Archivo de la etiqueta: senderismo

Pirenaica 10-Cabaña de Ansabere-Refugio de Arlet

Continuamos nuestro caminar Pirineos con esta etapa sin dificultad. En mi caso es la número 10.

Salimos de la cabaña Ansabere y caminamos de frente, directo hacia el Collado pasando por el lago de Ansabere, un lugar idílico como para detenerse a admirar un momento, respirar hondo, y nutrirnos de inspiración para una nueva jornada montañera.

Alcanzado el collado, caminamos por las crestas hasta que comienza el descenso hacia el Ibón de Acherito a 1875 metros. Vamos cruzando la muga fronteriza. Por un lado, Acherito, del lado español, cuyo valle se une al río Aragón Subordán que más adelante atraviesa el valle d Echo y la Selva de Oza.

Desde Acherito ascendemos por el barranco de la Fochas al Collado del puerto del Palo, a 1942 metros. Este collado está jalonado por dos cónicos picos, Burq y Lariste. Luego, por el Collado de Guarde, recuperamos el lado francés a 1970 metros.

Surcamos la vertiente francesa entra las Peñas de Riste, el Pic d’Aillary y el Rouge. Cruzamos el collado de Saoubathou a 1949 metros y, antes de alcanzar el lago Arlet, pasamos por las cabañas de Spelunguette y Lapassa.

En los alrededores del lago, a 2000 metros de altitud está el refugio de Arlet, guardado de mayo a octubre.


Senderismo en el País Vasco, Bizkargi: a la altura del paisaje y la historia

El Bizkargi es un monte ideal para hacer senderismo en el País Vasco. Se encuentra en la confluencia de varios municipios, Amorebieta, Larrabetzu, Morga y Muxika. Y si a ellos añadimos los municipios colindantes de Arrieta, Ajangiz, Berriz, Dima, Durango, Errigoiti, Fruiz, Galdakao, Gamiz-Fika, Gernika, Igorre, Iurreta, Lemoa, Lezama, Mendata y Munitibar, tenemos un gran abanico de posibilidades para iniciar la caminata.

Como estoy viviendo en Errigoiti, arrancamos desde aquí por el camino que, pasando la Iglesia en Elizalde Auzoa, gira hacia la derecha justo luego de pasar delante del caserío del txoko social.

El camino, asfaltado y angosto, asciende con bonitas vistas del valle coronado por la torre de la iglesia, y no demora en llegar a un desvío. Tomamos por la izquierda, donde un cartel indica: Morga.

La carretera, prácticamente desierta, trasciende varias curvas, bosque bonito que crece sobre empinado desnivel y algunos caseríos. Luego veremos el mojón de intersección con el camino de Santiago y llegaremos al Albergue de Peregrinos de Pozueta.

Continuamos sin desviarnos hasta la carretera principal que debemos cruzar por un túnel. Del otro lado de la carretera, hay dos opciones: Si salimos hacia la izquierda, llegaremos al camino que va hacia Gerekiz, sentido que toman los peregrinos a Santiago. Si salimos a la derecha, subiremos por Igertu, desde la Bodega Tellería. Cualquiera de las dos opciones presentadas, son viables. Nosotros elegimos la segunda, por Igertu y la Bodega, y luego bajaremos por la otra.

Vamos a pasar por el llamativo edificio de la bodega para tomar la pista asfaltada que pasa ante ella y en la primera bifurcación seguimos llaneando por la arteria de la izquierda. Nos adentramos así en el barranco por el que discurre el río Butron que tiene su nacedero en la vertiente norte del Bizkargi.

El itinerario de esta salida de senderismo en el País Vasco, continua por la carretera hasta una curva a la izquierda donde la abandonamos para elegir una pista forestal, frente a nosotros. Nos dejamos llevar por el curso de un río en un agradable paseo. Más adelante, en una zona abierta, nos desviamos por un camino visible que se desprende de la ruta principal y remonta a la derecha por una loma. Atraviesa un pinar donde se respira deliciosamente y, más arriba, desemboca en una amplia pista que recorre la vertiente norte del Bizkargi uniendo los barrios Igertu y Eskerika.

Hacia la derecha nos topamos con un ramal del Camino de Santiago y los seguimos monte arriba. La poplar ruta de senderismo en el País Vasco, se vuelve a menudo más transitada en este tramo. Badea el Butrón, que aquí es tan sólo un arroyo, sale a la pista que recorre el cordal occidental del Bizkargi desde el alto de Aratxebalegana y pasamos a visitar el nacedero de Butrón, señalizado unos metros más arriba, hacia la izquierda. Dicho nacedero es tan sólo un manantial entre las ramas, una pequeña vertiente.

Regresamos hacia el camino principal y enfilamos directo al Bizkargi obviando un par de desvíos. Al final nos tocará un duro repecho que salva más de 200 metros desnivel.

La cumbre de Bizkargi, honor a los gudaris y un Cristo de 500 años

Las panorámicas que ofrece este la cima de 565 metros de altitud son excelsas. Las vistas a 360 grados, no tienen desperdicio. Claramente tenemos enfrente el Anboto, el Gorbea y todo el circo de cadenas y picos del Txorrieri.

En la cumbre amesetada de Bizkargi hay también una ermita: Santikurutze, en la que se conserva un Cristo tallado en el 1500. En la cima también hay un monumento que homenajea a los gudaris abatidos por el franquismo en 1937. Bizkargi es símbolo de resistencia. Fue la útima en caer de la llamada Guerra de las Cumbres cuando Bizkaia se defendía desde las trincheras del Cinturón de Hierro. No fue nada fácil para el invasor fascista hacerse con estas tierras defendida por patriotas vascos. Sólo con el apoyo de los bombarderos italianos y alemanes pudieron abatirlos.

Contemplamos esta postal completa de belleza natural y cargada de historia y bajamos por la trocha que, al norte y balizada como GR-98, (Urdaibaiko Bira, la Vuelta de Urdaibai), desciende vertiginosamente. Si hay barro, podemos patinar, por lo que es conveniente contar con un palo o bastón.

Por la derecha, seguimos perdiendo altura en amplios zizgags hasta salir a una pista de cemento que desemboca en la carretera. Unos metros más adelante volvemos a tomar el Camino de Santiago el cual en el barrio Landotz nos devuelve a la carretera. Bajamos por ella atentos a las hitos del Camino.

Antes de llegar a la siguiente carretera veremos el Albergue de Peregrinos de Gerekiz y la ermita del mismo nombre. El origen de este emplazamiento religioso es uno de los más antiguos de Bizkaia. En las paredes del templo fueron encontradas lápidas del año 300 y pico. Junto a la puerta hay réplicas de estas lápidas. Los originales están en un museo.

El regreso desde Gerekiz y tras cruzar el túnel bajo la carretera, lo hacemos por el mismo camino que hemos venido, por Pozueta y Elizalde.

Por los Montes Bocineros, el Sollube desde Errigoiti

Para subir el Sollube desde Errigoiti, nos encaminamos hacia la subida a Bizkaigane. Si bien el camino de ascenso más atractivo es por Madalen, teniendo en cuenta que la jornada hasta Sollube es larga, elegimos subir a Sallobante y Bizkaigane por la carretera que sale frente a la parada de autobús de Errigoiti.

A buen ritmo podemos tardar dos horas y media desde Errigoiti hasta la cumbre de 684 metros de este monte, el primero de los cinco montes bocineros de donde se convocaba a Juntas Generales y se daban diferentes avisos mediante toque de bocinas y cuernos y el encendido de hogueras en su cumbre.

Geográficamente el Sollube está en la localidad de Bermeo, marca uno de los límites de la Reserva de Urdaibai sobre la orilla izquierda de la ría de Mundaka. La cumbre, queda enmarcada en el distrito de Arrieta.

Empezamos a subir desde Errigoiti por el borde de la ruta asfaltada que se dirige a Bizkaigane. Es agradable y el tránsito es reducido.

A llegar a Sallobante tomamos el desvío a la izquierda hacia Bizkaigane. Una vez allí podemos elegir visitar la ermita si aún no la conocemos y disfrutar de las vistas que valen mucho la pena.

Desde la intersección donde hay un poste que indica Gorbeia, bajaremos y, en breve, dejaremos el edificio amarillo de la quesería a nuestra derecha. Caminaremos por un bosque agradable y tranquilo y un cartel nos anunciará el ingreso a Arrieta.

Continuamos por este camino principal y observamos a nuestra izquierda y a lo lejos los tejados y la iglesia de Arrieta que vamos dejando atrás.

Cuando llegamos a la intersección con una carretera que se va interpone en nuestro paso, transitada y con un espacio de parking enfrente, cruzamos dicha carretera e iniciamos el ascenso a Sollube.

Al principio vamos por hermosos caminos de bosques y, al final, por una ruta en zig-zag que pasa por unos merenderos y termina en las antenas que están en la cima del Sollube.

En la cumbre hay dos vértices geodésicos de primer nivel. En la ladera norte, en el alto de Tribisburu, hay una necrópolis romana de incineración de los siglos I a III.

Desde todas las posiciones, las vistas son inmejorables. Por la izquierda vemos hacia el lado de Gastelugatxe y Bakio y del lado derecho de las antenas vemos Bermeo.

El regreso podemos concretarlo por el mismo lado, o bien, en el cruce del camino de Arrieta y Jainko Oleaga, bajar por este hacia Olabarri y luego, regresar a Errigoiti siguiendo el Madalen Erreka o por el sendero de Bekobaso que pasa por la cascada de las Libélulas.

Caminata por Errigoiti, la Cascada de las Libélulas

En esta caminata por Errigoiti, vamos a llegar hasta el Madalen erreka, el arroyo Madalen y a una cascada que se forma cerca de la intersección de los distritos de Errigoiti, Arrieta y Olabarri. El nombre de la cascada no es el de Las Libélulas, la hemos llamado así por la cantidad de libélulas azules que la habitan sobre todo en verano.

Esta cascada es el resultado de una construcción, presumiblemente, un molino. En el lugar donde cae el agua se forma un pozón que es ideal para darse un baño.

