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Día 18: Alakilise-Belos (2018)

No logramos llegar a Belos…

Hoy cruzamos el Papaz, la cumbre de 1771 metros. Desde Alakilise donde dormimos maravillosamente hermoso entre las ruinas, salimos casi recto enfilando hacia la montaña, alejándonos de los arcos, dejándolos a nuestras espaldas. Las marcas son esporádicas, no son muy visibles, perdemos el sendero cada tres por dos, a cada rato y liego, peor. Cuando empezamos a subir a veces hay marcas, a veces hay pircas, pero después hay pircas que van como para otro rumbo o por otro sendero, es un desastre!! Nos perdemos un montón y está hiper nublado así que no podemos tomar el paisaje, las vistas, las ruinas  o las montañas como referenecia porque no se ve nada. Subimos al cuete y volemos  bajar y luego otra vez a subir. Al final, sí, logramos atravesar el paso del Papaz y aparecemos en un camino dinamitado, lleno de piedras grandes sin marcas. Luego de seguir un poco por esta  nueva ruta de tierra, investigamos y al trepar sobre la ruta vemos que la marca sigue por allí arriba. Va por un bosque y se pierde a cada ratitito. Perdemos otra vez mucho tiempo buscando las marcas. Hay nieve!! me encanta pero la nieve, mucha, bastante, una gran cantidad, dificulta ver las marcas, claro! las marcas las pocas que hay desaparecen debajo de la nieve Hay un buen espesor. Sabroso!!!

Salimos a una ruta y vemos en el mapa que la Lycia transcurre paralela a esa ruta principal así que nos dejamos de joder y vamos por la ruta para ganarle distancia al tiempo, pero nada, nada peor que dejar la marca. Aparece una bifurcación que en el mapa no está. Justo en una esquina donde hay una construcción, una casa quizás, pero sin gente, y una cisterna. Tomamos a nuestra izquierda y está bien, al rato largo rato, aparece una marquita escueta.

Llegamos a un pequeño poblado, pero no es Belos. Desde aquí vemos unas antenas en una cumbre, nos dicen que Belos está pasando esa cumbrecita. Seguimos andando y volvemos a perder las marquitas a cada ratito otra vez. Nos metemos por un sendero, hay piedra, ríos, sombras, bosques, va variando, pero no hay gente, no tenemos a quién preguntar. Se nos va haciendo tarde y ya con la noche encima decidimos buscar un lugar para acampar y justo encontramos quizás el único pozo de agua de todo el día. Un milagro en medio de la nada. Hay una planicie de pastito y acampamos ahí. El agua no huele mal aunque tiene bastante residuo terroso. La filtramos con la gaza, hervimos y por si las moscas o las larvas y agregamos media pastilita de cloro. Esta buena par e mate y para la sopa. Antes de que anochezca descubrimos muy cerca de nuestro campamento y también en el pozo que hay algunas marcas diluidas rojas y blancas. Vamos por buen camino. Pero la noche cerrada exige un buen fogón y descanso.

Día 19: Belos-Finike

Experiencia mayo-junio 2011.-

Hoy fue un día de sol y calor y no salí muy temprano por lo que el agobio se deja sentir. En varios tramos del camino hubo una sombra muy placentera. En otros tramos, no, nada, camino ancho bordeado de algunos árboles sin mucha copa y arbustos espinosos. Piedras, siempre.
Pero hoy vi algo fascinante, algo que no me había tocado caminar antes. Entre la entrada a un pueblito de cinco casas que se llama Belén y luego de la intersección con el sendero que lleva a Dinek Tepe, hay una parte de la ruta Lycia que transita por el lecho vacío de un río. Es la casa del río. La casa deshabitada porque el río ya no está. Hermoso. El río arquitecto diseñó pisos maravillosos, no son exactamente planos, tienen la pendiente necesaria para deslizarse por el suelo sin trastabillar, dando sin embargo lugar a las raíces para que se muevan entre las piezas siendo parte del conjunto. Las escaleras son dignas de un río Da Vinci, y en los desniveles, millones de lajas de piedras son como pétalos que van de flor en flor a medida que uno sube o baja. Me encantó. Alrededor, a las márgenes, hay cuevas y adelfas y por los tallos de las adelfas se pasean los saltamontes como si jugaran rayuela en sus veredas.
Esta parte del camino fue distinta a los cientos de kilómetros anteriores. Además hubo sombra en ese trecho porque los árboles parece que velaran al río desde las márgenes. Y yo no sé, parecía que había presencias observando desde las cuevas, desde las ventanas de las rocas que ahí no son grises como más allá del río, sino que son naranja.
Las montañas se imponen, como ayer caminando desde Demre y Myra hacia Alakilisi, pero en algunos momentos la pared de la montaña parece de madera caoba y rojiza.
En varios puntos del camino se encuentran restos de tumbas lycias, alguna columna, alguna pared destartalada. No están identificadas ni señaladas, ni nada. Simplemente están ahí.
La vista desde las alturas es amplia, se ve hasta la isla de Kekova, dejada atrás ya hace varios días, será que camino muy lento? También se ve el puerto Gok Liman y por supuesto la ciudad de Finike.
Estoy en Finike, una ciudad con mar y puerto. Paro en un hotelito que se llama Pension Paris. Cuesta 30 liras con desayuno y cena. La señora se llama Saadi y me tuvo como media hora mostrándome qué menú podría prepararme esta noche. Me mostraba un librito casero de recetas y me decía que este sí porque hay tiempo y se consigue, pero este no porque no hay tiempo o no es la temporada. Le dije que me haga lo que a ella más le guste, si a mí me da igual. Una buena sopa, un plato nutritivo y que me llene y postre. Luego cuento.
En el camino de hoy no crucé a nadie ni vi gente que viviera por ahí.
Al llegar a Finike encontré a dos alemanas que iban con rumbo a Kumluca para hacer parte de la ruta desde Karaöz hacia Olimpos. Hay un recorrido en el medio, entre Finike y Adrasán, que coincide con la línea de la carretera actual, bastante largo, unos 25 o 30 km a la vera de la ruta para autos. Nadie los hace caminando porque es un garrón. Es feo y además peligroso.
Salí a dar una vuelta por Finike, lindo lugar, interesante. Hay casas muy viejas en contraste con lo nuevo. Hay un astillero, el puerto, un malecón con mesitas cerca de la costa y parques amplios.
Estuve analizando el panorama para seguir la caminata, puede que vaya a Adrasán y desde ahí camine a Olimpos o puede que vaya a Olimpos y camine hasta Adrasán.

