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Huella Andina recorrida por primera vez

Entrevista para la revista digital Sólo Camping acerca de la Huella Andina.

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TEXTO de la NOTA

Huella Andina recorrida por primera vez

María Taurizano es la primer persona en haber completado todas las etapas habilitadas del Sendero Huella Andina durante el verano de 2013,

éste simple y concreto dato no revela sin embargo lo más relevante … su enorme y profunda pasión por la naturaleza, un espíritu nómade y su cálida sencillez.María es esa escasa clase de personas a quien uno se quedaría escuchando por horas sus aventuras, experiencias y pensamientos que inspiran a idear y llevar adelante aventuras. Y aunque ella diga que se extienda demasiado en sus respuestas, no hay dudas que al leer esta entrevista vas a pensar lo contrario deseando que hubiese contado más !

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 – María, ¿cómo nació la idea de hacer el recorrido de Huella Andina?

La idea de hacer la Huella Andina fue el inevitable caer en la tentación apenas enterarme de que dicha Huella existía. Yo había ido a la oficina de Parques Nacionales, en Bs As, a pedir información acerca del Lanín, ya que mi idea era subir al volcán. Cuando me atienden, empiezan a sacar folletería y aparece esta novedad “la Huella Andina”, así que ahí nomás empecé a barajar la posibilidad de cambiar de idea. Ya había hecho una ruta larga antes, la Ruta Lycia, 509 km sobre los montes Tauro en Turquía y a la vera del Mediterráneo, y este tipo de travesías, que a la vez son un desafío físico, una invitación a la aventura, y significan sumergirse en la naturaleza salvaje y la incivilización, a mí me enloquecen. Si algo así se me mete en la cabeza es muy difícil que lo deje de lado.

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– ¿Dónde conseguiste info previa? Descargaste una topoguía ¿de dónde?

Primero tuve un mapa, sencillo, incompleto, de los primeros trazados de la Huella, y sin explicaciones detalladas de las etapas. Simplemente era un folleto de promoción del “sendero más largo de la Argentina”. Busqué en internet y encontré en una página que no recuerdo pero que promociona el turismo en Argentina, un documento en Adobe con 24 etapas ya habilitadas de la Huella Andina. Ese documento me lo descargué en una netbook que llevé conmigo. Incluye una explicación de cada una de las 24 etapas, un mapa con el trazado, un gráfico de alturas y desniveles, y algunas consignas importantes para tener en cuenta cada día, como “no olvidar cerrar la tranquera”, o “llevar zapatos extras para vados”, recomendaciones así, además de poner si hay alguna posibilidad de transporte urbano o de servicios o proveeduría en los puntos de salida o llegada.

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– ¿Cuántos días habías planeado que durase y cuántos te llevó finalmente?

Me llevó lo que había pensado. Eran 24 etapas, al menos las que tenía programadas de acuerdo a esa topoguía. Como hay puntos en que hay que desplazarse por ruta de un punto a otro para retomar ya que faltaría unir tramos mediante sendas, yo había calculado que ahí perdería un día entre salir de una ciudad y llegar a otra para seguir caminando temprano al día siguiente. Así que yo había calculado 26, 27 días. Al final fueron 29 días, con dos etapas más en el programa. El Krugger completo -ida y vuelta sin enlace lacustre- que fue cerrado por emergencia meteorológica, y el Baguilt que no yo no lo tenía contemplado pero que al enterarme que ya estaba abierto y siendo además el final de Huella Andina, decidí realizar.

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– ¿Te preparaste físicamente antes? ¿Qué consejos le darías a una persona que quiera hacer Huella Andina o parte de la misma?

Yo no voy habitualmente a un gimnasio, le pongo dinamismo a lo cotidiano. Muchas veces me han preguntado por qué mis brazos son musculosos y yo me río y digo que es de pasar el trapo. Siempre hice la gimnasia hogareña doblemente productiva, y además con alegría; puede sonar gracioso pero llevo el peso de las bolsas del supermercado repartido en las dos manos y camino a casa haciendo bíceps, o llevo la mochila para caminar con 14 o 15 kg de peso en la espalda. Camino mucho, y desde chica hice actividad física, quizás más inclinada a lo artístico como gimnasia artística, acrobacia, patinaje artístico, o diferentes tipos de danza. Esta vez, pensando en una escalada, iba caminando a una escuela de campo donde fui suplente un par de meses y volví a hacer un mes de telas y aerobic en un gimnasio, pero más que nada es el dinamismo puesto en lo cotidiano, a conciencia, barrer apretando abdominales y glúteos, haciendo tríceps entre las sillas de a ratos, y caminando bastante, con las bolsas, la mochila cargada, subir y bajar las escaleras en lugar de usar el ascensor, y sobre todo la alegría y el optimismo.

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– Contanos brevemente el equipo que con que hiciste el trekking: mochila, carpa, calentador, tipo de ropa y calzado, etc. ¿Cuántos kg llevabas aproximadamente? Y ahora que finalizó ¿te faltó llevar algo?

Yo no tengo equipo. Mi equipo es muy rudimentario, y hace tiempo que estoy pensando en renovarlo. Lo necesito. Lo que pasa es que es caro y siempre primero saco pasaje y relego el equipo, pero lo necesito. Lo único bueno que tengo es una bolsa de dormir que me salvaría hasta arriba de un glaciar porque es 1 kg de pluma, es lo único. La carpa es de juguete, la compré en un supermercado en México y es para que los niños jueguen en el jardín, pero resiste, no sé si a fuerza de mi fe y mi voluntad que le ruego desde adentro que no se llueva. No tiene más sobre techo que un cuadradito de tela. Pero resiste. La mochila es una mochila vieja que no tiene ningún tipo de separación con la espalda, de hecho me hizo una ampolla por el roce en la lumbares, que luego se convirtió en una llaga y luego ya se secó y endureció; la mochila no tiene el gancho para la cintura, así que le hago un nudo que a cada a rato tengo que volver a atar y ajustar porque se va aflojando. Ropa es toda ropa común. No tengo ni un par de medias para caminar o correr, ni una camiseta traspirable, ni un pantalón de trekking, ni una campera de duvet o goretex. Las botas estuvieron bien y dejaron sus huellas. Se la re bancaron. No son muy famosas, se llaman Confortex y las compré de emergencia en Bulgaria cuando las montañas Rila acabaron con las que llevaba. Tampoco pude comprarme la marmita, pero me compré una pavita de bazar y una olla que mandé derecho viejo al fogón y jubilé totalmente negras al final del viaje. Arranqué con 18 kg porque llevaba comida por demás de Bs As. Comí muchos fideos y polenta los primeros días, para alivianar, y seguí todo el camino manteniendo un promedio de 15 kg y comprando comida donde sabía que seguro iba a encontrar, para los días en que no habría proveedurías. Ni más ni menos comida, a veces más menos que más, con tal de no llevar peso en exceso, eso sí, la netbook firme para escribir el blog y ver los documentos que llevaba. Después, otro tema, era poder cargarle la batería. En cuanto a si me faltó llevar algo… nada indispensable, pero sí pienso que aunque se puede hacer la Huella Andina con un equipo básico -nada más básico que el mío- si uno puede hacerse con una buena mochila, con un buen calzado, con elementos livianos y pequeños, como por ejemplo una toalla de esas que son ultradelgadas pero secan que yo tampoco tengo aún, entonces todo eso suma para hacer más ameno el esfuerzo. Yo me arreglé bien con lo que llevaba pero reconozco que tengo un gran poder de adaptación a todas las circunstancias y carencias.

