Archivo de la categoría: Latinoamerica

La previa-De Junín de los Andes al Parque Nacional Lanín

Primera recorrida de la Huella Andina Patagónica. Las primeras etapas reales aún no estaban marcadas, ver en los POSTS Argentina-Patagonia-Huella Andina

Primera vez!

Este es el lugar más bello de la Tierra. Seguramente será la frase más repetida en este blog. O quizás, este es un lugar alucinante. Se llama Pichicuyín. Está sobre donde el lago Huechulafquen se enangosta, antes de dar a luz al lago Paimún. Justo enfrente tengo al solemne Lanín.
Para llegar hasta aquí, arranqué desde Junín de los Andes. Hay colectivos que salen varias veces por día desde Junín hacia el Parque. Salen esporádicamente y se recomienda apenas uno llega a Junín, comprar el pasaje porque viene, francamente, hasta las manos. Todos mochileros. Las mochilas no entran en los portaequipajes. El pasillo lleno de gente que no ha conseguido asiento, más, más y más mochilas. Hasta adentro del parque, desde Junín, son más o menos 60 km. El viaje es lento porque enseguida de salir de la ciudad y cruzar el río Chimuin, se agarra camino de ripio y de montaña. El colectivo se detiene a la entrada del Parque Nacional donde todos tenemos que bajar a pagar el acceso. Hoy día cuesta 10 para los riongerinos, 20 para los argentinos, y 50 para los extranjeros. Hay un descuento para estudiantes. El colectivo cuesta 31 pesos y un suplemento de 2 por mochila.
Acá dentro del Parque ya no hay conexión internet, así que si hay tiempo y algo por chusmear o contar, es mejor ir a la estación de servicio, muy cerca de la terminal, y ahí hay un barcito y wifi.
A la entrada del Parque, donde se paga, también se pueden pedir informaciones. Cuando está todo finiquitado, subimos al bus otra vez y partimos. Bordeando el Hechu empiezan a aparecer los lugares para acampar, camping agreste u organizado. Hay varios, primero está La Tapera, después, Bahía Cañicul, organizado, Bahía II, agreste, RRR agreste, y después está la Intendencia del Parque, en Puerto Canoa; allí enfrente arranca el sendero para subir la ladera sur del imponente vecino que me mira desde enfrente, el Lanín.
Hay más campings más adelante, llegando al Paimún, y en el Paimún. El mismo colectivo llega hasta allí y por el mismo precio todo.
Para subir al Lanín hay que registrarse en la Intendencia, de 8 a 11. Recomiendan hacerlo a primera hora, ya que no se puede dormir en el refugio y hay que subir y bajar el mismo día.
Para aquellos que desean cumplir con las 24 etapas ya definidas de esta travesía –hay fracciones que aún no están abiertas- que suman 560 km -luego serán 600- recomiendan cruzar el lago y dormir aquí, donde estoy yo, en el lugar más bello y alucinante de la Tierra, Pichicuyín.
Desde la Intendencia del Parque, Puerto Canoa, hay que caminar 500 metros y entrar a la izquierda en dirección al lago siguiendo un sendero de más o menos otros 500 metros. Al final se llega a la costa del lago y hay un baderín atado a una caña con un cartel que dice: si quiere cruzar al otro lado del lago, haga flamear el banderín, lo atenderemos a la brevedad.
Saqué la caña con el banderín y me puse a bailar una especie de danza india. Iba de un lado a otro de la costa, como bastonera de banderían y no veía a nadie del otro lado. De repente me pareció ver una bandada de pájaros y en efecto, era una bandada de bandurrias que me venían a buscar.
En realidad desde el otro lado me respondían otros banderines blancos, pero no tenía los anteojos puestos. Al cabo de unos minutos una canoa con dos niños, Emanuel y Ale, cruzaron remando el estrecho del lago para irme a buscar.
El camping es agreste. Hay fogones armados por lo que ni tuve que tiznar la pavita de pies a cabeza, ni tampoco la olla. Hay mesitas de madera. Dicen que por ahí hay un baño precario, pero habiendo  tanta naturaleza ni me molesté en buscar el baño. Cuesta 30 pesos con los cruces en canoa incluidos. La abuela de los nenes que es la responsable del camping se llama Ester. Junto a mi carpa corre un arroyo de agua de montaña. Hay abundante leña alrededor. Luz no hay, internet, menos, aunque tienen un sitio en Facebook que visitan cuando van a la ciudad.
Es un espacio amplísimo. Con el lago y el volcán enfrente. La costa del lago es plácida, y el agua no es demasiado fría. Hay poca gente de este lado. Para mí, que amo este silencio y esta paz, es perfecto.

