Día 5: Sidyma-Gavuragili (2011)/Bel-Letoon (2018)

Experiencia mayo-junio 2011.-

Desayuné con Madinah, Ruji ya había salido con las cabras desde las 5 y media de la mañana y Songül con los dos hijos se había ido a tomar un transporte hacia Fethiye. Madinah me acompañó con el ternero, al que llevó a beber agua, hasta donde estaban las marcas de la ruta. Apenas comencé a caminar hay más restos de lo que fuera el ágora de Sidyma hace dos mil años. Estaba sacando fotos y una señora, vecina del lugar, me invitó a su casa a tomar té pero le expliqué que acababa de desayunar y quería comenzar el camino.
El camino va, en esta primera parte, vadeando un arroyo seco, o sea caminando por las piedras que antes conformaban el lecho, o bien por los costados. Sube. Sube un buen rato y luego deriva en pequeños senderos de montaña entre sombras de olivos o pinos que llevan hasta un punto en que hay que trepar por piedras desbarrancadas de la ladera hasta un camino ancho de tierra. Fue duro. La pendiente era muy empinada y resbaladiza y yo con mi mochila pesada. Mi ventaja es haber nacido laxa y de piernas fuertes, porque me permite llevar una pierna hacia adelante, cargar en ella todo el peso y levantarlo, y la otra pierna, muy estirada atrás hace contrapeso en alguna raíz o algún árbol. Así todo, laxa y piernas fuertes, trastabillé o el suelo me engañó y me fui para abajo unos metros. Respiré, tomé fuerzas y medio ladeando la pendiente, de côté, diríamos, llegué al camino. Este es un camino nuevo, ancho. Por él venía un don viejito muy simpático con su callado de pastor. Nos saludamos. La ruta continúa poco después por la ladera de enfrente donde se toma otro sendero de montaña entre el bosque que lleva a un nuevo camino ancho que termina en el pueblo de Bel.
Bel es un pueblo de unas diez casas, Sidyma eran cinco o seis. Ahora estoy Gavuraigli donde si bien hay unas cuatro o cinco casas, queda una sola familia viviendo, y acá estoy yo. Cuando me vieron llegar me gritaron Hos gelidininz! Bienvenida. Me ofrecieron pensión y comida. Acepté armar la carpa y me ofrecieron una plataforma de madera con suelo de plástico. Espero que no se vuele porque por supuesto no he clavado las estacas, pero Fatma, la señora, me dio hilo y con el peso de la mochila si esto volara sería un milagro. Estoy sobre la plataforma con la carpa montada y atada a un olivo.
Mucha gente sale al cruce del camino a ofrecer hospitalidad.
El camino que sigue de Bel a Belcegiz es también una especie de ruta de tierra. Iba caminando, la gota gorda, algunos olivos salteados en las banquinas daban respiro al solazo. En Belcegiz hay dos casas.
Esta parte transcurre en un pinar, es fácil perderse en ese bosque fresco. Es frondoso, oscuro, y es difícil seguir las marcas, pero como d’habitude, dejé la mochila y salí a buscar la marca. Luego del pinar el sendero baja hacia el mar y hacia otras dos de las siete narices, ya las últimas, porque al subir a Sidyma dejé de ver el mar ya que es montaña adentro.
Después del pinar, la ruta que baja hacia el mar, va por un camino angosto de piedras puntudas que se llama el camino militar. Llegando a una cisterna con agua muy sucia me encontré con una pareja de franceses que viene haciendo toda la ruta pero alrevés, comenzando desde Antalya. Charlamos un rato, a pico seco porque el agua estaba llena de larvas, y la lata oxidada, pero igual la enjuagamos y nos mojamos la cabeza, y luego cada cual su ruta.
Se sigue bajando al mar, hay varios desvíos, pero el paisaje lo vale, vale todo. Hay olivos añejos, pinares frondosos, alguna que otra parte con arbustos bajos y enebros y luego los campos sembrados llegando a Gavuragili.
Fueron 20 kilómetros! Ni yo me lo creo.
La comida cena con Fatma fue completísima y riquísima, verduras guisadas, ensaladas, verduras con yugur y postre. Agua para el mate y buena compañía. Naim y Fatma y ahora acaban de llegar un turco y dos alemanas que andan haciendo alguna parte de la ruta Lycia. El turco, Turgen se cayó pero le fue peor que a mí. Tiene el pie a la miseria y no sabemos si podrá continuar el camino.