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 – ¿Dónde empezaste el recorrido y cómo fueron las primeras etapas?

Viajé de Bs As a Junín de los Andes para empezar desde el Parque Nacional Lanín, lago Huechulafquen, la caminata a la base del Volcán Lanín. Esa es la primera etapa que señalaba la topoguía. Luego supe que habilitaron el lago Ñorquinco más al norte, y ahora ya tengo nuevas obsesiones instaladas en el cerebro. Como primera etapa hice base en el Volcán Lanín, hacia la cara sur, camino de ida y de vuelta porque ahí no se puede dormir. Después fue del Huechu hacia Aila, sencillo y con la sorpresa que nunca antes me había pasado en otras caminatas por el mundo de tener que abrir con total confianza varias tranqueras y pasar por propiedades. Nunca olvidar cerrar las tranqueras. Ya desde las primeras etapas me fui dando cuenta que aunque dijeran “población” como en el caso de Aila, se trata de una sola familia, una sola casa, normalmente a cargo del espacio para acampar y con casi nada que ofrecer al caminante, pan casero y tortas fritas en la mayoría de los casos, pero no en todos.

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– Hay etapas clasificadas como difíciles, ¿las recomendarías para gente que no tiene ninguna experiencia en el tema trekking?

Yo creo que si yo lo hice, cualquiera puede hacerlo, pero yo daría algunas explicaciones más detalladas acerca de esas etapas más difíciles. Igual fácil o difícil es muy relativo. A mí no me cuesta treparme a las piedras enormes que hay antes de llegar al Jakob, pero me cuesta un montón orientarme en medio de los descampados, y por eso se me hizo más difícil llegar al Camping Kaleuche o a Wharton que al Jakob. Igual pienso que para alguien que no tiene absolutamente ninguna experiencia en trekking, si bien creo, estoy segura, que pueden lograrlo, hay que anticiparles algunas cosas, como qué tipo de terreno será el que hay que trepar o descender abruptamente como los acantilados del sendero a Desemboque, o si llegaremos a un lugar donde no hay absolutamente nada ni nadie como el Refugio Rincón de Pinos o la Tapera de Lagos, qué es un mallín y cómo es mejor pasarlo, después cada uno reflexionará y decidirá de acuerdo a sus posibilidades.

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– Contanos de las etapas que más te costaron y ¿por qué?

Probablemente las que más me costaron a mí no son las de mayor dificultad técnica. A mí me costó llegar del Steffen al Kaleuche, un camino anunciado como sencillo. Sin embargo yo salí del Steffen y después de caminar una hora llegué al Steffen. Sí. Tal cual. No es un error de redacción. Me perdí y volví sin querer adonde había salido y me di cuenta que en vez de bajar el río Manso, lo estaba remontando otra vez hacia sus nacientes. Había marcas, pero eran para la gente que hubiera deseado ir alrevés que yo. Yo iba alrevés. Y ese día fui alrevés muchas veces porque en dos descampados abiertos que crucé, en uno con algunas ovejas y un caballo, y en otro sin más que unas rosas mosquetas salpicadas por ahí, las dos veces salí mal, de tal modo que en lugar de salir a 300 metros de la gendarmería de Villegas, salí a 3 km y no sabía dónde estaba. Y esa no es una caminata que se diga de dificultad alta, pero a mí se me hizo larga porque me perdí. Lo mismo para ir a Wharton. Yo a Wharton no pude llegar y estaba tan fastidiada que hasta me dije “hasta acá llegó mi Huella Andina”, pero después, ya en un camping, bañadita y fresca, me volvía el ímpetu, le fuerza, el deseo de vencer el desafío y retomaba.

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– ¿Cuáles etapas disfrutaste más y por qué?

