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Los mejores lugares de Georgia, un país repleto de historia y naturaleza salvaje

¿Qué visitar en Georgia? Tbilisi, su capital

Tbilisi o Tiflis es la capital y uno de los mejores lugares de Georgia. Además, haciendo base aquí o en la ciudad de Kutaisi, se pueden recorrer los lugares más bonitos y las ciudades más destacadas en las «marshrutkas», combis o vans que viajan todo el tiempo de un lado a otro.

Llegar a Tbilisi es posible en vuelo, a través de su aeropuerto internacional o desde Armenia, por vía terrestre. Estando en Erevan, en nuestro curso de ruso de la Universidad de Moscú, aprovechamos unos días para escaparnos al país vecino.

Viajamos en «marshrutka», combis que hacen este trayecto de unas seis horas, varias veces por día. Los pasajes se pueden comprar con anticipación y los precios son muy variados, desde 10 hasta 60 euros. Los lugares de salida y llegada de los minibuses, también son variados. Hay que ver de dónde parten las combis y adónde te dejarán. Además de la «marshrutka», hay un tren Erevan-Tbilisi y viceversa.

Nos alojamos en un departamento antiquísimo que alquilamos a través de airbnb. Estaba a pocos pasos de la emblemática Plaza de la Libertad y desde allí pudimos caminar toda Tibilisi. Una ciudad con aires del romanticismo de la Belle Époque, muchísimos edificios Art Nouvea y preciosos balcones, frentes y callejuelas desordenadas por las que uno se pierde en un viaje a través del tiempo.

Nuestro departamento era enorme. El baño era de la época soviética y también muchos elementos de la cocina y un piano de la CCCP. El edificio, anterior aún, había sido residencia de personajes destacados del arte y la cultura cuyas placas conmemorativas están en el ancho y pesado portal de madera. Dormir en un lugar así, es el primer paso para sumergirse en un viaje hacia los mejores lugares de Georgia.

Recorrido a pie por Tbilisi, la capital y uno de los mejores lugares de Georgia

Desde la Plaza de la Libertad, se bifurcan dos caminos esenciales. Si nos desviamos hacia la derecha, entraremos al Casco Antiguo con sus calles empedradas y su collage de altibajos y verandas. Si siguiéramos derecho, entraríamos en la Avenida Rustaveli que comienza allí, donde una altísima columna, eleva a San Jorge y el dragón.

Para comenzar, elegimos irnos hacia Kote Abkhazi, punto de inflexión entre lo nuevo y lo viejo. Nos dejamos llevar por las calles sinuosas, pasamos por la Torre del Reloj cuyo espectáculo al dar las horas justo comenzaba así que nos detuvimos admirarlo.

La Torre del Reloj es un icónico monumento de formas torcidas junto a un antiguo teatro de marionetas.  

Caminamos siguiendo las riberas del Río Kurá apreciando cómo la arquitectura clásica se conjuga con la moderna y, sin pretenderlo, empezamos a subir hacia la Antigua Fortaleza Narikala, del siglo IV. Dentro de ella, se erige la iglesia de San Nicolás, otra de las joyas del estilo ortodoxo.

La fortaleza Narikala, está situada en lo más alto de una de las colinas que vigilan la ciudad. Colinas y colinas que muestran y esconden los encantos de Tbilisi. Las vistas son fabulosas, abarcan toda la capital. Se distingue el diseño arquitectónico del azar y las oportunistas rutas de los comerciantes de la Seda, la plaza de Meidan y el barrio turco de Abanotubani. Pero también se ve la parte más antigua, el río, la estatua ecuestre del Rey Vakhtang, a su lado la iglesia de Metekhi y el barrio de Avlabari.

A la izquierda de Narikala se encuentra la estatua de la Madre de Georgia. Un monumento de dimensiones masivas. Luego de saciarnos con las vistas desde la altura, emprendimos el descenso por senderos empinados y pasajes angostos que se ciñen con balconadas dignas de besos furtivos entre vecinos.

Fuimos a la Plaza de Meidan, punto neurálgico de la ciudad. Un rincón que nunca duerme poblado de bares y restaurantes. Debajo de la Plaza está el antiguo Bazar Meidan, de la época de la Ruta de la Seda, con una estructura abovedada con ladrillos. Actualmente, dentro, se venden artículos gastronómicos, y algunos recuerdos de artesanía típica.

La Plaza del Meidan es un punto significativo. Aquí se efectuaba la intersección de los caminos de la Ruta de la Seda. Un sitio de descanso de la caravanas e intercambio de mercancías. Muchos turcos otomanos se establecieron aquí y por eso alrededor de Meidan, se explaya el barrio de Abanotubani .

En este barrio, veremos una bonita mezquita de azulejos azules y muchos baños termales. Los georgianos visitan diariamente estos baños de purificación, curación y relajación.

Otro de los mejores lugares de Georgia se encuentra tan sólo caminar por la Avenida Rustaveli. Si bien padece de mucho tráfico y consecuente ruido, si logramos abstraernos un poco, lograremos deleitarnos con edificios de extravagante belleza y riqueza de estilos.

