Viajamos a dedo y no fue sencillo. Primero caminar desde el camping hasta el área de uso diurno y la casa de piedra.
A hacer dedo, Lago Quillén
Quienes están a cargo de esta área, información y guardaparques, no supieron brindar la información ni hicieron ningún esfuerzo por ayudar a solucionar el problema de salir a dedo. Hay opciones como llamar a un taxi y ellos tienen la información pero no nos la dieron.
Saliendo de Quillén a pata
Caminamos desde la zona de uso diurno 2 km más hasta donde hay alguna chacrita y más adelante unas viviendas y una señora de la comunidad Currumil fue extremadamente solidaria l subirnos a todos con nuestros bártulos en un auto que aunque no tendría capacidad para tantos ocupantes se hizo lugar y todos y todo entramos. La señora fue tan amable que nos llevó hasta Rahue donde se cruzan las rutas 23 y 46 y donde estuvimos buena parte del día haciendo dedo.
Dedo a Junín de los Andes
Sólo tres de nosotros llegamos a Junín: Mercedes, Joel, y yo; Nelson y Fanny, después de varias horas de intentarlo, antes de la caída de la tarde, desistieron y acamparon hasta el día siguiente sobre el río Aluminé. El transporte entre este cruce y Junín de los Andes pasa solamente a las 7 de la mañana y es carísimo. Sería mucho mejor si se arregla con un taxi.
El ripio entre Quillén y Junín de los Andes es una ruta escabrosa y en mal estado. Se tardan un par de horas en llegar.
En Junín de los Andes paramos en el camping Laura Vicuña, lindo pero muy caro. Tiene calefacción en los baños, ducha de agua caliente las 24 hs, un wi-fi que no funciona. Cuesta 265 pesos, carísimo. Lleno de gente pero igual tranquilo. Está bien organizado, hay electricidad, mesitas y bancos, fogones, pero el wi-fi no funciona y el precio es excesivo.
Día 9 – desde Junín de los Andes a Puerto Canoa
Actualmente hay dos autobuses en temporada, 9.45 y 16.25. El precio del bus está en 105 pesos y la entrada de pesos para nacionales es 90, para Mercosur 130 y para extranjeros 150.
A las referencias de este tramo ya escritas en post anterior cabe agregar que actualmente hay una requisa de gendarmería en la que hacen bajar a algunos pasajeros del micro y les revisan sus mochilas, las mochilas que llevan consigo arriba del bondi.
Cruzamos al camping Pichí Cullín como lo hago yo habitualmente, moviendo el banderín.
Moviendo el banderín para que venga el bote a buscarnos
Moviendo el banderín para que venga el bote a buscarnos
Nico llega a buscarnos en el bote
La familia de Ester y Nico tienen un bote nuevo, más grande. No cobran costo por el camping pero sí el cruce del lago a 35 pesos.
Sigo sosteniendo que es el lugar ideal para acampar porque tiene las mejores vistas del volcán Lanín, a cada hora sus colores cambian de acuerdo a la luz del día, y cambia su reflejo en el lago.
Las mejores vistas del Lanín desde el Pichí Cullín
Las mejores vistas del Lanín desde el Pichí Cullín
Las mejores vistas del Lanín desde el Pichí Cullín
Tiene las mejores playas, y, además, está del lado que nos corresponderá para salir de una hacia la senda a Aila.
Mi pierna está hecha mierda. Ando con una caña de bastón.
El camino a Quillén es en bajada y la bajada, con el peso en la espalda y el dolor, es insoportable. Milagrosamente llega un punto en el que el dolor ha sido tanto que me deja de doler por completo. Eso creo, que es un milagro, y así les cuento a Joel y Mercedes que me esperan tras vadear el río llegando a la comunidad Lefiman, pero el milagro dura poco.
Descampado donde pastan ovejas, cerca de la llegada al Malalco Grande
La senda está marcada, hay un par de partes, nada más, donde puede ser confuso, pero dando un par de vueltas en derredor se verán las marcas y se podrá continuar. Esto sucede por ejemplo al principio, cuando subimos una ladera rocosa, en una parte se enrarece el sendero pero hay una sola opción viable por donde se puede caminar sin grandes obstáculos ni dificultad y bien, es por ahí, después se camina por el bosque, todo en bajada, hay sombra y el suelo es blando; llegando casi al río de Lefimán, pasa también que hay un descampado donde suelen pastar ovejas y no se alcanza a ver desde un borde del descampado la embocadura de la senda al otro lado, es en diagonal, si caminamos ese descampado en diagonal, estará la marca enseguida en un árbol.
A continuación nos toca sortear un mallín traicionero, imposible no meter la pata, y después se vadea el río Malalco Grande. Hay que mirar bien el lecho, cuidado por donde se camina para vadear ya que hay pozones profundos.
Tras vadear el Malalco, momento de un milagro
Arroyo Malalco Grande
Durante esta senda las marcas son las banderitas de Huella Andina pero también hay estacas con rayas amarillas o rojas, o circulitos amarillos de lata. A veces en esta última parte pueden confundirnos huellas de animales, pero hay prestar atención y se encontrará la buena senda.
Junto a ese río, Malalco Grande, en la comunidad Lefimán, se puede acampar y está bonito y es libre. Quizás es mejor que llegar hasta Quillén aunque el lago Quillén es maravilloso pero es lejos tener que llegar hasta el camping y de todos modos al día siguiente tendremos que caminar hasta el área de uso diurno del lago para buscar la salida, a dedo, hacia Junín de los Andes donde retomar la Huella.
A 3 kilómetros de esta área de acampe en Lefimán está la cabecera del Lago Quillén, la casa de piedra donde se efectúa el registro de llegada y el área de uso diurno del lago. A 1 km y medio más está el camping.
Camino al camping de Quillén
Fogón y cena junto al Lago Quillén
El camping cuesta 120 y nos hicieron 100 por caminantes. La ducha caliente fue espectacular. Hay fogones en el piso pero no hay mesas ni bancos.
El lago Quillén es hermoso.
Lago Quillén
Este día, a la tardecita, armando la cena al fogón, tuve el placer de encontrarme a Lucrecia, una amiga a quien no conocía personalmente pero con quien había hablado bastante a partir de la Huella Andina 2013.
