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Día 15: Simena-Demre (2018)

Hermosos paisajes, bellísimas vistas. Playas encajonadas entre penínsulas, bahías de piedra. Agua cristalina. Mar verde verde mar.

El recorrido no es nada difícil. Para comenzar cruzamos varias ovas, praderas muy húmedas y llanas, con un pasto al ras, como un musgo. Pasamos por algunas ruinas mezcladas entre las piedras y la maleza y un castillo genovés gemelo de Kalekoy en Simena. Pasamos también algunos enclaves veraniegos, semiabandonados ahora en invierno, muelles con bares fantasmas donde durante la temporada atracan barcos con turistas. Las playas, paradisíacas, son accesibles sólo por agua o por el sendero.

No encontramos agua dulce en el camino. Hay pozos cuyas bocas están cubiertas con ramas, nada más. No hay baldes ni sogas. El agua no huele mal pero está muy abajo y se ve que los pozos, en desuso. Pudimos cargar agua recién en Kapakli, a dos horas de camino de Simena. Antes de llegar aquí hicimos una parad de descanso en una explanada tipo muelle de desembarco. Abandonado todo. Hay restos de alambres, plásticos, algunos materiales desperdigados y algo de basura. Desde ahí fuimos a Kapakli donde fue posible cargar agua. No es necesario subir al pueblo. Se pasa sólo por sus suburbios, ahí nomás, apenas llegamos, hay una escuela y afuera de la escuela una fuente de agua. Después el sendero va rodeando la montaña y a más de una hora, desemboca en la playa de Çakil. Çakil merece un chapuzón o, al menos, una parada de descanso. Es una playa de piedras prístinas, blanquísimas, y aguas tan cristalinas que ni siquiera se sospecha que pudiera tener algo de sal. Ideal para meditar un rato, es la paz.

Desde aquí ya vemos el puerto de Andriake y allá vamos; llegamos en una hora más tras cruzar el río Sura por un puente muy rústico hacia la playa de Çayagiz. Amplia y de arena dorada y suave.

El camping de Andriake también está cerrado y en completo abandono así que continuamos hacia Demre a casi 4 km más por la carretera de pavimento. En Demre nos alojamos en la Pensión Kent, cerca de las ruinas de Myra. Una habitación grande, para tres personas, con desayuno, cuesta 100 liras. Nos permiten usar la cocina. El agua caliente no es muy buena y la habitación es una heladera, pero la casa está bien ubicada para la Ruta Lycia, tiene un lindo porch donde tomarse unos mates. Es una pensión familiar, compartimos la cena y el desayuno con ellos, principalmente con Sali que es un buen anfitrión, trekker, y conoce los caminos de la zona.

Día 16: Myra, Demre (2018)

Esta vez sí se puede! Nos lanzaremos con el equipo a caminar las afamadas etapas que la mayoría de los pocos caminantes que se acercan a Lycia, no hacen. Iremos a través de las montañas y adentrándonos en la incivilización total, hacia Alkilise cruzando por el paso de la cumbre de Papaz dag para luego bajar por Beloren con rumbo a Finike. Normalmente se necesitan tres días. Dos noches de acampe en medio de la naturaleza. Cerca solamente de los espectros de antiguos habitantes, hordas de ángeles ya que por aquí estuvo el ángel Gabriel, de santos ya que también pasó San Nicolás, o de guerreros, ya que los lycios fueron ejemplo de resistencia a los más poderosos imperios y sus invasiones que arrasaban las latitudes de las tierras conocidas.

Este día, además de abastecernos para la feroz caminata, tuvimos que hacer una parada táctica en el zapatero. La dura corteza de piedra turca, tan abundante como cortante, atenta contra nuestras poderosas Fronlimpit. Alguna puntera resiste a despegarse y a las costuras le aprietan las ganas de zafarse del hilo. Un buen zapatero del centro de Demre, en pocos minutos, de manera eficiente, y con toda la maquinaria necesaria, nos dejó como nuevos por 5 liras. Salimos contentos como pibe con zapatos nuevos, de estreno, a comprar vituallas para la travesía y a visitar las ruinas de Myra.

Primero visitamos las tumbas que no son visitadas turísticamente y a las que se accede pasando entre invernáculos de tomates y luego cruzando un pequeño montecito de naranjos. Estas tumbas están excavadas en la misma montaña que las otras pero en otra de sus caras. Luego fuimos a las conocidas, las que el turismo convencional visita. Allí hay que pagar 20 liras. Están las tumbas y un teatro. Las vistas de estas tumbas es más clara, están limpias de maleza, y se ven más cantidad pero de una manera limitada ya que hay una barda que las circunscribe y no se permite pasar y acceder hasta la boca misma de las tumbas. Ir a las otras es mucho mejor desde este punto de vista, no hay límites, se puede llegar hasta donde quieras o puedas e incluso entrar a las tumbas. Hay maleza, hay ruda, arbustos espinosos, y hay que trepar un poco pero vale la pena darse la vuelta por allí.

