Archivo de la categoría: Turquía

Día 10: Bezirgan-Gökçeören (2011)/Saribelen-Gökçeören (2018)

 

Experiencia enero-febrero 2011.-

Me levanté con el muazir de las 5. Una de las mezquitas de Bezirgan está a las espaldas del café Dervish donde dormí. Me dormí tarde porque los hombres hablaban de política en voz alta. El próximo fin de semana hay elecciones en Turquía y hay debate. Más de uno en el grupo de discusión era socialista ya que se alegraron de ver mi remera del Che y me pasaron unas ochenta veces una canción turca antiimperialista que dice “amerika gatil, gatil” -o katil- amerika mata, y según me explicó el Sr Dervish, se refiere a Iraq.
Hoy fue la primera vez, que a pesar de haber realizado una caminata larga, no me perdí. No sé cuántos kilómetros fueron porque al salir de Saribelen a 7 km de Bezirgan, el cartel marcaba: 7 km Saribelen, 13 km Gökçeören, pero al rato de haber caminado un trecho de más de media hora, aunque a paso de tortuga, el letrero ponía: 1 km Saribelen, y otra vez 13 km Gökçeören. Como mi destino era Gökçeören sentí que no había caminado un pito.
Arranqué con la fresca. No desayuné porque el Dervish abría el café a las 8 y el sol está matador, recalcitrante, así que después del muazir de las 5, acomodé las cosas adentro de la carpa, hacía fresco y daba fiaca, pero salí de la bolsa, doblé todo, me lavé la cara, un vaso de agua y a la ruta!
La ruta es LARGA y es variada, pero cada variante dura un rato largo. Por ejemplo, subiendo de Bezirgan hacia la carretera que conecta con Saribelen, es un sendero entre piedras flojas que sube vertical una ladera. Esto para empezar después de haber caminado 1 km de una mezquita a la otra de Bezirgan, que es donde inicia la ruta. Cruzando el pueblo de punta a punta me di cuenta que son más de diez de casas y, quizás, más de veinte, hecho que pude corroborar al subir la ladera.
El sendero a Saribelen, sube y baja a una margen y otra de la carretera y se cruza con esta unas tres veces. Después se cruza parte del pueblito de Saribelen hasta donde inicia el tramo a Gökçeören. El paisaje es cambiante. De a ratos son senderos angostos entre arbustos espinosos y un olor dulzón a retamas amarillas que visten los lados. Hay flores duras, rojas y violetas. Algunas rosadas parecen hortensias acorazadas, resistiendo ese calor con sus pies clavados en la roca.
Después hay zonas de pinares altísimos, con la fragancia típica y la alfombra suave de pinochas que es un bálsamo para los pies tratando de acertar entre piedra y piedra. Gracias a los pinos y las mullidas pinochas. Después el camino es una ruta de tierra agreste, ancha, que corre paralela al mar, sin un solo árbol. El paisaje es maravilloso, pero las horas pasaban y ese camino no terminaba de dar vueltas. Ya me había tomados unos tres litros de agua, en menos de tres horas. Una sola alma pastoreaba un rebaño de cabras. Su var mi? Le pregunté, que significa, hay agua? VAR. A pocos metros había un pozo tapado con unas tablas. Colgado de un árbol, al lado, el balde con la soguita. El agua era tan fresca! Bebí y llené mis ánforas. Hice una parada de descanso ahí. Hice varias más después porque el solazo apretaba.
Iba leyendo las indicaciones del libro, para saber qué vendría después, y lo que decía el libro todo bien, pero el tema es que si anunciaba rocas modeladas por el viento, con formas redondeadas y planas, con agujeros, había cientos de esas y las cruzaba, y subía y bajaba, y había más, y más y más atrás. Después decía que había que cruzar campos sembrados y ahora son trigales, pero no eran uno o dos campos, eran cincuenta, cien!
Salí a las 7 de la mañana y llegué a las 4 de la tarde. Soy lenteja y la mochila es pesada, y yo me siento muchas veces, fueron 9 horas.
En una parada, entre el pozo y los campos de trigo, se pasa por una casita de piedra, la casita del Sr Husseyin, paré a saludar, me dieron más agua y ayran, ese yugur tan fresco y suave que hacen acá. Divinos. Querían que me quede a comer, pero yo después de un té preferí seguir porque no sabía cuánto me faltaba para llegar, la familia de Husseyin me dijo entre 2 y 3 horas, y yo pensé, tratándose de mí, serán 4. Pero no, fueron 3, ya le había agarrado el tranco y así que en un rato llegué a Gökçeören a la pansiyon de otro Hussein, Yilmaz, es una edificación nueva. Son cuatro habitaciones, con muchas camas, colchones nuevos, balcón, ducha caliente. Ya me bañé. Ayer, en el café Dervish no había sido posible, así que el Che y yo no nos mirábamos ni nos soportábamos el uno al otro.
La pansiyon incluye también cena y desayuno y cuesta 40 liras, aunque pedían más, 70 y me pareció caro y regatée hasta 40 que igual es bastate.
Hoy tampoco crucé otros caminantes.

Actualización enero-febrero 2018.-

La senda entre Saribelen y Gökçeören está actualmente muy bien señalizada. Encontramos bastante nieve, pero no es un tramo complicado. A una hora y media de Saribelen o poco más, hay un sitio donde se puede acampar, luego a dos horas o dos horas y media está la casita de Hussein y su familia, siguen estando allí, siempre hay alguien de la familia, y también es un lugar donde se puede acampar. Allí nos encontramos con Sayma con quien yo había estado en la anterior oportunidad y a quien también llevaba su fotografía. Nos convidó con té, pan casero y un dulce de higos delicioso!! Tomamos su generoso,, rico, amable tentenpié sentados al solcito, un pic-nic. Luego seguimos hacia Gökçeören.

En Gökçeören sigue estando Husseyn Yilmaz. Su lugar ha cambiado y se llama Yesil Pension. Es caro. Sale a recibirnos, quiere llevarnos los bultos. La pensión está bien, limpia, decorada exageradamente, y con cena y desayuno incluidos quiere cobrar el equivalente a 20 euros o poco más por persona. Es mucho y aunque intenta negociar, es temprano como seguir andando un poco más, hace buen día, frío pero soleado, así que decidimos continuar ya que sabemos que llegaremos a un río y podremos acampar cerca de él en el bosque. A unos 6 km por la ruta que ahora es asfaltada, bordeando el arroyo, se van cruzando varios arroyitos más angostos y se llega a unos bosques de coníferas. Hay varios lugares donde se puede acampar. Fríos en la noche, pero aceptables y muy lindos. También si queremos caminar los 8 km completos hasta que termina el asfaltado y a continuación un camino ancho de tierra, se llega a un lugar mejor. También se pasarán por algunas casas, a las perdidas, pero que pueden ser buen refugio, y aún en invierno encontramos que había habitantes.

Se puede acampar en el bosque y se puede acampar donde está el siguiente cartel de Ruta Lycia, antes o después de vadear o cruzar el río. Ese es para mí el mejor lugar posible para acampar. Además así, ya estaremos un poco más cerca de Kas adonde querremos llegar sin parar a dormir en Çukurbag.

Nosotros acampamos cerca de un hilo de agua que desemboca en el arro más caudalosos que vamos bordeando. Sobre una leve colina y entre los pinos. Estuvimos a la calidez del sol hasta que éste lo permitió, luego vimos crecer la luna a través de las copas de los pinos y nos metimos a descansar al abrigo de nuestro plumones.