Esta senda, un tanto exigente, es de una magnificencia riquísima. Tiende a subir, y, a medida que subimos, el paisaje va mutando. Entramos a un bosque tupido de pehuenes, subimos y llegamos a ver el lago Ruca Choroi en todo su esplendor. Una postal.
Lago Ruca Choroi visto desde la Huella
Lago Ruca Choroi visto desde la Huella
También se ven, en dirección opuesta al lago, laderas escamosas de lava volcánica seca. Hay marcas que nos van determinando claramente la senda. Imposible perderse, en todo caso hay que buscar alguna, pero hay botellas pintadas en cañas altísimas que son como señales ferroviarias marcando el rumbo de la senda. Se cruza el bosque, ñires, algo de caña, mallines pequeños y después se suben los cerros, las lomas.
Lomas que hay que sortear durante el sendero
Lomas que hay que sortear durante el sendero
Superamos la altura de los 2000 metros. Una vez que se acaba el verde y el paisaje se vuelve piedra suele aumentar también el viento y aglomerarse las nubles. La visión es extraordinaria. Montañas imponentes y raras. Vírgenes poco visitadas. Tras dejar el verde atrás y rodear un cerro hacia nuestra derecha, vamos a tener que atravesar tres lomas de piedras. Entre la bruma vamos a divisar hacia abajo y a la izquierda, volviendo al verde de un bosquecito de ñires, el domo.
El domo es una carpa resistente puesta ahí por Parques Nacionales especialmente por la Huella Andina, las 5 personas que realizamos esta etapa dormimos dentro del domo en nuestras bolsas de dormir. Fue el mejor refugio posible en esta noche de lluvia y viento.
Bruma y tormenta llegando al Domo
Allí dentro con el calentador nos hicimos una regia cena. El domo nos protegió y nos mantuvo a salvo de la intemperie.
Día 5 -15 de enero de 2017 – Desde Pampa de Castro a Ruca Choroi
Una senda sencilla. Hay un camino ancho que nos va marcando el rumbo aunque la senda peatonal no siempre va por este camino ancho. Hay que cruzar varias veces arroyos pero se han construido en casi todas las oportunidades puentes rústicos de palo. Sólo una vez nos quitamos el calzado para vadear.
El camino es prácticamente plano con tendencia a bajada. Hay bastante sol, no hay sombra todo el tiempo porque se van cruzando campos de veranda, descampados. Hay solazo.
Lago Ruca Choroi
Tardamos 4 horas desde Pampa de Castro hasta la entrada de Ruca Choroi donde se encuentra el primer camping y continuamos media hora más hasta el Camping Trepain cerca de la casa del guardaparques. En el camping nos recibieron súper amables Carlos y Fabiana. Tienen precio de caminante, 80 pesos y la ducha es híper caliente. Hay además de una proveeduría con precios aceptables, un restaurante.
Camping en Ruca Choroi
El guardaparques Adrián vino a darnos la bienvenida y a reiterar la invitación para comer un chivo asado en su casa.
Fue genial. Una velada perfecta y hermosa. No sólo por el chivo que estaba delicioso. Además llegaron Nelson y Fanny desde el Paraguay y la familia completa de Adrián resultó ser una joya. Julia, la esposa, también guardaparques, dinámica, activa, amable, toda energía pura y con unas manos mágicas que amasaron todas cosas tan ricas, tarta de verduras, pan casero, tortas fritas. Tuareg y Aimara, y el tío Toto. Todos tan linda gente de la que después cuesta un lagrimón desprenderse. Dan tanto que es increíble que la vida de cada día les alcance para tanto.
El trabajo que han hecho ellos en toda esta área del parque y de la Huella Andina no lo he visto en ninguna de mis caminatas previas por la Huella en ninguna parte.
Un sendero IMPECABLE.
Saliendo del camping y cruzando el puente sobre la ruta de ripio, está la entrada hacia la casa del guardaparques. Olga, la guardaparque, fue solícita, amable, conversó con nosotros y nos hizo el registro además de darnos nuestros pasaportes de Huella Andina y sellar las etapas transitadas. La troup de caminantes se achicó. Solamente dos de ellos me esperaban en el sitio acordado, Mercedes y Joel. Los demás han tenido algunos problemas de articulaciones, lesiones varias, o sobrepeso insoportable en la carga. Algunos de los que quedaron en el camping Kimei Mapu, tras una simpática noche de joda y asadito, se reincorporarán luego recauchutados de ampollas y pieses, otros decidirán regresar a sus casas y andar, seguramente en el futuro, este u otros caminos.
Lago Ñorquinco
Lago Ñorquinco
Lago Ñorquinco
Este sendero es precioso. Arranca bordeando el lago Ñorquinco. Las vistas son única de tan bellas. Me quedaba extasiado mirando y mirando. Caminamos como dos horas bordeando el lago, pasamos por una cascada y vamos encontrando a nuestro paso tantísimas frutillas, frambuesas, grosellas. Probamos todo. Después el sendero empieza a subir y a despegar de las orillas del Ñorquinco, sube y sube, y pasa por un bosque quemado, ralo. Todavía sobreviven los retoños de las exóticas cerezas. Durante el trayecto el bosque intercala con algunas cañas, después con algunos ñires, despùés vuelve el bosque.
Lago Ñorquinco
Vistas del Lago Ñorquinco
Vistas del Lago Ñorquinco
Hay varios arroyitos que cruzan la senda.
En un punto, las vistas del la omnipresente cascada Coloco, a la que vemos allá abajo cayendo en un pozo profundo y azul, nos detiene un largo momento. Un buen descanso ante ese espectáculo incansable de la naturaleza. El ruido de las aguas truena desde lejos. La caída es impresionante. Caudalosa y alta.
Vistas del Lago Ñorquinco a medida que subimos por la Huella
Viene una subida sostenida pero amena. Esta subida nos va trasladando a la parte más alta del camino. No es agotador, el aire acompaña. Tras la parte más alta del camino debemos cruzar dos mallines. Son una amplia extensión pero está perfectamente señalizado, al igual que todo este tramo, por dónde es conveniente hacer el cruce del mallín. Después de los mallines la huella se ensancha y es clara y obvia. Este camino desemboca en Pampa de Castro, el sitio de pernocte. Hay un bosquecito donde se puede acampar y cruzando la tranquera hay un descampado, un sitio de veranada, donde también se puede y donde el personal de Parques, especialmente Adrián Daros y su familia, han construido un refugio. En el refugio hay mucho espacio y un fogón, y puede ser utilizado o bien acampar afuera, ya sea en el descampado o en el bosquecito.. Este sitio de pernocte está junto a un arroyito.