El paisaje que rodea a la cascada y el pozón es muy bonito. El arroyo que surca entre las piedras, la vegetación tupida y cerrada. Todo es muy verde y fresco. Un lugar ideal para hacer la caminata por Errigoiti en verano. Si bien en otoño o invierno, con la abundancia de lluvias, la cascada se convierte en una catarata imponente y también vale la pena visitarla.

Llegar hasta la cascada, caminata por Errigoiti

Para llegar a la cascada, vamos a tomar la calle de Elizalde que pasa frente a la iglesia en dirección Katalina Auzoa, con el Sollube de frente y a la derecha.

Tras pasar el florido barrio Katalina, vamos a adelantarnos hasta Orkondoas y tomar la carretera que baja en curvas hacia Olabarri. Mucho antes de llegar al final de esta carretera sinuosa, apenas dos curvas después de iniciar el descenso, veremos un poste con letreros que señala Bekobaso y Aikaran. Tomaremos este desvío por una pista de tierra.

La pista de tierra solía estar habitada por un acogedor bosque que lamentablemente ha sido talado recientemente (2023). El camino baja y en un momento llega a un nuevo desvío con poste indicador. Tomamos el sendero que sigue hacia la derecha.

En breve llegaremos a una ruta vecinal asfaltada, rústica. Allí giramos a la izquierda y avanzamos en dirección a la carretera principal que va hacia Mungia.

Antes de llegar a la carretera principal, cruzaremos un puente sobre el arroyo Madalén y pasaremos un caserío. Apenas pasar el caserío, entramos a la izquierda bordeando los huertos que hay allí y nos dejamos llevar por el estruendoso ruido del agua que cae, hasta la Cascada de las Libélulas.

En caso de estar cerrado el paso, podemos abrir la tranquera sin temor ya que, el espacio acuático es de uso público inviolable. Si nos intimida abrir la tranquera, podemos avanzar unos metros por la carretera principal -a la izquierda- y entrar desde allí campa traviesa, donde el guard-rail está roto.

Luego, a disfrutar del paisaje, celebrar un pic-nic entre las piedras, darte un chapuzón refrescante tras la caminata por Errigoiti, explorar el arroyo, observar y sentir la naturaleza.

A la cascada en bicicleta

El recorrido también puede hacerse en bicicleta, ya sea por este camino o, con bici de carretera, por la ruta que sale de la villa de Errigoiti en dirección a Munguía.

La cascada estará poco después de pasar el cartel que anuncia el distrito de Arrieta y antes de tomar el desvío a Fruiz, sobre nuestra izquierda. Si la hierba no es está alta, será visible. Si hay mucha hierba, debemos aguzar el oído y así escucharemos el sonido del agua al caer.

Senderismo en Errigoiti, el Portal de los Ángeles

Haciendo senderismo en Errigoiti, de manera espontánea, encontramos este lugar. Sin buscarlo. Se llama el «Portal de los Ángeles» y se encuentra en el diminuto poblado de Meakaur.

Meakaur es apenas un racimo de caseríos con su frontón y su iglesia que brotan sobre el montículo final de una de las laderas de esta región. Al parecer la inmensidad de Meakaur se adentra en las profundidades de la Tierra, donde según estudios con un petrómetro empírico, se determinó que justo allí, la corteza física del planeta es endeble y menos densa y que es por esos espacios del mundo, donde afloran los ángeles que pululan invisibles alrededor nuestro.

Según lo que manifestaron los especialistas:

«Para buscar la zona donde se encuentra «la boca del cielo», ese punto geográfico concreto donde nacen los ángeles, hemos utilizado una maquinaria inventada y construida por Le Patafisic Cabinet, una máquina específica sofisticada y sensible para realizar esta búsqueda. La máquina trabaja escaneando espesores de terreno donde la capa de tierra entre nuestro mundo y el segundo cielo es más delgada. Ésta búsqueda es similar a la técnica empleada por los esquimales para descubrir en punto más débil de la placa de hielo donde practicar un agujero para pescar. El mecanismo está basado en tecnología punta esquimal inuit para encontrar el lugar propicio donde abrir la puerta, adaptándola al terreno sagrado de occidente.  

Después de muchas búsquedas por toda Europa nuestros geosensores pusieron el foco en Urdaibai, encontrando el dato insólito de que en la zona de Meakaur de Morga, las cifras codificadas indicaban un lugar de extrema delgadez empírea. En este lugar de espesor más delgado entre los dos mundos se nos abre la puerta al segundo cielo, el lugar donde nacen los ángeles. Una realidad paralela que en este lugar se percibe con toda intensidad.»

El poblado y la pintura en sí, actualmente, no tiene aditamentos que inviten a la mística, más que el hecho de estar en un lugar tan hermoso como todas las cumbres de por aquí. Sólo una pintura deteriorada, que nos señala el círculo del Portal. Si miramos allí en silencio y tratando de ver al más allá, lograremos presentir las presencias angelicales. Algo pasará.

Normalmente es sencillo concentrarse, porque el poblado parece dormido en una siesta eterna. Sin embargo, otras veces, en vacaciones, se complica. En Meakaur hay un albergue de tipo vacacional que suele ser visitado por contingentes de niños y ellos son un clamor natural de gritos y juegos sobre la única plaza de un terreno en declive y que se encuentra justamente sobre el Portal.

¿Cómo llegar a Meakaur haciendo senderismo en Errigoiti?

Este paseo hasta Meakaur es una ruta sencilla y con maravillosas vistas de senderismo en Errigoiti. Vamos a caminar desde la carretera del barrio Elizalde, la calle que pasa por delante de la iglesia, con la imponente silueta del Sollube de frente hacia nuestra derecha, . Pasaremos Katalina Auzoa y más adelante Orkondoas.

A partir de Orkondoas la ruta desciende hasta Olabarri. Al llegar a la carretera principal doblamos a la izquierda, cruzamos esta carretera y seguimos avanzando por el borde hasta el segundo desvío a la derecho. Antes de esto un cartel nos indicará que hemos entrado al partido de Morga.

En el segundo camino a la derecha subimos y, al final del ascenso, nos encontraremos con la iglesia de Meakaur y frente a ella el famoso Portal de los Ángeles. Varios paneles explicativos colgados en los muros de la iglesia, explican de qué manera se llegó a determinar que allí se encontraba este portal especial.

La vuelta de los refugios en 20 días-El Bolsón-Río Azul (diciembre 2020-enero 2021)

Día 1-Llegamos a El Bolsón y nos vamos a dormir al Camping Los Alerces

Comenzamos esta travesía el 17 de diciembre. A pesar de ser verano había nevado aún pocos días atrás y apenas llegamos al Bolsón, después de una jornada completa de viaje en bus, el aire fresco se hacía notar de manera agradable y los mantos de nieve cubrían por completo las cimas de las montañas.

En El Bolsón hay una oficina de turismo ubicada en pleno centro, a pocos metros de la plaza principal, la Plaza Pagano, que es el punto de reunión, feria y paseo cotidiano de todos los que andamos dando la vuelta por aquí,

Somos los primeros de la temporada, Nicolás, Stellete, Martín, y yo. Apenas empiezan a abrir los campings después de un año raro y complicado y nos aconsejan dormir en el Camping Los Alerces debido a que, Doña Rosa, el más accesible para arrancar hacia Hielo Azul, aún está cerrado.

El camping está ubicado sobre el río Azul generoso en regalarnos su belleza a lo largo de todo su recorrido. Algunos servicios del camping, por no decir todos, están a modo prueba de fallos. Como apenas están abriendo, prácticamente están probando los artefactos que no se han encendido desde hace más de un año. Finalmente todo se va acomodando, empieza a fluir, fluye y sale bien.

Nosotros también. Nos acomodamos en nuestras respectivas carpas e intentamos descansar. La promesa de un camino nuevo que ya se vislumbra con el amanecer nos despierta temprano.

Día 2-La trepada al monumental Hielo Azul desde el camping Los Alerces

Cerca de una hora bordeamos el río Azul hasta la primera pasarela del terror. Antes de subir a la pasarela, una guardparques nos indica que como está en bastante mal estado, crucemos de a uno y al final nos tiremos hacia la derecha ya que está muy chanfleada y floja. Esto es así, si querés subir al hielo y… vas a tener que cruzar la pasarela. Respiramos hondo y cruzamos.

Llegar al Hielo Azul nos tomó casi todo el día. Ya llevábamos una hora hasta la pasarela y luego se nos fueron ocho horas más. Paramos algunas veces. Sólo las necesarias.

El primer tramo de subida, hasta el Mirador del Mallín de los Palos, es el más bravo. Un buen dato es que arriba de los miradores, éste y el de Raquel, al que llegaremos después, se engancha un poco de wi-fi. Por si hace falta para mandar un último saludo antes de perdernos entre la niebla y las montañas por unos cuantos días o semanas. Luego ya no habrá señal en ninguna parte hasta volver a bajar hacia la zona de Río Azul. Los dos miradores son también lugares aptos y con vistas excepcionales para hacer un par de descansos.

A partir del Mirador de Raquel la subida se atenúa un poco. Acaba finalmente al encontrarnos con el arroyo Teno cuyo curso vamos a seguir hasta el refugio.

En este diciembre helado de 2020, la nieve del monumental Hielo Azul, llega hasta su base. Acampamos cerca del refugio con la nieve a pocos metros. Es tan impresionante como gélido. Casi no podemos estar afuera de las carpas.

Cocinamos dentro de un refugio acogedor preparado para los acampantes. Tiene una salamandra cuya chimenea no tira nada bien así que nos damos nuestra primera gran humeada como para que dure el aroma el resto del camino. Hay un fogón y una pileta con mesada, mesa de madera colectiva con bancos.

Al glaciar no se puede pasar porque todo está tapado de nieve. Pero no apechugamos y nos levantamos temprano para salir a hacer culopatín y disfrutar a pleno del enorme placer de caminar sobre la tierra blanca. Una hermosura. Impagable.

Día 3-Subida al Natación y bajada a La Tronconada

Después de dar una vueltas por las laderas cubiertas de nieve, de jugar, de revolcarnos, de correr, de hacer guerra de bolas, volvimos al campamento del Hielo Azul, cargamos las mochilas y partimos en subida hacia el Lago Natación.

