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Viajar a Altai, paraíso natural de Rusia

Desde antes de comenzar esta travesía por algunas repúblicas de la Federación Rusa, tenía en mente viajar a Altai. Había estudiado algo de esta región en el curso de geografía rusa y después, durante el viaje Transiberiano, muchas personas insistían en preguntar: ¿van a ir a Altai? Esa alusiones reiteradas en las que suelo intuir que debe haber alguna señal. ¿Por qué todos nos incitan a viajar a Altai, o a Kamchatka, también, que aún tengo pendiente? Y es que Rusia es inagotable. ¡Todo es tan enorme! Desde la vereda o el puente de una ciudad hasta las distancias de un lugar a otro. Ni en una vida entera ni en dos ni en tres, alcanzaría para recorrerla intrínsecamente.

Inagotable y hermosa. Y dentro de esa hermosura generalizada a lo largo y a lo ancho de kilómetros cuadrados, Altai es especialmente bella. Nikolai Rerich, filósofo y científico ruso reconocido internacionalmente escribió: «Si quiere encontrar el lugar más hermoso, busque el más remoto. Uno de esos singulares lugares es Altai.» Rerich iba de camino a los Himalayas y, al cruzar Altai, quedó obnubilado por estos territorios fascinantes. El filósofo afirmó que en Altai las montañas poseen un magnetismo singular. Que hay una evidente energía extraña.

Altai es una república antigua, hay vestigios de tribus  de pastores que pasaron por allí hace más de 9.000 mil años. Los túmulos funerarios, petroglifos y esculturas que se pueden encontrar, se remontan aún a más miles de años en el pasado. Altai es la cuna de Genghis Khan y posee una cultura y costumbres mongolas.

La palabra Altai significa «montañas de oro» por eso, a la cordilleras de Altai le llaman también «las montañas doradas». Quizás el nombre deviene de la riqueza mineral y preciosa de la piedra, o quizás del colorido de las laderas y valles. Si bien hay colinas muy verdes, quebradas por valles de ríos turquesa como el Katun, hay una zona muy amplia a la que llaman Marte, porque hasta donde llega la mirada, la roca es un tapiz oxidado de naranjas, ocres y rojos.

La montaña más alta es el monte Beluja, el pico más alto de Siberia que desde su cumbre, a 4506 metros de altura, da a luz al río Katun. Según las escrituras locales, Beluja es la puerta al reino de Shambhala, la nueva civilización. Esta aflorará después de la humanidad, cuando seamos destruidos por nuestra propia crueldad. Esta revelación provoca que mucha gente se acerque a Altai con la intención de limpiar su alma. Por esto también místicos y religiosos peregrinan hacia las montañas doradas.

¿Cómo viajar a Altai?

Viajar a través de Altai no es muy sencillo. Es fácil llegar hasta Gorno Altaisk, capital de la república, o Barnaul, o Byisk, que son, por así decirlo, las ciudades cabeceras de la región. Luego tierra adentro brotan la cordillera y las montañas, áreas muy vastas y remotas a cientos de kilómetros de estas ciudades. Hay algunas carreteras asfaltadas que llegan hasta ciudades secundarias y hay rutas en construcción en dirección a estas ciudades. Al interior, donde se encuentra la naturaleza más salvaje, los paisajes más fascinantes, aquello de lo que hablaba el filósofo, sólo hay senderos y caminos de tierra, algunos sólo aptos a vehículos todoterreno.

En esta región nunca se ha desarrollado la agricultura, ganadería, industria o producción de madera. Los árboles caen de viejos sobre una gruesa capa de musgo después de infinitos años de vida. Las pintorescas praderas nunca han sido segadas o utilizadas como pasto. En primavera se convierten en amplias y coloridas alfombras de flores que se extienden por muchos kilómetros alrededor de los ríos y montañas.

Se puede viajar a Altai desde la ciudades antes mencionadas. Nosotros, para entrar y salir de la región, lo hicimos de la siguiente manera:

Desde Omsk tomamos un tren a Byisk. De Byisk un autobús a Chemal. Desde Chemal un blablacar a Gorno Altaisk y desde allí un bus a Teletskoye.