Disfruté todas, pero en algunas los momentos intensos no me daban tregua a la emoción. La subida al Jakob desde el arroyo Casa de Piedra, desde sentir el estruendo del arroyo a poco que uno empieza el sendero, hasta los bosques amables, y la sensación más fuerte de la Huella cuando llegás casi a la altura del Jakob y el bosque se convierte en pura piedra, piedras enormes por las que es preciso trepar, ya no sólo caminar, y a tu izquierda tenés una cascada que se suicida y sin embargo sobrevive en belleza pura a los ojos de uno que está ahí. Esa parte fue sublime, y lo mismo, después de llegar, sentarse junto al lago Jakob. Yo sentí algo muy especial y diferente ese día. Plenitud. Lo mismo a la mañana siguiente, ascendiendo al paso Schwaizer por todo ese pedrero y precipicio y la laguna de los témpanos, y uno tan cerca del cielo y de la cúspide de los riscos y tanta paz. Después ya el arroyo Casalata y los mallines, medio me sacaron canas verdes, y no quiero saber nada de mallines. Prefiero las piedras. Otro día que la caminata es por demás interesante y variada es cuando vas desde Laguna Verde hacia el Refugio Rincón de Pinos, es una caminata muy rica porque de bordear la laguna y caminar por el bosque subís hasta donde está el volcán Achen Ñiyeu y después el Portezuelo del Auquinco y después otra vez bosque, y al final valles y pampas hasta el Refugio. Me encantó la costa del Lolog al día siguiente, en Refugio de Auquinco, y la caminata a Puerto Arturo que no estaba señalizada pero es clara y que se trae su emoción también. Hay que vadear el río ancho y bastante profundo, y sobre el final tiene tres trepadas emocionantes. Me encantaron también las vistas del Puelo caminando al Desemboque, se ve hasta Chile! Es como ver el mapa al natural y caminarle por arriba al mapa, y ya descendiendo al río Epuyen también te corre la adrenalina hasta las patas y es un discurrir del agua calma al agua tumultuosa, como si fueran aguas de diferentes edades, tranquilas ancianas las del lago o infantiles juguetonas traviesas las del río. Me conmovió ese panorama y me vuelve a conmover al contarlo. Pero todas las etapas tuvieron su parte de encanto, qué sé yo, caminar bordeando el lago Rivadavia hasta el río Rivadavia, vivir un día en una chacra con personas sorprendentes, tan gauchas como cultas, por demás de cordiales, ensillar una yegua y salir a ordeñar las vacas o arriar las ovejas, llegar a la laguna Escondida temprano en la mañana y ver primero su propio reflejo antes de ver la laguna misma, descubrir que el Baguilt es diferente a todos los demás lagos, que del otro lado del Huechulafquen uno no tiene más remedio que arrodillarse ante el majestuoso Lanín. Todas las etapas tienen un encanto propio y no creo que haya habido ninguna en la que sin querer y en voz alta, hablando sola, o con los árboles, se me salieran expresiones como “qué hermosura”, o “qué belleza”.

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– Al final de las etapas ¿acampaste siempre en un camping? ¿qué te parecieron los campings en general?

No siempre acampé en un camping porque a veces no había, por ejemplo en Rincón de Pinos, Rincón de Auquinco, o Tapera de lagos. En los dos primeros acampé afuera de los refugios, y en Tapera de lagos no hay nada más que una pila de maderas de lo que alguna vez habrá sido una tapera. No hay nada ni nadie, salvo pumas, dicen. En otros lugares no se puede acampar al llegar, como el bosque de Arrayanes, así que lo hice ida y vuelta, y en otros como al cruzar la zona de chacras entre el Manso y el Foyel y hacia el lago Escondido, tampoco hay campings pero me quedé en la chacra de Abraham Troncoso donde fui más que bienvenida y recibida como un huésped aunque le cayera como peludo de regalo. Paré en campings de diferentes tenores. Todos constan en mi blog para más detalle. En general son lugares donde no hay electricidad, algunos tienen un generador que encienden en las noches, pero son lugares donde no siempre se pueden cargar las baterías de las cámaras por ejemplo, y es algo a tener en cuenta si uno quiere documentar la travesía. En casi todos los campings, las familias a cargo, gente del lugar, hacen pan casero y tortas fritas. Algunos tienen proveedurías, sencillas, y en general también, bastante caras. Algunos tienen duchas, algunos… no todos, algunos ofrecen un excusado, otros nada, ni una mesa de palos, o un fogón hecho nada más que de un círculo de piedras e igual te cobran. Y hay otros muy completos, como en Wharton que a pesar de ser un puesto nada más, tiene wifi y un baño regio azulejado y con ducha caliente o el Kaleuche que tiene una cabaña de madera enorme decorada con excelente gusto, o el de la UBA en Villa la Angostura que a pesar de lo estrecha del área de acampe ofrece un servicio inmejorable. Todos están en el blog y allí también están los precios y algunos datos más de cada uno. Yo, como mencioné antes, me adapto fácilmente a las circunstancias, y siempre sentí que habiendo agua y leña, estaba salvada porque siempre llevaba algo para echar al fogón. En algunos campings como el de Termas de Epulafquen, el Kaleuche, o el de Río Azul, o mismo en lo de Troncoso, sentí un compromiso serio y entusiasta con el proyecto Huella Andina.

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 – Tema comida: ¿conseguiste siempre para comprar en los campings u otro lugar al final de cada día? ¿qué llevabas siempre en la mochila para comer o cocinar?

Calculaba los días que tenía entre urbanidad y urbanidad, digamos entre San Martín y Villa la Angostura, por ejemplo, y llevaba algo como lentejas, o polenta, o fideos, contando al menos una comida fuerte por día. Llevaba sobres saborizadores, cubitos de caldo, queso rallado, un par de sopas, y siempre cosas pequeñas pero energizantes como maní, nuez, garrapiñada, turrón, chocolate, y también galletitas y algunos caramelitos dulces. Infaltable siempre, la yerba para el mate. La yerba mate tiene minerales como potasio y magnesio y aunque para nosotros es una tradición, ayuda mucho a recuperarse y a arrancar con energía. Para mí el mate es esencial y sé que podría sobrevivir varios días caminando y tomando sólo mate.

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– Alguna anécdota o historia linda del viaje que vayas a atesorar en la memoria.