Nosotros acampamos del lado del bosquecito, cerca del arroyo. Hicimos nuestro prudente fogón y unas lentejas suculentas y sabrosas.
Adrián Daros, guardaparques, se acercó con su hija Aymará, ad arnos la bienvenida. Compartimos unos mates y nos resultó super buena onda, él y su buena voluntad de acercarse hasta Pampa de Castro a recibir a los caminantes.
Vistas del Lago Ñorquinco a medida que subimos por la Huella
Día 3 – desde el Vivac en busca de Puesto Viejo, regreso a Moquehue y a Ñorquinco
Al tercer día de nuestra caminata, amanecimos descansados en un lugar desconocido. A casi 1950 metros de altura, cerca de un cerro que nunca sabremos pero sospechamos que no, era el Cerro Plomo. Estábamos ahí, cerca de un lindo arroyo de aguas caudalosas y piedras claras, rodeados de montañas y lengas, cerca de una colina de arenisca beige rosada con pequeñas matitas de flores de montaña.
Retomamos la marcha luego de un prudente fogón y un suculento desayuno por el mismo sendero serpenteante a través del lengal achaparrado, luego llegamos al bosque sombrío de hojarasca y más tarde al cauce seco. Desde allí intentamos, lado a lado de dicho cauce, trepar la colina en busca de una senda que nos llevara hacia arriba hacia un verdadero cerro Plomo. Yo subí por la margen derecha del cauce y Joel lo hizo por la izquierda. No encontramos nada tras trepar unos cuantos metros así que regresamos y retomamos la marcha hasta el cruce de los dos caminos anchos. Entonces obsecuentes con nuestra meta intentamos tomar por el otro camino ancho, el que habíamos descartado el día anterior, por ahí encontramos a un brioso caminante que haría la Huella Andina completa de a tres etapas por día. Llevaba un equipo liviano y los track de varios senderos en su GPS. Quedamos en contacto con él. Finalmente. nuestro camino, tras un rodeo amplísimo nos llevó de regresó a Moquehue, cosa que ya sospechábamos por la pendiente en baja y la dirección, y desembocamos exactamente otra vez en la tranquera que decía «Pulamri» prohibido el paso.
Decidimos entonces intentar salir hacia Ñorquinco y retomar desde allí las sendas de la Huella Andina.
Nos llevó un buen rato lograr que el «dedo» surta efecto. Pero surtió y tan bien que los jóvenes super amables que nos trasladaron hicieron dos viajes para buscar al resto de los caminantes.
Ellos estaban acampando en Kimei Mapu, un camping que está en la Lagunita Verde antes del Lago y antes del Ñorquinco. La mayoría de los jóvenes caminantes, o sea todos menos yo, decidió acampar con ellos ahí y comer un asado, divertirse, distenderse, y retomar al día siguiente desde ese lugar. Yo opté por seguir y acercarme al punto desde dónde partiría la senda al día siguiente. Era a 13 km desde donde estaban ellos y no me parecía quedarme a dormir ahí y encarar al día siguiente un ripio duro de tal longitud.
Lago Ñorquinco
Lago Ñorquinco
Camping Las 3 Araucarias
Quedamos de encontrarnos a las 8.30 a 9 de la mañana en la caseta del guardaparques en la otra punta del lago Ñorquinco. Me llevó tres horas caminar por el ripio desde el camping Kimei Mapu hasta Las 3 Araucarias y, después de hacerme unos mates a un regio fogón y ducharme, me percaté de un dolor bastante insoportable e insostenible en mi rodilla derecha. No le di bola porque a mí nunca me pasa nada y me siento fuerte y bien preparada para este tipo de actividad.
Camping Las 3 Araucarias
El camping las 3 Araucarias se encuentra junto al camping Fortín entrando cerca de la escuelita que hace poco se incendió. Hay poca señalización. Sólo un cartel. Primero está el Fortín y un poco más adentro las 3 Araucarias. El Fortín cuesta 100 pesos y las 3 Araucarias 50. Me quedé en este último. Cándido el poblador a cargo es muy amable. El lugar es sumamente tranquilo, junto a un río de aguas mansas y la ducha es de agua bien calentita.
Arrancamos con todos nuestros petates prontos y bien desayunados, a las 9 de la mañana. A las 12 de mediodía no lográbamos aún dejar la diminuta pero lujosa vecindad de Moquehue, atrás. Seguíamos las referencias de la Guía de Campo 2014 ya que esta etapa de Huella Andina nunca fue habilitada ni señalizada. El camino ancho que sale a la derecha del puente sobre el río Quillahue y llega a un claro, ese camino nunca lo encontramos. Sí encontramos el puente, obvio, y si bien hay un camino ancho que sale a la derecha, a menos de 300 metros este camino vuelve sobre la ruta principal que conecta Aluminé-Ñorquinco.
Intuimos que algo en la explicación estaba mal. Quizás era el camino a la izquierda, el que dice hacia Altos de Moquehue. Un par de nosotras salimos a averiguar. Una de las personas que contactamos resultó ser un guía, amable pero que por todos los medios trató de convencernos de que no saliéramos hacia Puesto Viejo. Lo primero que hizo fue preguntarnos: -ustedes saben lo que es Pulmari? Nos dio una cátedra y nos advirtió que no podíamos entrar ahí, que alguien monitoreaba esa región. Que nos iban a sacar. Que no nos obstinemos con eso. Que la Huella Andina no existe. Que algún inconsciente con un GPS dibujó esos mapas. Los mapas de la Guía son muy malos, es verdad. Sirven más de estorbo que de ayuda. Este guía nos quería mandar a una cascada a 8 km. Nos mandó en una dirección que dijo que se bifurcaba y nos podía conectar con ese sendero inexistente que nosotros queríamos tomar. Intentamos salir por ahí pero seguíamos en medio de ese laberinto entre lujoso y polvoso. Por ahí estaba gendarmería, así que me acerqué a preguntar y la reacción fue horrible, casi violenta y de una ofuscación temible. Que no. Que no se podía. Que si entrábamos a Pulmari nos iban a tener que sacar. Intenté con la historia de la «promesa» y casi se me caían las lágrimas. -Por lo menos decime por dónde, le supliqué; el verdolaga, cruzado de brazos, asomó su mano larga por debajo del sobaco y saludó hacia el sur-sudoeste.