El tren desde Omsk a Byisk demora casi un día, alrededor de 21-22 horas. Hay trenes también a Barnaul y hay transporte asiduamente entre Novosibirsk y Barnaul.

Barnaul, Byisk y Gorno Altaisk, tienen comunicación continúa entre sí. Entre Byisk y Gorno Altaisk se pueden tomar «marshrutki» taxis compartidos. Los taxistas vocean las salidas afuera de la estación de autobuses. La estación de autobuses como en casi todos las ciudades de Rusia, está al lado o enfrente de la estación de trenes.

Existe también la opción blablacar que nosotros la utilizamos para salir de Chemal rumbo a Gorno Altaisk y desde allí ir en bus a Teletskoye.

El tren que va a Byisk es el mismo que pasa por Barnaul. Barnaul es una ciudad más importante. Tiene aeropuerto. Luego saldremos de Altai desde allí volando a Majakchalá, capital de la República de Daguestán.

Para ir desde Byisk a Chemal hay pocos autobuses, ya sea a Chemal o a cualquier otra aldea de Altai. Algunos ni siquiera salen todos los días.

Nosotros compramos el pasaje en el momento y casi no conseguimos. Cuando llegamos nos dijeron que no había. Nos sugirieron esperar a la administradora y ella nos lo vendió.

Los autobuses que se adentran en la zona son de la época soviética. Van bien, pero no tienen aire acondicionado o televisor o juguetitos de la modernidad. Son sólidos, grandes, cómodos, con cortinitas con flecos, muy vintage CCCP.

El chofer y las relaciones con la gente también son tipo a como serían durante la CCCP. El chofer no sólo conduce y traslada a los pasajeros sino que también oficia de mensajero y paquetería. Cuando pensábamos que el autobús llegó y ya encarábamos para subir, el chofer empezó a repartir recados, cajas, cosas tipo huevos, o elementos que la gente de allá enviaba a la ciudad mientras recogía otras cosas, de la ciudad, para llevar a las aldeas. Una camaradería. Tovarisch de aquí y de allá. Lo mismo fue cuando viajamos, posteriormente, desde Gorno Altaisk al Lago Teletskoye.

Esa forma de ser aún la conservan la mayoría de los rusos. Mucha tecnología, todo lo mejor del mundo, pero en las relaciones humanas no se ha perdido en general la humana camaradería. Quizás por eso tienen cerca la puerta de Shambhala.

Chemal, un buen punto de partida al viajar a Altai

Chemal es una aldea rural cuyo centro está cerca de la confluencia del río Katun con el río Chemal. Dejamos atrás el río Ob y nuestra ruta se adentra en un agradable valle inmerso en la taiga.

Desde muchos kilómetros antes de llegar a lo que sería el centro de la aldea de Chemal, ya aparecen complejos de cabañas y posadas rústicas y encantadoras a ambas márgenes del Katun.

En Chemal nos alojamos en una Turbaza. Las turbazas, palabra que viene de tur (tour) y baza (base), son complejos de vacaciones enormes de la época soviética. En estos lugares se obligaba a la gente a descansar por lo menos noventa días al año. Los trabajadores tenían derecho a elegir qué tipo de destino deseaban, ya sea urbano, naturaleza, mar, río, montaña, llanura, nieve… luego el Estado les otorgaba todo lo necesario, transporte incluido, alojamiento, excursiones, alimentos, para que se fueran a disfrutar de su ocio a una turbaza, balneario, complejo o sanatory como le llamaban a otros. Disponer de ese periodo de ocio era obligatorio.

El Katun no ofrece mucha diversidad paisajística, sino más bien la mansa monotonía del fluir de sus aguas caudalosas. Según la época pasa de ser un río turbio, cuando empieza el deshielo, a un río turquesa y calmo en medio del verano y antes de las nieves. De todas maneras, Chemal es un lugar imprescindible al viajar a Altai, hay senderos locales que se pueden hacer en un día y es el puntapié inicial para ir más allá.

En Chemal hay que visitar la isleta de Patmos con su monasterio, trepar a alguno de los cerros de alrededor y disfrutar del aire puro y las vistas desde las alturas, y si es época de río bajo, caminar hasta los lagos azules.

