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¡Volver a México! Mayo de 2021-Puerto Escondido

Volver a México. México siempre es una puerta abierta. Cuando todo el mundo ha decidido vivir en un perpetuo velorio, recluir a cada quien en su propia tumba, no importa si es en la misma completa soledad, en un espacio de cuatro paredes sin ventanas o, para los más afortunados en su hogar dulce hogar con patio y jardín. No importa. Cuando nos han querido aislar por todos los medios, México rebelde nos vuelve a abrir sus puertas y los corazones de sus gentes.
Escapé. Harta de las restricciones y los anuncios de más restricciones. Basta. Necesito aire. Necesito libertad. Y sobre todo, dejar de pensar en lo que vendrá. Dejar de mirar las noticias para enterarme hasta dónde puedo ir en bicicleta sin tener que hacer papeles para justificar la salida.
Volé a México con un boleto que me pareció tan barato que hasta último momento dudé de si me llevarían o no. Todo fluyó increíblemente bien.
El vuelo: Madrid-Cancún con una escala en Lisboa. Vuelo de TAP de Portugal. El precio, aún me pongo colorada, 249 euros -ida y vuelta, aclaro por las dudas.

Y esta vez se me ha dado por volar por México. Los precios de Volaris y Vivaaerobus son menores o iguales que los precios de los autobuses.

Volé desde Cancún a Puerto Escondido con una escala en Distrito Federal. Volver a México me emociona. La última vez que estuve por aquí fue en 2014 y 2015, antes de salir a pedalear desde México hasta Argentina. Antes había estado hasta el 2011 viviendo en Guanajuato. Esta vez planeo regresar a esa ciudad. Diez años después de haber dejado el pago. Más vieja por lógica y evidencia. Con muchas más arrugas, curtida por la intemperie y las andanzas sin protección solar.
Bienvenidos a México lindo y querido, rico y sabroso y esta vez, libre y luminoso.
Puerto Escondido no conocía. El Pacífico, con sus olas no tan pacíficas. Dicen que hay «mar de fondo». Las olas son monumentales. Las playas de Bachoco y El Carrizalillo, el paraíso ese que se ve en las fotos de bahías de aguas azules, arena dorada a blanca, y palmeras. Con un entorno de montañas que le  otorga el marco ideal.

Caminamos con Martín que me esperaba en un airbnb que encontramos entre el centro y la playa. El anfitrión se llama Andrey, muy buena onda.

Quedarnos en Puerto es una buena opción para hacer algunas compras que me faltan para iniciar nuestro periplo. Encontramos todo en una mañana, chip mexicano para el teléfono, adaptador eléctrico del europeo al local, calentador eléctrico para el agua del mate y hasta yerba a granel.

Disfrutamos plenamente nuestra jornada en Puerto Escondido. Caminamos por todas las playas del centro donde se junta más gente y mucho más allá. El día fue completo, con un atardecer espectacular como suelen ser los atardeceres del Pacífico. Un espectáculo que no deberíamos perdernos ni un solo día y menos, al estar en estas latitudes.