-y no seas tan mala onda de mandarnos a sacar -me despedí yo.
Al rato vadeamos un río por donde los autos también vadean, pasamos por un pequeño caserío, y llegamos a una tranquera que decía “Pulmari”, PROHIBIDO EL PASO; por supuesto pasamos.
Caminos de Pulmari
Es un camino ancho, un bosque cada vez más agradable de pehuenes. Sube. A la mediahora hay una bifurcación o unión de dos caminos similares. Algo así figura en la Guía. Leímos y releímos y llegamos a la conclusión de que habíamos entrado por la boca errónea pero que estábamos bien y que debíamos seguir por el de nuestra derecha, el que sube hacia el sur. Era ese camino ya que, más adelante se encuentra con el cauce seco de piedras rosadas, pero aquí fue nuestra confusión. Seguimos caminando, tras cruzar ese cauce seco. Seguimos y seguimos en dirección oeste y luego subiendo y subiendo más al sur. Entramos a un bosque sombrío donde una huella se vislumbraba apenas sobre la hojarasca seca y opaca. Después llegamos a un lengal achaparrado y lo encaramos por nuestra derecha. Había una picada bien marcada y que había sido limpiada hacía un mínimo de dos días. Los machetazos estaban frescos en las ramas de los arbustos y los brotes caídos todavía verdes. Había huellas de un solo tipo de botas. Huellas grandes con suela de borcego pesado. Entre los ñires iba contorneando el sendero, siempre hacia el sur sudoeste. Bastante al oeste y con tendencia a subir. Cruzamos un arroyo caudaloso y de piedras grandes y luego varios mallines pequeñitos y un arroyo más tranquilo y angosto que se podía cruzar de un salto. Llegamos a una montaña pelada, con arenisca y algunas flores. El filo no estaba lejos.
Buscando el filo de un cerro Plomo
No estábamos seguros de que ese fuera el cerro Plomo a cuyo filo, según dice la Guía, debemos subir. El GPS de una compañera nos marcaba 1950 metros de altura, y el filo del Plomo decía estar a 1850 metros. Además, este GPS nos señalaba una distancia ya caminada de 20 km y la distancia de Moquehue a Puesto Viejo era mucho menor (según la Guía) de 13 a 14 km.
Subí al filo y estando arriba, con mi mochila y todo, no veía más que cerros grises y rosados con manchones salteados verdes; parte de la tropa me gritó desde abajo que preferían descansar por ahí abajo así que regresamos hasta el arroyo caudaloso de piedras grandes e improvisamos un vivac en una campito pequeño pero suficiente y bastante plano para desplegar nuestra toldería.
Organizamos un fogón prudente cerca de la corriente de agua, cenamos rico como siempre y descansamos tranquilos y contentos a pesar de no haber alcanzado nuestro destino del día.
Improvisamos campamento y vivac en lugar desconocido
Improvisamos campamento y vivac en lugar desconocido
Todavía no sabemos adónde estuvimos, pero estuvo bueno. Como dice un amigo en inglés «if there is no way, leave a trail.»
La idea de esta nueva Huella, 2017, fue hacer todo el recorrido soñado por sus creadores, Estefanía y Walter. Si bien antes de empezar recibimos innumerables advertencias de que sería imposible atravesar las primeras etapas, sobre todo, nos decían, porque las comunidades mapuches no nos dejarían transitar por su territorio. A pesar de la reiteración de advertencias no dimos ni un paso atrás y tal como nos fuimos organizando a través de Facebook, Gmail, y un grupo de wasap, quienes decidimos arriesgar la partida desde Villa Pehuenia, punto inicial de la travesía, nos congregamos el día 11 de enero en el camping El Puente en la Angostura de Villa Pehuenia.
A las 9 de la mañana estábamos ahí Joel, Johana, Jessica y Jesica, Mercedes, Huilen, yo y dos franceses, Marine y Pierre quienes no habían tenido contacto anterior con nuestro grupo pero que venían a Argentina a hacer la Huella Andina con la Guía de Campo 2014 impresa y sin tener ni idea ni advertencia de lo que estaba pasando o alguna vez pasó o nunca pasó con la Huella Andina.
Estos franceses, a quienes seguimos encontrando después en varios puntos del camino, se mostraron consternados y perdidos en esta primera etapa y decidieron no caminar ni la segunda ni la tercera y re-arrancar luego desde Ñorquinco.
Pero allá estábamos y allá íbamos el 11 de enero. Nos hicimos una foto enorme que yo no tengo y espero que alguien aporte al relato. Una foto larga entre cuyos marcos fue difícil hacer entrar a NUEVE caminantes con sus obesas mochilas.
La troup lista para la largada (foto gentileza Jess Garcia)
Largamos, en media hora llegamos al puesto mapuche de control de la comunidad Puel. Un joven salió de la casilla de madera a preguntar hacia dónde íbamos, le dijimos que queríamos ir hasta Moquehue. Nos preguntó si llevábamos guía a lo que yo expliqué que no, pero que hacía mucho tiempo había caminado ese sendero y quería regresar porque había “hecho una promesa” y que esos, mis amigos de toda la vida (a quienes conocía desde hacía media hora), estaban ahí para acompañarme. La conversación fue bastante breve y muy amable. El muchacho nos dejó pasar tranquilamente, sin ningún problema, sin advertirnos de nada, sin objeciones. Simplemente sonrió y dijo “pueden pasar”, y pasamos.