Desde Chemal, agarraremos la famosa Chuisky trak. Una de las carreteras más panorámicas del planeta. Allí, sí, colina tras colina, la diversidad es espeluznante, cada pocos kilómetros nos sorprenderemos con paisajes diferentes y todos hermosos.

Por la famosa ruta del Chuisky Trak, la carretera Chuya

La carretera del Chuisky o Chuiski Trak o Chuya, es algo obligatorio al viajar a Altai. Se la conoce también como la Ruta de la Seda y está estrechamente ligada a la historia de Rusia y los países vecinos.

Ya desde el tercer milenio antes de Cristo, los arrieros iban con sus caravanas a través con artículos procedentes de Asia, el Tíbet y China en dirección al Altai, al sur de Siberia, abriendo el tramo septentrional de la Gran Ruta de la Seda.

Hasta principios del siglo XX la ruta Chuya fue un camino de montaña peligroso, y los comerciantes y mercaderes tan solo lo recorrían por su parte superior. En 1901 se inició su reconstrucción convirtiéndola en una ruta segura que puede ser recorrida en coche o en bicicleta.

Saliemos de Chemal y poco a poco nos alejamos del río mientras la carretera trepa hasta el paso de Seminski. Allí la cordillera está en todo su blanco esplendor cubierta de nieve.

A la altura de este paso hay un monolito que recuerda la adhesión voluntaria de la República de Altai a Rusia y, enfrente, un centro de entrenamiento para los competidores olímpicos. En esta zona suelen también juntar piñones. Los piñones de Altai son muy cotizados, sabrosos, y muy nutritivos.

Durante todo el recorrido de Chuiski trak hay senderos que se dirigen hacia cascadas, confluencias de ríos que impresionan por sus caudales asimétricos y el contraste de la confusión de sus aguas. Bajamos y volvemos a subir al paso Tchike-Taman donde cruzamos el poblado y su mercado de artesanías locales para asomarnos a los valles desde los balcones naturales de la montaña.

Retomando el rumbo por el valle del Chulyshman, paramos a visitar los petroglifos que datan de las primeras eras de la humanidad, algunos de la edad de bronce, otros de la edad del hierro.

Viajar a Altai es viajar a través de la naturaleza virginal y el tiempo. Es paradójico que, en esta tierra, donde el paso del hombre se remonta a tantos milenios, las aldeas parecen solitarias y deshabitadas. Es una tierra famosa por sus chamanes, justo en medio de China, Tibet, Mongolia, Kazajastán y Rusia. Montañas de paso de mercaderes desde los albores de la humanidad y que, sin embargo, mantienen su salvajismo y su pureza.

Mientras avanzamos por Chuisky trak en dirección a Aktash, las vacas pacen tranquilamente y descansan en el asfalto sin inmutarse en lo más mínimo. A ambos lados de la ruta, las colinas se tiñen completamente de rosas. Todas las matas están florecidas. Preveíamos que Altai sería bello, pero a medida que avanzábamos superaba con creces nuestras expectativas.

Lago Geiser, una postal alienígena de Rusia

Cerca del pueblo de Aktash, nos desviamos para conocer el Lago Geiser. En nuestra vida y en nuestros viajes hemos agotado la palabra alucinante. Para hablar del Lago Geiser necesitamos un calificativo que la supere. ¿Cómo describir esta maravilla única de la naturaleza y sobre todo su efecto visual? Es irreal. Psicodélico. Una imagen en movimiento de ciencia ficción que sin embargo aparece en vivo y en directo en nuestro camino.

Caminamos por un bosque cerrado. El terreno es pantanoso. En parte, entre los árboles el pantano se oxida y adquiere colores rojos y naranjas. Más adelante, el pequeño lago Géiser es un ojo que no duerme, siempre abierto, siempre mirándonos.

El fenómeno se produce por los géiseres de agua caliente que revuelven el fondo del lago. Estas erupciones impulsan a borbotones el lecho del lago hacia arriba. La arena y la arcilla del fondo se elevan y se mueven como si bailaran en la superficie, haciendo círculos y arabescos de distintos tonos turquesa.

Uno podría quedarse horas admirando este espectáculo. La danza del agua azul es tranquila. El ambiente alrededor se contagia de paz. La gente que mira y admira, habla en voz baja. Como si hubiera una criatura mítica soñando allí abajo.

