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Etapa 2- De Puerto Canoa a Aila

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Desde el camping, se camina bordeando el lago pero campo más arriba. Desde Pichicuyín, o Pici Cullín, durante dos kilómetros, se atraviesan varias tranqueras. Hay que ir abriendo y cerrando las tranqueras. Hasta el siguiente camping no hay marcas, pero la senda es clara. Esto se repite hasta el momento en lo poco caminado. No hay muchas marcas, no abundan, pero como hay mucha vegetación, la senda no se confunde con el resto del ambiente, y además no hay muchos caminos, sino ninguno, que salgan al cruce. A partir del segundo camping, hay que virar abruptamente a la izquierda y empezar a subir. Mi mochila, como de costumbre, pesa más de lo que debería, y, además, hoy estaba mal acomodada. Luego descubrí que era la olla, daba contra un borde y ese borde contra mi espalda, refregándome a lo largo de cuatro horas de subidas y bajadas. Hay que cruzar áreas encharcadas, equilibrando sobre troncos o piedras, y también hay que cruzar varios ríos. Casi todos están playos, en uno, utilicé los zapatitos de vadeo, también se puede cruzar descalzo, al menos en el de hoy.
Aila es muy lindo. Puse mi carpa en un lugar bastante privado. Tengo un fogón, pero casi no lo usé porque dos chicos de Mendoza y un hombre de Buenos Aires, me invitaron a comer y a tomar mates con ellos, así que usamos su fogón. Igual a mi me gusta tener mi rinconcito aparte. Bajé a la playa. Hizo calor, y no llovió, por suerte, y que no llueva mañana, sino cierran la senda. Lavé la ropa en el lago, me bañé, y tomé sol mientras se secaba la ropa. Bajo al lago detrás de la carpa, detrás de unos arbustos, es un espacio pequeño, encerrado entre piedras, para mí sola, topless a pleno.
El camino de hoy, después del segundo camping, sube y sube, zigzagueando, durante unas dos horas, trepping; se pierde de vista el lago. Después se calma la subida y cruza en medio de un bosque de pinos. Tranquilo, con algunos desniveles y varios mallines y áreas ahogadas o barrosas. Después se llega al camping, hay que registrarse, y la bajada abrupta, cruzando el río hasta los sitios de acampe. Cuesta 15 pesos. Los fogones son agrestes. No hay electricidad, ni baños, ni proveduría. La señora, Gladys, hace un pan casero muy rico. El señor que está con los chicos -Yamil y Tomi-, Emilio, compró pan, tomamos mate un buen rato.
Fueron 7 km, según el programa, 4 horas.

Etapa 1 – De Puerto Canoa a Base del Volcán Lanín

Esta es una caminata sencilla de alrededor de 4 horas para subir y 3 horas y media para bajar. No se puede acampar en la Base del majestuoso volcán Lanín, cara sur. Tampoco se están permitiendo ascensos desde esta cara ya que es el sector más nevado y hay desprendimientos de piedras enormes y aludes de nieve. Se puede llegar hasta ahí, hasta la base, y allá fuimos.
Hay que registrarse de 8 a 11 de la mañana en la Intendencia del Parque. Me levanté temprano,  fogón, mates y galletas, y despertar a Emanuel para que me cruce el estrecho del lago en la canoa. Fui la primera en registrarme. El camino me pareció sencillo. Es casi todo bosque, con suelo de tierra, blando, salvo algunos sectores pedregosos. Está señalizado medio al despelote. Se encuentra la marca de la Huella Andina, celeste y blanca, pero también redondeles rojos, otros amarillos, flechas de madera, flechas blancas o amarillas pintadas en las piedras, y algunas pircas de piedritas. Así y todo, por distraída, por supuesto, me perdí una vez. Por tonta. La senda es bastante clara y despejada. Después de unas 3 horas de caminata fácil, con pocos desniveles, subiendo de manera paulatina, se presenta una subida de 45 minutos que es bastante empinada, sobre todo al comienzo, pero no es para alarmarse, es posible para cualquiera. Terminada la pendiente, la vegetación empieza a ser más petisa y escasa, se convierte en arbustos espinosos, y finalmente son sólo rocas. Allí aparece el cartel de prohibido continuar. Son 12 km de ida y luego 12 más, la vuelta.
De regreso pedí que me cargaran la cámara en la Intendencia, ya que parece ser uno de los pocos lugares, además de Gendarmería, a algunos km de acá, donde hay electricidad. Por suerte pude cargarla un poco, sino, nos quedábamos sin fotos. Tampoco hay teléfono, salvo en Gendarmería. En la Intendencia tienen sólo radio UHF. Frecuencia 155675.
Ha hecho bastante calor y el lago es una belleza, así que me di una ducha aguas mansas y jabón blanco mientras tomaba unos mates, agua calentada previamente al fogón, y me comí unos panes caseros elaborados por Ester.
Para seguir la Huella, hay que registrarse también. La próxima caminata necesita dos días. Dicen que anuncian lluvias, espero que no, porque si llueve, cierran las sendas y no puedo continuar.

