila Nova de Milfontes donde acampamos.
El camping que elegimos está en el centro de la ciudad. A simple vista parece precario, como abandonado, sin embargo lo tiene todo. Aquí, pudimos hacer un asado regio sobre amplias parrillas junto a las cuales hay además una canilla de agua. También tiene mesas y bancas. Así que todo muy cómodo.
5ta etapa: Vila Nova de Milfontes a Odeceixe, el Cabo Sardão y una jornada inolvidable
Este día constituye una de las etapas más memorables del viaje por Portugal en bicicleta. Desde que comenzamos a pedalear y cruzamos el estuario del río Mira, las vistas son espectaculares.
Durante un rato, rodamos por la carretera regional 323. Desviamos hacia Longueira y en la rotonda de Almograve, tomamos hacia Cavaleiro. Desde allí nos dirigimos directamente a Cabo Sardão desde donde retomando la Trilha dos Pescadores vamos a pedalear -y a veces a caminar- sobre un acantilado impresionante.
Son senderos, angostos, de arena bastante firme, a veces con charcos de agua de lado a lado, pero firme al fondo. Se puede pasar con la bici o si se tienen dudas, bajar y bordear. Este tramo medio escabroso, agreste, salvaje, no dura más de 7 a 8 kilómetros y vale mucho la pena visitarlo. Se disfruta a pesar de los charcos. No podemos dejar de encandilarnos y detenernos a contemplar tanta belleza.
Sobre el Cabo Sardão que es el punto más occidental del Alentejo, hay un faro. Acercándonos a la costa, los peñascos y el oleaje son alucinantes y, sobre los roquedos, bandadas de cigüeñas que sobrevuelan o custodian sus nidos. Un espectáculo impagable de la naturaleza.
Las rocas oscuras de estos acantilados, son la radiografía de un pasado geológico de 300 millones de años, cuando Pangea se quebró durante el Jurásico y el Océano Atlántico estalló con todo el furor de sus mareas. Sobre este suelo fósil que es como la página abierta de la historia del planeta, avanzamos sin aliento.
Terminado este sendero costero, tomamos la ruta hasta Puerto das Barcas, cuya abrupta orografía entre acantilados, sólo puede albergar un puñado de cáscaras de nuez y sus tambaleantes pescadores. Desde allí, cantando alegremente, nos pasamos de Zambujeira do Mar hacia Azenha do mar, que no era necesario pero fue divertido. Hay una bajada deliciosa hacia un mirador que da a una pequeña y seductora cala.
Como el tramo siguiente, por la costa, se presume muy arenoso, remontamos hasta la ruta de asfalto, la nacional 120, y le pegamos duro y parejo hasta Odeceixe donde acampamos en São Miguel que está antes de subir al blanco poblado y planificamos dejar para el día siguiente la visita al castelo de Aljezur.
6ta etapa: Odeceixe a Sagres, más de 80 kilómetros pueblos blancos, mercados, castelos
Una etapa larga y llena de placeres.
Para empezar subimos hasta Odeceixe, el primer pueblo blanco del Algarve. Una postal encaramada en la colina y coronada por un antiguo molino de cereal aún en funcionamiento. La ribera del Seixe desemboca en el mar y la playa se reduce a una lengua de arena donde se forman varias lagunas.
Pasamos por el pueblo que me identifica, «María Vinagre» y pedaleamos de una, hasta el Castelo de Aljezur, subimos hasta la fortaleza por las calles empedradas y empinadas del pueblo. Si bien las murallas están ruinas, vale la pena subir hasta allí por el amplio panorama que ofrece. Desde las alturas es posible dar un rodeo a los antiguos muros y divisar las estribaciones de la Serra do Monchique. Cerca del castelo está la iglesia.
En el centro de Aljezur hicimos una parada estratégica en su mercado municipal para abastecernos de sabrosos higos secos y dátiles. Todo muy energizante y delicioso.
Más adelante, durante la jornada, hicimos una parada en Carrapateira donde aprovechamos unas bancas en la plaza del pueblo para almorzar y de paso secar un poco la ropa húmeda al sol de la tarde.
Dormimos en un camping de Sagres que está tomando un desvío hacia la ruta asfaltada que, por las playas, va hasta el Cabo San Vicente. Dejamos pendiente para el día siguiente visitar el Cabo y la ciudad y fortaleza de Sagres.
7ma etapa: Sagres a Lagos, una de las ciudades con más encanto de la travesía
Esta es una zona ventosa. Estamos a pocos kilómetros de la nariz de la península ibérica, el Cabo de San Vicente. Allí confluyen las mareas y los vientos del sur y de oriente y poniente. Suele ser un remolino de rachas que se enredan y confunden el rumbo.
Encaramos hacia el Cabo. Se puede pedalear un tramo por un camino asfaltado paralelo a la ruta nacional 268. Nos detuvimos en Playa do Beliche a disfrutar del panorama de los acantilados y el mar turquesa y divisamos el faro desde una excelente perspectiva. Luego seguimos a Sagres.