De la base alienígena a Marte

Si seguimos viaje por la carretera Chuya, llegaremos al distrito de Kosh-Agach, donde un largo giro a la derecha lleva a las montañas Kizil-Chin, llamadas “Marte” por su color oxidado.

Un nuevo puerto de montaña, nos adentra en el valle que nos llevará directo al altiplano de Ukok, donde el río Katun se encuentra con su afluente, el río Tchouïa.

Cerca de Aktash hay otro desvío que constituye un desafío, ya que se trata de un camino en las alturas sin pavimentar. Sólo se puede circular en vehículos todoterreno. Subiendo por aquí se puede decir que uno llega al corazón de Altái. Arriba, la meseta, está habitada en su totalidad por pueblos nativos y chamanes. Tocan su música típica, practican sus tradiciones y ritos religiosos. En los árboles hay cintas de colores atadas para la buena suerte.

La meseta termina en uno de los puntos más impresionantes del Altai: el paso de Katu-Yaryk. Es un buen lugar para descansar y pasear y ver a lo lejos el valle del río Chulyshman, preferiblemente con una taza de té hecho con hierbas locales.

Viajar a Altai requiere otro viaje. Un viaje exclusivo. ¡Hay tanto para explorar aún! Por ejemplo los curiosos “hongos de piedra”, así como la cascada de Uchar, para verla hay que caminar horas desde la carretera, pero todo el tiempo que haga falta, todo el andar que se necesite, vale la pena aquí.

Lago Teletskoye, imprescindible al viajar a Altai

Otra perla imprescindible de de Altai es el lago Teletskoye. Le llaman el lago dorado por los reflejos que emite su amplia superficie a los rayos del sol y, por su transparencia, también le dicen el hermano menor del Baikal.

Para llegar a Teleskoye desde Chemal, tomamos un blablacar hacia Gorno Altaisk. Nos llevó Sergei quien nos dejó un recuerdo imborrable. Un urso ruso que como todo ruso te abre la puerta del coche y que resultó ser un montañista rudo pero sentimental. En el coche nos acompañan las melodías románticas mientras Sergei nos cuenta de las montañas como lo que son: algo sagrado. Antes de despedirnos, nos regala pulseras que él mismo hace. Nos lleva hasta la puerta del Museo de Gorno Altaisk que nos recomienda visitar y, más tarde, nos llama al whatsapp para que, si no nos hemos ido, vayamos a comer a su casa. Únicos los rusos. Nada siquiera parecido he conocido en mis viajes. Menos aún en un país tan vasto, donde todo cambia, desde el paisaje hasta el idioma, pero no cambia la actitud de la gente.

Desde Chemal tomamos un autobús. Nuevamente se repite lo del chofer mensajero y comisionista que ya vimos al tomar el bus en Byisk.

La ruta desde Gorno a Teletskoye también la están reconstruyendo. El camino es largo. Son más de 7 horas y, en nuestro caso aún más ya que, un choque en medio de la carretera no deja hueco para que el ómnibus pase. Hay dos camiones atravesados, esperando, y sólo pueden pasar vehículos pequeños.

Afuera ha empezado una suave llovizna. Primera vez que nos caen unas gotas en este viaje por las repúblicas rusas. Quedan apenas 30 km hasta el lago. Decido probar hacer dedo si bien la ruta no es muy concurrida. Otros pasajeros, turistas rusos la mayoría, deciden hacer lo mismo.

Me para un auto que es un taxi. Martín dice que nos va a arrancar la cabeza. Le pregunto al chofer y creo entender que me dice «gratis». Como eso no entra en la lógica occidental en la que habito, le pido ayuda a una chica moscovita para que me aclare. La moscovita corrobora lo que escuché, que ante esa situación de emergencia, cómo se le ocurriría a alguien cobrar, que el viaje es desde luego «besplatna» (бесплатно), gratis. Como hay lugar para 3, sube con nosotros y nos vamos en el taxi hasta el lago.