Día 11: Gökçöeren-Çukurbag-Kas

Experiencia mayo-junio 2011.-

Más fotos en: http://www.facebook.com/media/set/?set=a.2142564724060.128894.1244465731&l=e792dab172
Hoy fue el día que más kilómetros caminé. Hice lo que el libro de Rachel Clow propone para dos días en uno solo. Desde Gökçeören a Çukurbag y de Çukurbag hasta Kas.
Fueron unos 30 km.
Saliendo de Gökçeören son 8 km por camino ancho. Era temprano, las 7 de la mañana y algunos minutos. El sol apenas subía debilucho por las copas de los árboles y por suerte había árboles. Por ese mismo camino ancho se bordea un arroyo y dos o tres veces hay que cruzarlo por puentes, y otra vez, por el medio del agua, a través de un caminito de piedras anchas en un lugar donde el arroyo es estrecho.
La ruta es variada, hay senderos campo traviesa, siempre me pierdo en esos, porque no hay piedras con marcas, hay pocas, y en algunos casos, hay piedritas apiladas para señalar “es por acá”. Algunas quizás se han caído con el tiempo, así que durante el viaje, cuando me perdía y me reencontraba, hacía una pilita de piedras, una pequeña pirámide, para que los futuros viajeros no se pierdan.
Después de ese camino ancho de 8 km y de cruzar el arroyo, son 14 km hasta Phellos. Phellos fue un santuario, o una pequeña ciudad lycia, no se sabe bien qué, o cuán grande fue, porque está sin explorar. Afloran varias construcciones, muy interesantes, y a lo largo y a lo ancho de esa zona hay restos o piedras sospechosas de ser restos. Hay tapas de tumbas, restos de paredes, columnas, capiteles, pedazos de piedra con inscripciones lycias en bajorrelieve. Se ven durante un buen rato. Tuve la sensación de presencias fantasmales flotando entre el laberinto de piedras. Se siente hueco debajo del suelo que se hunde en pequeños lapsos, se ven agujeros entre la tierra y las piedras, quizás ventanas, o puertas.
Durante este tramo de 14 km el sendero se va invisibilizando por la maleza. Se ve que casi nadie lo camina desde hace mucho tiempo. Entre las plantas de izquierda y derecha se tejen telarañas, cuando las veía las esquivaba para no romperles las casitas a las arañas, algunas me las llevaba puesta. Yo, de turbante y velo de telarañas. La jungla que bordea el hilo del sendero es dura pero florida, y huele a dulce. Hay millones y millones de retamas amarillas florecidas, una especie de hortensia color malva, anémonas lilas y violetas. Las rosas mosquetas llenas de pimpollo. Otros arbustos similares al calafate. Mariposas y libélulas de todos los colores.
Este sendero de florida vegetación cerrada, da paso a un bosque de pinos, robles, liquidambars, arrayanes. Una hermosura caminar por ahí, levantando los ojos a los brazos acogedores de las copas, disfrutando del enredo de las ramas, del colchón de hojas caídas. Me hice amiga de un roble. Un roble muy polenta. Muy fuerte. Los brazos abiertos en un abrazo y las manos enormes. Apoyé la cara en su pecho ancho y fresco, le hablé un rato, como suelo hablar con algunos árboles, en árbol, y le dije que ojalá algún día nos volvamos a ver, entre Gökçeören y Çukurbag.
De pronto todos los senderos se acaban y el campo es un campo abierto con algunos árboles salteados de manzanas silvestres. Y ahí, otra vez a perderse y tratar de reencontrarse hasta una nueva huella.
Fueron muchas horas de caminata, más de diez horas, y eso que descansé pocas veces. Llevaba poco agua y las cisternas que encontré estaban sucias, así que fui racionando lo que me quedaba con la esperanza de que en Phellos hubiera algo más que ruinas. Pero no, eran sólo ruinas.
Desde Phellos el camino empieza a bajar por un sendero de piedras color terratoca, baja en zigzag hasta el pueblo de Çukurbag que me pareció encantador. Chiquito, diez, doce casas quizás. Cabañas de madera en las lomitas y las infaltables mezquitas con su cisterna fresca afuera y área de descanso. Es cisterna fue un regalo del cielo. Bebí con tanta satisfacción! Me lave la cara, me mojé la cabeza, y me senté a descansar en la tarima debajo de un liquidámbar impresionante.
Después vino el momento de bajar a Kas. Empieza atravesando todas la calles principal y única de Çukurbag hasta los campos, luego cruzar los campos hacia el sur, menos mal que llevo la brújula. Me re perdí en esa parte porque no había marcas, ni huellas. Terreno plano, sin sembrados, de vez en cuando, pero de forma irrisoria se veía una marca pintada en una piedra que hace mucho alguien debe haber movido de lugar, porque no llevaba a ninguna parte. Yo miraba las montañas alrededor y pensaba, por algún lugar tiene que haber un paso que dé al mar. Así que entre la brújula y la intuición, lo encontré. Cuando vi el mar me sentí tranquila, de alguna manera llegaría hasta ahí abajo.
Me patiné muchísima veces entre las piedras bajando el acantilado. Es un zigzag empinadísimo que termina en la carretera que entra a Kas y de ahí a la ciudad y a buscar el hotel.
Llegué cansada y sucia, muy transpirada, llena de abrojos, tierra y telarañas. No encontraba el hotel, la ciudad es grandecita y turística y yo veía todo pipícucú y yo con esa facha de linyera. Vi un puesto de policías y me acerqué a preguntarles, uno de los policías empezó a festejarme la estrella roja y la remera del Che, y me decía VIVA EL COMUNISMO, yo extrañadísima ante lo insólito, pero contenta. Al final los polis, uno más o menos sabía dónde era el hotel, y me trajeron al hotel en un móvil, muy divertidos.
El hotel es el Ani Motel. Cuesta 50 liras con desayuno, cena, wifi (no anda al pelete pero anda), aire acondicionado. El cuarto es lindo y tengo balcón.
Hoy paseo por Kas, ciudad portuaria de cruceros, pintoresca, linda, con casas encantadoras cuyo estilo se enlaza con el griego, paredes blancas, puertas y ventanas azules. Enfrente de Kas, dándole una mano, está la isla griega de Meis (Castellorizo) que antes fue turca.
Kas se ubica en lo que era el puerto de Antiphellos. La ruta Lycia que estoy tratando de recorrer es la misma que usaban hace dos mil quinientos años los lycios para llegar desde ciudad a puerto y viceverse. Las ruinas de Antiphellos están esparcidas y mezcladas en la ciudad de Kas, entre las casas. El puerto, en su época, perdió prestigio por los de Patara y Andriake que estaban en regiones cuyas tierras eran más prósperas. Las ruinas de Antiphellos son de los siglos IV y V antes de Cristo.
Como anécdota, esta mañana, fui al mercado de frutas y verduras que se hace todos los viernes. Conseguí yerba mate Kharta Khadra, la de Siria, pero en paquete verde. Resulta que pagué y más tarde, después de haber comido uvas sentada frente al puerto, de haber caminado por la costa, y de haber andado por las callecitas, me di cuenta que me habían dado mal el vuelto. 50 liras menos, un día de hotel. No iba a volver, pero volví. El hombre ni dudó en lo que yo le decía y en buena onda me pidió disculpas y me dio las 50 liras que faltaban, problem YOK, me dijo con una sonrisa.

Actualización enero-febrero 2018.-

Amaneció muy frío en el bosque de coníferas. Rodeados de montañas no lográbamos adivinar detrás de cuál asomaría el sol. Fue difícil desarmar el campamento, doblar todo y armar las mochilas tensas con los dedos congelados. Recién a las 11 del mediodía despuntó el alba. En invierno los días lycios son más cortos aunque sigue siendo la ruta del sol, y allá vamos.