Sagres es una ciudad un poco más turística que las que venimos atravesando en Portugal en bicicleta. Representa la puerta de bienvenida a otros enclaves urbanos en los que se dan cita los viajeros cada vez con más afluencia. Por sus calles, empedradas, pasean plácidamente los visitantes.
En uno de los vértices de la ciudad está la antigua fortaleza del siglo XV donde funcionó una escuela de navegantes.
Desde Sagres, un poco en reversa, pasamos por Vila de Obispo. Esta ciudad tiene un mercado nutrido, sobre todo de crustáceos y frutos marinos. Sin embargo no faltan otras delicatessens, así que hicimos una parada obligatoria para reponer la dotación de dátiles y frutos secos.
A continuación seguimos en su mayoría la ruta asfaltada nacional 125. Es una ruta bastante tranquila para pedalear, al menos en invierno. Antes de llegar a Lagos por esta carretera tomamos un desvío para acercanos a la costa y pedaleamos bordeando Praia da Luz hasta Lagos donde establecimos nuestro campamento en Trinidade. Viene muy bien este lugar ya que está cerca de las Playas de Dona Ana y al mismo tiempo del Fuerte y el Casco Viejo.
Llegamos con tiempo para salir a pasear con las luces del día. Caminamos con nuestro infaltable mate por el Paseo Fluvial que comienza en la fortaleza Ponta da Bandeira e ingresamos al Casco Viejo a través de las murallas de la Praça Infante Dom Henrique.
En el centro de Lagos se mezclan antiguos palacetes renacentistas y con iglesias recargadas de barroco, calles bulliciosas de bares y restaurantes y varias góndolas con coloridos souvenirs.
A la caída de la tarde y con una hermosa luna reflejada en mar, anduvimos sobre los acantilados de la Ponta da Piedade y las praias de Dona Ana y Pinhao. Todo muy recomendable e idílico.
8va etapa: Lagos a Armação de Pêra, ambiente pesquero y reservas de aves
Tanto en esta etapa de Portugal en bicicleta como en anteriores también, vamos eligiendo las mejores variantes para no sofocar a nuestras ruedas. Sobre todo a las mías que, si bien tienen un poco de relieve, son angostas. En toda la ruta por Portugal hemos encontrado muchos tramos muy arenosos. Imposibles de ciclar, para las ruedas de Iñaki que son más gruesas, igual. Imposible. Por eso vamos eligiendo prudentemente los caminos. Para no tener que volver atrás. Muchas veces corremos el riesgo de elegir el «camino ancho» o de tierra, si vemos que no son muchos kilómetros y que, en todo caso, podremos avanzar caminando y empujando las bicis. A veces esto también se pone muy pesado.
Lo más destacable de esta etapa es la reserva de aves que se forma en el estuario del río Alvor, donde un extenso arenal constituye una marisma impresionante convertida en reserva natural. Nos detuvimos un rato a observar un millar de flamencos que conformaban manchones blanquecinos en medio del agua o sobre los islotes. Un lugar lleno de vegetación autóctona, muy agradable.
Otras de las atracciones del día es el Puerto de Portimão, una ciudad que supo ser el centro pesquero más importante de la región y que aún conserva su ambiente marinero. En esta ciudad hay un pequeño pero interesante museo.
Saliendo de Portimão hay que cruzar un puente sobre el río Ardae. A partir de allí se puede escoger una variante que va por el interior, por São Bartolomeu de Messines y la Ecovía del Litoral. Nosotros elegimos seguir por la costa y paramos un momento más a apreciar las encantadoras vistas de Ferragudo, una aldea bella, que en invierno se nota tranquila y que conserva su fisonomía auténtica y tradicional.
Acampamos en Armação de Pêra para retomar al día siguiente hacia Albufeira que es una ciudad un poco más grande. En Armação hay una pequeña fortaleza. Es una ciudad que se llena de turistas en verano. Sin embargo en invierno no había casi nadie; cerca del camping tampoco hay comercios y tuvimos que salir un poco por la carretera para comprar vituallas para la cena.
9na etapa: Armação de Pêra a Faro, capital de la región
Al final Albufeira no era ni tan grande ni tan complicada como lo hacía suponer la guía que seguimos. Es una ciudad amplia, extendida y con desniveles para visitar el centro que se encuentra en la parte alta subiendo de la Praia dos Pescadores. Sin embargo, aunque hay escaleras, puede hacerse bien. Este fue nuestro primer objetivo saliendo de Armação.
Albufeira es bastante dinámica y concurrida y, entre las antiguas construcciones blancas y las iglesias, se erigen edificios y viviendas modernas. Hay muchos comercios de distinta índole por toda la ciudad y muchos bares y restaurantes. Los más atractivos, están sobre las playas y a la vera del malecón costero.
