El nombre podría resultar casual. Nombre de Dios es un pueblo maravilloso. Acabo de llegar de ahí. Nombre de Dios podría parecerse al paraíso. Acampamos con David en una finca a pocos metros del mar. La finca es de Guido Dionisus, dueño del hostel Wunderbar (fabuloso) de Puerto Lindo donde estuvimos hace algunos días. Noche en la finca, a la luz plena de «sincuenta» estrellas, días de caminata en orillas vírgenes como restan pocas en el planeta y en compañía de un hombre que se rescató de la gringuitud para no salvarse, Benedeti dixit.
Tengo fotos que en unos días compartiré con los que se acercan al blog. A estas horas quiero hacer llegar mi abrazo a todos aquellos rincones donde pudiera estar presente de alguna manera y a pesar de la distancia que me separa tridimensionalmente en este viaje, sin dudas estamos juntos, en la misma frecuencia de esa supercuerda, en la misma música.