Es un lugar con
cierto encanto tropical. Caminamos todo el día, así que no podemos decir que
hemos descansado del trekkking o
trepping. Desde las 10 de la mañana en que terminamos de desayunar en un
cuchitril metido pa’dentro de la calle principal, donde nos sirvieron el
chocolate y el café en jarra, así que más barato porque es un cuchitril que no
está frente al lago, pero más cantidad y muy rico! Después le dimos la vuelta
completa al lago que es enorme. Casi completa, digamos, por la vía de las
vacas. Sí, de la animalada. Martín dijo que se podía así que medio nos mandamos
lago traviesa, por donde se ve que el lago se seca un poco en esta temporada.
Medio un barrial, pero fresquito, así que íbamos en patas, ya que Martín salió
con las chancletas de ducha del hotel y una caputó al saltar un charco o cacho
de río que se nos filtró en el camino. Martín dijo, si las vacas pasan podemos
pasar nosotros. Así que seguimos. Así hasta que un pibito nos preguntó adónde
íbamos, y cuando le contamos, nos dijo que no se podría pasar porque nos
toparíamos con un big river. El big river apareció, pero no era tan big, así que
pensamos cruzarlo nadando, pero teníamos plata y cámara encima. Le dijimos a
otros dos pibitos que había por ahí pescando, y uno de ellos, el más chiquito,
peló la camiseta, nadó a la otra orilla y se trajo un botecito para cruzarnos.
De ahí caminamos subiendo, trepping en ojotas, por aldeas donde nos dimos
cuenta que éramos novedad, ya que se ve que ningún extranjero anda por ahí.
Subimos mucho, pasamos una montaña, y después otra. Decíamos que íbamos a la
gompa, a la pagoda, y al principio como que la gente no se ubicaba qué hacíamos por ahí, pero al final nos
fuimos acercando a un camino más ancho y ahí ya empezó a tomar más color para
aquellos que nos veían y nos preguntaban adónde íbamos, como que ya la tenía
más lógica. Lo que hicimos, en definitiva, fue bordear todo el lago saliendo
hacia a la derecha, para ir a una pagoda de la paz, que está sobre una colina,
pero cerca de nuestra izquierda. Fue un gran viaje! Llegamos a la pagoda
blanca, fundada por japoneses, destruida, y vuelta a construir. Un lugar pleno
de paz total. Ahí se largó a llover con todo, y paró, y volvió as llover, gotas
gordas, fuerte, pero reinaba la paz. La paz y la vida.
cierto encanto tropical. Caminamos todo el día, así que no podemos decir que
hemos descansado del trekkking o
trepping. Desde las 10 de la mañana en que terminamos de desayunar en un
cuchitril metido pa’dentro de la calle principal, donde nos sirvieron el
chocolate y el café en jarra, así que más barato porque es un cuchitril que no
está frente al lago, pero más cantidad y muy rico! Después le dimos la vuelta
completa al lago que es enorme. Casi completa, digamos, por la vía de las
vacas. Sí, de la animalada. Martín dijo que se podía así que medio nos mandamos
lago traviesa, por donde se ve que el lago se seca un poco en esta temporada.
Medio un barrial, pero fresquito, así que íbamos en patas, ya que Martín salió
con las chancletas de ducha del hotel y una caputó al saltar un charco o cacho
de río que se nos filtró en el camino. Martín dijo, si las vacas pasan podemos
pasar nosotros. Así que seguimos. Así hasta que un pibito nos preguntó adónde
íbamos, y cuando le contamos, nos dijo que no se podría pasar porque nos
toparíamos con un big river. El big river apareció, pero no era tan big, así que
pensamos cruzarlo nadando, pero teníamos plata y cámara encima. Le dijimos a
otros dos pibitos que había por ahí pescando, y uno de ellos, el más chiquito,
peló la camiseta, nadó a la otra orilla y se trajo un botecito para cruzarnos.
De ahí caminamos subiendo, trepping en ojotas, por aldeas donde nos dimos
cuenta que éramos novedad, ya que se ve que ningún extranjero anda por ahí.
Subimos mucho, pasamos una montaña, y después otra. Decíamos que íbamos a la
gompa, a la pagoda, y al principio como que la gente no se ubicaba qué hacíamos por ahí, pero al final nos
fuimos acercando a un camino más ancho y ahí ya empezó a tomar más color para
aquellos que nos veían y nos preguntaban adónde íbamos, como que ya la tenía
más lógica. Lo que hicimos, en definitiva, fue bordear todo el lago saliendo
hacia a la derecha, para ir a una pagoda de la paz, que está sobre una colina,
pero cerca de nuestra izquierda. Fue un gran viaje! Llegamos a la pagoda
blanca, fundada por japoneses, destruida, y vuelta a construir. Un lugar pleno
de paz total. Ahí se largó a llover con todo, y paró, y volvió as llover, gotas
gordas, fuerte, pero reinaba la paz. La paz y la vida.
