Día 4: Alinca-Sidyma

Experiencia mayo-junio 2011.-

Un día espectacular. Aunque soy medio tortuga caminando, o medio mula por la carga un tanto pesada que llevo, vale la pena.
Estoy en Sidyma con una familia preciosa que salió a recibirme en cuando vieron a este burrito de carga trastabillando entre las piedras. Todo lo que me decían es VAR, VAR, VAR. Lugar para dormir, agua caliente, comida. No hay internet, pero este es un pueblito perdido en medio de la montaña, donde hay unas siete casas.
En este momento escribo este reporte sentada en la alfombra de la sala donde se supone que voy a dormir, una señora, Madina, charla con otra mayor que hila lana de oveja con un huso y se llama Eminah, tiene las manos y la cara tatuadas, como los beduinos, camina con un bastón y es hermosa pero no quiso que le saque fotos. El resto de la familia sí, sin problemas.
Comimos carne de oveja, vardan, pan casero, queso casero y me dieron agua para el mate y para la ducha caliente, no sé cómo, pero la ducha fue caliente y me vino riquísima después de la caminata.
El camino no fue tan complicado. Un poco temerario al principio porque era bajando por el barranco que cae al mar, entre piedras un poco sueltas y arbustos espinosos. La señalización se me perdía porque está deslucida. Casi todo el camino fue remarcado en 2009 pero esta parte, no. Lo que hacía era largar la mochila para no andar tanteando entre las piedras, buscar la marca, volver a buscar la mochila y así cada vez que me perdía, unas cuantas.
Después de dejar esa parte de descenso estrepitoso hacia la mar, sin llegar hasta la costa, encontré que el camino bordeaba toda la ladera de la montaña, viéndose ya la segunda de las narices de las Yedi burun, siete narices. El camino fue precioso, cuando no me encontraba rodeada de pinos con esa frescura y ese aroma que me place tanto, me encontraba entre olivos añejos y retorcidos, o debajo de un roble enorme al que llaman el roble sagrado. En una de esas encontré un fogón apagado y lo encendí para calentarme agua para unos mates ya que esta mañana salí muy temprano y sin desayunar. Me hice unos ricos mates y continué la caminata hasta el pueblo Bogaziçi. Se pasa por una vieja cisterna otomana y enseguida empiezan a verse campesinos trabajando dentro de sus campos.
Bogaziçi es un pueblo con dos negocios, unas diez casas y una mezquita. Una señora, Mezer, salió a recibirme con agua fresca y unas frutas amarillas de un árbol. Parecen frambuesas y se llaman tuts. También me ofreció buñuelitos recién hechos y quería que me quedara a dormir ahí pero mi intención era llegar hasta Sidyma así que le agradecí toda su amabilidad, me dio la dirección para que le envíe las fotos que nos sacamos, cargué la mochilota y seguí mi ruta.
Antes del sendero del Likya Yolu, para retomar, había una ruta de asfalto de 3 km. Encaré paso firme y sin titubear, algunos olivos bordeaban las banquinas, la sombra era escasa y sudaba la gota gorda. En eso, un hombre venía en un tractor, frenó y me hizo señas de que subiera. No lo pensé ni una vez. Revolée la mochila a un cajoncito de verduras que había atrás del tractor y me subí. Me llevó hasta donde se retoma el sendero para continuar la ruta.
Un sendero pequeño que va vadeando un arroyo que está seco hasta una cisterna, luego sube y sube más hasta una columna romana que es lo único que queda de una antigua fortificación romana. Se sigue subiendo. Y subiendo, por entre terrazas donde pastan cabras. Muchas veces que escuchaba ruido entre las plantas pensaba qué bueno, alguien para preguntarle si voy bien, pero enseguida me daba cuenta de que eran cabras. Una de ellas, bebita, empezó a caminar conmigo y la seguí porque pensé que me estaba señalando el camino, y sí, iba bien la pequeña cabrita pero me di cuenta que si la dejaba venir conmigo se iba a extraviar del resto del rebaño, así que la espanté para que volviera por donde venía.
Otra cosa loca que me pasó fue que después de subir un manantial, luego de rodear la ladera de la montaña y antes de Bogaziçi, llegué a un punto arriba del manantial donde hay un tanque y un camino de bulldozer medio derrumbado. No sabía por dónde agarrar y vi en el suelo unas piedras que formaban una flecha, seguí la flecha y alleluyah! Era el camino correcto. Genial.
Cada vez que encuentro la marca roja y blanca cuando ando medio perdida, suspiro diciendo “gracias”.
Luego de llegar a esta casa y con esta familia maravillosa, el hijo de la familia, Sefer, con dos primos, me llevaron hasta el ágora. El ágora data de tiempos lycios, allí se encontró una moneda lycia del siglo 2 antes de Cristo. Luego hay inscripciones griegas y tumbas romanas desde el reinado de Claudio en el 4 después de Cristo y bizantinas de entre el 138 y 161 después de Cristo.
Un capitel completo esta desparramado como una saliente entre las piedras, hay molduras deshechas por el piso y las tumbas, agujereadas y rotas, son usadas como escondite por los chicos del poblado para jugar. Hay restos también de los antiguos baños en una estructura interesante con arcadas que todavía se mantienen en pie. Muy interesante.
Para llegar al ágora caminamos entre campos de trigo dorado.
La gente es muy, muy amable. Estoy a gusto, contenta. No hay internet pero me siento como en casa. Esta noche no armo la carpa. Duermo en el living. Son gente muy linda. Ruji, el hombre de la casa tiene rebaño de cabras y ovejas.