El camino arranca con el río a nuestra derecha, seguimos el camino ancho, ahora pavimentado en buena parte de su recorrido. A medida que avanzábamos en esta primera parte veíamos que había más lugares posibles de acampe y, quizás, más lindos y más cómodos así que, de llegar con fuerzas suficientes a Gökçeören, es recomendable seguir un poco. De paso, acortar la distancia a Kas, ya que en este día hacemos dos etapas en un día.

En toda la primera eta, la del camino ancho, hay más casas que antes. Suelen aparecer caminos, como desvíos, que en realidad son entradas a esas casas. La situación es confusa porque los desvíos son igual de anchos y no hay marcas, pircas, o cruces. En los dos primeros casos en que no encontramos con esta circunstancia seguimos por nuestra izquierda. Luego viene el cruce del río, caudaloso, pero que se puede cruzar sobre algunas piedras grandes o bien vadear. A partir de aquí el sendero sube y sube hast alcanzar una cota de 1045  metros, una gran yayla, planicie verde con vistas al mar, y un poco más adelante, una casa de piedra abandonada. Pasando la primera yayla, área verde, un poquito más adelante sobre nuestra derecha y debajo de unas piedras hay un manantial. Más adelante hay otra construcción cerrada con cosas guardadas adentro, botellas de plástico y naranjas.

Dese esta parte hasta las ruinas de Phellos son tres horas. Es fácil perderse otra vez porque otra vez hay pocas marcas y nuevos caminos. Sobre todo hay un tramo que las marcas desaparecen por completo entre parvas de ranas y troncos. Ha habido deforestación y hay un montón de árboles cortados y ramerío y es muy difícil pasar y saber si uno va bien, pero hay que intentar por un lado y por otro, abrirse paso entre el ramerío hasta que, detrás de alguna de estas parvas vuelve a abrirse el sendero.

Lo más maravilloso de esta etapa es ver, tras atravesar bosques, saludar al enorme roble de antaño, pasar entre los arbustos, llevarse puesta una telaraña, lo más maravilloso es ver emerger por sorpresa y cuando menos parece adivinarse, las siluetas del cuerpo de Phellos. Ahora lo primero que vemos abrirse mágicamente ante nuestros ojos es un piso de mosaiquería intacto. Este piso no estaba aún abierto, descubierto, en 2011. Ahora está ahí. Una locura. Mosaiquitos minúsculos que forman hojas y arabescos de colores de otoño, desde hace más de dos mil años ahí, en ese suelo. Increíble. Luego están los templos o tumbas, igual que hace milenios también, fantasmagóricos, piedras con inscripciones tiradas por doquier, pisoteadas por el tiempo y las huellas del peregrino, esperando para seguir develando secretos lentamente. Difícil llegar hasta ahí pero único y de la única manera: a pie.

a hora más y llegamos a Çukurbag. Nos sacia la sed la fuente de la primera mezquita. Para continuar debemos cruzar toda la calle principal o carretera, donde ahora hay muchas más casas, hasta la segunda mezquita y desde allí bajar de manera abrupta a Kas. En esta parte vuelve a ser probable, muy probable, perder el rumbo, a pesar de verse el mar. La bajada es empinadísima, de piedras sueltas y tierra. No vale mucho la pena por lo que quizás es aconsejable tomar un dolmus o hacer dedo a Kas.

En Kas esta vez nos quedamos en el hotel Kayahan, está muy bien ubicado, con balcones y vistas al mar. Está a pocos minutos del centro y el servicio es completo y bueno. Con desayuno cuesta 50 liras por persona.

Día 12: Kas-Liman Agzi (y un poco más allá) (2011)/Kas-Fakdere (2018)

Experiencia mayo-junio 2011.-

Más fotos en: http://www.facebook.com/media/set/?set=a.2142564724060.128894.1244465731&l=e792dab172

La caminata de hoy, hablando mal y pronto, fue una poronguita. Me refiero a la distancia recorrida, al tiempo que me llevó. El paisaje Bellísimo. Los precipicios, vertiginosos.
La ruta Lycia, en este tramo, camina encaramada a la verticalidad del acantilado. Por los lugares donde uno accede a lo que fueron construcciones, casas, tumbas o almacenes, se nota que antes, hace dos mil quinienos años, el mar estaba más lejos.
Verán en alguna foto que tomé de una de esas casas incrustadas en la piedra, que no tuve más margen hacia atrás para tomarla más amplia. Un paso atrás y era un paso en el aire.
Hice el camino dos veces. Fui por el de la costa, el del precipicio. En un tramo hay que bajar colgándose de unas de sogas. En la mayor parte es como bajar una escalera estrecha sin baranda. Abajo, el mar; hoy que está ventoso, era una furia o una fiesta de turquesas y verdes con guirnaldas de espuma. Una maravilla. Como digo siempre, ALUCINANTE.
El camino empieza saliendo de Kas por el puerto y subiendo una ladera, luego el camino se subdivide en dos, uno para los que quieren ir por tierra adentro y otro para los que se cuelgan de la soguita. Como iba sin más peso que la cámara y una botella de agua en el morral, me mandé por la soguita.
A medida que se avanza hacia arriba en la ladera, la ciudad de Kas va quedando atrás como una postal de casitas amontonadas en la bahía. Enfrente se ve la isla Castellorizo o Meis, isla griega. Algunos barcos van y vienen plácidamente. Se pasa por un par de playas y por varias tumbas lycias, sarcófagos y entradas en la montaña, luego, aparece entre aguas transparentes y azules, Liman Agazi, con su playa exclusiva y silenciosa metida entre los riscos. Me senté un rato, ya saben. Para no perder la costumbre.
Como se me hizo rápido y poco, y el tiempo acompañaba porque no hacía calor, seguí. Encaré la ruta Lycia para lo que vendrá y que tendré que rebuscarme para hacer de otra manera además de caminando -volando, nadando…
El sendero se mete tierra adentro, primero entre espinos y ortigas insoportables e ineludibles. Después se hace más ancho y llega a una cisterna abandonada. Siguiendo se pasa por varias playas recónditas. Al cabo de un rato pegué la vuelta y regresé a Kas por el otro sendero, el que va por adentro. Por éste, se pasa por otras ruinas, en medio de la arboleda, y a las que como si nada, algún descocado, les mandó graffiti colorado. Hay varias piedras con formas simétricas esparcidas entre la maleza y entre los árboles.
Lo que vendrá: me pierdo entre los puertos. A partir de mañana el rumbo me lleva por donde no hay más ruta que la ruta Lycia o la de los barcos. He leído que hay sitios en los que sólo podría caminar si fuera con alguien más -además de con el hombre invisible- alguien que pasara primero, al que alcanzarle la mochila, para pasar después.
Cuando se me ocurrió la idea de hacer la ruta Lycia me pregunté si podría hacerla sin compañía de otro humano, justo encontré la respuesta, no recuerdo si en el libro de Kate Clow o en la web, decía SÍ, PUEDE HACERSE SOLO. Sin embargo, luego, leyendo cada capítulo, recomienda algunas veces: no caminar este tramo solo -como el de hoy, el de la soguita-, o dice: si se va en grupo pasar las mochilas
Que nadie crea que voy a desconcertarme por eso. Yo sigo adelante. Y a partir de mañana, cuando no me alcancen las piernas, ni las manos para agarrarme de las paredes, o de la soguita, le voy a hacer dedo al primer barco que pase.

Actualización enero-febrero 2018.-

Dejamos Kas subiendo la pendiente y bordeando la costa. Desde el hotel con su vista al mar y los barcos, subimos por esa misma calle y luego más cerca de la vera del mar. A pocos kilómetros las marcas se dividen. No hay cartel. Las marcas más notorias van hacia nuestra izquierda, el sendero que se adentra y las menos notorias van bordeando la costa. Este último es el que elegimos, el de la soguita en la cornisa.

