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Lycia, geografía, literatura y una historia de resistencia a los imperios

La Ruta Lycia, un recorrido que originalmente unía 509 km entre Fethiye y Antalya y al que, actualmente, año 2018, se han agregado dos etapas que le suman 40 km más. La Ruta Lycia discurre a través de los Montes Taurus, serpenteando por la escarpada costa del Mediterráneo turco, prolífero en penínsulas y bahías. A medida que avanzamos, subiendo y bajando laderas de piedra y bosque, vamos encontrando a nuestro paso los vestigios fantasmagóricos de la historia sin desentrañar y pequeñas comunidades herederas de la tradición lycia.

Entre mayo y junio de 2011 caminé en solitario la Ruta Lycia. Me impactó. Siempre había querido regresar y poder compartir la belleza inabarcable con otras personas.

En las siguientes entradas del blog, etapa tras etapa, describo mi primera experiencia (2011), estival y en solitario, y luego la actualización de lo vivido entre enero y febrero de 2018, invierno, en compañía de un equipo de caminantes fluctuantes.

Geografía
El nombre de Lycia (Lykia) evoca una zona geográfica del suroeste de Anatolia. Esta región, la más accidentada de toda Turquía, está situada al sur de una línea hipotética que podríamos trazar desde Antalya, al este, y Fethiye, al oeste. Región actualmente conocida como península de Teka. Resulta difícil determinar el territorio original habitado por el pueblo conocido como tremili o termili, lukka, por los hititas, y lycios, según las fuentes griegas. Las mejores referencias nos las proporcionan sus impresionantes restos arqueológicos, correspondientes al variado abanico de ciudades que salpican un paisaje frondoso y accidentado, entre Antalya, Fethiye y las azuladas aguas del Mediterráneo.
La cadena del Tauro que, geológicamente, es contemporánea de los Alpes, Andes, Cáucasos y del Himalaya, es la principal nota identificadora de este territorio que albergó a los lycios a lo largo de su existencia. El aspecto fluvial también es importante: los ríos son cortos, de curso rápido a consecuencia de los desniveles que tienen que salvar, formando, a veces, cascadas sorprendentes (Varsak Çöküntüsü, Düden Şelalesi). Muchas ciudades lycias fueron trazadas sobre las orillas, incluso Olympos resultó dividida en dos por el curso del Yanartaş, dominando terrazas estratégicas junto a los cauces. Algunos ríos tienen el don de esconderse y, kilómetros más abajo, volver a aparecer en superficie. El árbol más abundante es el pino, que llega a colonizar incluso las orillas marinas; en Kaş, al sur de las accidentadas montañas del Parque Nacional de Bey Dağı, a partir de los 1.200 metros de altitud, dominan los bosques de cedros, especie protegida actualmente.

Historia
Las excavaciones efectuadas en Karataş Semahöyük y alrededores, a partir de 1960, pusieron de manifiesto que la región de Lycia ya se encontraba habitada durante el tercer milenio antes de nuestra era. En el segundo milenio, la Lycia era mencionada en las fuentes orientales bajo el nombre de “Luqqu”, “Luqqa”, “Lukka”, y también como “Rwka”. Sin embargo, las escasas campañas de excavaciones arqueológicas realizadas hasta la fecha en algunas ciudades -porque la mayoría de ellas se conservan intactas- no ha proporcionado suficiente información de ese período. Solamente en Tíos (Düver), uno de los históricos centros de población, situado en la zona occidental del país lycio, un fortuito hallazgo puso al descubierto un hacha de bronce del segundo milenio a.C, una prueba que corrobora que la región fue habitada de forma ininterrumpida.
En las fuentes occidentales, la Lycia y los lycios son mencionados por primera vez en ocasión de la guerra de Troya (siglo XII a. C). Homero, en su “Ilíada”, describe de forma encomiable a los lycios, mencionándolos en reiterados versos, en los relatos de cómo llegaron bajo el mando del general Sarpedon y combatieron valientemente al lado de los troyanos contra los aqueos.

Es por lo tanto gracias a Homero, a quien debemos la primera referencia occidental sobre la existencia del pueblo lycio, que constituía un núcleo de población distinto de los sardos y solayrnosienses.
Las excavaciones arqueológicas que se han desarrollado en todo el país lycio, especialmente en los yacimientos de Xanthos (mencionado por Homero en la página 110) y de Letoon, no han proporcionado información anterior al siglo VIII a.C. Esto hace que resulte difícil imaginar la forma de vida de los lycios entre el segundo milenio -período al que pertenecía el hacha, encontrada en Tíos (Düver), anteriomente citada- y finales del siglo VIII a.C.
En el siglo VII a.C., se siente ligeramente la influencia griega, concretamente en las afueras de la ciudad de Phaselis, en el extremo oriental de Lycia, donde en el año 696 a.C., se asentó la primera colonia helenística. Durante el mismo siglo la civilización lydia, cuyo territorio se hallaba al norte de Carias, entre Capadocia, al este, y el mar Egeo, al oeste, alcanzó su esplendor socio-cultural.

Dominio Persa
En el año 499 a.C, tras la victoria de Darío I sobre las ciudades griegas de Asia Menor (Mileto, Priene, Éfeso, Dídíma), los persas fijaron su atención en Lycia, y su general, Haspagos, tras violentos combates, entró victorioso en Xanthos. La ocupación persa del territorio lycio, paradójicamente, abrió a Lycia hacia el helenismo. El pueblo lycio se relacionaba por un lado con ciudades afines al helenismo, radicalmente opuestas al dominio persa y por otro lado se impregnaba del exotismo del arte persa, según se ha podido comprobar en las manifestaciones escultóricas excelentemente conservadas en algunas ciudades: en Xanthos, el monumento de las Harpías y el de las Nereidas; en Trysade, el Heroon, sin olvidar los impresionantes túmulos de los alrededores de Eimali, testimonios, todos ellos, de una incuestionable inspiración oriental.
Lycia gozó de cierta autonomía dentro del imperio persa como consecuencia de la derrota que el monarca lycio Cirnon, inflingió al general persa Eurymédon en el año 468 a.C, por esto mismo, Phaselis, la ciudad natal de Cimon, se impuso sobre el resto de Lycia.
En el curso de la hegemonía de los persas, se produjeron dos acontecimientos de gran interés para el país lycio: el primero de ellos, fue la unión interior de todas las ciudades lycias, gracias a la iniciativa de Feríeles, rey de Limyra. Feríeles dotó a los lycios de un verdadero contingente militar, tanto terrestre como marítimo -no debemos olvidar que Lycia, fue siempre un país volcado al mar, aunque la mayoría de sus ciudades estuviese escondida en tierras quebradas y montañosas-, y resultado de su potente ejército, la ciudad de Telmessos (hoy, Fethiye) pasó a formar parte de Lycia; el segundo acontecimiento, fue el descubrimiento, en Letoon (hoy, Bozoluk o Bolsulu), en el curso de las excavaciones llevadas a cabo en los años 70, de una inscripción trilingüe, relacionada con este período histórico, en la cual se menciona a Arbinas y Pixodaros, monarcas influyentes de la zona occidental del país lycio. El aspecto más importante de esta inscripción (persa, lycio y griego) es, ciertamente, el hecho que nos proporciona la posibilidad de acercarnos a la lengua lycia.

Alejandro Magno
Después de los informes aportados por Arriano, Alejandro Magno decidió conquistar Lycia, penetrando por el oeste, desde Halicarnaso. La primera ciudad que tomó fue Telmessos (334 a.C.), en donde el macedonio fue recibido, más que como invasor, como libertador; el resto de ciudades lycias siguió el ejemplo de Telmessos y, en sólo un mes, se puso fin a la hegemonía persa en esta histórica región del suroeste de Anatolia. El Gran Alejandro no introdujo cambios apreciables en cuanto a la administración y al resto de poderes establecidos, nombrando a Nearkhos como su intermediario válido en Lycia. En cuanto al plano cultural, el hecho más notable que se produjo tras la llegada de Alejandro Magno fue la desaparición radical del alfabeto lycio, que fue sustituido por el griego.