Actualización enero-febrero 2018.-

Desde un claro en el medio de la nada donde como un milagro y cuando caía la noche apareció un pozo de agua,  arrancamos esta mañana fresca pero bien descansados y bien amanecidos. En el pozo, y desde allí, hay marcas de la Ruta Lycia. Son marcas antiguas, diluidas en la piedra naranja por el paso del tiempo, la lluvia, las nieves, el deshielo. Las marcas casi no se ven. Hay que estar muy atentos.

Casi todo el camino va en bajada. Luego por unas piedras, balcones o terrazas de rocas  anchas en una ladera. Más adelante llegamos a las ruinas de Belos. Faltaba más de una hora desde donde dormimos.

Continuamos bajando hacia Belen. El pueblo es un caserío pequeños, pocas casas y gente muy amable. Nos convidaron con naranjas y luego, otro señor nos invitó un té al sol de su jardín. Pasando Belén hay un desvío que hay que tomar a la izquierda. Lo señala la publicidad de un hotel de Finike. Hay que ir por ahí, doblando a la izquierda porque si bien también hay marcas que siguen recto, luego esas marcas, si las seguimos, nos retrotraerán a Demre! oh, horror que podría cometerse.

Antes de bajar a Finike pasaremos por el lecho maravilloso del río. Su canal de piedras apiladas, erosionadas por el agua. Es un lecho profundo, un túnel entre el fondo horadado por el antiguo tránsito de un río caudaloso y,  sobre nuestras cabezas, corolas de helechos y ramas. Se anda un poco por este sombrío y acogedor corazón de la tierra y luego se sube, se sale otra vez al campo, y zigzagueando por senderitos que se confunden con los de las cabras, llegamos a la carretera que se dirige hacia el hospital de Finike, y desde allí al pueblo.

Pasamos por el centro y luego por el puerto y nos alojamos en un hotel muy cómodo y completo que se llama Finike 2000. Teneos dos cuartos ensuite, con balcones, vistas al mar, dos televisores, desayuno incluido, muy completo, muy bien provisto, y de todo lo que hace falta. Cuesta 50 liras.

Día 20: Finike-Bahía de los Piratas (2018)

La primera parte de esta ruta, saliendo desde Finike y hasta Karaoz, no es recomendable hacerla a pie. En parte la ruta va por la playa, pero la orilla es de piedra, de canto rodado flojo y de bastante espesor. Es incómodo, lento, cansador, desplazarse a pie por este tipo de suelo. Desgastante. Se puede caminar un poco, como para ver y darse cuenta que no vale la pena. También se puede ir por la ruta, por el asfalto, y eso tampoco es recomendable, a no ser por la buena gente que uno encuentra a su paso. Hoy, en una casa, donde mucha gente estaba reunida conmemorando el aniversario de un fallecido, nos convidaron con té y unas tortas fritas enormes, hechas en grasa, riquísimas.

Caminamos bastante por ruta, caluroso, agobiante; entre invernaderos. Pasamos por Kutkuca, luego Mavikent y luego llegamos a Karaoz. Hasta Kutlkuca, para salir de Finike, tomamos un dolmus porque ya conocíamos el trazado de esta parte de antemano, pero nos dimos cuenta que hubiera sido mejor hacer todo, hasta Karaoz, en dolmus. Vimos una sola marca de Lycia pasando Kutluca cerca de un restaurante que está sobre la playa. No hay marcas hasta después de Karaoz. No pudimos caminar por el canto rodado y tuvimos que buscar la manera de trepar a través del bosque de pinos otra vez hasta la carretera de asfalto. En este caso se trata de una ruta nueva, apenas de estreno, mientras avanzábamos paralelos al mar, alternando entre playa, costanera, malecón y carretera, estaban las máquinas trabajando, agregando la nueva carpeta asfáltica a esta ruta.

Pensábamos avanzar hasta el Faro, conocido como lighthouse,  «fener» en turco, pero al llegar a Bahía de los Piratas nos encantó para quedarnos y acampar. Hasta aquí fuimos encontrando agua en varios puntos. Sobre la carretera y en los alrededores de esta bahía, hay canillas. Por aquí también hay unos sanitarios, sencillos, con unas duchas de agua fría. Hay unas restos de ruinas, y el lugar es maravilloso para quedarse, darse un chapuzón, o simplemente observar las tonalidades verdes y azules del agua. Es increíble y bello.

Día 21: Bahía de lo Piratas-Lighthouse-Adrasan (2018)

Un día largo. Según el libro de Kate Clow, este tramo desde Karaoz hasta Adrasan, debe hacerse en 9 horas. Nosotros arrancamos desde la Bahía de los Piratas donde dormimos. No es tranquilo durante la noche, y eso que es invierno, pero entran lanchas, trailers; como se puede acceder por ruta de tierra y el lugar es tan lindo, también entran y salen autos. Si se quiere descansar es mejor llegar hasta Lighthouse, Fener, allí ya no se puede llegar en coche y seguramente el sueño será más tranquilo. En Bahía de los Piratas, hasta ahí, hay fuentes con canillas con agua potable. Luego en Lighthouse hay una cisterna. El agua está buena, hay una soga, pero no vimos la cubeta o balde para extraer el agua. Igual con cualquier termo o botella se puede sacar. Desde la Bahía  hasta Lighthouse tardamos una hora. Se sube bastante, en zigzag, las vistas desde Fener y un poco más arriba también, son impresionantes. Se ve una guirnalda de cinco isletas pequeñas, separadas por estrechos canales. En los alrededores de Fener hay mesitas y tapancos da para un tranquilo acampe. Descansamos un rato allí, tomamos fotos y apreciamos el paisaje hacia todos los puntos cardinales. Luego seguimos subiendo un poco más.

