La estación de trenes de Sofia está pegada a la estación de autobuses. A una parte de la central de autobuses; no me había dado cuenta, ya que siempre salí del edificio de la izquierda, que había otro edificio a la derecha. Y en realidad debería haberlo sabido, porque ese edificio de la derecha es de donde sale los autobuses internacionales, así que el año pasado, con Martín y Stella, hemos tomado el bus a Hungría desde ahí. Me falta Martín, mi GPS. Tengo el mapa y la brújula, pero tal comme d’habitude, me perdí. Y no me preocupé, la verdad, me dejé llevar por el bosque, como Caperucita Roja, hasta que apareció el lobo a rescatarme. Pero vamos por partes. Primero lo primero. Y lo primero fue tomar el tren a Dupnitsa. Salía a las 11.40, con 5 minutos de atraso. En menos de dos horas, llegué. La estación de buses de Dupnitsa también está pegada a la estación de trenes. Así que enseguida tomé un minibús a Saparava Banya. Ahí empecé a preguntar dónde estaban los senderos. Pregunté varias veces mientras me alejaba por las calles de ese publito. No es complicado, de donde para el autobús, hay que caminar a
Skakavitsa para mañana seguir a los lagos, y al parecer me había pasado de largo y ya estaba en el camino de los lagos. Unos muchachos muy amables que bajaban me dijeron que más adelante había dos hizhas, la primera a una hora, así
que de última podía dormir ahí.
perdí el estado que traía de los Himalayas, pero no podría ser tan así, caminaba también los 7 km que separan Yabor de Triavna. En fin, me recupero muy pronto. Llegué cansada. No es normal. Pero vamos a lo segundo, lo segundo es lo segundo. Cuando me di cuenta que me había equivocado de camino, decidí tomármelo con mate. Paré junto a un arroyito que antes debí
cruzar, y me preparé el mate. El agua que llevaba en el termo desde las 8 de la mañana, cuando había salido para participar de una clase de español con Mixaela, estaba fría. El mate, un asco. Pero en fin, me lo seguí tomando con calma. Me senté tranquila en una piedra. En eso veo a uno de los amables muchachos que vuelve agitado, en subida. Volvió, unos quince minutos de camino, pero volvió, para avisarme que el camino a Skakavitsa salía más abajo y había unas marcas en las piedras. Por las dudas que yo quisiera volver, pegó la vuelta, subió rápido para alcanzarme y avisarme. Yo ya había decidido según la corriente del arroyo, seguir a los lagos, pero cómo le iba a hacer al pobre amable muchacho. Encima que se volvió a avisarme. Así que decidí volver a cruzar el arroyo y volver yo también hacia Skakavitsa. Menos mal, porque el sendero era más hermoso. Puro
bosque de pinos, ideal para perderse y no reencontrarse jamás. Cada recodo entre los pinos es igual al otro. Dónde estoy? En el bosque, donde las sombras de la tarde que cae, engañan a los ojos, que además no ven muy bien. Prestar atención. Brújula y mapa. Volví a cruzar unos varios arroyitos y allá arriba, la vi. La hizha. Relajada llegué hasta aquí. Una hizha enorme, y muy linda, que como todas estas fueron construidas e inauguradas por el comunismo que auspiciaba los deportes al aire libre. Esta hizha fue la primera. Hay unos cuadros antiguos. Lo que no había, hoy 20 de julio, era lugar. Sin cama. Pero me ofrecieron un sofá y es tremendamente cómodo. Gratis. Empecé a darle al diente a las galletitas, me tomé unos mates calientes, y la típica sopa de después del camino, sin meat balls por esta vez.
hay nieve. El bosque verdea todas las colinas. Es hermoso.