Si pienso en cada día, cada día hay una anécdota atesorada. El tema de que hubiera pumas en Tapera de lagos es afortunadamente una anécdota con final feliz, porque no hubo, o no tocaron a mi carpa. Evaristo, un baqueano del camping Cataratas desde donde más o menos arranca el sendero para subir a Tapera, me preguntó alarmado que cómo me animaba a andar sola por ahí, que por ahí había pumas. Yo muy tranquila le dije que de todas maneras los pumas tendrían otras cosas para comer, otros animalitos para cazar, y el hombre ladeando la cabeza medio de refilón, me decía con tonito no se creaaaa eh? Mire que la cenizas ha raleado mucho todo, todo menos los pumas. Yo por supuesto encaré. Tapera de lagos como escribí antes es un páramo en medio de la montaña y el monte, con un arroyo a algunos metros. Armé la carpa, encendí el fogón, y entrada la noche me metí en la carpa. Al lado de la cabeza dejé un cuchillo tramontina y el gas pimienta y me puse a pensar en los pumas. Los pumas son felinos, pensaba, como los gatos; los gatos salen de noche. Pensé que si escuchaba la garrita de un puma en la lona de la carpa agarraba el cuchillo y lo miraba de frente, pero después pensaba, un puma, un puma, pero ¿y si vienen de a cuatro? Y entonces decidí dormirme y dejar que la naturaleza sabia hiciera los suyo. Lo último que pensé esa noche fue, y bueno, si me tienen que comer… que me coman. Otro hecho medio inesperado fue hundirme en un mallín en la bajada del Casalata hacia los Césares. Yo no estaba preparada para esa contingencia, a ese extremo, y la verdad es que ahí me asusté más que con la posibilidad de pumas. Iba tanteando el terreno, con el barro un poco más arriba de los tobillos y que se me iba metiendo en la caña de las botas. Tenía los pies completamente ahogados en barro. Las marcas se han perdido en esos mallines, así que trataba de pasarlos por donde me parecían menos profundos, pero el fango es oscuro y traicionero y en una de esas, tanteé, apoyé el pie confiada y el mallín me chupó la pierna entera hasta la cintura. No sé cómo hice para tirar hacia atrás, no sé con qué fuerza pude despegarme y que además el barrial no me succionara la bota. Pensé que la perdía. Salí, y me imaginé desapareciendo con mochila y todo ahí abajo en las cavernas del pantano y al sombrerito solo flotando en los pastos. Por suerte es sólo una pintura de la imaginación. Y algo completamente increíble fue lo que me pasó en la laguna Escondida. Tan escondida como su nombre. Poca gente llega hasta ahí. Yo llegué temprano. Me senté en unos troncos a admirar los reflejos en el agua y aparecieron cuatro personas hablando en inglés. Eran de Estados Unidos. Se sentaron a charlar, como hablo inglés, lo hicimos en inglés. Nos preguntamos de dónde éramos y qué hacíamos por ahí. Yo les cuento que normalmente viajo, que soy nómade, que vivo por aquí y por allá, que camino, y que voy a Palestina y trabajo en el Valle del Jordán, los beduinos, la zona C, y hablo y hablo. Cuando hablo acerca de Palestina, tengo mucho que contar y es difícil que haga un punto y aparte. Cuento lo que sé, lo que los medios no dicen, lo que otros por ahí no saben porque nadie se los dijo, porque no lo escucharon pero sin embargo es una herida del mundo. En un momento, una de las personas, Stephen, dijo que él cada tanto hace algo que es un ritual y que siente que en ese momento debe hacer ese ritual conmigo. Mientras habla saca una billetera y escarba en un bolsillo pequeño de la misma. Yo pienso que sacará una foto, un amuleto, una piedra, un símbolo. No. Saca un billete de 100 dólares doblado en tres y me lo da. El otro hombre, Bob, saca fotos y registra el momento. Le digo que no, que yo no puedo tomar el dinero. Pero él me dice que tengo que agarrarlo porque él sintió que es el momento de ese ritual y que ese dinero es para Palestina, que él puede hacer eso y que de hecho lo viene haciendo desde hace tiempo, y me cuentan una historia parecida, quizás el ritual anterior, con un taxista. Estoy tan sorprendida que no se bien qué le dije, sé que se lo agradecí en árabe y en nombre del pueblo palestino. Después me fui el resto del camino un poco preocupada pensando cómo voy a hacer para que el dinero llegue adonde tiene que llegar.

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– Un mensaje a aquellas personas que no se han puesto una mochila en la espalda para caminar en la naturaleza y se preguntan cómo será.

Llevar una mochila en la espalda y caminar en la naturaleza sin que se nos ofrezca en el camino ninguno de los servicios que nos ofrece y de los que nos envicia la urbanidad, no es tan difícil, ni tan pesado, ni sólo para valientes, ni sólo para unos pocos que deben tener estado físico y ser fuertes. Yo siempre digo que si yo lo hago, cualquiera puede hacerlo. Ahora bien, mucha gente puede haber decidido que no le gusta el reto o esta forma de andar. Si así lo afirman es porque no han probado. Se están perdiendo una experiencia sencilla y única, una experiencia que nos ayuda a aprender de nosotros mismos, porque el camino con la casa a cuestas y a través de senderos, dura muchas horas cada día, y son horas de comunicación en exclusivo con los sonidos de la naturaleza y con el propio interior. La única manera de poder adentrarse verdaderamente en la naturaleza, es esta, caminando. Hay muchos lugares a los que solamente podemos llegar de a pie, lugares que nos esperan. La llegada allí, después de haber dado cada paso, sabe muy distinto en nuestro interior a aquel lugar donde hemos sido transportados por otro móvil que no sea nuestro propio andar. Además llevarnos la mochila nos enseña el valor de lo necesario. Darnos cuenta que tenemos tanto y necesitamos tan poco para sentirnos plenamente felices.

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Entrega de Diploma y Regalos-Huella Andina



Gracias a la gente de Huella Andina, Parques Nacionales, Asociación Argentina de Guías de Montaña y al Ministerio de Turismo de la Nación, donde hoy me hicieron esta entrega. Mañana me acercarán una mochila técnica y un pantalón de trekking. Gracias a la gestión de Antonio Toncek del diario Rio Negro, a Marcelo Cora. 
Muchas gracias!!!!!
Gracias por este emprendimiento de gran envergadura y con aspiraciones a más.

Gracias a Ale y Emanuel del camping Pichi Cullín en Puerto Canoa, a Quique de Termas de Epulafquen y a su familia, a Horacio Pelozo de Huella Andina, a todos los guardaparques desde el Lanín al Baguilt, a Evaristo del camping Cataratas cerca de Traful, al camping de UBA de Villa la Angostura especialmente a Maggie y a Myriam, al camping Goye de Colonia Suiza, a Aisa del Jacob, a Juan Pablo de la Querencia en el Mascardi, a los Montero del Steffen, especiales a Kike del Caleuche en el río Manso, y a don Troncoso, a la familia del camping en Wharton, a Roberto de Río Azul, al camping Las Rosas de Lago Puelo. 

Gracias especiales a Diana Ellis y a su familia. 
Gracias a mis amigos, a mi familia, especialmente a mis hijos por alentarme siempre a seguir dando un paso más y acompañarme cada uno a su manera. 