También aprovechamos la caminata para subir hasta una fortaleza a la que se llega siguiendo las marcas lycias que vienen desde Sura y cuya bifurcación ayer vimos antes de decidir salir por la costa hacia Andriake.

La ciudad de Demre no es bonita. Está plagada de invernáculos. Es polvosa, bastante urbana y sin más encanto que la ladera de Myra. Hay una iglesia de San Nicolás muy visitada por el turismo que fue importante en su tiempo, luego saqueadas sus riquezas, y luego reconstruida.

Día 17: Demre-Belören-Zeytin (2011)/Demre-Alakilise (2018)

Experiencia mayo-junio 2011.-

Más imágenes en https://www.facebook.com/maria.che/media_set?set=a.2155412605249.129628.1244465731&type=3

Salí sin desayunar, bien temprano, para agarrar la fresca y que además me alcanzara el tiempo. Eran las 6 de la mañana y me llevé galletitas en el morral. Todo joya. El tiempo me sobró y no hizo mucho calor. Buena parte de la caminata fue con sombra y otra parte con cielo nublado y buena brisa.
El camino es variado. Se sale de Demre por carretera, rumbo a Myra. En Myra se sigue varios kilómetros más por carretera hasta Gavur Yolu. Gavur Yolu es a mi parecer una zona horrible, pero está ahí. Es un valle pero con un río que ahora está seco y es un lecho de canto rodado con algunos manchones de agua. A la vera de este ex río proliferan miles de invernáculos de tomates.
La ruta Lycia se mezcla con cañerías de goma o plástico negro que traen agua a los invernaderos. El sendero es pedregoso, de piedras sueltas, revueltas, con pocas marcas. Es difícil entre el tomatal, abajo, y el resto de la colina, hacia arriba, no perderse, al menos al principio. A mitad de la colina el sendero es más claro y al final se pierde de nuevo porque hay casas y basura desparramada. El pueblo donde proliferan los tomates se llama Kutluca. Esta parte de la ruta Lycia se ve que no es muy transitada. En muchos lugares los arbustos tapan la huella del camino y hay que buscarla entre las ramas. Es confuso y no es pintoresco.
Después de subir la colina el panorama mejora mucho. La montaña está más virgen y hay árboles. El sendero sigue siendo de piedras, lo que en inglés se dice limestone, palabra que yo desconocía pero que la experiencia me ha grabado desde la suela de mis botas, para siempre. Tampoco sabía lo que era una yayla y ahora sé que son esas zonas de campo abierto donde se produce y se junta el forraje para alimentar a los animales durante el invierno.
Siguiendo con nuestro camino de hoy, muchas veces el sendero coincide con una carretera en partes asfaltada, pero sencilla, y en otras, de tierra. Es muy tranquilo. Anda poca gente, pero al llegar a Belören me encontré con la sorpresa de que hay un pueblo y vive gente. Digo que fue una sorpresa porque el libro de Kate Clow dice que es un pueblo abandonado, sin embargo hay varias familias, más que en Gavuraili donde hay sólo una. En Belören me invitaron a tomar té en lo Hüseyin y me convidaron con un pan casero riquísimo hecho por una vecina, Aise.
Saliendo de Belören hacia Zeytin se avanza por nuevo sendero en zigzag de piedras. Por este sendero se sube un barranco, se pasa hacia el otro lado del barranco. En esta parte me encontré con varias mujeres pastoreando cabras. Me invitaron a sentarme con ellas sobre la hierba y charlamos. El camino luego es más ancho, regado de amapolas, y se conecta con otro camino ancho pero sin amapolas.
La vista es fundamental. Las montañas son omnipresentes durante esa caminata. En Zeytin hay algunas ruinas lycias dispersas en el paisaje. También hay un par de casitas con sus pobladores y sus cabras. Algunas casas o chozas están abandonadas. Durante todo el camino hay pozos de agua y parece en buen estado.
Entre Zeytin y Alakilisi hay que bajar por un senderito angosto bordeado de arrayanes y arbustos calafatosos. Este senderito cruza toda la garganta amplia entre dos montañas hasta llegar Alakilise donde dicen que queda parte de una pared de la iglesia del arcángel Gabriel –yo no la vi- y donde no vive nadie.
Desde Demre hasta Myra son 3 km. Desde Myra hasta Belören son 7 km. Desde Belören hasta Zeytin son 4, y luego hasta Alakilise casi 4 más. Total 18 km. Yo hice el doble, 36, ya que subí y bajé a Demre. Lo hice con el morral y la cámara, sin la mochila y sin solazo, y no es pesado.
Mañana, si es que parto a Finike, haré lo propio por el otro lado de esta montaña. Creo que es una buena idea para quienes quieran hacer la ruta Lycia pero no decidan quedarse a dormir en la montaña. Claro que la caminata es doble pero vale la pena y es mucho mejor que pasar de largo.
Llegando a Zeityn, más que nada, esta parte del paisaje es hermosísima.