Salir de la ciudad es más enrevesado que entrar a ella. Como está construida en dos niveles, la ruta señalada parecía querer ir por la costa, pero la intuición, y de hecho la carretera, se iban por la parte alta de la ciudad. Seguimos varias ciclovías que continuaban por las calles en flechas azules y después terminaban en nada. Al final logramos salir y fuimos en dirección Olhos de Agua.
Desde Olhos de Agua hasta Vilamoura, los caminos alternativos están cercados por acantilados y campos de golf. Es una zona tranquila, entre verde y playa, y hay varias ciclovías que podemos ir tomando, sobre todo si vamos hacia el norte y cruzamos la Ribeira da Quarteira. Esto hicimos, para de paso, asegurarnos más caminos asfaltados.
En Quarteira circulamos por la costa. Es un pueblo de orígenes pesqueros aunque se nota la afluencia turística. La calle principal corre paralela a la costa y si continuamos por ella, hay una seguidilla infinita de playas.
Subiendo hacia el norte, entre rotondas, buscamos la ruta asfaltada hacia Faro. No es de lo más bonito pero para nosotros resultó lo más cómodo ya que, las demás rutas se cortan con tramos de arena o tierra donde hay que empujar. Llegamos lo más bien a Faro y alquilamos una casita en pleno centro.
Fue una casa muy cómoda donde encontramos más de lo necesario, ingredientes y condimentos, velas y sahumerios, productos de limpieza, y pudimos lavar la ropa que se secó perfectamente bien en una ventilada terraza. Esta casa, la casa de Ana, en Faro, lo tenía todo. No podía ser mejor.
10ma etapa: Faro a Vila Real de Santo António, la última de Portugal en bicicleta
Empezamos la jornada saliendo a recorrer la ciudad de Faro, capital de la región. Es una ciudad amurallada que sufrió conquistas romanas, arábigas y asaltos de corsarios. A pesar de su historia cosmopolita, conserva la vida tradicional y autenticidad ya que, al no estar sobre el mar, ha logrado escapar a la vorágine del turismo.
El Casco Viejo es interesante. A través de la Puerta Nova de las murallas, ingresamos a la plaza Largo do Sé donde se distribuyen los atractivos edificios del Palacio Episcopal con su seminario y, junto a él, la catedral con aspecto de castillo. Si damos la vuelta a este conjunto llegaremos a la Plaza Dom Alfonso III donde hay un convento del siglo XVI que sobrevivió a los terremotos.
Volvemos a la carretera bordeando la costa de Faro y el Parque Natural da Ria Formosa . Hay marismas y reserva de aves. Avanzamos hasta Olhão donde aprovechamos su bullicioso mercado para abastecernos de vituallas y delicatessens para nuestro habitual desayuno tardío.
El recorrido que elegimos para este día va fundamentalmente por la ribera. Además de las marismas y reservas de aves, se aprecian grandes salinas y praias de mar tranquilo ya que, las costas, están aisladas del océano Atlántico por la Ría Formosa.
Pasamos por Tavira, una ciudad cortada en dos por el río Gilão. Hay varios puentes para enlazar ambas márgenes, algunos de ellos muy antiguos, de la época romana. Entramos al Casco Viejo por la Puerta de Dom Manuel y damos una vuelta por la Praça República.
Retomamos la ruta, haciendo un tramo por la nacional 125 que sigue tranquila y entramos a Cacela Velha a comer algo. Este pequeño pueblito de pescadores con sus típicas casas claras de postigos azules, tiene un encanto especial y unas vistas sobrecogedoras sobre la playa. Desde allí hacemos el último tramo del día con el alma plena, el estómago lleno y el corazón contento, hasta el camping Monte Gordo donde pernoctamos.
11va etapa: Vila Real de Santo António a Huelva, marismas y vías verdes
Salimos del camping en Monte Gordo y nos fuimos primero a visitar la última ciudad del tramo Portugal en bicicleta: Vila Real de Santo António. Esta ciudad, después del terremoto, fue construida por el marqués de Pombal, siguiendo el patrón de Baixa de Lisboa, por eso las calles son completamente rectas y confluyen en una plaza central con un obelisco. Una ciudad diseñada arquitectónicamente en cuya ribera se destacan algunas mansiones de estilo colonial.
Para salir de Vila Real de Santo António tenemos que tomar un ferry y cruzar el río Guadiana hacia la población andaluza de Ayamonte. Desde aquí podemos seguir por la costa hasta la Isla Cristina o tomar la Vía Verde del Litoral que va más al interior por carril bici y bordeando las marismas. Empezamos por esta variante y pasando el Molino mareal (funciona con las mareas) bajamos hacia la costa para seguir bordeando las playas por la ruta 5054. Estuvo bien. Al no ser verano, no hay tanto tráfico.
Más adelante pasamos por La Antilla, un barrio de barcas y pescadores ahora con algunas construcciones para el turismo y buscamos salir nuevamente por asfalto hacia Lepe ya que, por la costa hay muchos tramos arenosos difíciles de ciclar. Intentamos, pero tuvimos varias patinadas y caídas así que regresamos al cemento.
