Continuamos una etapa más de la alta ruta pirenaica desde Belagua. Dejamos el refugio caminando por el valle en dirección a la frontera. Como referencia, podemos tomar el pico Arlas con su destacada forma cónica. Los senderos que acceden a él son obvios, vamos subiendo poco a poco de manera considerable.
Una vez alcanzada la base del Arlas, lo faldeamos por el oeste hasta llegar al Collado de Pescamou. A partir de aquí hay un sendero balizado que atraviesa primero una vaguada ancha, pasa por la caseta que ocupan espeólogos durante sus investigaciones y, poco mas adelante, alcanzamos el Collado de Baticotxe. Junto a nosotros se presenta el Pic Murlong.
A medida que avanzamos la roca del macizo reemplaza a las colinas verdes. Una tormenta fría y precoz, ha pintado el final de octubre con algunos manchones de nieve que le aportan entusiasmo a la caminata. El escenario es perfecto. Los muros calizos se elevan verticalmente a más de 300 metros y el macizo de Larra, es tan espectacular como la mayoría de los kársticos.
Atravesamos toda esta amplia incertidumbre kárstica vigilando la dirección para no desviarnos y midiendo nuestros pasos sobre los manchones de nieve que suelen emparchar simas y huecos profundos entra las rocas. Por un lado llegaremos al Collado de Anies y, por el otro, la esbelta postal del valle de Lascun. Vamos a descender por este valle precioso, pero antes, decidimos subir el Pic d’Anie.
El Pic d’Anie es una montaña de 2507 metros de altitud. Está justo en la muga entre el Pirineo francés, País Vasco y Navarra. Se la llama también Auñamendi. En días sin niebla se puede subir sin preocupación desde Lascún, aquí, por el norte, evitando confundirnos con ante la monotonía kárstica de Larra. Otra ruta más fácil de seguir es por el flanco sudoeste por el que accederemos a un desfiladero no muy largo entre las cotas 2234 y 2228 metros.
Para llegar a la cima debemos superar un desnivel empinado de 320 metros. Al final se hace un zig-zag necesario. La cumbre en sí misma y las vistas desde allí son impresionantes.
Una vez saciado el ímpetu y el deseo, con un empacho de cadenas montañosas en la mirada, bajamos hacia Lescún. Vamos girando hacia el sur y atravesamos los farallones del impresionante Billare.
El tramo final de la etapa es ascendente y finaliza en la cabaña de Ansabere bajo las famosas agujas del mismo nombre.
Otras variantes interesantes que se ofrecen para disfrutar esta etapa son los picos de Añelarra, La Mesa de los Tres Reyes y el Pico Petrechema.
La Cabaña de Ansabere es un refugio libre con 10 plazas en literas para dormir, una fuente de agua, y todas las comodidades y calidez para acoger al caminante.
Una etapa con mucha subida y poca agua. Hay una tienda de alimentos al inicio de la caminata.
Salimos del Chalet de Pedro rumbo a los Chalets de Irati. Pasamos por la presa de Bargakiak donde hay agua. Es un paraje pintoresco. Luego, en el barrio de los Chalets de Irati hay tiendas donde reabastecer algún alimento. Los precios son variados. Hay algo económico que se puede comprar aunque en general es bastante caro.
Tomamos la senda GR 10 T (transfrontière). Casi toda la etapa en subida por las faldas del Bizkarze y luego por Zazpigana hasta superar el Pic d’Ori de 2021 metros. Las vistas son espectaculares.
Atravesamos bosques de hayas y pinos y bajamos al puerto de Larrau. Habíamos leído que cerca de esta pista encontraríamos un refugio y una fuente de agua, un arroyo. Arremetimos algunas cimas y collados más pero no encontramos el arroyo. La tormenta y la tardecita caían sobre nuestras cabezas por lo que no dudamos en hacer dedo al primer coche que pasó y terminamos en Otsagabia.
En Otsagabia hay un camping. No conocíamos así que estuvo bien llegar a este pueblo encantador. Además de conocer a una pareja super copada que fue las que nos llevó en auto hasta allí. Deberemos remontar las laderas nuevamente mañana y nos perdimos la Cabane d’Ardané porque fluyó hacia la vertiente sur.
En Otsagabia el camping nos costó 5.50 euros. Las duchas eran espectaculares y el personal muy amable.
Desde hace años quería conocer Maule o Mauleon Licharre, capital de la provincia de Zuberoa o Xiberua. Al fin llegué hasta allí, en bicicleta.
Me encantó con su castillo y sus amplias plazas rodeadas de otros edificios como la Mairie y plazas o simpáticos bares y restaurantes con gente cordial disfrutando el mediodía y los sabores vascos.
Seguimos por los caminos angostos, rurales, cruzando los pueblos pequeños y encantadores de Iparralde por su calle principal, de entrada a salida. Este día atravesamos Etcharry, Charrite de Bas, luego entramos a Maule. Cruzamos al otro lado del río por un antiguo puente y seguimos por más pueblos pequeños y rutas angostas hasta L’Hôpital Sainte Blaise y cerca de la autopista principal pero sin poner ni una rueda sobre ella, seguimos la agradable secuencia de Gueüs d’Oloron, Saint Goin y Orin hasta Oloron Sainte Marie.
En Oloron Sainte Marie acampamos en el camping municipal. Todos los campings están bien, tienen ducha de agua caliente, garantizado; internet en casi todos. En algunos campings hay lavadoras de ropa, y en la mayoría hay piletas para el lavado de vajilla con agua caliente. El precio ronda hasta ahora entre 9 y 12 euros el más caro.
En este camping de Oloron Sainte Marie encontramos a una pareja de Bélgica que viajan en bici con su pequeños de menos de dos años. Lo llevan en un carrito extra conectado detrás de la bici del papá.
Llovió durante la madrugada y parte de la mañana. El camping está provisto con quinchos techados con mesa, bancas, electricidad, pileta y microondas, así que desayunamos al cobijo de este lugar y luego bajo nubes espesas retomamos la ruta.
Se la conoce popularmente como la travesía de las Cinco Lagunas y es un trekking de belleza infinita. Particularmente es uno de los que más me ha gustado y añoro siempre la posibilidad de volver a recorrerlo. Me ha enamorado por su incivilización, por su ausencia total de recursos urbanos, por sus montañas, por la nieve, por la desolación, por sus lagos, por sus dificultades, por la falta de señalización y esa sensación de aventura, exploración y conquista, y seguramente también por los compañeros del camino con quienes compartí estos pocos pero intensos días.
La travesía cruza desde Pampa Linda hasta Colonia Suiza. La mayoría de los caminantes la hace en sentido contrario, Colonia Suiza hacia Pampa Linda y, en general, las guías que existen respecto de este trekking, la plantean así. Al parecer la costumbre de caminarla desde Colonia Suiza se debe a que la erosión de la montaña provocada por los vientos del oeste ha desgastado más las laderas en esa dirección, y eso facilita el ritmo de trepada, en cambio, al hacerla al revés, nos veremos obligados a trepar por piedras menos erosionadas y de mayor tamaño, lo que aletargará nuestro ritmo de andada, demoraremos más en las subidas pero paradojicamente nos sentiremos más confiados en las bajadas con el peso de las mochilas cargadas con elementos y comida para la autosuficiencia durante 5 a 6 días. Fuimos con un par de mapas de papel, brújula, y buena parte la hicimos al rumbo, teniendo en cuenta las montañas de dónde veíamos, la ubicación del Tronador casi siempre visible e imponente, y las lagunas que íbamos cruzando. No hay muchas marcas. No hay ningún servicio, ni proveeduría, ni camping o refugio organizado hasta llegar casi al final, a Laguna Negra. Es imprescindible practicar y superar la autosuficiencia o, literalmente, morir en el intento.
Hicimos esta travesía con un grupo de caminantes, un par de ellos con nula experiencia en senderos de montaña. El hecho de tomarla en el sentido opuesto al recomendado se debió a que, para comprobar las dotes, el aguante, de los caminantes novatos, desde un camping en el área de Pampa Linda, hicimos previamente algunas salidas de corto recorrido, como por ejemplo ir hasta el glaciado Tronador, cuya majestuosidad será un hito que dominará las vistas de este sendero. La motivación y estado físico del grupo superó las expectativas.