Actualización enero-febrero 2018.-

Llegamos a Alakilise y llegar, estar aquí, vale realmente la pena y no es tan descocado ni difícil como dicen de esta afamada pero poco transitada etapa de Lycia. El lugar está intacto. Casi nadie viene por aquí. Es un enclave solo. Una muralla de la antigua iglesia o basílica del arcángel Gabriel en medio de un páramo. A más de 800 metros de altura. En una latitud fría y desolada, poblada ralamente por olivos y a lo lejos, bastante lejos, alguna tienda de pastores golondrinas.

Alakilise es además un misterio de la antiguedad. Según versa en uno de sus muros el templo fue reinaguruda en mayo del 812, esto está escrito allí en caracteres griegos, pero las piedras de la base, la primera construcción, los cimientos son tan antiguos como la existencia del mundo, al menos 6200 años, tiempo en que el mismo Gabriel fue consagrado. Luego, a medida que distintos grupos de diferentes civilizaciones se asentaban temporalmente en este lugar, agregaban y cambiaban algo de la construcción tal es así que hay duomos, cruces de malta, cruces templarias, e inscripciones con caracteres de periodos distantes en el tiempo.

Llegar hasta aquí desde Demre es perfectamente posible en unas cuantas horas pero sin exagerar. Salir de Demre es la peor parte y la mas fea. Salid pasando por las ruinas de Myra, por el mismo camino, ruta de pavimento, coches y polvo. Luego cruzar el río y tomar por otra calle de pavimento a nuestra izquierda. En esta parte no vimos marcas, pero es por ahí, por la calle a la izquierda después de cruzar el puente sobre el río. Feo. Lo bueno es que a pesar de no ser bonito la gente sí es muy piola y muy simpática. Un señor que llevaba un trailer cargado de pepinos, freno el tractor y nos obligó a llevar puñados de pepinos, a más no poder, imposible negarse.

Al cabo de una hora o más por esta calle el sendero va a empezar a subir. La entrada tampoco es clara, se pasa por entre los invernaderos de tomates que cada vez son más, más atiborrados, amontonados, calurosos y feos también. Luego se empieza a subir la colina caracoleando, en zig-zag entre piedras y arbustos. Sube y sube. Se cruza una carretera nueva varias veces. Seguir el sendero siempre, sin desviar por la carretera para no perderse. Nunca tomar la carretera, buscar la continuación del sendero enfrente.

Antes de llegar a Beloren pasamos por unas tumbas, luego cruzamos Beloren, deshabitado en invierno, sus típicas y antiguas casas cerradas cual manchas ocres del paisaje. Dejando Beloren atrás hay que tomar pos un sendero tipo huella de cabra. Es fácil confundirlo con las picadas de los rebaños, pero cada tanto hay marcas. Este sendero angosto, bordeado de arrayanes rojizos, llegará al cabo de una hora a una ova, una planicie extensa, y luego de la ova llegaremos a una ruta de tierra. Por esta ruta de tierra son pocos metros, prestar atención ya que hay una entrada a nuestra derecha para bajar al fondo de una garganta, luego deberemos subir. Vamos a pasar por más ruinas desperdigadas por ahí y quizás, según la temporada, por algún campamento esporádico de pastores.  Cruzaremos la garganta bajando y luego subiendo por un frondoso bosque de pinos, sombrío, suave, con el seductor olor de la resina fresca y el alivio de las pinochas a nuestros pies. Durante A partir de esta parte del sendero hay algunos carteles, pocos, de tono azul, celeste, blanco, que invitan a visitar otros parajes históricos. No corresponden a Lycia. Son de otras peregrinaciones de cristianos ortodoxos. Sólo debemos seguir las marcas rojas y blancas o en todo caso algún cartel que diga exclusivamente Alakilise. Nada más.