Nos dimos una vuelta por Cartaya y su castillo de los Zúñiga. Una construcción del siglo XV con varias torres y una decorada puerta en estilo mudéjar.
Encaramos a Aljaraque siguiendo un canal. Tuvimos que hacer algo de este camino en reversa ya que, el canal, es ciclable por ambos lados sólo al principio. Luego, sólo por la derecha. Es importante comenzar a bordear este canal por la derecha si no se quiere terminar como nosotros en un predio privado donde hay una especia de clínica terapéutica.
Una vez en Aljaraque buscamos el carril bici que nos lleva sin pierde hasta Huelva. Tiene algunos desvíos, por otros carriles bici, por eso es importante prestar atención para no desviarnos por la carretera del Espigón ya que por ahí, no es. Hay que subir sobre la izquierda, todo por ciclopista que discurre cerca de la ruta principal, y cruzar el río Odiel.
Llegando a Huelva, el carril bici nos traslada junto a las marismas del Odiel hasta el muelle del Tinto. Llegamos de noche, así que nos alojamos en un hotel del centro y salimos a caminar un poco por la ciudad dormida. Al día siguiente la recorreríamos de día.
12va etapa: Huelva a El Rocío
Huelva es una ciudad agradable y amable con las bicis. Hay varios carriles para circular pedaleando.
De día, las calles se llenaron de gente, las innumerables peatonales estaban concurridas. Aprovechamos que ya estaban los comercios abiertos para abastecer alimentos y dimos una vuelta por lo más emblemático de esta ciudad cuyo corazón central es la llamada Plaza de las Monjas.
Pasamos por la casa de Colón, hoy un hotel, y por el enorme monumento en su honor. Cristóbal Colón está muy presente en Huelva donde reunió a la tripulación para zarpar desde el Puerto de Palos, supuestamente ubicado en cercanías de estas costas.
Luego salimos fácilmente de la ciudad por carriles bici escoltados de dunas fósiles y respirando el aroma delicioso de los pinos. Nos vamos hacia el Parque Natural Doñana, dejando atrás las playas vírgenes de la costa andaluza.
El primer carril bici que tomamos sigue el Paseo Fluvial y cruza pasarelas sobreelevadas de madera. Lo cómodo y bonito acaba cuando debemos sortear el puente sobre el río Tinto. Es un puente largo, lleno de tráfico de camiones que circulan rápido. A pesar de la temeridad de esos motores raudos, tuvimos que pasarlo. No encontramos otra variante. Lo logramos exitosamente.
Terminado el puente, seguimos la indicación de la guía, por la derecha, nos metimos en un lugar que evidentemente no era, pero pegamos la vuelta enseguida y tomamos la carretera. Luego vimos que, paralelo a la ruta nacional 442, iba un carril bici. Nos metimos para circular por allí y lo seguimos con placer un buen rato hasta que se puso feo de pozos y tierrilla y decidimos retomar por la ruta.
Seguimos por la carretera hasta Matalascañas, un lugar soñado. Allí bajamos a hacer un picnic en un lugar ideal sobre el mar. El camino nos ofreció justo lo que deseábamos, una especie de kiosko o pérgola con una mesa y bancas de cara al mar con todo su horizonte disponible a nuestras miradas. Mejor no pudo ser.
Acampamos en El Rocío. Allí también hay lagunas, marismas, muchas aves. Anduvimos contemplando el Paseo Marismeño antes de alejarnos al camping. Desde la vera de la laguna enceguece la blancura de la ciudad y se destaca un curioso santuario, blanco también, cuya cúpula es una pirámide de intercalados arcos abiertos.
El pueblo encandila de tanta blancura. Parece de película. Una especie de Comala de Pedro Páramo. Anchas calles desiertas de arena y soledad y construcciones enormes de cofradías misteriosas por todas partes. Es algo diferente a todo lo que venimos viendo. Y está allí. En invierno, al menos, mudo y cerrado por completo. Apenas un par de mercados donde comprar comida y donde había gente que no sé de dónde salió o dónde se metieron después porque de verdad que, las insólitas construcciones de la ciudad sólo parecían habitadas por fantasmas.
13va etapa: El Rocío a Sevilla, ¡misión cumplida!
Hemos llegado al destino de la travesía. ¡Misión cumplida! Exitosamente. Con alegría. Ricos de experiencia y también de nuevos sabores. Con mucho más de lo que partimos en nuestra alma, en nuestra mente y en nuestro corazón. Con lo aprendido y lo compartido. Super alimentados y nutridos de cada palmo del camino y lo que, al ritmo acompasado de la bici, pudimos ir llevándonos de él. De sus arboledas, olores, playas, dunas, acantilados, voces, pájaros y todo eso conjugado con nuestra música, con nuestras canciones, con las eternas charlas con Iñaki y los silencios necesarios en los que cada uno navega.