La cornisa se ha desgastado por lo que exige más precacuión cruzar esta parte. Es alucinante. Vamos agarrados de una soga como si fuera una tirolesa pero por único arnés, nuestros brazos. A nuestra derecha, el precipicio que abruptamente cae en picada hacia el fondo verde del mar. A la izquierda donde pegamos nuestro lateral, tumbas empotradas en la roca, excavadas en la ladera de la montaña.

Todo el camino de hoy está bien marcado. Llegamos pronto a Liman Agazi, en menos de dos horas, pero no entramos. El sendero desemboca en una seguidilla de balnearios, spots de descanso, tapancos de yoga. Uno pegado al otro y apenas damos el último paso al sendero antes de llegar a su bonita playa. Seguimos  y tras cruzar una parte expuesta de coralina petrificadas donde más de un caminante elucubró abandonar la ruta, pero claro, volver atrás también significada volver a colgar de la soguita…  con la adrenalina en alto llegamos a Cobaj Plaji, a cuarenta minutos desde Liman Agazi.

Cobak Plaji es un lugar ideal para darse un chapuzón. La playa es un paraíso a no ser por la basura que trae el viente. Se amontonan plásticos, una pena. Algunas cabras pastan detrás de la playa entre los arbusto. Además de las cabras y nosotros y a no ser algún pez vivito y coleando, no hay más ser vivo en la bahía. El agua calma, resguardada por dos penínsulas, es cristalina y cálida. Una delicia.

Tras un reparador y placentero descanso continuamos el sendero hasta Fakdere o Ufakdere. Allí decidimos acampar. En este lugar hay algunas construcciones convertidas en spots o balnearios, es un rincón muy exclusivo ya que prácticamente sólo puede llegarse a pie o en barco. Aquí, en 1980, retiraron del agua un barco de la edad de bronce que permanecía hundido, completo, con todo su arsenal de mobiliario, vajilla, tesoros. El buque fue trasladado al museo de Bodrum donde hoy día es la figura estrella. Las escasas edificaciones que hay en la bahía son el producto de las viviendas, laboratorios, galpones que utilizaron los investigadores y demás trabajadores, cuando fondearon el buque. Hay una persona encargada del lugar, nadie más. Nos cobran 25 liras con desayuno.

El lugar, el atardecer, son impagables. El clima nos acompaña.

Día 13: Kas-Uçagiz (2011)

Experiencia mayo-junio 2011.-

Más imágenes en:
http://www.facebook.com/media/set/?set=a.2147179719432.129203.1244465731&l=17dc7ff3cc
y en:
http://www.facebook.com/media/set/?set=a.2142564724060.128894.1244465731&l=e792dab172

Si uno siguiera la ruta Lycia normal el recorrido sería: Kas (Antiphellos)-Limanagzi-Bogazcik (Apollonia)-Uçagiz (Teimiussa)-entre paréntesis el nombre antiguo.
Ayer, en el día 12, mi camino fue Kas (Antiphellos)-Limangzi, y unos kilómetros más hacia Bogazcik (Apollonia).
El tramo Kas-Limanagzi, por la ruta de la costa de acantilado debe hacerse sin mochila. La ruta trasera, la que va por dentro, puede hacerse tranquilamente. Ayer, recorrí una de ida, y la otra de regreso a Kas.
Más adelante, si uno siguiera caminando hacia Bogazcik (Apollonia), el terreno de la ruta, escarpado, requiere hacer uso de piernas y brazos. Esto puede hacerse, pero el problema en el mes de junio, y durante todo el verano, es que los pozos y las cisternas están secos y es una ruta de alrededor de 8 horas de caminata.
Por otro lado a todos estos puntos de la ruta solamente se puede llegar a pie, o en barco. No hay carreteras, sí algunos caminos rústicos, pero no hay transporte.
Mi decisión fue tomar un barco hasta Kale (Simena), ubicada a unos 3 km de Uçagiz (Teimiussa). Fue una buena idea, porque desde el agua se puede apreciar en la isla de Kekova, antigua Dolichiste Lycia (Simena), la ciudad que en el siglo II comenzó a hundirse debido a sucesivos terremotos que castigaron estas costas hasta el año 600.
El viaje en barco fue un placer. Paramos en aguas transparentes a nadar, así que no tuve más remedio que pelar la bikini verde manzana y hacerme unos largos entre peces naranjas, azules y cebras. Una delicia. La delicia se hizo más deliciosa con el lunch, ya que ataron una parrillita al mascarón de proa y nos dieron un asadito de pollo. Para mí, todo esto, un lujo, seriamente, un lujo.
El barco se detuvo además en la bahía Tersane, donde se conserva sobre la costa, el ápside una iglesia bizantina.
El puerto de Kale (Simena), fue mi puerto. Me calcé las botas, cargué el mochilaje, e inicié la marcha a pie.
Primero visité el castillo construido por los caballeros de Rodas, genoveses, en el año 14. Luego crucé lo que queda en pie y sobre la tierra, de las ruinas de Simena. Lo demás está hundido y desde el año 1990 es zona protegida así que ahí no está permitido bucear, ni nadar.
Saliendo de las ruinas de Simena, se baja hacia un camino ancho que se dirige en una subida no muy pronunciada, tranquila, hasta el pueblito de Uçagiz (Teimiussa). Es un pueblito portuario, también, muy pintorezco, lleno de vegetación y dispuesto alrededor de una pequeña bahía. No encontré lugar para acampar así que estoy en otra pensión, sencilla, pero con un balcón enfrente del mar, qué más se puede pedir?
La idea para completar parte de esta zona, que me interesa mucho, es caminar como quien regresa, reculando pero no en chancletas; ir hacia atrás de la ruta normal y hacer un circuito desde aquí a Aperlae, desde Aperlae a Apollonia y desde Apollonia regresar en esta dirección (Uçagiz-Temiussa) para seguir hacia adelante. La única desventaja es que en este sentido mi ruta sube, pero bueno, habrá que hacer fuerza, carajo.

Actualización 2018, posterior ya que caminamos desde Fakdere (Ufakdere) a Aperlai

Dia 13: Üçağız-Aperlai (2011)/Fakdere-Aperlai (2018)