El sendero está en toda su extensión bien señalizado. Agua no hay más. Después de la subida desde Lighthouse accedemos a un bosque de pinos, amable siempre a nuestros pies y luego al bosque que se recupera con esperanza pero lentamente de un incendio de 2014. Hay que ir esquivando los árboles quebrados por las llamas, pero se van buscando las marcas a medida que pasamos este sector de troncos desordenados. Luego hay otra subidita, un cerrito de no más de 400 metros, la subida a este es más paulatina que hasta Fener. Hay marcas y carteles con la cuenta regresiva de kilómetros. A la marca de 3 kilómetros a Adrasan -creemos que en realidad falta bastante menos- hay una fuente de agua.

Adrasan es un pueblo pequeño sobre una bahía de arena. Todas son pensiones o restaurantes de verano y en invierno casi todo está cerrado. Nos habilitaron un bungalow en la pensión Merhaba, con desayuno 50 liras. La comida es frugal, pero la esposa del dueño, alemana, nos convidó con su tarta de manzanas casera y nos preparó un pic-nic para seguir camino.

En el bungalow hay todo, la ducha caliente fue de primera.

Día 22: Olympos-Yanartas (2011)/Adrasan-Cirali-Yanartas (2018)

Experiencia mayo-junio 2011.-

Más fotos en:
http://www.facebook.com/media/set/?set=a.2163247841125.129927.1244465731&l=9343b24ac4..
y en:
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Y fui donde la tierra se prende fuego. Donde Bellerophonte debió pelear con un monstruo de tres cabezas con una parte de león, otra de serpiente y otra de cabra. Un monstruo de fuego llamado Quimera y que era y es invencible, porque a pesar de que siguiendo el consejo de la diosa Atenea, Bellerophonte capturó a Pegasus con una brida de oro y creyó vencer a Quimera, Quimera sigue fufando el fuego de sus entrañas a través de la piedra. A través de los siglos. Es increíble, es mágico, es real. Estuve ahí.
La roca está carcomida como si padeciera lepra y supura llamas. La fuerza de Quimera parte los huesos de la piedra desde adentro y aflora.
Caminé a Yanartas luego de haber llegado a Olympos. Llegué a Olympos luego de haber tomado un minibus en Finike. El minibus recorrió los kilómetros de la Ruta Lycia que coinciden con la carretera. Luego bajé y caminé a Olympos.
En Olympos busqué un camping. Estoy en el Cactus Camping. Acogedor. Buena onda. Tengo la carpita azul sobre un entarimado de madera. Tengo agua para el mate y wifi, y con cena y desayuno cuesta 20 liras. Es muy barato, todavía no sé si me darán de comer sánguches de aire o empanadas de viento.
Luego de armar el campamento, me encaminé rumbo a Çirali. Para ir a Çirali, primero hay que pasar por las ruinas de Olympos.
Olympos fue una de las ciudades lycias más importantes. Hay monedas muy antiguas que registran su pasado desde el siglo V antes de Cristo. Estas monedas tienen por un lado la cara Bellerophonte y por el otro la silueta de Quimera, el monstruo de fuego.
De la antigua Olympos quedan en pie varias tumbas, mosaicos, muros y acueductos. Los restos son de diferentes épocas, lycia, griega y romana. En Olympos se celebraban ritos secretos a Mithras, dios persa del espíritu puro y la luz de Zoroaster, y en un tiempo anterior, se alió a los piratas de Side y Phaselis.
También fue ocupada y reactivada un tiempo por los caballeros de Rodas, venecianos y genoveses.
Es una zona muy rica en vestigios, porque hubo de todo, quizás por estar ubicada en una zona privilegiada, por estar frente al mar y entre dos ríos, y por tener además agua de manantial y la magia de la montaña cobriza y el fuego.
Caminé bastante, pero no sufrí el calor. Hubo pinos, partes de sol, pero cierta brisa placentera y además la sorpresa constante de encontrar construcciones o novedades en la naturaleza.
Tal como decía ayer, la montaña es más roja. Y hoy en lugar de saltamontes estuve observando a las ranas, amigables, croan y se acercan a uno como si quisieran charlar. Simpáticas.
Para llegar a Yanartas desde Olympos, luego de pasar por las ruinas, se cruza un puentecito en el segundo río y se llega primero al pueblito de Çirali, pintoresco y pequeño, unas quince casas, con una mezquita bonita con su fuente de agua fresca. Siempre junto a una mezquita hay agua fresca.
Después de Çirali se caminan unos kilómetros más por camino ancho de tierra y se llega a un camino de piedra, escalonado y empinado y se sube hasta la cúspide de esa montaña, que no es muy alta, se sube, se sube, se sube, y llegando a la cima aparecen las exalaciones de Quimera. Re loco. Diferente, algo nuevo. Genial.

Actualización enero-febrero 2018.-

Otro día largo, tan largo que uno dudaba de que fuera el mismo día o que fuera ayer. Parecían dos. Subir a Olympos fue más arduo de lo esperado y bajar, ni hablar. La subida vaya y pase, aunque hay poco y nada de agua y se transpira la gota gorda aún en invierno. Los carteles de kilometraje desorientan un poco ya que están puestos alrevés, en reversa, o sea que, apenas empezamos a caminar y una vez completada la primera subida hasta un sitio de descanso, un mirado, vemos un cartel qu dice Olympos 1km, lo que significa que en realidad nos hemos alejado un kilómetro de Adrasan.

Para salir de Adrasan no hay marcas y al principio no es claro. Hay dos maneras, una pasa por el medio del pueblo y otra va bordeando el río. Hicimos la de bordeando el río con lo que al cabo de una media hora estábamos cruzando el río y casi casi volviendo atrás por el otro sendero casi paralelo. La referencia clara para no perderse es que uno llega un claro y que desde ese claro se ve un invernáculo de vidrio solitario, separado de todo el invernaderío. Desde ese claro, dejando a nuestras espaldas ese invernadero aislado, hay que buscar la huella hacia el Norte. Aparecerán algunas marcas y si vamos bien pronto llegaremos a una roca que tienen una hendidura, como un pequeño túnel porque el que debemos pasar. Ese pasaje entre las piedras está a menos de una hora o a más tardar una hora de Adrasan y si pasamos por ahí es porque vamos bien. Luego hay más marcas.

