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Cascais y Estoril (día 6)

Cascais es un pueblo con mar. Son las playas recomendadas cercanas a Lisboa. Para llegar hasta allí, desde Lisboa se puede tomar el tren Linha Cascais desde la estación de Cais Sodré. Se puede usar la misma tarjeta Viva Viagem que se usa para ir a Sintra, sólo hay que cargar, en las máquinas de la estación, los boletos de ida y vuelta; cuestan 4.50. La máquina da vuelto. El viaje dura menos de una hora.

Cascais está resguarda por un fuerte bien conservado, es un antiguo puerto de pescadores, y fue guarida veraniega de los reyes hasta el siglo pasado. Por estas razones ofrece al visitante varios puntos a visitar, el faro que daba señal a los botes a su entrada o salida del río Tajo, y los palacios y quintas donde pasaban algunos meses los nobles. También se pueden hacer agradables paseos. Uno de ellos hasta la Boca do Inferno, una entrada rebelde de agua por piedras erosionadas durante milenios. Es una vista fabulosa y vertiginosa desde los bordes del acantilado actualmente asegurados por vallas que protegen a los visitantes. Entre el agua, la roca erosionada, desflecada por las incansables mareas. Se puede caminar hasta este punto de Boca do Inferno desde el centro de Cascais siguiendo la costa por un malecón que bordea las onda costanera. Las playas están en sentido contrario así que si queremos disfrutar de un baño de mar tranquilo -y muy fresco- y retozar un poco en la arena, debemos volver sobre nuestros pasos y luego elegir entre alguna de las bahías. Son playas de arena, pequeñas. El mar es muy calmo, transparente, y al menos en esta oportunidad en que visitamos Cascais, helado.

Desde Cascais caminamos siguiendo las playas hasta Estoril, tres kilómetros y medio; es la estación de tren siguiente yendo hacia Lisboa. Estoril es moderno y turístico, sin embargo allí existen pueblos históricos y cuatro antiguas grutas artificiales que se utilizaban como necrópolis en el periodo neolítico hace más de 5.000 años. Actualmente Estoril es una ciudad elegante, ordenada, de excelsos jardines. Ni bien llegamos se destaca el Casino que cobró fama al ser escenario de una película de James Bond de los años 70 «Al servicio secreto de Su Majestad». La ciudad lleva largo tiempo asociada a los ricos y famosos de Europa, muchos de los cuales se ven atraídos por el glamour de imponente casino donde se presentan fastuosos espectáculos. Durante la II Guerra Mundial, el casino fue un refugio para los espías que llevaban a cabo negociaciones secretas y vigilancia encubierta, actividades que fueron la inspiración del primer libro de Ian Fleming, Casino Royale.

Sintra (día 5)

Para llegar a Sintra desde Lisboa se puede tomar el tren, la linha de Sintra, que parte desde la estación de Rossio. Son 27 km y el tren demora unos 45 minutos. Compramos la tarjeta Viva Viagem en al que se puede cargar dinero según las necesidades. La tarjeta la compramos en ventanilla, en la misma estación, y cuesta 50 centavos. El viaje ida y vuelta  Sintra cuesta unos 4 euros.

Desde Sintra hay unos autobuses de una compañía llamada Scottbus, que hacen recorridos por cercanías pero es un bus caro. Cuesta unos 10 euros para hacer un recorrido por lugares cercanos. La entrada a todos los palacios, jardines, castillos, también cuesta alrededor de 10 euros, algunos como el de Pena, más, casi 20 euros si se quiere visitar el interior y los jardines.

Nosotros pasamos por todos los castillos y palacios pero sin pagar, o sea sin entrar, pero como Sintra es una sierra, es muy fácil, además de hermoso, caminar de un edificio a otro por un bosque exuberante lleno de matas de flores exóticas. Desde cada ladera o colina se pueden apreciar los frentes, muros, y torres de palacios y castillos.

