Dormí en Wharton en el camping “El polaco”. Wharton es un lugar de estancias y chacras. Lo que sería el pueblo, o “puesto” como se le dice, son cuatro esquinas; en una hay una cabaña grande que es como un salón y restaurante, enfrente hay un puestito de información y caballos esperando ser alquilados para cabalgata. Haciendo cruz con el puestito está la despensa y el camping, y en la esquina restante hay un yuyal y rosas mosquetas. Aparentemente es más chico que cualquier otro pueblo pero el camping, que cuesta 30 pesos, tiene wifi, sorprendentemente; la ducha está super caliente y en el baño había papel lo que no es usual, así que de todas maneras uno suele llevar el de uno. Es un lugar muy tranquilo, y la gente, Katy, y las demás personas del camping, son por demás de amables.
El camino de Wharton a Río Azul es muy fácil. Son 18 km pero parecen menos. Sigieren caminarlos en 8 horas, pero yo los hice en 4 o 5 sin necesidad de parar a descansar. Era un día fresco, quizás por eso. El calor mata para caminar. No salí temprano. Lo tomé con calma. La Huella arranca por el ripio que pasa frente a esa esquina. Uno sale del camping, pasa por la esquina del yuyal, y en sentido contrario al cartel que señala el Perito Moreno, sale. Son como dos horas por el ripio, o una hora y media. Se pasan chacras y más chacras, todo muy romántico y muy pintoresco. Después se entra en una senda, no muy larga, es una cortada, fresca, sombría. Está bien señalizada. Hay como siempre en estos últimos días algunas bifurcaciones dudosas pero pude constatar que en el lugar donde definitivamente va la senda, hay marcas. Esta primera senda se cruza en menos de lo que canta un gallo, serán 15 minutos, y luego otra vez al ripio. Ahí ojo, porque uno llega al ripio y la salida de la senda tiene como quinticientas piedras pintadas con la marca de Huella Andina, pero no hay ni una puta marca que señale para que lado hay que agarrar el ripio. Yo por supuesto lo agarré al revés. Había leído que se retomaba una senda cerca de la dulcería Río Azul, así que como vi el cartel de la dulcería, doblé a la derecha, y no, llegué a la dulcería, a unos 400 metros, pregunté, por suerte hay gente, y me dijeron que era para el otro lado. O sea, cuando uno sale de la primera picada y llega otra vez al ripio, debe doblar a la izquierda, hacia el lado que señala “Cabeza de Indio”. Va en subida. Hay algunas marcas, y también hay árboles, pinos, que se han caído y cortan el paso pero hay que rebuscárselas y pasar entre las ramas o por algún costado que se pueda, porque la senda sigue. En la cúspide se avanza hacia los miradores del Azul donde vale la pena detenerse un par de minutos ya que las vistas son amplias y bellísimas. Se ve todo el río azul, serpenteando entre las piedras, chacras, pinares y las montañas, algunas con sus coronas de nieves eternas.
Otra vez se agarra el camino de ripio, una bajada, y esta bajada llega a una bifurcación de caminos, uno va por la derecha hacia los campings, otro por la izquierda hacia el pueblo, y el del medio, de tierra más blanda, pero más ancho que una picada, ese es el que hay que tomar. No es muy largo y desemboca otra vez en un ripio que rápidamente dobla a la derecha y empieza a bajar para llevarnos hacia el camping Río Azul. Durante todo el camino hay frutales comestibles, manzanas, frambuesas, ciruelas y cerezas. Uno puede ir cazando al hilo alguna fruta. Más pequeñas que las transgénicas pero mucho más dulces.
Este camping está sobre el río y junto a la pasarela Margarita Riquelme. Cuesta 40 pesos y está muy lindo, muy acogedor. A mí no me cobraron por ser la primera persona que pasa haciendo la Huella Andina. Además, de bienvenida, Roberto, el dueño, me invitó unos riquísimos mates, charlamos de huellas, senderos, montañas, y del legendario e impenetrable Vododawe con el que muchos no dejamos de soñar desde hace muchos años.
Fui a bañarme al río y a lavar la ropa. Hay pozones azul verdosos alucinantes.