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Nuestra parada número nueve y con yapa de 10: Irkutsk y el lago Baikal

Visitar el lago Baikal es el destino soñado de cualquier viajero. Baikal se presenta en nuestro imaginario como una inmensidad tan lejana que resulta inabordable. Sin embargo allá fuimos y llegamos y, como si fuera poco, bebimos de sus aguas, benditas para los lugareños, cominos de sus peces y nos mojamos los pies.

Irkutsk, la popular ciudad base para llegar al Baikal

Irkutsk es una de las ciudades más grandes de las que se encuentran cerca del Baikal. Además es una ciudad interesante con parques llenos de fuente y flores, varias iglesias y catedrales muy coloridas y con más flores y una ciudad que conserva gran cantidad de casas de madera típicas de Siberia como las que apreciamos en Tomsk

En Irkutsk hay un mercado colorido, variado. Ocupa varios pabellones y es interesante hacerle una visita.

También hay varios museos regionales y casas museos sobre todo de las acaudaladas familias de la oligarquía decembrista. Los decembristas tuvieron influencia en esta zona de Siberia que era núcleo del comercio de pieles, sedas y piedras preciosas.

Primer tramo hacia el lago Baikal: llegar a Irkutsk

Para viajar hasta Irkutsk en el Transiberiano nos subimos al tren Rossya, el que hace todo el viaje de casi una semana, de un tirón y sin adelantos ni demoras en Taiga.

El tren Rossya ni circula todos los días. Es un tren larguísimo, aunque todos lo son. Un tren muy tradicional y donde la organización que predomina en todos los servicios rusos, es preponderante y se hace notar.

Los baños están siempre limpios, siempre hay papel. Hay duchas (en otros de largo recorrido también).

Los compartimentos de platskart también están limpios y en orden y las provodnitsas son solícitas y amables como si no les resultara pesado un trabajo de tantos días, tanta atención y tanta responsabilidad. Hacen todo sin perder ni la sonrisa ni la elegancia.

El viaje desde Taiga dura 36 horas. Llevamos comida para preparar, galletas y varias cosas más. En los trenes venden, todo el tiempo, hay vagón restaurante y en las estaciones también hay vendedores del lugar.

Al ser tantas horas de viaje, el compartimento y los compartimentos vecinos, se vuelven familiares y no se tarda en entablar charla con los compañeros de viaje y compartir la comida o el mate.

En este tramo del viaje, hasta Krasnoyark, conocimos a Valery y Aynabek que es de la República Saja, una de las repúblicas que conforman la Federación Rusa. Les enseñamos a tomar mate. Valery nos recitó poemas de Enecin y Aynabek nos convidó tarta de manzana, deliciosa y casera, hecha por su esposa.

Más adelante y cuando Aynabek y Valery partieron, continuamos el viaje con un joven de Uzbekistán.

Llegamos a Irkutsk de noche y para movilizarnos desde la estación al centro de la ciudad tomamos el tranvía.

Desde la estación de trenes de Irkutsk se puede ir al centro y viceversa, con los tranvías 1, 3 y 4a.

Segundo tramo, desde la estación de autobuses de Irkutsk a Listvianka

La estación de autobuses de Irkutsk no está lejos del centro. Se puede ir caminando y de paso ir visitando algo de la ciudad.

El mercado central, por ejemplo, nos queda de paso. Las casas museo Trubetskoy y Volkonsky y la Catedral de Bogoyavlensky, también.

Al llegar a la estación de buses compramos los boletos hacia Listvianka que es el poblado más cercano a Irkutsk sobre la costa del Lago Baikal. Como el transporte lo hacen unos minibuses pequeños y con butacas numeradas, a veces ya no hay y habrá que esperar al siguiente. Se puede comprar el día antes si ya estamos en Irkutsk o esperar un poco mientras recorremos lo antes mencionado.

Los minibuses a Listvianka salen cada hora, lo mismo de regreso. Son 70 kilómetros de distancia y demoran 1 hora con 22 minutos.

El viaje se hace por una carretera asfaltada bordeada de colinas con bosques de biriozas, un árbol cuyas hojas livianas cambian de color muchas veces según las estaciones y no todos los árboles se destiñen al mismo tiempo por lo que el paisaje es de paleta de pintor. Precioso!

Entre las biriozas de hojas livianas, los yolkis erectos mantienen el marco verde del bosque. Los yolkis, yolki-polki, son los pinos tipo abetos. Su dureza y su color contrasta con la marea de biriozas.

Este espectáculo en otoño se repite sin aburrir nunca a lo largo de los trayectos en tren.

El lago Baikal, el más.

