Primera recorrida de la Huella Andina Patagónica. Las primeras etapas reales aún no estaban marcadas, ver en los POSTS Argentina-Patagonia-Huella Andina
Primera vez!
Este es el lugar más bello de la Tierra. Seguramente será la frase más repetida en este blog. O quizás, este es un lugar alucinante. Se llama Pichicuyín. Está sobre donde el lago Huechulafquen se enangosta, antes de dar a luz al lago Paimún. Justo enfrente tengo al solemne Lanín.
Para llegar hasta aquí, arranqué desde Junín de los Andes. Hay colectivos que salen varias veces por día desde Junín hacia el Parque. Salen esporádicamente y se recomienda apenas uno llega a Junín, comprar el pasaje porque viene, francamente, hasta las manos. Todos mochileros. Las mochilas no entran en los portaequipajes. El pasillo lleno de gente que no ha conseguido asiento, más, más y más mochilas. Hasta adentro del parque, desde Junín, son más o menos 60 km. El viaje es lento porque enseguida de salir de la ciudad y cruzar el río Chimuin, se agarra camino de ripio y de montaña. El colectivo se detiene a la entrada del Parque Nacional donde todos tenemos que bajar a pagar el acceso. Hoy día cuesta 10 para los riongerinos, 20 para los argentinos, y 50 para los extranjeros. Hay un descuento para estudiantes. El colectivo cuesta 31 pesos y un suplemento de 2 por mochila.
Acá dentro del Parque ya no hay conexión internet, así que si hay tiempo y algo por chusmear o contar, es mejor ir a la estación de servicio, muy cerca de la terminal, y ahí hay un barcito y wifi.
A la entrada del Parque, donde se paga, también se pueden pedir informaciones. Cuando está todo finiquitado, subimos al bus otra vez y partimos. Bordeando el Hechu empiezan a aparecer los lugares para acampar, camping agreste u organizado. Hay varios, primero está La Tapera, después, Bahía Cañicul, organizado, Bahía II, agreste, RRR agreste, y después está la Intendencia del Parque, en Puerto Canoa; allí enfrente arranca el sendero para subir la ladera sur del imponente vecino que me mira desde enfrente, el Lanín.
Hay más campings más adelante, llegando al Paimún, y en el Paimún. El mismo colectivo llega hasta allí y por el mismo precio todo.
Para subir al Lanín hay que registrarse en la Intendencia, de 8 a 11. Recomiendan hacerlo a primera hora, ya que no se puede dormir en el refugio y hay que subir y bajar el mismo día.
Para aquellos que desean cumplir con las 24 etapas ya definidas de esta travesía –hay fracciones que aún no están abiertas- que suman 560 km -luego serán 600- recomiendan cruzar el lago y dormir aquí, donde estoy yo, en el lugar más bello y alucinante de la Tierra, Pichicuyín.
Desde la Intendencia del Parque, Puerto Canoa, hay que caminar 500 metros y entrar a la izquierda en dirección al lago siguiendo un sendero de más o menos otros 500 metros. Al final se llega a la costa del lago y hay un baderín atado a una caña con un cartel que dice: si quiere cruzar al otro lado del lago, haga flamear el banderín, lo atenderemos a la brevedad.
Saqué la caña con el banderín y me puse a bailar una especie de danza india. Iba de un lado a otro de la costa, como bastonera de banderían y no veía a nadie del otro lado. De repente me pareció ver una bandada de pájaros y en efecto, era una bandada de bandurrias que me venían a buscar.
En realidad desde el otro lado me respondían otros banderines blancos, pero no tenía los anteojos puestos. Al cabo de unos minutos una canoa con dos niños, Emanuel y Ale, cruzaron remando el estrecho del lago para irme a buscar.
El camping es agreste. Hay fogones armados por lo que ni tuve que tiznar la pavita de pies a cabeza, ni tampoco la olla. Hay mesitas de madera. Dicen que por ahí hay un baño precario, pero habiendo tanta naturaleza ni me molesté en buscar el baño. Cuesta 30 pesos con los cruces en canoa incluidos. La abuela de los nenes que es la responsable del camping se llama Ester. Junto a mi carpa corre un arroyo de agua de montaña. Hay abundante leña alrededor. Luz no hay, internet, menos, aunque tienen un sitio en Facebook que visitan cuando van a la ciudad.
Es un espacio amplísimo. Con el lago y el volcán enfrente. La costa del lago es plácida, y el agua no es demasiado fría. Hay poca gente de este lado. Para mí, que amo este silencio y esta paz, es perfecto.