La odisea continúa.
A las 4 el jeep debía estar en la puerta de la pocilga. Por supuesto no está. Pasan algunos
jeeps, esperamos más de una hora, ninguno es el nuestro. La dueña de la pocilga
decide salir con nosotros y nos lleva a una oficina, doscientos metros de su
casa, adonde nos suben a un jeep. Parece cómodo. El jeep anda dos cuadras, pega
la vuelta, y nos bajan, dicen que ese no es nuestro jeep. Nos suben a otro. A
eso de las 6, dos horas después de lo previsto, arrancamos. El camino es de
tierra y `piedra, desparejo. Vamos a los saltos, despacio, a 10 km por hora,
frenando, pasando pozos. El jeep toca bocina al pasar por las aldeas, sube
gente hasta la manija, hasta completar cada hueco. A los diez minutos de haber
salido, el jeep se detiene en una cola de varios autos. Hay un jeep
recontraencajado en el barro más adelante y no se puede pasar. No saben
sacarlo. Aceleran, aran, y cada vez se
entierra más. Martín busca en silencio unas maderas y les explica el truco de
subir las ruedas a las tablas. Sale, pero se encaja otro. Yo empiezo a poner
piedras que hay de sobra al costado de la ruta, en los huellones para que los
jeeps que siguen, entre ellos el nuestro, puedan pasar; Martín y otro tipo
acarrean piedra, canto rodado, en una bolsa y las desparraman en el barro para
afirmar el terreno. Creimos, bueno, ya nos encajamos una vez, o ya se encajó
uno, y eso fue todo, pero no. Esta situación se repite una vez tras otra a lo
largo del día y hasta el hartazgo. La ruta, the nornal road, no existe. No es
una ruta, es cualquier cosa, un caminito, y a veces ni eso, ya que en muchos
tramos el jeep avanza a los golpes por entre las piedras del lecho de un río, o
por adentro del río. Un desastre. Después del primer jeep encajado, un camión
que venía de frente se encajó en otro charco. Hubo que sacar el camión para
poder pasar. Cada vez que uno viene de frente, todos se tienen que acomodar
contra la ladera o al borde del precipicio para que pasen dos vehículos donde
entra uno. Otro camión encajado. Sacan al camión, pasan varios jeeps y se encaja el nuestro. Hay que parar a
comer. No sé cómo, pero agarro dos bols, me sirven fideos y salsa y Martín y yo
comemos gratis. Stella sigue a dieta. En nuestro jeep va un hombre descompuesto
vomitando por la ventanilla. Desde que salimos. Luego de esta parada a comer,
el viejo come aunque viene vomitando –qué ganas- y cuando estamos a punto de
arrancar se le ocurre ir a cagar así que todos los jeeps salen, menos el
nuestro. Un bulldozer está trabajando, haciendo qué, no sé, y tenemos que
esperar, y tras eso, un camión cargado
con tierra pinchó una rueda justo delante nuestro, así que no podemos seguir.
Tenemos que esperar que vengan, el gato que no lo pueden poner, que no levanta,
y que traigan la rueda. Five minutes, dicen, y estamos ahí más de media hora
parados detrás del camión pinchado. Un rato más y hay otra parada a comer. Mal
que mal y a los tumbos parece que se avanza. Ya hace como siete horas que
salimos y nos habían dicho que la ruta mejoraría. No mejora nunca. Como si
fuera poco, nuevamente vemos una cola detenida de autos. Hay un piquete. Son
más o menos las 3 de la tarde y dicen que estarán hasta las 7. Es demasiado.
Parece realmente una joda. Me bajo a hablar con los del piquete y me cuentan
que la policía les pegó, por nada. El jeep agarra otra ruta. No tenemos que
cruzar el piquete. No sé para qué paró entonces… 30 minutos. Hubo que detenerse
en más barriales, en más pozos, y para dejar pasar a los que vienen de frente y
después, tercera parada a comer. Otra vez. Otro jeep encajado. Otra vez. Cuarta
parada a comer. Ya es de noche. En un momento, madrugada, nuestro conductor
quiere hacerse el vivo y pasar a otro por un atajo, en vez de rodear un árbol,
quiere pasar antes del árbol y se queda encajado en un zanjón de arena. Sí, es
una joda para Videomatch.