Etapa 26-De Ruca Nehuen a lago Baguilt

El sendero final de la Huella Andina. Un día de bruma, llovizna, y algo de viento que se acentuó en las alturas, nos acompañó. Digo «nos» acompañó, porque en esta última etapa me acompañó un alma sureña, Diana, una amiga a quien conocí en Trevelin hace muchos años pero con quien la amistad nos ha ido cruzando los caminos, y esta vez la Huella, a pesar del tiempo sin vernos personalmente.
Salimos temprano porque el plan fue caminar la Huella al Baguilt de ida y de vuelta. Son 16.5 km, por lo tanto ida y vuelta, 33 km. Según la señalética se tardarán 6 horas y media de ida. Nosotras tardamos ese tiempo de ida y de vuelta, en total. Claro que como no acampamos en Baguilt, nuestra carga en la espalda se redujo a lo necesario, una botella para el agua, algo para comer en el picnic, y la cámara de fotos. Hicimos un pequeño picnic junto al Baguilt, no muy largo porque el viento nos atosigaba y se ponía fresco. Los nubarrones jugaban carreras en el cielo, y las aguas estaban turbias, pero solemnes. Es un lago diferente y que vale la pena porque está salpicado de piedras agudas y rodeado de bosques. La senda es fácil, en su mayoría un camino ancho, de piedra a veces, de tierra en otros tramos. Pegamos varias patinadas y yo por suepuesto la esperada caída, para mí no existe travesía sin caída, sobre todo, y siempre, en bajada. Se cruzan varios arroyitos, y durante el camino es posible cargar agua. Las vistas del Río Grande, de los valles al inicio del camino, los cerros que al principio ocultan al Baguilt y después, cuando uno lo rodea develan tras una bajada todo el lago de frente, vistas magníficas. Apenas unas luces de sol reflejan los verdes que deben ser un espejo en días más calmos.
La senda está bien marcada, es clara, hay algunas bifurcaciones y dos posibles entradas al lago. Las bifurcaciones se reúnen en el mismo lugar. Durante el camino se cruzan dos tranqueras, un puesto, alguna que otra casita, y un interesante colectivo abandonado con un entarimado de madera adentro donde se puede obtener refugio si la inclemencia arrecia.

El fresco, la niebla, la llovizna, fueron buenos compañeros en el camino.
Aquí termina este estupendo proyecto de 540 a 560 o más de 600 km de Huella Andina Patagónico. Un proyecto maravillosos, de gran envergadura, y al que habrá que apuntalar a fuerzas de nuestros pasos, haciendo camino al andar, para que la Huella resista al tiempo y sean muchos más los que puedan disfrutarla.

Etapa 25-De Villa Futalaufquen a Lago Krugger, cancelado…

-Te estaba esperando me dijo el guardaparques de mirada sabia. Se cancelaron las sendas de altura por la emergencia meteorológica.
Yo me había levantado hecha un alud de buenas ondas. No llovía. Aparecían algunos nubarrones, pero como predijo el camarada Salvador, les imploraba con la mirada y los nubarrones se abrían, se dispersaban e iban dando paso al sol delgado del alba. Apenas cayeron unas gotas cuando tenía todo sobre la mesa del camping y me disponía a organizar lo que sí llevaba y lo que guardaba en una bolsa en el depósito del camping. La cámara estaba completamente descargada. Me percaté apenas me desperté, a las 6, así que la enchufé y antes de las 8 ya había tomado mates, ya tenía la mochila completamente lista con lo indispensable para dos o tres días y cualquier emergencia en, o en camino al lago Krugger, y la cámara cargada.
Dejé lo que no iba a necesitar en un depósito en el camping y arranqué, con ánimo, con energía, con mucha alegría, si hasta me parecía un día completamente despejado.
-Te estaba esperando me dijo el guardaparques de mirada sabia. Se cancelaron las sendas de altura por la emergencia meteorológica.
Se me vino abajo el ánima. Y se me asomaron las primeras lágrimas del día.
El hombre me pedía disculpas. Pero si no es culpa de nadie, le decía yo. Es que yo tengo que dar la cara, me decía él, sí, le decía yo, pero qué cara, la cara de Dios.
-El tiempo te acompañó bastante, me consolaba el hombre.
Sí, es verdad. Falta el broche de oro, le dije yo.
-Parece que tendrás que volver, me dijo él. La senda te estará esperando.

Etapa 24-De Villa Futalaufaquen a Portada Centro

Es un paseo de relax. Como para salir a caminar con una amiga, hacer un poco de ejercicio sin mucho sacrificio y charlar un rato de cualquier cosa. El sendero está bien señalizado y es muy sencillo, sin desniveles. Pasa por casas de la Villa, chacras, y cruza el arroyo Cascada que está bastante bajo y se puede obviar vadearlo saltando entre las piedras sin meter la pata. A pesar de aceptar a la lluvia como una bendición para la tierra, me siento decepcionada por no poder hacer hoy el primer día hacia lago Krugger, un sueño que hace años vengo arrastrando. El guardaparques más mayor me dijo con cierta sabiduría en la mirada, al evidenciar mi tristeza, «el sendero te estará esperando». Dicen que para mañana va a seguir lloviendo, pero que lo más bravo es que habrá vientos de más de 70 km por hora. Ahora no llueve, está nublado. Lo nublado es cómodo para caminar porque no fastidia ni el calor ni los tábanos. Yo decido que si mañana amanece como hoy, hasta ese punto de llovizna, agarro viaje, si me registran…
El sendero de hoy, hasta la Portada Centro, son 11 km y se hace en 3 horas tranquilamente, aunque se anuncian 5. En 3 horas, sin peso en la espalda, se puede hacer cómodamente; y después volver. Para volver se puede hacer dedo por la ruta.
Hoy, nubes.
Paro en el camping Los Maitenes, cuesta 45 pesos, es muy completo, hasta tiene wifi. Los espacios cuentan con su fogón, mesa, y palo de luz y están los suficientemente aislados uno de otro como para tener tranquilidad e intimidad.  Hay un restaurante y todo, desde los desayunos completos, empanadas, pizzas, sánguches, está buenísimo!