Macedonios y romanos
Tras la muerte de Alejandro, toda Lycia queda sujeta al dominio macedonio, bajo la directa administración de Antigonos Monophtalmos. En el año 310 a.C, la dinastía ptolomea gobierna el país, y nueve años después, la tutela de la región cae en manos de Lysimaco. En el año 296 a.C, los Ptolomeos reconquistan Lycia y se mantienen durante todo un siglo, atraídos fundamentalmente por la extraordinaria ubicación estratégica, la frondosidad de su suelo y la bondad de su clima. En el año 197 a.C, el rey seleúcida Antíoco III emprende la conquista de toda Asia Menor, un esfuerzo militar que le costaría al mítico monarca de Nemrud grandes pérdidas humanas hasta culminar con la estrepitosa “debacle” de Magnesia (Manisa), del año 190 a.C.
Roma, que observaba con el mayor interés tales acontecimientos, comenzó a interesarse por la zona oriental de su imperio y decide poner a Lycia, bajo el control de la ciudad de Rodas con el Tratado del Apamea, del año 188 a.C. El manifiesto malestar lycio contra Rodas, contribuyó a la realización rápida y ordenada de la unidad del país. Lysanias y Eumedes fueron sus principales artífices, posteriormente, los lycios eligieron para su administración un sistema federativo. Las ciudades más influyentes durante los primeros años del siglo II a.C eran Xanthos, Tíos, Finara, Myra y Olympus, las cuales disponían de un estatuto diferente al del resto, teniendo, incluso, derecho a emitir tres voces en las asambleas generales.
Se sabe que la antipatía manifiesta al control de Rodas fue hecha saber al mismo Senado romano en el año 177 a.C. y que tanto Lycia como Caria, no tardaron en obtener la libertad. Durante un siglo de plena independencia y bajo el sistema federalista, Lycia alcanzó un alto nivel de prosperidad. Pero a comienzos del siglo I a.C., una nueva amenaza se cierne sobre Lycia: Mitrídates I, rey del Ponto -territorio del norte de Anatolia, que limita con el mar Negro, cuya capital era Trebizonda-, ocupa la mayoría de las ciudades del Asia Menor, en el año 88 a.C, entre ellas, también las lycias. Sin embargo, Sila (Lucius Cornelius Sulla; 138-78 a.C) logró derrotar a Mitrídates I y aseguró de nuevo la autonomía de la Lycia, reorganizando administrativamente el territorio; fue entonces cuando algunas ciudades de Kibyratis o de Muyas pasaron a incorporarse al país lycio. Mientras tanto, en la zona oriental, el corsario Zenekites (Zenicetes), que había tomado las ciudades de Phaselis y de Olympos, sembraba el terror en la región lycia, así como en todo el resto del litoral mediterráneo de Anatolia. La victoria obtenida por el cónsul romano Servilio sobre Zenekites, precisamente en las afueras de la ciudad de Olympus -la cual era utilizada como refugio y base estratégica de operaciones, dada su privilegiada posición-, puso fin al peligroso corsario.
Para asegurar la estabilidad en la región, Roma delimitó una nueva provincia -al este de Pamphylia: Cilicia, cuya capital se fijó en Tarsos, actualmente, Tarsus, al este de Mersin. Las rivalidades que perturbaron el seno del imperio romano se dejaron sentir también en las provincias orientales, entre ellas, la abierta oposición a Bruto (M. Junius Brutus), por parte de numerosas ciudades lycias. En el siglo II, los ricos ciudadanos lycios prestaron importantes ayudas a las ciudades extranjeras -Pamphylia y Caria, especialmente– demostración inequívoca de la prosperidad económica del país lycio, precisamente de ese período son los testimonios monumentales más impresionantes y mejor conservados de Lycia.

Movimientos Telúricos
En el año 141 un violento temblor de tierra, arruinó todo el país lycio. Muchas ciudades costeras fueron inundadas por el mar, al hundirse el litoral costero (Sümela, Dolichiste, ambas en la paisajística bahía de Kekova entre Demre y Kaş-, las tumbas están semisumergidas, y las viviendas y palacios escalonados en los acantilados costeros aparecen sobre las azuladas aguas del Mediterráneo. Lycia fue levantada con ayuda de sus ciudadanos, prósperos e influyentes comerciantes. El siglo III se inició con un periodo de relativo desarrollo para Lycia, pero el 5 de agosto de 240 se produjo un nuevo terremoto aunque de mucha menor intensidad que el anterior. Sin embargo, la confusión generada por el sismo, fue aprovechada por nuevas bandas de corsarios que asolaron los principales puertos lycios, lo que, unido al progresivo aflojamiento de la administración, provocó la lenta extinción de algunas ciudades lycias. Por otro lado, los constantes enfrentamientos religiosos callejeros, con la expansión continuada del cristianismo, provocó un cambio de concepción socio-cultural en gran número de centros urbanos. La ciudad de Myra (Demre Kale) -famosa por su espectacular teatro y necrópolis rupestres, dejó de ser metrópolis para convertirse en ciudad provinciana.
Los siglos V y VI significaron periodos históricos oscuros que poco o nada aportaron a la vida cultural lycia, salvo en las cuestiones religiosas. A raíz de la dominación del imperio bizantino la región se salpicó de templos y basílicas cristianos construidos en el seno de las grandes obras antiguas que eran dañadas para los nuevos propósitos y de las que se aprovechaban los valiosos materiales líticos. A partir del siglo VII los árabes volvieron a la región. Desde entonces, durante 1500 años, las luces del país Lycio titilan en la memoria de pequeñas comunidades, en secretos tesoros y 53 ciudades escondidas entre la cadena del Tauro y el Mediterráneo.


Día 1: Ovacik-Faralya

Experiencia mayo-junio 2011.-

Imágenes en:  https://www.facebook.com/maria.che/media_set?set=a.2119137818402.127565.1244465731&type=3

La Ruta Lycia inicia en Ovacik. Ovacik es un pequeño pueblo, simpático, ubicado entre Fethiye y Ölü Deniz. Como yo me encontraba en Kusadasi, ayer en la mañana debí viajar primero rumbo a Aydin, a una hora de Kusadasi, desde allí tomar un bus a Fethiye, cuatro horas de viaje, y de Fethiye un minubus a Ovacik.
Fui directo a un hotel que recomiendan en el libro The Lycian Way de Kate Clow, que es el único que existe acerca de este camino y que trae un mapa detallado. El hotel lo recomiendan porque está muy accesible para iniciar la escalada, sin embargo no me gustó y me pareció caro. Pedían 35 liras turcas y yo ya había visto en el pueblo que las ofertas de hoteles más lindos eran de 30 liras. La única ventaja es que está apenas inicia la ruta, pero vi que había uno a pocos pasos y me acerqué a preguntar. Se llama de New Golden, o algo por el estilo, y me cobraron 30 liras, con piscina, habitación con balcón, desayuno, internet wifi. Di una vuelta por Ovacik y husmeé el sendero porque la ansiedad me dominaba y quería ver cómo pintaba. Pintaba bien.
En la mañana el desayuno valió la pena, suculento y variado entre proteínas -traía queso, manteca y salame- y vitaminas, miel, mermelada de damascos, aceitunas. Por suerte no traía huevo y no era el típico simple desayuno de tomate, pepino y té. Me vino bien. Encaré con fuerza y convicción.
El inicio del camino es ancho, bordeado de laderas de montañas pobladas de pinos. El aire era fresco, un tanto húmedo, pero con esa agradable humedad que huele a resina de coníferas. Se sube, y a medida que se sube, la laguna de Ölü Deniz va ampliando su panorama desde las alturas. El sendero deja de ser ancho para convertirse en un caminito de piedras bordeando el Baba Dag, la montaña que domina esta parte del camino, cuya altura es de 1969 metros. Poco antes de llegar a la cima empieza el descenso.
Durante el camino se encuentran varias cisternas de agua señaladas en el mapa. Como ha estado lloviendo, incluso hoy llovió varias veces durante la andada, tienen agua. Las cisternas están tapadas con una tapa de metal que se puede quitar para sacar agua, en todas hay baldes, latas, o cubetas con una soga, que sirven para tal menester. Me serví agua y me supo dulce y fresca. Muy buena.
En casi todo el recorrido hay marcas blancas y rojas que señalan la dirección del trekking siguiendo esta ruta de los antiguos Lycios. Sobre el final, pasando el poblado de Kirme se hacen más esporádicas. En esta parte, luego de haber andado ya más de 5 horas, dudé porque no había marcas y como hay casitas perdidas en la montaña, hay senderos que van rumbo a las casitas. Pegué la vuelta, fui hasta la última marca y no había duda que iba bien, inspeccioné otro caminos y eran caminos que terminaban en un punto cerrado o en la vera de la montaña, o en una vivienda, así que recaminé un trecho hasta la ruta que sale directamente al llamado Valle de las mariposas y el poblado de Faralya.
Llegando a Faralya por ruta de auto, un pibe turco en un taxi me saludó y me preguntó si quería que me lleve y como sólo me faltaba llegar al camping le dije que sí, revolée la mochila adentro del taxi y terminé los últimos metros hasta el poblado compartiendo un taxi con una cabra.
Llegué al George House, lugar de camping sobre el Valle de las mariposas. Acampo y tomo mates. Lo primero que hice fue sacarme las botas. Creo que va para ampollas en debajo de los dedos gordos, o cayos.
Junto a una de las cisternas, llovía. Me detuve debajo de un árbol y de una rama del árbol apareció un paraguas negro colgado. Siempre hay un paraguas negro. Me hice una casita hasta que escampó. Llovió varias veces, pero no es raro, digamos que yo iba hacia la lluvia, ya que en varias partes del camino, subiendo y subiendo, yo estaba en las nubes, e incluso más arriba de las nubes. Veía las nubes de arriba para abajo.
No anda mucha gente. Hoy me pasaron un neozelandés y un austríaco que íban a paso largo. Sólo salen a caminar un tramo. Más tarde crucé a una pareja y cuando paré a comerme una banana, un señor turco que vive en Kirme, se paró a charlar un ratito.
Mi mochila resulta más pesada de lo que había planeado, pero si hoy caminé 7 horas, mañana según el libro de Kate Clow se pronostican 3 y media, así que descansaré y lo haré. Me tengo fe.
Anécdota: cuando estaba en mi casita de paraguas negro escuché un crack sonoro, se me rajó el pantalón en el culo. Cachete izquierdo al aire. Recurrí al viejo truco del sweter atado en la cintura.
Otra cosa, vi una víborita pero cuando le fui a sacar foto hizo pfiii y se escapó.

