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Día 20 (9 de abril) – de El Aguacatal a Escárcega

La autopista es cada vez más recta. La monotonía del paisaje, la carencia de civilización, convierten en un espejismo la llegada a ninguna parte. Hay que aprovechar el menor indicio de rastro humano para pedir agua. Lo mismo con la sombra disponible, cada garita es propicia y se agradece al cielo cada nube. No hay mucho tráfico, avanzamos sin pánico con la brisa caliente en contra. A veces, una ráfaga arrastra olor a gardenias o a jazmines invisibles. Alrededor sólo es verde, una maraña de arbustos y árboles que forman una muralla impenetrable. Hay palo tinte, y el olor de sus flores es picante, parecido al anís. Palo tinte huérfano de explotación pero a salvo del exterminio desde que la química y el petróleo hicieron buenos negocios.

En el recorrido de 115 kilómetros hay una sola gasolinera. Siguen los carteles pintados a mano que anuncian ranchos que sólo existen en mapas desactualizados aunque van punteando el camino con sus nombres: Rancho La Pasadita, Rancho Marisabel, Rancho El Capulín, Rancho San Jorge, San Miguel, y todos los demás santos. El primer poblado real del recorrido es Mamantel, a 60 kilómetros del Aguacatal. Ahí hay algunas tiendas y un un señor que vende cocos a la sombra de una garita. Si seguimos 9 kilómetros más, antes de llegar al paraje 18 de marzo, encontraremos un buen lugar para comer. Llegando a Escárcega hay una segunda gasolinera.

Escárcega es una ciudad mediana. Hay movimiento y rompe los esquemas de las ciudades netamente cuadradas. Tiene una plaza redonda y calles diagonales. Nos alojamos en el Hotel María Isabel, está cerca de La Glorieta y en la vereda tiene una escultura de un maya. Es un hotel precioso. Este hotel fue uno de los más lindos y de mejor relación calidad-precio. Tenemos un cuarto fantástico, con ducha de agua fría y caliente, hay internet y funciona bien. Los colchones son cómodos, hay tv, y mobiliario sufi ciente para cualquier necesidad. El hotel cuenta con una cafetería. Es limpio. Tiene un patio interno con un antiguo pozo de aljibe. Su dueño, Juan Carlos, es un tipo fenomenal. Estaba admirado y feliz de recibirnos ya que nos había pasado en la ruta esa misma mañana cuando apenas salíamos del Aguacatal. Los viajeros en bicicleta somos muy visibles. Llamamos la atención en la ruta o la autopista. Por la carga o la bandera de Palestina que siempre viaja conmigo. La gente curiosa se pregunta de dónde vendrán adónde irán. Muchísimas veces nos pasó que la gente nos pasaba, nos sacaba fotos, o nos volvían a encontrar y nos contaban que ya nos habían visto en tal o cual lugar. Así fue con Juan Carlos y, de casualidad, le caímos en el hotel. Nos hizo precio aunque su amabilidad fue impagable. Queríamos ir a comprar pan y en lugar de explicarnos el camino a la panadería, nos llevó en su auto y nos esperó.

“1350 kilómetros. Águilas, serpientes, monos aulladores, osos hormigueros, zarigüeyas, armadillos, puercoespines, jilgueros, patos, pavos reales, pelícanos, buitres, garzas, zorillos, iguanas, cocodrilos, perros, vacas, ovejas, cabras, gallinas, gatos, caballos ¡y todos mexas! Todo aquel con algún impedimento, si tiene el valor de atreverse, es capaz de lograr algo que los demás no pueden.” (Martín Murzone)

Datos técnicos:


El Aguacatal-Escárcega 115 km
7.23.08
Total: 1350.61 km.