Para llegar a Pampa Linda fuimos desde Bariloche, desde la Terminal de autobuses, con el bus que va a Bolsón. Poco después de Villa Mascardi, en la intersección con un camino de ripio que arranca a la derecha, hacia el oeste, y que bordea el Mascardi hacia el Tronador, nos bajamos del bus e hicimos dedo. Sobre este camino se encuentran los campings la Querencia, los Rápidos, y más adelante la zona de los Césares donde se puede acampar libremente. Un poco más y llegamos a Pampa Linda donde hay un par de campings y una hostería. Desde aquí hay varios senderos que se pueden hacer. Ya en una oportunidad previa, habíamos subido a la laguna Callvú o Azul, remontando desde Pampa Linda el Arroyo Claro. Pero esa es otra historia. El hecho es que llegar a los Césares o a Pampa Linda nos da la posibilidad de una previa, de tantear nuestras energías en varios senderos de los alrededores y todos con valor agregado, como por ejemplo también desde aquí, encarar el cruce a Chile por la antigua ruta de los jesuitas. Hay mucho, pero vamos a nuestras Cinco Lagunas, con nuestros cinco caminantes.
Primer día: de Pampa Linda a Laguna Ilón
Arrancamos desde el camping de Pampa Linda por el mismo camino ancho que sale hacia el Tronador y, en breve, hay una señalización que nos indica tomar a la derecha. Cruzamos una tranquera y vamos por una senda que borda el río Castaño Overo. Este río lo tenemos que vadear. Suele traer bastante agua y corriente y está indicado el lugar más recomendado para efectuar el vadeo. Luego es todo subida. «Más subida que a la Ilón» puede convertirse en refrán de referencia para futuras salidas. No da tregua, es una subida muy empinada durante casi la totalidad del recorrido de este primer día. Subir y subir hasta que en parte el ascenso se nivela un poco y bordeamos el cerro por el que venimos ascendiendo para cruzar un mallín a campo traviesa. Hay pocas marcas, nos metemos en un bosque y al salir del mismo aparecemos mágicamente frente a la encantadora Laguna Ilón. Hay un sitio para acampar ni bien aparecemos allí; también se puede acampar en la playa de arena fina, y sino, apenas más adelante, cruzando un arroyito, en el bosque contiguo donde ese encuentra el Refugio de Papá Manuel. El refugio es una casita de libro de cuentos, pero es decorativa, al menos cuando nosotros pasamos era un depósito de basura.
Arrancamos el día bordeando la apacible Ilón y nos vamos alejando de ella hacia la derecha, faldeando el cerro y luego cruzando algunos mallines pequeños hasta llegar al Mallín de Ricardo, más grande, y que vamos a atravesar tirándonos a su izquierda. Cuando termina el mallín, ingresamos a un bosque, hay algunas marcas rojas. Ascendiendo al filo del cerro Capitán, veremos aparecer ante nuestros ojos la Laguna Jujuy. Transitamos el filo y nos sorprenderá gratamente y causará admiración, la vista de la Laguna Callvú o Azul, haciendo fiel honor a su nombre, encajonada entre los cerros Bonete y Punta Negra. Estamos en un balcón privilegiado para apreciarla. También hay una picada que sube hasta aquí y va hasta Cretón desde la Laguna Azul, viniendo desde ella por su margen derecha.
Descendemos hacia la Laguna Cretón y podemos acampar frente a ella, pegados a un diminuto bosque achaparrado o cruzar un barranco y acampar en un reducto protegido por pequeñas lengas y junto al arroyo. Nosotros acampamos aquí, cerca del arroyo entre un cerco de lenguitas, y fue providencial, ya que tuvimos que permanecer dos noches allí debido a un temporal. En esa zona suelen estancarse la nubes y haber bruma y lluvias. Por lo menos, las veces que estuve allí siempre se nubló y llovió.
Tercer día: de Laguna Cretón a Mallín Mate Dulce
Con dos noches de descanso bajo la constante llovizna, y ya enmohecidos de estar adentro de las carpas, asomando nomás las narices porque afuera estaba helado, retomamos la travesía. Había llovido bastante y había nevado. En todas las etapas y especialmente en este tercer tramo que es para nosotros el cuarto día, hemos encontrado muchos manchones de nieve que cubren grandes áreas que hemos debido cruzar con sumo cuidado. Era el mes de enero.
En este tramo, toca subir el cerro Cristal, es el más duro del trekking porque a medida que ascendemos las piedras son más grandes, hasta convertirse en moles que nos superan en altura con creces y a las que debemos trepar, aferrándonos con las manos y cargados con nuestras mochilas. Hay marcas rojas y pircas. Llegando casi al filo, vemos hacia la izquierda que todavía falta subir, pero que, sin embargo, hay unas pircas que nos invitan a desviarnos a la derecha en descenso, NO ir por allí; si seguimos esas pircas, a la derecha, iremos directo a un precipicio por el que será imposible bajar. Hay que subir hasta donde vemos unas piedras oscuras y marcas rojas.
Esta es una jornada de ascenso y bastante dificultad técnica que requerirá de todo nuestro ingenio, destrezas y también precaución, pasaremos por arroyos, mallines y mucha roca, muchísima. Allí en el filo, entre rocas enormes, deberemos sortear un par de pasos expuestos, pero está bien señalizado, así que seguir las marcas, aún con abundante nieve, permanecían visibles.
Para descender al Mallín Mate Dulce vamos a seguir las pircas. Por nuestra izquierda, o sea oeste, vamos a ingresar al mallín y lo vamos a ir cruzando hacia el este.
El Mallín Mate Dulce es un lugar plácido y agradable para acampar, hay muchos espacios disponibles, cerca del río que surca sobre piedras rojizas, y es un placer pasar el tiempo que nos queda del día y la noche en este enclave. Tomando mate. Amargo que pa’dulce está el Mallín.
Cuarto día: de Mallín Mate Dulce a Valle del Lluvuco pasando Laguna CAB o Lluvu
Como hemos pernoctado una noche extra en Cretón debido al aguacero y la tormenta, vamos a intentar adelantarnos de la laguna Lluvú o CAB para mañana completar la travesía hasta Colonia Suiza, sin permanecer en Laguna Negra.
Al dejar Mate Dulce hay un fragmento de terreno plano que no dura mucho, luego hay que subir el cerro. Cuando nosotros lo hicimos, al llegar al filo, se nos complicó encontrar la bajada a Lluvú o Laguna CAB. Si bien se ve la laguna enfrente, no tenemos que zambullirnos de cabeza en el bosque de lenga que tenemos entre nosotros y la laguna porque por ahí no es, y caer en ese bosque es un laberinto. Primero hay que bajar y hay mucha roca y algunos pasos angostos. Hay que buscar las pircas, primero salen hacia la derecha y después todo sobre nuestra izquierda hacia una zona que se ve más abierta. Luego buscaremos las marcas para ir por los senderos correctos del lengal hasta la margen de la Laguna CAB o Lluvú que vadearemos por la orilla. Da gusto porque el lecho es arenoso y suave, un placebo para los pies.
Cerca de la laguna se puede acampar, sobre todo después de vadearla, está el río sobre piedras rojizas y lugares muy hermosos para quedarse, pero como queremos ganarle unos pasos al tiempo y al mañana, vamos a seguir. Hay una parte con un poco de derrumbe y tierra arenosa floja que hay que cruzar lo más rápido posible pisando firme, y luego un sector extendido del sendero con muchos árboles caídos en el que hay que caminar por encima de los troncos. Esto dura un buen rato. Finalmente llegamos junto al río Lluvuco donde algunos fogones armados nos indican que es un buen lugar para acampar. Es un vallecito boscoso, encantado, muy lindo. Nos quedamos allí.
La última cena, guiso revolucionario con los últimos ingredientes que nos quedan
Quinto día: del Lluvuco a Laguna Negra y Colonia Suiza
Se nos hizo larga la jornada. Cruzamos el río junto al que pasamos la noche y empezamos a subir en zigzag de manera abrupta, luego ingresamos a un bosque y del bosque a una zona de piedras y arena con pendiente más amable por la que, paulatinamente, ascendemos al filo del cerro que cerca la Laguna Negra.
Hay piedra suelta y no importa por dónde elijamos subir ya que, al llegar arriba, será visible la dirección de bajada y no es problemática, también veremos la laguna y, casi de manera imposible ante nuestros ojos, en la orilla de enfrente, el refugio al que deberemos llegar por esas paredes que a simple vista parecen imposibles..