La subida es constante pero no es la peor parte del día. Lo peor vendrá después y es la bajada. Abrupta y sin tregua. Los cuádriceps no responden bien a tres horas de descenso continuo con peso en la espalda. Hay muy pocos lugares donde tomar un respiro y descansar.

Los encontramos. Balcones en la altura desde donde las vistas son impresionantes.

Antes de llegar al Lago Natación, hay una especie de bañado, que no es el lago aunque en principio puede confundirse. El lago vendrá después, a una hora desde el Hielo. El refugio Natación se ve amplio, acogedor y con una vista exquisita hacia el lago. No nos quedamos allí porque nuestra intención era sólo verlo de paso hacia La Tronconada, así que, a partir de allí, comenzaron las tres terribles horas de tortura para la piernas.

Sorteamos piedras, pasos entre rocas grandes, algunos tramos más agradables de bosques pero sin poder parar el envión de la fuerza de la gravedad.

Una vez que alcanzamos el sendero troncal nos tiramos al piso. Creímos que era el suspiro final de la tarde, pero no. Aún faltaba cruzar la pasarela. No está tan mal, pero son colgantes, largas, precarias y se bambolean un poco. En general, todas o la gran mayoría. Esto es así. Y si querés llegar a La Tronconada… y… hay que cruzar la pasarela.

La Tronconada es un bálsamo. La gente es tan buena onda. En todos los refugios son buena, no sería justo no mencionarlo. En La Tronconada son geniales. La cerveza artesanal está buena y el lugar es precioso.

Día 4-Cajón del Azul y bajando a buscar al grueso de la troup

Venían subiendo mi hermana Kelly con sus cinco críos y la Etxe, amiga de mi hermana, con sus dos hijas. Siete niños a la cumbre y más allá. Rango de edades desde cinco años a flamantes dieciséis.

El Cajón del Azul es uno de esos paraísos en la Tierra que deberían poner como pecado no visitarlos en vida. En general, si la religión fuera enserio, visitar la Patagonia, hacer trekking, acampar, beber del río, comer del fogón, deberían ser algunos de los mandamientos del señor. Andar en bicicleta, también. Aunque esta no fuera la ocasión.

Pasamos la mañana en el Cajón del Azul. La profundidad infinita que se ahoga entre las piedras, la calidad del agua de deshielo, apenas des-hielada, el cielo despejado y la vegetación frondosa entre la que apenas se abre una huella para caminar, hacen de este lugar un tesoro de esmeraldas y turquesas donde es posible nadar, refrescarse, beber, reflejarse, tomar mates o tan sólo contemplar y enamorarse de ese pedacito de mundo.

Pasado el mediodía, Martín y yo empezamos a bajar para rescatar a la troup familiar y el chiquitaje que suponíamos ya vendrían subiendo según últimas comunicaciones en el Mirador de Raquel. El encuentro se hizo esperar un par de horas.

Bajamos por La Playita, seguimos bajando más y más. Descansando en los recodos, bebiendo del manantial, sentándonos un ratito a la sombra de un abedul o de un alerce, o de un par de coihues, comiendo chilcos, calafates, buscando frutillas y frambuesas. Al final, la polvareda, y eran los más chicos llevando la delantera.

Hicimos intercambio de mochilas para aligerarles la espalda a los más agobiados y subimos juntos y contentos. Otra vez hasta la Tronconada y ahora uno por una larga cola de trece integrantes, cruzando la pasarela sobre el río Azul. Gran campamento gran y para festejar: buena cerveza.

Día 5-Un poco más del elixir del Cajón para todos y de ahí al Retamal

Desde nuestra querida Tronconada salimos a compartir el Cajón con la troup pero ni cruzamos la pasarela enclenque sino que seguimos por la margen de la Tronconada a lo largo de un sendero que sube y baja por la ladera de la montaña y que llega hasta la siguiente pasarela que es más firme. Allí cruzamos y todo el mundo a darse el chapuzón en estas magníficas aguas.

Pasamos en las rocas del Cajón buena parte del día, tomamos mates y más tarde, cargamos el mochilaje y salimos hacia el Retamal. El camino es fácil aunque tiene un par de subidas y parte de la troup empezaba a renegar.

Hicimos una bien merecida parada para presenciar el punto en donde el río Azul se encajona. Es un espectáculo maravillosos de la naturaleza. Viene el río y se va bajando entre las piedras, debajo de estrechas y profundas cornisas de roca, se pierde, verde esmeralda y azul profundo siempre azul.

El paisaje alrededor del Retamal es espectacular. El sitio de camping no me pareció particularmente tan bonito ni acogedor como la Tronconada, pero bueno… la Tronconada es de verdad una onda especial. Y después de  Retamal viene La Horqueta con las famosas tortas fritas del gran Beto, y quizás, si no se va con niños pequeños… quizás vale la pena la seguir hasta lo de Beto. Sí. Vale la pena.

Día 6-y nos vamos a Las Horquetas pero antes, subir al Paso de los Vientos: algo indispensable

El Paso de los Vientos hace honor a su nombre. Hay que ir. Uno llega hasta ahí arriba y siente toda la plenitud del mundo en la cara. Traído por los vientos que llegan desde todos los confines de la Tierra.

Para llegar al Paso el sendero sale del Retamal, sube un poco, pero no es muy largo, en menos de una hora estamos allí. En la última parte hay unas trepadas con las manos. Rocas grandes y una cima impresionante. Las vistas hacia todos los puntos cardinales posibles son completas.

Subimos al Paso, disfrutamos, miramos, gritamos. El viento se llevaba parte de nuestros ánimos y felicidades que nos abundan a compartirlas con el mundo que anda bastante más enfermo que de costumbre.

Recargadas las pilas, recargamos las mochilas y salimos a lo de Beto. Es bastante cerca. Menos de una hora. Camino fácil. Primero baja hasta el río y después es sinuoso.

Enseguida le encargamos las tortas fritas que estaban para chuparse los dedos.

Acampamos al lado del río. El lugar de Beto, La Horqueta, es estupendo. Esté el río ahí nomás. Pero además hay un amplio campo lleno de frutillas maduras. Una fiesta para el paladar. Los chicos, la panza roja de frutos rojos y nosotros verde de mates. Un día sin espectacular. Todo aconsejable al cien por cien.

Día 7-Desde Las Horquetas a Los Mañios, la magia en todo esplendor

Los Mañios es de esos lugares que cuando llegás sentís que sos parte de la familia. Que te estaban esperando como si supieran que ibas a venir. La buena onda de Juan y Nahuel, a cargo del refugio de los Mañios, es la mejor. Nos sentimos bienvenidos, queridos sin conocernos.

El lugar tiene todo el encanto. Bosque, terreno salvaje, un río con rápidos. Una playa extensa de piedras. Fogones grandes. Recovecos como para hacer rancho aparte y tener tu rincón exclusivo y privado junto al río Rayado.

Para llegar desde Las Horquetas a los Mañios hay que caminar alrededor de una hora de camino sencillo y agradable. Muy agradable. Una caminata tranquila a la sombra del bosque y siguiendo el curso del Rayado que cada tanto forma unos pozones como para darse un buen chapuzón. Lindo río el Rayado.

En el camping comimos tortas fritas. Cada vez salen más grandes. Impresionantes. Una torta es un tortón. Infladas y muy ricas! Desde el campamento de los Mañios subimos a una cascada cuyo sendero arranca sobre la margen contraria del río. Vadeamos y empezamos  a remontar una picada angosta, húmeda y bastante salvaje.

Es una caminata breve que vale mucho la pena hacer. La cascada es alucinante. Son como trescientos metros de caída y una potencia y un caudal de agua que asusta. La época ayuda. Es diciembre, empieza e deshielo y la nieve abundante cobra vida entre las grietas, corriendo vertiginosamente hacia las entrañas de la tierra.

Nos quedamos un buen rato apreciando el sublime  espectáculo.

El día nos alcanza para disfrutar la vida intensamente. Lavar la ropa en el río mientras nos tostamos donde nunca da el sol. Relajarse, pensar, soñar la siesta sobres las piedras calientes mientras se seca la ropa. Caminar, juntar leña, juntar frutillas, cocinar, contemplar…

Día 8-Llegamos a Los Laguitos! y que las noches sean siempre noches-buenas

Esta será la última etapa en subida de la gran troup. Mi hermana y su amiga y todos los críos que han caminado hasta aquí lo que significa una gran hazaña para todos ellos que es la primera vez que hacen algo así, y más aún algunos de ellos tan chiquitos! pero han llegado.

El camino a Los Laguitos demora un poco más de los acostumbrado para sus piernas, pero es sencillo. Caminamos un par de horas… muy tranquilos. Parando.

Pasamos por un alerzal milenario. Cada árbol es una porción enorme de vida. Tienen entre dos mil y cuatro mil años de antigüedad. No dejo de pensar en los sucesos de la historia en cuántas cosas han pasado en tantos milenios en el mundo. Desde Cristo y desde antes, y esos árboles ya estaban allí. Ya eran testigos del devenir del mundo. Es un poco incomprensible. Algo a lo que no solemos prestar atención. Hablamos de las guerras, de las conquistas, y de ellos que ya estaban allí y que sobrevivieron a todo, no hablamos casi nunca. Los árboles lo han visto todo y siguen de pie, vivos. Solemnes. Harían falta al menos cinco o seise de nosotros para poder abrazar a uno solo. Ha cientos!

Cuando llegamos a la vera del lago Lahuan nos deja sin palabras. Extasiados. Es tan hermoso.

El refugio es acogedor. Afuera garúa y la temperatura ha bajado a cero grado. Todos nos metemos al refugio. Es verdad lo que decían los árboles del camino, nos esperan con mate. La bruma se apodera del paisaje, sin embargo, se adivina una línea que separa al cielo de silueta de las cumbres nevadas. Más perfecto, no puede ser.

