Las Lagunas de Chacahua resultan otro de esos paraísos tropicales a descubrir. Se trata de una seguidilla de tres lagunas de aguas claras, Chacahua, Pastoría y Salinas, que confluyen en el Pacífico.
Es impresionante el contraste entre el oleaje enorme del mar y la mansedumbre de las lagunas y, al mismo tiempo, es maravilloso tener en el mismo lugar la opción de estar en la playa marítima, extensa y ancha, o descansar a la sombra de los mangos junto a la laguna.
Las lagunas son ideales para el baño. El agua es cristalina y el agua refrescante en un clima donde el calor se hace notar.
Llegar a Chacahua es sencillo desde Puerto Escondido. Se toman combis que salen todo el tiempo hasta Zapotalito desde donde se puede llegar a Chacahua en lancha. O bien, podemos ir en la combi hasta Río Grande y desde allí subirnos a un taxi colectivo hasta Chacahua. Esta segunda opción es más barata y es aconsejable para ir, pero sí o sí, no hay que perderse el viaje en lancha a través de los manglares.
Nosotros hicimos la ida toda en combi desde Puerto Escondido y, desde Río Grande, en taxi colectivo. Una vez en Chacahua cruzamos la laguna por su parte angosta para quedarnos en la otra margen que nos habían comentado tenía más encanto y más posibilidades de recorrido. Las dos están bien, aunque enfrente encontraremos una playa más larga con muchos chiringuitos llenos de encanto tanto de día como de noche con su armoniosa iluminación.
De este lado, por las noches, se hacen fogatas.
Para dormir se puede colgar una hamaca o armar una carpa en cualquiera de los chiringuitos de la playa. Cobran algo para hacerlo. No es mucho.
Alquilar una cabaña decente y no todas lo son, arranca desde los 500 pesos mexicanos (mayo 2021).
Lo que notamos en Chacahua y no nos cayó bien, es que se está volviendo muy comercial muy rápido. Cobran mucho y el servicio es deficiente. En general. Todo es caro y deja mucho que desear, además hay basura por todas partes y esto resta mucho a un lugar cuya naturaleza es tan bonita y debería recibir más cariño y protección.
En Chacahua hay un faro al que merece la pena subir. Sobre todo a ver el atardecer. L9a subida es muy breve y sencilla. Está del lago de la laguna al que llegamos, quiere decir que, desde donde nos quedamos hay que cruzar. Las lanchas hacen el cruce todo el tiempo, cobrando un precio que se acuerda con el lanchero.
La población de Chacahua al igual que la de buena parte de la costa oaxaqueña se destaca por su gente morena, descendientes casi todos ellos de los náufragos que eran trasladados en un barco de esclavos. Si bien es tradicional hablar de la influencia afro en Veracruz, las estadísticas dan cuenta que la población negra es mayor en la llamada Costa Chica en Oaxaca. En el aire y en la música, se respira y se siente su típica cadencia y sus tradicionales sabores como las empanadillas de plátano o piña, los ostiones y variedad de pescados y jugos de frutas.
El regreso a Zapotalito lo hacemos en lancha. La red de manglares es embriagante. Un laberinto de caminos de agua que se bifurca aquí y allá entre las matas selváticas. Los pájaros pescan y nos escoltan. El aire se respira fresco. Es parte del viaje y se vive como una excursión placentera en medio de la naturaleza salvaje.
En medio se pasan y vislumbran entre las matas pequeños y escasos caseríos de lugareños. Hacer este recorrido en lancha vale mucho la pena.