El camino es fácil. Es un camino ancho, vehicular. Más adelante hay un cartel de advertencia de no ir sin guía, hicimos caso omiso y seguimos caminando. Al llegar a la laguna de Matuthue, justo antes, el camino ancho vira a la izquierda, y no a la derecha como dice la guía de campo; si fuéramos hacia la derecha, estaríamos bordeando la laguna e iríamos hacia la casa de la pobladora Rosalía. Si no desviamos a la izquierda y seguimos recto unos 400 metros, llegamos a casa de un poblador con el que me acerqué a charlar. Muy amable. Este poblador me explicó que también se podía atravesar la loma frente a su casa. El grupo nuestro se dividió en dos. Unos fueron por el camino ancho desde donde comienza Matuthue, a la izquierda, y otros fuimos por una senda con huellas de animales, a través de la loma. Ambos grupos llegamos al mismo lugar donde hay que cruzar un arroyito de aguas mansas y claras, por otro camino ancho, justo donde hay una tranquera blanca que se puede cruzar por el costado.
Al poco de andar desde aquí, ya se vislumbra el lago Moquehue. Allí, en sus orillas, y luego de vadear el arroyo Blanco, encontramos a los franceses, desconcertados y perdidos, enojados también un poco por la falta de señalización de esta etapa 1 de la Huella.
Esta etapa 1 de la Huella nunca fue habilitada ni señalizada. Sin embargo no es difícil encontrar el rumbo y tanto el camino como las picadas y la dirección hacia el lago, son obvias y claras.
Llegamos a Moquehue. Pasamos de largo el camping Trenel donde antes de mencionarlo ya nos advirtieron que seguir hacia Puesto Viejo, segunda etapa, era imposible, impensable, que no nos darían permiso y que no se puede pasar por ¿Pulmari?
Acampamos en pleno Moquehue, exclusivo enclave. Sólo para elegidos.
Luna llena en Moquehue
Nuestro campamento y equipo de lujo en Moquehue
Acampamos gratis junto al lago. Allí hicimos un fogón responsable, una buena cena, y disfrutamos de inmejorables vistas y compañía y charla y nos sentimos triunfantes por haber dado nuestro primer paso de manera exitosa. Estábamos felices y muy entusiasmados.
De Aila al refugio Auquinco, otras cuatro etapas del gran sendero patagónico narradas por María Taurizano. Una travesía inolvidable en primera persona.
María Taurizano es la primer persona en haber completado todas las etapas habilitadas del Sendero Huella Andina durante el verano de 2013,
éste simple y concreto dato no revela sin embargo lo más relevante … su enorme y profunda pasión por la naturaleza, un espíritu nómade y su cálida sencillez.María es esa escasa clase de personas a quien uno se quedaría escuchando por horas sus aventuras, experiencias y pensamientos que inspiran a idear y llevar adelante aventuras. Y aunque ella diga que se extienda demasiado en sus respuestas, no hay dudas que al leer esta entrevista vas a pensar lo contrario deseando que hubiese contado más !
– María, ¿cómo nació la idea de hacer el recorrido de Huella Andina?
La idea de hacer la Huella Andina fue el inevitable caer en la tentación apenas enterarme de que dicha Huella existía. Yo había ido a la oficina de Parques Nacionales, en Bs As, a pedir información acerca del Lanín, ya que mi idea era subir al volcán. Cuando me atienden, empiezan a sacar folletería y aparece esta novedad “la Huella Andina”, así que ahí nomás empecé a barajar la posibilidad de cambiar de idea. Ya había hecho una ruta larga antes, la Ruta Lycia, 509 km sobre los montes Tauro en Turquía y a la vera del Mediterráneo, y este tipo de travesías, que a la vez son un desafío físico, una invitación a la aventura, y significan sumergirse en la naturaleza salvaje y la incivilización, a mí me enloquecen. Si algo así se me mete en la cabeza es muy difícil que lo deje de lado.
– ¿Dónde conseguiste info previa? Descargaste una topoguía ¿de dónde?
Primero tuve un mapa, sencillo, incompleto, de los primeros trazados de la Huella, y sin explicaciones detalladas de las etapas. Simplemente era un folleto de promoción del “sendero más largo de la Argentina”. Busqué en internet y encontré en una página que no recuerdo pero que promociona el turismo en Argentina, un documento en Adobe con 24 etapas ya habilitadas de la Huella Andina. Ese documento me lo descargué en una netbook que llevé conmigo. Incluye una explicación de cada una de las 24 etapas, un mapa con el trazado, un gráfico de alturas y desniveles, y algunas consignas importantes para tener en cuenta cada día, como “no olvidar cerrar la tranquera”, o “llevar zapatos extras para vados”, recomendaciones así, además de poner si hay alguna posibilidad de transporte urbano o de servicios o proveeduría en los puntos de salida o llegada.
– ¿Cuántos días habías planeado que durase y cuántos te llevó finalmente?
Me llevó lo que había pensado. Eran 24 etapas, al menos las que tenía programadas de acuerdo a esa topoguía. Como hay puntos en que hay que desplazarse por ruta de un punto a otro para retomar ya que faltaría unir tramos mediante sendas, yo había calculado que ahí perdería un día entre salir de una ciudad y llegar a otra para seguir caminando temprano al día siguiente. Así que yo había calculado 26, 27 días. Al final fueron 29 días, con dos etapas más en el programa. El Krugger completo -ida y vuelta sin enlace lacustre- que fue cerrado por emergencia meteorológica, y el Baguilt que no yo no lo tenía contemplado pero que al enterarme que ya estaba abierto y siendo además el final de Huella Andina, decidí realizar.
– ¿Te preparaste físicamente antes? ¿Qué consejos le darías a una persona que quiera hacer Huella Andina o parte de la misma?
Yo no voy habitualmente a un gimnasio, le pongo dinamismo a lo cotidiano. Muchas veces me han preguntado por qué mis brazos son musculosos y yo me río y digo que es de pasar el trapo. Siempre hice la gimnasia hogareña doblemente productiva, y además con alegría; puede sonar gracioso pero llevo el peso de las bolsas del supermercado repartido en las dos manos y camino a casa haciendo bíceps, o llevo la mochila para caminar con 14 o 15 kg de peso en la espalda. Camino mucho, y desde chica hice actividad física, quizás más inclinada a lo artístico como gimnasia artística, acrobacia, patinaje artístico, o diferentes tipos de danza. Esta vez, pensando en una escalada, iba caminando a una escuela de campo donde fui suplente un par de meses y volví a hacer un mes de telas y aerobic en un gimnasio, pero más que nada es el dinamismo puesto en lo cotidiano, a conciencia, barrer apretando abdominales y glúteos, haciendo tríceps entre las sillas de a ratos, y caminando bastante, con las bolsas, la mochila cargada, subir y bajar las escaleras en lugar de usar el ascensor, y sobre todo la alegría y el optimismo.