Actualización enero-febrero 2018.-

Amaneció húmedo pero sin lluvia en Bel. Igual el cielo plomizo no era un buen pronóstico para caminar. Primero hasta el final del camino ancho, luego por un bosque de pinos, y luego bajar por las piedras de la costa. Antes del bosque de pinos, donde termina el camino ancho, hay que meterse un poco a la izquierda. Hay algunas construcciones semi abandonadas, precarias, corrales de animales, algunos plásticos. Las marcas están bien, y cuando el sendero se bifurca o es confuso, el sendero que no es, pone siempre una cruz roja. La bajada se hace más sencilla que antaño gracias a las marcas y a un zigzag bien delimitado y pisado por unas cuantas huellas. Es de piedra. Se pasa por la cisterna que sigue estando un poco sucia aunque creo que un poco mejor que antes, y luego de ir ya franqueando esa costa rocosa y escarpada, nos adentramos en un monte de olivos. Allí diluvió. Las copas de los árboles nos guarecían apenas, la lluvia era tupida y también cayó granizo. Corrimos un poco entre los chaparrones. Quedarse quieto bajo los árboles era inútil. Nos mojábamos más.

Con la carrera a la lluvia llegamos rapidísimo a Gavuragili. Hay un camino ancho llegando al caserío. Hay construcciones nuevas. Se ve un hotel o algo así, un edificio blanco, de varios pisos, pero todo cerrado y abandonado. En Gavuragili no había absolutamente nadie. Seguimos. Escampó y salió el sol. Pudimos caminar un poco secándonos mientras apreciábamos la belleza mediterránea de esa costa exclusiva. Poca gente llega a Gavutagili. Muchos ni siquiera lo conocen. A mí me fascina. El color del agua debajo del acantilado, en aquella playa estrecha, paradisíaca pero prácticamente inalcanzable. Hermosa.

Ahora, saliendo de Gavuragili, hay una ruta de asfalto. Por esta ruta y un poco más secos aunque aún bastante húmedos, seguimos hasta Pydnai. La fortaleza asoma extraviada en un pastizal, hundida en un pantano. Todo está inundado, incluso no pudimos acceder al restaurante cercano donde también hay pensión. El agua de la inundación nos daba arriba de las rodillas, por el culo. Los muellecitos de acceso, el puente, todo estaba bajo el agua.

Seguimos entonces por la carretera rumbo a Letoon. Llegamos a Karadere, una inundación pero de invernáculos. Nos acompañarán buena parte del recorrido lycio. Turquía enmicada. Plastificada de invernaderos. Es impresionante y horrible pero quizás necesario para el progreso y bien vivir de estas buenas gentes. Los invernaderos recortan la imagen idílica de la montaña y el mar. Quiebran. Le cortan un pedazo a la belleza y la emparchan con plástico. Se hace sentir el calor a pesar de ser invierno. Tanto plástico!

En Karadere volvió a llover con todo. Nos guarecimos en un hueco debajo de una garita. Amuchados. Llovía desde todos los wines. Todo aquí ya es asfalto y, por dicho asfalto, seguimos hacia Kumluova junto al sitio legendario de Letoon donde nacieron Apolo y Artemisa. Nos alojamos en el Apart Hotel Letoon. Muy bueno. Con todo los servicios de un hotel. Nos pudimos secar a pleno, calefacción, ducha caliente, desayuno. Todo por 60 liras.

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