Toda la primera parte es en subida. Subimos hasta un par de yaylas, llanuras verdes, con flores silvestres. Cerca de aquí es el único lugar donde hay agua. Luego de la primera yayla, sobre la derecha y debajo de una pila de rocas está la boca de un manantial, el agua está buena. A pocos pasos hay una choza con paredes de alambrado y plástico, cerrada, pero dentro de esa choza se ven naranjas y se puede meter la mano para tomar una y saciar un poco la sed. Luego empieza la bajada. Los carteles siguen apareciendo en reversa.

La bajada se pone insoportable a pesar de lo bello del bosque de arrayanes y el suelo con su colchón de hojas secas. Hay mucha piedra suelta debajo de las hojas y las marcas son confusas entre el ocre y naranja del otoño. Hay que estar muy atentos, la uniformidad del bosque tupido, la monotonía de los matices cobrizos de los troncos y las hojas, nos pueden llevar a perdernos de manera fantasmagórica en tan frondoso y lindo bosque. Es un poco oscuro y no conviene distraerse.

Luego hay una parte donde los arboles fueron destruido por una tempestad. Está lleno de troncos y ramas quebradas y caídas, hay marcas, pero por un buen trecho, es complicado abrirse paso. Fastidia un poco tantos obstáculos y tan seguidos. No da respiro. Hasta que de pronto y por fin, seis horas después del arranque,  aparecen las primeras ruinas de Olympos y ya nuestro temple cambia y nuestra tolerancia y alegría aflora entre antiguos baños y tumbas, arcos, columnas, estatuas.

Visitamos las ruinas, muchísimas, a ambos lados del río y luego seguimos, caminando por la playa amurallada, rumbo a Cirali.

En Cirali acampamos debajo de los naranjos de Sahil pansiyon & camping y luego de unos cuantos té y unos cuantos mates reconstituyentes partimos a ver los fuegos de Yanartas en medio de la penumbra. Otro panorama diferente al que yo había visto en mi vista anterior con luz diurna. Ahora e camino desde Cirali, ciudad que ha crecido mucho, está todo pavimentado. Ya no es un camino de tierra ancho, sino una calle de pavimento de varios kilómetros, dicen 3, pero parecen un poquito más… Al llegar al inicio de la subida, ahora sí de tierra, agreste, hacia donde están los fuegos, hay que pagar una entrada no muy cara y subir, subir con linternas, imprescindibles, hasta ver las llamaradas. Son  alrededor de 800 metros o 1 km. El espectáculo de las flamas de Chimera sigue siendo alucinante.  Su furia en llamaradas no se extingue a pesar de los siglos que transcurren de su muerte. Espectacular.

El camping con desayuno cuesta 25 liras, sin desayuno serían 15. El dueño es muy amable. Nos permite utilizar un gran salón tipo quincho comedor que tiene donde hay electricidad y agua.

Día 22: Olympos-Phoinoikous

Volviendo atrás.
Como llegué a Olympos vía bus desde Finike, hoy caminé este tramo de la ruta que me había quedado en el medio, o sea, que me había salteado. Es la ruta que lleva hasta Adrasán, puerto y ciudad. Se trata de subir y bajar una montaña, uno de los montes Olympos, que son varios y conforman los picos de esta zona. Picos nada uniformes, nada simétricos. Picos agrestes y duros. Grises y arrugados por el tiempo, la nieve, o el viento, y cuyas arrugas son agudas. Sin embargo, el sendero es sombrío. Todo a lo largo y a lo alto de ladera, está lleno de árboles, y lleno de hojas.
Hoy escuché llover a las hojas. Cuando la brisa se colaba entre las ramas, el sonido de chaparrones de hojas. Después el sonido de un colchón de hojas secas bajo los pies. Daban ganas de caminar descalza. Patiné varias veces, abría los brazos, y me dejaba deslizar sobre las hojas. Un hermosura. Y me reía recordando a esas señoras que salen a patinar sobre las hojas en las veredas de San Pedro. Y me reía de las caras circuspectas de las otras señoras, las que previenen «cuidado con las resbaldas». Mientras tanto, me dejaba resbalar. Consecuencia: me perdía. En laberintos de hojas ocres y amarillas y marrones en cientos de metros a la redonda, todo igual, y yo con el norte en el sur en mi cabeza. Mareada.
Todo el camino fue arbolado. Empieza por la necrópolis de Olympos, del otro lado del río. Se pasa además por las ruinas de un teatro, y después por un pinar. Se camina por el lecho de un río, el lecho es pedregoso, pero breve, después viene el bosque de las hojas. Arrayanes soberbios.
En el camino me encontré con las dos chicas alemanas que había visto en Finike. Me econtré con la pareja de Sue y Jim, dos septuagenarios yanquis que caminan como si fueran a máquina, con esos palitos de esquiador, apenas se detienen para decir «hi», pero no observan nada, no escuchan nada, no se enteran, sólo caminan. Siguen el sendero, como una rutina, el trecking, o trepping, a reloj.
Escuché un pájaro carpintero, o algo parecido. Me detuve y miré, pero no lo vi.
Subí hasta la cumbre, hasta esos riscos duros y agudos. Cerca de ahí están las ruinas de Phoinoikous, una antiquísima ciudad griega. Quedan unos pocos muros.
Luego bajé, y luego de volver a cruzar el río, botas al hombro, me di un baño de mar.
Este camino, fueron unos 10 km. Bajando 6 más por la otra ladera, luego de la cumbre, se llega a Adrasán. Yo volví por la ladera de las hojas, hacia el mar.
Sigo en el camping Cactus. Está muy bueno. Acá vinieron las chicas alemanas.
La comida está re buena, es abundante, rica, muy natural. La gente es piola, buena onda. Y hay buena música. Agua caliente para el mate y yerba Corona. UN LUJO.
Hoy como amanecí con calor caminé de pollerita, así que por supuesto tengo las rodillas todas tajeaditas.