A la noche, cenaremos un cordero patagónico que estuvo de re chupete. El polaco, el famoso polaco y su personal, Maite y Luis, nos atienden como si fuéramos héroes. Nos tratan demasiado bien. Y el cordero, el mate, la cerveza artesanal, las ensaladas! todo es un lujo milagroso a estas alturas.

Yo decido acampar. El entorno es lo mejor que me puede pasar. La intemperie, dormir en el suelo, abrir la hendija de la carpa y ver la costa del lago. Dormir envuelta en el silencio de la noche y sus subrepticios murmullos. Los seres de la noche que me espían. No deja de llover pero nada en mi humilde casa está mojado. Me siento tan segura en mi carpa. Tan libre. Tan plena.

Día 9-Visitamos el Lago Soberanía y volvemos a nuestro hogar dulce hogar en Los Mañios

Antes de emprender la retirada hacia Los Mañios, nos vamos a visitar el Lago Soberanía. Es un trecho. Más de dos horas. Pero vale la pena. El Lago Soberanía es precioso. Majestuoso. Con su montaña de agudas cumbres custodiando las espalda y haciendo de frontera con Chile.

Los cóndores sobrevuela cerca de las cumbres y se pierden entre el verdor y las cascadas que caen por las laderas. Es todo mágico.

La gran troup, los críos, los gurises, y las dos jóvenes madres del grupo, se van sin esperarnos. En principio parte d ellos iba a ir al Soberanía pero finalmente deciden emprender la retirada todos juntos hasta las Horquetas. Nosotros vamos al Soberanía donde nos quedamos un rato anonadados ante semejante belleza.

Martín y Nicolás siguen un poco más aún, hacia el Lago Escondido. El sendero para llegar hasta él sube y baja faldeando la ladera de manera abrupta.

Ir desde Los Laguitos hasta el Soberanía no es fácil de transitar en un diciembre tan caudaloso. Ha nevado mucho y el deshielo se viene con todo. Los troncos no dan a abasto para servir de puentes. La vegetación es frondosa y el bosque es una mata selvática y verde en la que los helechos gigantes se confunden las ramas de los coihues y los alerces, los cañaverales brotan en con ímpetu en los claros y las mariposas hacen ronda con los pájaros.

El arrullo de agua es constante y sintoniza con el canto de aves y la brisa entre las ramas.

Volvemos al refugio, comemos una buena pizza para recuperar energías y nos vamos de regreso a Los Mañios donde nuestros maravillosos anfitriones nos esperan con un guiso familiar al fogón.

Mi hermana y su gente ya han pasado por allí. Ya estarán en lo de Beto. Compartimos una velada hermosa con Juan y Nahuel. Al día siguiente nos aguarda una gran aventura. Estamos ansiosos. Y con un poco de miedo también. Sabemos de antemano que nos tocará sortear un paso complicado auxiliado de sogas y troncos que hacen de cornisa en un precipicio.

Dos de los compañeros estuvieron a punto de aflojar. Pero no.

Día 10- De tripas corazón. ¡Allá vamos Encanto Blanco!

Subir al Encanto Blanco desde los Mañios es un subidón literal. De todo tipo.

Un subidón en altura ya que estamos a nivel del río y a unos setecientos metros de altura y tenemos que ascender en el término de unas dos horas a los mil doscientos, mil trescientos metros de altura. Además es un subidón de adrenalina porque a la pendiente que no da tregua y por la que vamos ascendiendo con los pies prácticamente verticales y perpendiculares a la base del cerro, hay que sumarle un sector de precipicio en el que han ubicado unos troncos entre vértice y vértice de la roca y una soga para cruzar por esos troncos que salvan unos ocho metros sobre el vacío.

En realidad no es tanto ni para tanto, aunque planteado así, teóricamente, estábamos llenos de ansiedad y poniendo a prueba nuestras posibilidades de lograr la hazaña o achicarnos y recular.

El sendero es de tierra, fácil de pisar, accesible. Transcurre por bosque así que también hay sombra y mata con muchas plantas lo que de vez en cuando nos sirve de falso sostén pero…

Al final llegamos a los mentados troncos y los pasamos sin problema. Nadie tuvo problemas. Cruzamos con las mochilas cargadas y nos sentimos seguros. Vale decir que Nahuel, de los Mañios, hizo el camino con nosotros porque tenía que ir a recoger mercadería al Encanto Blanco adonde es posible llegar a caballo por el otro lado, desde abajo.

Nahuel y Juan, hicieron o limpiaron este sendero. La primera parte está todo muy bien.

A media hora de los troncos y el precipicio llegamos a un mirador donde vale mucho la pena dejar las mochilas ahí abajo, sobre el sendero, y subir al mirador.

Las vistas serán una de las mejores que habrás apreciado en tu vida. ¡Hermosas! Las montañas con nieve a los lejos, todo el verdor de los árboles desde nuestros pies y allá lejos, muy lejos y abajo, cerca del río que ya ni se ve, la casita de los Mañios. Un espectáculo.

Subimos al mirador y nos tomamos unos mates. Un momento impagable. De lo mejor.

Poco después comenzó la aventura inesperada. Bajamos del mirado, cargamos las mochilas y retomamos la senda. Íbamos bien, pero de pronto los traicioneros cañaverales nos confundieron. En un momento, al llegar a unas matas por la derecha y caña cortada por la izquierda, agarramos por la caña cortada y la caña cortada se convirtió en caña sin cortar y en cañaveral cerrado. Como siempre en este tipo de lugares, parece que hay un caminito, porque las cañas son angostas y dejan hueco por debajo, pero no. Estábamos en una maraña de la que nos costó muchísimo salir y aparecimos en un bebedero de ganado.

Nahuel que ya había hecho el camino no recordaba haber pasado nunca por allí. Las vistas eran fabulosas.

Seguimos caminando, buscando la senda. Encontramos marcas viejas. Antes iba por ahí. Después nos lo confirmarían.

Llegamos a un río que era definitivamente el río que nos llevaría hasta el refugio, el Encanto Blanco, así que no debíamos perder el curso del río. No era fácil. Hubo que cruzarlo y traía bastante agua o se abría en dos brazos con abundante caudal, pero lo logramos.

Una vez que se llega a una enorme pared de roca que se impone como una muralla sobre nuestra derecha, hay que tratar de ir entre esa roca y el río y con esas dos referencias pronto se empezarán a ver las marcas del sendero nuevo.

Fue una buena experiencia y es recomendable. Faltaría aclarar ese tramo de marcas, entre el mirador y los cañaverales, para no quedar enmarañados.

Por supuesto al llegar nos desquitamos del pajonal comiendo tortas fritas y más tarde tomando cerveza. También, aunque se hizo tarde, nos bañamos en el río y vino bien para liberarnos de las astillas del pajonal.

El camping, refugio y dosmis del Encanto Blanco tiene un aire entre montañoso y chacarero y eso de verdad tiene «encanto». Además, al lado, está el río y el paisaje alrededor es entre salvaje y habitado.

Día 11-Bajada al Bolsón y repostando vituallas para seguir en la aventura

Bajamos hacia el otro lado. Queriendo volver hacia el Bolsón para hacer acopio de vituallas, descansar y conectar con la civilización. Todos estos días, hasta aquí, hemos estado sin señal. No busquen porque no hay. Solamente unas líneas sobre el Mirador del Mallín y el de Raquel, allá por el primer día de caminata hacia el Hielo Azul.

Queríamos conectarnos y necesitábamos más comida para continuar. Además nuestro compañero Nico, nos abandonaría al día siguiente para ir a San Pedro a comenzar el año nuevo con su familia.

¿Y nosotros? Nosotros aún no sabíamos dónde acabaríamos el año y empezaríamos el próximo. Siempre en la promesa del camino y el azar del destino.

La bajada del Encanto Blanco nos tomó dos horas y media. Bordea la montaña, sube y baja todo el tiempo. No creas que es sólo bajada.

Hacía calor y el sol atosigaba. Al llegar abajo y perder altura, tuvimos que cruzar una pampa hasta la casa de la familia Tellería, encandilados por el sol y aunque son unos pocos metros, un día de caminata corta, y en plano, la ausencia de sombra arreciaba.

Desde la familia Tellería tomamos un remis hasta el Bolsón. Llamamos por teléfono desde la manga del corral, ahí, justo ahí, hay señal.

En el camping del Bolsón, el Refugio Patagónico, nos duchamos como si fueran tres. El chorro estaba tan bueno que no daban ganas de apagar la duchar.

Cenamos una ensalada con todas las verduras que te puedas imaginar y las que no también. Una ensalada enorme, en la olla a tope. La olla grande.

Día 12-A dormir al río Azul para estar cerca de la subida al Lindo

Por la mañana mediodía despedimos a Nico en la terminal de El Bolsón. Luego nos mudamos al Río Azul para amanecer al día siguiente cerca de la subida al Cerro Lindo.

El camping de Río Azul está en un lugar soberbio, sobre el río y bajo enormes cerezos y frutos rojos que da gusto comer al paso y son deliciosos y saludables.

Nos decepcionó el estado de abandono. No había agua en las canillas, no había duchas, el lugar estaba lleno de basura. Yo había estado allí hacía algunos años, lo atendía Roberto, y el camping estaba precioso. Me dio la sensación de lo que están destruyendo. Hay menos árboles, un estacionamiento para la gente que va a los pozones y mugre por todos lados. No hay canillas ni nada para sacar agua cerca ni lejos de las carpas, y hay que meterse en la casa como única opción. El río no está accesible de los campamentos para buscar agua.

Por suerte, los cerezos valieron por toda la porquería y el lugar es hermoso aunque lo están destruyendo.

Aquí, nos encontramos con otros amigos, Agu y su pareja que subirían al día siguiente al Lindo con nosotros.

Día 13-Contra viento, diluvio, y la última nieve del verano. ¡Allá vamos lindo Cerro Lindo!

La subida al Cerro Lindo hay que tomarla con calma. Es larga, asciende un desnivel de mil metros y en algunos tramos es empinado. Pero con calma, se llega. Es larga, sí, pero cómoda y vale la pena apechugar un poco y darle un tranco más.

Para colmo, desde la mitad para arriba empezó a llover. Y no paró. Y llegando arriba, envueltos en la bruma, empezó a nevizcar y después a nevar.

