Archivo de la etiqueta: bicicleta

Eslovenia en bicicleta

Cómo empezar un viaje por Eslovenia en bicicleta

Teniendo en cuenta que volar en avión con la bicicleta como equipaje suma un valor considerable al pasaje, decidimos con Martín, mi compañero en esta nueva aventura, volar a Venecia, Italia, en un vuelo económico de 17 euros desde Bilbao, sin la bicicleta. Previamente vimos que la frontera para llegar a Eslovenia en bicicleta estaba bastante cerca como para pedalear un tramo norte de Italia y que podíamos conseguir bicis de segunda mano por menos de 100 euros. La cuenta sale con ventaja ya que, normalmente el transporte en avión del equipo cuesta 60 euros de ida y otro tanto en el regreso. Además hay que sumar portabultos, alforjas y todos los elementos de camping y herramientas. De esta manera sale mejor llevar con nosotros todos esos accesorios y comprar la bici en la zona.

La suerte estaba de nuestro lado. En Treviso, muy cerquita de Venecia, vive nuestra querida amiga Lidia. Tanto ella como Sergio y su hogar en un lugar privilegiado para nuestros planes, resultaron ser una escala imprescindible y necesaria en el inicio de este viaje. Ellos nos ayudaron muchísimo desde antes de llegar, pusieron a nuestra disposición un chofer que nos recogió en Venecia -dicho sea de paso que, en Treviso hay aeropuerto pero no lo sabíamos-. Su cálido hogar, un lujo para nosotros; las pastas a las mil y una recetas y los contactos en italiano con los vendedores de bicicletas. En pocos días, si mal no recuerdo, menos de tres, ya teníamos todo y a pedalear!

Como si fuera poco, nuestra exploración mundana no perdía oportunidad de vivir intensamente nuevas experiencias. Conocer la elegante, antigua, encantadora ciudad de Treviso siguiendo raudamente a Lidia en bicicleta y de rebote, colarnos en su escapada relajante a las termas de Montegrotto. La palabra «gracias», siempre resulta demasiado breve para tantos regalos de la vida. GRACIAS.

Largamos! Allá vamos, EsLOVEnia!

El día llegó y llegó inmejorable, con un sol tibio y perfumado de jazmines. Mes de mayo. En un barrio coqueto de Treviso, dos rústicos viajeros aprontan sus bártulos desteñidos por los soles e inclemencias de otras latitudes.

Las bicis: para Martín, un rodado 29 con freno a disco y en estado impecable y sin rasguños. Último modelo del año cuya marca no recuerdo. Precio: 100 euros.

Para mí, un modelo antiguo, de cuando los Alpes se cruzaban a pie o a pedal, marca? Kastel o algo por el estilo. Baqueteada, despintada. Su aspecto no inspiraba mucha confianza y, sin embargo, fue increíble. Muy ligera en las subidas que abundan en esta zona montañosa de frontera italiano-eslovena-austríaca. La adoré. Nunca, pedalear en montaña, había resultado tan fácil. Con la fuerza necesaria pero con engranajes que se la jugaron estupendamente. Precio: 50 euros.

De Italia a Eslovenia en bicicleta, por el curso del Piave

167 km, 2 días . Noche en Spilimbergo

Primer día: Treviso-Spilimbergo: 89 km

El primer día de pedaleada, salimos de Treviso siguiendo el curso del río Piave. Encaramos hacia Maserada sul Piave, cruzamos el Ponte y llegamos a Codogné. Sobre un camino tranquilo y rural rodeamos deslumbrantes campos de amapolas rojas y paramos a cosechar alguna fruta estival que se ofrece generosa a la vera del camino.

Luego la ruta nos fue adelantando por Brughera, Tamai, Porcia y Pordenone. Son ciudades antiguas, de predominante color arena. Las rutas que elegimos pasan a través de ellas. Bajamos la velocidad y cruzamos sus plazas mezclándonos con la gente. Observamos los pórticos, catedrales e iglesias y las encolumnadas galerías del corazón de cada ciudad.

Después de pasar el pueblo de Cordenons nos toca cruzar, empujando en buena parte las bicis, un ancho río seco de piedras, el río Meduna. Hace calor y este lugar nos golpea con el reflejo del pedrerío blanco. Son rocas del tamaño de un puño, sueltas, es prácticamente imposible avanzar pedaleando. El río ofrece un pequeño descanso sobre la punta de la reserva natural del Magredi del Cellina donde podemos subir a las bicis, y luego un segundo tramo de piedra. Salvamos el escollo y, al entrar en Rauscedo Domanins nos tomamos un reconstituyente, refrescante y sabroso helado italiano. A la sombra de un perejil que acoge a todos los habitantes de ese pueblo.

Retomando, se suaviza la pedaleada y se hace más amena porque seguimos el Canal de Río Lino. Cruzamos Tauriano y llegamos a Spilimbergo donde decidimos pernoctar.

Buscamos un hotel y nos quedamos en el Cónsul que está en el centro. Está muy bien. Tiene habitaciones enormes, cómodas, limpias, económicas. El personal es super amable y el restaurante con platos excelentes siempre concurrido. Nos dan un garage para guardar las bicicletas.

La ciudad nocturna es agradable y diáfana. Las edificaciones son bonitas. Paseamos y descansamos a gusto.

Segundo día: Spilimbergo-Kobarid: 78 km

Encaramos nuestro segundo día de periplo aún por Italia con la vista en los Alpes Cárnicos, que comenzaremos a sortear entre pueblos, y suaves pendientes, villas históricas, lagos y bosques. Vamos por la ruta que conecta con Udine, pasando por Dignano y Martignacca.

Durante el trayecto tenemos la oportunidad de apreciar restos romanos y lombardos y las playas doradas de Lignano Sabbiadoro en el corazón de la comuna de Friuli-Venezia Giulia. Una comuna donde se mezclan las tradiciones italianas con hábitos austríacos y rituales eslovenos.

Decidimos cruzar Údine, sin detenernos. Es una ciudad urbana, capital de la región, con bastante movimiento. Al ritmo calmo de la bicicleta, atravesamos el centro histórico que se enrolla en torno a un castillo. La vuelta típica nos pasea espontaneamente por la Loggia del Lionello y la Torre del Reloj.

Dejamos la ciudad atrás y pedaleamos por los Valles Natisones. Valles que fueron transitados y esculpidos por asentamientos de antiguos pueblos romanos, lombardos los eslavos. Muchas de sus costumbres se perpetúan y conjugan a través de los siglos. En un pequeño pueblo, San Gottardo, decidimos hacer una parada estratégica de almuerzo y mate a la sombra de un árbol generoso en la plaza central de la villa.