La ruta desde El Rocío a Sevilla es plana. Una planura llena de nostalgia. Nos alegra, claro, alcanzar el objetivo. Pero no nos alienta suponer un final. Por eso inmediata y espontáneamente, empezamos a soñar con otros caminos. Total no cuesta nada. Nos reconforta saber que la lista que sigue es larga y hay ilusión en nuestras vidas.
Desde el Rocío seguimos la carretera de la fresa. Es cómoda y, como su denominación lo hace sospechar, son kilómetros y kilómetros de cultivos e invernaderos de frutillas.
Terminada esta ruta se siguen las indicaciones al Centro de Visitantes Valverde. Sigue siendo un trazado cómodo y tranquilo para pedalear y disfrutar de la charla, la música, y también delinear y compartir ideas, pensamientos y proyectos.
Pasamos por Puebla del Río y llegamos a Coria del Río donde está el embarcadero desde donde una balsa -«algo que flota» según Iñaki-, nos cruzará el Guadalquivir.
Seguimos pedaleando en dirección Sevilla. La gran ciudad se impone y empieza a haber más tráfico. Desviamos a un lateral y seguimos un poco por allí. Entrando por Bellavista encontramos ya carril bici y por este carril bici vamos sin problemas hasta el Casco Viejo de Sevilla.
Nos encanta. Nos encandila con sus luces. El Guadalquivir y sus puentes. Los frentes enormes barrocos. Mudéjar. Los bulevares. Las fuentes. La alegría de haber llegado. ¡Lo hicimos!
Hemos alquilado un precioso departamento y nos quedaremos un par de días para recorrer un poco más la capital andaluza.
Tenemos mucha suerte. Damos vuelta buscando un tablao flamenco y el tablao y las bailaoras zapatean a nuestro paso.
Hacer Portugal en bicicleta, el Algarve, la Costa Vicentina y más, y más, ¡hasta Sevilla! fue fabuloso. Todo. GRACIAS.
Para esta etapa me preparé psicológicamente. Algo que no suelo hacer ya que, habitualmente, me mando sin más. Quizás me sobró tiempo en la previa logística como para preocuparme. El tema es el Paso de Orteig, un paso aéreo de unos 100 metros de largo a una altitud considerable sobre el precipicio.
El paso de Orteig es una cornisa angosta que abrió el montañista y cazador apellidado Orteig en 1883. Actualmente está equipado con un cable para sostenernos, pero su angostura contra la pared vertical, me hacía temer por nuestra seguridad debido a las mochilas cargadas que solemos llevar y que entorpecerían el margen de movimiento giratorio.
Salimos del refugio de Pombie. El tiempo estaba nublado, húmedo y frío.
El primer tramo es un descenso suave y agradable por bosque hasta una enorme campa donde se encuentran las cabañas dispersas del Caillou de Soques. Allí cruzaremos una carretera ancha, la D 934 que, desde el Portalet se interna en Francia.
La agradable bajada sigue el curso del arroyo Pombie que cruzamos un par de veces. Se camina por una u otra margen según vaya el sendero. Pasamos la cabaña Pucheoux y cruzamos el arroyo girando a la izquierda. Y una vez más, por una pasarela, cruzamos el río y caminamos por un placentero bosque de hayas. Precioso.
Finalmente tendremos que atravesar el río Brousset y subir hasta las cabañas de Soques que se dispersan desde un parking cerca de la carretera. Hasta aquí, hemos hecho 5 km y descendido 675 metros desde el refugio. Este primer panorama de esta etapa de trekking en Pirineos contrasta drásticamente con lo que nos espera.
Cruzamos la carretera y localizamos, unos metros hacia el norte, el sendero que sube por la ladera de enfrente. De entrada lo vemos, lo perfilamos con la mirada, y nos damos cuenta que no es joda. Es trepar y trepar por una dura pendiente.
El arroyo Arrious discurre por nuestra izquierda. Lo cruzaremos más adelante. Primero vamos por un bosque y luego dejamos el bosque para subir por prados donde pastan animales.
Debajo de una roca gigante veremos que aparece la cabaña La quèbe d’Arroius. Le hacemos una visita como de costumbre y aprovechamos a reponer energías.
La subida que retomamos hace zig-zags y caracoles intentando suavizar el esfuerzo de los pasos. Hay varios neveros por delante pero no nos presentan inconveniente.
A través de un falso llano avanzamos paulatinamente a un falso collado ya que, para alcanzar Arrious, a 2259 mestros, todavía falta un esfuerzo más.
Las vistas se disfrutan. Son cada vez más espectaculares. Cercado por cimas imponente de más de 2700 metros de altitud y de evidente origen glaciar, las aguas azul profundo del lago Artouste son como un ojo luminoso custodiando el valle.
Desde el collado seguimos el sendero en descenso durante algunos metros y llegamos a la temible intersección: el Passage o Paso de Orteig. La hora de enfrentarlo se ha cumplido. La suerte está echada. Allá vamos, Animal!