Día 23: Olympos-Tekirova (2011)/Cirali-Beycik (2018)

 

Experiencia mayo-junio 2011.-

Llegué molida, fundida, reventada. No es que el camino haya sido arduo, en sí no lo fue. Pero hizo tanto calor! Parte del camino tenía sombras esporádicas de algunos árboles salteados. Mucha piedra, como en general ha sido a lo largo de toda la ruta. Cambian los colores de las piedras, cambian los colores de las montañas. Hoy fueron montañas cobrizas. Piedras enormes, rojas, con destellos dorados en muchas partes. Por otros sitios, piedras negras. Estas montañas fueron minadas. Hay residuos y restos de antiguas minas que ya no trabajan.
Lo maravilloso y sorprendente del día de hoy, fue que el senderillo subía y bajaba todo el tiempo en curvas menguantes, y a cada curva, el mar, más o menos abajo, a veces más y a veces menos, según subiera o bajara, ofrecía una cara diferente. Los rasgos del mar eran distintos después de cada curva, cambiaba el paisaje. Esto hizo que el camino me resultara un camino rápido, y a no ser porque hizo mucho calor y en todo la ruta de siete horas de caminata no encontré agua, el cansancio hubiera sido mucho menor, porque el factor sorpresa lo puede todo.
Como acampé en Olympos, arranqué de acá. Otra vez. Otra vez es caminar hacia la costa, pero al revés que ayer con rumbo a Adrasán, hoy no cruzar ese río donde cantan las ranas, hacia la derecha, sino doblar en la playa, hacia la izquierda. Es en principio el mismo camino que había hecho para ir a Quimera. Se pasa nuevamente por el pueblito de Cirale, aunque por una calle distinta. Digamos que Cirali tiene dos calles. Al llegar a Cirale, después de caminar por la playa y cruzar un río angosto por un puentecito de madera, si uno quiere ir a las llamas de Quimera, toma la ruta que sale a la izquierda, y si uno quiere ir hacia Tekirova, toma el camino de la derecha que bordea la costa.
Entre Olympos y Cirali hay 3 kilómetros que ya me sé de memoria. Al llegar a Cirale se caminan 3 km más hasta acercarse a una ladera que hay que empezar a subir.
Los primeros kilómeros son un camino de autos, bordeados de pinos y eucaliptus, donde algunos turistas salen a andar en bicicletas que alquilan por ahí. Llegando a la ladera empieza el «trepping».
Las primeras colinas tienen árboles. El sendero es angosto y precipitoso en muchos lugares. Las vistas, repito, maravillosas.
Subiendo y bajando se pasa por las minas abandonadas, y se llega a una playa sucia donde hubo una granja de pescadores que está abandonada y llena de basura. Después no hay más sombra, y en esta estación caminar sin sombra y sin agua, cuando llega el mediodía es pesado.
Llegué casi hasta las veras de Tekirova donde nace un camino de autos que lleva hasta el pueblo que es netamente turístico, de dos calles, una con hoteles y otra con boutiques. Ni siquiera entré al pueblo, porque llegando al camino de autos, escuché que se acercaba un vehículo, y tras 7 horas de caminata, ni dudé en levantarle el pulgar y el buen musulmán me acercó hasta unas playas en Cirali donde me di un reconfortante baño de aguas marinas y luego volví a recorrer los ya consabidos 3 km que separan a Cirali de Olympos.
Sigo en el camping Cactus hasta el amanecer en que remontaré el vuelo para continuar la ruta Lycia, desde Tekirova, adonde me dirigiré en dolmus (minibus) hasta Phaselis y de ahí en más, se verá.
Cenamos riquísimo con las chicas alemanas, Andrea y Micki, y con Mohammed, un turco cansado de Estambul. Üçagin, un amable trabajador de aquí nos dio de postre ciruelas verdes y unos racimos de cerezas deliciosas. Las cerezas son únicas, pero estas eran más únicas que todas las únicas. El equilibrio perfecto entre lo dulce y el toque amargo, perfecta la pulpa. Se le hará agua la boca si el invierno está en la puerta, o en las baldosas frías de su patio. Qué cerezas! Algo bueno tenía que darnos el verano. Gracias!
Faltan pocas estaciones en esta ruta, y no me dan ganas de llegar. Es muy lindo esto de andar de pie. A pesar de todo. Es muy lindo.

Actualización enero-febrero 2018.-

En esta oportunidad tomamos el camino de las montañas. Quizás debió haber sido alrevés, lógicamente, en verano haber hecho esta parte y ahora, en invierno, lo que hice en verano. Pero ya había hecho la costa, así que ahora, a las montañas!!!

Salimos de Cirali que está cerca de Olympos. En Cirali dormimos en el camping y como anoche ya habíamos visitado los fuegos de Yanartas y habíamos hecho esta parte caminando, el dueño del camping nos acercó hasta el inicio de la ruta. Empieza subiendo el sendero a las llamas y continuúa, siempre subiendo hasta que se acaba el alcance de los exhalaciones de Chimarea. Se van atenuando las flamas pero no la subida. Se sube y se sube hasta Ulupinar y luego se cruza una ruta asfaltada bastante concurrida. A partir de aquí el sendero se lía. Hay muchos caminos forestales nuevos y pocas o muchas marcas pero cuando son muchas no son exactamente de Lycia, y en lugar de las líneas roja y blanca, aparecen uns marcas con línea amarilla y roja o amarilla roja y blanca, tres líneas pero sin ningún tipo de explicación. Luego también hay carteles amarillos como los de Lyca pero que son de otras rutas. Los nombres no coinciden pero a veces son similares. Es bueno saber un poco de turco para entender por ejemplo que es una yayla porque sino uno cree que yayla es el nombre de una aldea y hay muchas que son yayla y aunque debemos sí, ir a alguna de ellas, podemos aparecer en otra.