Seguimos nuestro rumbo hacia Eslovenia en bicicleta y nos acercamos al Parque del Torre e Malina. Esta es una reserva en la que confluyen los deshielos alpinos. Se forman ríos y afluentes que son parte y destino de senderos y paseos en la naturaleza intacta de la región del Remanzaco.

La siguiente ciudad que también mereció una visita, fue Cividale del Fruili, la joya longobarda. Allí nos encontramos con un festival de agrupaciones o cofradías que hacían sus coreografías con tambores y banderas.

Cividale está a orillas del río Natisone.  Fue la sede del primer ducado lombardo en Italia y  conserva valiosos testimonios de la época, sobre todo el Tempieto. Entramos a conocer el lugar y justo estaba ensayando un coro acompañado de flautitas. La arquitectura interior es rica en frescos bizantinos y decoraciones de estuco. Fue erigida en la segunda mitad del siglo VIII como capilla del monasterio femenino benedictino de Santa María in Valle.

Otros monumentos son el Baptisterio de Calisto, de estructura octogonal con siete pequeños arcos sostenidos por columnas de mármol. Y, en otra edificación, el Tesoro de la Catedral, rico en oro y objetos litúrgicos, pinturas y esculturas, manuscritos y códices.

El recorrido por Cividale fue variado y fructífero. Tras el paseo, volvimos la ruta y pusimos proa al Confine de Italia. Pasamos por San Pietro al Natisone y ya no nos detuvimos hasta cruzar los Alpes y llegar a, Robic, primera villa en suelo esloveno. Apenas estábamos llegando y ya sentíamos la satisfacción de un sueño cumplido: Eslovenia en bicicleta.

Esa noche acampamos en Kobarid.

El río Soča, joya de entrada de Eslovenia en bicicleta

El río Soča es un imprescindible y, la mejor forma de apoderarse en nuestra memoria de todas sus bellezas, es viajando por Eslovenia en bicicleta o a pie.

Levantamos campamento y tomamos la ruta que pasa por el Puente Napoleonov. Un puente de piedra erigido en 1750 para cruzar el río en su tramo más angosto. Por ese mismo sector, ya desde el año 1600, cruzaban los venecianos y las tropas francesas se aprovecharon de él durante la guerra. Luego fue dinamitado por los austríacos y reconstruido por italianos, en principio de madera, luego de hierro.

Sin perder de vista el turquesa de las aguas del Soča, y con el arrullo constante de la corriente, seguimos la ruta paralela al curso de agua que se dirige hacia Trnovo ob Soci. Antes de llegar a este punto, veremos carteles que nos invitan a acceder a las cascadas. Todas valen la pena.

Este día, no es escencialmente un día de muchos kilometros de pedaleada. Es una jornada de disfrute. De parar muchas veces y meternos a explorar la naturaleza de este río precioso.

Dejamos las bicicletas con su carga en un rincón resguardado del camino, y a través de tupidos y húmedos bosques, ascendemos y descendemos sinuosamente hasta las caídas de agua. Los colores nos hechizan la mirada. La cristalinidad del agua y los verdores que adopta de la selva frondosa o las piedras del lecho.

El río se encajona entre paredes de roca clara y fluye en paz, o se ensancha y aprovecha a correr con más ímpetu entra las piedras. Hay muchísimos puntos que nos invitan a frenar y contemplar la belleza. Puentes de madera. Luego las impresionantes cascadas que se multiplican. En este punto, llegamos hasta Kozjak.

Más adelante, antes de alcanzar Trnovo están las cascadas de Treske y más adelante, pasando el poblado Srpenica, la cascada de Sušca.

De camino a una u otra, nos encontraremos con más maravillas, brotes nada humildes de agua entre las piedras, aunque no tan descollantes como las cascadas más visitadas. Animales extraños. Salamandras, sapos.

Antes de llegaral pueblo de Žaga con sus encantadoras casitas chalet pintadas de amarillo entre los pinos, paramos a apreciar las espeluznantes profundidades del Kanjon Učja. No nos queremos perder entrada. Vemos los carteles a diestra y siniestra, dejamos las bicis por ahí, y caminamos. Visitamos la Cascada Boka, monumental y avanzamos aen dirección Bovec sin entrar en Plužna y sin llegar al pueblo que dejamos para el siguiente día.

Tal como nosotros bordeamos el Soča en bici, existe un sendero, el Alpe Adria Trail. Comienza en Trieste, en Italia, y va hasta Kranjska Gora en Eslovenia. Recomendadísimo también.

Acampamos en el Camp Vodenka de Sasha y Yuri donde hicimos un riquísimo asadito.

Con calma y esquivando la llovizna bajo la arboleda

Así vamos en nuestro cuarto día a pedal por Eslovenia. Es un país maravilloso por su exuberante naturaleza. Tan verde. Tan salvaje.

El aire tan puro, el canto de los pájaros, los insectos impredeciblemente tan raros y coloridos. El agua brota de las montañas. Cae de los Alpes estrepitosamente, a raudales, cristalina. Es alimento de helechos y verdor que sobrevive a todas las épocas geológicas.

Nos detenemos a observar incontables veces. Parece que recorriéramos un planeta existente solamente en las paginas de una enciclopedia de ciencias plastificada. Todo brilla.

Dejamos el equipaje en el camping Vodenca de Sasha y Yuri . Estos chicos fueron tan amables que nos trajeron carbón y leña para el asado y nos dieron la parrilla impecable. Son muy atentos y agradables.

Salimos con las bici sin carga en reversa para recorrer primero el pueblo de Bovec que aún no habíamos visitado y más adelante adentrarnos en las cascadas Virje cerca del pueblo de Plužna.

Bovec es una villa pequeña pero elegante y con una historia cosmopolita sobre sus calles. Hoy transitada por turismo de todas las estaciones, invierno por el ski, verano por las actividades de senderismo o rafting entre otras. Bovec fue de la Patria del Friuli, de Venecia, de Austria, de Italia, y de Yugoslavia.

Cruzamos la ciudad y por un camino rural de pavimenti llegamos a Virje, cascadas que se explayan son las amplias rocas y caen en una lagunilla verde esmeralda. Muy hermoso y bastante tranquilo. El camino para pedalear hasta allí, también se disfruta. Con un desnivel suave y asequible, sube una colina, leve y baja la colina agradablemente.

Volvimos al camping, nos despedimos de los nuevos amigos del camino y salimos hacia Trenta. Durante el trayecto, siempre con el río a nuestro lado, hicimos varias paradas y mates para esperar que amaine. Llovía, lloviznaba, paraba. En los bordes de la carretera, bajo las ramas más anchas de los pinos, se puede uno cobijar. Había tiempo y valía la pena dejarse llevar por los caprichos de la intemperie. De paso no nos mojamos tanto, y lo mejor, descubrir en la quietud de las orillas, un mundo vivo de animales minúsculos y hojas tan insólitas como bellas.

