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Día 19 (8 de abril) – de Palenque al Aguacatal

Un paso inusitadadamente fugaz por Chiapas. Volvemos a Tabasco y de Tabasco a Campeche. Tomamos la autopista Villahermosa-Chetumal. Vamos hacia Guatemala y aunque podríamos haber cruzado desde Tenosique, queremos transgredir la frontera legal y pasar a través de la selva, por la Gran Calzada de los Mayas. Hace rato que estudiamos los mapas y la ubicación de las ruinas a un lado y a otro del límite que se empecina en desmembrar la historia neciamente. La autopista es poco transitada pero en buen estado. No hay nada. Desde el cruce de Catazajá hasta El Aguacatal, a 116 kilómetros, hay una sola gasolinera. La gasolinera está pasando el entronque con la ruta que viene de la frontera; hay un solo lugar donde se puede parar a cargar agua y comprar comida, Boca de San Gerónimo. La ruta es plana y no hay sombra. El paisaje es de vegetación rala pero siempre verde. Algunos ranchos aislados le dan nombre a parajes que no existen, San Marco, La Pimienta, La Guadalupe, Matesombra. Uno de ellos, El Trébol, puede leerse en el mapa, figura como si fuera un poblado, pero al pasar por allí, 24 kilómetros antes del Aguacatal, no hay nada, ni el rancho queda. Sólo una tranquera desvencijada y un yuyal. Los carteles que nombran a los ranchos, a los pueblos sin pueblo, están pintados en una madera o un pedazo de cartón, con un marcador, así nomás. Un hito en el camino.

El Aguacatal es un pueblo de cinco cuadras a cada lado de la ruta y dos cuadras hacia adentro. Las calles son de tierra y las casas son sencillas. No hay alojamiento. Preguntando encontramos a la señora de la caseta telefónica que alquila un departamento. Son dos cuartos, aire acondicionado, ventilador, baño y cocineta con mobiliario. Cuesta 300 pesos. Salimos a comprar fruta, hay dos verdulerías, dos almacenes, una panadería y un ciber, “EL” ciber. El Aguacatal es uno de esos poblados que nos sorprende por estar habitado a pesar de la soledad. Están en el medio de la nada. En un páramo que por su extensa llanura sólo es capaz de cobijarlos en remolinos de polvo. Nos preguntamos de dónde sale la gente de estos poblados paridos por la soledad, qué hace la gente de un lugar así cada día de una vida circunscripta a esas cinco cuadras y al horizonte lejano y desconocido. América Latina se desnuda en cada llegada, millones de pueblos como este, cada uno único, germinando espontáneamente cerca de una ruta o un río o la nada, desplazados, buscavidas, herederos de los dueños de la tierra. Desheredados. Sobrevivientes.

“Pasamos por las hermosas cascadas de agua blanca, entramos a Chiapas y visitamos las ruinas de Palenque y acampamos entre luciérnagas y sonidos de la naturaleza que amenizaban la noche. Hoy entramos a Campeche y dormiremos en el pueblo del Aguacatal para llegar a Calak Mul desde donde cruzaremos a Guatemala ¡por la selva!” (Martín Murzone)

Datos técnicos:


Palenque-El Aguacatal 119 km
8.05.35 hs
Total: 1235.61 km.