 

Por suerte encontramos un pastor que nos señaló hacia dónde estaba Beycik. Beycik tiene una parte baja y luego se sube un poco más y hay otra parte también llamada Beycik, de la misma aldea o pueblo, pero que está por encima de la montaña. Así que seguimos subiendo, confundiéndonos un poco a veces por esas líneas con amarillo pero al final llegamos al camping de Ali, Riviera restaurante. Tienen unos tapancos de madera, un criadero de truchas, muchos almendros y avellanos. Tiene su propia cosecha de naranjas y un terrenito plano con pasto para acampar. También hay baños con duchas calientes. Nos resultó un poco caro al final aunque la cena estuvo de primera. El camping cuesta 35 liras con desayuno y ducha caliente y la cena 25, pero ojo, no pedir bebida porque Ali te chuza la cabeza, o el bolsillo según se mire. La ruta Lycia pasa por aquí, por su establecimiento y luego por detrás de su casa.

Día 24: Tekirova-Phaselis (2011)/Beycik-Yayla Kuzdere (2018)

Experiencia mayo-junio 2011.-

Recordemos que ayer, en el día 21 de caminata, había hecho desde Olympos la ruta por las colinas rumbo a Tekirova y regresado a Olympos para dormir en el camping Cactus.
Esta mañana, luego de juntar nuestros bártulos, las dos jóvenes alemanas, Andrea y Micki, y yo, tomamos un minibus hasta la carretera principal que va a Antalya y desde ahí otro minibus hasta el cruce de la carretera principal con Tekirova. Caminamos hacia el centro de Tekirova, y luego, siguiendo unas pocas marcas de la ruta Lycia, y preguntando, caminamos hasta un camping que se encuentra a mitad de camino entre la ciudad de Tekirova -moderna, pequeña, y turística- y la antigua ciudad de Phaselis.
Más tarde, después de volver a armar nuestro campamento, ir a la playa, darnos unos baños marinos y comer algo, caminamos hacia las ruinas de Phaselis.
Phaselis es una ciudad que existe desde el siglo VII antes de Cristo. Las ruinas que permanencen en pie son impresionantes. Me encantó. La ciudad prosperó gracias a su situación estratégica, tenía como cuatro puertos, todos activos.
Hay muchos restos en pie, un teatro, varios baños, la calle principal, el ágora; los arcos son impresionantes. Una maravilla. Buena parte de los puertos se encuentra bajo el agua, ya que fue invadida por el mar. Pero me sorprendió lo que hay, la arquitectura, la fortaleza de esa construcción, que se ve que ha sido renovada a través de las diferentes civilizaciones que pasaron por ahí, porque el estilo lycio más antiguo se mezcla con el griego y aún con el estilo romano y bizantino.
Fue una buena caminata, aunque no vimos mucha señalización, casi nada.
Se cruza un puente y luego se bordea la costa, la bahía, se trepa a una ladera con pinos y piedras oscuras y rojas. Por esa ladera se sube y se baja constantemente, se hace entretenido, y debajo, la vista cambia, las islas, la península, las bahías y las playas.
Las chicas terminan sus días de «trepping» mañana. Se van directamente a Antalya en bus. Yo quiero caminar unos días más, y llegar a destino, a pata.

Actualización enero-febrero 2018.-

Célebre Tahtali daği  . Esta vez no vamos por la costa. Vamos por las montañas. Hay que cruzar la altura de este Monte Olimpos legendario y enorme. Del lado de Beycik se veía imponente pero sin nieve. Sólo algunos manchones. Sin embargo a medida que nos acercábamos al paso la nieve crecía en extensión y espesor. En la cumbre y durante varios kilómetros y consecuentes horas después de la cumbre no nos quedó más remedio, santo remedio y bendición, que caminar por la nieve. Para mí caminar por la nieve es una adicción, un vicio consagrado pero claro, se pierden las marcas, no conocemos esas montañas, desconocíamos por completo o casi por completo nuestra dirección. Era complicado orientarse correctamente ante tal panorama. Nuestras perspectivas de éxito estaban por debajo de lo nulo.

Nos recontraperdimos después de haber sorteado con mucha cautela toda la cumbre y la precumbre donde la nieve nos tomaba por sorpresa enterrándonos hasta las rodillas. No queríamos arriesgar ni un paso sin ver antes la marca siguiente, a veces no quedaba otra que arriesgar. No se veía nada y no quedaba otra que avanzar a tientas e ir buscando lentamente para no alejarnos mucho de nuestra última pisada certera. Todo era blanco y hermoso. Tan blanco que encandila. Llegamos a un camino ancho al que subimos por inercia trepando y poniendo mucho esfuerzo en los bastones a modo de piquetas. Este camino ancho también estaba cubierto de nieve. Otra vez aparecen los carteles que señalan otros treks y las marcas con rayas rojas y amarillas. No vimos más marcas de Lycia. La última la vimos en un arbolito parado en medio de una yayla cubierta de nieve. Luego de este árbol, siguiendo el camino ancho que creemos no es la dirección correcta, hay un cartel que señala a Tekirova, a la costa, otro que iba a una Yayla pero no era a Kuzdere y otro que fue el que seguimos que señalaba Gedelme. En esta parte, la del árbol con la última marca y una yayla ahora cubierta con un manto de nieve, hay un par de construcciones sencillas, quizás de pastores. No había nadie.

Cruzar desde Beycik, remontar el Tahtali, cruzar el paso, nos tomó más de dos horas. No vimos más marcas, de pronto sí, aparecía una, y luego nada. Nieve seguía habiendo, pero como íbamos bajando cada vez menos, aunque más barro. Mucho barro. Nada de gente. De golpe vimos a una familia juntando nieve en una bolsa. Iban en auto. Se habían quedado ahí, junto a un laguito formado por el deshielo. No los volvimos a ver. Los esperamos un buen rato más adelante porque se nos abrió una bifurcación y no sabíamos para dónde seguir. No aparecieron más así que seguimos la intuición, seguimos bajando, por nuestra derecha, y en eso vimos otra marca, pero al rato nada o alguna otra marca que subía como volviendo alrevés de como íbamos. Estábamos requetedesorientadas y seguras de que, a Yayla Kuzdere, no íbamos a llegar. Bajábamos tanto que yo ya me imaginaba que estábamos por llegar al Puente Romano. Veíamos allá abajo unas casitas. Intentamos llegar a ellas, ya caía la tarde. Llegamos pero eran cuatro o cinco casas cerradas, cero habitantes. Seguimos. De última sabíamos que podríamos refugiarnos allí. Teníamos el cuerpo húmedo y hacía mucho frío. Llegamos a otro cúmulo de casas un poco más poblado y una señora, Rabiah, de la primera casa a la que llegamos, salió a recibirnos con té caliente y nos hizo pasar a su hogar con la salamandra encendida.