La previa-De Junín de los Andes al Parque Nacional Lanín

Primera recorrida de la Huella Andina Patagónica. Las primeras etapas reales aún no estaban marcadas, ver en los POSTS Argentina-Patagonia-Huella Andina

Primera vez!

Este es el lugar más bello de la Tierra. Seguramente será la frase más repetida en este blog. O quizás, este es un lugar alucinante. Se llama Pichicuyín. Está sobre donde el lago Huechulafquen se enangosta, antes de dar a luz al lago Paimún. Justo enfrente tengo al solemne Lanín.
Para llegar hasta aquí, arranqué desde Junín de los Andes. Hay colectivos que salen varias veces por día desde Junín hacia el Parque. Salen esporádicamente y se recomienda apenas uno llega a Junín, comprar el pasaje porque viene, francamente, hasta las manos. Todos mochileros. Las mochilas no entran en los portaequipajes. El pasillo lleno de gente que no ha conseguido asiento, más, más y más mochilas. Hasta adentro del parque, desde Junín, son más o menos 60 km. El viaje es lento porque enseguida de salir de la ciudad y cruzar el río Chimuin, se agarra camino de ripio y de montaña. El colectivo se detiene a la entrada del Parque Nacional donde todos tenemos que bajar a pagar el acceso. Hoy día cuesta 10 para los riongerinos, 20 para los argentinos, y 50 para los extranjeros. Hay un descuento para estudiantes. El colectivo cuesta 31 pesos y un suplemento de 2 por mochila.
Acá dentro del Parque ya no hay conexión internet, así que si hay tiempo y algo por chusmear o contar, es mejor ir a la estación de servicio, muy cerca de la terminal, y ahí hay un barcito y wifi.
A la entrada del Parque, donde se paga, también se pueden pedir informaciones. Cuando está todo finiquitado, subimos al bus otra vez y partimos. Bordeando el Hechu empiezan a aparecer los lugares para acampar, camping agreste u organizado. Hay varios, primero está La Tapera, después, Bahía Cañicul, organizado, Bahía II, agreste, RRR agreste, y después está la Intendencia del Parque, en Puerto Canoa; allí enfrente arranca el sendero para subir la ladera sur del imponente vecino que me mira desde enfrente, el Lanín.
Hay más campings más adelante, llegando al Paimún, y en el Paimún. El mismo colectivo llega hasta allí y por el mismo precio todo.
Para subir al Lanín hay que registrarse en la Intendencia, de 8 a 11. Recomiendan hacerlo a primera hora, ya que no se puede dormir en el refugio y hay que subir y bajar el mismo día.
Para aquellos que desean cumplir con las 24 etapas ya definidas de esta travesía –hay fracciones que aún no están abiertas- que suman 560 km -luego serán 600- recomiendan cruzar el lago y dormir aquí, donde estoy yo, en el lugar más bello y alucinante de la Tierra, Pichicuyín.
Desde la Intendencia del Parque, Puerto Canoa, hay que caminar 500 metros y entrar a la izquierda en dirección al lago siguiendo un sendero de más o menos otros 500 metros. Al final se llega a la costa del lago y hay un baderín atado a una caña con un cartel que dice: si quiere cruzar al otro lado del lago, haga flamear el banderín, lo atenderemos a la brevedad.
Saqué la caña con el banderín y me puse a bailar una especie de danza india. Iba de un lado a otro de la costa, como bastonera de banderían y no veía a nadie del otro lado. De repente me pareció ver una bandada de pájaros y en efecto, era una bandada de bandurrias que me venían a buscar.
En realidad desde el otro lado me respondían otros banderines blancos, pero no tenía los anteojos puestos. Al cabo de unos minutos una canoa con dos niños, Emanuel y Ale, cruzaron remando el estrecho del lago para irme a buscar.
El camping es agreste. Hay fogones armados por lo que ni tuve que tiznar la pavita de pies a cabeza, ni tampoco la olla. Hay mesitas de madera. Dicen que por ahí hay un baño precario, pero habiendo  tanta naturaleza ni me molesté en buscar el baño. Cuesta 30 pesos con los cruces en canoa incluidos. La abuela de los nenes que es la responsable del camping se llama Ester. Junto a mi carpa corre un arroyo de agua de montaña. Hay abundante leña alrededor. Luz no hay, internet, menos, aunque tienen un sitio en Facebook que visitan cuando van a la ciudad.
Es un espacio amplísimo. Con el lago y el volcán enfrente. La costa del lago es plácida, y el agua no es demasiado fría. Hay poca gente de este lado. Para mí, que amo este silencio y esta paz, es perfecto.

