Experiencia mayo-junio 2011.-
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Y fui donde la tierra se prende fuego. Donde Bellerophonte debió pelear con un monstruo de tres cabezas con una parte de león, otra de serpiente y otra de cabra. Un monstruo de fuego llamado Quimera y que era y es invencible, porque a pesar de que siguiendo el consejo de la diosa Atenea, Bellerophonte capturó a Pegasus con una brida de oro y creyó vencer a Quimera, Quimera sigue fufando el fuego de sus entrañas a través de la piedra. A través de los siglos. Es increíble, es mágico, es real. Estuve ahí.
La roca está carcomida como si padeciera lepra y supura llamas. La fuerza de Quimera parte los huesos de la piedra desde adentro y aflora.
Caminé a Yanartas luego de haber llegado a Olympos. Llegué a Olympos luego de haber tomado un minibus en Finike. El minibus recorrió los kilómetros de la Ruta Lycia que coinciden con la carretera. Luego bajé y caminé a Olympos.
En Olympos busqué un camping. Estoy en el Cactus Camping. Acogedor. Buena onda. Tengo la carpita azul sobre un entarimado de madera. Tengo agua para el mate y wifi, y con cena y desayuno cuesta 20 liras. Es muy barato, todavía no sé si me darán de comer sánguches de aire o empanadas de viento.
Luego de armar el campamento, me encaminé rumbo a Çirali. Para ir a Çirali, primero hay que pasar por las ruinas de Olympos.
Olympos fue una de las ciudades lycias más importantes. Hay monedas muy antiguas que registran su pasado desde el siglo V antes de Cristo. Estas monedas tienen por un lado la cara Bellerophonte y por el otro la silueta de Quimera, el monstruo de fuego.
De la antigua Olympos quedan en pie varias tumbas, mosaicos, muros y acueductos. Los restos son de diferentes épocas, lycia, griega y romana. En Olympos se celebraban ritos secretos a Mithras, dios persa del espíritu puro y la luz de Zoroaster, y en un tiempo anterior, se alió a los piratas de Side y Phaselis.
También fue ocupada y reactivada un tiempo por los caballeros de Rodas, venecianos y genoveses.
Es una zona muy rica en vestigios, porque hubo de todo, quizás por estar ubicada en una zona privilegiada, por estar frente al mar y entre dos ríos, y por tener además agua de manantial y la magia de la montaña cobriza y el fuego.
Caminé bastante, pero no sufrí el calor. Hubo pinos, partes de sol, pero cierta brisa placentera y además la sorpresa constante de encontrar construcciones o novedades en la naturaleza.
Tal como decía ayer, la montaña es más roja. Y hoy en lugar de saltamontes estuve observando a las ranas, amigables, croan y se acercan a uno como si quisieran charlar. Simpáticas.
Para llegar a Yanartas desde Olympos, luego de pasar por las ruinas, se cruza un puentecito en el segundo río y se llega primero al pueblito de Çirali, pintoresco y pequeño, unas quince casas, con una mezquita bonita con su fuente de agua fresca. Siempre junto a una mezquita hay agua fresca.
Después de Çirali se caminan unos kilómetros más por camino ancho de tierra y se llega a un camino de piedra, escalonado y empinado y se sube hasta la cúspide de esa montaña, que no es muy alta, se sube, se sube, se sube, y llegando a la cima aparecen las exalaciones de Quimera. Re loco. Diferente, algo nuevo. Genial.
Actualización enero-febrero 2018.-
Otro día largo, tan largo que uno dudaba de que fuera el mismo día o que fuera ayer. Parecían dos. Subir a Olympos fue más arduo de lo esperado y bajar, ni hablar. La subida vaya y pase, aunque hay poco y nada de agua y se transpira la gota gorda aún en invierno. Los carteles de kilometraje desorientan un poco ya que están puestos alrevés, en reversa, o sea que, apenas empezamos a caminar y una vez completada la primera subida hasta un sitio de descanso, un mirado, vemos un cartel qu dice Olympos 1km, lo que significa que en realidad nos hemos alejado un kilómetro de Adrasan.