Se desciende del filo hasta la laguna, y comienza a bordearse tranquilamente. Justo antes de llegar al refugio, bordeando la roca acantilada que cae sobre las aguas, hay una soga y fierros en la roca para ayudarnos a sortear un paso complicado y expuesto. En Laguna Negra, el refugio Italia ofrece comidas además de albergue si uno quisiera dormir allí. Se puede acampar también. Nosotros decidimos darle duro y parejo hasta Colonia Suiza, el sendero es muy lindo, bosque, agradable, y bajamos por inercia, aunque se hace largo…
Descansamos un respiro en el refugio y empezamos el descenso en caracol entre rocas, bosque y arroyuelos. Luego vamos a cruzar un río caudaloso cuyo curso nos va acompañar mientras seguimos bajando. Hay lugares donde podríamos acampar. Continuando hacia Colonia Suiza, en sucesivas oportunidades, tendremos el fastidio, ante el cansancio acumulado -el hambre- y tantas horas de caminata en una sola jornada, de tener que bajar y subir de las márgenes del río que se encajona. Después el sendero se convierte en un camino ancho, entre pinos, y creemos que ya estamos llegando, pero no; este camino es de nunca acabar. Finalmente, el ruido de algún motor nos anunciará el arribo a la civilización y en pocos pasos nada más saldremos a la ruta 79 en Colonia Suiza. Allí hay varios campings donde ducharnos, preparar un asadito, reponer fuerzas, y esporádicamente pasa un autobús a Bariloche.
Es maravillosos poder vivir en una ciudad que ofrece todo lo que una gran metrópoli y, al mismo tiempo, permite, en media hora, internarse en bosque y montaña.
El Anillo o Cinturón Verde de Bilbao reúne senderos y caminos que circundan la ciudad y sumados son casi 100 km de caminos, aunque el contorno en sí, si uno optara por uno u otro sendero para dar una vuelta al Cinturón de Bilbao, sería de alrededor de 43 km.
Se puede acceder a este Anillo Verde desde distintos barrios de la ciudad. Un lugar común y sencillo para iniciarlo si uno aún no es muy familiar de las calles o barrios de Bilbo, es ir a Plaza Moyua y buscar la Alameda Rekalde. En Rekalde, caminando en dirección a la ría, al Museo Guggenheim, y al Puente La Salve, podremos encontrar en las veredas baldosas verdes que en un recuadro nos marca GR, Gran Recorrido, y la dirección de la ruta pedestre.
Si empezamos en Moyua y por Rekalde, vamos a cruzar el puente La Salve por la izquierda e iremos tomando esa dirección, sobre nuestra izquierda, para internarnos a cada paso en el bosque y subir al Monte Artxanda. Vamos a pasar un área de merenderos, el área Pikotamendi, luego la Calle Vía Vieja Lezama donde antes circulaba un tren que descarriló. Pasaremos por debajo de las vías del Funicular de Artxanda y si seguimos un par de kilómetros más por la estrada Mendiarte, llegaremos al Monte Avril.
Antes hay otra posibilidad de bajar hacia Bilbao por un camino con señalética antigua, sólo un cartelito que dice Bilbao sobre fondo celeste. Este camino nos lleva a un sinfín de escaleras -sin marcas roja y blanca- que desembocarán en el Polvorín, el Parque Etxeberria donde está la chimenea.
Siempre iremos encontrando señalética, carteles de madera, paneles informativos y marcas roja y blanca de GR. En este caso es el GR 228. Cerca del Monte Avril el Anillo coincide con el Camino de Santiago (la ruta de los Zamudianos), cerca de un área recreativa llamada Iturritxualde, donde por supuesto hay una fuente: iturri. Hay unas cuantas durante el recorrido completo. Se puede ir reponiendo agua.
Tanto en Artxanda como en el Monte Avril podemos apreciar las vistas o descansar en los merenderos. Desde el Monte Avril continuaremos en dirección a las antenas del Ganguren, las veremos adelante, cruzaremos la carretera en el Municipio de Galdakao y por allí, un camino de tierra asciende sobre nuestra izquierda hacia la cima del Ganguren de 474m. Cuando estemos cerca de las antenas debemos prestar atención ya que el sendero a la cima va por nuestra derecha. Lo seguimos hasta las antenas. Volvemos al camino de tierra que hemos abandonado y que va paralelo al asfalto y llegamos a una mesa informativa.
Más adelante, 6.5 km hay un vivero, más merenderos, dos frontones, y siempre información, marca roja y blanca, y flechas. Podemos ascender a la cima del Kuskuburu de 414 m. Veremos más restos de túneles y bunkers, o bien podemos bajar hacia Bolueta por la carretera Santa Marina, dirección Buia. Hay un camino rural y más adelante veremos el hospital. Pasaremos Azkarabidea, algunos caseríos y a 2 km habremos llegado al barrio bilbaíno de Otxarkoaga.
Siempre podemos seguir las marcas roja y blanca.
El Anillo Verde lo podemos iniciar en el centro, en Moyua, pero también en Otxarkoaga, en Bolueta, en el Parque Europa, en el Barrio La Peña o el Barrio Buia ya que, entre parque y merendero, ladera y colina, verdor y verdor, va enlazando estos rincones del Gran Bilbao. Cruza la Ría y pasa por debajo de antiguos túneles ferroviarios.
Los barrios que recorre este Anillo o Cinturón Verde y desde donde puede engancharse son: Artxanda, Arbolantxa, Otxarkoaga, Bolueta, La Peña, Buia, Arraiz, Altamira, Zorrotza, Olabeaga, Deusto, Ibarrekolanda o Arangoiti. La ruta pasa también por cimas como Avril, Pagasarri, Ganeta, Arraiz y Kobetamendi.
Suele ser un problema de todo caminante agreste y salvaje, llegar a los puntos de inicio de las travesías. En todos los casos. Muchas veces me encuentro con que demoro más haciendo combinaciones en transporte público para iniciar un recorrido que en el recorrido en sí, y eso de tener que tomar varios transportes y hacer conexiones y bajarse de uno para esperar otro, es más engorroso y cansador que caminar con la mochila al hombro que en realidad es lo más emocionante.
Tal es así que había dejado esperar este recorrido desde Itxina hacia Gorbea hasta que se dio la oportunidad de contar con alguien con vehículo y acceder desde Urigoiti, un barrio de Orozko pasando el barrio de Ibarra. De no tener vehículo, habrá que hacer dedo hasta allí. Se puede tomar autobús de Bizkaibus desde Bilbo (Bailén) hasta Orozko, un par de buses llegan aún a Ibarra. El sendero se puede arrancar desde Ibarra. En nuestro caso vamos hasta Urigoiti y de ahí, ¡largamos!
El Macizo de Itxina (571 ha) es un magnífico ejemplo de formación kárstica, fenómeno geológico muy presente en la orografía y paisaje de las montañas vascas. En las calizas, con alto contenido en carbonato cálcico, el agua de la lluvia a través de millones de años ha ido disolviendo la roca, que a pesar de su solidez y dureza, es también soluble si se la somete a la acción del agua por un tiempo prolongado. Así, la lluvia va produciendo desgaste y hendiduras cada vez más profundas en la piedra. Se desliza por los surcos dejados por erosiones anteriores, busca su cauce y va agrietando el macizo tanto en superficie como en su interior, abriendo innumerables conductos subterráneos. Los más antiguos de éstos son cuevas por las que ya no circula el agua que busca sustratos más profundos. Itxina es una meseta rocosa que se alza del entorno, con los bordes formando una cresta circundan el interior cóncavo. La peña más alta de la cresta es Lekanda (1.302 m), en el lado oriental; al sur destacan Altipitatz y Arteta, y al norte Aizkorrigane. A los pies de ésta, por el exterior, se alza un prieto grupo de afilados picachos, los Atxas («haitza» = peña). En esta caminata hacia Gorbea por Itxina desde Urigoiti, entraremos por el lado nororiental del karst y accederemos a través del «ojo de Atxulaur», utilizado desde siempre por pastores y leñadores.
Desde el estacionamiento que se encuentra a pocos kilómetros del barrio de Urigoiti empezamos a caminar en dirección al macizo. Hay que pasar un paso canadiense y más adelante alguna tranquera y alambrado; a continuación veremos un depósito de agua. El caminito parece bajar pero enseguida recupera pasos arriba. Entramos a un hayedo, luego a un pinar, y desembocamos en unas campas salpicadas de encinas, esta área se llama Aldabide y está muy cerca de las Atxas, picachos de roca cual asimétricas cúpulas catedrálicas. Un poco más adelante volveremos a encontrar hayas y una fuente. Cargamos agua y seguimos caminando por el sendero con la pared izquierda del macizo escoltando nuestro hombro derecho. No hay pierde, siempre recto por el bosque hasta ver el Ojo de Atxulaur. Allí viramos bruscamente al oeste, nuestra derecha, para trepar al Ojo (1100 m). Las vistas del Ojo son providenciales. El Ojo vigía de todo el duranguesado envuelto en bruma.