Experiencia mayo-junio 2011.-

Alucinante. Totalmente. Aperlai es alucinante. Acampo en Purple house, llamada así por el tinte morado que usaban las civilizaciones antiguas, el que dio nombre a los fenicios, por Phoenix, y que se extrae de un molusco del mar Mediterráneo.
El camino no fue complicado. Salí con la fresca de Uçagiz. Se empieza bordeando el mar, al ras del agua, un buen rato. Luego se sube una colina, no demasiado, y se atraviesan varios campos, ahí es donde siempre me pierdo, no hay marcas, o hay pocas, pero yo me mando.
Primero se llega a un pequeño puerto, es más bien, un muelle, simplemente. Luego se cruza un itsmo y del otro lado del itsmo está Aperlai.
No anda nadie. Bueno, en el camino crucé a una pareja que iba para el otro lado, y después que llegué a Purple house, otra pareja de ingleses, cuyo velero está atracado en el muelle del otro lado del itsmo. Richard y Ara, charlé un rato con ellos. Dos viajeros a vela. Divinos. 74 y 69 años y se hacen a la mar en un velero que no es notable por sus dimensiones pero que al parecer se atreve a los siete mares porque va y viene de las costas de Europa a las de África y Asia.
En Purple house encontré también a Arturo -sorete duro- que es un escritor que vive a dos casas -hay cinco casas en Aperlai- y que está haciendo un libro nuevo acerca de la historia de los licios y las ruinas y planea traer expediciones de estudiantes de arqueología para que hagan la ruta y estudien los lugares inexplorados y la cantidad de vestigios a medio desenterrar y a medio descubrir, que hay. Los dueños del camping son Riza y Faiza y tienen un bebé que se llama Ada. El camping es gratis y la cena cuesta 20 liras.
Hay varios lugares con almohadones estilo beduino para sentarse, en tarimas de madera, como pequeños muelle debajo de los árboles, un quincho y fogón para hacer fueguito. Me encanta.
Además caminé por la costa y vi la famosa, por las fotos, tumba en el agua. Ahí, instalada en la costa del mar, después de que parte de estas ciudades sucumbieran a los terremotos entre el año 100 y el 600. Caminé por la orilla, me tiré en una reposera al sol. Tranquila. Una paz pasmosa. Y después subí a ver otras ruinas. Los muros bizantinos se conservan intactos, el antiguo puerto está completamente debajo del agua. Las tumbas, al ser de piedra, sobreviven a los cataclismos, pero las viviendas, que según los estudiosos, seguían el mimo patrón arquitectónico que las tumbas, eran de madera y han perecido. Dicen que eran del tipo de las casitas que vimos en Bezirgan y Gökçeören, y que actualmente se usan para almacenar el trigo.
La ciudad Aperlai pertenecía a la Liga Lycia desde el siglo V antes de Cristo, pero las fortificaciones bizantinas fueron construidas bastante después, en los siglo IV y VI de nuestra era. Lo que ha quedado y cómo ha quedado, es impresionante, y más, con el marco del mar azul turquesa verde, todo a lo largo. Novedoso. Diferente.
La luz en el pequeño pueblito es por energía solar, el agua es de lluvia, internet solamente tiene Arturo y algunas horas, con un dispositivo USB. Ahí nos fuimos a conectar un ratito. Toqué la flauta y Riza, el dueño del camping, dice que es el sueño de su vida, así que se la presté para que practique el sol-la-si.
En el camping y hay una gatita que se parece a Mistigri y con la que ya nos hicimos muy amigas.

Actualización enero-febrero 2018.-

En mi experiencia anterior había hecho la etapa en reversa, desde Üçağız, lo que, en esta oportunidad 2018, corresponderá al día de mañana, pero mañana seguimos. Vamos al hoy.

Este día, desde Fakdere o Ufakdere caminamos hasta Aperlai. La ruta es larga. Llegamos a Aperlai casi con el caer de la tarde. Es invierno, los días son más cortos. Amanece más tarde y oscurece más temprano. Hay caminos nuevos, de tierra y de asfalto, y muchas más viviendas, por lo que el sendero algunas veces es confuso.

Al salir de Fakdere lo hacemos por un camino ancho de tierra, luego nos adentramos en un sendero que baja a la vera del mar o vuelve a subir y ladear la montaña por su parte más elevada. Hay un lugar donde hay construcciones destruidas, spots turísticos ilegales que han sido demolidas. Las vistas de la costa o la costa misma a la que nos acercamos muchas veces, es preciosa. Pasamos algunas pequeñas playas muy lindas, dignas de un descanso y un chapuzón.

No hay mucha agua durante el recorrido así que hay que aprovechar la mínima oportunidad de abastecerse y llenar nuestras ánforas. Cerca de Apollonia, los senderos se confunden con huellas de cabras. Mirar bien. Por allí, estábamos confundidos, buscando la marca y los gritos y pitazos y encontramos a un poblador que nos convidó naranjas y agua de su tanque, luego salimos al camino ancho que conduce a Boagcik. A partir de aquí nos volvemos a perder. Pasamos por el Apollonia Lodge donde sólo hay un par de niños y no ingresamos al poblado en sí. Desviamos como indican las marcas a nuestra derecha y llegamos a un camino de asfalto donde las marcas desaparecen. Intuimos por lógica y alguien así nos lo indica, que si venimos desde hace rato tirando a nuestra izquierda, debemos seguir en esta misma dirección. Error!!! debíamos regresar sobre nuestros pasos, girar hacia la derecha, volver atrás. Poner reversa. O sea, al llegar al asfalto donde NO hay marcas, girar a la derecha! Pronto, desde aquí, reencontraremos marcas que nos indican dónde entrar para descender hacia Aperlai. El sendero ha sido remarcado y no está muy bien. Obliga a dar vueltas inútiles, quizás para pasar por el Lodge, pero absolutamente innecesarias si uno planea, como nosotros, seguir de largo hacia Aperlai.

Por suerte y a pesar de las vueltas al pedo, logramos llegar antes del anochecer a Aperlai y allí todavía está Riza. Ada, el pequeño hijo ya está alto, grande,  absolutamente lindo volver a encontrarlos. No vimos a Faiza ni a Arturo que no se encontraba en Aperlai. El invierno tampoco le pega a la zona de manera muy pintoresca. Se vuelve húmedo, lúgubre; la playa está con la marea baja, y las emblemáticas tumbas sumergidas, emergen a flote,  despintadas por la marca perenne del mar. Las reposeras invernando en un amontonadero de bártulos. Tampoco están las plataformas, los almohadones, pero el calor humano es bueno, la comida saludable, natural, deliciosa. El encanto no desaparece del todo, sólo hay que saber mirarlo, con la ternura que un lugar así, aislado de la civilización merece. Aquí sí, que sólo es de a pie o a duras penas en bote. No hay internet, la energía sigue siendo sólo solar, el agua se calienta con leña.

Visitamos la necrópolis y acampamos. A veces hay chanchos salvajes, hay que palmear las manos si uno los escucha que andan escarbando por ahí. También hay puercoespines.

El camping cn cena y desayuno nos costó 50 liras.

Dia 14: Aperlai-Apollonia (2011)

Experiencia 2011.-

Es un camino breve. Son solamente 7 km en subida, desde el sitio de Aperlai, a la orilla del mar, hasta las ruinas de Apollonia sobre la colina.
El camino es claro e inicia pasando entre la necrópolis de Aperlai y luego detrás de los muros bizantinos. Después sube por senderos de mula, de piedra molida y filosa casi todo el resto del sendero, alternando con plantaciones de olivos y arbustos calafatosos. Las ruinas de Apollonia se confunden con el color gris de las piedras y es difícil determinar dónde están. Están esparcidas, quizás hay más restos enterrados. Las edificaciones que se ven en pie, no están una junto a la otra. Apollonia está cerca de los pueblitos de Bogazcik y Kiliçli. Las ruinas pertenecen a una fortaleza bizantina, otros muros son fortificaciones griegas más antiguas y otros restos lycios de los siglos IV y V antes de Cristo. También hay varias tumbas esparcidas y algunas cisternas semiderruidas.
La vista desde arriba de la colina, del itsmo, del agua verde y calma de Aperlai, en contraste con el mar más abierto y azul del otro lado de la península, ese contraste, es increíble. Ni pintado sería creíble. Fabuloso.
Subí y volví a bajar al campamento, o sea que hice doble este camino pero no se me hizo pesado. Si sigo así, habré caminado la ruta Lycia por partida doble. Estuve un rato en las reposeras junto al mar. Mucha serenidad.
Para mañana, día 16 de caminata, está la opción de regresar en bote hasta Uçagiz –o caminando otra vez- y avanzar en bus hasta cerca de Andriake, otro puerto y otro campamento, entre el mar y el río; luego seguir a pie a Myra.
Por el camping pasó una pareja yanqui en sus setentas, que está tratando de hace la mayor cantidad posible de la ruta, los frena, en algunos tramos, el calor y la falta de agua. Esta pareja me dijo que anda una inglesa que quiere hacer la parte de la montaña y está buscando compañía. Hay tres secciones del camino, que se avecinan, que son de montaña alta y desolada.

