Choro trek – De la Cumbre a las Yungas

Primer día:
Para tomar este sendero tenemos que llegar hasta un punto denominado La Cumbre. La Cumbre se encuentra a media hora de la estación de buses Villa Fátima de La Paz. Villa Fatima, a su vez, se encuentra a poco menos de una hora del centro dependiendo del tráfico. En Villa Fátima se buscan las combis que van a Coroico y se le pide al chofer que se detenga en La Cumbre para bajar. El precio es el mismo que para ir hasta Coroico, 20 bolivianos.
Cuando llegamos a La Cumbre hay que registrarse en una oficina de techo rojo y empezar a caminar para arriba. El sendero no da tregua. Es claro, no hay vegetación y hay huellas de autos, motos, gente que subre por este páramo montaños a riscos inusitados desde donde uno puede admirarse de su alrededor parado literalmente sobre las nubes. Literalmente. Las nubes corren por debajo de nuestros pies. Las cumbres son puntiagudas, roca negra cubierta de nieve inmaculada. Vistas y sensación inmejorable que nos certifican que el esfuerzo hacia arroba valió la pena.
Se cruza el paso, el Abra Chucura, a 4880 metros de altura y empieza la bajada, para algunos bajar suele ser la peor parte. Mucho más fastidioso que el esfuerzo de subir. Esfuerzo que en esta región se acentúa irremediablemente por la altura normal. La Paz está a , La Cumbre a 4660, y el Abra a 4880. Luego empezamos el descenso trastabillando por un camino de mulas y piedras laja. Durante todo el sendero hay vertientes de agua, ríos, agua que surca desde el deshielos las laderas y llega hasta nuestros pies. También cruzamos varias edificaciones precolombinas y la calzada epor la que nos desplazamos pertenece a los antiguos caminos incas.
Llegamos a Samaña Pampa. Vive una familia. Eulogio y su familia. Aquí hay que apuntarse nuevamente en un libro de registro. Decidimos acampar en este lugar. Es muy bello. Enclavado entre montañas donde pastan rebaños de llamas. Hay una mesa de madera debajo de una galería, bancos mesita de piedra, sombrilla de paja y un baño sencillo. El río Chucura corre al lado. Eulogio y su familia pisan papitas para pelarlas y preparar chuño, una de sus hijas prepara tuta, otro tubérculo deshidratado blanco. El camping nos cuesta 10 bolivianos. Tomamos, mate de coca, café, todo cuesta 2 bolivianos.
Hace frío. Temperatura de helada.
Segundo día
Nos despedimos de la familia de Eulogio y Gumersinda sin dejar de compartir con ellos mate de yerba, el nuestro.
El sendero entre Samaña Pampa y Choro baja y baja. Es piedra y piedra. Piedras macizas, duras, desparejas. Irregulares. Difícil no trastabillar entre tanta piedra despareja. A medida que avanzamos y vamos bajando en altura empieza a haber más vegetación.
A una hora de Samaña Pampa está Chucura, un pequeño poblado con escuela, gimnasio, varias casitas. Un señor, Miguel, en la entrada de su casa, nos ataja para registrarnos otra vez y cobrando 20 bolivianos por el uso del camino.
Desde Chucura pasamos a Challapampa, tres horas más. Allí hay un amplio espacio de acampe, un puente que cruza el río, lugar para descansar, bebidas. Descansamos un rato en Challapampa y a dos horas y media más, bajando y subiendo en esta etapa, llegamos a Choro. Esta última parte del camino es la más extenuante. Se suma al cansancio de las horas andadas hasta aquí que deberemos surcar por terreno enlodado y con piedra despareja. El camino trepa en un sendero más angosto que el camino precolombino por el que vinimos hasta aquí. Trepa y desciende hasta el río. El río es caudaloso y cae en cascadas estrepitosas entre piedras enormes.
A los bordes del sendero hay un reguero constante de frutillas rojas, maduras, grandes y dulces.
Acampamos en Choro. Cobran 10 bolivianos. Se puede hacer fuego y hay leña alrededor y un arroyito de vertiente a pocos pasos donde es por demás saludable darse un buen baño. Estupendo.
Estamos rodeados de montañas monumentales. Aún no terminamos de bajar. Anoche dormimos a 4400 y hoy descendimos a 3600.

Tercer día
El recorrido entre Choro y Bella Vista es agotador. Se van bordeando varias montañas. Se sube hasta las cimas y luego se baja casi al ras de los ríos. Hay que cruzar tres puentes colgantes de alrededor de cien metros de longitud y por sobre cincuenta metros encima del río. Son de madera y se zarandean tenebrosamente a nuestro paso.
Se pasan pequeños caseríos, una o dos casas. Primero Buena Vista, una familia; está a poco más de una hora de salir de Choro. Cuatro horas más adelante pasamos San Francisco, dos casas. Una hora más y llegamos a Bella Vista donde decidimos quedarnos a descansar.
El suelo sigue siendo de piedra durísima, maciza y desorganizada a la buena de dios sobre la huella. En algunos tramos es más plano y en otros hay sectores de tierra blanda y hojas secas que nuestros pies agradecen.
La flora y la fauna son exclusivas. Flores extrañas y exóticas. Nunca las vimos antes.
La temperatura ha subido muchísimo. Atravesamos sectores de jungla y humedad netamente tropicales. Ya no hace aquel frío helado de hace solamente dos días. Ahora es calor y, al llegar a las cimas el sol nos pega. La vegetación, arriba, se vuelve rala y de pastizal duro y, a medida que volvemos a bajar se va haciendo mata más tupida y humeda.
Pasamos por debajo de una caída de agua de cientos de metros, especulamos que más de doscientos. Pasamos por debajo y luego, rodeando la montaña adyacente la vemos desde la ladera de enfrente. En ese momento estamos subiendo la Cuesta del Diablo. Una subida un tanto escalonada de piedra, un caracol en vertical y sin tregua por más de media hora hacia arriba y arriba.
En Bella Vista acampamos con vista a las montañas. Nos cobran 10 bolivianos y hay un pequeño quiosco con bebidas y snacks. Al lado hay una mesita donde podemos cenar y también hay un espacio amplio donde podemos hacer fuego y agua que traen con mangueras desde el río.
Hay conejos. Andan sueltos, corren entre la mata de la montaña y son gordos.
Cuarto día
El camino hasta Sandillani, una hora y media, es hermoso y húmedo. Tierra blanda, suelo bueno. Hay sombra. Sandillani es un punto con construcciones de madera, un albergue, lugar para acampar y una vista alucinante de todas las montañas alrededor. Todas las montañas de esta región son moles. Son macizas. No son escarpadas, son bloques de piedra cubiertos de vegetación selvática.
El camino de hoy es casi todo en bajada y lamentablemente la humedad se va secando y el suelo se endurece. La primera parte de este día es amable con los pies, pero después es duro. Piedra dura y despareja y pastos secos. El sol y el calor nos pegan.
Desde Sandillani a Chairo son dos horas y media más. Chairo es un poblado de cincuenta personas. No hay habilitado ningún espacio específico de camping ni hay hotel pero preguntando encontramos a Dionisio Pérez que nos prestó un espacio que tiene en construcción. En la esquina de una de las dos cuadras del pueblo está el almacén de Delfina. Allí compramos mandarinas a tres por un bolívar y sardinas en salsa de tomate y pan a dos por un bolívar con cincuenta.

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