Actualización enero-febrero 2018.-

Esta vez arrancamos desde Estambul y en avión al aeropuerto de Dalaman. El vuelo por Pegasus airlines está en alrededor de 20 euros. El vuelo salió del aeropuerto Sabiha Gokcen. En mis visitas anteriores a Turquía solía ir a Sabiha tomando el ferry para cruzar al lado asiático de Estambul y luego, en bus o dolmus (combi) hasta el aeropuerto. Esta vez nos aconsejaron tomar un metro nuevo: Marmaray. Según mi parecer fue más complicado y demoramos más, pero quizás fue por el desconocimiento de las combinaciones. De todas maneras, en breve, estará completa toda la conexión vía metro desde Sultanahmet o Sirkeci hasta Sabiha Gokcen. De momento, al final de la línea rosa del Marmaray, hay que salir del metro y girar sobre nuestra derecha, la misma vereda, sin cruzar, y tomar un bus E-9, E-10 o E-11. Ir con tiempo ya que, debido a la construcción del metro, el tráfico es tumultuoso y muy lento. Además, en Turquía, en estos tiempos, hay controles de seguridad antes de entrar en cada recinto y eso también ralentiza mucho el andar. Pasar por el escaner, quitarse el calzado…

Partimos con Stella Gonzalez. El aeropuerto era un caos. Demasiados vuelos locales programados en Sabiha. Parecía un regio quilombo pero todo salió bien. El vuelo en horario y las mochilas a destino. De Estambul a Dalaman, una hora y pocos minutos más de vuelo. Como nos trasladamos en avión no podíamos transportar el gas para el calentador con nosotras. Así que aún, antes de ir a Ovacik, nos faltaba comprar las garrafitas en Fethiye.

Desde el aeropuerto de Dalaman hay unos buses, Havas, que van hasta Fethiye. Cuestan 15 liras y demoran 1 hora. El cambio en estas fechas era 1 euro-4.6 liras.

Este bus Havas nos dejó en la otogar. Desde allía caminamos hacia el lado contrario del Carrefour, saliendo de la otogar a nuestra izquierda hasta Texan. Un comercio que vende de todo, materiales de construcción, jardinería, y allí se encuentran las garrafitas de gas para camping, gas tûpû. Cuestan 17.80 liras.

Luego, desde la misma esquina de la otogar, delante del Carrefour, hay una garita y allí se esperan las combis, dolmus, hacia Ovacik. El precio es 4.25 liras y nos deja en la esquina del Sultán Motel, a pasos del inicio de la Ruta Lycia.

Era 17 de enero. Invierno. Temporada baja en la región. Muchos hoteles están cerrados. Caminamos hasta el New Golden, pasando por delante del Sultán y el Golden lo encontramos en estado deplorable de abandono. Tapado de polvo y ojarasca. Volvimos sobre nuestros pasos hacia Sultán y nos quedamos allí. El precio fue de 40 liras por persona con el desayuno. Aparentemente también estaba cerrado, pero nos habilitaron una cabaña. Está lindo. Ha mejorado. Ya no son sólo las casitas pequeñas de piedra que había visto medio en ruinas en el año 2011. Ahora hay cabañas más lindas, jardín, más pintoresco a pesar de la baja temporada. Nos quedaba bien pernoctar allí para arrancar desde cerca. En mitad de la noche, cuando ya estábamos durmiendo bajo una lluvia torrencial al abrigo de la cabaña, escuchamos entre los redobles del chaparrón en el techo, la voz de Zeki, otro de los caminantes, turco, que llegaba desde Kusadasi para unirse a la travesía.

Nos levantamos un rato, en plena madrugada para compartir un mate con el recién llegado. Llovía abundantemente y, desde las ventanas, tratábamos de dilucidar el oscuro panorama meteorológico para el amanecer siguiente.

Amaneció ultra nublado, frío, húmedo, pero apostamos todo a la ilusión de largar la caminata. Nos cubrimos con los impermeables, cubrimos las mochilas, y zarpamos tras el típico desayuno con pepino, tomate, huevo y aceitunas.

Desde el arranque el camino no es de tierra sino que está baldosado. Empieza dirigiéndose hacia Montana, están los carteles a Montana, va por pavimento, baldosas grises y en el medio de la calle, rombos rojos. Hay marcas rojas y blancas y a veces, pircas. En general, en casi todos los casos de esta segunda edición en mi vida de la Ruta Lycia 2018, las marcas están mucho mejor que antaño. Sólo en contados casos se hace prácticamente imposible seguirlas. Y en muchos casos esto se debe al progreso, a la construcción de nuevas carreteras que destruyen el trazado del sendero Lycio, o a nuevas propiedades que urbanizan lo salvaje.

En este tramo, desde Ovacik a Faralya, ya no se interna en el hermoso bosque de pinos donde están las enormes piedras caídas durante el terremoto del 53. Ahora se marcha por un camino ancho de tierra, paralelo a ese bosque. Igual en este caso, el camino ancho de tierra no desmerece el paisaje porque se sigue respirando la resina fresca y el paisaje sigue imponiéndose al progreso. Kirme ha crecido. Hay muchas casas ahora donde antes había unas cuatro y nada más. Allí nos detuvimos un buen rato, empapados y con frío. Paramos en una casita, abajo de un techito que resistía a duras penas en un rincó al vendaval. Nos amuchamos en ese rincón pero al final tuvimos que cobijarnos en la parte cerrada de la casa, junto al fogón familiar, porque llovía de arriba para abajo y por los cuatros costados. Tomamos bastante café con leche caliente, 10 liras dos tazones grandes y cuando amainó un poco retomamos la marcha.

Toda la primera parte de este día es de ascenso, el Baba Dag, cubierto de nieve! Durante el mismo camino que nos llovió y granizó, caían pequeñas bolitas de nieve que se nos metían hasta por las orejas. Agua, además de la de la lluvia, está la de las cisternas y los pozos, en esta zona abunda y está en muy buen estado. Rica.

En Faralya, George house, como es baja temporada, no nos quiso recibir. Fue bastante mala onda. Hay pensiones nuevas. Nosotros encontramos el mejor lugar para acampar. Mejor que George House. Un balcón gratuito hacia el Valle de las Mariposas. Esta donde hay un mirador. Hay un cartel que indica el lugar, seyir tepesi. Allí hay un pastito muy acorde para acampar, confortable. Estaba húmedo, claro, con tanta lluvia! pero bueno… Enfrente hay unas casitas y de allí se puede sacar agua. Las canillas están afuera de las casas y las personas son amables y no tienen nada de problema. Al contrario.

 

Día 2: Faralya-Kabak

Experiencia mayo-junio 2011.-

Se me hizo rapidísima la ruta del día de hoy. Lo más denso fue la llegada, la bajada hasta la playa de Kabak.
Para empezar apoyé los pies en la tierras afuera de la carpa esperando que me doliera algo y no me duele nada, es más, en la vida normal, cuando me levanto y apoyo los pies, algo me duele y hoy, después de haber caminado ayer más de 7 horas con casi 15 kilos en la espalda, no me duele nada. Mejor. Joya. El desayuno en el camping George house de quien se llama Hasan, fue suculento, variado y muy rico; me serví dos veces yugurrr con miel, además un pan casero delicioso, mermelada también casera de fresas igual, riquísima, todo casero, la manteca, el queso, aceitunas, un espectáculo. Arranqué bien alimentada, contenta y optimista.
El camino que lleva de Faralya hacia Kabak, en un inicio no es claro. Justo pasó un hombre y le pregunté y él me señaló la entrada de un sendero sospechoso pero sin marca alguna. Lo tomé, y al cabo de unos metros empezaron a aparecer las señales. El sendero era nada más que eso, un sendero diminuto entre la arboleda preciosa, sendero que subía y subía y se iba tornando hacia la izquierda, de a ratos se veía el mar, la villa de Faralya con sus contadas casitas, y de a ratos el mar quedaba oculto entre el bosque y la ladera. Al cabo de un rato, no sé cuánto porque no llevo reloj, pero un rato, sería un poco más de una hora, encontré una cisterna con agua fresca y muy sabrosa y el camino se abrió en un descampado donde pastoreaban ovejas. Luego el camino se hizo ancho, como camino de tractor y después de andar por este camino ancho como otra hora más, subiendo un poco de vez en cuando, un nuevo senderito de mula, angosto y lleno de piedras empezó a bajar y a bajar.
Antes de esta bajada hubo un pequeño recorrido de escalada entre piedras grandes. Las señales marcaban las piedras más adecuadas y la dirección correcta para trepar. La mochila pesa, pero no me tiró pa’tras, porque yo estoy juertecita.
Bajando y bajando en dirección al mar, hay partes un poco enrevesadas entre pinchochas, de pinos, claro, y pinos. Y después se llega a Kabak. Ahí me senté porque como todos saben cuando yo me tengo que sentar, me siento, y estaba yo sentada cuando apareció una señora turca, muy simpática y nos saludamos y nos presentamos en turco y me invitó a su casa a tomarme un meyve suyu, que es un jugo de frutas. Allí conocí a su marido Mehmet. Querían que me quede a dormir en su casa. Pero les expliqué que venía al camping que está sobre la playa, a unos cinco minutos de la mera merita costa.
Acampé en el Sultan Camp. Averigüé en otros. Todos cuestan 30 liras y este es el que más me gustó. Incluye cena y desayuno, wifi y pileta pequeña, pero para qué, si ahí abajo está el MAR. Espero que el alimento sea nutritivo, como el de George House que todo estuvo de lujo.
Kabak sobre la playa es un lugar de cabañitas, casi no hay pueblo, el pueblo está arriba de la montaña, donde conocí a esta señora, Hauana, y a su esposo Mehmet, después, bajando a la playa, es un lugar de recogimiento. Todos los campings y cabañas tienen la onda natural, espiritual, yoga y meditación.
Lo más pesado del camino de hoy fue bajar desde el pueblo de arriba en Kabak, hasta la playa, quizás porque hacía calor, pero también porque los estableciemientos de abajo han pintado todas las piedras con las marcas rojas y blancas que identifican a la Ruta Lycia para que los clientes lleguen a sus alojamientos, y la verdad me jode, porque no sabía para dónde agarrar. Buscaba el Turan Camp porque lo había visto en internet, pero me quedé en el Sultan que no mencionan en el libro de Kate Clow, porque me resultó mejor y a igual precio. El dueño se llama Murat.
Nota descolorida, pasen y vean en el link de facebook el culo emparchado, aguante el bolsillo!

