De Tal a Chame

Adelantamos un
día del pronóstico planeado. Fue una jornada larga pero tan hermosa y
placentera. No importa tener que subir cuando uno pasa debajo de una cascada
impresionante o sin previo aviso se le aparece el macizo Manaslu de frente con
un manto de nieve que le cae hasta las súbditas colinas de los cerros más
bajos. Tuvimos que cruzar tres de esos puentes temerarios, por la cuerda floja,
más de trescientos metros a no sé cuántos metros de altura, cien metros de
altura más o menos. Vértigo. Pasamos por bosques de coníferas donde viven
pandas rojos, íbamos en silencio, pero no vimos ninguno, quizás porque están
haciendo una carretera que reúne todos estos pequeños pueblos y el ruido de las
máquinas ha espantado a los pandas. Quizás se han mudado hacia más adentro del
bosque. Pasamos por innumerables pueblos Khotro, Dharapani, Danakyu, Timang
desde donde las vistas del Manaslu son galopantes, Thanchowk, típica villa de
montaña. Todos pueblos de entre cinco y veinte casas, y en todos, albergues y
comidas para el peregrino y gente muy simpática, Namasté, hasta los nenes más
pequeños juntan sus manos para saludarnos. Es una sensación que nos alegra por
dentro. En Bagarchhap, el pueblo al que preveíamos llegar hoy, comimos un curry
y tomamos mates. Martín pidió una cerveza local que resultó ser como un
destilado fermentado de algún cereal, bastante fuertecito, pero que no le
impidió seguir trepando a tranco firme y decidido. La guía de trekking anunciaba
que serían de seis a siete horas hasta Bagarchhap, y luego de cinco a seis
hasta Chame. Nosotros tardamos en total ocho horas desde Tal, paramos a comer
curry, a tomar un refresco en Timang, a sacar fotos toda vez que se nos antojó,
y acá estamos, en un albergue de Chame. Nos acabamos de mudar de otro porque
querían cobrar por todo, decía que tenía internet pero no wifi, en realidad sí
tenía wifi pero  cobran bastante caro, 10
rupias el minuto. Es insólito que haya internet en este lugar en medio de las
montañas donde casi no hay electricidad. Nos mudamos de ese hotel, a otro igual
de sencillo, pero que nos pareció mejor onda. El clima cambió. El calor
subtropical se hizo bastante fresco. Ya estamos a 2700 metros de altura y
comienza nuestro de proceso de aclimatación a la merma de oxígeno en la
atmósfera. Caminar en las montañas, a pesar del cansancio normal que conlleva,
es conmovedor y emocionante. Martín dice que tiene los ojos cansados de tanto
ver, pero hoy, en el camino, me enseñó que el cielo es inmenso pero nosotros
somos más grandes porque somos capaces de verlo. Agradecer estar en este lugar,
no es suficiente. La riqueza adquirida cada día desde la naturaleza, desde la
sorpresa de las cumbres que irrumpen en el infinito como si se vinieran
asomando desde el más allá, y la gente y sus costumbres, no vale en rupias, es
impagable.

Pero hablando de
rupias, este albergue cuesta 200 rupias nepalesas,  2 dólares con 35 centavos.
  

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