Actualización 2018.-

Esa vez descansé dos noches en Purple House de Aperlai. Había hecho, en reversa, el camino desde Ucagiz a Aperlai. Luego subí a Apollonia y bajé al campamento otra vez en Aperlai. Esta vez, 2018, siguiendo el sentido, fuimos desde a Apollonia a Ucagiz, continuamos a Simena Kale, y sí! hicimos las montañas de Myra a Finike. Ver entonces a continuación…

Día 14: Aperlai-Üçagiz-Myra (2011)/Aperlai-Simena (2018)


Más imágenes en el enlace de facebook:
http://www.facebook.com/media/set/?set=a.2147179719432.129203.1244465731&l=17dc7ff3cc
Muchos kilómetros y mucho calor, pero mucho, más que las veces anteriores y de rebote, con efecto invernadero literalmente hablando porque esta zona está plagada de invernáculos de tomates. Uno pasa por al lado y es un vaho de calor sofocante.
Hasta anoche dudaba de si tomaría el bote para regresar de Aperlai o si caminaría. El bote cuesta 50 liras turcas, más o menos una noche de alojamiento, pero, me ahorraba 15 km ya caminados con anterioridad, en sentido inverso. Además, si tomaba el bote y llegaba antes de las 8 a Üçagiz, podía tomar un bus para no repetir también los km hechos entre Simena y Üçagiz. Cabeza dura y codito de oro, no tomé el bote. Dije, 15 km? No son nada. Los hago de nuevo. Salí valiente, con viento en popa y el sol que empezaba a apuntar derechito a proa. Al cabo de una hora y media de caminata estaba harta. Fastidiada por el sol, por el camino de piedras y piedras y piedras, por tener que subir y bajar y cruzar esos campos abiertos y calcinantes sin un puto perejil a cuya sombre guarecerme un segundo. Esos 15 km repetidos se me hicieron larguísimos. No prestaba atención, perdía el sendero, el sol me encandilaba y no se dejaba de joder. Cuando vi el mar del otro lado de la península, me sentí más tranquila. Igual me volví a equivocar, llegué a la orilla del mar donde no podía pasar porque llegaba el agua y tuve que remontar las piedras. No lo disfruté, aunque es un sendero que vale la pena. Lo fue de ida.
Llegué a Üçagiz y encaré la ruta hacia Sura. En varios puntos, la ruta lycia se toca o concuerda con la ruta para autos. La carretera. Caminar al sol por carretera, con este calor, y el peso, no es lindo. Antes de llegar a Sura, vi allá abajo, el puerto de Andriake, donde tenía pensado acampar. Alrededor, el campo, lleno de invernaderos. Miré la bajada, miré la ruta, y no bajé a Andriake, seguí caminando y como dijo Farid cuando llegó a Roma, me caí de culo. Frente a mis ojos se desplegaba como un abanico a lo largo y a lo ancho de la montaña, la ciudad de Myra, Myrr, en lycio.
Lo que permanece de la ciudad, son las tumbas y las casas que fueron cavadas en la piedra, más un teatro estilo griego también de piedra. Las casas que eran de madera perecieron. Según Fellow, que fue un explorador inglés de toda esta zona en el siglo XIX, las tumbas y las construcciones en la piedra tenían notables murales pintados, frisos en inscripciones. Cabe agregar que todo lo hallado en la ruta lycia y que Fellos consideraba de mayor interés o atractivo, se encuentra en el British Museum.
La ciudad de Myra es importante también en la historia de la cristiandad porque aquí llegó el apóstol Pablo en su prédica. Aquí se encuentra la iglesia de San Nicolás, cuyo santo fue robado por marinos italianos y está en Bari.
La ciudad lycia de Myra existe desde el siglo V antes de Cristo, se conectaba con el puerto de Andriake y fue atacada y saqueada muchas veces, por Brutus en el 42 antes de Cristo, por Germanicus en el 18 de nuestra era.
La iglesia de San Nicolás sufrió destrucción, ataques y robo, los normandos la reconstruyeron en el año 11, después fue abandonada tras el ataque de chipriotas en 1362, y finalmente reconstruida por un príncipe ruso. No sé si será por eso pero la ciudad, llamada actualmente Demre, está llena de rusos. Actualmente, Myra es una parada de peregrinos religiosos, alrededor hay varios monasterios, aunque como el terreno es muy accidentado, muchos prefieren llegar a Myra por ferry, hasta Andriake, y no caminando.
Desde acá, debería arrancar mañana una ruta de alta montaña y dos o tres días de camino sin más que pueblos fantasmas en el medio. Como no cuento con compañía humana, no puede acceder en aparente soledad a esa parte de la ruta. Sí, puedo subir durante varias horas, explorar el panorama, y luego bajar. Eso es lo que haré a partir de mañana.

Actualización 2018.-

Para llegar a Simena o Kalekoy como también se conoce, salimos de Aperlai que está en el extremo de un itsmo y cruzamos recto todo el itsmo. Al final del cruce que no es más de una hora, hay marcas que intentan confundirnos. Son marcas rojas y blancas como las de la Ruta Lycia pero grotescas, gruesas, mal hechas, chorreadas. Hay que observar la diferencia y no tomar los senderos equivocados que intenta desviarnos hacia el bar y restaurante del boathouse. La diferencia entre unas y otras marcas es bastante evidente. Dejar las falsas a nuestra derecha y tirar a la izquierda. En un momento parece ser que las marcas reales se acaban y sólo vemos las falsas conduciéndonos hacia la costa. No hay que llegar a la costa. La marca real esta sobre nuestra izquierda pero volviendo sobre nuestros pasos. Seguramente tendremos la sensación de que estamos caminando en reversa pero la pendiente, en subida, nos dará la pauta de que no es así. Dejamos entonces la línea recta del itsmo y volviendo algunos pasos en reversa y luego hacia arriba encontraremos más marcas reales y pircas. Luego es fácil. Cruzaremos algunas ovas, praderas, veremos algo de ganado y llevaremos la costa a veces más cerca y aveces más lejos sobre nuestra derecha. En tres horas llegamos a Üçagiz.

Descansamos un momento en la plaza junto a la ribera del mar. Üçagiz es un enclave veraniego, con muelles y botes. Las pensiones, en su mayoría están cerradas. Algunos nos ofrecen buen precio y lugar, pero es temprano, el clima es bueno, así que decidimos continuar hacia Simena. Salir de Üçagiz es por una calle de pavimento, detrás de la calle que bordea la costa, paralela a esta. Es prácticamente la única calle que hay y que sube. Es caluroso, no hay sombra. Apenas empezamos a subir vemos algunas tumbas casi domésticas, mimetizadas con los jardines de algunas casas y sus flores. No demoramos mucho hasta Simena, menos de una hora. Antes de llegar pasamos por un astillero repleto de barcos que seguramente estarán aprontándose y acicalándose para el próximo verano. En reposo por ahora. En Simena no hay nadie. Sólo algunos pobladores. Si Üçagiz es netamente veraniega, Simena aún más. El pueblo no es básicamente un pueblo ordinario sino muelles y casas de madera adosadas a los muelles, encaramadas en el acantilado. No hay calles, sólo caminitos o escaleras. La gente se maneja en botes, lanchas, barcos. Todos los servicios se cierran en baja temporada pero siempre queda alguien para comprar cena o desayunos. Mercado no hay, en Üçagiz sí.