Caminar por Sintra y su Parque Protegido es una hermosura! Hay cientos de senderos por bosques de robles-cerquiños, de álamos o acacias, el verde lo cubre todo. Lord Byron aseguró que Sintra era el lugar más bello del mundo. Da gusto visitarlo, y es aconsejable ir con tiempo ya que, así como en cada esquina de las ciudades portuguesas se abre un abanico de rincones por descubrir, en cada recodo del bosque de la sierra de Sintra, en cada crurva en la ladera, se divisan las torres de un nuevo palacio o castillo.

Los más tradicionales son el Castillo dos Mouros construido en el siglo VIII Y IX por los árabes. Este castillo está  en lo más alto de la sierra rodeado de murallas. En otra de las cumbres está el Palacio da Pena, construido en el siglo XIX por Fernando de Sajonia-Coburgo, rey consorte de Maria II. Es muy llamativo, colorido, desde afuera, rojo y amarillo, de estilo ecléctico. Dentro de este palacio hay vestigios del Convento de los Jerónimos sobre el que fue edificado.

Uno de los palacios que más nos llamó la atención por sus torres llenas de molduras, arabescos, decoración, y torres erigidas como agujas enigmáticas, fue la Quinta da Regadeira. Esta quinta y palacio conocida también con el nombre de Palacio de Monteiro dos milhoes es patrimonio de la Unesco y fue diseñado por su propietarios con ayuda del arquitecto italiano Luigi Manini. En medio de un bosque el edificio esconde significados relacionados con la alquimia, la masoneria, los templarios y la rosacruz. La quinta está modelada por construcciones que evocan la arquitectura románica, gótica, renacentista y manuelina.

Caminamos hasta allí, pasando por otra residencia morisca, ahora abandonada y cerrada, y luego de la Quinta da Regadeira fuimos hasta el Palacio Sete Cais que actualmente es un hotel.

Sintra fue el lugar de residencia veraniega de los reyes de Portugal desde hace más 600 años, y por eso en el centro de la ciudad, entre un laberinto de calles empedradas también se alza el Palacio Real.

Lisboa (día 4)

Si antes pensé que Porto era inagotable tan repleta de rincones a descubrir, no menos puedo decir de Lisboa! Lisboa sorprende en cada esquina. No sólo callejas de adoquín y frentes con azulejos sino que cuadra a cuadra se despliegan ante nuestros ojos monumentos de todos los tiempos y estilos. El estilo decimonónico, el art nouveau, los murallones del medioevo, el arco de medio punto, la influencia mudejar en ojivas y recortes de columnas o ventanas. Color, monumento, parques, plazas enormes y gente amable. Muchas antigüedades, mucha literatura viva.

Nos dejamos llevar sin mucha exigencia de un plan determinado. Es difícil, caminando por Lisboa, intentar unir un punto a otro premeditadamente porque seguro que en medio se nos cruzará algo que llamará nuestra atención y luego otra cosa, y entonces perderemos el hilo de cualquier itinerario planeado.

Hay desnivel, calles que suben y bajan de las colinas sobre las que se explaya la ciudad capital. En algunas de ellas como la Calçada da Gloria, existe el funicular, en otras podemos encontrar escalera mecánica, vías de carris (tranvías), escaleras de piedra, o empedrado, y elevadores, como el de Santa Justa, al que se accede por un puente rodeado de alambre tejido en el que se atan cientos de candados y cintas, promesas de enamorados.

Se puede recorrer en carris, los tranvías, en tuktuks que ofrecen paseos para turistas continuamente, en otros carritos y trencitos. Al igual que Porto, Lisboa es una ciudad muy visitada por turistas de todas partes. Este día seguimos recorriendo a pie, para mí, dentro de una ciudad, es la mejor manera de no perderse nada.

Pasamos por la tradicional cafetería La Brasileira, reducto de poetas y escritores de todos los tiempos, antes y ahora, por las calzadas donde uno tras otro se yerguen edificios de bibliotecas, ventas de antigüedades, casas de modas vintage. Hay artistas callejeros, pintores, ferias, artesanos. Abunda el color entre las mayólicas y las ventanas con ropa tendida. La gente es amable, sonríe, es solícita para indicar, aun cuando uno no pregunta, y los precios son accesibles.