Vale la pena dar algunos pasos en derredor de este punto y descansar un rato. Lo hice en invierno y todos los alrededores estaban con un paño de nieve, salpicada de hojas secas y rojas y algunas ramas. Mágico.
Retomando el camino, desde el Ojo, bajamos a una sima, este día con nieve, la cruzamos casi en dirección recta y retomamos el sendero, hay algunas marcas y algunas pircas, hitos de piedra. El sendero nos acercará a un punto donde las flechas indican las direcciones posibles.
Elegimos visitar la cueva de Supelegor, una de las 500 cuevas que existen en las entrañas de Itxina y una de las moradas de la diosa Mari en sus visitas al caprichoso reino del Gorbea. Para ir a Supelegor, desde el indicado desvío, hay que meterse otra vez a bajar por una sima con ramas y hojas rojas que salpican la nieve, enterrándonos a veces. Luego se sube un poquito y se pasa por el túnel. No hay sendero, pero hay algunas pisadas y algunos hitos de piedra. Es un laberinto kárstico y es fácil perderse. Prestar atención.
Luego de visitar las cuevas volvemos a subir al camino y a retomar hacia Kargaleku, y en poco tiempo volveremos a perder la senda cierta y estaremos completamente sumergidos en lo que se conoce como el «perdedero de Itxina». Hay que tratar de ir buscando las pircas. La única pauta certera que tendremos en algún momento para garantizar que vamos bien es una casita en el medio de una campa: la chabola del pastor. Esta choza solitaria nos querrá decir que estamos bien y que podemos seguir andando hacia el Gorbea.
Por Kargaleku -lugar de carga, ya que allí cargaban nieve- llegaremos a las anchas campas de Arraba. Allí está el cálido refugio. He pernoctado varias veces y es super acogedor y lindo. Elijo descansar allí durante el invierno, cuando los días son cortos y el exterior tiene una capa de un metro de nieve. A la mañana siguiente ascenderé una vez más al mítico Gorbea. En invierno, usar crampones.
El regreso puede hacerse desde Pagomakurre hacia Areatza, vía normal que se utiliza para subir el Gorbea desde Bilbao En Areatza podemos tomar el Bizkaibus, o bien, como en nuestro caso, también desde Pagomakurre por el camino que sale al noroeste (NO), directo hacia Urigoiti donde dejamos el vehículo en el estacionamiento. No tiene pierde.
Otra tentadora opción, más emocionante y aventurada es ir por el paso de Lekanda.
Y si el Pagasarri es el más popular de Bilbao, el Gorbea es sin duda el más emblemático de Araba y Bizkaia a quienes sirve de delimitación natural. Esta vez porpongo una trepada atípica y bien aventurada para estos cerros suburbanos: subir el Gorbea desde Bilbao a través del Pagasarri y transitando el Cinturón de Hierro. No es común que las gentes de estos lares haga esta travesía en dos días. Normalmente van por un día a un cerro y otro día visitan el otro. Pero…
…si en lugar de subir y bajar de Pagasarri y Ganekogorta ya sea pegando la vuelta o por Laudio (Llodio) y en tren, decidimos tomar el Cinturón de Hierro, podemos ir cresteando esas acorazadas cumbres vascas y luego desde Arakaldo montarnos el Untuzeta, pernoctar en una tienda, y hacer cumbre en Gorbea al día siguiente tras pasar por Pagomakurre.
Aquí en el plano una de las flechas nos marcará Goikogane. La dirección era antes visible y evidente desde la cumbre del Ganeko. Casi sin desviarnos, derecho y sobre las crestas, sube y baja.
Ascenderemos a Kamaraka (800), luego descendemos algunos metros por la colina la colina y ascenso a Mugarriluze (731), vuelta a bajar y subida al Goikogane (702). Por estas cumbres, que son parte del cordel fronterizo entre Araba y Bizkaia, pertenencientes al macizo Ganekogorta, encontraremos paneles informativos acerca de lo que significó el Cinturón de Hierro, defensa de Bilbao contra el franquismo. Hay trincheras, búnkers, nidos de ametralladoras, y por supuesto flamea eternamente la ikurriña.
Si hemos decidido hacer el Cinturón de Hierro para continuar nuestra travesía hacia Gorbea, bajaremos hacia Arakaldo. En este pequeño poblado bizkaíno hay una estación de RENFE, una gasolinera, un supermercado, y una fuente. Muy importante cargar agua antes de continuar. Se viene la fuerte subida al Untzueta
Nos dirigimos a la estación de RENFE de Arakaldo, cruzamos el puente para franquear el río y seguimos por una carretera a nuestra derecha para cruzar la autopista A-68. En la primera calle de la urbanización empezamos a subir hacia nuestra derecha. En 5 km vamos a sortear un desnivel de 500 metros. La subida es dura y hay que prestar atención y no confundirnos y perder la buena senda ya que hay mucho cruce de otros caminos. Debemos alcanzar las antenas y desde allí bajar por la otra ladera opuesta del cerro. Al principio nos parecerá poco transitable pero luego de unos contados pasos irá abriéndose el sendero y ya no es tan complicado. Empezamos entonces a buscar un lugar para acampar cerca de algún arroyo que por aquí suelen aparecer y el agua es buena. Por aquí entonces pasaremos nuestra primera noche. Vale la pena, es solitario y tranquilo.
Segundo día.-
Retomamos el sendero sobre nuestro frente y, al cabo nada más de uno o dos kilómetros, se nos pone un poco lioso. Aparecen muchos cruces de caminos. Vamos a ver que el más ancho está justo enfrente nuestro, que parece evidente, pero no, ¡ojo! ¡ese no es! Tenemos que abandonarlo y tomar un sendero que sube por el bosque. Debemos encontrar, muy pronto, marcas amarillas y blancas en los árboles. Seguimos estas marcas y seguimos subiendo hasta el Arrugaeta y luego, por un sendero un poco más definido y claro, llegaremos al Garaigorta. Luego debemos bajar por terreno incómodo de piedras y poco después por un camino más cómodo que desemboca en la carretera Orozko-Areatza. Cruzamos la carretera y buscamos el cartel que indica Pagomakurre 5.7 km. Sin desviarnos del sendero nos llevará directamente a Larrander (Mendigana), cruzamos un bosque y llegaremos a otra carretera, un parking, y una fuente.
Desde este parking continuaremos por un camino hipersencillo y transitado hacia Gorbea.
Iremos siguiendo la señalizaciópn por Arraba y luego de las campas de Arraba hacia Egiriñao.
En Gorbea arremetemos el ascenso a la cumbre, 1481 a 1482 metros, muga entre las provincias de Araba y Bizkaia. Su nombre, Gorbea, se ha documentado como Gorbeya y transliterado a Gorbeia, puede significar «altibajo» pero no hay acuerdo entre los linguísticas y estudiosos acerca del significado definitivo del nombre. En invierno y aún no tan invierno, la cima suele estar cubierta de un manto de nieve.
La amplitud que ofrece es plena e impresionante. Es una cumbre amable y bonachona, muy fácil de subir y sin embargo, emblemática; allí está la tradicional y alta torre con cruz y una virgencita de Begoña en el medio. Helada la mayor parte del año.
Antes de subir a Gorbea vale la pena deleitarse en el hayedo, en todas las estaciones es una preciosura.
Cerca de Arraba y de Egiriñao hay una par de refugios donde relajarse un rato o pasar la noche si es necesario.
Para volver desde Gorbea se puede volver sobre nuestros pasos hacia el parking de Pagomakurre y cruzar el bosque siguiendo las marcas amarillas y blancas hasta Areatza desde donde se puede tomar un Bizkaibus para regresar a Bilbo.
Otra opción para llegar a Gorbea es a través del macizo kárstiko de Itxina, fascinante, por el ojo de Atxulaur y vistando las cuevas de Supelegor, partiendo desde Orozko-Ibarra-Urigoiti y que reservo para otra entrada. He visitado el Gorbea desde Bilbao por diferentes caminos posibles y en todas las estaciones. Cruzar el macizo de Itxina es uno de mis favoritos por el salvaje sabor a aventura.
El Pagasarri es la montaña más popular de Bilbao. Así como en otros parajes y ciudades del mundo, los amantes de la caminata salen a dar sus pasos y hacer un poco de ejercicio por las costas de los ríos, malecones, o carreteras panorámicas, en el País Vasco la gente va al «monte» y en Bilbao, al Pagasarri.