A lo largo de tan sólo un kilometro y medio nos toparemos con los imponentes edificios palaciegos del Museo Nacional de Georgia, el Museo de Bellas Artes, el Parque 9 de Abril, la Ópera y el Museo de Arte Moderno.

Si decidimos continuar nuestro paseo y cruzar el río, podemos visitar la moderna Catedral de la Santísima Trinidad, de construcción moderna pero soberbia. Desde el otro lado del río, regresamos hacia la zona del Parque Europa, acercándonos a nuestro ampuloso departamento. Cruzar el Puente de la Paz, de noche, fue el broche de oro. Un show de luminarias, que resalta el espíritu joven de la ciudad capital y todo su esplendor.

Naturaleza salvaje y extravagante, cañones y cuevas

Para aprovechar intensamente nuestro breve paso por Georgia, decidimos contratar una expedición de todo el día hacia el cañón de Martvili y las cuevas de Prometeo. Ambas atracciones nos dejaron sin aliento y con muchas ganas de volver a explorar la naturaleza de la región.

Nuestro paseo inició en Tbilisi antes del amanecer. Para llegar a las cuevas y el cañón, hay que pasar por Kutaisi, a 122 km de la capital y seguir aún, 50 km más. Un día intenso y lleno de emociones fuertes. Hay que armarse de coraje y paciencia para el largo viaje y entregarse a disfrutar. Vale muchísmo la pena, toda esta zona que fuera territorio del reino independiente de los Imereti y que se extendía sobre el Cáucaso hasta el Mar Negro. De hecho, la costa se encuentra a 80 km de aquí, con la ciudad de Poti, y la popular Batumi, a 150 km.

Cueva de Prometeo, uno de los mejores lugares de Georgia

La cueva de Prometeo está en el pueblo de Kumistave. Adoptó este nombre ya que, este personaje, fue encadenado en los cercanos acantilados de Khvamli, donde es torturado perpetuamente por un cuervo.

Se trata de un sistema subterráneo increíble y aún desconocido en su totalidad. Fue descubierto en los años 80 aunque su formación comenzó hace entre 60 y 70 millones de años en el macizo kárstico de Sataphlia-Tskaltubo.

Hay 22 corredores descubiertos y que se abrieron al público durante la Unión Soviética. Tras su disolución y el colapso económico de Georgia se cerraron. Durante varios años un ciudadano local estuvo protegiendo una cueva de los vándalos. Ahora en la entrada de la cueva hay instalado un monumento a él y a su perro.

A partir de 2010, se abrieron a los visitantes 6 de estos corredores: Argonautas, Kolkheti, Medea, Amor, Hall e Iberia. A través de ellos, durante una hora, gozamos de un espeluznante espectáculo de estalagtitas y estalagmitas, nunca visto antes. Su colorida iluminación combinada con una suave música clásica nos transporta a un universo misterioso. La inusitada aventura culmina con el broche de oro de la navegación subterránea por el río Kumi, a lo largo de angostos y temerarios túneles entre piedras imponentes labradas por el agua y el tiempo.

El cañón Martvili, sumergido en la jungla y enmarcado de cascadas

Dentro de la geografía georgiana abundan los cañones. Entre ellos podemos mencionar a Okatse, Dashbashi, Yupsharskiy, la garganta Chernigovka y varios más. Sin embargo, uno de los más llamativos por su exuberante vegetación selvática y la cantidad de cascadas que sucumben en sus profundidades es el cañón Martvili.

Este cañón se formó por el fluir profundo y constante del río Abasha. Está ubicado a 5 km del pueblo de Martvili y a 2 km de Gachedili que, a su vez, da nombre a cañón. Los orígenes del Martvili se remontan a los periodos mesozoico y paleozoico y al colapso de cuevas kársticas. Era la época de los reptiles gigantes, mamíferos y aves. Vestigios de ello, huellas de dinosaurios, huesos, restos de invertebrados, fueron encontrados en en esta zona. También se rescataron huesos fosilizados de animales prehistóricos, que vivieron hace 65 a 75 millones de años, lo que determinó el establecimiento de una zona protegida.

El cañón siempre constituyó uno de los mejores lugares de Georgia, tal es así que, aquí, solían bañarse los Dadiani. Los Dadiani fueron nobles ancestrales cuyos nombres aparecen históricamente desde el año 1046 y cuya familia fue una de las más poderosas de Georgia y de la Rusia imperial.  Hay un sendero, que lleva el nombre de esta legendaria familia. Está construido con escalones de piedra caliza y, según la historia, por aquí transitaban personajes definitivos del devenir georgiano, como Jorge el Hagiorita y David IV de Georgia. Cerca de aquí, podremos visitar el Monasterio Martvili del siglo VII. Es un antiguo monasterio pagano, de la era precristiana, dedicado a la fertilidad de la diosa Adgilis Deda.