– Contanos brevemente el equipo que con que hiciste el trekking: mochila, carpa, calentador, tipo de ropa y calzado, etc. ¿Cuántos kg llevabas aproximadamente? Y ahora que finalizó ¿te faltó llevar algo?
Yo no tengo equipo. Mi equipo es muy rudimentario, y hace tiempo que estoy pensando en renovarlo. Lo necesito. Lo que pasa es que es caro y siempre primero saco pasaje y relego el equipo, pero lo necesito. Lo único bueno que tengo es una bolsa de dormir que me salvaría hasta arriba de un glaciar porque es 1 kg de pluma, es lo único. La carpa es de juguete, la compré en un supermercado en México y es para que los niños jueguen en el jardín, pero resiste, no sé si a fuerza de mi fe y mi voluntad que le ruego desde adentro que no se llueva. No tiene más sobre techo que un cuadradito de tela. Pero resiste. La mochila es una mochila vieja que no tiene ningún tipo de separación con la espalda, de hecho me hizo una ampolla por el roce en la lumbares, que luego se convirtió en una llaga y luego ya se secó y endureció; la mochila no tiene el gancho para la cintura, así que le hago un nudo que a cada a rato tengo que volver a atar y ajustar porque se va aflojando. Ropa es toda ropa común. No tengo ni un par de medias para caminar o correr, ni una camiseta traspirable, ni un pantalón de trekking, ni una campera de duvet o goretex. Las botas estuvieron bien y dejaron sus huellas. Se la re bancaron. No son muy famosas, se llaman Confortex y las compré de emergencia en Bulgaria cuando las montañas Rila acabaron con las que llevaba. Tampoco pude comprarme la marmita, pero me compré una pavita de bazar y una olla que mandé derecho viejo al fogón y jubilé totalmente negras al final del viaje. Arranqué con 18 kg porque llevaba comida por demás de Bs As. Comí muchos fideos y polenta los primeros días, para alivianar, y seguí todo el camino manteniendo un promedio de 15 kg y comprando comida donde sabía que seguro iba a encontrar, para los días en que no habría proveedurías. Ni más ni menos comida, a veces más menos que más, con tal de no llevar peso en exceso, eso sí, la netbook firme para escribir el blog y ver los documentos que llevaba. Después, otro tema, era poder cargarle la batería. En cuanto a si me faltó llevar algo… nada indispensable, pero sí pienso que aunque se puede hacer la Huella Andina con un equipo básico -nada más básico que el mío- si uno puede hacerse con una buena mochila, con un buen calzado, con elementos livianos y pequeños, como por ejemplo una toalla de esas que son ultradelgadas pero secan que yo tampoco tengo aún, entonces todo eso suma para hacer más ameno el esfuerzo. Yo me arreglé bien con lo que llevaba pero reconozco que tengo un gran poder de adaptación a todas las circunstancias y carencias.
– ¿Dónde empezaste el recorrido y cómo fueron las primeras etapas?
Viajé de Bs As a Junín de los Andes para empezar desde el Parque Nacional Lanín, lago Huechulafquen, la caminata a la base del Volcán Lanín. Esa es la primera etapa que señalaba la topoguía. Luego supe que habilitaron el lago Ñorquinco más al norte, y ahora ya tengo nuevas obsesiones instaladas en el cerebro. Como primera etapa hice base en el Volcán Lanín, hacia la cara sur, camino de ida y de vuelta porque ahí no se puede dormir. Después fue del Huechu hacia Aila, sencillo y con la sorpresa que nunca antes me había pasado en otras caminatas por el mundo de tener que abrir con total confianza varias tranqueras y pasar por propiedades. Nunca olvidar cerrar las tranqueras. Ya desde las primeras etapas me fui dando cuenta que aunque dijeran “población” como en el caso de Aila, se trata de una sola familia, una sola casa, normalmente a cargo del espacio para acampar y con casi nada que ofrecer al caminante, pan casero y tortas fritas en la mayoría de los casos, pero no en todos.
– Hay etapas clasificadas como difíciles, ¿las recomendarías para gente que no tiene ninguna experiencia en el tema trekking?
Yo creo que si yo lo hice, cualquiera puede hacerlo, pero yo daría algunas explicaciones más detalladas acerca de esas etapas más difíciles. Igual fácil o difícil es muy relativo. A mí no me cuesta treparme a las piedras enormes que hay antes de llegar al Jakob, pero me cuesta un montón orientarme en medio de los descampados, y por eso se me hizo más difícil llegar al Camping Kaleuche o a Wharton que al Jakob. Igual pienso que para alguien que no tiene absolutamente ninguna experiencia en trekking, si bien creo, estoy segura, que pueden lograrlo, hay que anticiparles algunas cosas, como qué tipo de terreno será el que hay que trepar o descender abruptamente como los acantilados del sendero a Desemboque, o si llegaremos a un lugar donde no hay absolutamente nada ni nadie como el Refugio Rincón de Pinos o la Tapera de Lagos, qué es un mallín y cómo es mejor pasarlo, después cada uno reflexionará y decidirá de acuerdo a sus posibilidades.
– Contanos de las etapas que más te costaron y ¿por qué?
Probablemente las que más me costaron a mí no son las de mayor dificultad técnica. A mí me costó llegar del Steffen al Kaleuche, un camino anunciado como sencillo. Sin embargo yo salí del Steffen y después de caminar una hora llegué al Steffen. Sí. Tal cual. No es un error de redacción. Me perdí y volví sin querer adonde había salido y me di cuenta que en vez de bajar el río Manso, lo estaba remontando otra vez hacia sus nacientes. Había marcas, pero eran para la gente que hubiera deseado ir alrevés que yo. Yo iba alrevés. Y ese día fui alrevés muchas veces porque en dos descampados abiertos que crucé, en uno con algunas ovejas y un caballo, y en otro sin más que unas rosas mosquetas salpicadas por ahí, las dos veces salí mal, de tal modo que en lugar de salir a 300 metros de la gendarmería de Villegas, salí a 3 km y no sabía dónde estaba. Y esa no es una caminata que se diga de dificultad alta, pero a mí se me hizo larga porque me perdí. Lo mismo para ir a Wharton. Yo a Wharton no pude llegar y estaba tan fastidiada que hasta me dije “hasta acá llegó mi Huella Andina”, pero después, ya en un camping, bañadita y fresca, me volvía el ímpetu, le fuerza, el deseo de vencer el desafío y retomaba.
