Hasta el momento la honestidad de los albaneses sorprende. Aún siendo turistas y sin hablar ni entender su extraño idioma, nos damos cuenta de que nos han cobrado siempre igual que a los locales. Cabe decir que es seguro viajar a Albania, no sólo por esto, sino porque además nos hemos dado cuenta que se trata de un pueblo confiable. Al llegar a Berat, por ejemplo, un señor nos acompañó entre los callejones hacia el hotel. Nos han tocado alojamientos donde no se usa llave en la puerta principal y hemos hecho dedo varias veces. Nos han llevado sin dudar, de buena gana y nunca hemos tenido problemas ni sensación de inseguridad.
Para llegar a Berat, dormimos en Shkodër y en la mañana salimos hacia Tirana. Desde la misma Terminal de Tirana adonde llegamos, tomamos el bus hacia Berat. El boleto de Shkodër a Tirana cuesta 350 leks que es la moneda de Albania. Desde Tirana a Berat, 400 leks.
Berat es conocida como la Ciudad de las Mil Ventanas. Es la ciudad más antigua de Albania por lo que, al recorrerla, iremos desentrañando las páginas de su historia.
A ambos lados del río Osumi, sobre sendas laderas, brotan las casas claras con sus ojos infinitos. Son casas muy peculiares ya que conservan el estilo otomano con su infinidad de ventanas cuadradas que, al caer la noche, se convierten en una retahila de estrellas uniformes trepando al cielo.
Trepan al cielo porque Berat no es una ciudad llana sino que, por el contrario, está enclavada en las sinuosas laderas del monte Tomorr.
Para dormir elegimos el Piccolo Grande Amore. Un hotel con restaurante. Muy buena comida e inmejorable atención de Sergio y Eri. El desayuno está incluido en el precio y fue riquísimo, sobre todo la amplia variedad de mermeladas.
Berat tiene una fortaleza y una ciudadela amurallada. Allí hay un castillo. Subimos remontando las callejuelas del barrio Mangalem, el barrio otomano que cuelga, literalmente, de la ladera.
Este Kalaja o castillo, conocido como Bashtovës, fue sufriendo reformas de las distintas civilizaciones que se asentaron en la región. Se supone que su primera construcción sucedió doscientos años antes de Cristo.
Como ya he mencionado, viajar a Albania es seguro, por lo que, aunque era entrada la noche, antes de ir a dormir, cruzamos el río por el antiguo puente de Gorica para pasear por el barrio ortodoxo. Nos dio mucho gusto caminar en candilejas por los angostos y enrevesados callejones mientras se recortaba la postal de los mil ojos en la orilla opuesta.
En Berat hay también un casco urbano histórico y varias mezquitas e iglesias ortodoxas que se pueden visitar y a las que aprovechamos a recorrer luego del rico desayuno del Piccolo Grande Amore.
Luego nos encaminamos a tomar el minibús para ir a Gjirokaster y de paso hicimos una visita al enorme monumento que homenajea a los caídos en la guerra contra el fascismo. Honor y Gloria Eterna a todos ellos.