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Monte Albán, Oaxaca

Desde la ciudad de Oaxaca una visita imprescindible es al sitio arqueológico de Monte Albán.

Monte Albán constituye uno de los vestigios arqueológicos más relevantes del estado de Oaxaca. Su importancia se deriva del emplazamiento amplio de la antigua ciudad que es tan grande como la actual ciudad de Oaxaca. Además, en el actual sitio arqueológico aún se siguen excavando y descubriendo más y más construcciones.

La importancia de Monte Albán se deriva también del dominio y la influencia que, durante más de trece siglos o sea más de mil trecientos años, tuvieron los zapotecas en esta zona. Su larga vida se estima comenzó quinientos años antes de Cristo y se extendió hasta alrededor del año 850 de nuestra era. Por su antigüedad, Monte Albán se considera el primer complejo urbano de Mesoamérica.

La ciudad fue erigida a unos cuatrocientos metros de altura y construida de manera estratégica en la confluencia de los brazos que forman el Valle de Oaxaca, flanqueada y protegida por montañas.

Para llegar hasta allí, desde el centro de Oaxaca salen una combis o minibuses turísticos. Hay varios por día, de ida y de regreso. El billete se vende ida y vuelta y el trayecto, por una carretera de diez kilómetros, demanda una media hora.

El sitio es amplio y se puede recorrer con calma en media jornada. En la entrada de las ruinas también un museo donde se exponen piezas, joyas, adornos, cerámicas y herramientas halladas durante las excavaciones.

Lugares para visitar en Oaxaca, la que huele a chocolate

Dicen que en Oaxaca se toma el mezcal con café… (laralaralalá). Además huele a chocolate y quien diga que no, es porque nunca ha estado allí. Por eso les traigo lugares para visitar en Oaxaca… ¡Es increíble! No hay cuadra de la ciudad de anchas avenidas en la que no se huela el cacao.

Comidas tradicionales de Oaxaca

Oaxaca es una ciudad única. Con una identidad muy marcada. Tiene el peso y el color de ser típicamente mexicana, pero allí, se acentúan los sabores. La comida es deliciosa. El mole es especial. Se degustan los ingredientes variados y genuinos bien molidos y tostados. Nada de mole industrial. Es perfecto y tan sabroso como pocos.

El ezquite, elote en vaso, o digamos también choclo desgranado y con cremas y chile, lleva además ¡chapulines! Es una de las mejores combinaciones que he probado. El ezquite de Oaxaca con chapulines no puede faltar. Tampoco el chocolate con agua del mercado de comidas.

Hay varios mercados. Todos pulcros. Bien atendidos. En el Mercado de la Merced se come super bien y el chocolate con agua es sagrado.

Caminamos todo el día por la ciudad que es enorme pero no pierde su encanto de pueblo en fiesta. El centro histórico colorido, musical. Con mariachis, danzón, y gente bailando en la calle.

Las plazas pobladas de chicos y puestos de comida.

Qué visitar en Oaxaca

Se pueden elegir lugares para visitar en Oaxaca. Hay que darles varias vueltas a la ciudad. Hay rincones especiales por descubrir. Callejuelas con sus frentes de colores altisonantes. Subir hasta el auditorio para ver las vistas. Perderse en las callejuelas y en los barrios y seguir respirando chocolate.

Desde Oaxaca se pueden hacer varias visitas a otros pueblos con vestigios arqueológicos. Desde aquí iremos a Monte Albán.

Atardecer en Mazunte, Oaxaca

Saliendo de Lagunas de Chacahua hay que regresar a Puerto Escondido y, desde allí, todos los caminos llevan a Pochutla.

Pochutla es un núcleo urbano ruidoso. Una ciudad que hace de nudo y está en el medio de todo para moverse desde allí a los enclaves costeros como Mazunte o Zipolite o salir hacia la ciudad de Oaxaca.

No teníamos mucho tiempo antes del bus que durante la noche nos llevaría a Oaxaca, pero sí el suficiente como para no perdernos el atardecer de Mazunte.

Mazunte me encantó. Es el pueblo con mar ideal para quedarse unos días. Con su calle central empedrada jalonada de simpáticos bares. Música y magia laten en el aire.

Caminamos hacia Punta Cometa desde donde los atardeceres son un espectáculo sin igual. Esto de contemplar atardeceres «pacíficos» es adictivo. Es algo incomparable, gratuito y tan al alcance de nuestros pasos y nuestras miradas que sería casi una falta dejar de asistir. Es una belleza a la que las palabras no logran describir.

