Día 17: Demre-Belören-Zeytin (2011)/Demre-Alakilise (2018)

Experiencia mayo-junio 2011.-

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Salí sin desayunar, bien temprano, para agarrar la fresca y que además me alcanzara el tiempo. Eran las 6 de la mañana y me llevé galletitas en el morral. Todo joya. El tiempo me sobró y no hizo mucho calor. Buena parte de la caminata fue con sombra y otra parte con cielo nublado y buena brisa.
El camino es variado. Se sale de Demre por carretera, rumbo a Myra. En Myra se sigue varios kilómetros más por carretera hasta Gavur Yolu. Gavur Yolu es a mi parecer una zona horrible, pero está ahí. Es un valle pero con un río que ahora está seco y es un lecho de canto rodado con algunos manchones de agua. A la vera de este ex río proliferan miles de invernáculos de tomates.
La ruta Lycia se mezcla con cañerías de goma o plástico negro que traen agua a los invernaderos. El sendero es pedregoso, de piedras sueltas, revueltas, con pocas marcas. Es difícil entre el tomatal, abajo, y el resto de la colina, hacia arriba, no perderse, al menos al principio. A mitad de la colina el sendero es más claro y al final se pierde de nuevo porque hay casas y basura desparramada. El pueblo donde proliferan los tomates se llama Kutluca. Esta parte de la ruta Lycia se ve que no es muy transitada. En muchos lugares los arbustos tapan la huella del camino y hay que buscarla entre las ramas. Es confuso y no es pintoresco.
Después de subir la colina el panorama mejora mucho. La montaña está más virgen y hay árboles. El sendero sigue siendo de piedras, lo que en inglés se dice limestone, palabra que yo desconocía pero que la experiencia me ha grabado desde la suela de mis botas, para siempre. Tampoco sabía lo que era una yayla y ahora sé que son esas zonas de campo abierto donde se produce y se junta el forraje para alimentar a los animales durante el invierno.
Siguiendo con nuestro camino de hoy, muchas veces el sendero coincide con una carretera en partes asfaltada, pero sencilla, y en otras, de tierra. Es muy tranquilo. Anda poca gente, pero al llegar a Belören me encontré con la sorpresa de que hay un pueblo y vive gente. Digo que fue una sorpresa porque el libro de Kate Clow dice que es un pueblo abandonado, sin embargo hay varias familias, más que en Gavuraili donde hay sólo una. En Belören me invitaron a tomar té en lo Hüseyin y me convidaron con un pan casero riquísimo hecho por una vecina, Aise.
Saliendo de Belören hacia Zeytin se avanza por nuevo sendero en zigzag de piedras. Por este sendero se sube un barranco, se pasa hacia el otro lado del barranco. En esta parte me encontré con varias mujeres pastoreando cabras. Me invitaron a sentarme con ellas sobre la hierba y charlamos. El camino luego es más ancho, regado de amapolas, y se conecta con otro camino ancho pero sin amapolas.
La vista es fundamental. Las montañas son omnipresentes durante esa caminata. En Zeytin hay algunas ruinas lycias dispersas en el paisaje. También hay un par de casitas con sus pobladores y sus cabras. Algunas casas o chozas están abandonadas. Durante todo el camino hay pozos de agua y parece en buen estado.
Entre Zeytin y Alakilisi hay que bajar por un senderito angosto bordeado de arrayanes y arbustos calafatosos. Este senderito cruza toda la garganta amplia entre dos montañas hasta llegar Alakilise donde dicen que queda parte de una pared de la iglesia del arcángel Gabriel –yo no la vi- y donde no vive nadie.
Desde Demre hasta Myra son 3 km. Desde Myra hasta Belören son 7 km. Desde Belören hasta Zeytin son 4, y luego hasta Alakilise casi 4 más. Total 18 km. Yo hice el doble, 36, ya que subí y bajé a Demre. Lo hice con el morral y la cámara, sin la mochila y sin solazo, y no es pesado.
Mañana, si es que parto a Finike, haré lo propio por el otro lado de esta montaña. Creo que es una buena idea para quienes quieran hacer la ruta Lycia pero no decidan quedarse a dormir en la montaña. Claro que la caminata es doble pero vale la pena y es mucho mejor que pasar de largo.
Llegando a Zeityn, más que nada, esta parte del paisaje es hermosísima.

