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Playas de Albania, Ksamil: entre el Adriático y el Jónico

Dejamos Gjirokastër con la satisfacción de haber colmado un deseo que si bien se había gestado de una novela, no resultaba ser pura ficción. El relato por más fantástico que pudiera resultar a un lector realista, traduce la magia de una ciudad increíble. Partimos entonces buscando el mar, las playas de Albania. Siempre buscamos el mar para aliviar el calor o las emociones demasiado fuertes. El mar es siempre una promesa infinita.

Salimos hacia Sarandë, ciudad frente a la cual se encuentra la isla griega de Corfu. Para ir a Sarandë tomamos un bus y luego, allí, cerca de la oficina de turismo, otro bus que hace el recorrido hasta las ruinas de Butrinto.

Como teníamos tiempo, al llegar a Sarandë, comimos algo, dimos unas vueltas, fuimos hasta el mar.

Sarandë es una ciudad concurrida. De allí salen y vienen los ferrys a Grecia todo el tiempo. Es fácil hacer una visita de uno o un par de días a la isla.

El bus hacia Butrint tiene varias paradas en los accesos a playas de agua turquesa y arenas claras. No nos deja en la mera costa sino que hay que caminar un poco y bajar alguna ladera por un camino sinuoso y más o menos largos según las playas de Albania que elijamos visitar.

En Ksamil las playas están cerca. Es una población turística veraniega.

Nos alojamos en un estudio súper confortable a dos cuadras del centro y cuatro cuadras del mar.  Allí teníamos refrigerador, cocineta, aire acondicionado, una mesa en una pequeña terraza con jardín. Fue muy cómodo y barato.

Estuvimos dos noches. Recorrimos las playas cercanas. Se puede ir tomando el autobús y bajarse en Pulebardha, y después caminar un poco hasta otra playa o tomar el autobús otra vez. No son muchos kilómetros pero hace calor, los caminos no son llanos sino que suben colinas que separan las diferentes bahías. Se pueden visitar también Shpella e Pullebabe, Kalami, Isolle Gemelle y hay muchas más.

Las playas son parte de un Parque Natural y Reserva. Son de aspecto paradisíaco pero demasiado atiborradas de reposeras y sombrillas de alquiler. Casi no queda hueco libre para tirarse en la arena. Aunque siempre logramos encontrar un lugar.

También hicimos dedo para bajar hasta la playa y por supuesto nos llevaron. Caminamos bastante entre playa y encontramos un montón de búnkers y túneles con inscripciones extrañas que se conservan desde la segunda guerra mundial.

Desde Ksamil y con el mismo bus que hace el recorrido desde Sarandë, visitamos las ruinas de Butrint, pero eso es otro capítulo de este viaje.

Viajar a Albania: Gjirokastër o Ciudad Piedra según Ismail Kadaré

Desde hace mucho tiempo quería viajar a Albania, enamorada -entre otras cosas- de este párrafo de «Crónica de la ciudad de Piedra» o simplemente «Crónica de Piedra»:

«Era una ciudad sorprendente que, como un ser prehistórico, parecía haber surgido bruscamente en el valle en una noche de invierno para escalar penosamente la falda de la montaña. Todo en ella era viejo y pétreo, desde las calles y las fuentes hasta los tejados de sus soberbias casas seculares, cubiertos de losas de piedra gris semejantes a escamas gigantescas. Resultaba difícil creer que bajo aquella formidable coraza subsistiera y se renovara la carne tierna de la vida.

El viajero que la veía por primera vez sentía el impulso de establecer una comparación, pero pronto comprendía que era una trampa, pues la ciudad las rechazaba todas; no se parecía a nada. Soportaba tan mal las comparaciones como las lluvias, como el granizo, como el arco iris o las multicolores banderas extranjeras que desaparecían de sus tejados del mismo modo que llegaban, tan efímeras e irreales como perdurable y concreta era ella. Era una ciudad empinada, quizá la más empinada del mundo, que había desafiado todas las leyes arquitectónicas y urbanísticas. La viga del tejado de una casa rozaba, a veces, los cimientos de la siguiente y sin duda se trataba del único lugar en el mundo donde, si uno se caía a un lado del camino, podía aparecer sobre el tejado de una mansión elevada. Esto lo sabían mejor que nadie los borrachos. 

