Pokhara 2

Seguimos haciendo trekking urbano en Pokhara. Mañana muy temprano en la mañana partimos a Lumbini, donde nació Siddharta Gautama, Buddha.
Hoy caminamos mucho cruzando toda la parte nueva y comercial de la ciudad, bastante feo por ahí al medio, hasta la zona antigua de Pokhara donde se encuentran las casas llamadas “newa” de ladrillo colorado con aberturas de madera tallada y rejas. Vimos gente haciendo trabajos en tallado en madera, muy artesanales, con gubias y martillos, un trabajo impresionante. Fuimos a dos templos, uno de adoración a Parvati, la mujer de Shiva. Ahí justo se ve que había una fiesta muy divertida. Música en vivo con distintos tipos de cornetas, largas, cortas, curvas, y distintos tipos de tambores, y hombres que se ponían a bailar. Había reuniones de ofrendas de comida, y mucha gente que pasaba a saludar uno y otro altar o que hacían ademanes de adoración a unas llamas de fuego. Estuvo bueno. También se ve que hubo muchos casamientos porque andaban caravanas de mujeres con fuentes presentadas con comida, papel celofán y moño, y más hombres con collares de caléndulas al cuello, bailando, y más bandas por las calles de aquel barrio de la ciudad donde además visitamos otro pequeño templo, Bisman, con escenas eróticas en los parantes de madera del techo. Escandaloso.
En el trekking urbano, de ojotas, yo patee en mi torpeza una piedrota de la calle y se me partió la yema de mi hermoso dedo gigante del pie. Justo había un consultorio dentista y me asomé a pedir una curita o una venda, aunque normalmente eso no se usa para los dientes. Una chica, asistente del dentista, me hizo pasar, me desinfectó con algo que era fuerte y al rato se fue poniendo violeta azulado, me puso un venda de gasa y tela adhesiva, y me cobró 45 rupias, 50 centavos de dólar.
Seguimos caminando muy campantes, varias horas recorriendo las calles alborozadas, ruidosas digamos, de la ciudad. Nos perdimos entre callejones que no sabíamos ni dónde andábamos, bajamos por una escalera precaria que desembocaba medio en el techo de una casa, y sin querer volvimos a aparecer en una avenida de la que justamente queríamos desaparecer por los bocinazos. Así llegamos hasta las cercanías del lago otra vez.
Tomamos un botecito y fuimos a conocer otro templo que está en una isla. Muy cerca de la costa. Un templo pequeño.
Y para culminar el día fuimos a cenar a lo de nuestro amigo “el flaco” y salimos contentos de ver que otros clientes, a los que les recomendamos el lugar, habían entrado.
Todos los días sigue lloviendo un poco. Chaparrones.

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