En Teletskoye hay un supermercado en lo que sería el centro de la aldea. Es una aldea pequeña. Aislada. Todo alrededor es naturaleza salvaje. Paramos en el super, ya es de noche. Compramos algo para cenar y para el desayuno y nos vamos a nuestro alojamiento. Una cabaña de madera con balcón, vistas al lago, sobre el lago. Hermoso.

Al día siguiente rodeamos por senderos parte de la costa del lago dorado. Subimos por otros senderos hasta una cascada y hasta un mirador y seguimos caminando por la costa hasta el atardecer.

El tiempo es poco en estos lugares. Me quedo con las ganas de explorar más. Mucho más. Viajar a Altai merece cargar una mochila de autosuficiencia y perderse en la niebla al más allá.

Un recorrido por varias repúblicas de la Federación Rusa

Se puede viajar a Rusia en 2023

Corre el año 2023 y mucha gente se pregunta si se puede viajar a Rusia por la Operación Especial y la guerra en Ucrania.

Ya el año anterior, 2022, desde agosto y hasta los primeros días de octubre, estuvimos en Rusia con Stellete Gonzalez. Viajamos sin problemas e hicimos toda la ruta del Transiberiano desde Moscú a Vladivostok, ida y vuelta. Un viaje único. Un sueño hecho realidad. Una experiencia que toda persona interesada en el mundo y su riqueza cultural y natural, o inclusive en la tecnología, los ferrocarriles, o las realizaciones humanas sin parangón, debería tener.

Rusia no es solamente un país, es un conjunto de repúblicas

Rusia es el país más grande del mundo pero no es solamente un solo país. La bien llamada Federación Rusa, es un conjunto de repúblicas. Este es un hecho que mucha gente en los países occidentales desconoce y cuando se habla de Rusia, en el imaginario popular suele aparecer una una postal del Kremlin de Moscú, una chica rubia, una estepa blanca por la nieve, o una iglesia ortodoxa con cúpulas doradas.

Qué me dirían entonces si les cuento que se puede viajar a Rusia y que allí está la mezquita más grande de Europa, que se construyó en la República de Chechenia que está dentro de la Federación Rusa. Pero que sin embargo la que será aún la mezquita más grande, se está construyendo en la República de Daguestán que también es Rusia. O qué tal si les digo que la mayoría de la población rusa no es rubia, sino que tiene los ojos achinados y la tez mate. O que en la República Buriatia o en la de Altai, también Rusia, la población es de rasgos y costumbres mongolas y los templos ya no son ni ortodoxos ni mezquitas, sino «datsanes» budistas. Y como si todo esto fuera poco, hay más bosque que estepa y Siberia está llena de flores más de la mitad de los meses del año.

Rusia está allí, es inevitable y no puede invisibilizarse. Su música se repite en los conciertos, en los ballets más tradicionales en los escenarios internacionales. Los nombres de sus campeones en todo, afloran en los primeros puestos de todos los podios. Es imposible prohibir, censurar, clausurar, demonizar a una potencia tan enorme tanto en lo contemporáneo como en lo histórico. Tanto en los hechos de ser los primeros en volar al espacio, bucear en el Polo, saltar un cuádruple, ganar todas las partidas de ajedrez, patinar, bucear en el Polo, esquiar, etc, como albergar en su geografía o en sus realizaciones «lo más» del mundo.

Cuando quieras hacer una lista de «lo más» del mundo, no podrás ignorar a Rusia. Comenzando porque es el país más grande del planeta, en la lista «más larga del mundo», pueden citarse: el ferrocarril más largo, el metro más profundo, el lago más transparente y el más profundo también, el pico más alto de Europa, el cañón más hondo, la duna más alta y el río más largo de Europa, el túnel ferroviario más largo, la pinacoteca más grande del mundo. A cada paso, en cada ciudad de la Federación Rusa, te encontrarás con algún ejemplar de algo que es «lo más».

Cómo se puede viajar a Rusia paso a paso

-Visado

La mayoría de los nacionales de América Latina y de los países de Oriente y África, no necesitan visado para visitar Rusia. Sólo un puñado de países entre los que se encuentran los europeos, deben solicitar el visado en la Embajada o Consulado ruso más cercano.