Descansamos en la Plaza de la Alegría, un reducto de paz a la sombra de una enorme conífera achaparrada, caminamos por Rossio, pasamos por el Teatro Dona Maria, subimos al Castillo de San Jorge, a la Sé Catedral, y bajamos por Alfama, el barrio del tradicional fado hacia la Plaza de Comercio junto al mar. Esta última, fue reconstruida después del terremoto de 1755, los edificios que la rodean son de estilo neoclásico, es una plaza enorme, muchos aún la denominan Terreiro do Paço porque se encuentra sobre los terrenos que ocupaba el antiguo palacio real.

El Castillo de San Jorge se eleva sobre la colina primigenia de Olisipo, los cimientos son visigodos del siglo V, luego fue remodelado por los árabes en el IX y resontruido por Alfonso desde 1147 hasta el siglo XI. Desde estas alturas las vistas del Mar de Paja y el estuario del río Tajo, son preciosas.

La Catedral de Lisboa, Sé, tal como la de Oporto es de austeros muros románicos con aspecto de fortaleza y macizas torres gemelas.

 

Coimbra (día 3)

La ciudad de Coimbra es la ciudad universitaria por excelencia de Portugal. Aquí se encuentra una de las universidades más antiguas de Europa, fundada en 1290. Está sobre una colina y se accede a ella por diversos callejones de empedrado jalonados de frentes de todas las épocas y unas cuantas iglesias.

La ciudad de Coimbra fue la capital del reino de Portugal y por eso sus edificios tales como la Catedral son de gran porte y similar ostentación que los que encontraremos en Lisboa o Porto.

Coimbra está a 118 km de Oporto, y se puede llegar a ella en tren o en bus. Los buses Rede Expresso salen desde la Rodoviaria 24 de agosto, tardan una hora y diez miutos y cuestan 11.90 euros. Los trenes salen desde Santa Polonia y el Intercidade cuesta 13.60.

Luego desde Coimbra tenemos buses a Lisboa cada hora por 14 euros, y trenes por cerca de 20 euros.

Caminamos desde la Rodoviaria de Coimbra hasta el centro siguiendo la Avenida Magalhaes, frente a la rodoviaria. En un momento veremos el río Mondego, y hacia la dirección contraria la entrada a los callejones por los que accederemos a la legendaria ciudad universitaria.

Oporto (día 2)

Intensa caminata por las inagotables calles y puentes de Porto.

Salimos desde nuestro departamento en la Rua da Alegria y a pocos metros pasamos por el Teatro Helena Sá e Costa. Luego tomamos la Rua Santa Catarina, pasamos la Capela das Almas y cerca del Mecado do Bolhao nos compramos unos panes artesanales, tradicionales, riquísimos! de milhojas y con sabroso relleno de frutas, dulces, y cubiertos con escamas de almendras, delicias! y buen precio! A pocos metros, por esta calle peatonal, de frentes azulejados que obligan a detenerse a admirar a cada paso, hicimos un nuevo stop, en el famoso café Majestic, hermosa arquitectura, estilo art nouveau, vitrales y ornamentación. Subimos por la parte alta de la Fortaleza al Puente Luiz I y cruzamos a Vila Nova de Gaia donde se encuentran las antiguas y renombradas bodegas de Oporto. Caminamos por el malecón e hicimos nuestro pic-nic de mediodía con una vista privilegiada del Douro y las casitas de la otra margen más los continuos barcos haciendo sus paseos. Volvimos a cruzar por el Puente Luiz I, pero esta vez por la parte baja. Este puente es Patrimonio de la Humanidad y fue diseñado por un discípulo de Eiffel, construido en 1886.

Caminamos un buen rato más por Porto, fuimos a la Catedral, a la Igreja Santo Idelfonso, a San Francisco, entramos en la Santa Clara de increíbles retablos y plafonds barrocos dorados. Pasamos otra vez por San Bento, por el Mercado Ferreira Borges y por el Museu Igreja da Misericordia. Volvimos a la Torre dos Clerigos y cruzando un parque cerca de ella pasamos por la librería Lello & Irmao donde había una multitud esperando en la cola para entrar. Luego caminamos tranquilamente a casa.