Etapa 23-De Arrayanes a Playa el Francés y de ahí a Punta Mattos

Playa el Francés. Este es un lugar al que añoraba llegar. La etapa de hoy llega según la topoguía hasta Punta Mattos, a 3 km de aquí. Pero yo me quedo aquí. Y aquí es uno de esos lugares donde me quedaría para siempre. Siempre fui y soy feliz en este lugar. Si bien al llegar, después de más de veinte años, me sentí apabullada por la cantidad de tráilers, motorhome y de gente. Di muchas vuelas. Sentía que en tantos años de ausencia había perdido por abandono un lugar que me era propio. No lograba encontrar el sitio para plantar mi casa azul. Empecé a dar vueltas y me reencontré primero con las grosellas rubias, frondosas, y profusas de frutos pulposos y maduros, y muy cerca, más arriba los guindos, cargados de racimos de a dos guindas. Sí. Por acá anda el francés, a quién le quepa duda que tema y se vaya. Los acampantes escuchan sus pasos en la noche, arrastra los pies el muy sotreta y cansado explorador del Vododawe, Thierry, mon ami. Me encanta estar acá. Volver a este lugar, siempre volver. Este lugar es mío y no hay discusión para tal legitimidad en mi corazón. Pero vayamos a la travesía:
Se empieza subiendo la loma que va hacia la laguna Escondida. No hay vueltas, sube, sube, y sigue subiendo. El bosque y la sombra son amables, la tierra es blanda, y hay unos árboles con los que da gusto detenerse a hablar por su frondosa sabiduría. Troncos enormes. Los brazos no me alcanzan para abrazarlos pero igual los abrazo. La laguna Escondida, verdaderamente escondida después de una serie de cañaverales amarillos y donde ya nadie espera encontrar algo, allá está, sublime y maravillosa, reflejando todo ese contraste de verdes muy claros y amarillos, casi como luces, entre los verdes profundos de los árboles. El reflejo es alucinante, es una pintura. Verde, verde, amarillo, dorado, más verde, más dorado, luces. La laguna es larga, se pierde cuando inicia entre las montañas, y se pierde en el más allá, entre más montañas.
Me senté a contemplar ese espejo de la tierra y llegaron cuatro personas extranjeras, de Estados Unidos, dos de ellos viven en Pucón, Chile, y los otros dos en Seattle. Lo que pasó a continuación es una anécdota increíble. Pero de verdad increíble. Literalmente increíble. No creo que pueda pasarme algo así, que me haya pasado, o que le pase a nadie, pero pasó. Se sentaron a charlar, como hablo inglés, lo hicimos en inglés. Nos preguntamos de dónde somos y qué hacemos por acá. Yo les cuento que normalmente viajo, que soy nómade, que vivo por aquí y por allá, que camino, y que voy a Palestina y trabajo en el Valle del Jordán, los beduinos, la zona C, y hablo y hablo. Ya saben que cuando hablo acerca de Palestina, tengo mucho que contar y es difícil que haga un punto y aparte. Últimamente aprovecho la oportunidad, que no son muchas, porque no me cruzo con mucha gente en la travesía, ni tampoco soy muy dada a sociabilizar cuando prefiero retirarme a la meditación, el pensamiento, y la contemplación, pero si se da, como hoy, hablo de Palestina. Cuento lo que sé, lo que los medios no dicen, lo que otros por ahí no saben porque nadie se los dijo, porque no lo escucharon pero sin embargo es una herida del mundo.
En un momento, una de las personas, Stephen, dijo que él cada tanto hace algo que es un ritual y que siente que en ese momento debe hacer ese ritual conmigo. Mientras habla saca una billetera y escarba en un bolsillo pequeño de la misma. Yo pienso que sacará una foto, un amuleto, una piedra, un símbolo. No. Saca un billete de 100 dólares doblado en tres y me lo da. El otro hombre, Bob, saca fotos y registra el momento. Le digo que no, que yo no puedo tomar el dinero. Pero él me dice que tengo que agarrarlo porque él sintió que es el momento de ese ritual y que ese dinero es para Palestina, que él puede hacer eso y que de hecho lo viene haciendo desde hace tiempo, y me cuentan una historia parecida, quizás el ritual anterior, con un taxista. Estoy tan sorprendida que no se bien qué le dije, sé que se lo agradecí en árabe y en nombre del pueblo palestino. Después me fui el resto del camino un poco preocupada pensando cómo voy a hacer para que el dinero llegue adonde tiene que llegar. Sorprendida además porque es verdaderamente increíble que en un lugar al que pocos llegan, tan escondido como la laguna Escondida, alguien te dé 100 dólares. Pero sigamos con la Huella:
Después de la laguna, al fin baja. Yo iba medio flotando y hablando con los árboles, y pensando cómo hacer llegar el dinero a Palestina. La bajada es abrupta. Más abrupta que la subida. Ojo con las patinadas. No me patiné. Llega al ripio. Se cruza y uno metros después de cruzar, por el ripio, el arroyo Braesse, un sendero entra en la ladera de enfrente, sobre el lago y bordea el Futalaufquen por unos recodos encantadores, dando algunas vueltas un poco mareantes, supongo que debidas a la presencia de pobladores en la zona. Después cruza bosques y pampas. En las pampas, algunos palos con señales se han tumbado, pero es fácil encontrar la senda, y el bosque, como siempre, es amable, y mullido. En breve uno empieza a ver las nuevas parcelas habilitadas en el Francés y tras cruzar el arroyo por un puente de troncos, ya estamos en el paraíso, o muy cerca de él, o al menos en lo que es para mí, un hogar.
Fueron 11.5 km. La guía decía que tardaría 7 horas. Tardé 4 horas y media, menos de 5 horas con seguridad, y eso, a pesar de haber estado por lo menos media hora, hablando con Stephen, Bob, y sus esposas, Sheila, y Judith quien además, es judía. Las marcas de la Huella Andina están bien. No es muy complicado, salvo por los desniveles, subidas y bajadas abruptas, pero se puede, y más después de 21 etapas de entrenamiento previo.
Y luego de encontrar mi rincón entre un guindo y un grosellar, a pocos pasos del arroyo y algunos más del lago, bajé a lavar la ropa y a bañarme y me prestaron un kayak para salir a navegar por el Futa.
Un día después completé el tramo de Playa el Francés a Punta Mattos, para cumplirle a la Huella. Va por las orillas del Futa, pasa por recodos muy bonitos del lago, y por bosque con suelo mullido de hojas. Hay partes con arrayanes y otras partes sube muy cerca del ripio, con piedras de cantera, que supongo caen del mismo ripio. No son las partes más agradables ir tan cerca del camino, pero en general es bonito ir tan cerca del lago y las vistas que se perfilan  hacia a lo largo del mismo. Se llega a Punta Mattos, un peñón rocoso, una saliencia, desde Playa el Francés suma una hora más y unos 3 km. Está bien señalizado y es muy fácil.