Esta noche acampamos en Trenta. El Valle de Trenta o la Dolina de Trenta, en esloveno, es un valle dominado por el Monte Triglav, el más alto de Eslovenia. Estamos en el corazón del Parque Natural Triglav y cercados por los Alpes Julianos. A través de ellos, mañana, intentaremos cruzar el paso Vršič. Dormimos con ansiedad y emoción amte el momento cúlmine que ya se abre paso a nuestros pies. Lo lograremos?

El Vršič es un paso emblemático, un desafío para todo ciclista. Ese capítulo de esta historia, aún no debe ser escrito. Hasta mañana.

15 de mayo de 2024-5to día de Eslovenia en bicicleta

Vršič

Ya estábamos allí, cargados, entusiasmados, maldormidos por la ansiedad.

Entrené a mi mente antes de arremeter, lo tomaré con calma -me dije. Pararé a cada kilómetro si es necesario para tomar un respiro.

La impresionante carretera que asciende al Vršič tiene un total de más de 50 km. La subida más pronunciada se anuncia con un cartel que marca 9 km para arriba con un desnivel del 14 % . Creo que nunca antes lo había hecho. El desnivel máximo a mi casa en Errigoiti es de 7 % y a veces, si dejaba de pedalear un par de semanas, ya desentrenaba y se me hacía difícil llegar a casa desde Gernika sin parar. En fin, que ahora, tendría que afrontar el doble de pendiente.

Arriba! Lo haré! Lenta como tortuga, diría Martín, pero lo haré de todos modos y será reconfortante. Muchas veces me pregunto por qué a quienes hacemos este tipo de actividades o arremetemos este tipo de retos, nos da tanta satisfacción enfrentarnos a ellos. Probarnos. Exigirnos. Y verificar una vez más que nuestra voluntad, la decisión, la tenacidad, pueden dominar cualquier dificultad que presente el camino. Pregunta más para psicólogo que para viajero.

La ruta de las 50 curvas y los 50 km, es conocida también como la «carretera de los rusos». Sólo rusos pudieron haber construido este milagro en medio de los Alpes. Fueron prisioneros, entre los años 1915 y 1916, durante la primera guerra mundial. Muchos murieron ante las duras condiciones del lugar y los castigos a que eran sometidos, otros cientos murieron bajo una avalancha. En el tramo de bajada, entre las curvas 8 y 9, hay una típica capilla rusa construida en homenaje a ellos.

Las curvas están numeradas. Empezamos el ascenso al paso por la curva 50. La 49 está a la altura del nacimiento del río Soca. Quienes elijan hacer trekking por los senderos, se encontrarán en esta etapa con un sector de dificultad en el que deberán ayudarse con cuñas y cables. Está equipado.

En la curva 48 hay un pequeño hueco, mirador, con una estatua de Julios Kugy, escritor y botánico que estudió la flora de la región. La estatua mira con orgullo hacia el Monte Jalovec donde pasó varios años de su vida.

Un punto donde vale la pena tomar un respiro más largo es en la curva 29. Allí hay una explanada de madera que se asoma desde un vértice de la montaña y ofrece la vista extensa de todo un circo fenomenal de Alpes Julianos. Se recortan las siluetas de los ríos, hay manchones de nieve, se pintan los bosques. Se respira un aire espectacular y se siente en la piel el aire fresco y encantador de las montañas.

El Vršič se alcanza en la curva 24, a 1611 metros de altura. Es la gloria. Llegar, estar ahí de una vez con la satisfacción de haber subido por tus propias fuerzas y el premio de 360 grados de amplitud geográfica con todos sus accidentes vivos y presentes sobre la faz del planeta.

Es el punto ideal para regocijarse de las vistas de los valles del Soca y el Seva en todo su esplendor enmarcados por los picos alpinos. Nos quedamos un rato disfrutando el sabor de la conquista, felices y pequeños como nada ante tal inmensidad.

La bajada es siempre un premio para el cuerpo y el alma. Disfrutamos el delicioso descenso, la velocidad, el aire en la cara. Hay puntos con miradores. Sin embargo no paramos en todos ellos. En la curva 16, vale la pena echar un ojo al Monte Prisani, Prisojnik. Esta montaña está equipada con una vía ferrata. Dato interesante para quienes se decidan por el trekking. Luego, entre las curvas 8 y 9, hicimos una visita a la capilla rusa.

Se trata de una pequeña pero coqueta capilla de madera y de estilo ortodoxo. Está encaramada en medio de una colina y rodeada de un bosque ideal para descansar y hacer un almuerzo o merienda.

Visitamos el sitio y concluimos la bajada en la curva número 1 que coincide con la llegada al Lago Jasna, Hay movimiento turístico, bares y muchos caminos agradables para rodear un par de lagos conectados entre sí. No son lagunas naturales, sino embalses donde confluyen innumerables arroyos al bajar de las montañas que enmarcan el lugar.

Bordeamos la villa de Kransjka Gora, de arquitectura montañesa, muy alpina, y seguimos rumbo a Gozd Martuljek donde pasamos la noche.

Kranjska Gora es una ciudad con afluencia turística todo el año ya sea por los deportes de invierno, ya que allí hay una estación de esquí, como por las actividades de trekking, aventura, ciclismo, o simplemente viajes y visitas al encantador Parque Triglav.

Lago Bled, otra joya de EsLOVEnia

Llegando a la ciudad de Gozd Martuljek, quedaban aún poco más de 30 km hasta Bled. Decidimos acampar porque empezaba a llover, caía la tarde fresca, y ya habíamos pedaleado una buena cuota de esfuerzo para sortear Vršič. Uno de los principales retos que queríamos cumplir en Eslovenia en bicicleta . Estábamos satisfechos. Como siempre dice Martín: «una vez más, lo hemos logrado».

Nos quedamos en un camping que está adjunto a un hotel pituco. El camping es una porquería. No ofrece nada. Es incómodo para ciclistas campistas. Nos vino bien sólo porque está en nuestro camino y porque al ser baja temporada no había gente, el restaurante estaba cerrado y pasamos un buen rato bajo el techo enorme de la entrada donde hay una explanada amplia. Ahí desparramamos nuestros bártulos.

Los baños estaban limpios y cálidos y como no había casi nadie, nos instalamos bastante por allí también.

Para dormir y previendo que llovería durante la noche, armamos la carpa en la parte trasera del restaurante también bajo un techito. Si hace buen tiempo y hay energía aún y luz para seguir pedaleando, es mejor llegar directo a Bled.

Nosotros arrancamos al día siguiente. El 6to día de nuestro viaje.

Llovió bastante durante casi todo el camino. Ibamos parando. A veces, mojarnos fue ineludible.