Fue sorprendente, muy sorprendente, que cuando le contamos que veníamos desde Beycik, que habíamos cruzado el Tahtali daği cubierto de nieve, y que por la misma nieve habíamos perdido el trazado del sendero y las marcas, pero que Íbamos hacia YayLa Kuzdere, la mujer nos dijo que estábamos ahí, que habíamos llegado a Yayla Kuzdere. Yo creía que entendía mal y volvía a preguntar «Yayla Kuzdere? ustede está segura? y le decía a la pobladora, que no podía ser, como si ella misma no fuera de allí, como en un buen sueño que uno creía que era una pesadilla, «pero ustede está segura que esto es Yayla Kuzdere?» No sé cómo. Pero llegamos adonde teníamos que llegar, a Yayla Kuzdere. No había pensión, ni lugar para alojarnos, esta señora y su familia se irían. Las casas estaban vacías. Buscamos un lugar para acampar. El frío ya atornillaba. En eso, ya decididas a acampar en cualquier parte cerca de alguna fuente de agua que hay varias, aparece una familia de lo que podría haber sido un cobertizo de maderas viniéndose abajo. Nos dijeron que tenían una pensión. Era impensable que sobre esas maderas deterioradas pudiera haber una habitación habitable, pero sí, la había, y era cerrada, grande, y con baño. Cuando le preguntamos a uno de los miembros de la familia si su abuela tenía una pensión, simplemente me respondió, «algo parecido».

Estuvo bien. Queríamos ya descansar, pero la señora de la casa, la abuela de todos, Aysa Aslan, insistía  que antes había que tomar la sopa.

Nos dieron de comer, delicioso, caliente, nutritivo, la sopa, arroz con guisado, dulce de membrillos casero,pan, nueces. Mientras tanto alguno de sus hijos habilitó el cuarto, pasó la aspiradora, puso una esterilla, limpió el baño. Fue genial.

Día 24 y 25: Phaselis-Gedelme-Göynük Yalasi (2011)


Día largo pero concurrido. Variado y con ayuda.
Salí con la fresca del exclusivo Sundance Camp, eso sí, después de un nutritivo desayuno de avena, pasas, leche, miel, una panera completa de pan blanco y negro con manteca y mermelada, dos clases de quesos, aceitunas, y por supuesto, mate.
Recargadas las pilas y el adenosintrifosfato encaré la ruta mochila al hombro.
Desde Sundance Camp hay 2 km hasta la carretera principal, coincide en parte con la Ruta Lycia en su dirección a las ruinas de Phaselis.
Desde temprano, al nivel del mar, hacía calor.
Llegando a la carretera principal, dos chicos que trabajan en Sundance Camp, iban en una camioneta a comprar garrafones de agua, así que me alcanzaron los último metros, no fue un respiro, pero al menos fue un suspiro.
Pasando las ruinas de Phaselis se agarra el camino rumbo al Roman Bridge. No es muy complicado, piedras siempres, calor, sombras esporádicas y pocas marcas y menos huellas. Al cabo de algunas horas, digamos unas 3 horas, se llega nuevamente a carretera para autos. Apenas la tomé le hice dedo a uno y me trajo hasta Gedelme donde me alojo en la Pensión y Restaurante Caner, muy linda, sobre todo por la gente muy atenta y amable.
La pensión es con desayuno, cena, y tiene pileta y wifi por 50 liras. Está en el medio de altas montañas y no hace tanto calor.
Cuando el auto me levantó, pensaba decirle que me bajar en el Puente Romano, para visitarlo y luego seguir mi ruta, pero viendo y considerando que la carretera no hacía más que subir y subir en la montaña, preferí llegar en auto hasta Gedelme, descargar los bártulos y luego salir a pie.
Sin embargo, estando ya en la pensión, consulté el mapa y el libro de Kate Clow, y para hacer la ruta, el trepping que separa Gedelme del Puente Romano, se necesitan unas 4 o 5 horas y el sendero es prometedor por la variedad de ríos que hay que vadear y cruzar, otros, antiguos lechos y zonas de deslizamiento de rocas, así que preferí dejarlo para mañana y hoy caminar hacia Göynük Yalasi.
El inicio de la ruta está 1 km de la pensión y coincide en el comienzo con la ruta que va al Puente Romano. Primero se atraviesa un campo de trigo por una huella endeble entre las espigas. Después comienza a ascender y las vistas de las montañas alrededor son imponentes.
Las montañas se ven verdes de pinos hasta una cierta altura, más arriba, de distintos grises y lilas. Son picos de hielos y nieves durante el invierno.
En general el sendero es un sendero angosto bordeado de arbustos muy espinosos a ambos lados. Fue muy difícil zafar de las espinas así que los rasguños son unos cuantos. Esta parte de arbustos espinosos es con suelo de piedra. Después se trepa la colina agarrándose de entre las piedras. Menos mal que dejé la mochila en la pensión, no lo habría podido trepar con 15 kg en la espalda. Hay muchos derrumbres y árboles caídos.
Fue difícil encontrar la continuidad del camino en varios lugares. La ruta cruza además la carretera un par de veces y también cruza caminos secundarios y lechos de antiguos arroyos con derrumbes. En dos oportunidades hay que cruzar alambrados.
Llegando a un tanque de agua, reservorio de emergencia por si acaso hay incendios en el bosque, el sendero que va a Göynük Yalasi se separa del que va hacia el Puente Romano.
Durante la ruta de «trepping» no crucé a ningún caminante. En la carretera pasó una caravana de jeeps y 4 * 4, a los bocinazos, muy contentos y saludándome.
Llegando a Göynük Yalasi, donde desde el sendero se ve una sola casa, pegué la vuelta hacia Gedelme.
Ayer, llegaron al Sundance Camp, Sue y Jim, dos yanquis con quienes ya nos cruzamos un par de veces. Ella 64 años y él 71, están caminando algunos tramos de la Ruta Lycia. Yo digo que son como una máquina de caminar porque van con palitos de esquiador, a paso largo, y se ve que no quieren ni parase a decir «hello», se deben tomar el tiempo. En el camping, sí tuvieron tiempo de charlar un rato.