Poema de Liliana Ancalao

«…yo presiento que he de andar más todavía
quién sabe cuánto
hasta vencer el miedo de acercarme hasta ellos
para medirme en sus ojos tan profundos de espacio
y aceptar el milagro de un silencio de nieve
que desprenda la costra   los últimos abrojos

si resisto es posible que me permitan ellos
sumergirme en sus ojos   ingenuos infinitos
estaquearme un instante
en el centro del tiempo

ser la libertad ser la ternura
galopando con ellos
sueltos
por la tierra»

(Liliana Ancalao, poeta de la comunidad mapuche-tehuelche Ñankulawen)
 

Santiago del Estero- ARGENTINAAAA – 11 de febrero

Si todo va como hasta ahora, mañana a eso de las 6 de la tarde entro a San Pedro. Ni yo que emprendí esto lo puedo creer. Si me pongo a pensar que allá andaba por Honduras o por Panamá y que ahora estoy acà, acà, a màs de 15 mil kilómetros de Guanajuato de donde salì el 31 de octubre. 15 mil y pico de kilómetros que serán 16 mil por cómo marcha el contador, engordados por ese desvío ansiado, obligado y que resultò fructìfero por demàs, llamado Venezuela.
Estoy tan feliz.
Voy en la ruta y no dejo de repetir la frase cèlebre de Jorge, QUÈ PAÌS QUE TENEMOS!!!!! El norte argentino es tan precioso, es una gema en estado natural. El aire huele a palo santo. No pude dejar de parar varias veces hoy en el camino. La Quebrada de Humahuaca, Tucumàn, què lindo està el jardìn de la Repùblica, despuès Termas de Rìo Hondo. Calor que no claudica. Silencio de siesta. Chicharras. Susurro de hojas. Respiro.
Lleguè a Santiago y acampo, en el camping Las Casuarinas, rodeado de parques, árboles.
Hay tres carpas locas contando la mìa. Pasa un muchacho. Nos saludamos. Pregunta obligada «de dònde sos». Respuesta al unìsono «DE SAN PEDROOOOO!!!» No se puede creerrrrrrrrrrrrr. El muchacho se llama Leonel Lòpez Villanueva y estudiò saxo en el conservatorio, asì que manda saludos para Eleonora, para Chichì y para Ronzani, va para el norte, de travesìa y aventura. Tomamos mates. Despuès nos vemos. Yo salì a caminar por esta Santiago que ya se levantò de la siesta. Esta ciudad està brilla. Yo no sè, quizàs es mi corazòn, mi alma los que hablan, pero yo veo una Argentina que brota. «Què paìs que tenemos». Yo veo los campos verdes, llenos de matas encrespadas que parecen lechugas -no sè que son- de un verde oscuro brillante, un verde màs para los indescriptibles que encontraba en Amèrica Cetral y con tanta dificultad y escasez de palabras para nombrarlos, lograba describir.
Desde que crucè la frontera, desde uno poco antes para ser sincera, desde que aquel desierto mustio se empezò a poner a naranja en Atacama, no hay paleta de pintor ni muestrario de pinturerìa que alcance para matizar los colores de nuestra Argentina y ademàs el llano. El llano anhelado. Vengo de sierras, montañas, casi todo el camino con un muro a mi costado, a mis espaldas o a esquivar en el frente, y ahora el horizonte infinito, ese que segùn Sylvia Iparraguirre -otra vez la convoco- nos permite galopar sin necesidad de llegar a ninguna parte sino solamente seguir cabalgando. Nada nos detiene.
Gracias a todos los que comparten esta travesìa conmigo. Todavìa falta un trecho que no puedo adjetivar ni grande ni pequeño porque en esta circunstancia en que me encuentro, es las dos cosas.
No sè dònde me toque parar cuando llegue a la ciudad madre, San Pedro, pero mi casa sigue rodando y la carpa es tan fiel compañera como la autita -balneario municipal? O algùn patio por ahì? O algùn techo?-. Anoche lloviò a chaparrones en Purmamarca, oì quejas de los vecinos, se les mojaban las cosas, a mì, en ese reducto que a simple vista no garantiza ser refugio seguro, no se me mojò nada. Dormì con el murmullo en el declive azul de las paredes livianas, abrigada, hasta que me despertó la mañana de los pájaros.
Hay fotos. Iràn todas juntas en pròxima presentaciòn. O veanlo con sus propios ojos. Es tan hermoso ser testigo en el camino. Yo no podìa imaginarme mi vida sin el viaje. Haber hecho este recorrido, lo que llevo hasta hoy, no lo cambio por haber hecho en estos meses ninguna otra cosa. Faltan menos de mil kilómetros hasta San Pedro, algunos màs hasta San Clemenchi. Me siento en casa. Què raro. A veces me dormìa con la necesidad de ir a mi casa y dudaba, me preguntaba «adònde queda». No sabìa. Mi casa es acá, aunque pase de visita, aunque no permanezca. Argentina es mi casa. Y por acà nos vemos.
Gracias por los consejos que me dejò anónimo acerca de rutas. Voy por la 34, la que pasa por Rafaela.
Gracias por los que esperan con vinitos, mmmm, tenga por ahì hepatlagina, mi hìgado vino mal de fàbrica.
Van abrazossssss a todossss, mañana comenzaràn a ser dados.