Era ciertamente una ciudad asombrosa. Se podía ir caminando y, de desearlo, alargar un poco la mano y colgar el sombrero de la aguja de un minarete. Muchas cosas eran aquí increíbles y muchas otras como salidas de un sueño.
Si la ciudad albergaba a duras penas la vida humana en sus miembros y bajo su caparazón de piedra, tampoco evitaba causarle incontables dolores, arañazos y heridas a esa vida, y era algo natural pues se trataba de una ciudad de piedra y todo contacto con ella era áspero y frío.
No resultaba fácil ser niño en esta ciudad.»  (Ismail Kadaré)
 
Tanta fatalidad me sedujo sin remedio; finalmente logré llegar a ella y la vivencia superó a todas las elucubraciones de mi imaginación.
Al fin estoy aquí, donde la realidad de la ciudad dura y vertical supera la exactitud máxima del texto de Ismail.
Para llegar a Gjirokastër salimos desde Berat donde caminamos un par de kilómetros por la ancha avenida hasta la gasolinera donde el día anterior nos dejó el minibús. No hay muchos transportes hacia Gjirokastër pero al menos dos o tres por día. Salimos apenas pasado el mediodía. El minibús iba completo, incluso con banquetas en el pasillo.
En Gjirokastër nos quedamos en la casa de una familia maravillosa. Tiene apartamentos tipo estudio, con una habitación amplia con cocineta, jarra eléctrica, nevera. En el exterior, varias terrazas escalonadas y jalonadas de parras y otros frutales, ofrecen vistas completas de la ciudad y la fortaleza.
Esta fortaleza a la que subimos poco después de llegar, se eleva estratégicamente sobre una colina. Las primeras piedras han sido fechadas en el siglo XI. Luego la construcción fue ocupada por bastiones de distintos dominios, sobre todo en 1812 bajo las órdenes del gobernante Ali Pasha.
El casco antiguo y el bazar, constituyen un ramillete de callejuelas adoquinadas coloridas. El encanto contrasta con la dureza de la piedra. Las sonrisas amables de la gente completan lo paradójico. Lo vivo se hace más blando en la ciudad de piedra.
Visitamos mansiones otomanas como la casa Skenduli y Zekte en el barrio Dunavat. Estas antiguas residencias tradicionales son unas de las maravillas que nos vamos a llevar en la memoria al viajar a Albania. Las viviendas conservan sus dependencias originales tal y como eran hace cientos de años.

Nos dejamos llevar una y otra vez por las pendientes empinadas y disfrutamos cada metro. Las vistas nos sorprenden con edificios que parecen inalcanzables, sin embargo, tras trepar embarulladamente uno o dos callejones, ya estamos donde no habíamos creído llegar.

Gjirokastër es así de increíble y mágica. Andando por allí me sentí cercana, hermana de Ismail Kadaré. Una sincera bendición haber vivido este día tal y como ha sido.

Viajar a Albania y estar en Gjirokastër es un sueño más hecho realidad.

Shkodër, la puerta a los fiordos y a los Alpes albaneses

Shkodër: rumbo a las montañas malditas

Vamos a recorrer parte de las montañas Prokletije, palabra que significa «maldito» y a la que encuentro familiaridad con la palabra rusa «proklinat», maldecir. Nada que deba asustar, si hay una conclusión que sacamos de este viaje, es que viajar a Albania es seguro, además de hermoso en muchos aspectos.

Para iniciar esta caminata salimos desde Tirana hacia Shkodër. La travesía es un verdadero trajín con sabor a aventura y paisajes increíbles. Desde Tirana a Shkodër salimos de la Terminal capitalina del Norte. Para llegar hasta allí tomamos el bus número 5, desde el centro de Tirana, en dirección Institut. Nos bajamos a pocos metros de la Terminal.

El bus a Shkodër demora normalmente dos horas pero con tráfico, que es normal, tomará al menos media hora más. Llegamos a Shkodër y buscamos un lugar para quedarnos y organizar la salida a las montañas. Las salidas hacia el Lago Koman y los ferries sólo parten temprano por lo que, a nuestra llegada a Shkodër, no nos queda más remedio que quedarnos a recorrer esta ciudad que tiene una simpática peatonal y un camino de 4 kilómetros hasta una fortaleza.

Todo se puede recorrer en bicicleta. Alquilan en varios lugares y es un lugar donde el hábito de pedalear está muy arraigado. Además viajar a Albania es tan seguro que ni siquiera se necesita candado.

Las vistas desde la Fortaleza están muy buenas. Hay que subir un trecho hasta allí pero vale la pena. Las bicicletas se pueden dejar sobre las veredas y sin candado. Al parecer la gente es muy honesta.

Para dormir en Shkodër conseguimos el «My hostel». Nos resultó barato, 15 euros para dos, muy cómodo ya que tiene varias salas de estar bien ventiladas, una buena cocina, refrigerador, lavarropas en un baño y la vista desde nuestra habitación que es enorme, abarca todo lo más colorido de la peatonal. El muhazir de la mezquita le da un toque musical a la tarde.

Tirana, una capital amigable y cientos de miles de búnkers

Cómo llegar a Tirana capital de Albania

Esta vez nos dirigimos a descubrir un país insólito, sorprendente y que resultó maravilloso: Albania. Para ir ir a Albania, desde la Península Ibérica, lo que se necesita es tomar un vuelo desde cualquier ciudad con aeropuerto hacia Tirana que es la capital de Albania.