Pasando el astillero y antes de llegar a este peculiar caserío encaramado en la ladera, desviamos para subir hacia donde se ve el castillo genovés. Sabemos que cerca de allí está la necrópolis y también la posibilidad de acampar.El castillo genovés es una fortaleza en la cima de ese morro. Desde abajo lo vemos y parece inalcanzable pero en muy breve tiempo estamos al lado.  Empiezan a aparecer ante nuestro ojos tumbas y más tumbas lycias. Algunas enormes otras pequeñas, gemelas, solitarias, mas arriba más abajo. Muchas. El castillo está a unos pocos peldaños de roca más arriba. Acampamos en medio de la necrópolis, entre las tumbas, bajo la guarda de antiguos fantasmas lycios y con unas vistas excelentes del mar y la isla de Kekova que está enfrente y es donde se encuentra una antigua ciudad lycia sumergida.

A pocos metros del campamento tenemos los baños del complejo de visitas al castillo genovés. Son unos baños de vanguardia. Nunca habíamos visto algo así! Todo electrónico o láser. La tabla del inodoro, por ejemplo, muy novedoso, da vueltas y va cambiando un plástico donde uno se sienta. Un inodoro que da vueltas y se llama tottolet.

Y claro, no lo conocíamos porque es una invención turca, Hélo aquí http://www.tottolet.com/ el famoso tottolet

Día 15: Simena-Demre (2018)

Hermosos paisajes, bellísimas vistas. Playas encajonadas entre penínsulas, bahías de piedra. Agua cristalina. Mar verde verde mar.

El recorrido no es nada difícil. Para comenzar cruzamos varias ovas, praderas muy húmedas y llanas, con un pasto al ras, como un musgo. Pasamos por algunas ruinas mezcladas entre las piedras y la maleza y un castillo genovés gemelo de Kalekoy en Simena. Pasamos también algunos enclaves veraniegos, semiabandonados ahora en invierno, muelles con bares fantasmas donde durante la temporada atracan barcos con turistas. Las playas, paradisíacas, son accesibles sólo por agua o por el sendero.

No encontramos agua dulce en el camino. Hay pozos cuyas bocas están cubiertas con ramas, nada más. No hay baldes ni sogas. El agua no huele mal pero está muy abajo y se ve que los pozos, en desuso. Pudimos cargar agua recién en Kapakli, a dos horas de camino de Simena. Antes de llegar aquí hicimos una parad de descanso en una explanada tipo muelle de desembarco. Abandonado todo. Hay restos de alambres, plásticos, algunos materiales desperdigados y algo de basura. Desde ahí fuimos a Kapakli donde fue posible cargar agua. No es necesario subir al pueblo. Se pasa sólo por sus suburbios, ahí nomás, apenas llegamos, hay una escuela y afuera de la escuela una fuente de agua. Después el sendero va rodeando la montaña y a más de una hora, desemboca en la playa de Çakil. Çakil merece un chapuzón o, al menos, una parada de descanso. Es una playa de piedras prístinas, blanquísimas, y aguas tan cristalinas que ni siquiera se sospecha que pudiera tener algo de sal. Ideal para meditar un rato, es la paz.

Desde aquí ya vemos el puerto de Andriake y allá vamos; llegamos en una hora más tras cruzar el río Sura por un puente muy rústico hacia la playa de Çayagiz. Amplia y de arena dorada y suave.

El camping de Andriake también está cerrado y en completo abandono así que continuamos hacia Demre a casi 4 km más por la carretera de pavimento. En Demre nos alojamos en la Pensión Kent, cerca de las ruinas de Myra. Una habitación grande, para tres personas, con desayuno, cuesta 100 liras. Nos permiten usar la cocina. El agua caliente no es muy buena y la habitación es una heladera, pero la casa está bien ubicada para la Ruta Lycia, tiene un lindo porch donde tomarse unos mates. Es una pensión familiar, compartimos la cena y el desayuno con ellos, principalmente con Sali que es un buen anfitrión, trekker, y conoce los caminos de la zona.

Día 16: Myra, Demre (2018)

Esta vez sí se puede! Nos lanzaremos con el equipo a caminar las afamadas etapas que la mayoría de los pocos caminantes que se acercan a Lycia, no hacen. Iremos a través de las montañas y adentrándonos en la incivilización total, hacia Alkilise cruzando por el paso de la cumbre de Papaz dag para luego bajar por Beloren con rumbo a Finike. Normalmente se necesitan tres días. Dos noches de acampe en medio de la naturaleza. Cerca solamente de los espectros de antiguos habitantes, hordas de ángeles ya que por aquí estuvo el ángel Gabriel, de santos ya que también pasó San Nicolás, o de guerreros, ya que los lycios fueron ejemplo de resistencia a los más poderosos imperios y sus invasiones que arrasaban las latitudes de las tierras conocidas.

Este día, además de abastecernos para la feroz caminata, tuvimos que hacer una parada táctica en el zapatero. La dura corteza de piedra turca, tan abundante como cortante, atenta contra nuestras poderosas Fronlimpit. Alguna puntera resiste a despegarse y a las costuras le aprietan las ganas de zafarse del hilo. Un buen zapatero del centro de Demre, en pocos minutos, de manera eficiente, y con toda la maquinaria necesaria, nos dejó como nuevos por 5 liras. Salimos contentos como pibe con zapatos nuevos, de estreno, a comprar vituallas para la travesía y a visitar las ruinas de Myra.

Primero visitamos las tumbas que no son visitadas turísticamente y a las que se accede pasando entre invernáculos de tomates y luego cruzando un pequeño montecito de naranjos. Estas tumbas están excavadas en la misma montaña que las otras pero en otra de sus caras. Luego fuimos a las conocidas, las que el turismo convencional visita. Allí hay que pagar 20 liras. Están las tumbas y un teatro. Las vistas de estas tumbas es más clara, están limpias de maleza, y se ven más cantidad pero de una manera limitada ya que hay una barda que las circunscribe y no se permite pasar y acceder hasta la boca misma de las tumbas. Ir a las otras es mucho mejor desde este punto de vista, no hay límites, se puede llegar hasta donde quieras o puedas e incluso entrar a las tumbas. Hay maleza, hay ruda, arbustos espinosos, y hay que trepar un poco pero vale la pena darse la vuelta por allí.

También aprovechamos la caminata para subir hasta una fortaleza a la que se llega siguiendo las marcas lycias que vienen desde Sura y cuya bifurcación ayer vimos antes de decidir salir por la costa hacia Andriake.

La ciudad de Demre no es bonita. Está plagada de invernáculos. Es polvosa, bastante urbana y sin más encanto que la ladera de Myra. Hay una iglesia de San Nicolás muy visitada por el turismo que fue importante en su tiempo, luego saqueadas sus riquezas, y luego reconstruida.

