Un día de viaje muy corto. Esta es nuestra última parada en Honduras antes de cruzar la frontera a Nicaragua. Choluteca, la Sultana del Sur, parece ser el último centro urbano donde podemos descansar. Desde aquí hasta Guasaule, frontera, hay 46 kilómetros. Ahora el camino es más plano o con sinuosidades muy leves, o será que uno ya se adiestró en la buena costumbre de meter primera y hacer fuerza pa’arriba. Ya cruzamos toda la imponente muralla de montañas hondureñas. La carretera de San Lorenzo a Choluteca es sencilla en cuanto al relieve, pero jodida en cuanto a tráfico. Hay camiones que te sacan literalmente de la carretera porque o no te ven o no hay espacio o no les importa un pito pasarte por encima. Varias veces me bandeé yo, y no el bulto, hacia lo que sería la banquina pero que es una acera angosta de piedritas o nada, pasto, o terreno desparejo y no pensado para circular ni en bicicleta ni caminando. Antes de llegar a Choluteca conocimos a Hilda. Hilda no va a la escuela. Tiene 10 años pero no va a la escuela porque su papá no tuvo billete. Su hermana tuvo más suerte porque le tocó un papá con billete. La hermana de Hilda sí va a la escuela, pero no le enseña nada a Hilda porque Hilda vive con su abuela Francisca. Viven ahí, en una aldea en medio del camino que va desde San Lorenzo a Choluteca. Hilda se hamaca en la hamaca y ve pasar y ve pasar. Pero nosotros no pasamos. Le enseñamos a escribir su nombre, Hilda con H que no suena, con H como Honduras Hilda huérfana humilde hermosa h de hambre, hipócrita Hernández, h de hijo, hijo de puta.
Martín le hizo un dibujo de recuerdo en un cartón. Nos dibujó a nosotros en ese lugar, debajo de su palapita de palma, ella en su hamaca y nosotros en una banca, y las bicicletas. A mí me dibujó con alas en lugar de brazos, o con brazos muy grandes.
Choluteca significa ‘valle ancho’ en lengua chorotega, primeros habitantes de la región. Después los españoles emperifollaron el nombre y la llamaron ‘Villa de Xerez de la frontera de la Choluteca y mis reales tamarindos’ porque las pepitas de oro que se encontraban en Choluteca eran tan grandes como vainas de tamarindo. Choluteca, Honduras toda, era una gema de metal dorado a la que vaciaron sus entrañas, hasta las tripas le sacaron. Sólo queda esa coraza de montañas azules y tejados rojos. La mitad de los hondureños sobrevive sin satisfacer sus necesidades básicas. En los caseríos no hay agua potable. No hay electricidad ni cloacas. En los suburbios la mayoría de los chicos no van a la escuela porque como Hilda no tienen billete. Tampoco tienen zapatos. Es bello el mundo pero cómo duele la humanidad. La ostentación de las iglesias, la insignificancia del mendigo. La plaza comercial, la techumbre de palma de Francisca. El periférico, el barro. Los chicos con uniforme, los chicos descalzos. La desigualdad del dinero. La devaluación de la vida y del amor.
En Choluteca nos alojamos en el Hotel Pacífico. Es un lindo hotel con dueños muy agradables. El cuarto tiene dos camas grandes, es amplio, tiene aire acondicionado, enchufes, baño, hay garrafón de agua, hay internet, y nos cuesta 550 lempiras. Nos quedamos prácticamente todo el resto del día en el hotel. La temperatura ambiente es de 40 grados. Me senté en la galería a tomar mates pero estar afuera es insoportable. Salimos a cenar cuando anocheció, churrasquitos con tortillas, estilo tacos, 53 lempiras. Muy ricos. Hay lugares de comida chatarra en la plaza comercial donde hay varias cadenas multinacionales que ofrecen combos, por ejemplo el sándwich de pollo con papas y refresco por 37 lempiras.
Datos técnicos: San Lorenzo-Choluteca 35.2 km
2.13.28 hs
Total: 3173.95 km