Poema de Liliana Ancalao

«…yo presiento que he de andar más todavía
quién sabe cuánto
hasta vencer el miedo de acercarme hasta ellos
para medirme en sus ojos tan profundos de espacio
y aceptar el milagro de un silencio de nieve
que desprenda la costra   los últimos abrojos

si resisto es posible que me permitan ellos
sumergirme en sus ojos   ingenuos infinitos
estaquearme un instante
en el centro del tiempo

ser la libertad ser la ternura
galopando con ellos
sueltos
por la tierra»

(Liliana Ancalao, poeta de la comunidad mapuche-tehuelche Ñankulawen)
 

Santiago del Estero- ARGENTINAAAA – 11 de febrero

Si todo va como hasta ahora, mañana a eso de las 6 de la tarde entro a San Pedro. Ni yo que emprendí esto lo puedo creer. Si me pongo a pensar que allá andaba por Honduras o por Panamá y que ahora estoy acà, acà, a màs de 15 mil kilómetros de Guanajuato de donde salì el 31 de octubre. 15 mil y pico de kilómetros que serán 16 mil por cómo marcha el contador, engordados por ese desvío ansiado, obligado y que resultò fructìfero por demàs, llamado Venezuela.
Estoy tan feliz.
Voy en la ruta y no dejo de repetir la frase cèlebre de Jorge, QUÈ PAÌS QUE TENEMOS!!!!! El norte argentino es tan precioso, es una gema en estado natural. El aire huele a palo santo. No pude dejar de parar varias veces hoy en el camino. La Quebrada de Humahuaca, Tucumàn, què lindo està el jardìn de la Repùblica, despuès Termas de Rìo Hondo. Calor que no claudica. Silencio de siesta. Chicharras. Susurro de hojas. Respiro.
Lleguè a Santiago y acampo, en el camping Las Casuarinas, rodeado de parques, árboles.
Hay tres carpas locas contando la mìa. Pasa un muchacho. Nos saludamos. Pregunta obligada «de dònde sos». Respuesta al unìsono «DE SAN PEDROOOOO!!!» No se puede creerrrrrrrrrrrrr. El muchacho se llama Leonel Lòpez Villanueva y estudiò saxo en el conservatorio, asì que manda saludos para Eleonora, para Chichì y para Ronzani, va para el norte, de travesìa y aventura. Tomamos mates. Despuès nos vemos. Yo salì a caminar por esta Santiago que ya se levantò de la siesta. Esta ciudad està brilla. Yo no sè, quizàs es mi corazòn, mi alma los que hablan, pero yo veo una Argentina que brota. «Què paìs que tenemos». Yo veo los campos verdes, llenos de matas encrespadas que parecen lechugas -no sè que son- de un verde oscuro brillante, un verde màs para los indescriptibles que encontraba en Amèrica Cetral y con tanta dificultad y escasez de palabras para nombrarlos, lograba describir.
Desde que crucè la frontera, desde uno poco antes para ser sincera, desde que aquel desierto mustio se empezò a poner a naranja en Atacama, no hay paleta de pintor ni muestrario de pinturerìa que alcance para matizar los colores de nuestra Argentina y ademàs el llano. El llano anhelado. Vengo de sierras, montañas, casi todo el camino con un muro a mi costado, a mis espaldas o a esquivar en el frente, y ahora el horizonte infinito, ese que segùn Sylvia Iparraguirre -otra vez la convoco- nos permite galopar sin necesidad de llegar a ninguna parte sino solamente seguir cabalgando. Nada nos detiene.
Gracias a todos los que comparten esta travesìa conmigo. Todavìa falta un trecho que no puedo adjetivar ni grande ni pequeño porque en esta circunstancia en que me encuentro, es las dos cosas.
No sè dònde me toque parar cuando llegue a la ciudad madre, San Pedro, pero mi casa sigue rodando y la carpa es tan fiel compañera como la autita -balneario municipal? O algùn patio por ahì? O algùn techo?-. Anoche lloviò a chaparrones en Purmamarca, oì quejas de los vecinos, se les mojaban las cosas, a mì, en ese reducto que a simple vista no garantiza ser refugio seguro, no se me mojò nada. Dormì con el murmullo en el declive azul de las paredes livianas, abrigada, hasta que me despertó la mañana de los pájaros.
Hay fotos. Iràn todas juntas en pròxima presentaciòn. O veanlo con sus propios ojos. Es tan hermoso ser testigo en el camino. Yo no podìa imaginarme mi vida sin el viaje. Haber hecho este recorrido, lo que llevo hasta hoy, no lo cambio por haber hecho en estos meses ninguna otra cosa. Faltan menos de mil kilómetros hasta San Pedro, algunos màs hasta San Clemenchi. Me siento en casa. Què raro. A veces me dormìa con la necesidad de ir a mi casa y dudaba, me preguntaba «adònde queda». No sabìa. Mi casa es acá, aunque pase de visita, aunque no permanezca. Argentina es mi casa. Y por acà nos vemos.
Gracias por los consejos que me dejò anónimo acerca de rutas. Voy por la 34, la que pasa por Rafaela.
Gracias por los que esperan con vinitos, mmmm, tenga por ahì hepatlagina, mi hìgado vino mal de fàbrica.
Van abrazossssss a todossss, mañana comenzaràn a ser dados.