Desde el mismo collado d’Arrious y sin franquearlo, giramos a la derecha (sureste) y nos dirigimos hacia el picacho (Pic du Lac d’Arrious) que destaca delante de nosotros. En su falda oeste hay un precioso lago en deshielo, el Lac d’Arrious.
La senda se dirige hacia la enorme pared norte del pico. Allí, aunque parezca que no va a estar, súbitamente aparece: el pasaje de Orteig. Abierto, excavado en la pared de la montaña, en 1883 por este montañista legendario Jacques Orteig.
Lo tomamos con precaución. Yo, más preparada piscológicamente, lo paso ateniéndome a la circunstancias previstas y con seguridad y confianza, mientras que, mi compañero de ruta, que no tiene miedo a nada, jamás, se da cuenta de que el paso representa un verdadero desafío a la ley de la gravedad, a nuestro equipamiento rústico y a nuestros pasos a menudo torpes.
Si nos atrevemos un segundo a las vistas, éstas son espeluznantes y hermosas. La adrenalina y la respiración agitada nos corretean por la médula y nos sostienen en vilo casi en el aire. Es temerario y siento una felicidad inmensa. Es algo superior a mí, pero puedo aferrarme a ello sin dudar. Sin trastabillar y sin miedo. Ser un miembro más de esa exageración de altura y vacío que constituye la pared de piedra de una montaña. Viendo a nuestro mundo con el corazón latiendo alto sobre un halo de nube. Me encanta. Soy adicta a esa sensación.
Cruzamos. Lo demás deviene sencillo. Aún con la emoción en la piel, subimos y bajamos con algún nevero en el camino. Desde una colina, alcanzamos a ver, junto a su lago encantador el refugio de Arrémoulit.
Antes de bajar de hecho hacia él, pasamos un rato contemplando el majestuoso circo de cadenas que nos rodea. Los picos de Arriel, el Balaïtous, el Palas. Empieza a nevar. El espectáculo del que somos protagonistas es sencillamente soberbio y magistral.
Luego de un receso laboral, continuamos este caminar en Pirineos por la llamada Alta Ruta o Haute Randonnée Pyrénéenne. Si bien habíamos dejado en Arlet, del lado francés, por comodidad desde el punto de origen, vamos a encarar en dirección collado de Peyreget desde el lado español subiendo por Escalar y Moines.
Para retomar nos acercamos en vehículo (bus, blablacar y a dedo) hasta la estación de ski de Candanchú vía Jaca. Llegar hasta allí, desde Errigoiti, combinando transportes nos demora casi el día completo.
Sobre la caída de la tarde, desde Candanchú, caminamos por la carretera hasta la siguiente estación de ski, Astún. Pasando el hotel y debajo del cable de las telesillas, localizamos la huella para iniciar la subida al Ibón de las Truchas. Oscurece pronto y acampamos sobre una colina en una campa muy hermosa.
A la mañana siguiente, con los primeros resplandores del alba iniciamos la travesía. Seguimos un corto tramo el sendero inicial y nos desviamos hacia la derecha por otro que nos indica: Escalar.
Desde el İbon, en cuya orilla nos detenemos a contemplar un momento el paisaje, comenzamos a trepar el barranco de Escalar. Lo rodeamos por la derecha y subimos. Las vistas del ojo de agua que se empequeñece a medida que ascendemos, dan respiro a la sostenida pendiente.
Seguimos en ascenso hasta llegar al Collado des Moines o Puerto de Jaca a 2119 metros. En breve nos encontramos con un cartel que nos indica nuestro ingreso al Parc National des Pyrénées.
Las presencia del Midi d’Ossau, quien nos acompañará imponente durante un par de días, es impresionante. Todas las aristas y muros del coloso en contraste con el valle salpicado de lagos, nos impactan a cada paso.
Pasamos junto al lago Castérau dejándolo a la izquierda y bajamos hasta la Cabane de la Hosse, junto al torrente de Bious. Como me fascinan estas cabañas y refugios abiertos del Pirineo con su calor acogedor de hogar dulce hogar, nos acercamos a visitarla.
Cruzamos el Bious por un puente y vamos hasta la Cabane de Cap de Pount que también visitamos. Como hay una cocina con gas, aprovechamos a calentar agua para el mate. Junto a la cabaña arranca un sendero hacia el este por el que comenzamos a ascender.
Tenemos por delante una trepada larga y empinada hasta el Collado de Peyreget. Hay mucha roca y también algunos neveros. Nos orientamos siguiendo las pircas.
Estamos entre dos macizos emblemáticos, el Ossau, como un faro a nuestra izquierda y el Peyreget a la derecha. Antes de llegar al Collado de Peyreget, a 2300 metros, avanzamos por una campa con hierbas en falso llano.
Desde allí sólo resta la bajada al refugio de Pombie por un camino zigzagueante entre las rocas. A nuestra derecha quedará un precioso lago helado y, luego de despedirnos de su reflejo, comenzaremos a ver más abajo aún, nuestro destino de este día.