El lago Baikal, con sus 1700 metros de profundidad, es el más profundo del mundo. Es el más transparente, con una visión de más de 50 metros desde la superficie y es el más anciano del planeta con treinta millones de años.

Entre los pobladores de la región, Baikal es sagrado. Lo consideran una entidad viva y la realidad no está lejos de esta idea si consideramos que el lago Baikal es el único que aumenta de tamaño y volumen con el tiempo, a diferencia de todos los demás lagos que van menguando año tras años.

La lógica indicaría entonces que con un poco de paciencia, Baikal se convertirá algún día en el lago más grande.

Paseos por el Baikal

Una vez que lleguemos a Listvianka es conveniente sacar el pasaje para regresar antes de hacer el paseo.

Hay varias caminatas para hacer por los alrededores. Sin embargo al haber llegado hasta allí, lo que más desearemos será estar en contacto con las generosas aguas del lago.

Se ofrecen salidas en barco desde 500 rublos los 40 minutos. Hay salidas más largas hasta la Isla de Ojon y otras hasta la llamada Piedra del Chamán.

También es casi obligatorio recorrer los puestos de venta de pescado ahumado. Observar cómo se efectúa el proceso que es sólo de ahumado sin ningún otro tipo de cocción y, por supuesto, probar un ómul que es el más típico y pariente del salmón.

Se trata de un pez saludable cuya carne ahumada tiene y conserva propiedades impensadas para el ser humano.

Otro paseo que se puede hacer es caminar por un angosto malecón siguiendo durante algunos kilómetros las orillas pedregosas y azules, o bien sentarnos sencillamente en un recodo de sus playas, probar el agua fresca y potable y hasta darnos un baño fresco y reconfortante que nunca olvidaremos.

Busteni, hacia los montes Bucegi-Vârful Omu

A 10 km de Sinaia está Busteni, un simpático pueblo de montaña muy popular en invierno porque es sede de práctica de ski. Desde las faldas del pueblo podemos tomar un funicular de otra época que nos ayuda a salvar un desnivel de 1200 metros antes de iniciar nuestra travesía en la que cruzaremos los montes Bucegi, parte de los Cárpatos, hacia Bran, donde se encuentra el legendario castillo del conde Vlad (Drácula).

Al llegar a la cima de Busteni hay una formaciones gigantes de una roca que no se condice con la roca base de la montaña: Babele y la Esfinge, entre otras formaciones geológicas. Desde estas enormes piedras esculpidas por el viento y el agua o por la mano de gigantes según otra versión en discusión, ubicadas a más de dos mil metros de altura, seguimos el sendero hacia el norte hacia Omul, la cima más alta de los Bucegi y en cuya cumbre, a 2507 metros, hay una acogedora cabaña.

El camino es de una amplitud espeluznante y sobrecogedora. Las distancias de las planicies, los vacíos entre escarpadas crestas azuladas. El camino está señalizado. Hay varias rutas que se cruzan y hay carteles. La mayoría de los visitantes sólo suben el teleférico de Busteni para merodear por allí, visitar las enigmáticas piedras y contemplar las vistas. A medida que nos alejamos, la paz y el silencio son más conmovedores.

Tras una buena trepada, llegamos con tranquilidad a Cabana Vârful Omu y tras dejar nuestras cosas en el cálido refugio salimos a caminar por los alrededores. Trepamos un poco más por una roca cercana, a una altitud de 2514 metros. Y, luego bajamos por un risco angosto y espectacular hasta el pico Bucosiu a 2492 metros. Cerca de Ormul pasamos por una edificación aparentemente abandonada y cercada con alambre. Un cartel advertía «prohibida la entrada». Nos llamó en parte la atención, aunque no preponderantemente, porque en ese momento nuestra preocupación principal era encontrar agua.

Algunos meses después, ya lejos de Vârful Omul, nos enteramos que las fauces de estas montañas esconden un misterio a todas luces muy revelador en cuanto a los orígenes y destino de la humanidad y por eso mismo, oculto por las fuerzas de poder en el mundo.