Purmamarca-ARGENTINAAAAAAAAAAAAAAA – 10 de febrero

Con una emoción que ustedes no pueden ni imaginarse llegué a nuestra Argentina, apasionada, cara dura, intrépida, controvertida, peleadora y tan querida! Cuando vi la bandera, ahí, ondeando en el mástil como haciendo un zarandeo de zamba, distraídamente, el cartel de BIENVENIDOS A ARGENTINA, apreté el timón y me puse a llorar. Y después a reirme y después en el camino, a carcajadas.
No me pasée mucho por Chile. El paisaje del norte chileno continúa la monotonía del largo desierto peruano. Ayer salí de Perú, llegué a Chile, dormí en Chile, hoy estoy en Argentina, hice uns cuantos más de mil kilómetros en el tramo, ya superamos los 15mil desde el inicio de la travesía en Guanajuato.
Salida de Perú, de Monquegua, cruce de la frontera Tacna-Arica. En la migra peruana siempre se exige un papelito más que en cualquier otra frontera, un trámite más, pero nada hay de complicado y detallista como la autoridad chilena. Son insoportables en ese aspecto. En el camino entre Arica y el paso de Jama, tuve 4 controles de aduana. El peor fue el primero, entrando a penas a Chile porque además de revisar todo el auto, hay que bajar todos y cada uno de los bultos y pasarlos por un scanner. Con el desparramo que a esta altura del partido yo tengo en el auto, esto me llevó un rato largo, ya que hay muchas cosas fuera de lugar.
Hubo un momento triste, el de tener que dejar al duende del árbol que viajaba en la puerta derecha. El duende del árbol que vivió en una maceta en mi oficina de Don Quijote durante añossss, que viajó conmigo hasta que una chilena con autoridad, demostrando todo su poder sobre nosotros inofensivos pero fuertes, dijo «esto no pasa». Para casi cualquiera era un palito de mierda, pero no para nosotros. Fue feo dejarlo ahí, pero acepto que quizás, tenga otra misión que cumplir ahora que yo, casi voy alcanzando esta meta.
Después de eso, iguiendo con el trámite, hay que llevar el auto a una playa donde lo pasan por un scaner, le hace una especie de tomografía, a ver si adolece de cocaína, fusiles, o más duendes ocultos.
Salí como tres horas después de la frontera con Chile y arranqué para Arica. Tuve que entrar a esta ciudad a cambiar dinero, en la frontera no había cambistas y además necesitaba cargar gasolina. Lo llené y con ese tanque hice todo el tramo hasta Calama, como 800 km. Gasolina de 95 en Chile 623 pesos chilenos.
Cabe aclarar, al margen, que a pesar de lo complicado, tedioso y cargoso que suele ser cruce de frontera Perú-Chile, gente hincha pelotas, todos los peruanos y chilenos, sin excepción, que encontré en lo cotidiano y con los que charlé un poquito, me cayero re amables.
Después de conseguir pesos chilenos, ayer, un dólar es 545 pesos chilenos, salí hacia Iquique para llegar a los cerros Pintados, pero no me gustaron, no me gustó el lugar para quedarme ahí, así que seguí. Hay poco y nada en la ruta. No hay ni una gasolinera, en Chile le dicen grifos, ni un hostal, ni casi ningún lugar para comprar comida. Pensé en dormir en Quillagua, que marca un pueblito en el mapa. En Quillagua, oh sorpresa, hay otra oficina de aduana pero ni pueblo ni hotel. Unos muchachos me aconsejaron seguir hasta Calama, eran las 9 de la noche. Descubrí que manejar de noche, si la ruta está buena, es muy lindo. Dos horas más a Calama, a las 11 pm, el simpático viejito, Eugenio, me abrió la puerta del hostal y no demoró ni dos minutos para calentar el agua y como dijo él, tomar unos matecitos, aunque después, amargo, no le gustó.
Esta mañana di una vuelta por Calama y antes de salir de Chile pasé dos controles más de aduana, más breves, sin scaner.
A Argentina!!!!! Todo bien con los papeles, con visualización del vehículo pero sin bajar las cosas, tengo el permiso para estar tres meses con el auto en Argentina y ver mientras tanto cómo funciona la ley para ver si se puede quedar y seguir siendo funcional a alguien que lo necesite, pero ya. La autita va cumpliendo su cometido. Estoy en un camping en Purmamarca, la ciudad está re linda, la plaza colorida, el mercado, y ya con la carpa en pie, en un revoltijode más de 20 carpas, casi todos argentinos, charlando, parloteando, tomando mates con los paisanos y con una felicidad que no me cabe en el cuerpo.
No puedo subir fotos porque me cambiaron las patitas de los enchufes, así que me reservo la batería que me queda hasta que consiga un adaptador.
Todo cambió de golpe, venía con una especie de abatimiento arenoso, si bien el mar y la música, vengo gastando a Soledad Bravo, me la canto -grito, vocifero- en las más de 300 canciones que me grabó mi Rau. Pero todo cambió, de golpe el paisaje se pintó de colores, las vicuñas de Coquena corren por los campos de pastizales bajos y aunque escasos, verdes, los cerros se tiñen de celestes, rojos, temibles violetas, los cactus llegan hasta el cielo, las nubes son rebaños y el aire que se filtra por la ventanilla toca una música de ocarina.
Estoy contenta. Falta un tramo, varios tramos hasta SanClemenchi.
El viernes, con este brisa que canta y acompaña mientras yo también canto, llegaré a San Pedro, primer tramo.

