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Sueño de Solentiname

Solentiname es un archipiélago de treinta y seis islas que salpican el enorme lago de Nicaragua que es tan enorme que puede tener tantas olas como el mar.
El nombre de Solentiname está teñido con un aura mágica de color y poesía. El color de los animales de madera pintados con gracia, los cuadros típicos de estilo naïf de la cultura ancestral, y la poesía de Ernesto Cardenal que eligió este lugar encantado para morar.
Desde su ventana o desde el porch de su casa de madera, se tiene una imagen idílica e inspiradora del lago y del paisaje.
Me dejé tentar por la posibilidad de irme a Nicaragua a hacer un voluntariado y, atraída por toda esta leyenda de color y poesía, busqué un voluntariado en Solentiname.
El primer trabajo que encontré resultó un fraude.
Estaba en Chiapas. Desde allí me fui a Guatemala y desde allí hacia Nicaragua en bus. Ver el maltrato hacia los latinoamericanos que viajan tantas horas y días en esos autobuses de cuarta, es denigrante. No importa la edad de los pasajeros, el calor, la humedad pegajosa, la mugre. No importa si hay bebés o niños. Las comodidades son nulas. El maltrato y la humillación se acentúan en cada frontera terrestre, obligando a bajar todos los bártulos, abriéndolo todo, decomisando mercadería según le venga bien a los oficiales de turno, es una asquerosidad.

América Central en autobús

De ida, desde México a Nicaragua, viajé en un autobús barato lleno de locales. A la vuelta, cuando luego de estar tres meses en Solentiname y más allá, regresé hacia Chiapas, tomé un autobús más caro, el Ticabus, unos 80 a 100 euros, con turistas. Es otro cantar. Hasta aire acondicionado tenía y pasamos por las fronteras como si nada. Un vergüenza que para los locales el trato sea tan denigrante y para los gringos de tanta categoría.
Los viajes, tanto de ida como de regreso, suelen hacer una parada y noche en San Salvador donde hay que pagar un hotel. Ellos sugieren uno y está muy bien.
Volviendo al fraude del voluntariado. Lo encontré por internet y consistía en trabajar con una Fundación de un yanqui que había abierto un instituto para homologar el nivel de los alumnos de Solentiname hacia el nivel que se les requiere luego para ingresar a la Universidad fuera de las islas. La idea es muy buena porque el nivel educativo en las islas, si bien hay escuelas accesibles a todos, lanchas que recogen y despachan a los alumnos, buenos maestros e inclusive clases los sábados para el nivel secundario con profesores que llegan desde San Carlos, los chicos de las islas van un poco desfasados respecto de los contenidos que se dan en las ciudades. Por eso, la idea de la Fundación era buena.
Tras un par de días de viaje llegué a Managua. Allí me encontré con el yanqui responsable de esta Fundación, Jim, con quien me había estado comunicando por email. Él estaba haciendo un tratamiento médico y necesitaba comprar algunas cosas en Managua. Nos alojamos en una hacienda en las afueras, Finca Portón Verde. Era de un extranjero también. Unas tierras maravillosas, fértiles y exuberantes entre las sierras calurosas. Espectacular. Lleno de plantas y frutos tropicales.

Luego de una noche allí salimos hacia Solentiname. Se pasa por la ciudad de San Carlos donde existen todos los servicios y un nutrido mercado y allí se toma la panga: la lancha colectivo o la lancha rápida que salen cerca del mediodía.

Un voluntario fallido y otro en el camino

Al llegar a la casa de Jim en la isla principal de Solentiname, Mancarrón, el humor del tipo empezó a cambiar. No tenía nada organizado. Me dijo que busque un lugar por ahí para montar la carpa. El terreno no era muy apto. Las comodidades nulas. Y el hombre se notaba molesto. Alrededor de él giraba un harem familiar. Maricela, la madre de Maricela, el esposo de Maricela, el hijo, todos se ocupaban de Jim como si fuera un rey convaleciente. Jim se relajaba en la hamaca paraguaya. La panza obesa rebosaba sobre la camisa desprendida. No lo abanicaban literalmente con hojas de palma, pero ese detalle gráfico era lo único que le faltaba a la postal.