El bonito chalet de Pombie, guardado en temporada, mantiene un sector abierto y gratuito con cocina con mesada, mesas, bancas y un dormitorio con unas diez literas durante el otoño-invierno. Completamos esta etapa a fines de octubre y pasamos la noche allí.
Continuamos nuestro caminar Pirineos con esta etapa sin dificultad. En mi caso es la número 10.
Salimos de la cabaña Ansabere y caminamos de frente, directo hacia el Collado pasando por el lago de Ansabere, un lugar idílico como para detenerse a admirar un momento, respirar hondo, y nutrirnos de inspiración para una nueva jornada montañera.
Alcanzado el collado, caminamos por las crestas hasta que comienza el descenso hacia el Ibón de Acherito a 1875 metros. Vamos cruzando la muga fronteriza. Por un lado, Acherito, del lado español, cuyo valle se une al río Aragón Subordán que más adelante atraviesa el valle d Echo y la Selva de Oza.
Desde Acherito ascendemos por el barranco de la Fochas al Collado del puerto del Palo, a 1942 metros. Este collado está jalonado por dos cónicos picos, Burq y Lariste. Luego, por el Collado de Guarde, recuperamos el lado francés a 1970 metros.
Surcamos la vertiente francesa entra las Peñas de Riste, el Pic d’Aillary y el Rouge. Cruzamos el collado de Saoubathou a 1949 metros y, antes de alcanzar el lago Arlet, pasamos por las cabañas de Spelunguette y Lapassa.
En los alrededores del lago, a 2000 metros de altitud está el refugio de Arlet, guardado de mayo a octubre.
Continuamos una etapa más de la alta ruta pirenaica desde Belagua. Dejamos el refugio caminando por el valle en dirección a la frontera. Como referencia, podemos tomar el pico Arlas con su destacada forma cónica. Los senderos que acceden a él son obvios, vamos subiendo poco a poco de manera considerable.
Una vez alcanzada la base del Arlas, lo faldeamos por el oeste hasta llegar al Collado de Pescamou. A partir de aquí hay un sendero balizado que atraviesa primero una vaguada ancha, pasa por la caseta que ocupan espeólogos durante sus investigaciones y, poco mas adelante, alcanzamos el Collado de Baticotxe. Junto a nosotros se presenta el Pic Murlong.
A medida que avanzamos la roca del macizo reemplaza a las colinas verdes. Una tormenta fría y precoz, ha pintado el final de octubre con algunos manchones de nieve que le aportan entusiasmo a la caminata. El escenario es perfecto. Los muros calizos se elevan verticalmente a más de 300 metros y el macizo de Larra, es tan espectacular como la mayoría de los kársticos.
Atravesamos toda esta amplia incertidumbre kárstica vigilando la dirección para no desviarnos y midiendo nuestros pasos sobre los manchones de nieve que suelen emparchar simas y huecos profundos entra las rocas. Por un lado llegaremos al Collado de Anies y, por el otro, la esbelta postal del valle de Lascun. Vamos a descender por este valle precioso, pero antes, decidimos subir el Pic d’Anie.
El Pic d’Anie es una montaña de 2507 metros de altitud. Está justo en la muga entre el Pirineo francés, País Vasco y Navarra. Se la llama también Auñamendi. En días sin niebla se puede subir sin preocupación desde Lascún, aquí, por el norte, evitando confundirnos con ante la monotonía kárstica de Larra. Otra ruta más fácil de seguir es por el flanco sudoeste por el que accederemos a un desfiladero no muy largo entre las cotas 2234 y 2228 metros.
Para llegar a la cima debemos superar un desnivel empinado de 320 metros. Al final se hace un zig-zag necesario. La cumbre en sí misma y las vistas desde allí son impresionantes.
Una vez saciado el ímpetu y el deseo, con un empacho de cadenas montañosas en la mirada, bajamos hacia Lescún. Vamos girando hacia el sur y atravesamos los farallones del impresionante Billare.
El tramo final de la etapa es ascendente y finaliza en la cabaña de Ansabere bajo las famosas agujas del mismo nombre.
Otras variantes interesantes que se ofrecen para disfrutar esta etapa son los picos de Añelarra, La Mesa de los Tres Reyes y el Pico Petrechema.
La Cabaña de Ansabere es un refugio libre con 10 plazas en literas para dormir, una fuente de agua, y todas las comodidades y calidez para acoger al caminante.
El Bizkargi es un monte ideal para hacer senderismo en el País Vasco. Se encuentra en la confluencia de varios municipios, Amorebieta, Larrabetzu, Morga y Muxika. Y si a ellos añadimos los municipios colindantes de Arrieta, Ajangiz, Berriz, Dima, Durango, Errigoiti, Fruiz, Galdakao, Gamiz-Fika, Gernika, Igorre, Iurreta, Lemoa, Lezama, Mendata y Munitibar, tenemos un gran abanico de posibilidades para iniciar la caminata.