Día 18 (7 de abril) – Visitamos ruinas de Palenque

El camping “Elementos Naturales” al igual que otros, está dentro del Parque Arqueológico. La entrada al Parque se paga, pero si uno llega después de las cuatro de la tarde, ya no cobran. El área es paradisíaca. La jungla verde frondosa, sombría, con el chillido permanente de las chicharras y los sonidos misteriosos invisibles entre las matas. Siempre parece que hay pasos en la selva o en el bosque. Una rama que se quiebra, las hojas que se caen y resucitan en el aire, el murmullo de las plantas carnívoras, los pasos de un faisán salvaje, el zumbido del abejorro. La música de la naturaleza. Además de este entorno natural paradisíacio, Palenque es el escenario de un conjunto de templos. Allí se encontró la lápida de Pakal que revolucionó la versión absolutista de la historia del mundo. A lo largo de los siglos los colonizadores se han visto sumergidos en un intríngulis tratando de descifrar los enigmas de civilizaciones prehispánicas. Todavía se preguntan cómo los mayas podían prever la llegada de fenómenos tales como terremotos antes de que sucedieran, con qué instrumentos, cómo lograron cronometrar el tiempo en un calendario ajustadísimo y calcular exactamente que el 13 de noviembre de 2012 iba a haber un eclipse que se iba a ver completo a medianoche en la Isla Robinson, y aún más, la incógnita más oscura: dónde están los mayas, donde fueron a parar sus cuerpos o sus huesos. En Mesoamérica se han encontrado -y se siguen encontrando- cientos de ciudades y centros ceremoniales, cientos de edificios monumentales que albergarían a millones de personas, pero no hay ni un rastro físico de todas esas personas. Se fueron sin dejar más huella que su creación. ¿Dónde están?

Desde el camping fuimos en bicicleta hasta las ruinas. Son 9 kilómetros y es todo subida. La entrada al sitio cuesta 64 pesos. Las volvimos a visitar. Fuimos afortunados hace años en poder ascender al Templo de las Inscripciones y ver la lápida de Pakal. Ya no lo permiten. Algunos nos dijeron que es porque un extranjero turista se cayó y se lastimó y otros que porque por remodelación ¡desde hace más de 15 años! y otros que porque el sudor de los visitantes estaba destiñendo los glifos. Nosotros sabemos que el verdadero porque es que prefieren no ahondar más en la búsqueda de la verdad. Una verdad que asusta. Que cambiaría la concepción de todas las teorías aceptadas de la génesis del universo y la vida en nuestro planeta. La lápida de Pakal revela verdades que el poderoso mundo occidental no aceparía jamás. El sarcófago y la lápida, ambos monolíticos, la lápida de cinco toneladas de peso y al sarcófago de veinte toneladas, fueron encontrados entre estalagtitas y estalagmitas. Pero las estalagtitas y estalagmitas requieren de procesos lentos y minuciosos para formarse, y ese tiempo no se condice con la edad estimada de Pakal según su período de reinado, ochenta años, y esta edad tampoco se condice con el estado de su osamenta que pertenece a un hombre de cuarenta años, robusto, muy robusto, y esto, a su vez, no se condice con la contextura media de los mayas de la época de no más de un metro cincuenta de estatura. Más y más detalles contribuyen a la teoría de que Pakal no era de este mundo. Su cráneo no estaba deformado como se usaba en los funcionarios de alcurnia o prestigio pero paradójicamente se le dio status de dios al construir una pirámide sobre su cripta y los mayas no endiosaban a la gente común. ¿Era Pakal, Kukulkán? ¿El mismo que Quetzalcoatl? ¿Venido del cielo? ¿Regresando al cielo en una nave espacial? Si bien los arqueológos explican que la lápida grafica a Pakal bajando al inframundo o sufriendo una transformación de hombre a dios maíz, la versión de que viaja en una nave espacial fue cobrando resonancia de cara a evidentes referencias: un casco en la cabeza conectado con mangueras a una bola de oxígeno cerca de la boca, los pies en los pedales, las manos en los controles, cinturón de seguridad, ropa distinta a la clásica de los mayas.

Visitamos el Palacio, la tumba de la reina roja, cruzamos el acueducto, vamos al Templo del Sol. Desde toda perspectiva tramamos cómo subir de incógnito al Templo de las Inscripciones. La lápida de Pakal es inevitable. Martín es capaz de cualquier cosa. Siempre entra adonde está prohibido y esta vez no fue la excepción.

 

Día 17 (6 de abril) – de Agua Blanca a Palenque

Agua Blanca es más apacible en la mañana y sin el mundanal barullo de la gente. En el silencio, el canto de los pájaros y el agua que corre. La caída de lágrimas de la atribulada princesa maya. Salimos en bajada por el mismo camino. El ejido Las Palomas apenas desempolvaba las ventanas del sueño. En la ruta principal tomamos hacia la derecha, dirección Escárcega. La carretera es recta pero con algunas lomadas, sube y baja y alterna entre los estados de Tabasco y Chiapas. Son 58 kilómetros hasta Catazajá donde se toma el desvío hacia Palenque. En esta intersección hay algunos lugares con servicios, algo para comer y agua.