Casi no paramos porque… ¿parar bajo la lluvia? Además, si parábamos nos congelábamos, entre mojados y fríos que estábamos.

Le dimos duro. Agu y su pareja no pudieron llegar ese día y decidieron acampar más abajo junto a un arroyo. Junto a ese arroyo nosotros habíamos almorzado algunas horas antes de que la lluvia arreciara.

El paisaje es alucinante, a pesar de la niebla o con el condimento de ella. Las montañas tienen un tenor diferente, su propia identidad, su propia forma, menos aguda que allá por el Lahuán o el Soberanía, laderas más redondeadas, bosques absolutamente mágicos y distintos a todos. Cascadas exhuberantes y agua por todas partes, arroyos, pampas, bosques, caminos de piedra, cruces de río. Es un camino que recomiendo a todos y aunque haya tormenta porque después, verán allá, al final del camino, el refugio.

Se cruza el arroyo Lali, después otro arroyo, y después de un bosque de lenguitas achaparradas, el paisaje que se abre ante nuestros ojos es alucinante.

Un refugio en todo el sentido de la palabra. El lugar cálido, la casita de piedra y el calor de la acogida de Quemquem que resultó ser la hija de Roberto el antiguo dueño del camping de Río Azul.

Habíamos salido a las 9.45, cruzando la pasarela y entre las 14.45 y las 15.05, estábamos en el refugio.

Estuvimos muy bien allí. Todos dormimos en el refugio esa noche. Nos quedaríamos dos ya que, en los alrededores hay caminatas a las que no podemos fallarle.

 

Día 14-Más allá de las cumbres, las lagunas Verde y Esmeralda y el Lago Lindo

Hay una excursión que se puede y se debe hacer una vez que estamos en el Lindo. Nosotros la hicimos de la mano de Martín que nos guió con el mapa topográfico que compró Stellete.

Dicen que es fácil perderse, incluso hay una parte que se llama el Valle de los Perdidos porque al parecer hay dos cadenas de montañas gemelas y muy similares. El Lindo, el lugar de las gemelas. También hay dos cascadas gemelas. La belleza por dos. Es exagerada.

Realmente una belleza que nos dejaba sin palabras a cada instante.

¿Cómo encaramos este sendero? Para iniciarlo bordeamos la laguna Lali un poco por arriba. Hay una flecha de piedras en el suelo que marca el comienzo del sendero que sube.

Hay un arroyo con abundante caudal y muchas curvas que hay que cruzar varias veces. Marcas hay pocas y sólo al comienzo y después, algunas pircas. El mapa topográfico es recomendable.

Como ha nevado, cruzamos enormes extensiones de nieve. Subimos y sobre unos vértices de piedra, tras unas dos horas de caminata, llegaremos a ver, abajo, la laguna tricolor y, más adelante el Lago Lindo.

Esos vértices de piedra, vertiginosos desde donde se ven las lagunas, son como torres de la montaña avistando hacia el horizonte y las lagunas. Hay que pasar unas tres y en la cuarta, subiendo casi hasta el borde, se tiene una buena visión. Es bastante expuesto y hay que arrimarse con cuidado. Las vistas valen la pena.

La Laguna Esmeralda está después, yendo hacia la cumbre del Cerro Lindo, sólo Martín continuó hasta allí y la vio congelada.

Volvimos al refugio. Habían llegado nuestros amigos, Agu y su chica. Compartimos unos mates con las consabidas tortas fritas y volvimos a salir. Fuimos a visitar las Cascadas Gemelas. Impresionante espectáculo.

Están a una media hora del refugio. Hay que ir. La brutal caída del agua, el ímpetu y la fuerza incontrolable de la naturaleza. Ser parte de este paisaje es impagable. No alcanzan las palabras para agradecer o poner en palabras la felicidad que uno siente. La plenitud.

Hemos llegado al Lindo en un momento inmejorable. Qué más se puede pedir. Todo está en su máximo esplendor. Era 29 de diciembre y ha nevado. Los ríos habían comenzado el deshielo y bajan con toda la furia de su caudal. Todo está maximizado. Todo es fastuoso y magnífico.

Día 15-Año nuevo en el magnífico río Blanco, el rey de los contrastes

Bajamos del Lindo apreciando el paisaje de una manera nueva. Lo habíamos vivido bajo la lluvia y la nieve de subida, y bajamos con sol.

Cualquiera diría que es hacer el mismo camino, pensando ligeramente y sin embargo, cada momento tiene lo suyo y es único. Cada recodo del camino, cada árbol, cada nuevo amanecer, cada temperatura a cada hora diferente según haya pegado la luz ese día, según se haya posado un pájaro o haya pasado la brisa. Nada se repite. Las infinitas posibilidades del infinito todo, conviven simultaneamente inagotables.

De bajada pasamos por el Bolsón otra vez a rehacer provisiones una vez más. Es 31 de diciembre. Todos los negocios cierran pronto para esperar el año nuevo.

Tomamos el bus La Golondrina que para a una cuadra de la plaza del centro del Bolsón y a una cuadra antes del ACA. En ese bus nos vamos a Puelo, cargados con las mochilas y los alimentos para varios días más y una cena suculenta de asado, ensalada, y vino, para despedir el año junto al río Blanco.

Para dormir en el camping Rincón del Motoco hay que cruzar la pasarela de Puelo y desde allí caminar una media hora hasta el camping.

El lugar es inmejorable. No puede ser más perfecto para empezar un año nuevo lleno de ilusiones y promesas de porvenir. Y más viajes. Más caminos. Más montañas. Más andar por el mundo en libertad.

Acampamos junto al río, en una porción es que el Blanco que suele ser una revolución de espuma y por eso su nombre, se apacigua. En esta porción es verde y manso.

El arruyo del agua es exacto como para conectar en sintonía nuestras vibraciones con las del universo.

Dormir allí, acunada por el arrullo de las aguas y soñar con todo lo que vendrá. Otra vez la plenitud total, la felicidad sin palabras para ser descripta, el agradecimiento constante por estos regalos de la vida y por poder compartirlo con mi hijo Martín y mi amiga Stellete. Sólo una cosa más podría ser mejor, el deseo es insaciable.

Día 16-El largo camino a la joya de esta travesía: el Motoco

Feliz año nuevo. Feliz amanecer junto al río Blanco.

Subir al Motoco implica caminar uno de los senderos más bellos del mundo. Es un sendero sinuoso que sube y baja acercándose y alejándose del río Blanco que nos acompaña durante casi todo el recorrido y que sí se pone de blanco blanco de espuma. ¡Es tan potente y estrepitoso! Es un río único. Con un caudal y unos rápidos impresionantes. De pronto se encajona entre piedras monumentales y se calma verde y turquesa. Parece pintado.

El sendero está muy bien. Uno de los mejores que hemos realizado. Bien indicado y los puentes y pasarelas son más firmes y están en mejor estado que en otros senderos.

El suelo es preponderantemente amable, un colchón mullido de hojas secas. Mucho bosque, tupido, salvaje, sombra casi todo el recorrido. El agua y sus colores sorprendentes, cambiantes, y la fuerza del agua igual, con tantos contrastes, fuerte y mansa, es una sinfonía con todos sus instrumentos y vaivenes.

En tres horas llegamos al Portal del Motoco. Allí hay un puesto atendido por Frida. Hay que registrarse y es un buen punto para hacer un descanso intermedio. También se podría acampar allí, pero nosotros queremos seguir y llegar hoy mismo al Motoco.

En dos horas y media más estaremos llegando al refugio. Lo hacemos con tranquilidad. Las vistas son espeluznantes y obligan a parar y contemplar a cada rato. ¡Es tan bello! Impregnamos la memoria de esas imágenes única e imborrables. Atesoramos esos momentos de supremo elixir. Lo respiramos todo, ahora es parte nuestra y lo llevamos dentro para siempre.

El refugio del Motoco es una casita de ensueño. Vamos a acampar a pocos metros de allí, en un lugar que suponíamos el sumum de la magia realizada porque aún desconocíamos lo que vendría después.

Día 17-El sumum de la magia realizada, el recinto sagrado. Más allá del Motoco: Lago Duke y todo el esplendor del camino

Una caminata excepcional. Lo mejor del viaje.

La caminata arranca desde el refugio del Motoco hacia el Lago Duke y la Roca del Tiempo. Es todo un espectáculo aparte. Increíble.

Salimos del refugio y bordeamos el río hasta cruzar dos puentes de palos. Los puentes están firmes y las indicaciones durante todo el recorrido son claras y muy precisas.

Ascendemos hasta un alerzal menor. Centenario pero no milenario. Los alerces son árboles muy preciosos. Su corteza es porosa y suave y su copa, en pináculo con ramas caprichosas y hojas pequeñas forman corolas perfectas para dar sombra sin negarse al paso de algunos rayitos de sol.

Creo que un alerce es una de las construcciones más perfectas de la naturaleza. La armonía ideal.

Un bosque de alerces es siempre un lugar mágico. Más me gustaría saber dibujar para transmitir mejor cómo es un alerce. Debo conformarme con mantener intacta su imagen en la memoria. Recordar sus rasgos y atesorarlos en mi interior. No puedo decir más. Quizás guardarlo como un secreto entre el alerce y yo.

Después de cruzar este alerce menor, poco después, llegaremos a un alerce milenario que nos dejará sin palabras. Como si fuera una falta de respeto decir o agregar algo. Como si de verdad nos hubiéramos quedado sin palabras porque no existen tales para decir lo que estamos viviendo.

Son alerces de cuatro mil años. No uno solo. Muchos, uno y otro, y otro más allá. Y vuelvo a preguntarme y a admirarme de todo lo que han vivido los árboles. De la cantidad de tomos que conforman una enciclopedia de historia y de que avanzando tomo tras tomo, capítulo tras capítulo, guerras y conquistas, y todo lo que ha pasado desde hoy hasta cuatro mil años atrás y ellos, ellos ya estaban ahí.