Purmamarca-ARGENTINAAAAAAAAAAAAAAA – 10 de febrero

Con una emoción que ustedes no pueden ni imaginarse llegué a nuestra Argentina, apasionada, cara dura, intrépida, controvertida, peleadora y tan querida! Cuando vi la bandera, ahí, ondeando en el mástil como haciendo un zarandeo de zamba, distraídamente, el cartel de BIENVENIDOS A ARGENTINA, apreté el timón y me puse a llorar. Y después a reirme y después en el camino, a carcajadas.
No me pasée mucho por Chile. El paisaje del norte chileno continúa la monotonía del largo desierto peruano. Ayer salí de Perú, llegué a Chile, dormí en Chile, hoy estoy en Argentina, hice uns cuantos más de mil kilómetros en el tramo, ya superamos los 15mil desde el inicio de la travesía en Guanajuato.
Salida de Perú, de Monquegua, cruce de la frontera Tacna-Arica. En la migra peruana siempre se exige un papelito más que en cualquier otra frontera, un trámite más, pero nada hay de complicado y detallista como la autoridad chilena. Son insoportables en ese aspecto. En el camino entre Arica y el paso de Jama, tuve 4 controles de aduana. El peor fue el primero, entrando a penas a Chile porque además de revisar todo el auto, hay que bajar todos y cada uno de los bultos y pasarlos por un scanner. Con el desparramo que a esta altura del partido yo tengo en el auto, esto me llevó un rato largo, ya que hay muchas cosas fuera de lugar.
Hubo un momento triste, el de tener que dejar al duende del árbol que viajaba en la puerta derecha. El duende del árbol que vivió en una maceta en mi oficina de Don Quijote durante añossss, que viajó conmigo hasta que una chilena con autoridad, demostrando todo su poder sobre nosotros inofensivos pero fuertes, dijo «esto no pasa». Para casi cualquiera era un palito de mierda, pero no para nosotros. Fue feo dejarlo ahí, pero acepto que quizás, tenga otra misión que cumplir ahora que yo, casi voy alcanzando esta meta.
Después de eso, iguiendo con el trámite, hay que llevar el auto a una playa donde lo pasan por un scaner, le hace una especie de tomografía, a ver si adolece de cocaína, fusiles, o más duendes ocultos.
Salí como tres horas después de la frontera con Chile y arranqué para Arica. Tuve que entrar a esta ciudad a cambiar dinero, en la frontera no había cambistas y además necesitaba cargar gasolina. Lo llené y con ese tanque hice todo el tramo hasta Calama, como 800 km. Gasolina de 95 en Chile 623 pesos chilenos.
Cabe aclarar, al margen, que a pesar de lo complicado, tedioso y cargoso que suele ser cruce de frontera Perú-Chile, gente hincha pelotas, todos los peruanos y chilenos, sin excepción, que encontré en lo cotidiano y con los que charlé un poquito, me cayero re amables.