Actualización enero-febrero 2018.-

Llegamos a Alakilise y llegar, estar aquí, vale realmente la pena y no es tan descocado ni difícil como dicen de esta afamada pero poco transitada etapa de Lycia. El lugar está intacto. Casi nadie viene por aquí. Es un enclave solo. Una muralla de la antigua iglesia o basílica del arcángel Gabriel en medio de un páramo. A más de 800 metros de altura. En una latitud fría y desolada, poblada ralamente por olivos y a lo lejos, bastante lejos, alguna tienda de pastores golondrinas.

Alakilise es además un misterio de la antiguedad. Según versa en uno de sus muros el templo fue reinaguruda en mayo del 812, esto está escrito allí en caracteres griegos, pero las piedras de la base, la primera construcción, los cimientos son tan antiguos como la existencia del mundo, al menos 6200 años, tiempo en que el mismo Gabriel fue consagrado. Luego, a medida que distintos grupos de diferentes civilizaciones se asentaban temporalmente en este lugar, agregaban y cambiaban algo de la construcción tal es así que hay duomos, cruces de malta, cruces templarias, e inscripciones con caracteres de periodos distantes en el tiempo.

Llegar hasta aquí desde Demre es perfectamente posible en unas cuantas horas pero sin exagerar. Salir de Demre es la peor parte y la mas fea. Salid pasando por las ruinas de Myra, por el mismo camino, ruta de pavimento, coches y polvo. Luego cruzar el río y tomar por otra calle de pavimento a nuestra izquierda. En esta parte no vimos marcas, pero es por ahí, por la calle a la izquierda después de cruzar el puente sobre el río. Feo. Lo bueno es que a pesar de no ser bonito la gente sí es muy piola y muy simpática. Un señor que llevaba un trailer cargado de pepinos, freno el tractor y nos obligó a llevar puñados de pepinos, a más no poder, imposible negarse.

Al cabo de una hora o más por esta calle el sendero va a empezar a subir. La entrada tampoco es clara, se pasa por entre los invernaderos de tomates que cada vez son más, más atiborrados, amontonados, calurosos y feos también. Luego se empieza a subir la colina caracoleando, en zig-zag entre piedras y arbustos. Sube y sube. Se cruza una carretera nueva varias veces. Seguir el sendero siempre, sin desviar por la carretera para no perderse. Nunca tomar la carretera, buscar la continuación del sendero enfrente.

Antes de llegar a Beloren pasamos por unas tumbas, luego cruzamos Beloren, deshabitado en invierno, sus típicas y antiguas casas cerradas cual manchas ocres del paisaje. Dejando Beloren atrás hay que tomar pos un sendero tipo huella de cabra. Es fácil confundirlo con las picadas de los rebaños, pero cada tanto hay marcas. Este sendero angosto, bordeado de arrayanes rojizos, llegará al cabo de una hora a una ova, una planicie extensa, y luego de la ova llegaremos a una ruta de tierra. Por esta ruta de tierra son pocos metros, prestar atención ya que hay una entrada a nuestra derecha para bajar al fondo de una garganta, luego deberemos subir. Vamos a pasar por más ruinas desperdigadas por ahí y quizás, según la temporada, por algún campamento esporádico de pastores.  Cruzaremos la garganta bajando y luego subiendo por un frondoso bosque de pinos, sombrío, suave, con el seductor olor de la resina fresca y el alivio de las pinochas a nuestros pies. Durante A partir de esta parte del sendero hay algunos carteles, pocos, de tono azul, celeste, blanco, que invitan a visitar otros parajes históricos. No corresponden a Lycia. Son de otras peregrinaciones de cristianos ortodoxos. Sólo debemos seguir las marcas rojas y blancas o en todo caso algún cartel que diga exclusivamente Alakilise. Nada más.

Desde una cornisa de la montaña, cuando estamos a poco más de un kilómetro de llegar a Alakilise ya se ve el murallón con los arcos. Es impresionante. Acampamos frente a él, entre las ruinas, entre restos desparramados de piedra tallada por el tiempo y sobre todo por los trazos de antiguos hombres, los trazos de la historia. Allí, a nuestro alrededor, como si miles de años giraran en nuestro entorno y revivieran todos los periodos de la humanidad al mismo tiempo. Se pone la piel de gallina. Es emocionante.

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