Al llegar a Bled decidimos alquilar un pequeño departamento con calefacción que mantuvimos a full secando todas las cosas. Aprovechamos también a cocinar varios platillos de sartén y ollada, comimos mucho, variado, rico, y caminamos alrededor del lago por abajo, cerca de sus costas y embarcaderos, y por los callejones superiores ya que en menos de una hora se puede ascender al pico Ojstrica y capturar imágenes dignas de una postal.

Con un poquito más de esfuerzo que no lamentarás por el espectáculo que ofrecen sus colinas, se puede subir a los cerros Mala y el Velika Osojnica.

Además de recorrer Bled en un periplo por Eslovenia en bicicleta, desde este bonito enclave arrancan trekkings por los Alpes Julianos y el Parque Nacional Triglav. Hay rutas para todos los gustos y niveles de dificultad. Para empezar se puede tomar el sendero hacia la Garganta Vintgar y volver por Blejsra Dobrava.

En Bled hay un castillo medieval milenario cuyas habitaciones funcionan como salas de museo con muchísimos elementos antiguos encontrados en la zona. Junto al castillo hay una capilla y en los alrededores se pueden apreciar desde guillotinas hasta atrezzos de la época medieval.

Además de rodear Bled caminando, se debe hacer un paseo en pletna, una barcaza típica del lugar, y visitar su encantadora isla .

En Bled hay tres estaciones de trenes desde donde se puede viajar a varias ciudades de Eslovenia. Los pasajes se compran en máquinas automáticas sobre el andén de la estación. Se puede subir con mascota, bicicleta u otros elementos cuyo pasaje se puede comprar en la misma máquina o al inspector del tren sin problemas. También se puede conectar en tren con Italia, Croacia, Hungría, Austria.

Adiós Bled, por una transitada carretera de Eslovenia en bicicleta

Kamnik, ciudad medieval y arremeter el Paso Črnivec

Desde Bled hasta Kamnik son 49 km. La ruta, dejando Bled atrás por Lesce, tiene bastante tráfico, aunque en general de circulación cordial.

Lesce está a sólo 4 km de Bled. Ambos son asentamientos muy antiguos, junto a Bohinj donde también hay un cautivante lago menos popular y más salvaje que Bled. En Lesce, una villa pequeña alrededor de una parroquia, hay un camping. También hay una estación de tren.

Kamnik es una ciudad medieval con dos castillos, un monasterio y pintorescas calles, la más llamativa se llama Šutna. Allí se destaca la auna enorme biblioteca franciscana con más de diez mil ejemplares. No lejos de la ciudad se encuentran las termas de Snovik.

Antiguamente esta era una zona de paso comercial y en la ciudad de Kamnik tenían sus mansiones los condes de Bavaria lo que ha dejado un patrimonio arquitectónico destacable. Además, Kamnik, fue la capital de la región de Carniola.

Los dos castillos de Kamnik se erigen en sendas colinas. El Mali Grad, pequeño castillo, es del siglo XI. De él sólo se conserva una capilla romana de dos pisos con cripta. Desde aquí se puede disfrutar de una hermosa vista del centro de la ciudad y los Kamniško-Savinjske Alpes.

El otro castillo Castillo de Zaprice fue hogar de nobles importantes y hoy día es sede del Museo Intermunicipal de Kamnik cuyas unidades son también la Galería Miha Maleš y el museo en la casa natal de Rudolf Maister.

Črnivec

Tras un paseo por la ciudad que nos permitió estirar las piernas y deambular un poco por las bulliciosas y artísticas callejuelas de Kamnik, montamos nuestras bicis para encarar el paso Črnivec.

Este paso se encuentra a una altura de 902 metros y la carretera que lo cruza a través de los Alpes, conecta Kamnik con las regiones tradicionales de la Alta Carniola y Estiria. Se encuentra en la división de drenaje entre los ríos Kamnik Bistrica y Dreta.

La carretera que se dirije hacia la región de Gornji Grad es paisajisticamente hermosa. A ambos lados hay bosques tupidos y verdes. Muchos ciclistas entrenan en esta ruta. No hay demasiado tráfico de automóviles y el día que la hicimos, 17 de mayo, fue un día espléndido de sol y bastante calor.

En el transcurso de la subida, encontramos una fuente de agua muy bonita. Agua fresca que fluye constantemente y con un jarrito para beber con comodidad.

Al final del remonte, en el la cumbre, hay un restaurante. Descansamos allí un momento, tomamos unos mates, y encaramos la bajada. De todas maneras, ese día nos esperaban varios repechos tan inesperados como hermosos.

Granja Tomon, un reducto de paz y armonía, Nova Štifta

Caminata por Errigoiti, la Cascada de las Libélulas

En esta caminata por Errigoiti, vamos a llegar hasta el Madalen erreka, el arroyo Madalen y a una cascada que se forma cerca de la intersección de los distritos de Errigoiti, Arrieta y Olabarri. El nombre de la cascada no es el de Las Libélulas, la hemos llamado así por la cantidad de libélulas azules que la habitan sobre todo en verano.

Esta cascada es el resultado de una construcción, presumiblemente, un molino. En el lugar donde cae el agua se forma un pozón que es ideal para darse un baño.

El paisaje que rodea a la cascada y el pozón es muy bonito. El arroyo que surca entre las piedras, la vegetación tupida y cerrada. Todo es muy verde y fresco. Un lugar ideal para hacer la caminata por Errigoiti en verano. Si bien en otoño o invierno, con la abundancia de lluvias, la cascada se convierte en una catarata imponente y también vale la pena visitarla.

Llegar hasta la cascada, caminata por Errigoiti

Para llegar a la cascada, vamos a tomar la calle de Elizalde que pasa frente a la iglesia en dirección Katalina Auzoa, con el Sollube de frente y a la derecha.

Tras pasar el florido barrio Katalina, vamos a adelantarnos hasta Orkondoas y tomar la carretera que baja en curvas hacia Olabarri. Mucho antes de llegar al final de esta carretera sinuosa, apenas dos curvas después de iniciar el descenso, veremos un poste con letreros que señala Bekobaso y Aikaran. Tomaremos este desvío por una pista de tierra.

La pista de tierra solía estar habitada por un acogedor bosque que lamentablemente ha sido talado recientemente (2023). El camino baja y en un momento llega a un nuevo desvío con poste indicador. Tomamos el sendero que sigue hacia la derecha.

En breve llegaremos a una ruta vecinal asfaltada, rústica. Allí giramos a la izquierda y avanzamos en dirección a la carretera principal que va hacia Mungia.

Antes de llegar a la carretera principal, cruzaremos un puente sobre el arroyo Madalén y pasaremos un caserío. Apenas pasar el caserío, entramos a la izquierda bordeando los huertos que hay allí y nos dejamos llevar por el estruendoso ruido del agua que cae, hasta la Cascada de las Libélulas.