Uno no puede más que acercarse en silencio. Transitarlos en silencio. Acariciarlos en silencio y con suavidad porque son algo tan sublime que hasta siento como si debiera pedirles permiso o como si no debiera, tocar algo así, tan sagrado.

Permanecemos varios minutos, no sé cuánto. Algo nos ha detenido en ese lugar donde no podemos menos que seguir contemplando con respeto y admiración. En silencio.

Cuando logramos avanzar más allá de este encantamiento litúrgico de la fuerza del alerzal, no tarda en sorprendernos el sonido estrepitoso de cascadas y rápidos del río.

Pasamos por la cascada de Leonardo y por el Tobogán del Motoco, el deshielo se desagua con ganas desde piedras monumentales y discurre con furia sobre piedras enormes.

Seguimos y el contraste nos enfrenta con la Playa Roja. Más magia. Un río de aguas cristalinas se tiñe de su lecho de piedras rojas y parece un río de sangre de la tierra. Nos acercamos. El agua es transparente y pura que corre sobre un suelo de piedras cobrizas y carmesí. Piedras tan duras como suaves, bordeaux, naranjas, rosadas. El agua se amalgama esas tonalidades y en este sector, se mueve con lentitud, amable para el baño. O sólo para sentarse y contemplar el contraste de las laderas verdes y el rojo del agua, y el brillo del sol iluminando la postal.

De regreso nos reservaremos una buena hora para bañarnos en esa playa privilegiada y única.

Continuamos la subida al Lago Duke. Cruzamos el único sector monótono del recorrido, el Mallín. Un mallín amplio y que hay que sortear por la derecha.

La subida final al Duke es de cuarenta y cinco minutos empinados. Luego una bajadita. Vale la pena hacerlo todo.

Nos bañamos en Duke, majestuoso. Con su montaña flanqueando sus espaldas como una muralla coronada de nieve.

Las aguas del Duke no son tan frías así que nos disfrutamos el baño. Nos quedamos un buen rato contemplando y respirando la belleza y luego subimos a un mirador cerca de allí desde donde el panorama trescientos sesenta grados alrededor es impagable. Hay que subir y hay que verlo y volver a mirarlo y volver a verlo. Belleza total por donde se mire.

Emprendimos la bajada y de regreso aprovechamos a quedarnos un buen rato en la Playa Roja y volver a bañarnos y tomar sol y disfrutar a pleno de un lugar tan lleno de condimentos y de belleza. Y tenerlo todo junto allí. Todo sobre el mismo recorrido. Demasiada hermosura para un solo día. Demasiada plenitud.  Desbordantes de felicidad. Sorprendidos todavía de que pueda haber tanto por descubrir.

El recorrido lleva unas tres horas de subida, más lo que uno quiera quedarse en cada lugar y eso será quizás más de tres horas si nos dejamos tentar por la magnificencia de cada porción del paisaje.

Luego de dos horas de bajada llegamos de regreso al campamento. Caía la tardecita y las luces se atenuaban lentamente mientras mate a mate saboreábamos lo vivido.

Día 18-Bajando del paraíso sin perder la magia

Descubrir el río Blanco es una de las mejores experiencias naturales de mi vida. Suele suceder que conocemos ríos y sólo conocemos una parte de ellos, un remanso, una playa.  A veces suponemos y suponemos bien, que el aspecto de ese río se perpetúa desde las nacientes hasta su desembocadura. En general no es así. Menos aún si se trata de ríos de montaña, que nacen del deshielo en las cumbres, que caen por las laderas, que tienen lechos de piedra y que estás piedras pueden ser de diferentes tamaños. Si a todo esto se le suma el entorno verde patagónico, a una altura media de la cordillera donde las brisas oceánicas de ambos lados, este y oeste, pueden darse la mano. Y la humedad natural de los mares y el aire puro de los árboles y el agua de la montaña, y todo la paleta de colores que de pronto surge de toda esa conjunción. Es que se trata de un paisaje magnífico. La magia no se agita y verlo dos veces, de ida y de regreso, no es verlo repetido. Es ver casa árbol, cada recodo del camino y cada pincelada de río en un momento distinto y  por eso es distinto. O quizás por su belleza embriagadora. Porque los ojos no pudieron abarcarlo todo de subida al Motoco y descubren continuamente nuevas imágenes. Viéndolo ahora, alrevés, ya no es lo mismo.

El Motoco y no sólo el Motoco sino más allá de él, es un sendero obligatorio. No dejen de hacerlo. Se los deseo de todo corazón y, al mismo tiempo me deseo y nos deseo, poder volver una vez más.

Bajamos hacia la pasarela, cruzamos el río Azul en Puelo y nos fuimos al camping de Doña Rosa. Un camping urbano, cerca de todo. Mañana, tras diecinueve días de travesía, nos montaremos en un incómodo y desagradable autobús rumbo a la vertiginosa Buenos Aires. Sin embargo, estamos tan llenos de pureza patagónica, que poco nos importa o nos pesa tener que regresar.

Viajes así, sólo nos dan la certeza de estar viviendo verdaderamente la vida que se nos ha otorgado. Nos dan la certeza de que no estamos desaprovechando nuestra estancia en el mundo y, sobre todo, nos llenan de ilusiones nuevas, de pensar nuevos caminos. El horizonte está allí, tras esa línea trazada en el mapa sobre la mesa o tras ese paisaje que nos atormenta insistentemente la imaginación o el delirio.

Día 19-24 horas de bus y remis, de regreso al calor literal del hogar.

Día 20-FIN

En casa ya hay un mapa sobre la mesa. Una guía de viaje. Cuatro nuevos *favoritos* en la barra de marcadores. Y un nuevo sueño en marcha. ¡A por él!

Año Nuevo en el Nevado de Toluca

El Nevado de Toluca o Xinantécatl, que significa «Señor Des­nudo»en náhuatl, se encuentra a 43 kilómetros al suroeste de Toluca y a unas dos horas de la Ciudad de México, es un volcán activo y la cuarta montaña más alta de México. En su cráter hay dos lagunas, la del Sol y la de la Luna.

Este volcán está contiguo al Parque Nacional de los Venados,  entre los municipios de Calimaya, Zinacantepec, Tenango del Valle y Villa Guerrero.

Para llegar al Nevado hay distintas maneras, dependiendo del lugar donde uno se encuentre. Como nos movilizamos normalmente en transporte público, y en nuestro caso, arrancamos del DF, fuimos en dirección Toluca y luego tomamos un bus, Toluca-Sultepec, hasta el desvío hacia Zinacantepec, desde allí teníamos que ir hasta el poblado Raíces, hicimos dedo y nos cargó una camioneta para llegar hasta el Parque de los Venados y comenzar a caminar.

Atravesamos algunos bosques y luego fue todo camino de roca  con abundante presencia de nieve.

Aquí, video de la travesía:

https://www.youtube.com/watch?v=oVNeeYknNQc

Este sendero lo realizamos entre el 31 de diciembre de 2014 y el 1 de enero de 2015. Acampamos en la base del Volcán para rodearlo al día siguiente y hacer un circuito con el que pudiéramos de manera metafórica, abrazar al volcán con nuestras huellas impresas en la nieve.

Desde la cumbre se puede ver el legendario Popocatepetl.

En la base hay dos construcciones que estaban cerradas a cal y canto. Los tinacos de agua estaban vacíos, pero afortunadamente pudimos descongelar nieve para tomar mates y cocinar, quemando todo lo combustible que encontramos a nuestro paso, ramas secas, palos de trapeadores y escobas viejas que había allí abandonadas en un galponcito, y algunas maderas.

Cuando no hay nieve, un camino ancho de autos permite acercarse en vehículo hasta  pocos metros antes del campo base, sin embargo, la experiencia de subir todo a pie, atravesando el bosque y las laderas, es maravillosa y muy recomendable.

Cinco Lagunas, desde Pampa Linda a Colonia Suiza

Se la conoce popularmente como la travesía de las Cinco Lagunas y es un trekking de belleza infinita. Particularmente es uno de los que más me ha gustado y añoro siempre la posibilidad de volver a recorrerlo. Me ha enamorado por su incivilización, por su ausencia total de recursos urbanos, por sus montañas, por la nieve, por la desolación, por sus lagos, por sus dificultades, por la falta de señalización y esa sensación de aventura, exploración y conquista, y seguramente también por los compañeros del camino con quienes compartí estos pocos pero intensos días.

La travesía cruza desde Pampa Linda hasta Colonia Suiza. La mayoría de los caminantes la hace en sentido contrario, Colonia Suiza hacia Pampa Linda y, en general, las guías que existen respecto de este trekking, la plantean así. Al parecer la costumbre de caminarla desde Colonia Suiza se debe a que la erosión de la montaña provocada por los vientos del oeste ha desgastado más las laderas en esa dirección, y eso facilita el ritmo de trepada, en cambio, al hacerla al revés, nos veremos obligados a trepar por piedras menos erosionadas y de mayor tamaño, lo que aletargará nuestro ritmo de andada, demoraremos más en las subidas pero paradojicamente nos sentiremos más confiados en las bajadas con el peso de las mochilas cargadas con elementos y comida para la autosuficiencia durante 5 a 6 días. Fuimos con un par de mapas de papel, brújula, y buena parte la hicimos al rumbo, teniendo en cuenta las montañas de dónde veíamos, la ubicación del Tronador casi siempre visible e imponente, y las lagunas que íbamos cruzando. No hay muchas marcas. No hay ningún servicio, ni proveeduría, ni camping o refugio organizado hasta llegar casi al final, a Laguna Negra. Es imprescindible practicar y superar la autosuficiencia o, literalmente, morir en el intento.

Hicimos esta travesía con un grupo de caminantes, un par de ellos con nula experiencia en senderos de montaña. El hecho de tomarla en el sentido opuesto al recomendado se debió a que, para comprobar las dotes, el aguante, de los caminantes novatos, desde un camping en el área de Pampa Linda, hicimos previamente algunas salidas de corto recorrido, como por ejemplo ir hasta el glaciado Tronador, cuya majestuosidad será un hito que dominará las vistas de  este sendero. La motivación y estado físico del grupo superó las expectativas.