(faltan fotos, muchas, pero la conexión no da)

Etapa 22-De Bahía Solís a Río Arrayanes

15 km que dícese deben hacerse en 8 horas. Yo lo hice en mucho menos, saqué fotos, descansé, paré, me equivoqué e hice dos veces el Mirador del Río Verde y en menos de 5 horas ya estaba en Arrayanes. O digamos 5 horas, para no fanfarronear. Iba con todo, mochila y equipamiento y aunque varios sectores van por ripio, doy fe de que lo caminé todo.
Arranca con una bellística total bordeando el lago Rivadavia, después el río y su confluencia con el Colehuel. Después remonta este río hasta la ruta de ripio, se cruza el puente y se vuelve a meter un poquito en el río. Entra y sale del ripio. En muchas partes va por sendas paralelas al ripio, muy cercanas. Después entra en la ladera contraria y otra vez llega al ripio y es medio mareante porque es como el chasqui Inca, como aquel que cuando uno sale de Machu Picchu en el minibús aparece como un duende saludando. Si yo hubiera podido ser más rápida, hubiera pasado por el chasqui inca o el duende del bosque ya que cruzaba la ladera y volvía aparecer en el ripio. Luego, ya subiendo a los miradores del lago Verde, va por adentro del bosque mullido y amable y sube y sube hasta una zona arenosa. Hay muchas marcas, pero… no sé si iba distraída o con dolor de cabeza -mucho chocolate, pataleta al hígado-, pero no sé cómo llegué al mirador y seguí caminando, y cuando quise acordar había dado toda una vuelta y había llegado al mirador otra vez. Había una senda que bajaba, me mandé por ahí y llegué al ripio otra vez y de ahí ya no sabía si el camino que tenía que hacer para el Verde, era para la izquierda o para la derecha. Salí para la izquierda y después de unos km empecé a dudar, le pregunté a unos gauchos que venían de a caballo, y era para el otro lado, así que retomando la marcha. Antes de llegar al Verde la senda se mete y sale del ripio aunque va cerca hasta que empieza a bordear el lago Verde hasta el río Arrayanes por donde cruza la pasarela que nos permite dar una vuelta para ver el Menéndez y el glorioso glaciar Torrecillas.

Etapa 21-De Portada Norte del Parque Nacional Los Alerces a Bahía Solís

Bahía Solís es otro lugar soñado como creo que los hay en varios recovecos del lago Rivadavia. No es la primera vez que estoy acá. Estuve muchas veces antes y todas las veces, antes y ahora, encuentro rincones encantadores en este lago gigante, encantadores y nuevos.
Hoy mismo caminando la huella descubrí playas que antes nunca había visto. Pero vamos a la Huella.
La mitad de la Huella transcurre por la colina que está sobre la izquierda del camino de ripio que recorre todo el parque. Desde la Portada Norte, donde se paga el acceso y luego se pasa la seccional de guardaparques, se entra a la senda apenas cruzar el puente del arroyo Hacha. La senda sube. Es una subida de esas a las que ya, después de 20 etapas de Huella Andina, estamos más que acostumbrados. Nada del otro mundo, sólo un trepping normal. Primero se llega a una cascada de varios saltos. Hay un par de balcones para detenerse a ver. Eso sobre nuestra izquierda, sobre la derecha, a medida que subimos, tenemos vistas panorámicas del enorme Rivadavia. Interminable y hermoso. Seguimos subiendo por la colina y caminamos por un bosque fresco, mullido, y amable. Hasta un alambrado. La marca de la Huella señala que hay que pasar el alambre. Después la marca se pierde.
Antes de entrar a la senda, me explicaron en guardaparques, que desde este alambrado, hay que bajar hasta el ripio, cruzarlo a la altura del camping 3 Bahías, y entrar por ahí para hacer la segunda parte del recorrido bordeando el lago. Sabiendo esto, sabía que tenía que iniciar el descenso. No vi más marcas. Escuché un pájaro carpintero y me entretuve buscándolo entre las ramas, lo encontré, era una pareja, y los vi muy de cerca. Pensé que el camino podía, posiblemente, bajar bordeando el alambre, pero en ese caso, no tendría sentido haberlo cruzado, se podría haber bordeado por fuera. Sin encontrar marcas, me encontré en el corral de un simpático y joven alazán al que no hizo ninguna mella que yo cruzara en diagonal su casa mirando hacia los costados en busca de marcas. Salí del corral y entré a un cañaveral raleado a machetazos. Confuso caminar por ahí, pero yo sabía que tenía que bajar. Volví al corral, me gustan los alazanes, y empecé el descenso más cerca de donde había cruzado el alambrado. Llegué al ripio a través de un puesto medio en desuso donde había una camioneta, algunos aperos, y un carro viejo con ruedas de madera, posiblemente para bueyes. Al mirar atrás vi las marcas de Huella Andina. Estaba cerca.
Crucé el ripio y ahí nomás vi el cartel de Camping 3 Bahías. Entré a una pequeña senda que me conectó con un camino de tierra. No había marcas por ahí, pero era el acceso al camping y yo sabía que en esta segunda parte debía ir cerca del lago. Entré y crucé todo el camping y ya saliendo, en los árboles, empecé a ver chapitas pintadas con la insignia celeste y blanca de la Huella. Sólo se pierden en un mosquetal. Di varias vueltas en ese mosquetal. Se escucha a la derecha, pero detrás de un bosque tupido, los autos que pasan por el ripio. No es posible llegar a menos que uno lleve machete para adentrarse en el bosque. Busqué por la derecha, hacia el lago, y volví a encontrar las marcas. Se camina por un bosque hermoso, bordeando el lago y pasando por playas alucinantes donde dan muchas ganas de quedarse, en cada una de ellas, hay muchos arrayanes entre la arboleda, es un paseo muy bello, tanto que a uno no le pesa para nada la caminata y cuando menos quiere acordar ya está en el camping organizado Rivadavia a la altura de Bahía Solís. Yo me quedé en el de al lado, en el agreste. Tuve tiempo de tomar sol, de lavar la ropa, de hacer el fogón de ducharme.
Este camping cuesta 30 pesos. Hay fogones sencillos. El lugar es impagable y tranquilo. Los predios del camping se extienden a lo largo y prácticamente, cada carpa, tiene su playa particular.
Para iniciar estas etapas después de dejar Lago Puelo, hay que tomar un micro al Parque que sale a las 3.30 de la tarde, cerca de la oficina de informes turísticos de Lago Puelo. Se llega al Parque más o menos a las 6 de la tarde. El micro cuesta hasta el Rivadavia 40 pesos, y más si uno va más lejos. En la entrada al Parque se paga el acceso al mismo, para argentinos es 20 pesos, hay descuentos para universitarios y residentes en la provincia.
La etapa son 11 km y se pronostican 7 horas. Creo que es una exageración. Yo no camino nada rápido, paso normal. Me perdí dos veces y paré diez minutos. Tardé tres horas y media desde el inicio de la senda hasta el camping agreste de Bahía Solís. Y este lugar es digno de ser disfrutado. Plena belleza, plena paz.