Actualización enero-febrero 2018.-

Y ahora sí, la ruta en este tramo y en general en todos ahora, esta super bien señalizada. Es un sendero claro, con marcas, y precioso. Tanto en el recorrido de ayer, de Ovacik a Faralya, como en este, y luego será en todos los demás, demoramos menos de lo previsto y menos de lo que pronostica el libro de Kate Clow, la iniciadora y eximia caminante de los senderos históricos de Turquía. Ayer, demoramos menos de 6 horas, bajo lluvia, granizo, nevizca y a pesar de haber parado una hora en Kirme esperando que el vendabal amaine, y hoy, en dos horas! estábamos en Kabak.

Primero pasamos por el pueblito, a visitar a Hauana y Mehmet, después de 7 años de haber estado allí compartiendo un meyve suyu en su terraza. Llevo las fotos impresas, para ellos y para todos aquellos que me acogieron en sus sencillos y cálidos espacios familiares años atrás. Cada vez es una emoción que renace una y otra vez al encontrarlos, reconocernos y abrazarnos. Hermosos momentos, más allá de los paisajes, el recorrido, caminar, la historia. Esta es otra historia. La historia de relacionarse, de encontrarse y reencontrarse. Y siempre pienso, de volver, me tira quizás más, volver a ellos o volver porque ellos están ahí.

Seguimos camino. El Baba Dag blanco en todo su esplendor nevado. Un colchón tupido de espuma en sus laderas. El aire fresco pero febo se impone cuando logra asomar con fuerza superando las alturas. Desayunamos en Misafir Evi. Muy recomendable. Qué buena gente! Qué buena mano para hacer y servir en una fuente bien presentada tantos manjares caseros. Mermeladas de todos los frutos imaginables o inimaginables, hasta de berenjenas! panes caseros, pasas y frutos secos, además de lo típico, pepino, tomate, huevos, en este caso revueltos, y aceitunas de variopintos colores y tamaños. Delicias! Salimos pipones y contentos. La noche había sido húmeda y fresca pero incomparable en ese balcón hacia el Valle de las Mariposas. Un lugar exclusivo, muy exclusivo, reservado a los caminantes, escaladores o parapentistas.

Para ir a Kabak primero subimos y subimos, luego trepamos por algunas rocas más empinadas y luego, tras pasar el pueblito de Kabak que está en la parte alta, bajamos a la zona de campings, junto a la playa. Todo estaba cerrado porque es fuera de temporada, pero dos cuidadores, Mehmet y Okan, maravillosos también, nos permitieron acampar en una parcela. Super! con mesas, nos habilitaron los baños, nos ofrecieron agua caliente, y armaron un fogón. A la noche nosotros hicimos nuestras humildes sopas y ellos compartieron toda su comida excelente. Arroz, huevos, ensaladas, pickles. Fogón y camobar.

El mar, espectacular. Turquesa. Cristalino. Estuvimos en la playa, desenmoheciendo la tempestad calada en los cuerpos el día anterior. Al sol. Kabak es una bahía estrecha pero profunda, protegida por dos penínsulas llenas de vegetación. La playa es de piedra. Tirarse allí por un buen rato, da gusto, no agobia, y no se vuelve monótono permanecer horas contemplando el mismo horizonte irreal y celeste. Hasta el atardecer. Muhtecim!

Día 3: Kabak-Alinca

 

Experiencia mayo-junio 2011.-

Más fotos en el enlace de facebook  https://www.facebook.com/media/set/?set=a.2130562024000.128191.1244465731&type=1&l=425264891f

Terrible caminata. Los paisajes espeluznantes, rodeada de montañas imponente, de bloques de rocas enormes que crecían como monstruos de la tierra, y entre ellas, sobre ellas, desde ellas, árboles, pinos.
No salí muy temprano de Kabak porque me quedé charlando con Murat que tiene una moto y quiere hacer un viaje en moto por América Latina, así que yo en mi salsa, me entusiasmé y él tomaba notas. También necesita a alguien que trabaje en el camping así que si alguien está interesado… el lugar es precioso y tiene buena onda. Salí calculo que a eso de las 10 de la mañana. La salida estuvo bien, Murat me indicó y bien. Primero se sigue el curso de un arroyito, después hay que cruzarlo, no me hizo falta sacarme las botas porque está angosto y playo y se puede atravesar por las piedras grandes. Después de cruzar el arroyo, el sendero siempre pequeñísimo, el día de hoy sube y no deja de subir casi nunca. Hay algunos metros llanos, sobre la montaña, pero desde el nivel del mar en que está la costa de Kabak se sube continuamente durante 3 kilómetros sin respiro y por camino escabroso. Este tercer día, para mí, fue el más cansador, pero acá estoy, en Alinca, adentro de la carpa que armé cerca de la casita de unos pobladores que me invitaron a comer.
Alinca es más chiquito de lo que imaginaba. Las casitas tienen su encanto, blancas y de techos de tejas con jardines de malvones y prados de manzanillas donde pastan rebaños de cientos de cabras.
Caminé un trecho con Leah, una chica francesa, ingeniera eólica, que trabaja en Estambul desde hace diez meses. Muy piola. Iba a paso más largo que yo pero cada tanto nos encontrábamos y estuvimos juntas al llegar a Alinca. Nos sentamos en la casa de Bayram Bay, que según el libro, internet y otras referencias, es el lugar indicado para alojarse. Leah siguió camino hacia Gey, y yo, hoy, hasta aquí. Bayram Bay no llegaba, pero vino un señor viejito, Ramazan, que me empezó a decir que todos YOK, que significa no hay, no están, no. El señor viejito agarró mis bártulos y empezó a caminar indicándome que en su ev (casa), yatak (cama), uyuyor (dormir). Menos mal que cazo más de una porque sino lo hubiera atacado con gas pimienta. No. Chiste. El hombre muy amable me guió a la casa que comparte con su hijo, su nuera Sadiqa, y sus dos nietos. Ellos me indicaron la zona donde podía armar la carpa. Primero me ofrecieron una esterilla para dormir pero les explique que yo tengo ev y yatak, VAR, que es hay o está, o tengo; y no YOK. Enseguida prepararon comida y agua caliente para el mate. Comida: yugurrr, aceitunas negras, tomate, huevos revueltos, buñuelos, pan casero. Me morfé casi todo! Menos todo el pan porque era mucho. Venía atrasado el tren de los montes Tauro.
Llegué molida. No me puedo bañar. No hay ducha. El baño es sencillo. Pero estoy bien, contenta, y disfrutando, a pesar de las eternas subidas de este tercer día, del paisaje que me rodea. De los olores a resina, del dseter baladía que prefiere Rashed en Jiftlik, aunque a mí no me gusta, me recuerda a Palestina, a ciertas familias que echan dseter en el té. Disfrutando de las mariposas, de las arañas que tejen tan diestramente esas telas enormes, del canto de los pájaros. Hoy las montañas fueron más impresionantes que otros días. Desde Alinca se ve el mar y el primero de la Yedi burun que son las Siete narices y son cabos de tierra en el mar.

Actualización enero-febrero 2018.-

El sendero tal como lo recordaba de 2011, eterna subida que ofrece vistas inmejorables.

Salimos de la parcela que generosamente noscedieron Mehmet y Okan. Se trata del camping Dionissus, cuya dueña, Kudret, por ser baja temporada, no estaba y mantiene cerrado. Allí estuvimos de maravillas. El pago fue a voluntad y dejamos 30 liras cada uno. Okan partió con nosotros en la mañana para guiarnos hasta el inicio del sendero. Tal cual, llegar al arroyo, cruzarlo -se cruza varias veces- y empezar a subir y subir. Del arroyito vamos reponiendo el agua en nuestras ánforas. Luego, por un buen trecho ya no hay agua. Pasamos Delikkaya, la enorme monumental roca con varios agujeros y uno especialmente al que debe su nombre, piedra con agujero. Antes de llegar a Alinca hay una fuente de agua.

Tardamos 3 horas en total en llegar a Alinca. El suelo es en parte de la tradicional piedra pero alterna con pinochas caídas, amables a nuestros pies. Alinca ahora cuenta con algunas construcciones más que antaño. Ya no existe la pensión de Bayran Bay pero hay familias que ofrecen alojamiento y buena comida. En principio nos parecía caro el precio. Pedían 80 liras por persona. Tiene habitaciones y baños con ducha caliente. Calefón eléctrico. Finalmente arreglamos para dormir en carpa y con desayuno y cena por 55 liras. La comida que nos dieron fue de calidad. Excelente. Rica. Elaborada y abundante.