Desde una cornisa de la montaña, cuando estamos a poco más de un kilómetro de llegar a Alakilise ya se ve el murallón con los arcos. Es impresionante. Acampamos frente a él, entre las ruinas, entre restos desparramados de piedra tallada por el tiempo y sobre todo por los trazos de antiguos hombres, los trazos de la historia. Allí, a nuestro alrededor, como si miles de años giraran en nuestro entorno y revivieran todos los periodos de la humanidad al mismo tiempo. Se pone la piel de gallina. Es emocionante.

Día 18: Alakilise-Belos (2018)

No logramos llegar a Belos…

Hoy cruzamos el Papaz, la cumbre de 1771 metros. Desde Alakilise donde dormimos maravillosamente hermoso entre las ruinas, salimos casi recto enfilando hacia la montaña, alejándonos de los arcos, dejándolos a nuestras espaldas. Las marcas son esporádicas, no son muy visibles, perdemos el sendero cada tres por dos, a cada rato y liego, peor. Cuando empezamos a subir a veces hay marcas, a veces hay pircas, pero después hay pircas que van como para otro rumbo o por otro sendero, es un desastre!! Nos perdemos un montón y está hiper nublado así que no podemos tomar el paisaje, las vistas, las ruinas  o las montañas como referenecia porque no se ve nada. Subimos al cuete y volemos  bajar y luego otra vez a subir. Al final, sí, logramos atravesar el paso del Papaz y aparecemos en un camino dinamitado, lleno de piedras grandes sin marcas. Luego de seguir un poco por esta  nueva ruta de tierra, investigamos y al trepar sobre la ruta vemos que la marca sigue por allí arriba. Va por un bosque y se pierde a cada ratitito. Perdemos otra vez mucho tiempo buscando las marcas. Hay nieve!! me encanta pero la nieve, mucha, bastante, una gran cantidad, dificulta ver las marcas, claro! las marcas las pocas que hay desaparecen debajo de la nieve Hay un buen espesor. Sabroso!!!

Salimos a una ruta y vemos en el mapa que la Lycia transcurre paralela a esa ruta principal así que nos dejamos de joder y vamos por la ruta para ganarle distancia al tiempo, pero nada, nada peor que dejar la marca. Aparece una bifurcación que en el mapa no está. Justo en una esquina donde hay una construcción, una casa quizás, pero sin gente, y una cisterna. Tomamos a nuestra izquierda y está bien, al rato largo rato, aparece una marquita escueta.

Llegamos a un pequeño poblado, pero no es Belos. Desde aquí vemos unas antenas en una cumbre, nos dicen que Belos está pasando esa cumbrecita. Seguimos andando y volvemos a perder las marquitas a cada ratito otra vez. Nos metemos por un sendero, hay piedra, ríos, sombras, bosques, va variando, pero no hay gente, no tenemos a quién preguntar. Se nos va haciendo tarde y ya con la noche encima decidimos buscar un lugar para acampar y justo encontramos quizás el único pozo de agua de todo el día. Un milagro en medio de la nada. Hay una planicie de pastito y acampamos ahí. El agua no huele mal aunque tiene bastante residuo terroso. La filtramos con la gaza, hervimos y por si las moscas o las larvas y agregamos media pastilita de cloro. Esta buena par e mate y para la sopa. Antes de que anochezca descubrimos muy cerca de nuestro campamento y también en el pozo que hay algunas marcas diluidas rojas y blancas. Vamos por buen camino. Pero la noche cerrada exige un buen fogón y descanso.