Playa Las Piedras-Pimentel-Perú – 1 de febrero

Hoy es el cumpleaños de mi mamá, lo hago público, cada día más joven la novia de Copello.
Estoy en un páramo, un oasis en el desierto. Playa Las Piedras, es un lugar elegido al sur de la Playa Pimentel que a su vez queda a 12 km de Chiclayo. Chiclayo no da para quedarse, al menos para mí. Es una ciudad caótica de esas en las que los motocars y los taxis y la gente aparece de la nada por todos los recovecos, tocan bocina, se cuelan por un costado y por el otro. Estando tan cerca del mar, a un paso, me vine para acá.
Armé la carpita azul, que aunque de lejos se vea como un tacho de basura, es una casita de campaña donde me siento a gusto, en mi casa. En este camping hay también chozas de palma y bambú, hamacas, lugares para fogón, cocina y es todo lindo ese reducto, pero yo elegí armar la tiendita. Mis vecinos son gringous y el ayudante del dueño, un viejo francés que se encuentra refugiado de la esposa.
Detalles técnicos de la ruta, cargar gasolina antes de encarar la ruta del desierto peruano, casi toco fondo. Desde Piura hasta unos kilómetros antes de Chiclayo no hay ni una sola estación de servicio a lo largo de casi 300 km. Cuando encontré una, solamente había kerosene, diesel y gasolina de 84 y 90 octanos, puse de 90. No había opción y no me iba a quedar en el camino. Hay gente que vende en bidones por ahí, pero no me resulta confiable.
Más detalles, es desierto, desierto por donde se mire, primero de piedra, después de arena. Hay pueblos de caña en medio del desierto, caseríos más que pueblos, todo mimetizado en el mismo color ocre. Cada tanto se ve el vaivén de una persona cruzar la carretera casi recta y abúlica, los espejismos confunden. No anda mucha gente. Recomiendan hacerla de noche, por la fresca, afortunadamente esta mañana salí temprano y no hizo demasiado calor. El aire acondicianado no lo uso para no forzar el motor y gastar menos.
La gasolina barata de Ecuador se acabó. Acá cuesta 11 soles y monedas el galón. 1 dólar = 2.8 soles.
Imposible subir las fotos, se las debo.
Van abrazotes!!!! Desde el Pacífico peruano.