Se puede subir al Pagasarri desde varios puntos de la ciudad, además, esta montaña es parte del itinerario del Anillo Verde o Cinturón Verde de Bilbao.
Etimológicamente el nombre Pagasarri proviene de «paga» o «pagoa» que significa «haya» y «sarri» que quiere decir «tupido». Actualmente el Pagasarri, si bien cuenta con un bosque nada despreciable sobre todo en el acceso por el Zaharra bidea o Camino viejo, ha padece una notable devastación por las necesidades de la industria siderurgia y naval y por la necesidad del hombre para calefaccionar los hogares o cocinar con leña, y también por incendios. Desde hace varios años se está recuperando y protegiendo el bosque de toda el área.
El Pagasarri tiene 670 metros de altura y está dentro del macizo del Ganekogorta que es la cumbre que se impone elevándose a los mil metros, altiva, y con el recorte peculiar ondulado de su contorno que la hacen fácilmente identificable desde cualquier otra cima.
Para subir al Pagasarri desde Bilbao uno puede acercarse a la Plaza Zabalburu o bien, si se arranca desde el Casco Viejo, cruzar el Puente de La Merced y encarar por calle Hernani hasta calle San Francisco, a la derecha, y luego de cruzar las vías, a la izquierda por Avenida Juan de Garay. Arrancando desde cualquier lugar de la ciudad hay que buscar esta avenida, Juan de Garay; luego conectar con la Avenida San Adrián y cuando se llega a un edificio contundente de Iberdrola, dirigirse hacia él y rodearlo. A partir de aquí estaremos o por Larraskitu bidea o bien ya en el Pagasarribidea. Bidea significa «el camino». ¡Allá vamos!
Hay varias opciones pero como me dijo una vez en una de mis visitas al Pagasarri un veterano «mendizale» (amante del monte o montaña), siempre que subas es que vas bien. Buena parte de esta subida es por camino asfaltado, luego se entra al bosque por un paso canadiense, pero luego se vuelve a salir y otra vez a entrar. Apenas empezamos el ascenso veremos un desvío y la ermita de San Roke. Hay algunas flechas con indicaciones y en un punto el camino se divide en tres. Mi elección favorita es el zaharra bidea, el viejo camino, es más empinado, pero de tierra y por el medio del bosque. Mucho más bonito. Se llega en un periquete a la campa verde donde hay merenderos y una proveeduría y bar abierto sólo en verano y fines de semana y con mala onda. No recomendable.
Es interesante -y necesario- visitar la fuente del Tarin. Así que tras llegar y luego de descansar un poco y apreciar las vistas, doblar sobre nuestra derecha hasta la fuente. Antes de llegar a la fuente hay una profunda nevera donde antiguamente (siglo XVII) se almacenaba la nieve fresca. La compactaban pisándola y la mantenían cubierta de hierbas o helechos para comercializarla durante los meses cálidos. Dejando la nevera atrás, a pocos pasos más está la fuente del Tarin. Imprescindible cargar agua.
Hasta aquí el Pagasarri al que se puede subir también por otros caminos como por ejemplo desde Santutxo, mi barrio actual, por el Cinturón Verde de Bilbao yendo por el Barrio La Peña y luego el Barrio Buia con constante y clara balización de GR. Pondré el Cinturón Verde en otro post.
Personalmente lo que más me gusta de subir al Pagasarri no es el Pagasarri en sí sino continuar hacia Ganekogorta. Para mí lo mejor es llegar al vértice geodésico del Ganeko. Para esto no es necesario volver atrás hacia las campas de Pagasarri sino que, desde la fuente se puede ir sobre nuestra izquierda y cruzar una tranquera o paso canadiense y enganchar con otro sendero que está frente a nosotros y que sube sobre nuestra derecha. Es boscoso un momento y luego es de roca, algo de hierba y sin sombra.
Debemos pasar por el lauburu de Anselmo. Allí murió este señor mayor que durante toda su vida subió al Pagasarri y al Ganeko, casi a diario. Solía ir con un amigo, así como comentaba al inicio del post, como quien hace su recorrido por la orilla del río o el malecón. Una mañana subiendo hacia el Ganeko le comentó a su amigo que ya se sentía cansado y que elegía quedarse allí, así que se dejó caer sobre las piedras. En ese exacto lugar las vistas son maravillosas, todas las cadenas montañosas de los alrededores parecen iluminadas de un aura azul.
Saludamos a Anselmo y continuamos. Es una subida de casi una hora. En invierno suele haber nieve. Aldapan gora, cuesta arriba. Parece que ya llegamos, pero no. El primer amague de cumbre es engañoso, aún falta un poco más. Primero pasamos por una pirca grande, unos minutos más, y estaremos en el vértice geodésico de Ganekogorta. Las vistas son maravillosas y la campa amplia de la cumbre, el lugar ideal para un hamaiketako (picnic).
Llegados a la cima del Ganeko podemos volver sobre nuestros pasos o bajar a pocos metros de la cumbre sobre nuestra izquierda. Es una bajada empinada que nos llevará hasta un plano con sombra donde hay señalética, si viramos a la izquierda volveremos al Pagasarri por otro sendero bien marcado, y a 500 metros nada más de esa sombra y señalética, encontraremos una fuente. Otra opción es continuar bajando hacia Laudio (Llodio). Nos llevará unas dos horas más. Antes de llegar a Laudio hay una bifurcación. Ambas direcciones nos llevan a la ciudad, una por asfalto y zona urbana y la otra por un bosque con sendero balizado y muy bonito. Los dos cubren una distancia de 4 km. Por supuesto elijo el bosque, el más agreste y salvaje.
Ya en Laudio podemos tomar el tren de RENFE y regresar a Bilbo en tren. Toda la excursión, hasta aquí, nos llevará con hamaiketako, paradas incluidas, y viaje en tren, unas 7 a 8 horas. La peor parte, para mí, es caminar por la ciudad Juan de Garay, San Adrián… hasta al fin estar en Pagasarribidea. Son 45 minutos de avenida y tráfico y es pesado hasta dejar atrás la civilización. Luego, vive la nature! Una alternativa más es, a partir del Ganeko y la bajada empinada, transitar el Cinturón de Hierro y en lugar de bajar a Laudio, bajar a Arakaldo para, o bien regresar desde allí a Bilbo, o seguir caminando un día más hasta el Gorbea, genial elección con sabor a aventura. Lo dejo para otra entrada.
La travesía de Tilcara a Calilegua tiene de fascinante lo que demanda de esfuerzo físico y buena voluntad, sobre todo los primeros días. La recompensa se revelará poco a poco y a cada paso hasta volverse indescriptible y única. La transformación del paisaje casi violenta, transformación abrupta y típica del altiplano, aquí como en Bolivia, prolongándose y mutando en una Puna sin fronteras políticas. Los primeros días de este sendero significan elevarse a un estado de embotamiento por la falta de oxígeno, estado en el que no es infrecuente perder la calma, entrar en crisis. El relieve y el clima nos enfrentan a una prueba difícil de vencer. El sol castiga. La sombra es poca. La altura es inconmovible. El paisaje se vuelve soberbio y nos desafía con contrastes que vencen cualquier resistencia al esfuerzo. Es en este tipo de paisajes que se funden desde la altura en la selva subterránea, en los que la uniformidad de las montañas suele enloquecer y la roca, secular y dura, vetusta y firme, imponente, parece sin embargo flamear como un arco iris de colores, y adoptar la cadencia de trazos y textura de acuarela. El Altiplano, la Puna, en su desfiladero hacia las Yungas, es la paleta añeja de la naturaleza. Quizás cuando todo estuvo pintado fueron a parar aquí todos los restos y por eso hay líneas delgadas amarillas en fondos bordó, pinceladas gruesas escaramujo, faldas de verdes frescos con flecos grises y tablones lilas, cintura violeta, brazos azules, volados rosas, cintas terracotas que ondean en un océano profundo, húmedo y esmeralda. Pero es indescriptible y sólo al poder recorrerlo, de a pie, siendo parte uno mismo del paisaje, puede comprender lo que a decir de palabras resulta incomprensible. Puede asirse la imagen a medida que se iza o se arrea la altura. Puede asirse para siempre. Ser parte de ello. Ser entonces del paisaje y el paisaje de uno. Sólo hay que caminarlo, andarlo con el respeto y la paciencia que exige tanto contraste. Vamos por partes.