jeeps, esperamos más de una hora, ninguno es el nuestro. La dueña de la pocilga
decide salir con nosotros y nos lleva a una oficina, doscientos metros de su
casa, adonde nos suben a un jeep. Parece cómodo. El jeep anda dos cuadras, pega
la vuelta, y nos bajan, dicen que ese no es nuestro jeep. Nos suben a otro. A
eso de las 6, dos horas después de lo previsto, arrancamos. El camino es de
tierra y `piedra, desparejo. Vamos a los saltos, despacio, a 10 km por hora,
frenando, pasando pozos. El jeep toca bocina al pasar por las aldeas, sube
gente hasta la manija, hasta completar cada hueco. A los diez minutos de haber
salido, el jeep se detiene en una cola de varios autos. Hay un jeep
recontraencajado en el barro más adelante y no se puede pasar. No saben
sacarlo. Aceleran, aran, y cada vez se
entierra más. Martín busca en silencio unas maderas y les explica el truco de
subir las ruedas a las tablas. Sale, pero se encaja otro. Yo empiezo a poner
piedras que hay de sobra al costado de la ruta, en los huellones para que los
jeeps que siguen, entre ellos el nuestro, puedan pasar; Martín y otro tipo
acarrean piedra, canto rodado, en una bolsa y las desparraman en el barro para
afirmar el terreno. Creimos, bueno, ya nos encajamos una vez, o ya se encajó
uno, y eso fue todo, pero no. Esta situación se repite una vez tras otra a lo
largo del día y hasta el hartazgo. La ruta, the nornal road, no existe. No es
una ruta, es cualquier cosa, un caminito, y a veces ni eso, ya que en muchos
tramos el jeep avanza a los golpes por entre las piedras del lecho de un río, o
por adentro del río. Un desastre. Después del primer jeep encajado, un camión
que venía de frente se encajó en otro charco. Hubo que sacar el camión para
poder pasar. Cada vez que uno viene de frente, todos se tienen que acomodar
contra la ladera o al borde del precipicio para que pasen dos vehículos donde
entra uno. Otro camión encajado. Sacan al camión, pasan varios jeeps y se encaja el nuestro. Hay que parar a
comer. No sé cómo, pero agarro dos bols, me sirven fideos y salsa y Martín y yo
comemos gratis. Stella sigue a dieta. En nuestro jeep va un hombre descompuesto
vomitando por la ventanilla. Desde que salimos. Luego de esta parada a comer,
el viejo come aunque viene vomitando –qué ganas- y cuando estamos a punto de
arrancar se le ocurre ir a cagar así que todos los jeeps salen, menos el
nuestro. Un bulldozer está trabajando, haciendo qué, no sé, y tenemos que
esperar, y tras eso, un camión cargado
con tierra pinchó una rueda justo delante nuestro, así que no podemos seguir.
Tenemos que esperar que vengan, el gato que no lo pueden poner, que no levanta,
y que traigan la rueda. Five minutes, dicen, y estamos ahí más de media hora
parados detrás del camión pinchado. Un rato más y hay otra parada a comer. Mal
que mal y a los tumbos parece que se avanza. Ya hace como siete horas que
salimos y nos habían dicho que la ruta mejoraría. No mejora nunca. Como si
fuera poco, nuevamente vemos una cola detenida de autos. Hay un piquete. Son
más o menos las 3 de la tarde y dicen que estarán hasta las 7. Es demasiado.
Parece realmente una joda. Me bajo a hablar con los del piquete y me cuentan
que la policía les pegó, por nada. El jeep agarra otra ruta. No tenemos que
cruzar el piquete. No sé para qué paró entonces… 30 minutos. Hubo que detenerse
en más barriales, en más pozos, y para dejar pasar a los que vienen de frente y
después, tercera parada a comer. Otra vez. Otro jeep encajado. Otra vez. Cuarta
parada a comer. Ya es de noche. En un momento, madrugada, nuestro conductor
quiere hacerse el vivo y pasar a otro por un atajo, en vez de rodear un árbol,
quiere pasar antes del árbol y se queda encajado en un zanjón de arena. Sí, es
una joda para Videomatch.
Más de 24 horas
después de habernos levantado a tomar el jeep, a las 4 y media de la mañana,
llegamos a Kathamnadu. Hartos. Con el culo francamente roto, la paciencia
curada de espanto y pegoteados de sudor y polvo. Pero llegamos. Y a tiempo. Ya
es 13 de mayo. Nos queda este día para bañarnos y recomponernos un poco. Mañana
14 empiezan unas vacaciones distintas por el sudeste asiático. Esas vacaciones no quedarán impresas en este blog.
después de habernos levantado a tomar el jeep, a las 4 y media de la mañana,
llegamos a Kathamnadu. Hartos. Con el culo francamente roto, la paciencia
curada de espanto y pegoteados de sudor y polvo. Pero llegamos. Y a tiempo. Ya
es 13 de mayo. Nos queda este día para bañarnos y recomponernos un poco. Mañana
14 empiezan unas vacaciones distintas por el sudeste asiático. Esas vacaciones no quedarán impresas en este blog.
Hasta aquí, la historia de dos trekkings por las Himalayas de Nepal: el circuito de los Annapurnas por el
paso de Thorung La, y Sagharmata por el Valle de Gokyo y el paso de Cho La.
Ojalá hayan disfrutado los relatos y les sean útiles a aquellos que quieran
intentar travesías similares.
paso de Thorung La, y Sagharmata por el Valle de Gokyo y el paso de Cho La.
Ojalá hayan disfrutado los relatos y les sean útiles a aquellos que quieran
intentar travesías similares.