Después de conseguir pesos chilenos, ayer, un dólar es 545 pesos chilenos, salí hacia Iquique para llegar a los cerros Pintados, pero no me gustaron, no me gustó el lugar para quedarme ahí, así que seguí. Hay poco y nada en la ruta. No hay ni una gasolinera, en Chile le dicen grifos, ni un hostal, ni casi ningún lugar para comprar comida. Pensé en dormir en Quillagua, que marca un pueblito en el mapa. En Quillagua, oh sorpresa, hay otra oficina de aduana pero ni pueblo ni hotel. Unos muchachos me aconsejaron seguir hasta Calama, eran las 9 de la noche. Descubrí que manejar de noche, si la ruta está buena, es muy lindo. Dos horas más a Calama, a las 11 pm, el simpático viejito, Eugenio, me abrió la puerta del hostal y no demoró ni dos minutos para calentar el agua y como dijo él, tomar unos matecitos, aunque después, amargo, no le gustó.
Esta mañana di una vuelta por Calama y antes de salir de Chile pasé dos controles más de aduana, más breves, sin scaner.
A Argentina!!!!! Todo bien con los papeles, con visualización del vehículo pero sin bajar las cosas, tengo el permiso para estar tres meses con el auto en Argentina y ver mientras tanto cómo funciona la ley para ver si se puede quedar y seguir siendo funcional a alguien que lo necesite, pero ya. La autita va cumpliendo su cometido. Estoy en un camping en Purmamarca, la ciudad está re linda, la plaza colorida, el mercado, y ya con la carpa en pie, en un revoltijode más de 20 carpas, casi todos argentinos, charlando, parloteando, tomando mates con los paisanos y con una felicidad que no me cabe en el cuerpo.
No puedo subir fotos porque me cambiaron las patitas de los enchufes, así que me reservo la batería que me queda hasta que consiga un adaptador.
Todo cambió de golpe, venía con una especie de abatimiento arenoso, si bien el mar y la música, vengo gastando a Soledad Bravo, me la canto -grito, vocifero- en las más de 300 canciones que me grabó mi Rau. Pero todo cambió, de golpe el paisaje se pintó de colores, las vicuñas de Coquena corren por los campos de pastizales bajos y aunque escasos, verdes, los cerros se tiñen de celestes, rojos, temibles violetas, los cactus llegan hasta el cielo, las nubes son rebaños y el aire que se filtra por la ventanilla toca una música de ocarina.
Estoy contenta. Falta un tramo, varios tramos hasta SanClemenchi.
El viernes, con este brisa que canta y acompaña mientras yo también canto, llegaré a San Pedro, primer tramo.