ENCUENTRO EN PANAMÁ-Con la vida en un carro

Cual caracoles que llevan su casa a cuestas estas dos mujeres argentinas que de casualidad se reunieron en Panamá en su recorrido por América, viajan para aprender y enseñar
DARMA L. ZAMBRANA
dzambrana@laestrella.com.pa

Sus casas las llevan a ellas, un poco como el caracol pero a la inversa. Sus carros, en los que recorren kilómetro tras kilómetro en la superficie inmensa de esta América, son sus casas. Allí tienen de todo. Sus recuerdos más preciados, las fotos de sus hijos, sus enseres de cocina, su ropa, un mapa, quizás una carpa, un GPS que no funciona y una de ellas hasta un rottweiller de miedo.

Con el pelo castaño muy corto, el flequillo casi blanco en la frente y cuentas de colores en uno que otro mechón de cabello, Zulema sorprende a quien la conoce por su nueva ocupación: jubilada viajera. Pero no porque viaje o porque esté jubilada, sino porque a sus 61 años viaja sola por los extensos caminos del continente sin más compañía que Pelé, su robusto rottweiler de 7 años, que la protege celosamente día y noche.

Zulema que afirma que es del mundo, nació en una casa de viajeros, pues sus padres le dieron la vuelta al mundo varias veces, se jubiló el 1 de julio de 2008 y el 15 de ese mismo mes dejó la casa donde vivía en El Calafate, muy cerca del glaciar Perito Moreno en la Patagonia argentina y empezó su periplo por el continente. A bordo de una Toyota Four Runner 2001 de color rojo que tiene la bandera argentina en todas partes, con el asiento del copiloto ocupado por Pelé, se incorporó a un grupo de vehículos doble tracción que desde Iguazú hace todos los años un recorrido por la Amazonia.

Manejó por 20 días entre Brasilia, Belem, las Guyanas, Manaos y otras poblaciones sin un peso en el bolsillo esperando que le llegara la primera remesa de su jubilación. Así llegó a Venezuela, estuvo en Colombia y Panamá antes de llegar a Costa Rica donde permaneció 40 días para regresar aquí y continuar su recorrido hasta Alaska que es su destino. No tiene apuro, quiere disfrutar de todos los lugares por los que pasa, quedarse y partir cuando le plazca.

“Tengo fecha libre hasta junio de 2010”, cuenta, “porque estoy anotada en una caravana que parte desde el norte hasta Chile para celebrar el bicentenario de ese país”, agrega y después Zulema seguirá viajando hasta “que el cuerpo me deje”. Para ella viajar y conocer gente es una experiencia única, una forma de crecer y madurar. Y empezó muy joven, a sus 17 años formó parte, junto a su madre y dos hermanas, del equipo argentino de hockey femenino y estuvo en Alemania y España representando a su país.

Maestra de Educación Física hasta su jubilación, Zulema no le teme a nada, salvo a perder el coche porque eso significa “perder la vida”. Confiesa que la inseguridad le preocupa un poco, “no me da miedo”, dice, “la gente me ayuda mucho y ya tengo mi vida hecha, no me importa si me pasa algo y me muero en el camino, solo me preocupa mi perro”. Divertida comenta que su hijo, que la apoya en todo lo que hace, le ha pedido que “no te vayas a morir muy lejos, de repente tengo que ir a buscarte”.