Navegamos plácidamente por las aguas mansas e intensamente verdes del cañón. Los muros de roca caliza se elevan por más de cuarenta metros de los que, al mismo tiempo tiempo, se precipitan estruendosas cascadas. Tras el agradable paseo, caminamos por senderos, puentes y plataformas que flotan sobre el vacío regalando vistas panorámicas hacia dimensiones imposibles. Esas vistas más el sonido del agua combinando las tesituras de los diferentes caudales, el murmullo del arroyo, el manso susurro del río, y el estruendo de la cataratas, hechizan el momento. Sólo despertamos para volver a soñar con volver.

Otra ciudades para visitar entre los mejores lugares de Georgia

Kutaisi, antigua capital y actual centro legislativo

Kutaisi es la segunda ciudad más grande de Georgia, dispone de aeropuerto internacional y, en la actualidad, constituye la capital parlamentaria legislativa del país. Esta en medio de la preciosa región de Imereti y resulta el punto de partida ideal para organizar excursiones a las regiones naturales más paradisíacas.

En Kutaisi estaremos a 50 km del Cañón Martvili y a 30 minutos en coche de las Cuevas de Prometeo. Además, es una localidad muy práctica para, desde aquí, recorrer el parque de Cuevas Satapila, con enormes e intrigantes pisadas de dinosaurios, el Cañón Okatse con su increíble puente suspendido en un precipicio y sus vertiginosas vistas y, en sus cercanías, la Cascada Kiinchkha.

Kutaisi fue la capital del legendario Reino de Cólquida (Colchis). El mito del Vellocino de Oro encuentra una de sus interpretaciones aquí, debido a que las aguas de río Rioni, eran exploradas en busca de oro utilizando bastidores con tamiz de piel de oveja.

Caminando por la ciudad de Kutaisi, recorremos su encantador Casco Antiguo y llegaremos al Parque Central y a la Plaza David Agmashenabeli frecuentada por los parroquianos que se reúnen allí para conversar y discutir con ironía y humor. Si cruzamos el Puente Blanco que une los dos sectores de la ciudad escindidos por el río Rioni, podremos además hacer un paseo por el aire remontando la altura y el tiempo en un antiguo teleférico soviético. La sensación y las vistas son únicas e indescriptibles.

Merece la pena visitar la Catedral Bagrati, de estilo medieval de los siglos X y XI. Su presencia monumental se evidencia desde cualquier sector de la ciudad. También, debemos pasear por el Gran Bazar.

Alejándonos unos 6 km del centro, escondido en un profuso follaje, descubriremos el Monasterio Motsameta. Otro monasterio que también vale la pena, es Gelati, Patrimonio de la Unesco y donde descansa la tumba del Rey David Agmashenabeli.

Gori, la ciudad natal de Stalin, donde lo aman incondicionalmente

La ciudad de Gori no es muy grande, pero allí nació Stalin y eso le otorgó relevancia y reconocimiento. La avenida principal se llama Stalin, el parque principal, también. Hay un pedestal altísimo con una estatua que fue removida una vez pero debió ser reubicada ante la insistencia de sus ciudadanos.

La casa donde en 1878 nació Iósif Vissariónovich Dzhugashvil, Stalin, es una vivienda muy humilde que desde 1957 funciona como Casa Museo. Allí fue criado como hijo único ya que, sus tres hermanos, murieron víctimas de la miseria y el hambre. No tenían nada. Los padres eran sirvientes y la injusticia y crueldad de la que eran víctimas, encendió en el joven el fervor rebelde.

Una escalinata que enarbola su silueta nos da la bienvenida al recinto que lo conmemora. Las estancias están dedicadas a su infancia en la aldea, su compromiso político y sus últimos días. Se pueden observar bustos, centenares de fotos o retratos, cartas con otros mandatarios internacionales, prendas de ropa e incluso paquetes de tabaco que quedaron sin fumar. Se exalta su humildad y su compromiso de hijo pródigo, su capacidad para dirigir la nación más grande del mundo y el mayor intento hacia la utopía del que fuera capaz nuestra egoísta humanidad.

El lugar tiene un exterior austero en el estilo clásico socialista y un interior lleno de pinturas, fotografías y pertenencias personales. A pesar de las historias de persecución, purgas y gulags, ampliamente difundidas y fomentadas por el capitalismo occidental, en Gori, no encontraremos más que amor, reconocimiento y respeto por el líder.

Iósif Stalin cantaba bien. Escribía poemas. Durante su gobierno se inauguraron nueve mil empresas estatales, se electrificó la nación más grande del mundo, se construyó el ferrocarril más largo del planeta y también el más difícil por las condiciones del terreno y se ganó la guerra al fascismo nazi que aterrorizaba a la humanidad entera.

En el exterior de la Casa Museo, está el vagón de tren que transportó a Stalin a Potsdam, Alemania, con sus cortinas intactas.

«Era un hombre sencillo que creció y se convirtió en el líder de un gran país”, dice Mera B’chatadze, un trabajador de la construcción jubilado, de 70 años, que estaba sentado en un banco al lado del Museo. “Era un genio”, agregó su amigo Givi Lursmanashivi.