Día 19: Belos-Finike

Experiencia mayo-junio 2011.-

Hoy fue un día de sol y calor y no salí muy temprano por lo que el agobio se deja sentir. En varios tramos del camino hubo una sombra muy placentera. En otros tramos, no, nada, camino ancho bordeado de algunos árboles sin mucha copa y arbustos espinosos. Piedras, siempre.
Pero hoy vi algo fascinante, algo que no me había tocado caminar antes. Entre la entrada a un pueblito de cinco casas que se llama Belén y luego de la intersección con el sendero que lleva a Dinek Tepe, hay una parte de la ruta Lycia que transita por el lecho vacío de un río. Es la casa del río. La casa deshabitada porque el río ya no está. Hermoso. El río arquitecto diseñó pisos maravillosos, no son exactamente planos, tienen la pendiente necesaria para deslizarse por el suelo sin trastabillar, dando sin embargo lugar a las raíces para que se muevan entre las piezas siendo parte del conjunto. Las escaleras son dignas de un río Da Vinci, y en los desniveles, millones de lajas de piedras son como pétalos que van de flor en flor a medida que uno sube o baja. Me encantó. Alrededor, a las márgenes, hay cuevas y adelfas y por los tallos de las adelfas se pasean los saltamontes como si jugaran rayuela en sus veredas.
Esta parte del camino fue distinta a los cientos de kilómetros anteriores. Además hubo sombra en ese trecho porque los árboles parece que velaran al río desde las márgenes. Y yo no sé, parecía que había presencias observando desde las cuevas, desde las ventanas de las rocas que ahí no son grises como más allá del río, sino que son naranja.
Las montañas se imponen, como ayer caminando desde Demre y Myra hacia Alakilisi, pero en algunos momentos la pared de la montaña parece de madera caoba y rojiza.
En varios puntos del camino se encuentran restos de tumbas lycias, alguna columna, alguna pared destartalada. No están identificadas ni señaladas, ni nada. Simplemente están ahí.
La vista desde las alturas es amplia, se ve hasta la isla de Kekova, dejada atrás ya hace varios días, será que camino muy lento? También se ve el puerto Gok Liman y por supuesto la ciudad de Finike.
Estoy en Finike, una ciudad con mar y puerto. Paro en un hotelito que se llama Pension Paris. Cuesta 30 liras con desayuno y cena. La señora se llama Saadi y me tuvo como media hora mostrándome qué menú podría prepararme esta noche. Me mostraba un librito casero de recetas y me decía que este sí porque hay tiempo y se consigue, pero este no porque no hay tiempo o no es la temporada. Le dije que me haga lo que a ella más le guste, si a mí me da igual. Una buena sopa, un plato nutritivo y que me llene y postre. Luego cuento.
En el camino de hoy no crucé a nadie ni vi gente que viviera por ahí.
Al llegar a Finike encontré a dos alemanas que iban con rumbo a Kumluca para hacer parte de la ruta desde Karaöz hacia Olimpos. Hay un recorrido en el medio, entre Finike y Adrasán, que coincide con la línea de la carretera actual, bastante largo, unos 25 o 30 km a la vera de la ruta para autos. Nadie los hace caminando porque es un garrón. Es feo y además peligroso.
Salí a dar una vuelta por Finike, lindo lugar, interesante. Hay casas muy viejas en contraste con lo nuevo. Hay un astillero, el puerto, un malecón con mesitas cerca de la costa y parques amplios.
Estuve analizando el panorama para seguir la caminata, puede que vaya a Adrasán y desde ahí camine a Olimpos o puede que vaya a Olimpos y camine hasta Adrasán.

Actualización enero-febrero 2018.-

Desde un claro en el medio de la nada donde como un milagro y cuando caía la noche apareció un pozo de agua,  arrancamos esta mañana fresca pero bien descansados y bien amanecidos. En el pozo, y desde allí, hay marcas de la Ruta Lycia. Son marcas antiguas, diluidas en la piedra naranja por el paso del tiempo, la lluvia, las nieves, el deshielo. Las marcas casi no se ven. Hay que estar muy atentos.

Casi todo el camino va en bajada. Luego por unas piedras, balcones o terrazas de rocas  anchas en una ladera. Más adelante llegamos a las ruinas de Belos. Faltaba más de una hora desde donde dormimos.

Continuamos bajando hacia Belen. El pueblo es un caserío pequeños, pocas casas y gente muy amable. Nos convidaron con naranjas y luego, otro señor nos invitó un té al sol de su jardín. Pasando Belén hay un desvío que hay que tomar a la izquierda. Lo señala la publicidad de un hotel de Finike. Hay que ir por ahí, doblando a la izquierda porque si bien también hay marcas que siguen recto, luego esas marcas, si las seguimos, nos retrotraerán a Demre! oh, horror que podría cometerse.

Antes de bajar a Finike pasaremos por el lecho maravilloso del río. Su canal de piedras apiladas, erosionadas por el agua. Es un lecho profundo, un túnel entre el fondo horadado por el antiguo tránsito de un río caudaloso y,  sobre nuestras cabezas, corolas de helechos y ramas. Se anda un poco por este sombrío y acogedor corazón de la tierra y luego se sube, se sale otra vez al campo, y zigzagueando por senderitos que se confunden con los de las cabras, llegamos a la carretera que se dirige hacia el hospital de Finike, y desde allí al pueblo.

Pasamos por el centro y luego por el puerto y nos alojamos en un hotel muy cómodo y completo que se llama Finike 2000. Teneos dos cuartos ensuite, con balcones, vistas al mar, dos televisores, desayuno incluido, muy completo, muy bien provisto, y de todo lo que hace falta. Cuesta 50 liras.