Esta mujer de pequeña estatura, bronceada por los soles de muchas jornadas al aire libre se topó en Panamá sin pensarlo con otra, 18 años más joven, también argentina que hace el viaje en sentido inverso pero al igual que ella con su casa a cuestas. María, que ha viajado mucho con sus dos hijos y que desde octubre pasado, hace una travesía por primera vez en su vida sola, sin ellos conoció a Zulema cuando ambas tomaron contacto con Tea otra compatriota residente en Panamá que las ayudó en los trámites de traslado de los vehículos.

Después de vivir 6 años y medio en Guanajuato, el tiempo más largo en alguna parte, María cuenta sonriendo y entrecerrando sus pequeños ojos verdes que “seleccioné de mi casa lo que tenía algún significado para mí y lo metí en mi auto. Primero los adornos, los barquitos de diferentes países, las muñecas de coco, las balsitas de Bolivia, los sombreritos de Turquía, las castañuelas de mi abuela que era gitana, la bandera de Argentina y me marché”. Su automóvil un Matis Pontiac 2007 color rojo fuego se ha convertido en su casa mientras llegue a San Clemente del Tuyú, al sur de la Provincia de Buenos Aires, donde piensa recalar después de recorrer Centro y Sur América.

Menuda, musculosa, también bronceada y con el cabello negro recogido en dos trenzas, María ha hecho de todo para sobrevivir y puede intentarlo todo si es necesario. Tiene en el Matis una valija de disfraces y una máquina de escribir Olivetti, donde ya ha escrito cuatro novelas de ficción con elementos de todas las personas que va conociendo en el camino. Ha trabajado como actriz, cantante, periodista, patinadora en hielo, acróbata y es maestra de profesión.

Desde que nacieron sus hijos ha hecho infinidad de viajes con ellos. Cuando llegaban a un nuevo lugar si les gustaba se quedaban y si era por una larga estancia María les buscaba escuela y ella trabajo para partir de nuevo cuando tuviesen ganas. Así estuvieron en diferentes países de Europa y América. Hoy ambos hijos, de 19 y 21 años, ya han empezado a hacer su propio viaje, es decir su vida y por eso ahora ella emprendió este recorrido sola con el propósito de encontrar un lugar donde vivir y trabajar “y dedicar el resto de mi vida a mejorar las condiciones de vida de otras personas y aportar a los procesos sociales en Latinoamérica”, dice María.

Ahora mismo le interesa trabajar en Venezuela, Bolivia o Nicaragua. Tiene en perspectiva un proyecto comunitario como voluntaria en Palestina por un par de meses y después un tiempo en América Latina. “Siempre es por un tiempo y nunca sé cuánto”, dice María que a lo único que le teme es a la idea de “instalarse” en alguna parte, “mi vida es andando” agrega pensativa, mientras sorbe un poco de mate “el auto es mi vida, es lo que me lleva y me trae, todo lo que me interesa está en él, ahí está mi pasado”, agrega.

“Cuando empecé a viajar, tenía pronóstico de melancolía” recuerda María, pero aclara a continuación que felizmente aún no la ha experimentado. Nunca se ha sentido sola y por eso no siente la necesidad de viajar con nadie y, por el momento, tampoco le hace falta una pareja. “Me basto a mí misma”, asegura, “solamente estaría con alguien como el Comandante Marcos, con quien comparta los mismos principios de lucha, de otro modo no”, dice haciendo referencia al guerrillero zapatista.

Y en eso coincide con Zulema que mientras sigue cebando mate, opina que no quiere que nadie le cambie el rumbo y por eso prefiere viajar sola.

“Los argentinos somos todos inquietos” dice María reflexionando sobre el viaje de ella y de Zulema, dos mujeres fuertes, decididas y valientes, que por encima de todo han comprobado y demostrado que se tienen a sí mismas.

http://www.laestrella.com.pa/mensual/2010/01/03/contenido/187545.asp

Comitán Domínguez-Chiapas-Zona RRE ZAPATISTA- 3 de noviembre

Acá estoy, chocha en Comitán Domínguez. Es un lugar donde no pensaba detenerme, sin embargo, pasé, espié y me ha fascinado.

Partí «tarde» del camping de Palenque. La mañana es un grito en la selva, entre los monos y los pájaros y los frutos que se ofrecen desde los árboles y las gotas que se cuelan después de la lluvia entre las ramas. Me senté en el borde de la carpa, pequeña pero resistente a la tempestad. Anoche llovió mucho y fuerte y mi carpita azul y pequeña se la bancó.