Para llegar a Pampa Linda fuimos desde Bariloche, desde la Terminal de autobuses, con el bus que va a Bolsón. Poco después de Villa Mascardi, en la intersección con un camino de ripio que arranca a la derecha, hacia el oeste, y que bordea el Mascardi hacia el Tronador, nos bajamos del bus e hicimos dedo. Sobre este camino se encuentran los campings la Querencia, los Rápidos, y más adelante la zona de los Césares donde se puede acampar libremente. Un poco más y llegamos a Pampa Linda donde hay un par de campings y una hostería. Desde aquí hay varios senderos que se pueden hacer. Ya en una oportunidad previa, habíamos subido a la laguna Callvú o Azul, remontando desde Pampa Linda el Arroyo Claro. Pero esa es otra historia. El hecho es que llegar a los Césares o a Pampa Linda nos da la posibilidad de una previa, de tantear nuestras energías en varios senderos de los alrededores y todos con valor agregado, como por ejemplo también desde aquí, encarar el cruce a Chile por la antigua ruta de los jesuitas. Hay mucho, pero vamos a nuestras Cinco Lagunas, con nuestros cinco caminantes.

Primer día: de Pampa Linda a Laguna Ilón

Arrancamos desde el camping de Pampa Linda por el mismo camino ancho que sale hacia el Tronador y, en breve, hay una señalización que nos indica tomar a la derecha. Cruzamos una tranquera y vamos por una senda que borda el río Castaño Overo. Este río lo tenemos que vadear. Suele traer bastante agua y corriente y está indicado el lugar más recomendado para efectuar el vadeo. Luego es todo subida. «Más subida que a la Ilón» puede convertirse en refrán de referencia para futuras salidas. No da tregua, es una subida muy empinada durante casi la totalidad del recorrido de este primer día. Subir y subir hasta que en parte el ascenso se nivela un poco y bordeamos el cerro por el que venimos ascendiendo para cruzar un mallín a campo traviesa. Hay pocas marcas, nos metemos en un bosque y al salir del mismo aparecemos mágicamente frente a la encantadora Laguna Ilón. Hay un sitio para acampar ni bien aparecemos allí; también se puede acampar en la playa de arena fina, y sino, apenas más adelante, cruzando un arroyito, en el bosque contiguo donde ese encuentra el Refugio de Papá Manuel. El refugio es una casita de libro de cuentos, pero es decorativa, al menos cuando nosotros pasamos era un depósito de basura.

Día por día, todas las etapas,

https://youtu.be/1JHQB0thBV0

https://www.facebook.com/maria.che/videos/vb.1244465731/10208522127511070/?type=3

Segundo día: de Laguna Ilón a Laguna Cretón

Arrancamos el día bordeando la apacible Ilón y nos vamos alejando de ella hacia la derecha, faldeando el cerro y luego cruzando algunos mallines pequeños hasta llegar al Mallín de Ricardo, más grande, y que vamos a atravesar tirándonos a su izquierda. Cuando termina el mallín, ingresamos a un bosque, hay algunas marcas rojas. Ascendiendo al filo del cerro Capitán, veremos aparecer ante nuestros ojos la Laguna Jujuy. Transitamos el filo y nos sorprenderá gratamente y causará admiración, la vista de la Laguna Callvú o Azul, haciendo fiel honor a su nombre, encajonada entre los cerros Bonete y Punta Negra. Estamos en un balcón privilegiado para apreciarla. También hay una picada que sube hasta aquí y va hasta Cretón desde la Laguna Azul, viniendo desde ella por su margen derecha.

Descendemos hacia la Laguna Cretón y podemos acampar frente a ella, pegados a un diminuto bosque achaparrado o cruzar un barranco y acampar en un reducto protegido por pequeñas lengas y junto al arroyo. Nosotros acampamos aquí, cerca del arroyo entre un cerco de lenguitas, y fue providencial, ya que tuvimos que permanecer dos noches allí debido a un temporal. En esa zona suelen estancarse la nubes y haber bruma y lluvias. Por lo menos, las veces que estuve allí siempre se nubló y llovió.

Tercer día: de Laguna Cretón a Mallín Mate Dulce

Con dos noches de descanso bajo la constante llovizna, y ya enmohecidos de estar adentro de las carpas, asomando nomás las narices porque afuera estaba helado, retomamos la travesía. Había llovido bastante y había nevado. En todas las etapas y especialmente en este tercer tramo que es para nosotros el cuarto día, hemos encontrado muchos manchones de nieve que cubren grandes áreas que hemos debido cruzar con sumo cuidado. Era el mes de enero.

En este tramo, toca subir el cerro Cristal, es el más duro del trekking porque a medida que ascendemos las piedras son más grandes, hasta convertirse en moles que nos superan en altura con creces y a las que debemos trepar, aferrándonos con las manos y cargados con nuestras mochilas. Hay marcas rojas y pircas. Llegando casi al filo, vemos hacia la izquierda que todavía falta subir, pero que, sin embargo, hay unas pircas que nos invitan a desviarnos a la derecha en descenso, NO ir por allí; si seguimos esas pircas, a la derecha, iremos directo a un precipicio por el que será imposible bajar. Hay que subir hasta donde vemos unas piedras oscuras y marcas rojas.

Esta es una jornada de ascenso y bastante dificultad técnica que requerirá de todo nuestro ingenio, destrezas y también precaución, pasaremos por arroyos, mallines y mucha roca, muchísima. Allí en el filo, entre rocas enormes, deberemos sortear un par de pasos expuestos, pero está bien señalizado, así que seguir las marcas, aún con abundante nieve, permanecían visibles.

Para descender al Mallín Mate Dulce vamos a seguir las pircas. Por nuestra izquierda, o sea oeste, vamos a ingresar al mallín y lo vamos a ir cruzando hacia el este.

El Mallín Mate Dulce es un lugar plácido y agradable para acampar, hay muchos espacios disponibles, cerca del río que surca sobre piedras rojizas, y es un placer pasar el tiempo que nos queda del día y la noche en este enclave. Tomando mate. Amargo que pa’dulce está el Mallín.

Cuarto día: de Mallín Mate Dulce a Valle del Lluvuco pasando Laguna CAB o Lluvu

Como hemos pernoctado una noche extra en Cretón debido al aguacero y la tormenta, vamos a intentar adelantarnos de la laguna Lluvú o CAB para mañana completar la travesía hasta Colonia Suiza, sin permanecer en Laguna Negra.

Al dejar Mate Dulce hay un fragmento de terreno plano que no dura mucho, luego hay que subir el cerro. Cuando nosotros lo hicimos, al llegar al filo, se nos complicó encontrar la bajada a Lluvú o Laguna CAB. Si bien se ve la laguna enfrente, no tenemos que zambullirnos de cabeza en el bosque de lenga que tenemos entre nosotros y la laguna porque por ahí no es, y caer en ese bosque es un laberinto. Primero hay que bajar y hay mucha roca y algunos pasos angostos. Hay que buscar las pircas, primero salen hacia la derecha y después todo sobre nuestra izquierda hacia una zona que se ve más abierta. Luego buscaremos las marcas para ir por los senderos correctos del lengal hasta la margen de la Laguna CAB o Lluvú que vadearemos por la orilla. Da gusto porque el lecho es arenoso y suave, un placebo para los pies.

Cerca de la laguna se puede acampar, sobre todo después de vadearla, está el río sobre piedras rojizas y lugares muy hermosos para quedarse, pero como queremos ganarle unos pasos al tiempo y al mañana, vamos a seguir. Hay una parte con un poco de derrumbe y tierra arenosa floja que hay que cruzar lo más rápido posible pisando firme, y luego un sector extendido del sendero con muchos árboles caídos en el que hay que caminar por encima de los troncos. Esto dura un buen rato. Finalmente llegamos junto al río Lluvuco donde algunos fogones armados nos indican que es un buen lugar para acampar. Es un vallecito boscoso, encantado, muy lindo. Nos quedamos allí.

La última cena, guiso revolucionario con los últimos ingredientes que nos quedan

Quinto día: del Lluvuco a Laguna Negra y Colonia Suiza

Se nos hizo larga la jornada. Cruzamos el río junto al que pasamos la noche y empezamos a subir en zigzag de manera abrupta, luego ingresamos a un bosque y del bosque a una zona de piedras y arena con pendiente más amable por la que, paulatinamente, ascendemos al filo del cerro que cerca la Laguna Negra.

Hay piedra suelta y no importa por dónde elijamos subir ya que, al llegar arriba, será visible la dirección de bajada y no es problemática, también veremos la laguna y, casi de manera imposible ante nuestros ojos, en la orilla de enfrente, el refugio al que deberemos llegar por esas paredes que a simple vista parecen imposibles..

Se desciende del filo hasta la laguna, y comienza a bordearse tranquilamente. Justo antes de llegar al refugio, bordeando la roca acantilada que cae sobre las aguas, hay una soga y fierros en la roca para ayudarnos a sortear un paso complicado y expuesto. En Laguna Negra, el refugio Italia ofrece comidas además de albergue si uno quisiera dormir allí. Se puede acampar también. Nosotros decidimos darle duro y parejo hasta Colonia Suiza, el sendero es muy lindo, bosque, agradable, y bajamos por inercia, aunque se hace largo…

Descansamos un respiro en el refugio y empezamos el descenso en caracol entre rocas, bosque y arroyuelos. Luego vamos a cruzar un río caudaloso cuyo curso nos va acompañar mientras seguimos bajando. Hay lugares donde podríamos acampar. Continuando hacia Colonia Suiza, en sucesivas oportunidades, tendremos el fastidio, ante el cansancio acumulado -el hambre- y tantas horas de caminata en una sola jornada, de tener que bajar y subir de las márgenes del río que se encajona. Después el sendero se convierte en un camino ancho, entre pinos, y creemos que ya estamos llegando, pero no; este camino es de nunca acabar. Finalmente, el ruido de algún motor nos anunciará el arribo a la civilización y en pocos pasos nada más saldremos a la ruta 79 en Colonia Suiza. Allí hay varios campings donde ducharnos, preparar un asadito, reponer fuerzas, y esporádicamente pasa un autobús a Bariloche.