Día 4: Alinca-Sidyma

Experiencia mayo-junio 2011.-

Un día espectacular. Aunque soy medio tortuga caminando, o medio mula por la carga un tanto pesada que llevo, vale la pena.
Estoy en Sidyma con una familia preciosa que salió a recibirme en cuando vieron a este burrito de carga trastabillando entre las piedras. Todo lo que me decían es VAR, VAR, VAR. Lugar para dormir, agua caliente, comida. No hay internet, pero este es un pueblito perdido en medio de la montaña, donde hay unas siete casas.
En este momento escribo este reporte sentada en la alfombra de la sala donde se supone que voy a dormir, una señora, Madina, charla con otra mayor que hila lana de oveja con un huso y se llama Eminah, tiene las manos y la cara tatuadas, como los beduinos, camina con un bastón y es hermosa pero no quiso que le saque fotos. El resto de la familia sí, sin problemas.
Comimos carne de oveja, vardan, pan casero, queso casero y me dieron agua para el mate y para la ducha caliente, no sé cómo, pero la ducha fue caliente y me vino riquísima después de la caminata.
El camino no fue tan complicado. Un poco temerario al principio porque era bajando por el barranco que cae al mar, entre piedras un poco sueltas y arbustos espinosos. La señalización se me perdía porque está deslucida. Casi todo el camino fue remarcado en 2009 pero esta parte, no. Lo que hacía era largar la mochila para no andar tanteando entre las piedras, buscar la marca, volver a buscar la mochila y así cada vez que me perdía, unas cuantas.
Después de dejar esa parte de descenso estrepitoso hacia la mar, sin llegar hasta la costa, encontré que el camino bordeaba toda la ladera de la montaña, viéndose ya la segunda de las narices de las Yedi burun, siete narices. El camino fue precioso, cuando no me encontraba rodeada de pinos con esa frescura y ese aroma que me place tanto, me encontraba entre olivos añejos y retorcidos, o debajo de un roble enorme al que llaman el roble sagrado. En una de esas encontré un fogón apagado y lo encendí para calentarme agua para unos mates ya que esta mañana salí muy temprano y sin desayunar. Me hice unos ricos mates y continué la caminata hasta el pueblo Bogaziçi. Se pasa por una vieja cisterna otomana y enseguida empiezan a verse campesinos trabajando dentro de sus campos.
Bogaziçi es un pueblo con dos negocios, unas diez casas y una mezquita. Una señora, Mezer, salió a recibirme con agua fresca y unas frutas amarillas de un árbol. Parecen frambuesas y se llaman tuts. También me ofreció buñuelitos recién hechos y quería que me quedara a dormir ahí pero mi intención era llegar hasta Sidyma así que le agradecí toda su amabilidad, me dio la dirección para que le envíe las fotos que nos sacamos, cargué la mochilota y seguí mi ruta.
Antes del sendero del Likya Yolu, para retomar, había una ruta de asfalto de 3 km. Encaré paso firme y sin titubear, algunos olivos bordeaban las banquinas, la sombra era escasa y sudaba la gota gorda. En eso, un hombre venía en un tractor, frenó y me hizo señas de que subiera. No lo pensé ni una vez. Revolée la mochila a un cajoncito de verduras que había atrás del tractor y me subí. Me llevó hasta donde se retoma el sendero para continuar la ruta.
Un sendero pequeño que va vadeando un arroyo que está seco hasta una cisterna, luego sube y sube más hasta una columna romana que es lo único que queda de una antigua fortificación romana. Se sigue subiendo. Y subiendo, por entre terrazas donde pastan cabras. Muchas veces que escuchaba ruido entre las plantas pensaba qué bueno, alguien para preguntarle si voy bien, pero enseguida me daba cuenta de que eran cabras. Una de ellas, bebita, empezó a caminar conmigo y la seguí porque pensé que me estaba señalando el camino, y sí, iba bien la pequeña cabrita pero me di cuenta que si la dejaba venir conmigo se iba a extraviar del resto del rebaño, así que la espanté para que volviera por donde venía.
Otra cosa loca que me pasó fue que después de subir un manantial, luego de rodear la ladera de la montaña y antes de Bogaziçi, llegué a un punto arriba del manantial donde hay un tanque y un camino de bulldozer medio derrumbado. No sabía por dónde agarrar y vi en el suelo unas piedras que formaban una flecha, seguí la flecha y alleluyah! Era el camino correcto. Genial.
Cada vez que encuentro la marca roja y blanca cuando ando medio perdida, suspiro diciendo “gracias”.
Luego de llegar a esta casa y con esta familia maravillosa, el hijo de la familia, Sefer, con dos primos, me llevaron hasta el ágora. El ágora data de tiempos lycios, allí se encontró una moneda lycia del siglo 2 antes de Cristo. Luego hay inscripciones griegas y tumbas romanas desde el reinado de Claudio en el 4 después de Cristo y bizantinas de entre el 138 y 161 después de Cristo.
Un capitel completo esta desparramado como una saliente entre las piedras, hay molduras deshechas por el piso y las tumbas, agujereadas y rotas, son usadas como escondite por los chicos del poblado para jugar. Hay restos también de los antiguos baños en una estructura interesante con arcadas que todavía se mantienen en pie. Muy interesante.
Para llegar al ágora caminamos entre campos de trigo dorado.
La gente es muy, muy amable. Estoy a gusto, contenta. No hay internet pero me siento como en casa. Esta noche no armo la carpa. Duermo en el living. Son gente muy linda. Ruji, el hombre de la casa tiene rebaño de cabras y ovejas.

Actualización mayo-junio 2018.-

Un día marcado por el reencuentro con aquellas personas con las que compartí mi jornada en el año 2011. En Bogazici, estuvimos con Mezer y su vecina. Mezer estaba tan emocionada del encuentro y de que yo llevara conmigo las fotos impresas. No querían que nos fuéramos sin beber té o comer algo. Querían darnos más y más. Tomamos unos mates en el patio de la casa de enfrente. Luego seguimos, y en Sidyma, cuando llegamos a la casa en la que había dormido en 2011, Songul bajó corriendo las escaleras gritando: -Maria! María!  Dice que cada vez que veía venir una mujer con mochila por el sendero, ella pensaba que era yo. Siete años después se cumplió el pronóstico y la promesa. Toda la familia apareció y la ronda de té no cabía en el patio. La hija, Merve, tiene ahora 21 años y está casada, y los niños, Sefer y Fatih, son hombres enormes! Ahora, si bien el internet es débil, llega, y tienen facebook!

Fue un día de intensa vivencia humana, emocionante, y un camino largo, ya que, esta vez, no nos quedamos en Sidyma sino que proseguimos a Bel.

La noche en Alinca había sido agitada. El viento sacudía mi carpa por los cuatros flanco. Yo había armado en un peñasco bastante expuesto, el resto de la troup armó en una plataforma de madera más protegida por las habitaciones de alquiler. Desayunamos muy bien. El hospedaje se llama Mazara Pansiyon. Mazara significa «vista, panorama» y el nombre le va, ya que desde esas alturas y desde el vértice voraz de ese risco, hay una vista espectacular de las montañas alrededor y, empinado abajo del acantilado, la costa y sus penínsulas.

El sendero está mucho mejor señalizado. Muy bien, porque era peligrosa la bajada con aquellas líneas diluidas. Ahora está bien marcado, bien visible por dónde y de dónde a dónde ir sorteando las piedras en bajada hacia la costa. Luego ha habido algún derrumbe, quizás debido a la construcción de una carretera, hay piedras volcadas y árboles quebrados dolorosamente. Más adelante pasamos por una casita solitaria, vistosa, pintada de verde, y varias cabañitas salteadas esporádicamente. Cerca de allí, la cisterna.

Hasta Sidyma el camino sube y sube. Primero pasamos por Bogazici donde también hay más casas que antes. Compartimos el rato con Mezer y la vecina, tomamos mates, y seguimos subiendo hacia Sidyma, pasando ese odioso tramo de asfalto donde esta vez no nos cargó ningún tractor.  Antes de llegar a la casita de Songul visitamos el ágora y las ruinas.

Llegamos a Bel cuando empezaba a llover ya neviscar. Mucho frío. En Bel nos alojamos en la casa «turuncu», naranja. La pansiyon de Fatma. Enseguida encendió la salamandra y nos ofreció una habitación grande, toda llena de mullidas alfombras, con vajilla, mesas, sillas, y camastros con colchón donde pudimos dormir con nuestras bolsas de dormir. El precio, con cena y desayuno, 40 liras.

También tiene habitaciones de alquiler y baño con agua caliente de calefón eléctrico.

Día 5: Sidyma-Gavuragili (2011)/Bel-Letoon (2018)