El grito de la mañana, temprano, el cielo plomizo pero quieto y yo en el borde de la carpa, cruzada de piernas y el mate. En eso conocí a Luis. Es biólogo, de Guadalajara, viene bajando de Yucatán con una pareja vienesa con los que anduvo por Europa haciendo temazcal, acupuntura y otras yerbas. Charlamos, tomamos mates y cualquiera diría «se hace tarde». A mí no se me hace tarde. Yo no quiero que se me haga tarde. Quiero conjugarme con el tiempo como se presenta en una especie de simbiosis con el cosmos. El horario del reloj, el de los números, es falso, a veces nos sirve de guía, pero yo estoy en este viaje y mientras dure, quiero que dure en otro tiempo en el que creo es verdadero.

Así voy, tarde según los relojes, y llego a tiempo a esta ciudad bonita a la que no esperaba llegar. El panorama durante el trayecto de no más de 200 km que separa Palenque de Comitán, es tentador, interesante. No se puede ir rápido por ésto, y además, porque es un recorrido de curvas en la selva montañosa. En el trayecto creo recordar solamente tres rectas de no más de 300 metros en los que me saqué las ganas de acelerar a más de 60 km por hora. El resto, con calma, mate, pan, queso, fotos.

Llovizna de a ratos y hay poblados todo el tiempo y familias que se desplazan por el borde de la carretera con sus bebés colgando de los aguayos coloridos y sus trenzas y hay hombres y niños que vienen y van siempre con su machete.

La zona es declarada territorio zapatista, versa en los letreros, «aquí el pueblo es el que manda».

La ruta está buena, hay escuelas bilngües, pero cuánto falta! Por qué hay que seguir al paso del más lento? Hasta cuándo? La diferencia visible y dolorosa de las condiciones de vida de estos pueblos diseminados en este estado rico, exhuberante y bello… cuán difícil para ellos y para quienes de veras deciden luchar por ellos tratar de acercarlos a los avnaces acelaradísimos del mundo, de la tecnología, la comunicación, los descubrimientos.

Siento que habría que prestarles más atención. Mucha más atención. Se necesita más atención.

Entre Palenque y Ocosingo, me dejaron anonadada dos situaciones, mujeres indígenas semidesnudas, no pensé que era común en esta zona, y hombres, tirados a la vera del camino, tirados, durmiendo… borrachos… paré. Estaban vivos, pero tirados, inconscientes, y no todos juntos, porque bien podría pensarse que venían de una farra, todos juntos y ahí se quedaron con su pedo, pero no. Uno por ahí, otros dos, unos kilómetros más adelante y cerca, en el poblado, las mujeres, como si nada o si todo, lavando la ropa en una tina común, todas juntitas.

No quería pasar esta noche en medio de la frontera, en ese pueblo agobiante que es La Mesilla y que ya crucé hace poco. Los guatemaltecos siempre son amables y Guatemala es para mí GuateBONITA, pero no quería dormir en medio de la frontera. Tampoco se me antojaba entrar a San Cristóbal de las Casas, de donde salí decepcionada hace poco ante el giro comercial en que lo tornó la presencia zapatista, quizás como medio para mejorar la calidad de vida, pero que ha llevado a la población, no siempre autóctona, a tener una actitud antipática. Por eso y porque así es la vida y el viaje y el viaje de la vida estoy en Comitán Domínguez.

Encontré un hotel, no es de cinco estrellas pero sí de cinco camas, tengo cinco camas en mi habitación! Un baño privado, una televisión y un lugar a una cuadra para guardar el coche bajo reja y candado.

Hasta el momento la gente me ha resultado de lo más amable, el lugar pintorezco y la comida no sé, aunque tengo un poco de hambre así que les contaré en la próxima. Ah, el hotel con toda ese comfort me cuesta 100 pesos que es menos de 10 dólares y esta mañana puse 150 pesos de gasolina. No hay casetas ni he comprado más comida porque me quedaba de ayer, sólo agua, pa’l mate, vio? Y acá estoy, en el ciber, con el termo y el mate.

Abrazos compañeros del camino.

Seguiré contando cómo va todo.

Los que acceden a facebook, pueden, si tienen ganas ver más fotos de la travesía.