Anillo Verde de Bilbao

Es maravillosos poder vivir en una ciudad que ofrece todo lo que una gran metrópoli y, al mismo tiempo, permite, en media hora, internarse en bosque y montaña.

El Anillo o Cinturón Verde de Bilbao reúne senderos y caminos que circundan la ciudad y sumados son casi 100 km de caminos, aunque el contorno en sí, si uno optara por uno u otro sendero para dar una vuelta al Cinturón de Bilbao, sería de alrededor de 43 km.

Se puede acceder a este Anillo Verde desde distintos barrios de la ciudad. Un lugar común y sencillo para iniciarlo si uno aún no es muy familiar de las calles o barrios de Bilbo, es ir a Plaza Moyua y buscar la Alameda Rekalde. En Rekalde, caminando en dirección a la ría, al Museo Guggenheim, y al Puente La Salve, podremos encontrar en las veredas baldosas verdes que en un recuadro nos marca GR, Gran Recorrido, y la dirección de la ruta pedestre.

Si empezamos en Moyua y por Rekalde, vamos a cruzar el puente La Salve por la izquierda e iremos tomando esa dirección, sobre nuestra izquierda, para internarnos a cada paso en el bosque y subir al Monte Artxanda. Vamos a pasar un área de merenderos, el área Pikotamendi, luego la Calle Vía Vieja Lezama donde antes circulaba un tren que descarriló. Pasaremos por debajo de las vías del Funicular de Artxanda y si seguimos un par de kilómetros más por la estrada Mendiarte, llegaremos al Monte Avril.

Antes hay otra posibilidad de bajar hacia Bilbao por un camino con señalética antigua, sólo un cartelito que dice Bilbao sobre fondo celeste. Este camino nos lleva a un sinfín de escaleras -sin marcas roja y blanca- que desembocarán en el Polvorín, el Parque Etxeberria donde está la chimenea.

Siempre iremos encontrando señalética, carteles de madera, paneles informativos y marcas roja y blanca de GR. En este caso es el GR 228. Cerca del Monte Avril el Anillo coincide con el Camino de Santiago (la ruta de los Zamudianos), cerca de un área recreativa llamada Iturritxualde, donde por supuesto hay una fuente: iturri. Hay unas cuantas durante el recorrido completo. Se puede ir reponiendo agua.

Tanto en Artxanda como en el Monte Avril podemos apreciar las vistas o descansar en los merenderos. Desde el Monte Avril continuaremos en dirección a las antenas del Ganguren, las veremos adelante, cruzaremos la carretera en el Municipio de Galdakao y por allí, un camino de tierra asciende sobre nuestra izquierda hacia la cima del Ganguren de 474m. Cuando estemos cerca de las antenas debemos prestar atención ya que el sendero a la cima va por nuestra derecha. Lo seguimos hasta las antenas. Volvemos al camino de tierra que hemos abandonado y que va paralelo al asfalto y llegamos a una mesa informativa.

Más adelante, 6.5 km hay un vivero, más merenderos, dos frontones, y siempre información, marca roja y blanca, y flechas. Podemos ascender a la cima del Kuskuburu de 414 m. Veremos más restos de túneles y bunkers, o bien podemos bajar hacia Bolueta por la carretera Santa Marina, dirección Buia. Hay un camino rural y más adelante veremos el hospital. Pasaremos Azkarabidea, algunos caseríos y a 2 km habremos llegado al barrio bilbaíno de  Otxarkoaga.

Siempre podemos seguir las marcas roja y blanca.

El Anillo Verde lo podemos iniciar en el centro, en Moyua, pero también en Otxarkoaga, en Bolueta, en el Parque Europa, en el Barrio La Peña o el Barrio Buia ya que, entre parque y merendero, ladera y colina, verdor y verdor, va enlazando estos rincones del Gran Bilbao. Cruza la Ría y pasa por debajo de antiguos túneles ferroviarios.

Los barrios que recorre este Anillo o Cinturón Verde y desde donde puede engancharse son: Artxanda, Arbolantxa, Otxarkoaga, Bolueta, La Peña, Buia, Arraiz, Altamira, Zorrotza, Olabeaga, Deusto, Ibarrekolanda o Arangoiti. La ruta pasa también por cimas como Avril, Pagasarri, Ganeta, Arraiz y Kobetamendi.

Gorbea por Itxina desde Urigoiti (Orozko)

Un recorrido interesante y bello.

Suele ser un problema de todo caminante agreste y salvaje, llegar a los puntos de inicio de las travesías. En todos los casos. Muchas veces me encuentro con que demoro más haciendo combinaciones en transporte público para iniciar un recorrido que en el recorrido en sí, y eso de tener que tomar varios transportes y hacer conexiones y bajarse de uno para esperar otro, es más engorroso y cansador que caminar con la mochila al hombro que en realidad es lo más emocionante.

Tal es así que había dejado esperar este recorrido desde Itxina hacia Gorbea hasta que se dio la oportunidad de contar con alguien con vehículo y acceder desde Urigoiti, un barrio de Orozko pasando el barrio de Ibarra. De no tener vehículo, habrá que hacer dedo hasta allí. Se puede tomar autobús de Bizkaibus desde Bilbo (Bailén) hasta Orozko, un par de buses llegan aún a Ibarra. El sendero se puede arrancar desde Ibarra. En nuestro caso vamos hasta Urigoiti y de ahí, ¡largamos!

El Macizo de Itxina (571 ha) es un magnífico ejemplo de formación kárstica, fenómeno geológico muy presente en la orografía y paisaje de las montañas vascas. En las calizas, con alto contenido en carbonato cálcico, el agua de la lluvia a través de millones de años ha ido disolviendo la roca, que a pesar de su solidez y dureza, es también soluble si se la somete a la acción del agua por un tiempo prolongado. Así, la lluvia va produciendo desgaste y hendiduras cada vez más profundas en la piedra. Se desliza por los surcos dejados por erosiones anteriores, busca su cauce y va agrietando el macizo tanto en superficie como en su interior, abriendo innumerables conductos subterráneos. Los más antiguos de éstos son cuevas por las que ya no circula el agua que busca sustratos más profundos.
Itxina es una meseta rocosa que se alza del entorno, con los bordes formando una cresta circundan el interior cóncavo. La peña más alta de la cresta es Lekanda (1.302 m), en el lado oriental; al sur destacan Altipitatz y Arteta, y al norte Aizkorrigane. A los pies de ésta, por el exterior, se alza un prieto grupo de afilados picachos, los Atxas («haitza» = peña).
En esta caminata hacia Gorbea por Itxina desde Urigoiti, entraremos por el lado nororiental del karst y accederemos a través del «ojo de Atxulaur», utilizado desde siempre por pastores y leñadores.

Desde el estacionamiento que se encuentra a pocos kilómetros del barrio de Urigoiti empezamos a caminar en dirección al macizo. Hay que pasar un paso canadiense y más adelante alguna tranquera y alambrado; a continuación veremos un depósito de agua. El caminito parece bajar pero enseguida recupera pasos arriba. Entramos a un hayedo, luego a un pinar, y desembocamos en unas campas salpicadas de encinas, esta área se llama Aldabide y está muy cerca de las Atxas, picachos de roca cual asimétricas cúpulas catedrálicas. Un poco más adelante volveremos a encontrar hayas y una fuente. Cargamos agua y seguimos caminando por el sendero con la pared izquierda del macizo escoltando nuestro hombro derecho. No hay pierde, siempre recto por el bosque hasta ver el Ojo de Atxulaur. Allí viramos bruscamente al oeste, nuestra derecha, para trepar al Ojo (1100 m). Las vistas del Ojo son providenciales. El Ojo vigía de todo el duranguesado envuelto en bruma.

Vale la pena dar algunos pasos en derredor de este punto y descansar un rato. Lo hice en invierno y todos los alrededores estaban con un paño de nieve, salpicada de hojas secas y rojas y algunas ramas. Mágico.

Retomando el camino, desde el Ojo, bajamos a una sima, este día con nieve, la cruzamos casi en dirección recta y retomamos el sendero, hay algunas marcas y algunas pircas, hitos de piedra. El sendero nos acercará a un punto donde las flechas indican las direcciones posibles.

Elegimos visitar la cueva de Supelegor, una de las 500 cuevas que existen en las entrañas de Itxina y una de las moradas de la diosa Mari en sus visitas al caprichoso reino del Gorbea. Para ir a Supelegor, desde el indicado desvío, hay que meterse otra vez a bajar por una sima con ramas y hojas rojas que salpican la nieve, enterrándonos a veces. Luego se sube un poquito y se pasa por el túnel. No hay sendero, pero hay algunas pisadas y algunos hitos de piedra. Es un laberinto kárstico y es fácil perderse. Prestar atención.

Luego de visitar las cuevas volvemos a subir al camino y a retomar hacia Kargaleku, y en poco tiempo volveremos a perder la senda cierta y estaremos completamente sumergidos en lo que se conoce como el «perdedero de Itxina». Hay que tratar de ir buscando las pircas. La única pauta certera que tendremos en algún momento para garantizar que vamos bien es una casita en el medio de una campa: la chabola del pastor. Esta choza solitaria nos querrá decir que estamos bien y que podemos seguir andando hacia el Gorbea.

Por Kargaleku -lugar de carga, ya que allí cargaban nieve- llegaremos a las anchas campas de Arraba. Allí está el cálido refugio. He pernoctado varias veces y es super acogedor y lindo. Elijo descansar allí durante el invierno, cuando los días son cortos y el exterior tiene una capa de un metro de nieve. A la mañana siguiente ascenderé una vez más al mítico Gorbea. En invierno, usar crampones.

El regreso puede hacerse desde Pagomakurre hacia Areatza, vía normal que se utiliza para subir el Gorbea desde Bilbao En Areatza podemos tomar el Bizkaibus, o bien, como en nuestro caso, también desde Pagomakurre por el camino que sale al noroeste (NO), directo hacia Urigoiti donde dejamos el vehículo en el estacionamiento. No tiene pierde.

Otra tentadora opción, más emocionante y aventurada es ir por el paso de Lekanda.