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Lisboa (día 7)

Aprovechando la última jornada para recorrer algunos sitios más de Lisboa.

Volvimos a la Plaza de Comercio, bajando a pie junto al funicular antiguo de Bika, pasamos por Cais de Sodre pero antes hicimos una incursión por el Mercado de la Ribera, renovado, con sus puestos de ventas de frutas y verduras y un amplio comedor repleto de huéspedes y platillos. La explanada de la Plaza de Comercio o Paço do rey es tan amplia como acogedora, con ese aire marino que le da tener como flanco la costa. Nos sentamos cerca del mar.

Caminamos por la Avenida Liberdade, pasando una vez por Rossio con su estación decimonónica y su teatro manuelino, y llegamos a la estatua enorme del Marques de Pombal. Luego anduvimos por los Parques Eduardo VII y Amalia Rodrigues y continuamos hasta el Museo y Jardines  de la fundación Calouste Gulbenkian. Todos los parques son enormes extensiones de verde y arboledas pero el Gulbenkian se destaca por su frondosidad, por sus rincones acogidos de sombra y pequeños estanques.

Luego ya llegaba la hora de partir así que encaramos en Metro hacia la Estación Oriente. Tomamos el metro cerca de Gulbenkian, en la estación Sao Sebastiao hasta Oriente. Usamos la misma tarjeta Viva Viagem que cargamos con un viaje de metro por poco más de 1 euro.

La estación Oriente es desorganizada y caótica, nada está indicado y es un quilombo adivinar cuál será el andén de salida. Todos los autobuses paran en el exterior, en carriles con paradas sin nombres ni indicaciones. La terminal es metálica, fría, ruidosa y fea. Dimos algunas vueltas tratando de buscar información para nuestra parada, finalmente seguimos a un Flixbus que justo llegaba de otro viaje y con su chofer logramos enterarnos de que todos los Flixbus paraban en ese mismo lugar. Hubo confusión entre la gente que viajaba todo el tiempo. No está claro de dónde sale el bus ni cuál es el que hay que tomar. Apenas hay unos calcos adhesivos verdes de 1 por 5 cm pegadas en lo alto del poste de parada del bus que dicen Flixbus. Para nosotros que hablamos castellano, entendemos portugués y somos viajados, fue más fácil pero para los extranjeros de otros lugares o gente con poca experiencia viajera, se los notaba perdidos, inseguros.

Finalmente viajamos bien. Acabó esta semanita en el país Luso que nos sorprendió positivamente en muchos aspectos, sus ciudades llenas de encanto, color, música, su pueblo solícito y agradable, sus vinos suaves y sabrosos, su universidad antigua, sus castillos suntuosos y vegetación exótica y exuberante, su costa de roca, recovecos y agua helada, contrastando con toda la calidez antes mencionada.