Experiencia mayo-junio 2011.-

Desayuné con Madinah, Ruji ya había salido con las cabras desde las 5 y media de la mañana y Songül con los dos hijos se había ido a tomar un transporte hacia Fethiye. Madinah me acompañó con el ternero, al que llevó a beber agua, hasta donde estaban las marcas de la ruta. Apenas comencé a caminar hay más restos de lo que fuera el ágora de Sidyma hace dos mil años. Estaba sacando fotos y una señora, vecina del lugar, me invitó a su casa a tomar té pero le expliqué que acababa de desayunar y quería comenzar el camino.
El camino va, en esta primera parte, vadeando un arroyo seco, o sea caminando por las piedras que antes conformaban el lecho, o bien por los costados. Sube. Sube un buen rato y luego deriva en pequeños senderos de montaña entre sombras de olivos o pinos que llevan hasta un punto en que hay que trepar por piedras desbarrancadas de la ladera hasta un camino ancho de tierra. Fue duro. La pendiente era muy empinada y resbaladiza y yo con mi mochila pesada. Mi ventaja es haber nacido laxa y de piernas fuertes, porque me permite llevar una pierna hacia adelante, cargar en ella todo el peso y levantarlo, y la otra pierna, muy estirada atrás hace contrapeso en alguna raíz o algún árbol. Así todo, laxa y piernas fuertes, trastabillé o el suelo me engañó y me fui para abajo unos metros. Respiré, tomé fuerzas y medio ladeando la pendiente, de côté, diríamos, llegué al camino. Este es un camino nuevo, ancho. Por él venía un don viejito muy simpático con su callado de pastor. Nos saludamos. La ruta continúa poco después por la ladera de enfrente donde se toma otro sendero de montaña entre el bosque que lleva a un nuevo camino ancho que termina en el pueblo de Bel.
Bel es un pueblo de unas diez casas, Sidyma eran cinco o seis. Ahora estoy Gavuraigli donde si bien hay unas cuatro o cinco casas, queda una sola familia viviendo, y acá estoy yo. Cuando me vieron llegar me gritaron Hos gelidininz! Bienvenida. Me ofrecieron pensión y comida. Acepté armar la carpa y me ofrecieron una plataforma de madera con suelo de plástico. Espero que no se vuele porque por supuesto no he clavado las estacas, pero Fatma, la señora, me dio hilo y con el peso de la mochila si esto volara sería un milagro. Estoy sobre la plataforma con la carpa montada y atada a un olivo.
Mucha gente sale al cruce del camino a ofrecer hospitalidad.
El camino que sigue de Bel a Belcegiz es también una especie de ruta de tierra. Iba caminando, la gota gorda, algunos olivos salteados en las banquinas daban respiro al solazo. En Belcegiz hay dos casas.
Esta parte transcurre en un pinar, es fácil perderse en ese bosque fresco. Es frondoso, oscuro, y es difícil seguir las marcas, pero como d’habitude, dejé la mochila y salí a buscar la marca. Luego del pinar el sendero baja hacia el mar y hacia otras dos de las siete narices, ya las últimas, porque al subir a Sidyma dejé de ver el mar ya que es montaña adentro.
Después del pinar, la ruta que baja hacia el mar, va por un camino angosto de piedras puntudas que se llama el camino militar. Llegando a una cisterna con agua muy sucia me encontré con una pareja de franceses que viene haciendo toda la ruta pero alrevés, comenzando desde Antalya. Charlamos un rato, a pico seco porque el agua estaba llena de larvas, y la lata oxidada, pero igual la enjuagamos y nos mojamos la cabeza, y luego cada cual su ruta.
Se sigue bajando al mar, hay varios desvíos, pero el paisaje lo vale, vale todo. Hay olivos añejos, pinares frondosos, alguna que otra parte con arbustos bajos y enebros y luego los campos sembrados llegando a Gavuragili.
Fueron 20 kilómetros! Ni yo me lo creo.
La comida cena con Fatma fue completísima y riquísima, verduras guisadas, ensaladas, verduras con yugur y postre. Agua para el mate y buena compañía. Naim y Fatma y ahora acaban de llegar un turco y dos alemanas que andan haciendo alguna parte de la ruta Lycia. El turco, Turgen se cayó pero le fue peor que a mí. Tiene el pie a la miseria y no sabemos si podrá continuar el camino.

Actualización enero-febrero 2018.-

Amaneció húmedo pero sin lluvia en Bel. Igual el cielo plomizo no era un buen pronóstico para caminar. Primero hasta el final del camino ancho, luego por un bosque de pinos, y luego bajar por las piedras de la costa. Antes del bosque de pinos, donde termina el camino ancho, hay que meterse un poco a la izquierda. Hay algunas construcciones semi abandonadas, precarias, corrales de animales, algunos plásticos. Las marcas están bien, y cuando el sendero se bifurca o es confuso, el sendero que no es, pone siempre una cruz roja. La bajada se hace más sencilla que antaño gracias a las marcas y a un zigzag bien delimitado y pisado por unas cuantas huellas. Es de piedra. Se pasa por la cisterna que sigue estando un poco sucia aunque creo que un poco mejor que antes, y luego de ir ya franqueando esa costa rocosa y escarpada, nos adentramos en un monte de olivos. Allí diluvió. Las copas de los árboles nos guarecían apenas, la lluvia era tupida y también cayó granizo. Corrimos un poco entre los chaparrones. Quedarse quieto bajo los árboles era inútil. Nos mojábamos más.

Con la carrera a la lluvia llegamos rapidísimo a Gavuragili. Hay un camino ancho llegando al caserío. Hay construcciones nuevas. Se ve un hotel o algo así, un edificio blanco, de varios pisos, pero todo cerrado y abandonado. En Gavuragili no había absolutamente nadie. Seguimos. Escampó y salió el sol. Pudimos caminar un poco secándonos mientras apreciábamos la belleza mediterránea de esa costa exclusiva. Poca gente llega a Gavutagili. Muchos ni siquiera lo conocen. A mí me fascina. El color del agua debajo del acantilado, en aquella playa estrecha, paradisíaca pero prácticamente inalcanzable. Hermosa.

Ahora, saliendo de Gavuragili, hay una ruta de asfalto. Por esta ruta y un poco más secos aunque aún bastante húmedos, seguimos hasta Pydnai. La fortaleza asoma extraviada en un pastizal, hundida en un pantano. Todo está inundado, incluso no pudimos acceder al restaurante cercano donde también hay pensión. El agua de la inundación nos daba arriba de las rodillas, por el culo. Los muellecitos de acceso, el puente, todo estaba bajo el agua.

Seguimos entonces por la carretera rumbo a Letoon. Llegamos a Karadere, una inundación pero de invernáculos. Nos acompañarán buena parte del recorrido lycio. Turquía enmicada. Plastificada de invernaderos. Es impresionante y horrible pero quizás necesario para el progreso y bien vivir de estas buenas gentes. Los invernaderos recortan la imagen idílica de la montaña y el mar. Quiebran. Le cortan un pedazo a la belleza y la emparchan con plástico. Se hace sentir el calor a pesar de ser invierno. Tanto plástico!

En Karadere volvió a llover con todo. Nos guarecimos en un hueco debajo de una garita. Amuchados. Llovía desde todos los wines. Todo aquí ya es asfalto y, por dicho asfalto, seguimos hacia Kumluova junto al sitio legendario de Letoon donde nacieron Apolo y Artemisa. Nos alojamos en el Apart Hotel Letoon. Muy bueno. Con todo los servicios de un hotel. Nos pudimos secar a pleno, calefacción, ducha caliente, desayuno. Todo por 60 liras.

Día 6: Gavurağılı-Xanthos y Patara (2011)/Letoon-Üzümlü (2018)

Experiencia mayo-junio 2011.-

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Este día las rutas son variadas. La modernidad no sólo ha llegado a San Pedro de los Aguados, sino que también se extiende por la antigua ruta Lycia.
Salí de Gavurağılı con rumbo a Pydnai. Pydnai es una antigua fortaleza que resguarda el cabo oeste de la amplia bahía de Patara. En Patara se encontraba el oráculo de invierno de Apolo, mientras que el de Delfos era el de verano. Se llega a al fortaleza por un camino de autos entoscado y de tierra.
Se debe entrar a la fortaleza y es difícil encontrar un punto donde lograr salir, significa que aún sigue cumpliendo en ese lugar su funciónde infranqueable. La fortaleza naval y militar de Pydaní está junto a la desembocadura del río Ölzen.
Para seguir camino, luego de lograr salir de la fortaleza, hay que cruzar la desembocadura del río por un puente colgante. Se llega muy cerca de la costa y se camina entre la arena, las dunas y algunos pinares hasta encontrar otra ruta moderna para autos.
Es caluroso andar en esta época por estos caminos modernos, asfaltados o terregales sin arboledas hasta las ruinas de Letoon.
Letoon es una serie de templos que honran la memoria de Leto, madre de Apolo y Artemisa, hijos de Zeus con esta amante repudiada. Leto, al ser abandonada por Zeus, salió a buscar un lugar seguro para dar a luz a sus gemelos y cerca de Letoon unos pastores quisieron atraparla y ella los convirtió en sapos.
En las ruinas se conserva un anfiteatro, varias columnas del templo de Artemisa, y restos de muros de los templos de Apollo y Leto. Esta construcción data de entre los siglos II y V antes de Cristo.
Luego de esta visita retomé la ruta, también moderna y calurosa que sale de Letoon hacia una ciudad de más de 10 casas que se llama Kumluova. Por allí pasa un dolmus (minibus) que me dejó en el cruce con otras ciudad de más de 10 casas que se llama Kinik. Desde Kinik caminé hacia las ruinas de Xanthos, antigua capital de Lycia.
Xanthos es mencionada por Homero en la Iliada; allí cuenta que los Lycios de Xanthos se unieron a los troyanos en su defensa contra los griegos en el 1200 antes de Cristo. Cuando los persas invadieron Xanthos en el año 545 antes de Cristo, estos lucharon y resistieron los embates hasta que al quedar completamente atrapados por los persas decidieron incendiar la ciudad, arrojar al fuego todas sus pertenencias, sus esclavos, sus hijos y sus mujeres y luego los pocos hombres que quedaban se enfrentaron a matar o morir cuerpo a curpo contra el enemigo. La ciudad fue refundada por ochenta familias que se encontraban fuera de Xanthos durante el ataque persa. En el año 42 antes de Cristo, Brutus quiso someter a Xanthos. Los Xanthienses consruyeron barricadas, se defendieron con fuego contra los invasores y los burlaron y vencieron en varias oportunidades hasta que finalmente las tropas de Brutus lograron traspasar los muros. Brutus estaba furioso ante la resistencia de los xanthienses y compensaría a cada uno de sus guerreros por cada xanthiense vivo que capturara. Solamente lograron obtener recompensa por 150 prisioneros, ya que los xanthienses volvieron a incendiar todas su pertenencias, sus esclavos, sus hijos y sus mujeres y se suicidaron.
Los restos más importantes y más bonitos de los monumentos arqueológicos de Letoon y Xanthos fueron sustraidos por exploradores ingleses, tales como el magnífico templo de las nereidas, están en exibición en los museos británicos. Sin embargo hay destacables trabajos que pueden apreciarse o intuirse, tales como la magnificencia del teatro, las imágenes esculpidas de nereidas con túnicas delgadas y sus cuerpos mitad mujer, mitad pájaro y la piedra rosetta escrita de manera bilingüe en griego y lycio.
En mi ruta Lycia de hoy, visité estos restos. El calor golpeaba y rebotaba contra el asfalto y en Xanthos no había lugar para dormir, ni pensión, ni camping.
Con el amigo turco que se rompió el pie, nos cruzamos varias veces en el día de hoy. Uno llegaba, el otro se iba. Finalmente nos encontramos en Xanthos, sin saber qué hacer, era temprano, y ahí no había lugar para quedarse. Así que decidimos partir. Justo otro chico turco que estaba trabajando se dirigía a Patara, donde se encuentra el oráculo de invierno de Apolo y que se encuentra sobre la playa. Es una de las próximas estaciones de la ruta Lycia y también el camino está atravesado por rutas pavimentadas modernas. Aceptamos viajar con el trabajador turco.
Como hacía mucho calor y habíamos caminado desde la mañana temprano desde Gavuragili, a 15 km de Xanthos, fuimos a la playa. Tras unos refrescantes baños de mar, retomé la ruta hacia las ruinas de Patara. Muy interesante y muy amplio.
El nombre deriva del hijo de Apolo y la ninfa Lycia. Ante el desastre ocurrido en Xanthos contra Brutus, la ciudad de Patara decidió abrir sus puertas y Roma la convirtió en su capital romana en Lycia.
Desde las ruinas de Patara caminé hasta la ciudad. Estoy en una pensión hermosa, Flower Pensiyon. Cuesta 35 liras con desayuno, tengo balcón e internet wifi. El agua de la ducha es un espectáculo. Cené acá y fue delicioso y abundante.
Mañana se retoma la ruta con la esperanza de que sean antiguos y frondosos caminos.

