A pesar de las anécdotas siniestras de los brujos de Catemaco, el reflejo despejado del día en la laguna no parece traducir la misma historia. La ruta sube bordeando las orillas acantiladas de los Tuxtlas. A nuestra izquierda, la luz en el agua; por la derecha, las curvas cerradas ocultan los recovecos sombríos de algún hechizo. Pasamos de largo por la entrada de pueblitos que anuncian su nombre y cantidad de habitantes como una invitación. Cada cartel me habla, Zapoapan de Cabañas, somos 1280, vengan a visitarnos. Más arriba, Santa Rosa Cintepec, 475, pasen y vean; y en bajada, Los Mangos, 2590, bienvenidos. Carteles sencillos, pintados de manera rústica y casera por esos habitantes sin visitas. El sol y el resplandor pegan fuerte. La carretera es un hachazo que ha mutilado la sierra para encaramarse en la ladera. No hay sombra.
Dejando atrás Catemaco y su región embrujada, se acaban también las almas parroquianas. No hay servicios hasta 40 kilómetros después cuando la bajada nos aterriza en Juan Díaz Covarrubias. Aprovechamos a abastecer agua y a descansar. Después de esta parada estratégica y necesaria la ruta resulta más divertida. Sube y baja en un columpio de largo alcance, como si uno se hamacara muy alto, la bajada nos lleva lejísimos adelante y después nos remonta en una subida larga y lenta hacia atrás. Esa es la sensación. No hay más servicios. Sólo dos pequeños toldos en la ruta, un señor oaxaqueño que vende helados y no tamales, y un puesto de naranjas peladas. Aprovechamos estas dos paradas posibles, una a pocos metros de la otra.
Llegamos a Acayucan y nos sentamos en una esquina a comer tacos de oferta a 5 pesos y helado La Michoacana a 30 pesos el medio litro. Y ustedes de dónde vienen y adónde van, nos pregunta un escucha curioso. Astuto resabio de aquella revolución que se acunó en Acayucan al mismo tiempo que en Cananea. Acayucan es ahora una ciudad de ochenta mil habitantes con una larga calle comercial, pero en aquellos tiempos era el caserío de los trabajadores explotados en las haciendas de café, caña, algodón y en los recientemente instalados campos petroleros. Los campesinos y obreros de Acayucan fueron de los primeros en organizarse y alistarse en las filas rebeldes de Zapata.
Pasamos la noche en el hotel Jesymar. Dicen que hay internet pero no funciona. Los cuartos son amplios pero viejos y desvencijados, la puerta del baño está agujereada, las cortinas están sucias. A la vuelta, en la misma manzana, hay otro hotel; parece más decente pero al preguntar nos dijeron que es solamente para parejas. Son inflexibles al respecto y antipáticos.
Datos técnicos:
De Catemaco a Acayucan 79.64 km6.34.11 hsTotal: 707.37 km.