En caso de estar cerrado el paso, podemos abrir la tranquera sin temor ya que, el espacio acuático es de uso público inviolable. Si nos intimida abrir la tranquera, podemos avanzar unos metros por la carretera principal -a la izquierda- y entrar desde allí campa traviesa, donde el guard-rail está roto.

Luego, a disfrutar del paisaje, celebrar un pic-nic entre las piedras, darte un chapuzón refrescante tras la caminata por Errigoiti, explorar el arroyo, observar y sentir la naturaleza.

A la cascada en bicicleta

El recorrido también puede hacerse en bicicleta, ya sea por este camino o, con bici de carretera, por la ruta que sale de la villa de Errigoiti en dirección a Munguía.

La cascada estará poco después de pasar el cartel que anuncia el distrito de Arrieta y antes de tomar el desvío a Fruiz, sobre nuestra izquierda. Si la hierba no es está alta, será visible. Si hay mucha hierba, debemos aguzar el oído y así escucharemos el sonido del agua al caer.

En Bicicleta de los Pirineos a los Apeninos-Día 4: Oloron Sainte Marie-Poueyferré (Iparralde a Francia)

Desde Oloron Sainte Marie tomamos otra vez una ruta tranquila que nos llevó por los pueblos de Précilhon, Escout, Herrere, Buziet, Buzy, Bescat, Servignacq Meyracq y Rebenacq o Rebenako que nos impactó y sorprendió gratamente con su encanto. Descansamos sobre el puente del río Neez y luego remontamos la empinada calle de este pueblo de cuento.

Por más caminos rurales y con desnivel pasamos por Arros de Nay y luego fuimos a Nay. En Nay había bastante movimiento, ya no era un pueblito tranquilo sino una ciudad con tráfico, y se notaba que los ánimos estaban exaltados, quizás por la cercanía del Tour de France o alguna fiesta local ya que colgaban banderines a través de la plaza y las recovas y galerías del centro.

En muchas de las rutas, caminos, por los que vamos circulando, hay carteles que anuncian que en estas fechas cerrarán a determinados horarios dichas vías porque pasará por allí el tradicional tour de France. Esto ocurría a mediados de julio.

Desde Nay fuimos a Pontaq Lamarque donde pensábamos acampar, pero no había camping ni lugar con agua donde pudiéramos armar nuestras tiendas, así que seguimos un poco más hasta Poueyferré. Fue providencial ya que, aunque llegamos de tardecita y con el estómago que crujía, nos encontramos en el camping con la dedicada y deliciosa elaboración de las pizzas de Bea. Las pizzas resultaron suculentas y a buen precio, entre 5 y 6 euros. El camping costó 11.

El desviador delantero de mi bicicleta no funcionaba, quise repararlo y corté el alambre así que nos fuimos a dormir pensando que al día siguiente nos tocaría una jornada de apoyo mecánico en Lourdes, a pocos kilómetros de Poueyferré.

Continúa en Francia…

 

En Bicicleta de los Pirineos a los Apeninos-Día 1: Irún-Zouraïde (Iparralde)

De mar a mar y de montaña a montaña. Esta travesía nos lleva desde el Mar Cantábrico en la costa vasca, hasta la costa Mediterránea en Francia y luego en Italia, y desde los Pirineos en Iparralde y luego en Francia, hasta los Apeninos en Italia. Un viaje de 26 días, 24 pedaleando 1560 kilómetros, 2 días de descanso y casi una semana para regresar en trenes.

Como en estos tiempos vivo en Bilbao, decidimos arrancar desde allí. Para regresar, de todos los trenes urbanos disponibles el Euskotren es el mejor. La línea de ferrocarril del País Vasco permite el traslado de bicicletas, sin miramientos, ni límites, ni mala onda como sucede a veces en otras líneas tales como Renfe o SNCF. Los vagones de Euskotren tienen un espacio señalado para ubicar las bicicletas, y aunque suele suceder que la cantidad de bicicletas supera los huecos para posicionarlas, nadie se queja ni objeta y todos nos acomodamos. Además, trasladar la bicicleta en Euskotren es gratuito. 

En Irún pedaleamos con rumbo al río Bidasoa para seguir sus riberas y bidegorri -pistas ciclables, literalmente “camino rojo”. Cerca de Behobia, apenas unos metros después de pasar por la Isla de los Faisanes, cruzamos un puente sobre el río y continuamos por bidegorri pero por la otra margen del Bidasoa. Tomamos el camino de Kurleku y luego el de Biriatou, hasta un desvío por otro camino que es el de Tomasenea. Luego tomamos el de Kixoenekoborda que sube empinado a un collado del mismo nombre. Son senderos angostos, de montaña, algunos con una delgada capa asfáltica, suben y bajan de los collados. Este recorrido lo hemos elegido y marcado previamente mirando en google maps, es el itinerario que el buscador sugiere para hacer el camino a pie. Son caminos muy tranquilos, en muchos casos con piedras, o de tierra, cruzando bosques tupidos y helechales. No usamos el GPS, sólo hemos visto y tomado nota con antelación de la red de caminos y senderos que podemos ir hilando. Desde Kixoenekoborda enganchamos un tramo de carretera denominada D4 hasta encontrar el camino de La Fontaine y luego nos desviamos por el camino Akaldegia pero este se cortó, quizás por falta de actualización, se convirtió en un callejón sin salida que terminaba en una especie de plaza de cemento circundada por casas, sin ninguna posibilidad de camino a no ser que fuera atravesando el patio de alguna de esas casas. Allí volvimos atrás, y por Karrika Zaharra llegamos hasta una ruta ancha, tipo autopista, la D918 que nos sacó a San Peé sur Nivelle y por la misma carretera, D918, llegamos a Souraïde donde en el centro del pueblo señala que hay un camping. 

Dicho camping no está a pocos pasos sino colina arriba, poco más de tres kilómetros. Hay que pasar todo el golf de considerables hectáreas y casi llegando a lo alto de otra carretera, la ruta de las Crestas, encontraremos el camping. Por supuesto desde esa altura las vistas son impresionantemente bellas. El anfitrión del camping Urlo Gaina Epherra, Monsieur Chapellet, es de lo mejor. Amable, simpático, y además solícito y generoso. Apenas llegamos, como no tiene proveeduría ni ningún tipo de alimento para vender, nos obsequió un paté de canard preparado por él mismo y una baguette de pan integral con semillas. El camping, además de la hospitalidad de Monsieur Chapellet y las vistas inmejorables, cuenta con ducha caliente, luz, electricidad, lavadoras, refrigerador. No hay piscina ni internet. 