Actualización enero-febrero 2018.-

En verano fue una ruta muy calurosa y en invierno, también. Mucho asfalto. Mucho camino ancho y la creciente invasión del plástico invernadero. Turquía for export. Además de los invernáculos de tomates, pimientos, pepinos, berenjenas, se han multiplicado magistralmente las calles de pavimento, las carreteras y el tráfico. No da tanto gusto caminar algunas partes del sendero de hoy. Otras, sí, y mucho. Da gusto entrar en algunas villas y caseríos, compartir la sombra de una parra con la familia. Caminar sobre el acueducto antiguo.

Al salir del Apart Hotel fuimos a visitar las ruinas de Letoon. Es un lugar encantado por la magia: el nacimiento de Apolo y Artemisa. Leto, su madre, amante de Zeus. Artemisa y Apolo hijos de Zeus. En el tempolo de Apolo se conserva impecable una alfombra de mosaicos.

Desde Letoon a Xanthos es por pavimento y desde Xanthos otra vez, se sale por pavimento y en subida hasta Çavdir. En Çavdir hay que entrar en el cementerio, cruzarlo todo, y, al final, hay una marca un poco diluida que nos indica saltar hacia afuera por sobre la barda de piedra. No hay muchas marcas, no hay señalización. Debimos preguntar a los trabajadores que estaban cosechando aceitunas. Nos mandan para arriba, entre medio de un bosquecito. A veces aparece alguna pirca. Marcas salteadas, casi nada. Tenemos que encontrar el recorrido del acueducto y seguirlo. Caminamos sobre la cazuela pedregosa por el borde de la ladera. Entramos a Çavkoy y allí nos invitan con naranjas, pan casero, y un montón de pimientos! Volvemos a subir y retomar el acueducto, siempre bordeando la ladera de la montaña sobre nuestra izquierda.

Seguimos el manantial de Ipinar, vertiéndose generosamente y sin claudicar a través de un canal de 2000 años, luego debemos de cruzar caminando siempre sobre la línea del acueducto, por un puente. Un arco de piedras acomodadas ha veinte siglos y aún en pie y sosteniendo nuestro pasos a doscientos metros de altura. Es alucinante!!

Por todo este camino, le daremos la vuelta al manantial encajonado en un cañón y vertiéndose desde sospechosos boquetes en la roca. Por allí hay un prado donde se podría acampar. Nosotros seguimos y al finalizar el sendero volvemos a aparecer en otra carretera muy nueva y aún nos falta seguir caminando por ella hasta Üzümlü. Es un buen rato, se hace un poco largo, pero se llega.

En Üzümlü acampamos. El camping y pensión está sobre la ruta nueva y tiene un cartel de anuncio. Fue genial. Apenas llegamos dispusieron todo para nosotros. Fogón, té, comida. Todo casero.

El camping con desayuno cuesta 40 liras.

Día 7: Üzümlü-Patara (2018)

Actualización enero-febrero 2018.-

Esta etapa no la hice de esta manera en 2011. En ese momento no paré en Üzümlü  y este recorrido lo hice desde Patara, ida y vuelta, un poco perdida en el pinar.

Esta vez, 2018, también hemos perdido la marca en varias oportunidades pero no nos hemos perdido la maravilla de caminar sobre y debajo de Delikkemer. 2000 años de ingeniería. El acueducto en todo su esplendor. Enorme. Imponente.

Para arrancar desde Üzümlü hay que subir a la mezquita del poblado y enfrente empezar a subir. El camino, si bien al principio hay marcas, se pierde porque hay construcciones nuevas, calles nuevas y viviendas. Hay que ir prestando atención y buscando. En algún momento aparecerá alguna pirca o alguna marca. Hay muchas bifurcaciones y no se pueden tomar a la ligera, hay que avanzar y retroceder hasta asegurar la continuidad de la Ruta.

Llegamos a Akbel y como es poblado otra vez se complica. En la entrada de la ciudad, no muy grade, hay unos mercaditos. Hay que pasar frente a ellos y luego tratar de mirar las cruces que nos indican por dónde NO ir para saber por dónde ir. Las cruces son más orientativas, en este tramo, que las marcas.  En definitiva hay que pasar longitudinalmente, en dirección a la costa, todo el pueblo. No es muy largo. Ánimo!

Después vienen el sendero, sobre arbustos espinosos, y se camina por él siguiendo el trazado del viejo acueducto hasta llegar a la parte más impresionante donde se ven las tremendas piedras con los agujeros redondos por donde circulaba el agua desde hace veinte siglos. Se confunden un poco las marcas cuando aparece la posibilidad de pasar por arriba o por abajo del acueducto. Se puede subir, verlo desde arriba, luego bajamos, pasamos por debajo y salimos a una ruta nueva, de asfalto nuevísimo, donde está la señalización que nos da la opción de Kalkan por la costa o por Dlikkemer que es la que venimos haciendo. Desde aquí seguimos a Patara.

Alterna por caminos anchos y senderos, bosques de pinos, olivos. La marca nos señala hasta la entrada de Patara donde aparecen algunos hoteles nuevos. Nosotros seguimos hacia Flower Pansiyon que es donde me alojé antes. Nos quedamos allí y nos cobran 100 liras por los tres con desayuno. Buen precio y el lugar siempre cálido, acogedor, con gente linda.

Día 8: Patara-Kalkan

Experiencia mayo-junio 2011.-

Caminata rara pero liviana. Dejé la mochila en la Flower Pensiyon y salí. Para llegar al comienzo de la Ruta Lycia hay que subir la ladera de Patara o Gelemis, nombre real del pueblo al que comunmente se nombra como la playa, Patara. Se sube la ladera y se llega al cruce que propone un camino por Yali Burun, que rodeando la península y otro por Delikkemer que pasa por acueductos romanos que datan de hace más de 2000 años y son una obra maestra de ingeniería. Al llegar al cruce elegí la segunda opción, ya que, si bien me encanta el paisaje y la naturaleza salvaje, me interesa aprovechar y aprender de estas porciones de historia que han quedado sembradas del pasado en nuestra tierra.
Durante todo el camino vi dos marcas, señales rojiblancas, añejas, desteñidas. Casi todo el camino Lycio fue reseñalizado en 2009, esta parte, evidentemente, no. Llevaba el mapa en el morral y un poco por intuición y la dirección del horizonte costero que veía desde la cresta de la montaña, me iba guiando. A las perdidas aparecías señales esporádicas.
El camino es ancho, casi todo abierto a máquina para el paso de tractores. Los campos están sembrados de olivos ordenados, pero la caminada es al rayo del sol.
Un buen momento entra a un pinar, fresco y perfumado. Ahí empezaron a aparecer marcaciones nuevas. Seguí, era bastante plano, lleno de flores raras y entre tanto y tanto restos de ruinas o del recorrido de los antiguos acueductos.
Antes de llegar a Kalkan, hubo un cruce de caminos confusos. Dos de ellos tenían una cruz roja que es la marca que se utiliza «por acá no», «este no es», así que tomé el tercero. Había marcas y yo feliz. Era un pinar, así que más feliz.
El pinar luego se acabó y se convirtió en una ladera de matorrales y yuyales delgados más altos que yo -no hace falta mucho-, entre la maleza se veía el senderito arenoso. El senderito arenoso desembocó en un camino de tractor. Hay muchos de estos caminos nuevos, se abren como ramas en el suelo, y es porque Turquía crece, la gente construye, no hay señalización y los caminantes nos perdemos. Además hay granjas agrícolas en lugares donde quizás hasta no hace mucho tiempo era sólo vegetación autóctona y terreno agreste.
Luego de varias horas aparecí en el mismo lugar donde había comenzado.
Esto significa, que si bien pensaba llegar a Kalkan y quizás seguir un poco más y regresar a Patara en un dolmus (minibus), caminé todo, de ida 10 km, de regreso 12 km, y como iba sin peso y a pesar del sol, no se me hizo lento.
Mañana parto rumbo a Bezirgan que promete ser bonito, y luego a Gökçeören que dicen que encierra varios misterios. Creo que internet YOK, pero pronto vuelvo con todas las novedades a este blog.