– ¿Cuáles etapas disfrutaste más y por qué?
Disfruté todas, pero en algunas los momentos intensos no me daban tregua a la emoción. La subida al Jakob desde el arroyo Casa de Piedra, desde sentir el estruendo del arroyo a poco que uno empieza el sendero, hasta los bosques amables, y la sensación más fuerte de la Huella cuando llegás casi a la altura del Jakob y el bosque se convierte en pura piedra, piedras enormes por las que es preciso trepar, ya no sólo caminar, y a tu izquierda tenés una cascada que se suicida y sin embargo sobrevive en belleza pura a los ojos de uno que está ahí. Esa parte fue sublime, y lo mismo, después de llegar, sentarse junto al lago Jakob. Yo sentí algo muy especial y diferente ese día. Plenitud. Lo mismo a la mañana siguiente, ascendiendo al paso Schwaizer por todo ese pedrero y precipicio y la laguna de los témpanos, y uno tan cerca del cielo y de la cúspide de los riscos y tanta paz. Después ya el arroyo Casalata y los mallines, medio me sacaron canas verdes, y no quiero saber nada de mallines. Prefiero las piedras. Otro día que la caminata es por demás interesante y variada es cuando vas desde Laguna Verde hacia el Refugio Rincón de Pinos, es una caminata muy rica porque de bordear la laguna y caminar por el bosque subís hasta donde está el volcán Achen Ñiyeu y después el Portezuelo del Auquinco y después otra vez bosque, y al final valles y pampas hasta el Refugio. Me encantó la costa del Lolog al día siguiente, en Refugio de Auquinco, y la caminata a Puerto Arturo que no estaba señalizada pero es clara y que se trae su emoción también. Hay que vadear el río ancho y bastante profundo, y sobre el final tiene tres trepadas emocionantes. Me encantaron también las vistas del Puelo caminando al Desemboque, se ve hasta Chile! Es como ver el mapa al natural y caminarle por arriba al mapa, y ya descendiendo al río Epuyen también te corre la adrenalina hasta las patas y es un discurrir del agua calma al agua tumultuosa, como si fueran aguas de diferentes edades, tranquilas ancianas las del lago o infantiles juguetonas traviesas las del río. Me conmovió ese panorama y me vuelve a conmover al contarlo. Pero todas las etapas tuvieron su parte de encanto, qué sé yo, caminar bordeando el lago Rivadavia hasta el río Rivadavia, vivir un día en una chacra con personas sorprendentes, tan gauchas como cultas, por demás de cordiales, ensillar una yegua y salir a ordeñar las vacas o arriar las ovejas, llegar a la laguna Escondida temprano en la mañana y ver primero su propio reflejo antes de ver la laguna misma, descubrir que el Baguilt es diferente a todos los demás lagos, que del otro lado del Huechulafquen uno no tiene más remedio que arrodillarse ante el majestuoso Lanín. Todas las etapas tienen un encanto propio y no creo que haya habido ninguna en la que sin querer y en voz alta, hablando sola, o con los árboles, se me salieran expresiones como “qué hermosura”, o “qué belleza”.
– Al final de las etapas ¿acampaste siempre en un camping? ¿qué te parecieron los campings en general?
No siempre acampé en un camping porque a veces no había, por ejemplo en Rincón de Pinos, Rincón de Auquinco, o Tapera de lagos. En los dos primeros acampé afuera de los refugios, y en Tapera de lagos no hay nada más que una pila de maderas de lo que alguna vez habrá sido una tapera. No hay nada ni nadie, salvo pumas, dicen. En otros lugares no se puede acampar al llegar, como el bosque de Arrayanes, así que lo hice ida y vuelta, y en otros como al cruzar la zona de chacras entre el Manso y el Foyel y hacia el lago Escondido, tampoco hay campings pero me quedé en la chacra de Abraham Troncoso donde fui más que bienvenida y recibida como un huésped aunque le cayera como peludo de regalo. Paré en campings de diferentes tenores. Todos constan en mi blog para más detalle. En general son lugares donde no hay electricidad, algunos tienen un generador que encienden en las noches, pero son lugares donde no siempre se pueden cargar las baterías de las cámaras por ejemplo, y es algo a tener en cuenta si uno quiere documentar la travesía. En casi todos los campings, las familias a cargo, gente del lugar, hacen pan casero y tortas fritas. Algunos tienen proveedurías, sencillas, y en general también, bastante caras. Algunos tienen duchas, algunos… no todos, algunos ofrecen un excusado, otros nada, ni una mesa de palos, o un fogón hecho nada más que de un círculo de piedras e igual te cobran. Y hay otros muy completos, como en Wharton que a pesar de ser un puesto nada más, tiene wifi y un baño regio azulejado y con ducha caliente o el Kaleuche que tiene una cabaña de madera enorme decorada con excelente gusto, o el de la UBA en Villa la Angostura que a pesar de lo estrecha del área de acampe ofrece un servicio inmejorable. Todos están en el blog y allí también están los precios y algunos datos más de cada uno. Yo, como mencioné antes, me adapto fácilmente a las circunstancias, y siempre sentí que habiendo agua y leña, estaba salvada porque siempre llevaba algo para echar al fogón. En algunos campings como el de Termas de Epulafquen, el Kaleuche, o el de Río Azul, o mismo en lo de Troncoso, sentí un compromiso serio y entusiasta con el proyecto Huella Andina.
– Tema comida: ¿conseguiste siempre para comprar en los campings u otro lugar al final de cada día? ¿qué llevabas siempre en la mochila para comer o cocinar?
Calculaba los días que tenía entre urbanidad y urbanidad, digamos entre San Martín y Villa la Angostura, por ejemplo, y llevaba algo como lentejas, o polenta, o fideos, contando al menos una comida fuerte por día. Llevaba sobres saborizadores, cubitos de caldo, queso rallado, un par de sopas, y siempre cosas pequeñas pero energizantes como maní, nuez, garrapiñada, turrón, chocolate, y también galletitas y algunos caramelitos dulces. Infaltable siempre, la yerba para el mate. La yerba mate tiene minerales como potasio y magnesio y aunque para nosotros es una tradición, ayuda mucho a recuperarse y a arrancar con energía. Para mí el mate es esencial y sé que podría sobrevivir varios días caminando y tomando sólo mate.
