Experiencia mayo-junio 2011.-
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La caminata de hoy, hablando mal y pronto, fue una poronguita. Me refiero a la distancia recorrida, al tiempo que me llevó. El paisaje Bellísimo. Los precipicios, vertiginosos.
La ruta Lycia, en este tramo, camina encaramada a la verticalidad del acantilado. Por los lugares donde uno accede a lo que fueron construcciones, casas, tumbas o almacenes, se nota que antes, hace dos mil quinienos años, el mar estaba más lejos.
Verán en alguna foto que tomé de una de esas casas incrustadas en la piedra, que no tuve más margen hacia atrás para tomarla más amplia. Un paso atrás y era un paso en el aire.
Hice el camino dos veces. Fui por el de la costa, el del precipicio. En un tramo hay que bajar colgándose de unas de sogas. En la mayor parte es como bajar una escalera estrecha sin baranda. Abajo, el mar; hoy que está ventoso, era una furia o una fiesta de turquesas y verdes con guirnaldas de espuma. Una maravilla. Como digo siempre, ALUCINANTE.
El camino empieza saliendo de Kas por el puerto y subiendo una ladera, luego el camino se subdivide en dos, uno para los que quieren ir por tierra adentro y otro para los que se cuelgan de la soguita. Como iba sin más peso que la cámara y una botella de agua en el morral, me mandé por la soguita.
A medida que se avanza hacia arriba en la ladera, la ciudad de Kas va quedando atrás como una postal de casitas amontonadas en la bahía. Enfrente se ve la isla Castellorizo o Meis, isla griega. Algunos barcos van y vienen plácidamente. Se pasa por un par de playas y por varias tumbas lycias, sarcófagos y entradas en la montaña, luego, aparece entre aguas transparentes y azules, Liman Agazi, con su playa exclusiva y silenciosa metida entre los riscos. Me senté un rato, ya saben. Para no perder la costumbre.
Como se me hizo rápido y poco, y el tiempo acompañaba porque no hacía calor, seguí. Encaré la ruta Lycia para lo que vendrá y que tendré que rebuscarme para hacer de otra manera además de caminando -volando, nadando…
El sendero se mete tierra adentro, primero entre espinos y ortigas insoportables e ineludibles. Después se hace más ancho y llega a una cisterna abandonada. Siguiendo se pasa por varias playas recónditas. Al cabo de un rato pegué la vuelta y regresé a Kas por el otro sendero, el que va por adentro. Por éste, se pasa por otras ruinas, en medio de la arboleda, y a las que como si nada, algún descocado, les mandó graffiti colorado. Hay varias piedras con formas simétricas esparcidas entre la maleza y entre los árboles.
Lo que vendrá: me pierdo entre los puertos. A partir de mañana el rumbo me lleva por donde no hay más ruta que la ruta Lycia o la de los barcos. He leído que hay sitios en los que sólo podría caminar si fuera con alguien más -además de con el hombre invisible- alguien que pasara primero, al que alcanzarle la mochila, para pasar después.
Cuando se me ocurrió la idea de hacer la ruta Lycia me pregunté si podría hacerla sin compañía de otro humano, justo encontré la respuesta, no recuerdo si en el libro de Kate Clow o en la web, decía SÍ, PUEDE HACERSE SOLO. Sin embargo, luego, leyendo cada capítulo, recomienda algunas veces: no caminar este tramo solo -como el de hoy, el de la soguita-, o dice: si se va en grupo pasar las mochilas…
Que nadie crea que voy a desconcertarme por eso. Yo sigo adelante. Y a partir de mañana, cuando no me alcancen las piernas, ni las manos para agarrarme de las paredes, o de la soguita, le voy a hacer dedo al primer barco que pase.
Actualización enero-febrero 2018.-
Dejamos Kas subiendo la pendiente y bordeando la costa. Desde el hotel con su vista al mar y los barcos, subimos por esa misma calle y luego más cerca de la vera del mar. A pocos kilómetros las marcas se dividen. No hay cartel. Las marcas más notorias van hacia nuestra izquierda, el sendero que se adentra y las menos notorias van bordeando la costa. Este último es el que elegimos, el de la soguita en la cornisa.
La cornisa se ha desgastado por lo que exige más precacuión cruzar esta parte. Es alucinante. Vamos agarrados de una soga como si fuera una tirolesa pero por único arnés, nuestros brazos. A nuestra derecha, el precipicio que abruptamente cae en picada hacia el fondo verde del mar. A la izquierda donde pegamos nuestro lateral, tumbas empotradas en la roca, excavadas en la ladera de la montaña.
Todo el camino de hoy está bien marcado. Llegamos pronto a Liman Agazi, en menos de dos horas, pero no entramos. El sendero desemboca en una seguidilla de balnearios, spots de descanso, tapancos de yoga. Uno pegado al otro y apenas damos el último paso al sendero antes de llegar a su bonita playa. Seguimos y tras cruzar una parte expuesta de coralina petrificadas donde más de un caminante elucubró abandonar la ruta, pero claro, volver atrás también significada volver a colgar de la soguita… con la adrenalina en alto llegamos a Cobaj Plaji, a cuarenta minutos desde Liman Agazi.
Cobak Plaji es un lugar ideal para darse un chapuzón. La playa es un paraíso a no ser por la basura que trae el viente. Se amontonan plásticos, una pena. Algunas cabras pastan detrás de la playa entre los arbusto. Además de las cabras y nosotros y a no ser algún pez vivito y coleando, no hay más ser vivo en la bahía. El agua calma, resguardada por dos penínsulas, es cristalina y cálida. Una delicia.
Tras un reparador y placentero descanso continuamos el sendero hasta Fakdere o Ufakdere. Allí decidimos acampar. En este lugar hay algunas construcciones convertidas en spots o balnearios, es un rincón muy exclusivo ya que prácticamente sólo puede llegarse a pie o en barco. Aquí, en 1980, retiraron del agua un barco de la edad de bronce que permanecía hundido, completo, con todo su arsenal de mobiliario, vajilla, tesoros. El buque fue trasladado al museo de Bodrum donde hoy día es la figura estrella. Las escasas edificaciones que hay en la bahía son el producto de las viviendas, laboratorios, galpones que utilizaron los investigadores y demás trabajadores, cuando fondearon el buque. Hay una persona encargada del lugar, nadie más. Nos cobran 25 liras con desayuno.
El lugar, el atardecer, son impagables. El clima nos acompaña.