Actualización enero-febrero 2018.-

Tal como antaño: sigue siendo complicado salir de Patara y no perder el rumbo a Kalka, al menos al inicio. Claro, es sitio histórico y no se puede marcar, pero habría que poner más señalización para arrancar desde las ruinas porque se hace complicado encontrar la senda.

Recorrimos las ruinas. Patara, una de las antiguas capitales de Lycia, conserva en muy buen estado y a pesar de haber transcurrido mil, dos mil años, y más, buena parte de sus antiguas construcciones, arcos, templos, teatro y tumbas. Hay restos esparcidos por doquier en un área amplia que va desde 2 km saliendo hacia el mar del pueblo, Gelemis, igual conocido como Patara, hasta el mar, y restos también remontando las laderas hasta la cima. Muchísimo y en pie.

Actualmente cobra 15 liras la entrada a sitio, pero desde la ruta Lycia, si uno llega desde arriba puede evitarse el pago y recorrer igual. Desde las ruinas a unos cientos de metros, está la playa.

Para salir desde la ruina hacia el sendero hay que buscar una marca diluida en la corteza de un árbol viejo que se mantiene en pie a la altura de los tres emblemáticos arco. Luego hay que pasar entre casas e invernáculos. Desde el árbol sobre nuestra izquierda si miramos hacia el mar. Recto y luego, entre unos arbustos bajos, tomar un senderito angosto, apenas visible entre los arbustos bajos, pero abierto. Por ese senderito se llegará a un camino ancho que sale cerca del hotel Ince por donde pasamos ayer antes de bajar a la ciudad. Allí ya comenzarán los carteles, tabela en turco.

El camino a Kalkan es más largo de lo previsto. Cuando después de muchas horas vemos la ciudad blanca de Kaljan vistiendo la costa oceánica, todavía nos faltará bastante por un camino ancho de piedras hasta salir al asfalto, y luego, desde el asfalto bastante más porque la ruta da varias curvas.

Buena parte de este día transcurre por caminos anchos. Las marcas se han perdido en muchos tramos. Nos perdemos y volvemos a buscar,

En Kalkan nos alojamos en Gul Pension, Omer, el dueño es muy amable. El hotel tiene de todo lo necesario y esperado, las habitaciones, balcones con vistas formidables al mar, está super bien ubicado y con desayuno cuesta 60 liras.

Día 9: Kalkan-Bezirgan (2011)/Kalkan-Saribelen (2018)

Experiencia mayo-junio 2011.-

Como decimos por allá, un calorón! Pero ya estoy en la montaña. El aire es fresco. No sé si habrá mosquitos. Por las dudas cerré los mosquiteros de la carpa. Acampo frente al café Dervish del señor Dervish. Caí acá, como peludo de regalo. En Bezirgan, un pueblo de menos de diez de casas de paredes blancas y techos de tejas rojas, pintorezco, acampo en el campito que rodea al café Dervish, hay agua y baños.
Esta región es de siembra de trigales y hay muchas chozas típicas, como casas de enanitos, donde se almacena el trigo para hacer harina para hacer pan.
La caminata de Kalkan a Bezirgan no es muy dura, pero el sol me mataba. La montaña es peladísima. Yo cada vez que veía un perejil me ponía a la sombra. Hay arbustos espinosos, plantas tipos calafates, pinchudos, abrojos, ortigas y cada tanto algún olivo que se las rebusca para seguir enredándose en la vida. Bebí litros de agua! No sé cuántos, por suerte hay varios pozos durante el camino. Por primera vez desde que empecé esta ruta, no crucé a nadie, sólo a las cabras y al sol. La mayor parte del tiempo el camino es en zigzag y pedregoso. A medida que se va subiendo la colina que cubre las espaldas de Kalkan la vista del mar con los cabos y las islas es más amplia y más alucinante. Cuando llegué al final de la primera colina pensé que ya estaba, que era hasta ahí, pero no. Terminada esa ladera, detrás esperaba otra. Igual, sendero de piedras que continúa por el lecho seco de un arroyo, lecho también de piedras.
Llegué a Bezirgan y seguí las indicaciones que decían Pansiyon 500 m. Se trataba de la pensiyon Owaland que ya había visto por internet, un B&B de 100 liras, a mí me duran tres días o más. La casa es preciosa, y el jardín increíble, lujurioso. Tantas flores de tantos colores, eso sí que es un vergel! Esperé un rato para preguntar. No veía que hubiera mucha onda familia o de lugares para acampar. Le pregunté a una vecina a 300 m de ahí y me dijo que no había más que una pensiyon y que era ese B&B, así que esperé un rato más y de paso descansé. Al rato aparecieron los dueños y me dijeron que no había lugar. No les creí, sobre todo porque el tipo, turco, no habló; habló la mina, una inglesa respingada. Me alegro mucho que no haya habido lugar aunque más no sea porque no les gustó mi olor a chivo.
Gracias a eso caí en el café Dervish. Primero pensaba esperar un dolmus que me llevara hasta Saribelen donde había leído que hay una pansiyon. Esperé, pero el Sr Dervish me decía problema yok, que podía acampar acá, que él cocina para la cena. Al final como se hizo tarde y el pastito era tentador, le dije que sí, que me quedaba.
La cena del Sr Devirsh fue Soberbia. Creo que es la mejor que he comido durante la ruta y eso que las del Flower Pansiyon son buenas, pero con Dervish hubo churrasco asado a la parrillita! Y me dio dos veces, pero le tuve que decir que no, que ya era mucho. Una ensalada gigante. Y de postre yugur con miel natural, un plato lleno, y melón. Me costó 20 liras y 5 el camping.
Me preguntó si quería el desayuno, pero le dije que no, porque así me levanto apenas amanezca y salgo antes de que el sol me pele el turbante.

Actualización enero-febrero 2018.-

Una pena no haber podido quedarnos en Dervicsh café. Todo estaba cerrado y mi amigo estaba en Kalkan. Por eso, este día, tuvimos que seguir a Saribel. Opción nada recomendable ya que por la construcción de carreteras y caminos nuevos, los senderos están destruidos. Las marcas desaparecen de golpe, se pierden y tuvimos que trepar casi en vertical, dos veces, para acceder a los caminos y tratar de adivinar por dónde seguir. Muy mal. Además en Saribeln caímos a dormir en lo de Kekan, kekagada; mucha comida casera, calor del fuego, música y baile, pero después nos quiso re fajar con el precio. Nos quería cobrar 80 liras!! Finalmente arreglamos a 60, con cena y desayuno. Hay otras opciones para dormir en el lugar pero no estaban disponibles en este momento y definitivamente lo mejor es quedarse en Bezirgan en Dervisch café.

Salimos de Kalkan por la ruta de asfalto. Hay dos caminos, el otro va por dentro, en la ladera de enfrente de la ruta. Nos enteramos después.

Esta parte de Ruta Lycia, desde Kalkan tomar el sendero, también es confuso. Nosotros arrancamos por la ruta hasta Ulugol, y desde ahí, cruzamos la ruta y empezamos a subir. Hay una parte de zigzag que está bien marcada, después es trepar a la que te criaste entre rocas enormes y algunos olivos. Las marcas se pierden y de vez en cuando, muy a las perdidas, hay alguna que otra pirquita. Subiendo y trepando llegamos a un descampampado amplio, aquí les dicen «ova».  Hacia la derecha había una cruz roja, marca de por ahí no. Así que giramos sobre nuestra izquierda y muy pronto vinos marcas. Las seguimos, error!! después de ma´s de una hora, después de haber pasado una cancha de tenis en medio de la nada, nos dimos cuenta que estaban caminando en reversa hacia Kalkan por la otra alternativa de la Ruta Lycia. Conclusión: faltan carteles con flechas que indiquen. Muy mal. Perdimos tiempo y desgaste de nuestras energías. Preguntamos a unas personas que estaban cosechando olivas y nos indicaron. Subimos por unos caminos anchos, también confusos y en parte de asfalto nuevo y llegamos a la carretera de arriba, donde se veía desde abajo la mezquita que nos señalaron, y donde está la antigua cisterna otomana que es un hito en esta etapa.  Costó. La última parte de la ruta en subida, por el asfalto, sin sombra, al rayo del sol y recontra empinada, es agotadora.

Después de la cisterna, enfrente, sigue el sendero. Aquí ya está bien marcado, todo el trecho hasta Bezirgan. Llegando a Bezirgan había nieve, bastante nieve. Es más alto, frío, pintoresco, apacible. Casitas esparcidas por el campo. Un llano sobre las alturas, álamos y algunos frutales. Un señor se acercó a regalarnos muchas naranjas. Ricas, pero siempre demasiadas para cargar. Luego, como no encontramos al señor Dervisch, descansamos un poco en el mercado cerca de la mezquita y proseguimos el camino. Aquí es donde llegó la peor aret y la que no recomendamos hasta tanto se aclare la Ruta Lycia y sus marcas.

Parece que hay marcas, pero de golpe y porrazo desaparecen, hay canto rodado o derrumbes de piedras enormes, uno va por donde le parece. Llegamos a un depósito de agua que parecía una casita amarilla, pero está en el medio de pilas de tierra movida por bulldozers, luego caminamos hasta el asfalto. Dese allí ya se veía Saribelen, allá abajo y a lo lejos. Llegamos casi de noche. Hacía muchísimo frío y había bastante nieve.

Si no es posible quedarse en Bezirgan y es necesario pernoctar en Saribele, también, si hay tiempo, es posible caminar una hora más hasta un lugar ideal para acampar que vimos al día siguiente, en un pastito mullido y junto a un pozo de agua en buen estado.