Día 17: Demre-Belören-Zeytin (2011)/Demre-Alakilise (2018)

Experiencia mayo-junio 2011.-

Más imágenes en https://www.facebook.com/maria.che/media_set?set=a.2155412605249.129628.1244465731&type=3

Salí sin desayunar, bien temprano, para agarrar la fresca y que además me alcanzara el tiempo. Eran las 6 de la mañana y me llevé galletitas en el morral. Todo joya. El tiempo me sobró y no hizo mucho calor. Buena parte de la caminata fue con sombra y otra parte con cielo nublado y buena brisa.
El camino es variado. Se sale de Demre por carretera, rumbo a Myra. En Myra se sigue varios kilómetros más por carretera hasta Gavur Yolu. Gavur Yolu es a mi parecer una zona horrible, pero está ahí. Es un valle pero con un río que ahora está seco y es un lecho de canto rodado con algunos manchones de agua. A la vera de este ex río proliferan miles de invernáculos de tomates.
La ruta Lycia se mezcla con cañerías de goma o plástico negro que traen agua a los invernaderos. El sendero es pedregoso, de piedras sueltas, revueltas, con pocas marcas. Es difícil entre el tomatal, abajo, y el resto de la colina, hacia arriba, no perderse, al menos al principio. A mitad de la colina el sendero es más claro y al final se pierde de nuevo porque hay casas y basura desparramada. El pueblo donde proliferan los tomates se llama Kutluca. Esta parte de la ruta Lycia se ve que no es muy transitada. En muchos lugares los arbustos tapan la huella del camino y hay que buscarla entre las ramas. Es confuso y no es pintoresco.
Después de subir la colina el panorama mejora mucho. La montaña está más virgen y hay árboles. El sendero sigue siendo de piedras, lo que en inglés se dice limestone, palabra que yo desconocía pero que la experiencia me ha grabado desde la suela de mis botas, para siempre. Tampoco sabía lo que era una yayla y ahora sé que son esas zonas de campo abierto donde se produce y se junta el forraje para alimentar a los animales durante el invierno.
Siguiendo con nuestro camino de hoy, muchas veces el sendero coincide con una carretera en partes asfaltada, pero sencilla, y en otras, de tierra. Es muy tranquilo. Anda poca gente, pero al llegar a Belören me encontré con la sorpresa de que hay un pueblo y vive gente. Digo que fue una sorpresa porque el libro de Kate Clow dice que es un pueblo abandonado, sin embargo hay varias familias, más que en Gavuraili donde hay sólo una. En Belören me invitaron a tomar té en lo Hüseyin y me convidaron con un pan casero riquísimo hecho por una vecina, Aise.
Saliendo de Belören hacia Zeytin se avanza por nuevo sendero en zigzag de piedras. Por este sendero se sube un barranco, se pasa hacia el otro lado del barranco. En esta parte me encontré con varias mujeres pastoreando cabras. Me invitaron a sentarme con ellas sobre la hierba y charlamos. El camino luego es más ancho, regado de amapolas, y se conecta con otro camino ancho pero sin amapolas.
La vista es fundamental. Las montañas son omnipresentes durante esa caminata. En Zeytin hay algunas ruinas lycias dispersas en el paisaje. También hay un par de casitas con sus pobladores y sus cabras. Algunas casas o chozas están abandonadas. Durante todo el camino hay pozos de agua y parece en buen estado.
Entre Zeytin y Alakilisi hay que bajar por un senderito angosto bordeado de arrayanes y arbustos calafatosos. Este senderito cruza toda la garganta amplia entre dos montañas hasta llegar Alakilise donde dicen que queda parte de una pared de la iglesia del arcángel Gabriel –yo no la vi- y donde no vive nadie.
Desde Demre hasta Myra son 3 km. Desde Myra hasta Belören son 7 km. Desde Belören hasta Zeytin son 4, y luego hasta Alakilise casi 4 más. Total 18 km. Yo hice el doble, 36, ya que subí y bajé a Demre. Lo hice con el morral y la cámara, sin la mochila y sin solazo, y no es pesado.
Mañana, si es que parto a Finike, haré lo propio por el otro lado de esta montaña. Creo que es una buena idea para quienes quieran hacer la ruta Lycia pero no decidan quedarse a dormir en la montaña. Claro que la caminata es doble pero vale la pena y es mucho mejor que pasar de largo.
Llegando a Zeityn, más que nada, esta parte del paisaje es hermosísima.

Actualización enero-febrero 2018.-

Llegamos a Alakilise y llegar, estar aquí, vale realmente la pena y no es tan descocado ni difícil como dicen de esta afamada pero poco transitada etapa de Lycia. El lugar está intacto. Casi nadie viene por aquí. Es un enclave solo. Una muralla de la antigua iglesia o basílica del arcángel Gabriel en medio de un páramo. A más de 800 metros de altura. En una latitud fría y desolada, poblada ralamente por olivos y a lo lejos, bastante lejos, alguna tienda de pastores golondrinas.

Alakilise es además un misterio de la antiguedad. Según versa en uno de sus muros el templo fue reinaguruda en mayo del 812, esto está escrito allí en caracteres griegos, pero las piedras de la base, la primera construcción, los cimientos son tan antiguos como la existencia del mundo, al menos 6200 años, tiempo en que el mismo Gabriel fue consagrado. Luego, a medida que distintos grupos de diferentes civilizaciones se asentaban temporalmente en este lugar, agregaban y cambiaban algo de la construcción tal es así que hay duomos, cruces de malta, cruces templarias, e inscripciones con caracteres de periodos distantes en el tiempo.

Llegar hasta aquí desde Demre es perfectamente posible en unas cuantas horas pero sin exagerar. Salir de Demre es la peor parte y la mas fea. Salid pasando por las ruinas de Myra, por el mismo camino, ruta de pavimento, coches y polvo. Luego cruzar el río y tomar por otra calle de pavimento a nuestra izquierda. En esta parte no vimos marcas, pero es por ahí, por la calle a la izquierda después de cruzar el puente sobre el río. Feo. Lo bueno es que a pesar de no ser bonito la gente sí es muy piola y muy simpática. Un señor que llevaba un trailer cargado de pepinos, freno el tractor y nos obligó a llevar puñados de pepinos, a más no poder, imposible negarse.

Al cabo de una hora o más por esta calle el sendero va a empezar a subir. La entrada tampoco es clara, se pasa por entre los invernaderos de tomates que cada vez son más, más atiborrados, amontonados, calurosos y feos también. Luego se empieza a subir la colina caracoleando, en zig-zag entre piedras y arbustos. Sube y sube. Se cruza una carretera nueva varias veces. Seguir el sendero siempre, sin desviar por la carretera para no perderse. Nunca tomar la carretera, buscar la continuación del sendero enfrente.

Antes de llegar a Beloren pasamos por unas tumbas, luego cruzamos Beloren, deshabitado en invierno, sus típicas y antiguas casas cerradas cual manchas ocres del paisaje. Dejando Beloren atrás hay que tomar pos un sendero tipo huella de cabra. Es fácil confundirlo con las picadas de los rebaños, pero cada tanto hay marcas. Este sendero angosto, bordeado de arrayanes rojizos, llegará al cabo de una hora a una ova, una planicie extensa, y luego de la ova llegaremos a una ruta de tierra. Por esta ruta de tierra son pocos metros, prestar atención ya que hay una entrada a nuestra derecha para bajar al fondo de una garganta, luego deberemos subir. Vamos a pasar por más ruinas desperdigadas por ahí y quizás, según la temporada, por algún campamento esporádico de pastores.  Cruzaremos la garganta bajando y luego subiendo por un frondoso bosque de pinos, sombrío, suave, con el seductor olor de la resina fresca y el alivio de las pinochas a nuestros pies. Durante A partir de esta parte del sendero hay algunos carteles, pocos, de tono azul, celeste, blanco, que invitan a visitar otros parajes históricos. No corresponden a Lycia. Son de otras peregrinaciones de cristianos ortodoxos. Sólo debemos seguir las marcas rojas y blancas o en todo caso algún cartel que diga exclusivamente Alakilise. Nada más.

Desde una cornisa de la montaña, cuando estamos a poco más de un kilómetro de llegar a Alakilise ya se ve el murallón con los arcos. Es impresionante. Acampamos frente a él, entre las ruinas, entre restos desparramados de piedra tallada por el tiempo y sobre todo por los trazos de antiguos hombres, los trazos de la historia. Allí, a nuestro alrededor, como si miles de años giraran en nuestro entorno y revivieran todos los periodos de la humanidad al mismo tiempo. Se pone la piel de gallina. Es emocionante.