Experiencia mayo-junio 2011.-
Hoy fue un día de sol y calor y no salí muy temprano por lo que el agobio se deja sentir. En varios tramos del camino hubo una sombra muy placentera. En otros tramos, no, nada, camino ancho bordeado de algunos árboles sin mucha copa y arbustos espinosos. Piedras, siempre.
Pero hoy vi algo fascinante, algo que no me había tocado caminar antes. Entre la entrada a un pueblito de cinco casas que se llama Belén y luego de la intersección con el sendero que lleva a Dinek Tepe, hay una parte de la ruta Lycia que transita por el lecho vacío de un río. Es la casa del río. La casa deshabitada porque el río ya no está. Hermoso. El río arquitecto diseñó pisos maravillosos, no son exactamente planos, tienen la pendiente necesaria para deslizarse por el suelo sin trastabillar, dando sin embargo lugar a las raíces para que se muevan entre las piezas siendo parte del conjunto. Las escaleras son dignas de un río Da Vinci, y en los desniveles, millones de lajas de piedras son como pétalos que van de flor en flor a medida que uno sube o baja. Me encantó. Alrededor, a las márgenes, hay cuevas y adelfas y por los tallos de las adelfas se pasean los saltamontes como si jugaran rayuela en sus veredas.
Esta parte del camino fue distinta a los cientos de kilómetros anteriores. Además hubo sombra en ese trecho porque los árboles parece que velaran al río desde las márgenes. Y yo no sé, parecía que había presencias observando desde las cuevas, desde las ventanas de las rocas que ahí no son grises como más allá del río, sino que son naranja.
Las montañas se imponen, como ayer caminando desde Demre y Myra hacia Alakilisi, pero en algunos momentos la pared de la montaña parece de madera caoba y rojiza.
En varios puntos del camino se encuentran restos de tumbas lycias, alguna columna, alguna pared destartalada. No están identificadas ni señaladas, ni nada. Simplemente están ahí.
La vista desde las alturas es amplia, se ve hasta la isla de Kekova, dejada atrás ya hace varios días, será que camino muy lento? También se ve el puerto Gok Liman y por supuesto la ciudad de Finike.
Estoy en Finike, una ciudad con mar y puerto. Paro en un hotelito que se llama Pension Paris. Cuesta 30 liras con desayuno y cena. La señora se llama Saadi y me tuvo como media hora mostrándome qué menú podría prepararme esta noche. Me mostraba un librito casero de recetas y me decía que este sí porque hay tiempo y se consigue, pero este no porque no hay tiempo o no es la temporada. Le dije que me haga lo que a ella más le guste, si a mí me da igual. Una buena sopa, un plato nutritivo y que me llene y postre. Luego cuento.
En el camino de hoy no crucé a nadie ni vi gente que viviera por ahí.
Al llegar a Finike encontré a dos alemanas que iban con rumbo a Kumluca para hacer parte de la ruta desde Karaöz hacia Olimpos. Hay un recorrido en el medio, entre Finike y Adrasán, que coincide con la línea de la carretera actual, bastante largo, unos 25 o 30 km a la vera de la ruta para autos. Nadie los hace caminando porque es un garrón. Es feo y además peligroso.
Salí a dar una vuelta por Finike, lindo lugar, interesante. Hay casas muy viejas en contraste con lo nuevo. Hay un astillero, el puerto, un malecón con mesitas cerca de la costa y parques amplios.
Estuve analizando el panorama para seguir la caminata, puede que vaya a Adrasán y desde ahí camine a Olimpos o puede que vaya a Olimpos y camine hasta Adrasán.
Actualización enero-febrero 2018.-
Desde un claro en el medio de la nada donde como un milagro y cuando caía la noche apareció un pozo de agua, arrancamos esta mañana fresca pero bien descansados y bien amanecidos. En el pozo, y desde allí, hay marcas de la Ruta Lycia. Son marcas antiguas, diluidas en la piedra naranja por el paso del tiempo, la lluvia, las nieves, el deshielo. Las marcas casi no se ven. Hay que estar muy atentos.
Casi todo el camino va en bajada. Luego por unas piedras, balcones o terrazas de rocas anchas en una ladera. Más adelante llegamos a las ruinas de Belos. Faltaba más de una hora desde donde dormimos.
Continuamos bajando hacia Belen. El pueblo es un caserío pequeños, pocas casas y gente muy amable. Nos convidaron con naranjas y luego, otro señor nos invitó un té al sol de su jardín. Pasando Belén hay un desvío que hay que tomar a la izquierda. Lo señala la publicidad de un hotel de Finike. Hay que ir por ahí, doblando a la izquierda porque si bien también hay marcas que siguen recto, luego esas marcas, si las seguimos, nos retrotraerán a Demre! oh, horror que podría cometerse.
Antes de bajar a Finike pasaremos por el lecho maravilloso del río. Su canal de piedras apiladas, erosionadas por el agua. Es un lecho profundo, un túnel entre el fondo horadado por el antiguo tránsito de un río caudaloso y, sobre nuestras cabezas, corolas de helechos y ramas. Se anda un poco por este sombrío y acogedor corazón de la tierra y luego se sube, se sale otra vez al campo, y zigzagueando por senderitos que se confunden con los de las cabras, llegamos a la carretera que se dirige hacia el hospital de Finike, y desde allí al pueblo.
Pasamos por el centro y luego por el puerto y nos alojamos en un hotel muy cómodo y completo que se llama Finike 2000. Teneos dos cuartos ensuite, con balcones, vistas al mar, dos televisores, desayuno incluido, muy completo, muy bien provisto, y de todo lo que hace falta. Cuesta 50 liras.