 

Entrevista en la Revista «Viajes y Lugares»

https://www.viajesylugares.com/texto-diario/mostrar/1631790/vida-da-camino-viaje-satisface-espiritu-explorador-ansias-aprender?fbclid=IwAR0Dlzo8_sOd26udekpUXzsNDQJB8TwgpMgdZzxZe9dGmOIhuwMMrWqHQuI

“Mi vida es lo que me da el camino. El viaje satisface mi espíritu explorador y mis ansias de aprender”

El espíritu libre y nómada de María Taurizano la ha llevado a hacer del viaje su forma de vida

María, natural de la localidad argentina de San Pedro, confiesa que viaja desde que tiene uso de razón, en ocasiones en buena compañía y la mayor parte de las veces en solitario. Su espíritu libre y viajero la ha llevado a ser pionera en Huella Andina, convirtiéndose en la primera persona que recorrió caminando los 570 kilómetros de esta ruta que transcurre por la Patagonia argentina. También completó la Ruta Licia, 500 apasionantes kilómetros que discurren por la península de Teke, en Turquía. Actualmente planea viajar desde Bilbao hasta Kamtachka en bicicleta y a pie.

El planeta no tiene secretos para María Taurizano, aventurera que ha hecho del viaje su forma de vida. Conversamos con ella para que nos cuente algunas de sus experiencias, porque todas no cabrían en una sola entrevista.

MARÍA 7 VIAJES Y LUGARES

Afirmas que viajas desde que tienes uso de razón. ¿Recuerdas tu primer viaje y qué te impulsó a llevarlo a cabo? 

Si bien de pequeña viajaba con mi familia en vacaciones convencionales a la sierra o al mar, el viaje que me abrió las puertas y despertó la pasión de andar por el mundo fue irme a París antes de terminar la escuela secundaria. Yo estudiaba francés en la escuela y cierta mañana alguien colgó en la cartelera del patio un afiche que convocaba a un concurso. Se llamaba ‘Cherchez le chanteur’, dirigido a estudiantes secundarios que tuvieran el francés como segunda lengua escolar. Consistía en representar una obra musical y el premio era un viaje a París. No dudé en inscribirme a pesar de que mis compañeros se mofaran un poco de mí, apostando de antemano que seguramente ganaría alguien de una gran ciudad y no alguien de un pueblo que en ese entonces no tendría ni treinta mil habitantes. A pesar de estos pronósticos, lo conseguí. Tenía 16 años y me iba sola a París donde me esperaría un tutor. Todavía me emociona recordarme en aquella escalera mecánica de Ezeiza desde la que saludaba con la mano a mis padres, abrazados al final de la escalera, cada vez más pequeños. Todo lo que vino después fue como nacer de nuevo, sin desmerecer lo anterior, ya que fue gracias al aprendizaje recibido durante la infancia, en mi casa, en la escuela pública argentina… Todo ese bagaje y mi espíritu aventurero se conjugaron para lograr dar este primer y definitivo paso.

¿Cuándo decides que quieres llenar tu vida de experiencias viajeras y dedicarte de lleno a ese objetivo? ¿Fue una decisión o las circunstancias te movieron a esta forma de vida?

El viaje a Francia duró un poco más de lo estipulado. Mi beca financiada por la embajada terminó, sin embargo yo sentía profundamente que aún quería ver más, aprender más, seguir andando. Lo estiré todo lo que pude, pero ante la insistencia de mis padres regresé a Argentina. Me inscribí en la universidad que no prosperó mucho aunque me encanta estudiar. Me había mudado a Buenos Aires y estaba obnubilada por la posibilidad de hacer muchas cosas allí. Me apuntaba a todo y los días no me alcanzaban. Entre mis actividades artísticas y estudios, seguía patinando sobre hielo y esto nuevamente me arrastró a viajar por el mundo, ya que di una prueba para entrar en la compañía Holiday on Ice y me fui de gira con ellos. Luego de la gira volví a Argentina. Aún no se había instalado en mí la idea de vivir como nómada. Sin embargo llegaron mis hijos, quienes sí podrán decir de manera literal que viajaron desde tener uso de razón. Primero fueron a campamentos por la Patagonia. Largos recorridos por los Parques Nacionales en una época en que no existían más que picadas, senderitos sin marcas, o solo seguir el curso de un río durante unos cuantos días, pasando lagos y collados. Nos tomábamos meses de vacaciones, posibilitado esto porque yo trabajaba en un canal de TV de San Pedro. Cada vez que volvía de un viaje hacíamos un programa nuevo. En este período nos fuimos a la Amazonia y convivimos varios días con una comunidad internada en lo más recóndito de la selva. Cuando regresamos a Iquitos, para volver a Lima y luego a Argentina, Farid, el mayor, sugirió que ya no podíamos irnos de allí, porque “ahora tenemos amigos acá”, así que ese fue el primer momento de mi vida en que yo me pregunté: ¿por qué no quedarnos? Y nos quedamos.

Un día los chicos propusieron que era hora de volver y volvimos a San Pedro. En el vuelo de regreso, Farid me dijo: “a mí alguna vez me gustaría ir a Egipto”. Y así siguieron muchos años de vida, yendo hacia donde a mis hijos les nacía el deseo y yo seguía el impulso irreflexivo. Ellos fueron la circunstancia original para vivir como nómada. Ahorrábamos para viajar, poco o mucho según se pudiera, pero lo hacíamos siempre. De alguna manera, fui yo, la madre, la que siguió sus pasos.

MARÍA 4 VIAJES Y LUGARES

Tienes una compañera de viaje infatigable: tu bicicleta. ¿Viajar sobre dos ruedas es tu forma favorita de recorrer el mundo? ¿Qué te aporta esta manera de moverte por el planeta? 

Hasta ahora, viajar en bicicleta ha resultado mi forma favorita, sí. Antes lo que más hacía, disfrutaba, y aún disfruto, era la caminata a pie, el trekking, largas travesías paso a paso. Cuando en 2014, Martín y yo coincidimos en México y él me invitó a cruzar América Latina en bicicleta no lo dudé, aunque no tenía ni bicicleta y hacía muchos años que no pedaleaba. Trabajaba como profesora de idiomas en un instituto, cobré la quincena y me compré la más barata que encontré. Con esa bici viajé de México a Argentina. Descubrí que viajar en bicicleta es el ritmo ideal. Que el pedaleo no interfiere con el medioambiente, ni asusta a los animales, que puedes ir viendo la naturaleza en su estado salvaje. Que no puedes perderte nada, todo lo respiras, escuchas y sientes por todos los poros. La bicicleta te permite cubrir más distancia que a pie en un día, pero sin apresurarse demasiado. El mundo se vive de verdad, a flor de piel, y también la gente que encuentras durante la ruta, sus quehaceres, sus historias y modos de vivir la vida. Se aprende mucho de uno mismo al mismo tiempo, de nuestras capacidades, fuerzas y limitaciones, del respeto que nos merece la naturaleza. De nuestros temores, humores, de los sentires propios que se revelan sinceramente al enfrentarnos cara a cara con el mundo y afrontarlo solo con nuestro propio esfuerzo y la ayuda de las ruedas y los pedales de la bici. Viajar en bici, hasta ahora, para mí, es lo máximo y no lo cambio por nada.