Un día después Jim me envió a la Fundación. Yo no sabía ni dónde quedaba pero pregunté y llegué. Era una casa en cuya parte principal se había instalado una familia a vivir. En otra habitación que estaba con llave se veían mesas, computadoras, libros apilados. La llave no la tenía nadie. La Fundación estaba cerrada. No funcionaba.
La familia que vivía allí que también eran parientes de Maricela -todos son parientes allí- me explicó que tras la muerte de la esposa de Jim, éste había quedado triste y tocado y que desde que murió ella que era la que se ocupaba de organizar las clases, la Fundación ya no funcionaba.
Jim estaba de mal humor casi todo el tiempo. Bipolar negativo diría yo sin respaldo profesional. Con algún rasgo esporádico de euforia y entusiasmo pero en general, bajón total. A mi proyecto de hacer voluntariado allí le veía pocas perspectivas así que empecé a pensar en pegarme la vuelta.
En la isla de Mancarrón hay una biblioteca que fundó Ernesto Cardenal. Es magnífica. Hay libros de la historia de Nicaragua de los que sólo allí pueden encontrarse ejemplares. Además hay internet, televisión, DVD, películas. La gente de la isla puede usar el lugar que es cómodo y lindo desde para conectarse y usar las redes sociales, leer, o ir a ver películas. Los fines de semana se deja abierto o se le da la llave a alguien para que no quede limitado el acceso.
El lugar está cuidado y limpio.
Me instalé allí. A leer, a conectarme. Allí conocí a las chicas que lideraban otra Fundación voluntaria: Huelva con Solentiname. Les vino bien contar con una maestra voluntaria para ir de isla en isla. Organicé clases de inglés y francés y empecé a trabajar con ellas.

Abandoné a Jim sin explicaciones. Me mudé al hostal Buen Amigo donde sólo me cobrarían algunos gastos ya que estaría como voluntaria. El hostal el Buen Amigo es de un hermano de Maricela que está casado con Andrea, la madre de Pedro que a su vez es el esposo de Maricela. Así de enredados se tejen los parentescos. O sea que Andrea es a su vez la cuñada y la suegra de Maricela y, el Buen Amigo, es a su vez el padrastro y cuñado de Pedro. Los hijos de Maricela y Pedro son los sobrinos del Buen Amigo pero los nietos de Andrea que es su esposa, y Ever que es hijo de Andrea y el Buen Amigo es sobrino de Maricela pero hermanastro de Pedro que es el esposo de Maricela. Macondo, un poroto.
Me quedé con Huelva con Solentiname con Nieves y Al Zahra, dos chicas andaluzas que llevaban bastante bien organizadas una serie de actividades en el Archipiélago. Actividades que iban desde llevar clases a todos los isleños a mejorar el cuidado de los recursos naturales, sobre todo el agua.


El Lago de Nicaragua sufre el vertido de deshechos industriales desde Nicaragua y también desde Costa Rica. Está cada vez más contaminado por minerales pesados. Normalmente se bebe de las aguas del lago, se lava allí la ropa y la gente tira al lago la basura. Es un desastre actualmente. En potencia, ni hablar.
De la mano de las chicas de Huelva por Solentiname y en la pamga conducida por Ever, conocedor de cada rincón de l inmenso lago, viajé de isla en isla, conocí todas las comunidades y el quehacer de su gente. Iba a La Venada, San Fernando, Mancarroncito, Santa Rosa o la Atravesada. Los fines de semana daba clases también en la biblioteca tanto de idiomas como ayudando en el manejo de las computadoras y los programas digitales.

Fue un buen tiempo. Aprendí mucho de Solentiname y de su gente. Disfruté su ambiente caluroso y sofocante. El aroma de los sacuanjoches enredados desde los pies hasta las trenzas. Los tamarindos del enorme árbol que hay cerca de la biblioteca. El canto y el vuelo de las oropéndolas. La amistad de Belkis, del maestro Juan y de todas las personas tan sencillas como grandes y maravillosas que conocí en las islas.
Solentiname es un lugar para conocerlo así. Quedándose un tiempo. En general todos los lugares es mejor vivirlos y convivirlos de esta manera.
Estuve allí tres meses. Luego emprendí el regreso a Chiapas.
Jim murió poco después.