Seguramente hemos visto y puede verse más de lo comentado en estos posts. Porto parece ser una ciudad repleta de rincones a descubrir, da para mucho y da gusto andar y perderse en sus callecitas, con sus frentes de mayólicas de todos los tiempos, viejos y tal como fueron hacen siglos, o renovados. Además, la gente, es amable, y en estos dos días, varias personas se han acercado a hablar con nosotros y hacernos comentarios aún cuando no les hemos preguntado nada. Se ve que les da gusto, quieren platicar.

Oporto (día 1)

Llegamos a Oporto o Porto, directo desde Bilbao en el Flixbus. Hay pasajes desde 10 euros si se saca con bastante antelación. El nuestro lo conseguimos a 14.99. El Flixbus sale de San Mamés, a medianoche, y es un autobús cómodo aunque no demasiado espacioso, pero los asientos son confortables, tiene wi-fi libre y que funciona bien, baño, enchufe y los conductores son amables. Se compra por internet y basta tener el código QR para subirse. Viajamos durante la noche, en la mañana, temprano, amanecimos en el Garagem Atlantico de Porto.

Desde el Garagem Atlantico iniciamos nuestro paseo. Caminamos por Praça da Batalha y Avenida da Libertade, enseguida nos atrae la mirada los frentes azulejados, típicos de Portugal. Mayólicas con distintos motivos de arabescos, flores, pájaros, barcos. A nuestro paso se interpone, omnipresente, la Torre dos Clérigos desafiando la gravedad. Construida en 1745 sobre una de las colinas más altas del centro. Es de estilo barroco y tiene 76 metros de altura que se pueden subir por 225 escalones; frente a ella la rua das Carmelitas donde se encuentra la famosa librería Lello & irmao, con su fachada inspirada en arcos ojivales y una llamativa ornamentación interior que incluye un puente. Pasamos por la catedral, Sé, románica y austera, se impone más como una fortificación que como un claustro de espiritualidad, sólo la ornamentación de una roseta, le da un aire de iluminación. Descansamos un poco con un mate mañanero en el Parque Cordoaria. Muy cerca de allí vimos la estación de Sao Bento, con escenas históricas pintadas en azulejos y construida sobre un antiguo convento. Seguimos caminando hacia la Praça Mouzinho de Albuquerque en la que destaca una torre alta en cuya cúspide un león atrapa a un águila, por una de sus diagonales llegamos a Casa da Musica y a pocos metros al Concierge Porto que es una especia de inmobiliaria turística a la que habíamos accedido por internet (booking, airbnb) para alquilar un apartamento por 15 euros por días por persona. En la oficina del Concierge Porto pudimos ir al baño, cargar agua, dejar nuestra mochilas. El personal fue muy amable y solícito a informar de todo lo necesario.

Seguimos paseando sin las mochilas, pasamos por el Jardín Botánico y luego bajamos al Douro, el río, cerca de su salida al mar. Muy buenas vistas de ambas márgenes. Caminamos por la costa del río, en dirección al centro, subiendo por la Alfandenga amurallada e hicimos nuestros pic-nic de almuerzo.

Por la tarde recogimos las mochilas y las llaves del departamento. Se encuentra en la Rua de Alegria, en el barrio Bonfin. Se puede manejar en Metro pero caminamos para conocer mejor la ciudad. Es una linda ciudad y hay bastante para ver por todos lados.

El departamento está bien, limpio y cómodo con una habitación con cama de dos plazas y un sofá cama extra y una sala comedor con otro sofá cama de dos plazas. Hay cocina equipada con todo, baño igual equipado, sábanas, toallas, artículos de limpieza y nos dejan de regalo una botella de vino local de regalo. En el barrio hay varios supermercados con excelentes precios para abastecer el refrigerador y aprovechar el menage de cocina.