MARÍA 2 VIAJES Y LUGARES

Háblanos de la aventura junto a tu hijo Martín y un amigo de éste en vuestro viaje de ocho meses recorriendo Latinoamérica, una aventura que ha quedado plasmada en el libro ‘América Latina en bicicleta’. Cuéntanos detalles sobre este trabajo.

La idea primigenia del viaje en bici desde México a Argentina fue de Martín. Él vivió más de la mitad de su vida en México, tiene muchos amigos por allá, invitó a varios pero sólo uno de ellos, Álex, viajó con nosotros. Cuando Martín me preguntó y empezamos a elucubrar planes, nos preocupaba cómo íbamos a sobrevivir, después te das cuenta de que la cuestión del dinero, que aparentemente es tan necesario, es bastante fútil cuando viajas en bici. Siempre se sobrevive, con muchos menos recursos que los supuestos y mucho más recibido desde el camino mismo que lo esperado.

Pero bueno, culpa del mundo mercantilista en que vivimos, nos preocupaba pensar cómo íbamos a sobrevivir tanto tiempo que demandaría el viaje sin ingresos. Así que se nos ocurrió la idea del libro. Escribir un libro contando la historia del viaje y venderlo por adelantado, a través de una cuenta de crowdfunding, a las personas que quisieran más adelante, después de que llegáramos y lográramos escribirlo y editarlo, leer nuestra historia. Muchas personas confiaron en nosotros, en que cumpliríamos el cometido, se arriesgaron, apostaron por nuestro viaje. Por eso escribimos el libro. Fue muy duro, más duro que pedalear tantos kilómetros, tarea que rápidamente se convierte en un placer. Recopilar 235 días con muchas emociones y hechos y datos técnicos en esas páginas. Siempre pienso que deberíamos escribir otro, hablando más de las emociones que vivimos durante el camino, porque a la hora de escribir yo, que fui quien llevaba el hilo conductor del relato, me volqué más a la actualidad social y a la historia y geografía de los lugares por los que pasábamos. Es un libro rico en historias, descripciones, detalles de servicios al viajero, pero le falta más de lo emocional, de lo que nos pasaba a nosotros por dentro. Pero bueno, puede escribirse otro libro con ese tipo de vivencias interiores, contando otras historias del camino y su gente que no pudimos incluir en acotadas 464 páginas.

¿Qué te proporciona y que te quita tener un espíritu nómada? ¿Viajar siempre compensa?

Viajar me proporciona descubrir y aprender. Mi vida es eso. No tengo casi nada material. Nada. Vivo con tan poco que a muchas personas que se cruzan en mi camino les resulta difícil de creer. No se concibe el prescindir de tanto innecesario. A mí no me falta nada. Siento que poseo y vivo con todo lo que necesito. Mi vida es lo que me da el camino. El viaje satisface mi espíritu explorador y mis ansias de aprender. Más idiomas, más de las montañas, más de la naturaleza, más de la cultura y las historias y las leyendas de cada pueblo. Más de la gente que vive en esos pueblos, de sus alegrías, fiestas, y de su sufrir y sus luchas que siempre me motivan a participar activamente, porque no puedo soportar la injusticia ni dejar de intentar cambiar el mundo por un lugar mejor. Cuando viajo y me quedo un tiempo en algún lugar quiero hacerme parte del lugar y su gente. Eso me da viajar, aprehender al mundo y a la humanidad. Conocer qué crece en cada latitud de la tierra, cómo vive la gente según las temporadas, según sus tradiciones, según sus deseos. Cuáles son sus ritos, sus creencias. Qué pasó allí antes. Es el aprendizaje, y aprender, saber más, es lo que infunde fuerza y deseo a mi vida.

Lo que me quita vivir viajando es sentir, muy de vez en cuando, una nostalgia anticipada por lo que nunca voy a tener. Nunca voy a tener algo antiguo en un rincón como una reliquia de la que hablar de un recuerdo. Nunca voy a ver crecer un árbol que planté aunque amo a los árboles; hago huertas y siembro en cada lugar en que vivo, en campos extensos o en macetas, pero casi nunca llego a probar los frutos.  Y lo que más quita es que muchas veces, durante tiempos que a veces me pesan más largos, estoy lejos de mis hijos, porque ellos ya son grandes y cada uno de nosotros sigue ahora su propio viaje, aunque por fortuna nos vemos, cada vez que podemos hacerlo, en otro lugar del mundo. Hasta ahora vivir viajando, compensa. Y aunque a veces hay dificultades, piedras en el camino, consecuencias de haber vivido una vida asistémica y no encajar fácilmente en las sociedades estructuradas, reflexiono y me doy cuenta de que, de tener que volver a empezar, lo haría todo de nuevo sin cambiar nada respecto del espíritu andariego.

MARÍA 6 VIAJES Y LUGARES

¿Ser mujer y viajera te ha creado algunas fronteras con las que un hombre no se toparía? 

No. Creo que no, y si alguna vez ha sucedido la verdad es que no me acuerdo. Pero he viajado toda América Latina sola, en coche, por ejemplo. Caminando sola en diferentes países del mundo, muchísimas veces. En bici casi siempre he ido acompañada, no siempre, pero en el tiempo en que he ido acompañada como de México a Argentina, cada cual iba a su ritmo y yo, al principio, muy rezagada, así que era lo mismo que ir sola, y nunca tuve ningún problema. He viajado sola también como mamá de dos hijos desde que nacieron y tampoco eso me ha significado ningún problema o limitación y, cuando por cuestiones legales hemos necesitado la firma del papá, hemos contado siempre con su beneplácito. He recorrido sola medio oriente, trabajado en Palestina. Viví sola en Turquía. Nunca sentí que mi condición de mujer fuera limitante o frontera para algo.

MARÍA 5 VIAJES Y LUGARES

Confiesas que nunca te ha financiado ninguna marca. ¿Cómo se consigue vivir viajando? 