Los vuelos no son caros. Los más baratos suelen salir desde Barcelona o desde Santander a través de Vueling -evitando Ryanair que siempre es un dolor de cabeza- y combinando después. Nosotros tomamos Santander a Bologna y desde allí  hasta Tirana.  De regreso hicimos escala en Bérgamo, ciudad que pudimos recorrer ya que el trayecto es accesible y sencillo desde el aeropuerto y Bérgamo valió la pena una visita.

Ya en Albania nos alojamos en Tirana Traditional Home que reservamos previamente por booking.com sin pagar nada. El lugar es una casa bien preparada. Amplia, con sala, cocina, comedor, refrigerador. Todo lo necesario, limpio y cuyos anfitriones son muy buena onda. Muy amables nos esperaban con un té y una galletita aunque nuestra llegada fue casi medianoche. Hay dos habitaciones. En una habitación hay dos camas individuales y en la otra una cama grande, placar, sillón. Está cerca del centro y la puerta de entrada se deja sin llave.

Cómo llegar desde el aeropuerto de Tirana al centro de la ciudad?

Para llegar desde el aeropuerto al centro de Tirana tomamos el bus Luna, 100 lek que es la moneda de Albania, equivalen a 1 euro. El bus Luna se puede pagar con euros. La combi es visible a la salida del aeropuerto. Hay a cada hora hasta las 23. Llegamos justo.
Lo que se necesita para ir a Albania, sin importar las circunstancias y restricciones que imperen en la actualidad internacional, es sólo pasaporte en vigor. Aún en tiempos de pandemia, y no se exige uso de mascarilla.
Desde el alojamiento recorrimos toda la ciudad a pie. El centro neurálgico y los parques. El centrocentro es la plaza (shisha) Skanderbërg. Todo gira alrededor. Se trata de un centro lleno de vida. Calles peatonales, bares, música en vivo, edificios modernos y mezquitas antiguas.

La gente es amable todo el tiempo. No se molestan si uno no les entiende y hacen un simpático esfuerzo para explicarnos mejor.

Albania, de principio a fin se ha destacado durante nuestro viaje por la honestidad y cordialidad de su gente. Es un país seguro, más que otros, y los albaneses son solícitos y generosos sin abusar del viajero sino todo lo contrario.

Cientos de miles de bunkers

Puede resultar exagerado pero es la pura verdad. Durante la guerra fría a lo largo y a lo ancho de Albania se construyeron más de 173mil y pico de bunkers. El proyecto inicial era de más de 242mil. Los hay en todo el subsuelo del país. Cuando recorrimos la costa, en la región que rodea las playas de Ksamil, caminando y sin buscarlo, caímos en varios de estas redes subterráneas.
Fuimos a visitar uno de los más grandes, 3 hectáreas de construcciones subterráneas que albergan desde oficinas, habitaciones hasta un teatro que no tiene nada que envidiar a las salas urbanas.
Para llegar al BunkArt -así le llaman- tomamos un bus a Linzë desde la plaza del centro. Le preguntamos al chofer «Linzë, Bunkart?» y nos responde «po» que significa «sí». Si dijera «io» que se escribe «jo», es «no».
Desde donde nos dejó el bus ascendimos unos 10 minutos y nos metemos en un extenso túnel que es el acceso al búnker.
Los autobuses urbanos en Tirana cuestan 40 lek. La entrada a BunkArt cuesta 500.
Dentro de las habitaciones del búnker se ha constituido un museo histórico enorme y con muchísima información. Imposible leer y grabar en la memoria tantos datos.
La exposición está muy bien, muy completa y muy bien montada.

Finalizada la visita al búnker que en este momento está abierto hasta las 16 hs, se puede subir un poco más y tomar el Dajti Express, el funicular que sube a más de 1600 metros en 15 minutos. Arriba hay un merendero, parrillas y senderos que se adentran en el bosque.
El funicular cuesta 800 lek ida y vuelta y el horario de funcionamiento cambia según la temporada. Suele acabar entre las 16 y las 19.

Los albaneses, un pueblo amigable

Bajando a tomar el bus para regresar a Tirana, entramos a una verdulería a comprar tomate y aguacate y en mí afán de preguntar cómo se dice, nos regalaron unos tomatitos cherry deliciosos y dos tipos de rúcula espectacular.
Todas las personas que nos vamos topando son amables, agradables, simpáticas y generosas.
También son alegres y se ve que les gusta leer porque hay multitud de ventas de libros de segunda mano, muchos libros y muy interesantes. Música en la calle todo el tiempo y gente bailando también.
Anduvimos callejeando hasta cerca de la medianoche. Cenamos kebab, döner, abundante y sabroso, con cerveza kosovar y albanesa.
La noche es tranquila y segura en las avenidas y callejones de la capital.