Empezaremos nuestro recorrido en Tilcara. En esta oportunidad, para llegar hasta allí, tomamos un avión desde el aeroparque de Buenos Aires. El precio a Salta, ida y vuelta, fue de 2500 pesos argentinos, en ese momento equivalentes a 165 dólares. El costo del vuelo resulta menor que el precio de los autobuses. Llegados a la ciudad de Salta, salimos del aeropuerto y a 200 metros llegamos a una ruta por donde pasan los transportes locales que nos llevarán hasta el centro de la ciudad. El transporte colectivo funciona con una tarjeta como la SUBE, no tenemos pero un pasajero nos hace el favor con la suya y le reintegramos los pasajes. Demoramos cerca de una hora hasta el centro. Bajamos cerca de la Terminal ya que tenemos planeado tomar el bus hacia Tilcara. Son 3 horas 40 minutos de viaje. Llegamos a Tilcara de noche madrugada, preguntamos por el camping. Hay carteles que señalan cómo llegar. No es muy lejos de la terminal y, en breve, dando unas vueltitas por callecitas de tierra, llegamos al camping El Jardín. Hay dos campings pegados, dicen que de la misma administración. Este cuesta 70 pesos argentinos. Estamos en el mes de noviembre, no es temporada alta y el lugar está medio descuidado pero con suficiente y más para nuestras necesidades. El baño con duchas de agua caliente, buena arboleda, algunos charcos que delatan que ha llovido, mesas y bancos, fogones y parrillas, y algunas luces. A pocos metros hay un establo donde una yegua acaba de dar a luz. Detrás corre el río Grande.
Día 1 de caminata, de Tilcara a Casa Colorada
Arrancó la travesía. Apuntábamos en nuestro itinerario ir hasta Huaira Huasi. Es humanamente imposible con carga. El primer día de esta caminata es mucho más duro que lo que Tilcara augura. Si bien vamos con el andar tranquilo, pausado, el ascenso es continuo y la altura que ganamos nos va escatimando oxígeno a cada paso. Chicar coca no sólo ayuda, es prácticamente necesario para soportar el trajín del ascenso y los efectos de la Puna. Los lugareños hacen el trayecto hasta Molulo, mucho más allá de Huaira Huasi, en un solo día. El doble de distancia que nosotros pretendíamos hacer, y muchos van y vuelven en una sola jornada.
Desde la plaza del centro de Tilcara tomamos la calle Rivadavia y nos encaminamos a la Garganta del Diablo. Tardamos alrededor de una hora en llegar. En la entrada a la Garganta del Diablo hay una canilla. Es importante cargar agua al menos para dos horas más ya que, de aquí en adelante y hasta Casa Colorada, no encontraremos más. El sol es mucho. Es un sol que te corta en seco. Todo se suma a la fatiga. La subida, el sol implacable. Nada de sombra. El sendero de a pie puede confundirse con una ruta para bicicletas. Es fácil equivocarse con GPS ya que los tracks grabados suelen coincidir con la ruta para bicis. En principio, a partir de la Garganta del Diablo, enfilamos rumbo al pueblo de Alfarcito, pero el sendero de a pie no pasa por Alfarcito, va por arriba del pueblo. Apenas se vislumbra cuando estamos a punto de equivocarnos. No hay que bajar a Alfarcito, hay que subir una colina e ir rumbo a la escuela. El sendero no está señalizado y como desde el principio vamos por un camino ancho, la distracción nos puede confundir a que sigamos por éste hacia Alfarcito. Prestar atención porque antes de ver el pueblito el camino ancho se bifurca y hay que tomar un sendero angosto que va prácticamente delante de nuestros pasos. No tomar a la izquierda. Seguir derecho. Hay pocos lugareños, pero en todo caso, preguntar y usar “la escuela” como referencia.
Desde aquí hasta Casa Colorada hicimos un parate en la única sombrita que encontramos durante el trayecto. Vimos un arroyito también, escueto y pobre pero que sirvió para salivar unos sorbos de agua.
Pasando Casa Colorada, a 2 horas 40 de la Garganta del Diablo con paso tranquilo, llegamos a una hostería bastante lujosa. Como es baja temporada está cerrada. No hay nadie en los alrededores pero hay agua! Aleluya! nos servimos y volvemos a descansar. Durante el descanso, la mitad de los caminantes del grupo manifiestan dolores sintomáticos del mal de altura, apunamiento. No podemos continuar, así que buscamos un lugar prudente alejado de la construcción para no molestar, y cerca, justamente, de una caidita de agua. Armamos nuestro campamento y más tarde, el encargado, Reynaldo, tras rogarle y suplicarle acepta que pernoctemos allí bajo promesa de dejar todo igual que como lo encontramos y levantar campamento con las primeras luces del alba. Está prohibido acampar allí. Aquellos caminantes que se encuentren más o menos enteros podrían abastecerse de agua en este sitio y continuar una hora y media más hasta un caserío de piedra, construcciones precarias y derruidas donde sí está permitido pernoctar, aunque agua, no hay. Media hora más delante de este viejo caserío vamos a encontrar agua pero la altura no será la más conveniente para pasar la primera noche durante la travesía.
Día 2 de caminata, de Casa Colorada a Huaira Huasi
El camino continua en franco ascenso con efectos secundarios. Indispensables hojas de coca. El día es menos caluroso. El paisaje desértico, sin sombra. Arrugas añejas en la corteza del planeta. Cruzamos algunos caminantes, lugareños que se desplazan de un caserío a otro, al trabajo, a otro pueblo. Los maestros del Durazno, a quienes topamos varias veces. Su escuelita está en la zona de Yungas. Un día de a pie.
Poco después de dejar Casa Colorada pasamos por el caserío de piedra derruido, y un poco más adelante por el río caudaloso con su puente de madera, un lugar ideal para echarse un buen descanso. Se siente la frescura del agua, hay un poco de sombra. Podemos beber, recargar las ánforas, refrescarnos, dejar que el cuerpo se acomode un poco a la altura. Es bueno y necesario descansar aquí. Pocos minutos después aparecerán unas pampas, con el curso del río mediando. Un lugar que pinta lindo también para un pic-nic o campamento si nuestro cuerpo se banca esa altura. A poco de pasar por este plácido lugar, llegaremos a la parte más alta de la travesía, entre 4165 a 4200 metros. Quizás no signifique nada exagerado la cifra en sí, pero hay un área, el área de Puna, donde está la altura máxima y es una ancha planicie donde el oxígeno escasea, se esfuma, desaparece del aire. Es difícil respirar. No hay oxígeno en el aire. El área está señalada con una cruz cubierta de flores. Se llama el Abra de la Cruz o el Paso Cruz Alta. Es recomendable no frenar. A pesar de la incapacidad del cuerpo, la mente debe forzarnos a continuar dando pasos para salir cuanto antes de esa zona. No nos tomará mucho tiempo y es mejor para el cuerpo, la salud, para sentirnos bien, no frenar. Llegaremos a un cruce de arroyos encajonados, en un lugar protegido contra el viento, con un poco de sombra del terraplén. Otro lugar que invita al descanso y que se merece tras haber salvado con éxito la zona de puna.
El paisaje empieza a mutar, a ablandarse un poco, a presagiar su esplendor, esa mezcla enloquecida de amarillos verdes, violáceos y rojizos. El camino nunca es plano, sube, baja, da vueltas; ya no cruzamos más lugareños. Hemos andado casi 6 horas y aún no vemos ni por asomo un techito que nos haga sospechar el caserío de Huaira Huasi. No tenemos mapas ni GPS, sólo llevamos algunas notas. No hay nadie a quien preguntar. No sabemos cuánto falta. En eso, tras un recodo de la serranía vemos una casita por allá adelante y un poco en descenso. Uno de nosotros se aproxima, no hay pobladores pero hay agua. Agua que sale de una manguera ancha conectada a alguna vertiente. La casita está cerrada. Acampamos afuera, alrededor, hacemos nuestro fogón y nuestra cena. Hay agua y la noche no puede ser más infinita. En el cielo estrellado por demás, interrumpido por estrellas fugaces que lo rayan olímpicamente, suben y bajan luces sospechosas de diferentes tamaños. OVNIS.
Llevamos dos días de caminata y aún no hemos llegado a Huaira Huasi, destino del primer día. No lo sabemos, estamos a menos de media hora del lugar.