Día 20: Finike-Bahía de los Piratas (2018)

La primera parte de esta ruta, saliendo desde Finike y hasta Karaoz, no es recomendable hacerla a pie. En parte la ruta va por la playa, pero la orilla es de piedra, de canto rodado flojo y de bastante espesor. Es incómodo, lento, cansador, desplazarse a pie por este tipo de suelo. Desgastante. Se puede caminar un poco, como para ver y darse cuenta que no vale la pena. También se puede ir por la ruta, por el asfalto, y eso tampoco es recomendable, a no ser por la buena gente que uno encuentra a su paso. Hoy, en una casa, donde mucha gente estaba reunida conmemorando el aniversario de un fallecido, nos convidaron con té y unas tortas fritas enormes, hechas en grasa, riquísimas.

Caminamos bastante por ruta, caluroso, agobiante; entre invernaderos. Pasamos por Kutkuca, luego Mavikent y luego llegamos a Karaoz. Hasta Kutlkuca, para salir de Finike, tomamos un dolmus porque ya conocíamos el trazado de esta parte de antemano, pero nos dimos cuenta que hubiera sido mejor hacer todo, hasta Karaoz, en dolmus. Vimos una sola marca de Lycia pasando Kutluca cerca de un restaurante que está sobre la playa. No hay marcas hasta después de Karaoz. No pudimos caminar por el canto rodado y tuvimos que buscar la manera de trepar a través del bosque de pinos otra vez hasta la carretera de asfalto. En este caso se trata de una ruta nueva, apenas de estreno, mientras avanzábamos paralelos al mar, alternando entre playa, costanera, malecón y carretera, estaban las máquinas trabajando, agregando la nueva carpeta asfáltica a esta ruta.

Pensábamos avanzar hasta el Faro, conocido como lighthouse,  «fener» en turco, pero al llegar a Bahía de los Piratas nos encantó para quedarnos y acampar. Hasta aquí fuimos encontrando agua en varios puntos. Sobre la carretera y en los alrededores de esta bahía, hay canillas. Por aquí también hay unos sanitarios, sencillos, con unas duchas de agua fría. Hay unas restos de ruinas, y el lugar es maravilloso para quedarse, darse un chapuzón, o simplemente observar las tonalidades verdes y azules del agua. Es increíble y bello.

Día 21: Bahía de lo Piratas-Lighthouse-Adrasan (2018)

Un día largo. Según el libro de Kate Clow, este tramo desde Karaoz hasta Adrasan, debe hacerse en 9 horas. Nosotros arrancamos desde la Bahía de los Piratas donde dormimos. No es tranquilo durante la noche, y eso que es invierno, pero entran lanchas, trailers; como se puede acceder por ruta de tierra y el lugar es tan lindo, también entran y salen autos. Si se quiere descansar es mejor llegar hasta Lighthouse, Fener, allí ya no se puede llegar en coche y seguramente el sueño será más tranquilo. En Bahía de los Piratas, hasta ahí, hay fuentes con canillas con agua potable. Luego en Lighthouse hay una cisterna. El agua está buena, hay una soga, pero no vimos la cubeta o balde para extraer el agua. Igual con cualquier termo o botella se puede sacar. Desde la Bahía  hasta Lighthouse tardamos una hora. Se sube bastante, en zigzag, las vistas desde Fener y un poco más arriba también, son impresionantes. Se ve una guirnalda de cinco isletas pequeñas, separadas por estrechos canales. En los alrededores de Fener hay mesitas y tapancos da para un tranquilo acampe. Descansamos un rato allí, tomamos fotos y apreciamos el paisaje hacia todos los puntos cardinales. Luego seguimos subiendo un poco más.

El sendero está en toda su extensión bien señalizado. Agua no hay más. Después de la subida desde Lighthouse accedemos a un bosque de pinos, amable siempre a nuestros pies y luego al bosque que se recupera con esperanza pero lentamente de un incendio de 2014. Hay que ir esquivando los árboles quebrados por las llamas, pero se van buscando las marcas a medida que pasamos este sector de troncos desordenados. Luego hay otra subidita, un cerrito de no más de 400 metros, la subida a este es más paulatina que hasta Fener. Hay marcas y carteles con la cuenta regresiva de kilómetros. A la marca de 3 kilómetros a Adrasan -creemos que en realidad falta bastante menos- hay una fuente de agua.

Adrasan es un pueblo pequeño sobre una bahía de arena. Todas son pensiones o restaurantes de verano y en invierno casi todo está cerrado. Nos habilitaron un bungalow en la pensión Merhaba, con desayuno 50 liras. La comida es frugal, pero la esposa del dueño, alemana, nos convidó con su tarta de manzanas casera y nos preparó un pic-nic para seguir camino.