En el año 2003 fueron descubiertos justo en ese lugar y bajo nuestros pies cuatro túneles principales y más túneles que conducen a lugares subterráneos profundos. En estos los túneles hay enormes, con grandes mesas y sillas de piedra para gente mucho, mucho más alta que nosotros. Se encontró una sala de proyección que contiene toda nuestra historia y se puede reproducir visualmente y una tabla donde se pueden realizar experimentos holográficos con el ADN, mezclar y combinar cualquier cosa que se desee y ver cuáles serían los resultados. Según los estudios esas habitaciones se construyeron hace al menos 50.000 años y cada una está conectada a la otra, protegidas por una fuente de energía que se activa automáticamente. La fuente de energía antes de entrar a las habitaciones que no todos puede pasar sin morir. Tres personas que lo intentaron cuando esto se descubrió fueron fulminadas por una descarga energética. Evidentemente no hay mucha información acerca de todo esto y lo que se difundió en su momento fue acallado inmediatamente. Aquí un enlace con todo lo que se sabe: https://codigooculto.com/2016/03/la-gran-galeria-bajo-los-montes-bucegi-esconderia-los-mayores-secretos-de-la-humanidad/

En aquella noche, que coincidió con el cumpleaños de Martín, no éramos conscientes de nada de esto. Fue una noche fría con un halo extraño. Un atardecer alucinante con un amanecer nos menos sorprendente. Las luces que desde la nada poblaban la noche, como así también las luces del día se esparcían con un aura inexplicable. Nuestra intuición natural se dejaba llevar por la percepción certera de que no todo lo que estaba presente era visible.

 

Montes Bucegi, de Vârful Omu a Bran

En la cabana Omu y en la mayoría de las cabanas, refugios de Rumania, sirven platos calientes de comida y desayunos. Vârful Omu u Omul, es el pico más alto de los Bucegi. El último tramo de subida hasta allí es exigente y no da respiro aunque se sube sobre un trazado sencillo, sin precipicios. Ya después de llegar y dejar nuestros bártulos hay tiempo para crestear por los alrededores y apreciar los acantilados apocalípticos.

Tras pasar una noche tranquila y al cobijo de la cabaña, amanecimos temprano, desayunamos, y seguimos nuestras travesía. La ruta está catalogada como de dificultad media a difícil, sobre todo por la bajada. Bajaremos un desnivel de 1600 metros y hay que tener precaución con las rodillas y darles el descanso que supliquen. La bajada es empinada pero cruza un paisaje magnífico que por momentos nos hace olvidar del esfuerzo que resienten las articulaciones. Los senderos discurren entre bosques de hayas, abetos, arces. Recolectaremos frutos rojos, maduros, cuantas veces queramos. Bordearemos el río Poarta y podremos beber de sus aguas.

No sería raro cruzarnos con un oso. En esta región, el oso es el animal que más abunda. Hay que estar preparado para saber cómo hacerle frente sin alterarlo. Hacerse grande es lo que más los intimida, abrir los brazos, juntarse si son varias personas. El oso teme sólo a aquello que considera de mayor tamaño que sí mismo. También podríamos cruzarnos con corzos, jabalíes, venados y rebecos, y sino los topamos de hecho, seguro que veremos algunas de sus huellas.

Después de la primera bajada empinada, antes de adentrarnos en el bosque, cruzaremos las meseta del pico Scara y seguiremos bajando por una especie de escalera natural de piedra escabrosa hasta Muchia Ciubotea, más abajo veremos un refugio de pastores y luego cruzaremos varias morrenas glaciares, seguimos descendiendo hasta un largo prado que nos deposita en la base de Salvamont Ciubotea. Este valle nos va a llevar hasta el encantador pueblo de Poarta que augura nuestra inminente llegada a Bran. El camino está bien señalizado, con flechas cada tanto y símbolos de colores diferentes que indican las distintas vertientes.

El paso Bran separa las cordilleras de Piatra Craiului y Leaota, marca la frontera entre Valaquia y Transilvania. Esta frontera era defendida por el castillo de Bran, famoso porque allí vivió, aunque no por mucho tiempo, Vlad Tepes, el empalador, personaje en el que el escritor Bram Stocker se inspiró para Drácula, Conde Dracul, del dragón.

El castillo de Bran fue construido como fortaleza por los caballeros de la Orden Teutónica alrededor de 1212, cuando volvieron de Palestina, derrotados por los árabes, y fueron recibidos por Hungría. Fue atacado por los tártaros, reconstruido sin perder detalle original, y por su posición estratégica era un bastión de defensa transilvana contra valaquia. Finalmente pasó a Rumania como toda la región y fue la residencia de verano de la reina María de Rumania.

El diseño del castillo es único. Con rasgos estoicos y góticos y un mobiliario sencillo. Tiene sesenta habitaciones que pueden recorrerse a través de escaleras angostas y pasadizos ocultos, algunos subterráneos.  Se exponen obras de arte, armaduras, y objetos que fueron de los Habsburgo, entre ellos destacan la corona, el cetro y el puñal de plata del rey Ferdinand.

A modo de curiosidad, en el patio del castillo de Bran podemos ver un pozo que tiene una profundidad de 50 metros y que está cavado en la roca. Además, una de las habitaciones está dedicada a Bram Stoker donde se hace mención a Vlad Tepes y la leyenda de Drácula.