Más aún sobre el mar. Sobre un oleaje caprichoso y rebelde. El Pacífico no es pacífico y se mueve como se le canta. A veces te acaricia y a veces te golpea y así, con es susurro y golpeteo, sobre sus aguas se reflejan los colores del adiós. De un día más que nos deja.

Para llegar desde Pochutla, desde una esquina del centro, tomamos una combi camioneta colectivo. Si mal no recuerdo las verdes van a Mazunte y las azules a Zipolite. Eso puede cambiar. Mejor preguntar. Pasan a cada rato, como cada veinte minutos. Luego para regresar desde Mazunte, de noche no hay. Así que una vez caída la tarde, tomamos un taxi hasta un cruce, a unos ocho kilómetros saliendo de Mazunte, hasta la ruta, donde pasan cómodas combis hasta el núcleo urbano de Pochutla.

En Pochutla esperamos el bus en una Terminal bastante sencilla, para viajar durante la noche a la ciudad de Oaxaca.

Lagunas de Chacahua, Oaxaca

 

Las Lagunas de Chacahua resultan otro de esos paraísos tropicales a descubrir. Se trata de una seguidilla de tres lagunas de aguas claras, Chacahua, Pastoría y Salinas, que confluyen en el Pacífico.

Es impresionante el contraste entre el oleaje enorme del mar y la mansedumbre de las lagunas y, al mismo tiempo, es maravilloso tener en el mismo lugar la opción de estar en la playa marítima, extensa y ancha, o descansar a la sombra de los mangos junto a la laguna.

Las lagunas son ideales para el baño. El agua es cristalina y el agua refrescante en un clima donde el calor se hace notar.

Llegar a Chacahua es sencillo desde Puerto Escondido. Se toman combis que salen todo el tiempo hasta Zapotalito desde donde se puede llegar a Chacahua en lancha. O bien, podemos ir en la combi hasta Río Grande y desde allí subirnos a un taxi colectivo hasta Chacahua. Esta segunda opción es más barata y es aconsejable para ir, pero sí o sí, no hay que perderse el viaje en lancha a través de los manglares.

Nosotros hicimos la ida toda en combi desde Puerto Escondido y, desde Río Grande, en taxi colectivo. Una vez en Chacahua cruzamos la laguna por su parte angosta para quedarnos en la otra margen que nos habían comentado tenía más encanto y más posibilidades de recorrido. Las dos están bien, aunque enfrente encontraremos una playa más larga con muchos chiringuitos llenos de encanto tanto de día como de noche con su armoniosa iluminación.

De este lado, por las noches, se hacen fogatas.

Para dormir se puede colgar una hamaca o armar una carpa en cualquiera de los chiringuitos de la playa. Cobran algo para hacerlo. No es mucho.

Alquilar una cabaña decente y no todas lo son, arranca desde los 500 pesos mexicanos (mayo 2021).

Lo que notamos en Chacahua y no nos cayó bien, es que se está volviendo muy comercial muy rápido. Cobran mucho y el servicio es deficiente. En general. Todo es caro y deja mucho que desear, además hay basura por todas partes y esto resta mucho a un lugar cuya naturaleza es tan bonita y debería recibir más cariño y protección.

En Chacahua hay un faro al que merece la pena subir. Sobre todo a ver el atardecer. L9a subida es muy breve y sencilla. Está del lago de la laguna al que llegamos, quiere decir que, desde donde nos quedamos hay que cruzar. Las lanchas hacen el cruce todo el tiempo, cobrando un precio que se acuerda con el lanchero.

La población de Chacahua al igual que la de buena parte de la costa oaxaqueña se destaca por su gente morena, descendientes casi todos ellos de los náufragos que eran trasladados en un barco de esclavos. Si bien es tradicional hablar de la influencia afro en Veracruz, las estadísticas dan cuenta que la población negra es mayor en la llamada Costa Chica en Oaxaca. En el aire y en la música, se respira y se siente su típica cadencia y sus tradicionales sabores como las empanadillas de plátano o piña, los ostiones y variedad de pescados y jugos de frutas.

 

El regreso a Zapotalito lo hacemos en lancha. La red de manglares es embriagante. Un laberinto de caminos de agua que se bifurca aquí y allá entre las matas selváticas. Los pájaros pescan y nos escoltan. El aire se respira fresco. Es parte del viaje y se vive como una excursión placentera en medio de la naturaleza salvaje.

En medio se pasan y vislumbran entre las matas pequeños y escasos caseríos de lugareños. Hacer este recorrido en lancha vale mucho la pena.