Si vieras mi currículum vitae real quizás no lo preguntarías. Mi curiosidad de aprender me lleva a ser capaz de hacer múltiples cosas. Voy trabajando, sin importar el status del trabajo que se consiga. Como aprendo muchos idiomas, enseño idiomas si consigo trabajo de esto. Este conocimiento me ha facilitado también poder trabajar en hoteles, restaurantes, establecimientos o trabajos que tienen que ver con el viajero o el turismo. Pero como también me arreglo bien con las plantas, he trabajado en huertas orgánicas. Como por motivación e impulso propio he recorrido algunas travesías de montaña no muy tradicionales, he terminado haciendo de guía en algunos lugares, en distintos idiomas también. Como estudié teatro, danzas, música, puedo a veces ser monitora o narradora de conciertos, trabajo esporádico que tengo actualmente. Tengo título de magisterio lo que me da puntos al momento de tener que elegir un maestro, y de soporte de PC que garantiza que puedo instalar una red, un software o arreglar una computadora -lo que no es a ciencia cierta verdad- pero a veces hay situaciones o países muy estructurados donde estos títulos ayudan, mientras que, si saco mi currículum desencaja y no cuadra de ninguna forma. Cuando no consigo trabajo asalariado suelo ofrecerme como voluntaria y así consigo dónde vivir y qué comer y de paso seguro aprendo algo nuevo. A veces, como en estos días, me pagan para viajar acompañando a grupos de estudiantes en programas de inmersión regional bilingüe.

¿Es cierto que hablas 14 idiomas? 

Hablar bien como para poder traducir un libro literario o trabajar en la ONU hablo sólo castellano, francés e inglés. En ese orden con diferencias sutiles de nivel, pero prácticamente me da igual hablar en uno u otro, aunque el inglés, de todos los que sé, es el que menos me gusta, pero el más útil a la hora de viajar por el mundo y conseguir trabajo. Puedo explicarme muy bien y mantener conversaciones prolongadas en ruso, portugués, griego, italiano, turco y búlgaro. En un nivel menor, pero como para poder llegar a un país y manejarme cotidianamente en su idioma, hablo árabe, siciliano que aprendí de mi abuela y pude hablar en Sicilia con los más viejos y euskera que de estos es en el que más errores cometo. Aprendí rumano antes de ir a los Cárpatos, y catalán cuando viví en Barcelona. En Bolivia estuve estudiando quechua y aymara, y cuando fui al Himalaya, antes estudié nepalí. Es difícil mantener todo esto cuando no lo practicas a menudo por eso trato de seguir estando al tanto, leyendo libros, escuchando música, viendo películas, o regresando a algunos lugares para volver a practicar.

MARÍA 3 VIAJES Y LUGARES

¿Qué lugares de los que has visitado a lo largo de tu vida te han marcado más?

México es uno de los países donde decidí quedarme más tiempo, por su riqueza cultural inabarcable, por todo lo que aún falta por descubrir y aprender de su pasado, por su comida única e irreproducible en ningún lugar del planeta. Bulgaria por su sociedad sana, por la buena energía que se siente entre su gente. El País Vasco, donde vivo actualmente y del que aún no quiero irme, por su autenticidad, sus misteriosos orígenes, por sentir en su tierra a algunos ancestros, por sus colinas verdes, porque llueve bastante y la lluvia me inspira. Rusia por ser tan enorme, tan organizado, por su historia, su ciencia y su arte y por su idioma que aún estoy estudiando y me encanta. La Patagonia argentina por sus senderos entre lagos, bosques y montañas. Licia en Turquía, ruta a la que siempre volvería, por sus vestigios arqueológicos en medio de los montes Tauros sobre el Mediterráneo, bello e interesante.

MARÍA 8 VIAJES Y LUGARES

Ahora tienes un bonito proyecto: viajar desde Bilbao hasta Kamchatka en bicicleta y a pie. Cuéntanos los detalles de esta aventura. 

Decir Kamchatka es como decir Ítaca. Quiero que el camino sea largo, Kamchatka lo pongo como meta, el lugar adonde llegar. Lo que deseo es vivir un camino entre Bilbao y Kamchatka lleno de zigzags que me lleven por montañas, muchas por las que aún no anduve y otras a las que deseo volver. Pedalear las distancias que me separan de mi destino hacia el este, pero desviándome cuando me inspire el camino para pasar por otros sitios aunque no estén -y no lo estarán- sobre la línea recta que me separa de Kamchatka. Quiero atravesar montañas a pie, lo que me obligará a cambiar las alforjas por la mochila por unos días, luego regresar y volver a armar alforjas para seguir pedaleando. Sé que habrá meses en que deberé esperar a que baje la nieve, y luego esperar a que deshielen los ríos, y que solo tendré tiempos breves para cruzar la gran Siberia a pedal y a pie. Sé que encontraré en el camino los lugares adecuados para permanecer en la espera y seguir aprendiendo. Me gustaría en mi andar poder registrar lo que vea, lo que viva, filmar, sacar fotos, escribir. Por mi forma de vida carezco de equipos, de todo tipo. No uso móvil, no tengo ni nunca tuve ni usé un GPS. Trabajo con una netbook generosa y fiel que viene soportando los golpes y zangoloteos del camino desde hace una pila de años. Demora diez minutos en encenderse tras algunas maniobras. El teclado ya no funciona, uso uno extra que me han prestado, la pantalla tiene manchas negras. Tengo una cámara pocket antigüita que tampoco tiene mucha calidad.

Sé que de no encontrar suficientes empleos, de no poder comprar elementos que me encantaría llevar durante el viaje, o de no conseguir recursos suficientes para renovar el equipo, saldré igual. Pero me encantaría poder compartirlo, hacerlo también para otros que por diferentes motivos no estarán allí, por eso he abierto una nueva solicitud en gofundme y ojalá alguien, alguna marca, se entusiasmara con mi proyecto. Puede darse fe fehacientemente de que en general siempre he llevado adelante lo planeado. Pero de no existir financiamiento ni equipo para registrar, editar, compartir el día a día, eso no significará  desistir de este nuevo sueño, de este nuevo camino hacia Kamchatka. Lo intentaré y lo haré, porque me nace así, por mi necesidad imperiosa de seguir andando y aprehendiendo el mundo. Porque yo soy esa que va, así me veo y así me quiero, María la que viaja, de no hacerlo, no sería yo la que está viviendo mi vida.

MARÍA 1 VIAJES Y LUGARES

¿Nunca has pensado en echar raíces en algún lugar? 

Hasta ahora no. La idea de echar raíces la veo siempre en un futuro lejano, casi ajeno, que nunca termina de llegar. Alguna vez he tenido la idea de un lugar donde permanecer, me ha atraído mucho algún rincón de las montañas Rila en Bulgaria. Pero no. En general, cuando me pienso mudándome otra vez, cuando me mudo de hecho, hasta ahora ha sido siempre por un tiempo, a veces es más, a veces es menos. Por más que intento imaginarme llegar a un lugar que será mi casa para siempre, no logro imaginar esa casa, ese lugar, ni esa situación. Creo que no me haría feliz saber que llegaré a un lugar donde voy a quedarme para siempre, así que prefiero seguir pensando hacia dónde iré la próxima vez. Hacer un plan, delinear un mapa, tener una ilusión. Es esa ilusión la que me mantiene viva.

Viajes y Lugares