En el bungalow hay todo, la ducha caliente fue de primera.

Día 22: Olympos-Yanartas (2011)/Adrasan-Cirali-Yanartas (2018)

Experiencia mayo-junio 2011.-

Más fotos en:
http://www.facebook.com/media/set/?set=a.2163247841125.129927.1244465731&l=9343b24ac4..
y en:
http://www.facebook.com/media/set/?set=a.2155412605249.129628.1244465731&l=984b1f2a88

Y fui donde la tierra se prende fuego. Donde Bellerophonte debió pelear con un monstruo de tres cabezas con una parte de león, otra de serpiente y otra de cabra. Un monstruo de fuego llamado Quimera y que era y es invencible, porque a pesar de que siguiendo el consejo de la diosa Atenea, Bellerophonte capturó a Pegasus con una brida de oro y creyó vencer a Quimera, Quimera sigue fufando el fuego de sus entrañas a través de la piedra. A través de los siglos. Es increíble, es mágico, es real. Estuve ahí.
La roca está carcomida como si padeciera lepra y supura llamas. La fuerza de Quimera parte los huesos de la piedra desde adentro y aflora.
Caminé a Yanartas luego de haber llegado a Olympos. Llegué a Olympos luego de haber tomado un minibus en Finike. El minibus recorrió los kilómetros de la Ruta Lycia que coinciden con la carretera. Luego bajé y caminé a Olympos.
En Olympos busqué un camping. Estoy en el Cactus Camping. Acogedor. Buena onda. Tengo la carpita azul sobre un entarimado de madera. Tengo agua para el mate y wifi, y con cena y desayuno cuesta 20 liras. Es muy barato, todavía no sé si me darán de comer sánguches de aire o empanadas de viento.
Luego de armar el campamento, me encaminé rumbo a Çirali. Para ir a Çirali, primero hay que pasar por las ruinas de Olympos.
Olympos fue una de las ciudades lycias más importantes. Hay monedas muy antiguas que registran su pasado desde el siglo V antes de Cristo. Estas monedas tienen por un lado la cara Bellerophonte y por el otro la silueta de Quimera, el monstruo de fuego.
De la antigua Olympos quedan en pie varias tumbas, mosaicos, muros y acueductos. Los restos son de diferentes épocas, lycia, griega y romana. En Olympos se celebraban ritos secretos a Mithras, dios persa del espíritu puro y la luz de Zoroaster, y en un tiempo anterior, se alió a los piratas de Side y Phaselis.
También fue ocupada y reactivada un tiempo por los caballeros de Rodas, venecianos y genoveses.
Es una zona muy rica en vestigios, porque hubo de todo, quizás por estar ubicada en una zona privilegiada, por estar frente al mar y entre dos ríos, y por tener además agua de manantial y la magia de la montaña cobriza y el fuego.
Caminé bastante, pero no sufrí el calor. Hubo pinos, partes de sol, pero cierta brisa placentera y además la sorpresa constante de encontrar construcciones o novedades en la naturaleza.
Tal como decía ayer, la montaña es más roja. Y hoy en lugar de saltamontes estuve observando a las ranas, amigables, croan y se acercan a uno como si quisieran charlar. Simpáticas.
Para llegar a Yanartas desde Olympos, luego de pasar por las ruinas, se cruza un puentecito en el segundo río y se llega primero al pueblito de Çirali, pintoresco y pequeño, unas quince casas, con una mezquita bonita con su fuente de agua fresca. Siempre junto a una mezquita hay agua fresca.
Después de Çirali se caminan unos kilómetros más por camino ancho de tierra y se llega a un camino de piedra, escalonado y empinado y se sube hasta la cúspide de esa montaña, que no es muy alta, se sube, se sube, se sube, y llegando a la cima aparecen las exalaciones de Quimera. Re loco. Diferente, algo nuevo. Genial.

Actualización enero-febrero 2018.-

Otro día largo, tan largo que uno dudaba de que fuera el mismo día o que fuera ayer. Parecían dos. Subir a Olympos fue más arduo de lo esperado y bajar, ni hablar. La subida vaya y pase, aunque hay poco y nada de agua y se transpira la gota gorda aún en invierno. Los carteles de kilometraje desorientan un poco ya que están puestos alrevés, en reversa, o sea que, apenas empezamos a caminar y una vez completada la primera subida hasta un sitio de descanso, un mirado, vemos un cartel qu dice Olympos 1km, lo que significa que en realidad nos hemos alejado un kilómetro de Adrasan.