Día 3 de caminata, de Huaira Huasi a Molulo
A veinte minutos de salir del rincón quasi mágico donde hemos pernoctado, nos encontramos con la abrupta y enorme cascada de Huaira Huasi que cae y desagua cada vez con menos fervor hacia las laderas que rodean al pueblo. El pueblo es un reducido caserío con muchas más ovejas que casas o pobladores. El suelo está punteado de blancos y algún que otro lunar oscuro, la oveja negra. Es la típica postal. Una imagen bellísima entre la paleta desechada en el paisaje. Los contornos irregulares de las montañas, el valle del Huaira Huasi tan húmedo y verde como un oasis a la piedra rosa y lila, los infinitos azules en la altura, los verdes aún más profundos en los enigmas de las montañas más lejanas. A pesar de haber salido apenas, nos detenemos un poco para extasiarnos y llenarnos de este paisaje. Contemplamos, cargamos agua fresquísima y pura de la vertiente y retomamos. El sendero es muy recortado, nada parejo. Sube y baja continuamente pero además no ofrece casi ninguna planicie donde echarse a descansar un momento. Es angosto y desparejo. Va faldeando una tras otra montaña, no da tregua. Tampoco nos da tregua el clima que se desata en tormenta. Cae granizo, llueve, vuelve a caer granizo tupido. No podemos parar. No hay espacio. Sólo podemos avanzar, bajo la lluvia o bajo el granizo, en una fila india rala, pero uno detrás del otro. No hay hueco ni cobijo. Hay que seguir. Paso a paso y chubasco tras chubasco.
Todo el día es así, mientras tanto, el paisaje es cada vez más verde, y el verde cada vez más profundo, casi azul según matice el sol o la bruma. Aquella roca hosca, lila y dura, cede ante la humedad y reverdece. Se desparrama por colinas eternas como una alfombra infinita. Rasgada de vez en cuando por la sinuosidad terracota de un camino, con la estampa de un rebaño o una casita allá lejos, adonde vaya a saber cómo, alguien ha llegado alguna vez.
Tras seis horas llegamos al cementerio de Molulo. El sendero que va hacia la escuela 76 es el que sale a la izquierda. Vamos hacia la escuela porque hemos leído que ahí se puede pernoctar, pero es un momento complicado, hay padrinos de visita, soldados que están construyendo algo en la escuela. La onda del maestro tampoco es linda ni interesante como la de los maestros del Durazno que hemos cruzado antes, Fabiola y Ariel, dos grosos. Hay gente de la comunidad en la escuela, haciendo cola para recibir donaciones; nos sugieren dormir en lo de la tal Carmen pero cobra carísimo y contesta de mal modo. Decidimos ir a lo de Felipa. Nos guía su yerno que anda rengo y con una muleta. No es muy cerca. Hay que caminar casi una hora más y meterse abajo en un pozo al que hay que llegar por una pendiente abrupta que deberemos remontar al día siguiente. Mala decisión dormir allí o en cualquier otro sitio de Molulo. No hemos visto ningún lugar donde fuera posible pernoctar antes de llegar a Molulo, salvo cerca del cementerio. Lo más recomendable sería seguir, una a dos horas más. Cargar agua en Molulo y seguir para dormir más adelante en alguna pampa.
Nosotros fuimos a parar a lo de Felipa. Su casa son tres construcciones desordenadas y sucias. Todo está tirado por cualquier parte. Encima llueve! Hay basura por doquier, ropa mojada, llena de lodo. No hay un hueco decente. Dormimos en la habitación donde secan el charqui. El olor es penetrante. Hay costillares y carne colgada en toda la habitación, incluso hay más entre las sábanas y cobijas que hay por ahí. Es sencillamente un asco, pero no nos queda otra que armar las carpas por ahí. Algunos dentro de la habitación del charqui, otro afuera bajo la lluvia y sobre el barrial y la mugre. Uno se adapta a todo, el olfato también se acostumbra al olor del charqui. El átomo desinflamante ayuda un poco a confundir los aromas.
Día 4 de caminata, de Molulo a San Lucas
Llovió toda la noche en Molulo y amaneció lloviendo y la mañana avanzaba pero las nubes y la bruma avanzaban junto con la mañana. Había que salir. Molulo y el lugar no invitaban a quedarse. La familia cocinó algunas tortillas de harina que algunos de los caminantes compraron y comieron con beneplácito y sin consecuencias. El fuego mata todo. Al final, amainó un poco, y bajo la garúa y bien empochados encaramos. No hay marcas. No hay ninguna señalización. Nos dijeron que antes habían pasado tres caminantes. Nunca los vimos, sin embargo, como el suelo estaba embarrado, no fue difícil seguir ciertas huellas de borcegos bien marcadas. El sendero sube y baja. La tendencia es en bajada. Molulo está a 3000 metros, venimos de los 3500, y vamos hacia San Lucas que estará a 1800 pero antes deberemos ascender a 3500 para después volver a bajar. Llueve todo el día. No hacemos paradas porque no hay reparo. No hay. No hay pobladores. Seguimos las huellas de quienes nos anteceden con la esperanza de que lleven a San Lucas. De vez en cuando levantamos la mirada hacia el cielo encapotado y siempre, cada vez que levantamos la mirada, nos sorprende una planta o un insecto extraño. Cañas de tallos violetas con hojas verdes. Flores como calas enormes estampadas de animal print. Suculentas de flores verdes y hojas azules o rosas. Es como una animación infantil. Insólitos los colores de la mutación entre la piedra y la selva, entre la altura y la jungla. Entre la oquedad del desamparo y la frondosidad, lo seco y lo húmedo estallan con consecuencias poco creíbles. O era así o la el agua de lluvia de esta zona tiene efectos alucinógenos. Caminamos todo el día, más de 7 horas. Sin parar. Sólo a veces para esperarnos unos a otros. Nos caíamos. Varias veces. El lodo se acanala y es como caminar por ríos de fango, por aludes pegajosos de barro rosado o color ladrillo. Estamos hasta los pelos de barro rosa.
Llegando a San Lucas, el pueblito se ve desde antes y eso da un último aliento para seguir andando, una de las primeras moradas es la casa de Rufina y David Tolaba, un bálsamo para nuestra triste humanidad echa agua y jirones. Rufina tiene un par de habitaciones con camas cuchetas. Algo seco por fin. Nos cobra 600 pesos por todos, somos cinco personas. Compartimos con ella el calor del fogón y la charla mientras se secan nuestras cosas.
El fogón de Rufina está en el piso. Hecho de piedras. Leña encendida en el medio y una parrillita precaria. Apenas un par de alambres. La habitación es un cubículo de un metro por un metro, una especie de chimenea que no ha sido deshollinada jamás. Las paredes son negras y brillantes impregnadas de costras de carbón y cenizas. Del techo penden estalactitas de cenizas, cristales oscuros de anhídrido carbónico. Rufina es bajita, casi como un duende. Atiza el fogón todo el tiempo, mueve las ollas en las que sólo dios podría adivinar qué brebaje bulle. Hay que estar así como ella, bajitos, porque a menos de un metro de altura se sostiene la humareda. Arriba, casi invisible un hueco pequeño como un ojo deja escapar hacia afuera un hilo de humo. Rufina nos cuenta historias del lugar, de su vida, de su familia, de otros viajeros. Nos hace reír con sus ocurrencias. Rufina es espontanea, vivaz. Fuerte a pesar de los años y el trabajo duro de los huertos y el chiquero. No se amilana. Va y viene todo el tiempo de aquí para allá.
San Lucas es un caserío encantador, de tierra trabajada y casitas de colores que parecen sostenerse enclenques sobre los desniveles de las colinas. Un río transparente cruza al poblado sobre un lecho de lajas naranjas y lilas.
Día 5 de caminata, de San Lucas a San Francisco
Inmersos en la selva y con un día que se ofrece casi despejado y nos sacude a descubrir la belleza. Todo lo que ayer estuviera velado por la bruma y la lluvia constante se revela luminoso. El clima no es bueno del todo. Hay nubes que surcan como estelas el cielo y no son garantía de una jornada sin tormentas. Salimos sin demorarnos, por si acaso. La ropa no se ha secado. Aprovechamos los rayos del alba para asolear un poco. El calor se siente un poco más. Estamos más abajo. En medio de la yunga. La vegetación es increíble, se multiplica en cantidad y tamaño. Todas las hojas, todo el ramerío, ha recibió una sobredosis de hormonas, siliconas, vitaminas. Hay plantas iguales a los yuyos pampeanos pero en su versión gigante. Un yuyo de sapo de tres metros, una campanilla que podría usar de sombreo. Una rama de helecho capaz de servir de techo. Flores raras, exóticas en todo el sentido de la palabra. Nunca vistas antes. Imposible nombrarlas o compararlas. Son completamente nuevas a nuestros ojos y vivencias anteriores. Igual los insectos. Hay más hay muchos, inverosímiles, dignos de Tim Burton, de colores que no cuajan. Llenos de contrastes naranjas con negro, azules fluorescentes brillantes.