Para salir de Adrasan no hay marcas y al principio no es claro. Hay dos maneras, una pasa por el medio del pueblo y otra va bordeando el río. Hicimos la de bordeando el río con lo que al cabo de una media hora estábamos cruzando el río y casi casi volviendo atrás por el otro sendero casi paralelo. La referencia clara para no perderse es que uno llega un claro y que desde ese claro se ve un invernáculo de vidrio solitario, separado de todo el invernaderío. Desde ese claro, dejando a nuestras espaldas ese invernadero aislado, hay que buscar la huella hacia el Norte. Aparecerán algunas marcas y si vamos bien pronto llegaremos a una roca que tienen una hendidura, como un pequeño túnel porque el que debemos pasar. Ese pasaje entre las piedras está a menos de una hora o a más tardar una hora de Adrasan y si pasamos por ahí es porque vamos bien. Luego hay más marcas.
Toda la primera parte es en subida. Subimos hasta un par de yaylas, llanuras verdes, con flores silvestres. Cerca de aquí es el único lugar donde hay agua. Luego de la primera yayla, sobre la derecha y debajo de una pila de rocas está la boca de un manantial, el agua está buena. A pocos pasos hay una choza con paredes de alambrado y plástico, cerrada, pero dentro de esa choza se ven naranjas y se puede meter la mano para tomar una y saciar un poco la sed. Luego empieza la bajada. Los carteles siguen apareciendo en reversa.
La bajada se pone insoportable a pesar de lo bello del bosque de arrayanes y el suelo con su colchón de hojas secas. Hay mucha piedra suelta debajo de las hojas y las marcas son confusas entre el ocre y naranja del otoño. Hay que estar muy atentos, la uniformidad del bosque tupido, la monotonía de los matices cobrizos de los troncos y las hojas, nos pueden llevar a perdernos de manera fantasmagórica en tan frondoso y lindo bosque. Es un poco oscuro y no conviene distraerse.
Luego hay una parte donde los arboles fueron destruido por una tempestad. Está lleno de troncos y ramas quebradas y caídas, hay marcas, pero por un buen trecho, es complicado abrirse paso. Fastidia un poco tantos obstáculos y tan seguidos. No da respiro. Hasta que de pronto y por fin, seis horas después del arranque, aparecen las primeras ruinas de Olympos y ya nuestro temple cambia y nuestra tolerancia y alegría aflora entre antiguos baños y tumbas, arcos, columnas, estatuas.
Visitamos las ruinas, muchísimas, a ambos lados del río y luego seguimos, caminando por la playa amurallada, rumbo a Cirali.
En Cirali acampamos debajo de los naranjos de Sahil pansiyon & camping y luego de unos cuantos té y unos cuantos mates reconstituyentes partimos a ver los fuegos de Yanartas en medio de la penumbra. Otro panorama diferente al que yo había visto en mi vista anterior con luz diurna. Ahora e camino desde Cirali, ciudad que ha crecido mucho, está todo pavimentado. Ya no es un camino de tierra ancho, sino una calle de pavimento de varios kilómetros, dicen 3, pero parecen un poquito más… Al llegar al inicio de la subida, ahora sí de tierra, agreste, hacia donde están los fuegos, hay que pagar una entrada no muy cara y subir, subir con linternas, imprescindibles, hasta ver las llamaradas. Son alrededor de 800 metros o 1 km. El espectáculo de las flamas de Chimera sigue siendo alucinante. Su furia en llamaradas no se extingue a pesar de los siglos que transcurren de su muerte. Espectacular.
El camping con desayuno cuesta 25 liras, sin desayuno serían 15. El dueño es muy amable. Nos permite utilizar un gran salón tipo quincho comedor que tiene donde hay electricidad y agua.