Como estoy viviendo en Errigoiti, arrancamos desde aquí por el camino que, pasando la Iglesia en Elizalde Auzoa, gira hacia la derecha justo luego de pasar delante del caserío del txoko social.
El camino, asfaltado y angosto, asciende con bonitas vistas del valle coronado por la torre de la iglesia, y no demora en llegar a un desvío. Tomamos por la izquierda, donde un cartel indica: Morga.
La carretera, prácticamente desierta, trasciende varias curvas, bosque bonito que crece sobre empinado desnivel y algunos caseríos. Luego veremos el mojón de intersección con el camino de Santiago y llegaremos al Albergue de Peregrinos de Pozueta.
Continuamos sin desviarnos hasta la carretera principal que debemos cruzar por un túnel. Del otro lado de la carretera, hay dos opciones: Si salimos hacia la izquierda, llegaremos al camino que va hacia Gerekiz, sentido que toman los peregrinos a Santiago. Si salimos a la derecha, subiremos por Igertu, desde la Bodega Tellería. Cualquiera de las dos opciones presentadas, son viables. Nosotros elegimos la segunda, por Igertu y la Bodega, y luego bajaremos por la otra.
Vamos a pasar por el llamativo edificio de la bodega para tomar la pista asfaltada que pasa ante ella y en la primera bifurcación seguimos llaneando por la arteria de la izquierda. Nos adentramos así en el barranco por el que discurre el río Butron que tiene su nacedero en la vertiente norte del Bizkargi.
El itinerario de esta salida de senderismo en el País Vasco, continua por la carretera hasta una curva a la izquierda donde la abandonamos para elegir una pista forestal, frente a nosotros. Nos dejamos llevar por el curso de un río en un agradable paseo. Más adelante, en una zona abierta, nos desviamos por un camino visible que se desprende de la ruta principal y remonta a la derecha por una loma. Atraviesa un pinar donde se respira deliciosamente y, más arriba, desemboca en una amplia pista que recorre la vertiente norte del Bizkargi uniendo los barrios Igertu y Eskerika.
Hacia la derecha nos topamos con un ramal del Camino de Santiago y los seguimos monte arriba. La poplar ruta de senderismo en el País Vasco, se vuelve a menudo más transitada en este tramo. Badea el Butrón, que aquí es tan sólo un arroyo, sale a la pista que recorre el cordal occidental del Bizkargi desde el alto de Aratxebalegana y pasamos a visitar el nacedero de Butrón, señalizado unos metros más arriba, hacia la izquierda. Dicho nacedero es tan sólo un manantial entre las ramas, una pequeña vertiente.
Regresamos hacia el camino principal y enfilamos directo al Bizkargi obviando un par de desvíos. Al final nos tocará un duro repecho que salva más de 200 metros desnivel.
La cumbre de Bizkargi, honor a los gudaris y un Cristo de 500 años
Las panorámicas que ofrece este la cima de 565 metros de altitud son excelsas. Las vistas a 360 grados, no tienen desperdicio. Claramente tenemos enfrente el Anboto, el Gorbea y todo el circo de cadenas y picos del Txorrieri.
En la cumbre amesetada de Bizkargi hay también una ermita: Santikurutze, en la que se conserva un Cristo tallado en el 1500. En la cima también hay un monumento que homenajea a los gudaris abatidos por el franquismo en 1937. Bizkargi es símbolo de resistencia. Fue la útima en caer de la llamada Guerra de las Cumbres cuando Bizkaia se defendía desde las trincheras del Cinturón de Hierro. No fue nada fácil para el invasor fascista hacerse con estas tierras defendida por patriotas vascos. Sólo con el apoyo de los bombarderos italianos y alemanes pudieron abatirlos.
Contemplamos esta postal completa de belleza natural y cargada de historia y bajamos por la trocha que, al norte y balizada como GR-98, (Urdaibaiko Bira, la Vuelta de Urdaibai), desciende vertiginosamente. Si hay barro, podemos patinar, por lo que es conveniente contar con un palo o bastón.
Por la derecha, seguimos perdiendo altura en amplios zizgags hasta salir a una pista de cemento que desemboca en la carretera. Unos metros más adelante volvemos a tomar el Camino de Santiago el cual en el barrio Landotz nos devuelve a la carretera. Bajamos por ella atentos a las hitos del Camino.
Antes de llegar a la siguiente carretera veremos el Albergue de Peregrinos de Gerekiz y la ermita del mismo nombre. El origen de este emplazamiento religioso es uno de los más antiguos de Bizkaia. En las paredes del templo fueron encontradas lápidas del año 300 y pico. Junto a la puerta hay réplicas de estas lápidas. Los originales están en un museo.
El regreso desde Gerekiz y tras cruzar el túnel bajo la carretera, lo hacemos por el mismo camino que hemos venido, por Pozueta y Elizalde.