-Aguas en la ruta a Palenque, -nos advierte un camionero en la estación de servicios- no tiene acostamiento.

La sola idea de pedalear sin acostamiento, banquina, o como se llame, ya me pone los pelos de punta.

-Hay un proyecto de autopista desde Villahermosa hasta San Cristóbal, por Palenque -sigue contando el muchacho- vinieron a empezar los trabajos y todo, pero no sabían que en esas tierras viven un montón de gentes, hay pueblos enteros. Son tan pendejos que dibujaron el mapa por arriba de las casas. Los quisieron correr y a algunos los corrieron, los compraron con trago o con los planes de ‘Oportunidades’, a otros los mataron o los desaparecieron.

La brisa en contra me devuelve como un búmeran, a cada pedaleada, las palabras de ese muchacho, ‘a algunos los corrieron, a otros los mataron o los desaparecieron’. La brisa leve ameniza el calor y los pensamientos, quizás nos aletarga pero no nos detiene. Los 30 kilómetros hasta la ciudad de Palenque los hacemos por esta ruta, en buen estado pero demasiado angosta y definitivamente sin acostamiento. No está pensada para bicicletas o peatones, entran solamente dos filas de autos, una de ida, otra de vuelta. Tenemos que pedalear hiperpegados a la orilla. El tráfico es abundante aunque tranquilo, sin embargo uno que otro me depila la pantorrilla con la cálida bocanada del caño de escape. En esta etapa, además, hay curvas.

Chiapas, territorio zapatista.

Llegamos a la ciudad de Palenque y seguimos hacia la zona arqueológica. Ya conocemos el lugar. Con Martín habíamos estado ahí en el año 1997 cuando a través de los vestigios ya descubiertos y de los recovecos imposibles, auscultábamos la huella de los zapatistas. Desenterrar de la jungla los murales de piedra y el murmullo de sus voces concensuando en una junta. De los itinerarios comunes a los caminos inciertos. En combi, a caballo, a pie, en bicicleta. De día. De noche. En madrugada. Fui, volví, volví, me quedé para siempre. Aún en movimiento, zapatista en todas partes, hasta el fi n del mundo, hasta la victoria siempre, hasta morir si es preciso.

Cerca de Palenque está el Caracol Zapatista ‘Roberto Barrios’. Ahí mismo se encuentra una cascada en estado salvaje. Es fácil de llegar. La ruta está pavimentada y en buen estado. Se sigue hacia el sur y se toma el desvío por la ruta que va hacia Yaxchilán y Bonampak. Son menos de 20 kilómetros desde la ciudad de Palenque. “Está usted en territorio zapatista en rebeldía”, rezan los carteles. Puede pasar. La gente de la comunidad es muy amable y estarán contentos de recibir a los visitantes. Muchos de estos lugares de Chiapas, maravillas naturales, son lugares sagrados. En Chiapas viven millones de indígenas de diferentes etnias, en miles de comunidades, hablan más de cincuenta lenguas distintas. Sin embargo, al igual que con el proyecto de la autopista, son barridos por emprendimientos modernos como si ni ellos ni su cultura existieran o tuvieran algún valor. Ni siquiera el valor de su vida, ni siquiera el valor de la sabiduría ancestral de la cultura maya, tan perfecta que ninguna civilización ni tecnología moderna la ha podido igualar.

Sobre el camino hacia el sitio arqueológico de Palenque hay hoteles y campings. Nosotros nos quedamos en “Elementos Naturales”, bueno bonito y barato; cuesta 35 pesos. También hay cabañas, vegetación selvática, frondosa, y un arroyito.

Datos técnicos:


Agua Blanca-Palenque 87.51 km
6.03.56 hs
Total: 1116.61 km.