Etapa 20-De Lago Puelo a Desemboque

Etapa super bien señalizada y con vistas espeluznantes. Imaginensé pararse en otra dimensión, o mínimamente en la estratósfera y mirar al mundo desde arriba, y ver lo que sería un mapa natural del mundo. Así se ve esta parte del mundo desde arriba de los morros que uno va atravesando en el camino desde Lago Puelo hasta Desemboque.
La idea es ir a Desemboque y solicitar previamente un remis para volver por el ripio al pueblito de Lago Puelo desde donde hay que tomarse otro bondi para continuar la Huella en el Parque Nacional Los Alerces. Aquellos que viajen en grupo, o cuenten con dinero, pueden hacerlo así, ya que el remis cuesta 100 pesos. Yo, a pesar de que es un embole hacer el camino en reversa, opté por salir muy temprano e intentar llegar a Desemboque y regresar por el mismo camino, y caminando. Casi. Casi. Quizás no me tuve la suficiente confianza para arriesgar hasta el final, sobre todo al comenzar el descenso abrupto hacia el río Epuyén por temibles acantilados. Cuando me canso, suelo trastabillar, soy muy torpe, y aunque iba con la mochila chica y poco peso, se presentaba un segundo inconveniente y es que en este sendero no hay agua. Yo llevaba una botella completa de litro y medio de la que quedaba un cuarto.
Hay un par de lagunitas, pero una de ellas, en esta época está completamente seca, y la otra, la primera yendo hacia Desemboque, no me dio confianza de agua bebible, aunque se supone potable, salvo en caso extremo, se veía muy llena de materia orgánica.
Se arranca cerca de la oficina de informes del Parque Nacional Lago Puelo, yo salí por la costa del lago, hacia la Playita y luego empieza la senda que pasa por un arroyo con poca agua y que es el único en todo el camino, así que si uno no lleva, debe cargar agua en ese arroyuelo, un hilo de agua. Se llama el Arroyo de Maninga. Después se pasan unas parvas de madera de lo que alguna vez habrá sido el Puesto de Maninga y después entre bosques muy sombríos y áreas más descampadas se va subiendo y subiendo a un morro de rocas donde la vista es de las más espeluznantes. Todo el Lago Puelo con sus contorsiones y recovecos y los cerros de fondo y al costado, el Tres Picos y el Currumahuida por el que sigue nuestra Huella.
En este morro hice un breve picnic. Llegué muy rápido hasta ahí, habían dicho que eran 4 horas pero yo apenas hacías 2 horas que había salido, se ve que iba rápido, trancos. Quería llegar. Al poco de dejar el picnic y este mirador de rocas, aparecen las lagunitas que se forman por al agua de lluvia. Ahora están casi secas. La primera tiene un poco de agua, agua quieta y con mucho pastizal y hojitas. Me acerqué, y me quedé con la que aún me quedaba de resto en la botella, en todo caso, pensé, saco a la vuelta. La segunda lagunita, en esta época, está completamente seca. Sigue el sendero, que baja y sube un pequeño morro más. De todas estas cumbrecitas, las vistas van pasando como une película que se va corriendo en cámara lenta. Ya nos vamos alejando de la imagen perpendicular del Puelo perdiéndose delante nuestro y en diagonal empieza a verse cada vez más el Río Epuyén. Se baja, se sube, se pasan zonas de árboles raleados o talados, palos, árboles caidos, se dobla, se cambia de dirección, y luego llega la parte más emocionante de la caminante, donde reina la roca acantilada y hay que ir sorteando a cada paso, huella a huella y piedra a piedra con cuidado. Se baja. Y si no apoyás bien el pie te puedo asegurar que las caídas de culo superan cualquier trasero y cualquier calzón. Menos mal que no está muy a la vista. Iba de bajada abrupta, y pensé que ya a poco de llegar a Desemboque, quizás una media hora o cuarenta minutos, o como mucho una hora más, era conveniente para mí, pegar la vuelta. Dudé de si tendría energía suficiente para llegar entera luego de tener que subir todo eso que estaba bajando por los acantilados con tanta atención, donde con el cansancio a cuestas podría quizás dar una normal trastabillada de mi torpeza, y además, el agua; me quedaba poca pero la aguanté hasta el Maninga ya llegando de regreso al Lago.
Esta senda está excelentemente bien marcada. No es posible perderse. No es tan difícil ni complicada y puede hacerse, al menos con poco peso, ida y vuelta. Calcular si se quiere hacer así, muy temprano. En diez u once horas a tranco firme, se puede ir y volver, salvo por el engorre de hacer dos veces el mismo camino, se puede.
Hay que registrarse en la oficina de informes del parque, un permiso de trekking, y entregarlo de vuelta, si uno vuelve… a mí ya casi me daba la tentación de seguir hasta el Turbio y sumergirme en las entrañas del siempre legendario, impenetrable y deseado Vododawe. Organicemos una expedición al Vodudahue. Quién se prende, además de los abrojos y las mosquetas? Yo no tengo machete, pero tengo la hoz, y el martillo, por si hace falta.
Para otorgar el permiso de trekking para este tramo solicitan buen calzado, linterna, me preguntaron si tenía seguro médico, seguro de vida, y me solicitaron un número celular de alguien por si las moscas.
Mañana hay que salir hacia Los Alerces, desde ahí se retoma la Huella Andina hacia Bahía Solís.