Día 25: Puente Romano-Gedelme (2011)/Yayla Kuzdere-Göynük (2018)

Experiencia mayo-junio 2011.-

Recordemos que antes de llegar a Gedelme, un auto me trajo hasta la pensión y no caminé este trecho de camino ya que preferí dejar los bártulos y hacerlo sin mochila. Vino bien. Fue una buena idea porque en el camino, deslavado en varios tramos largos, hay que cruzar unas cuantas veces el río principal y algunos de sus afluentes. Calculo que las botas me las saqué y me las volví a poner unas diez veces. Otras veces fue posible cruzar con calzado a través de las piedras grandes que hay en medio del río. Por otro lado, el cauce debe ser mayor en plena primavera, cuando comienza el deshielo, pero en este tiempo, entrado ya el verano, el agua baja rápido y ya no hay tanta.
Los lugares complicados de este sendero son los que han sido invadidos por las piedras de derrumbes, del deslave. Se ve que desde las laderas de las montañas que hacen cajón al río, han habido derrumbes importantes y en muchos, muchos lugares, el sendero desaparece bajo las piedras o bajo algunos árboles caídos.
Siguiendo el mapa, veía que debía continuar bordeando el río principal, y aunque en tramos muy largos, digamos media hora, o más, no veía ninguna señal de que era el camino correcto, seguía el curso del río. Un poco confundida y bastante cansada, pero llegué.
Empecé el recorrido a las 7 de la mañana y llegué al hotel de regreso casi a las 4 de la tarde. Aclaro que lo hice por partida doble, ida y vuelta.
Hay varios senderos muy claros, entre pinares, caminitos de piedra, para variar. Y en algunas partes sube hasta caminos más anchos por donde me cruzaron algunos jeeps y aunque me hacían señas para llevarme, especialmente hoy, a pesar de que por ahí no había sombra y el sol me calaba el turbante, preferí caminar.
Tenía mucho de que hablar con los árboles. Y ellos me escucharon. Lo sentí en la piel. Escalofríos en medio del calor.
La verdad que fue un lindo día. A pesar de haber empezado triste luego de enterarme anoche que demolieron los hogares de Al Hadidiya en el Valle del Jordán, tercera comunidad beduina demolida en menos de una semana. En Al Hadidiya vive Abu Seqer, amigo de todos, amigo mío. Emblemático, respetado. Salí con un dolor tan grande que no me cabía en el cuerpo. Me preguntaba, cómo hace el cuerpo para meter todo esto que siento ganas de llorar en alguna parte. Volví mejor. Sé que algo bueno va a suceder.
Volviendo al camino. La Ruta Lycia es lo que está en juego en este blog. Y ya me queda poco. Mañana es el último día. Ya llego a Antalya. Casi. Inshallah.
Decía que el sendero se cruza brevemente con la carretera. En un tramo cerca del puente Romano.
Bajo el Puente Romano hay una casa de té, un restaurante de madera, muy simpático. Me tomé un çay de llegada y descansé un ratito antes de encarar la vuelta.
Este camino, Gedelme-Puente Romano o viceversa, coincide con el que va a Göynük Yaylasi -el que caminé ayer- hasta un punto donde hay un tanque de agua, un reservorio, ante posibles casos de incendio. Me gusta que cuiden al bosque.
Desde algunos puntos del camino, altos, se ve el mar, los pueblitos de Çamyuva y Kiris. Desde el río encajonado se aprecian las montañas que vistas desde abajo parecen aún más altas.
Los colores del agua cambian de un recodo a otro y eso, más las flores, las adelfas, y las mariposas, es mágico. Hay manchones de agua verde, otros blancos llenos de espuma y cascaditas rabiosas, otros se ven rosas según las sombras de las piedras. Los colores del agua entre las piedras, dan gusto, y me alegro mucho de haber tenido que mojarme los pies tantas veces. Fue un placer cada vez.

Actualización enero-febrero 2018.-

Desde Yayla Kuzdere a Gedelme dicen ser 8 km pero los hicimos en menos de una hora y media. Va en bajada. El camino es claro. Todo el tiempo es un camino ancho. Antes de llegar a Gedelme y antes de la fortaleza ya empezamos a ver casas. Por supuesto está más poblado que hace siete años, pero el hotel Çaner está cerrado y muchas casas están vacías. Seguimos hacia Göynük Yaylasi dond no había absolutamente nadie así que continuamos a Göynük y nos quedamos en la entrada del Parque del Cañón. Esta parte de Lycia está ahora dentro del parque o reserva nacional, hay que pagar un canon, no es mucho y los chicos que estaban en la entrada del parque, teniendo en cuenta que no hay hoteles ni pensiones por ahí, y que la única posible a algunos kilómetros, está cerrada fuera de temporada, nos permitieron acampar junto al parque. El lugar para el acampe está bueno. Hay algunas bancas y mesas improvisadas con tablones, un fogón preparado con leña y todo, podemos usar el baño, hay agua potable.

Fuimos a visitar la ciudad de Göynük pero no nos gustó. Una ciudad sin encanto. Si bien está sobre la playa, la playa no se ve porque está ocupada por resorts. El centro de la ciudad es una rotonda con calles de pavimento y algunos negocios. Nada que valga la pena, salvo estos pibes que están en la entrada del Parque y que fueron super amables y muy buena onda.