– Alguna anécdota o historia linda del viaje que vayas a atesorar en la memoria.
Si pienso en cada día, cada día hay una anécdota atesorada. El tema de que hubiera pumas en Tapera de lagos es afortunadamente una anécdota con final feliz, porque no hubo, o no tocaron a mi carpa. Evaristo, un baqueano del camping Cataratas desde donde más o menos arranca el sendero para subir a Tapera, me preguntó alarmado que cómo me animaba a andar sola por ahí, que por ahí había pumas. Yo muy tranquila le dije que de todas maneras los pumas tendrían otras cosas para comer, otros animalitos para cazar, y el hombre ladeando la cabeza medio de refilón, me decía con tonito no se creaaaa eh? Mire que la cenizas ha raleado mucho todo, todo menos los pumas. Yo por supuesto encaré. Tapera de lagos como escribí antes es un páramo en medio de la montaña y el monte, con un arroyo a algunos metros. Armé la carpa, encendí el fogón, y entrada la noche me metí en la carpa. Al lado de la cabeza dejé un cuchillo tramontina y el gas pimienta y me puse a pensar en los pumas. Los pumas son felinos, pensaba, como los gatos; los gatos salen de noche. Pensé que si escuchaba la garrita de un puma en la lona de la carpa agarraba el cuchillo y lo miraba de frente, pero después pensaba, un puma, un puma, pero ¿y si vienen de a cuatro? Y entonces decidí dormirme y dejar que la naturaleza sabia hiciera los suyo. Lo último que pensé esa noche fue, y bueno, si me tienen que comer… que me coman. Otro hecho medio inesperado fue hundirme en un mallín en la bajada del Casalata hacia los Césares. Yo no estaba preparada para esa contingencia, a ese extremo, y la verdad es que ahí me asusté más que con la posibilidad de pumas. Iba tanteando el terreno, con el barro un poco más arriba de los tobillos y que se me iba metiendo en la caña de las botas. Tenía los pies completamente ahogados en barro. Las marcas se han perdido en esos mallines, así que trataba de pasarlos por donde me parecían menos profundos, pero el fango es oscuro y traicionero y en una de esas, tanteé, apoyé el pie confiada y el mallín me chupó la pierna entera hasta la cintura. No sé cómo hice para tirar hacia atrás, no sé con qué fuerza pude despegarme y que además el barrial no me succionara la bota. Pensé que la perdía. Salí, y me imaginé desapareciendo con mochila y todo ahí abajo en las cavernas del pantano y al sombrerito solo flotando en los pastos. Por suerte es sólo una pintura de la imaginación. Y algo completamente increíble fue lo que me pasó en la laguna Escondida. Tan escondida como su nombre. Poca gente llega hasta ahí. Yo llegué temprano. Me senté en unos troncos a admirar los reflejos en el agua y aparecieron cuatro personas hablando en inglés. Eran de Estados Unidos. Se sentaron a charlar, como hablo inglés, lo hicimos en inglés. Nos preguntamos de dónde éramos y qué hacíamos por ahí. Yo les cuento que normalmente viajo, que soy nómade, que vivo por aquí y por allá, que camino, y que voy a Palestina y trabajo en el Valle del Jordán, los beduinos, la zona C, y hablo y hablo. Cuando hablo acerca de Palestina, tengo mucho que contar y es difícil que haga un punto y aparte. Cuento lo que sé, lo que los medios no dicen, lo que otros por ahí no saben porque nadie se los dijo, porque no lo escucharon pero sin embargo es una herida del mundo. En un momento, una de las personas, Stephen, dijo que él cada tanto hace algo que es un ritual y que siente que en ese momento debe hacer ese ritual conmigo. Mientras habla saca una billetera y escarba en un bolsillo pequeño de la misma. Yo pienso que sacará una foto, un amuleto, una piedra, un símbolo. No. Saca un billete de 100 dólares doblado en tres y me lo da. El otro hombre, Bob, saca fotos y registra el momento. Le digo que no, que yo no puedo tomar el dinero. Pero él me dice que tengo que agarrarlo porque él sintió que es el momento de ese ritual y que ese dinero es para Palestina, que él puede hacer eso y que de hecho lo viene haciendo desde hace tiempo, y me cuentan una historia parecida, quizás el ritual anterior, con un taxista. Estoy tan sorprendida que no se bien qué le dije, sé que se lo agradecí en árabe y en nombre del pueblo palestino. Después me fui el resto del camino un poco preocupada pensando cómo voy a hacer para que el dinero llegue adonde tiene que llegar.
– Un mensaje a aquellas personas que no se han puesto una mochila en la espalda para caminar en la naturaleza y se preguntan cómo será.
Llevar una mochila en la espalda y caminar en la naturaleza sin que se nos ofrezca en el camino ninguno de los servicios que nos ofrece y de los que nos envicia la urbanidad, no es tan difícil, ni tan pesado, ni sólo para valientes, ni sólo para unos pocos que deben tener estado físico y ser fuertes. Yo siempre digo que si yo lo hago, cualquiera puede hacerlo. Ahora bien, mucha gente puede haber decidido que no le gusta el reto o esta forma de andar. Si así lo afirman es porque no han probado. Se están perdiendo una experiencia sencilla y única, una experiencia que nos ayuda a aprender de nosotros mismos, porque el camino con la casa a cuestas y a través de senderos, dura muchas horas cada día, y son horas de comunicación en exclusivo con los sonidos de la naturaleza y con el propio interior. La única manera de poder adentrarse verdaderamente en la naturaleza, es esta, caminando. Hay muchos lugares a los que solamente podemos llegar de a pie, lugares que nos esperan. La llegada allí, después de haber dado cada paso, sabe muy distinto en nuestro interior a aquel lugar donde hemos sido transportados por otro móvil que no sea nuestro propio andar. Además llevarnos la mochila nos enseña el valor de lo necesario. Darnos cuenta que tenemos tanto y necesitamos tan poco para sentirnos plenamente felices.