Bajamos por
escaleras de piedras hasta un embarcadero una canoíta nos cruzó el lago.
escaleras de piedras hasta un embarcadero una canoíta nos cruzó el lago.
Volvimos a comer
a donde habíamos ido ayer y queremos recomendar. Se llama Blue Diamond, en
Pokhara. En el lakeside. Es quizás un sucucho sombrío, con unas lamparitas de
mimbre que no encienden todas. Pero el cocinero es un espectáculo. Tiene un
olfato único. Hemos comido ahí dos días platos únicos y deliciosos. Ayer yo
comí un sour chicken , agridulce, pero equilibrado y perfecto, y hoy un plato
altamente condimentado con chile, manchuriano, y estoy segura que tenía un
toque de cacao. Delicioso. Martín anoche cenó un pescado con una salsa que dice
estaba espectacular, y hoy comío un pollo con un montón de cosas y una salsa
también espectacular. Comimos también un snack, pakauda de queso, como unas
albondiguitas de queso, también riquísimas. Todo espectacular. Nos da bronca,
rabia, lo que le pasa el cocinero este, al flaco, se llama Mani Ram Subedi. Lo
mismo que le pasa a muchos nepalíes. Trabajan mucho, se esfuerzan mucho, pero
vemos que viven tan humildemente que roza con la miseria. No se puede creer.
Este tipo podría ser un chef de primera, se nota que tiene un olfato, un
talento especial para la cocina, y hace once años que tiene ese local, una familia
con tres hijos, más otra familia de cinco adjunta, parientes. Hablamos mucho
con la gente con Martín. Ganan muy poco, pero muy poco, y tienen que pagar
mucho por todo. Y no es que estén al pedo. Trabajan, de esos pueblos, esas
gentes, que están acostumbrados a que trabajar es de sol a sol. Y no nos parece
justo.
a donde habíamos ido ayer y queremos recomendar. Se llama Blue Diamond, en
Pokhara. En el lakeside. Es quizás un sucucho sombrío, con unas lamparitas de
mimbre que no encienden todas. Pero el cocinero es un espectáculo. Tiene un
olfato único. Hemos comido ahí dos días platos únicos y deliciosos. Ayer yo
comí un sour chicken , agridulce, pero equilibrado y perfecto, y hoy un plato
altamente condimentado con chile, manchuriano, y estoy segura que tenía un
toque de cacao. Delicioso. Martín anoche cenó un pescado con una salsa que dice
estaba espectacular, y hoy comío un pollo con un montón de cosas y una salsa
también espectacular. Comimos también un snack, pakauda de queso, como unas
albondiguitas de queso, también riquísimas. Todo espectacular. Nos da bronca,
rabia, lo que le pasa el cocinero este, al flaco, se llama Mani Ram Subedi. Lo
mismo que le pasa a muchos nepalíes. Trabajan mucho, se esfuerzan mucho, pero
vemos que viven tan humildemente que roza con la miseria. No se puede creer.
Este tipo podría ser un chef de primera, se nota que tiene un olfato, un
talento especial para la cocina, y hace once años que tiene ese local, una familia
con tres hijos, más otra familia de cinco adjunta, parientes. Hablamos mucho
con la gente con Martín. Ganan muy poco, pero muy poco, y tienen que pagar
mucho por todo. Y no es que estén al pedo. Trabajan, de esos pueblos, esas
gentes, que están acostumbrados a que trabajar es de sol a sol. Y no nos parece
justo.
Entre otras
cosas, algo novedoso que nos pasó hoy, fue después del salto del chancletazo en
el que Martín perdió media ojota, encontramos una, justo el par que le hacía
falta, así que la agarramos y seguimos muy campantes caminando y se nos cruzó
una serpiente! Martín pegó un salto, casi la pisa, y después me tocó pasar a mí
por al ladito y aproveché a sacarle una foto.
cosas, algo novedoso que nos pasó hoy, fue después del salto del chancletazo en
el que Martín perdió media ojota, encontramos una, justo el par que le hacía
falta, así que la agarramos y seguimos muy campantes caminando y se nos cruzó
una serpiente! Martín pegó un salto, casi la pisa, y después me tocó pasar a mí
por al ladito y aproveché a sacarle una foto.
Si vienen por
Pokhara busquen en Lakeside el pequeño restaurante Blue Diamond, no se van a
arrepentir. Eso es sabor.
Pokhara busquen en Lakeside el pequeño restaurante Blue Diamond, no se van a
arrepentir. Eso es sabor.