Día 8 (28 de marzo) – de Antón Lizardo a Alvarado

Ehécatl, dios náhuatl de los vientos, domó las turbulencias del Norte durante la noche. Las ínfulas del temporal se colaban por las hendijas de la Intimidad para revolucionarnos los sueños. El Norte, el viento de los locos, propulsó el arranque hacia un nuevo destino.

Estamos casi a nivel del mar. Altura cero. Subimos y bajamos columpios que tienden a 40 metros de altura, menos que las barrancas de San Pedro. La ruta desde Antón Lizardo se aleja de la costa y las rachas nos cachetean de costado. El viento caprichoso. Casi nunca es favorable. Somos porfiados. Cuando la ruta vira nuevamente en dirección al mar, no nos resistimos a la tentación de entrar a la playa. Se llama Arbolillo. Sobre la costa sucumben los restos del naufragio. Palos, maderas, bidones de plástico, sogas rasgadas. La basura revuelta transgrede la pureza de la espuma y el oleaje se arrebata y se confunde y no logra apaciguarse en la orilla entre conchillas y escombros. Al igual que las olas y al igual que nosotros, un grupo de pescadores desafía al viento y arrastra una red combatiendo los embates. Volver al mar siempre signifi ca una chance para el alma. La inmensidad del mar. La infinitud del horizonte. La red de los pescadores se tensiona entre la furia del subsuelo submarino y un cardumen que ha quedado atrapado. Los pescadores eligen las presas más grandes y devuelven las más pequeñas.

Nos secamos de un baño agitado y retomamos nuestro camino. La ruta discurre entre el mar, a la izquierda, y las lagunas Camaronera y Alvarado, a la derecha. Entramos a Alvarado después de bordear esta laguna y buscamos la Posada Albatros. Nos atiende la alegre Doris. La posada es cómoda y alegre como ella y como Veracruz, famosa por celebrar el carnaval más alegre del mundo. Es el único carnaval que se celebra en México y una vez más, como tantas veces en este viaje, llegamos en el momento justo al lugar adecuado. Será suerte de viajero. Nos alojamos y salimos a conocer la ciudad que nos dio la bienvenida, justamente, con las carrozas y serpentinas del carnaval. Bailamos con las batucadas, le dimos la vuelta al zócalo con su bello palacio del ayuntamiento, y terminamos la tarde caminando plácidamente por el malecón.

Datos técnicos:


58 km
3.50.05 hs
Total: 527.23 km.

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