Si bien Europa ha obedecido a la orden de Estados Unidos de no dar entrada a los rusos, quedarse con sus activos financieros, su dinero, pertenencias personales y empresas, Rusia no ha sido recíproca en este caso. Todos pueden viajar a Rusia. Rusia está abierta y, su gente, que de no ser un valor relativo, podríamos agregar a la lista como los más respetuosos y paradójicamente cálidos del mundo, estarán encantados de dar la bienvenida. El encuentro amable con los rusos nos ha pasado espontáneamente, con naturalidad, desde el primer momento. Cómo para no enamorarse de ellos!

-Pasajes: avión o bus

Cómo sacar un billete de avión:

Si seguiste el viaje anterior de 2022 ya sabrás que las agencias de viajes o buscadores de parte del mundo occidental, no buscan ni ofrecen vuelos a Rusia. No importa. El mundo no se termina en ese puñado de agencias o buscadores. Hay otros sitios donde buscar tal como mostré en el inicio del viaje Transiberiano y encontrar las mejores propuestas para volar a cualquier aeropuerto de la Federación Rusa: Gosbilet, Aviabilet, Kupibilet, Aviakassa, City Travel, One Two Trip y varias más.

Aerolíneas:

También se puede buscar directamente en las aerolíneas como Aeroflot, Turkish Airlines, Armenian Airlines, Air Serbia y otras.

Turkish Airlines, por ejemplo, tiene vuelos directos a Estambul desde la mayoría de los países del mundo, incluso desde un país tan lejano como Argentina. Además es una de las mejores aerolíneas del mundo. El personal y la tripulación son muy profesionales y atentos a todo. Sirven comidas y todo lo que necesites durante el vuelo. Además, si no se desea permanecer un día o dos en Estambul, se enganchar un vuelo a Moscú con algunas horas de escala y, de tener que permanecer en el aeropuerto de Estambul, la espera será muy confortable.

El nuevo aeropuerto de Estambul tiene sillones de diferentes estilos para descasar. Están distribuidos en varias zonas delimitadas, con plantas, panel con cargadores. Además hay duchas, exposiciones, dispensers de agua fría y caliente. Salas de estar con mesas, cargadores, electricidad, wi-fi. Toda esta amplia oferta gratuita de confort como para quedarse a vivir, está en la zona de embarque a la que se puede acceder sin límite de horario previo con una tarjeta de embarque online en el teléfono.

Luego, para volar de volar desde Estambul a Moscú, en mi caso, elijo y es un gran placer: Aeroflot. Sin lugar a dudas, la mejor del mundo. Para ampliar información y corroborar el status de «la mejor», sugiero probar.

Tanto Turkish como Aeroflot, ostentan los primeros lugares en cuanto a puntualidad, confort, servicio. Como si no bastara la calidad de los servicios de estas dos aerolíneas, viajando en ellas, nos ahorraremos las colas, esperas y controles humillantes de los aeropuertos de Europa.

Autobuses en los que puede viajar a Rusia desde los países bálticos:

Otra alternativa para viajar a Rusia es que se puede llegar a San Petersburgo por tierra desde la mayoría de los países bálticos. Sólo deberás volar primero por ejemplo a Riga o Tallin, o sino desde Helsinki en Finlandia. Aquí está la empresa en la que se puede viajar a Rusia en autobús desde algunos países de Europa.

-Alojamiento

Para hacer reservas previas de alojamiento en Rusia antes de viajar, se puede reservar a través de las páginas Ostrovok muy recomendable ya que, las tarjetas Visa o Mastercard no funcionan en Rusia, pero Ostrovok permite reservar sin tarjeta. También se pueden buscar hoteles directamente sobre el mapa de la ciudad de destino, por ejemplo Moscú y, desde la web del hotel enviar un mail de contacto.

Otras páginas donde se puede conseguir alojamiento, pero que en general piden una tarjeta de crédito son: Sutochno y Yandex travel.

-Consejo final para viajar a Rusia

Aprende el alfabeto cirílico. No es muy complicado, se puede aprender para viajar a Rusia y será de mucha utilidad para entender los carteles. Si bien muchas cosas, tales como las estaciones de metro, tienen el nombre escrito también en nuestro alfabeto. En mi experiencia, saber leer cirílico es de muchísima ayuda. ¡Inténtalo!

¡Nos vemos en Moscú!