El camino entre San Lucas y San Francisco es bastante fácil y, aunque ha llovido, no está barroso. Cruzamos arroyos y cascadas, bajamos hasta el curso de los ríos y volvemos a remontar las laderas. Es un camino hermoso, riquísimo. Se siente el calor pero las sombra de la jungla es amable, es húmedo y hay agua. A cada ratito hay agua.
Salimos a la ruta 83. Una ruta de tierra que une Valle Grande con el Parque Calilegua. Caminamos hacia San Francisco y nos alojamos en el camping municipal por 50 pesos cada uno. San Francisco también es un pueblo con encanto. Aquí, como pasa la ruta de autos, es más fácil conseguir de todo. En el camping hay una parrilla que no desaprovechamos en absoluto y nos hacemos un asado delicioso. En el mismo camping hay dormis y hay duchas de agua caliente que tampoco desaprovechamos. Hay una galería con una mesa grande, un espacio acogedor.
Al día siguiente iremos desde aquí a las Termas del Jordán. Están a tres horas, bajando. Después hay que subir. Es un sendero muy sencillo pero que las circunstancias del lugar y la población exigen hacer con guía. Sólo por la cuestión económica, por el curro, ya que es de muy sencillo recorrido. Cobran 150 pesos.
Nos vamos al Parque Nacional Calilegua y aprovechamos unos días más para recorrer los senderos. En un día y medio se pueden hacer todos. Son sencillos, calurosos. Acampamos dentro del parque, gratis. Hay insectos que picotean y garrapatas.
Llegamos a Calilegua a dedo desde San Francisco, también hay un transporte que pasa una vez por día.
Desde Calilegua donde pernoctamos dos noches, salimos a dedo hacia Libertador San Martín. También hay un transporte. Vuelve a llover.
Primer día
Iniciamos una segunda travesía de montaña a través de la Cordillera Real. La intención es caminar esta cordillera por sus laderas o crestas, subiendo y bajando a las lagunas que aparecen entre ellas y pasando a través de abras, pasos de montaña.
No es fácil llegar a algún punto de la cordillera real para iniciar una caminata por cuenta propia. Las agencias de turismo son quienes se encargan de guiar las caminatas y quienes para esto proveen el transporte hasta los puntos desde donde puede arrancarse. Sin embargo también es posible hacerlo sin depender de una agencia de viaje.
Desde la terminal provincial de La Paz puede tomarse un bus o combi que vaya a Copacabana y bajarse en Palcoco. Es un poblado pequeño a borde de carretera que va hacia las antiguas minas del mismo nombre: Palcoco. Al borde de carretera hay taxistas esperando para llevar gente montaña adentro. Cobran 150 bolivianos el viaje que dura una hora por un camino de piedras. Logramos una rebaja y hacemos el viaje por 100 bolivianos en compañía de Eustaquia, la mamá del chofer y dos nietitos, uno de ellos, Bismar, viaja conmigo.
Sobre el camino a mano derecha y poco antes de llegar a la laguna Ajwani, pasamos por dos lagunas grandes:
En la laguna Ajwani hay un albergue en construcción, tiene varios cuartos y baños, cocina, salón. Aún está sin terminar, pero Clemente se acerca a decirnos que podemos dormir en el lugar cerrado por 15 bolivianos cada uno. Armamos las carpas adentro y armamos un fogón afuera. No hay mucha leña. Ya que es zona de pastizales, pero encontramos algunos escombros de madera de la construcción del refugio y nos servimos de ellos para hacer unas lentejas deliciosas.
Apenas llegamos, con sol todavía, caminamos hasta la cumbre de una de las montañas que rodean este lugar. Desde arriba vemos el lago Titicaca. Se ven cumbre nevadas, puntasnegras, todo alrededor es inmensidad y nada más. Apenas tres casitas está salpicadas en las colinas alejadas unas de otras. Sale la luna llena y la luz es tremenda.
Segundo día
Arrancamos desde Ajwani dirigiéndonos hacia el camino de tierra para vehículos y a partir de ahí subimos la cumbre. No hay un sendero definido en esta parte. Caminamos entre coirones y pastos duros; avanzamos por la cresta, ya no hay vegetación. Los nevados dominan las panorámicas, seguimos hasta llegar a un paso entre montañas señalado por una pirca. Seguimos avanzando hacia arriba hacia otro paso donde hay otra pirca. Desde allí tenemos la cumbre del Milluni de 5030. El Huayna Potosí se yergue en el horizonte. Luego descendemos hasta la laguna Sistaña.
La laguna Sistaña es una laguna de aguas mansas. Hay una casita en una de sus veras y algunos botes anclados en la orilla.
Desde la Laguna Sistaña tenemos que volver a subir. El sendero no es claro. La altura vuelve lento el avance. Es difícil respirar. La vegetación se va perdiendo a medida que avanzamos hacia arriba. Los últimos metros, varios cientos de metros son de pura pedregal. Hay una huella marcada. La seguimos hasta visualizar la laguna Juri Qota. La bajadaa Juri Qota es vertical por terreno de piedra movediza pequeña. No hay una huella, se puede bajar por cualquier parte en dirección a la laguna y a una casita a modo de refugio. Acampamos adentro de un cuarto de este refugio. Eva, muy amable, nos cede un espacio por 40 bolivianos para los tres. No hay leña pero logramos juntar algunos restos de madera de la construcción del refugio y armamos un lindo fogón donde cocinamos unos suculentos spaghettis a la crema.
Las vistas de las montañas reflejadas en la laguna Juri Qota, son bellísimas. Un paraíso.
Tercer día
Una caminata magnífica que permitió una vista única y exclusiva de casi toda la Cordillera Real. Para esto debimos ascender a la cumbre del Pico Austria, 5300 metros de altura y desde sus cimas pudimos ver todas las lagunas de alrededor, aquellas por las que ya pasamos, otras inaccesibles pero visibles desde esta altura y en nuestro frente los picos nevados, cadenas intercaladas de cumbres blancas y roca negra. Es una vista hermosísima, vale el esfuerzo y el paso lento.
La caminata de hoy desde Juri Qota fue dura pero placentera. Saliendo del albergue de Juri Qota bordeamos la laguna por su margen izquierda. Hay una huella en la ladera de la montaña. Después hay que subir varias pendientes. Una de ellas de piedra dura y enorme hay que sortear un precipicio por un borde de cornisa sin ningún tipo de agarre auxiliar, sólo la roca. Hay que prestar mucha atención al maniobrar sobre todo con el peso traicionero de la mochila en nuestras espaldas. Salvado este paso el camino sigue duro pero estable y sin dificultad técnica. Hay pircas que señalan el rumbo y puntos fundamentales por donde ir guiando nuestro rumbo.
Llegamos al Paso Austria y desde ahí, dejando las mochilas abajo, hicimos cumbre. Siempre es una emoción particular alcanzar la cumbre de una montaña.
Después fue todo descenso, desde la cumbre al paso y desde el paso a la laguna Chiar Qota.
En Chiar Qota nos alquilaron una habitación de albergue por 20 bolivianos por persona. Estuvimos con Roberto, el sereno y con Wilmar a quien ayudamos con algunas frases en inglés para hablar con los turistas. En este punto hay un refugio con luz eléctrica, agua, baño. En nuestro sector no hay luz pero está bien cerrado y aclimata. No hicimos fogón así que con el calentador hicimos una rica polenta.
El Condoriri domina la vista en este lugar. Estamos en el Campo Base de ascenso a este cerro de alas abiertas.
Cuarto día
Desde Chiar Qota caminamos hasta el Lago Tuni. Caminamos prácticamente por sendero plano. Paramos a descansar y conversar con Diego y Marcelo, dos niños de Rinconada, un paraje hasta donde llega el camino factible para vehículos que llevan turistas a Condoriri. Diego y Marcelo están con su hermanito Miguel de dos años.
Llegamos a Tuni en tres horas y armamos un campamento gitano al reparo del viento y a la vera de sus orillas turquesas. Enfrente está el Wayna Potosí y a un costado el Condoriri, en vuelo frentista y siempre con las alas desplegadas. Es paradisíaco.
En eso escuchamos un coche y como no hay transporte público hasta el lugar nos apresuramos a preguntarle si nos llevaría de regreso hasta la ruta principal. Nos deja en… tras una hora de viaje por 100 pesos que hubo que regatear. Desde allí, volvemos a La Paz.