Actualización mayo-junio 2018.-

Un día marcado por el reencuentro con aquellas personas con las que compartí mi jornada en el año 2011. En Bogazici, estuvimos con Mezer y su vecina. Mezer estaba tan emocionada del encuentro y de que yo llevara conmigo las fotos impresas. No querían que nos fuéramos sin beber té o comer algo. Querían darnos más y más. Tomamos unos mates en el patio de la casa de enfrente. Luego seguimos, y en Sidyma, cuando llegamos a la casa en la que había dormido en 2011, Songul bajó corriendo las escaleras gritando: -Maria! María!  Dice que cada vez que veía venir una mujer con mochila por el sendero, ella pensaba que era yo. Siete años después se cumplió el pronóstico y la promesa. Toda la familia apareció y la ronda de té no cabía en el patio. La hija, Merve, tiene ahora 21 años y está casada, y los niños, Sefer y Fatih, son hombres enormes! Ahora, si bien el internet es débil, llega, y tienen facebook!

Fue un día de intensa vivencia humana, emocionante, y un camino largo, ya que, esta vez, no nos quedamos en Sidyma sino que proseguimos a Bel.

La noche en Alinca había sido agitada. El viento sacudía mi carpa por los cuatros flanco. Yo había armado en un peñasco bastante expuesto, el resto de la troup armó en una plataforma de madera más protegida por las habitaciones de alquiler. Desayunamos muy bien. El hospedaje se llama Mazara Pansiyon. Mazara significa «vista, panorama» y el nombre le va, ya que desde esas alturas y desde el vértice voraz de ese risco, hay una vista espectacular de las montañas alrededor y, empinado abajo del acantilado, la costa y sus penínsulas.

El sendero está mucho mejor señalizado. Muy bien, porque era peligrosa la bajada con aquellas líneas diluidas. Ahora está bien marcado, bien visible por dónde y de dónde a dónde ir sorteando las piedras en bajada hacia la costa. Luego ha habido algún derrumbe, quizás debido a la construcción de una carretera, hay piedras volcadas y árboles quebrados dolorosamente. Más adelante pasamos por una casita solitaria, vistosa, pintada de verde, y varias cabañitas salteadas esporádicamente. Cerca de allí, la cisterna.

Hasta Sidyma el camino sube y sube. Primero pasamos por Bogazici donde también hay más casas que antes. Compartimos el rato con Mezer y la vecina, tomamos mates, y seguimos subiendo hacia Sidyma, pasando ese odioso tramo de asfalto donde esta vez no nos cargó ningún tractor.  Antes de llegar a la casita de Songul visitamos el ágora y las ruinas.

Llegamos a Bel cuando empezaba a llover ya neviscar. Mucho frío. En Bel nos alojamos en la casa «turuncu», naranja. La pansiyon de Fatma. Enseguida encendió la salamandra y nos ofreció una habitación grande, toda llena de mullidas alfombras, con vajilla, mesas, sillas, y camastros con colchón donde pudimos dormir con nuestras bolsas de dormir. El precio, con cena y desayuno, 40 liras.

También tiene habitaciones de alquiler y baño con agua caliente de calefón eléctrico.

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