Para salir de Adrasan no hay marcas y al principio no es claro. Hay dos maneras, una pasa por el medio del pueblo y otra va bordeando el río. Hicimos la de bordeando el río con lo que al cabo de una media hora estábamos cruzando el río y casi casi volviendo atrás por el otro sendero casi paralelo. La referencia clara para no perderse es que uno llega un claro y que desde ese claro se ve un invernáculo de vidrio solitario, separado de todo el invernaderío. Desde ese claro, dejando a nuestras espaldas ese invernadero aislado, hay que buscar la huella hacia el Norte. Aparecerán algunas marcas y si vamos bien pronto llegaremos a una roca que tienen una hendidura, como un pequeño túnel porque el que debemos pasar. Ese pasaje entre las piedras está a menos de una hora o a más tardar una hora de Adrasan y si pasamos por ahí es porque vamos bien. Luego hay más marcas.

Toda la primera parte es en subida. Subimos hasta un par de yaylas, llanuras verdes, con flores silvestres. Cerca de aquí es el único lugar donde hay agua. Luego de la primera yayla, sobre la derecha y debajo de una pila de rocas está la boca de un manantial, el agua está buena. A pocos pasos hay una choza con paredes de alambrado y plástico, cerrada, pero dentro de esa choza se ven naranjas y se puede meter la mano para tomar una y saciar un poco la sed. Luego empieza la bajada. Los carteles siguen apareciendo en reversa.

La bajada se pone insoportable a pesar de lo bello del bosque de arrayanes y el suelo con su colchón de hojas secas. Hay mucha piedra suelta debajo de las hojas y las marcas son confusas entre el ocre y naranja del otoño. Hay que estar muy atentos, la uniformidad del bosque tupido, la monotonía de los matices cobrizos de los troncos y las hojas, nos pueden llevar a perdernos de manera fantasmagórica en tan frondoso y lindo bosque. Es un poco oscuro y no conviene distraerse.

Luego hay una parte donde los arboles fueron destruido por una tempestad. Está lleno de troncos y ramas quebradas y caídas, hay marcas, pero por un buen trecho, es complicado abrirse paso. Fastidia un poco tantos obstáculos y tan seguidos. No da respiro. Hasta que de pronto y por fin, seis horas después del arranque,  aparecen las primeras ruinas de Olympos y ya nuestro temple cambia y nuestra tolerancia y alegría aflora entre antiguos baños y tumbas, arcos, columnas, estatuas.

Visitamos las ruinas, muchísimas, a ambos lados del río y luego seguimos, caminando por la playa amurallada, rumbo a Cirali.

En Cirali acampamos debajo de los naranjos de Sahil pansiyon & camping y luego de unos cuantos té y unos cuantos mates reconstituyentes partimos a ver los fuegos de Yanartas en medio de la penumbra. Otro panorama diferente al que yo había visto en mi vista anterior con luz diurna. Ahora e camino desde Cirali, ciudad que ha crecido mucho, está todo pavimentado. Ya no es un camino de tierra ancho, sino una calle de pavimento de varios kilómetros, dicen 3, pero parecen un poquito más… Al llegar al inicio de la subida, ahora sí de tierra, agreste, hacia donde están los fuegos, hay que pagar una entrada no muy cara y subir, subir con linternas, imprescindibles, hasta ver las llamaradas. Son  alrededor de 800 metros o 1 km. El espectáculo de las flamas de Chimera sigue siendo alucinante.  Su furia en llamaradas no se extingue a pesar de los siglos que transcurren de su muerte. Espectacular.

El camping con desayuno cuesta 25 liras, sin desayuno serían 15. El dueño es muy amable. Nos permite utilizar un gran salón tipo quincho comedor que tiene donde hay electricidad y agua.

Día 22: Olympos-Phoinoikous

Volviendo atrás.
Como llegué a Olympos vía bus desde Finike, hoy caminé este tramo de la ruta que me había quedado en el medio, o sea, que me había salteado. Es la ruta que lleva hasta Adrasán, puerto y ciudad. Se trata de subir y bajar una montaña, uno de los montes Olympos, que son varios y conforman los picos de esta zona. Picos nada uniformes, nada simétricos. Picos agrestes y duros. Grises y arrugados por el tiempo, la nieve, o el viento, y cuyas arrugas son agudas. Sin embargo, el sendero es sombrío. Todo a lo largo y a lo alto de ladera, está lleno de árboles, y lleno de hojas.
Hoy escuché llover a las hojas. Cuando la brisa se colaba entre las ramas, el sonido de chaparrones de hojas. Después el sonido de un colchón de hojas secas bajo los pies. Daban ganas de caminar descalza. Patiné varias veces, abría los brazos, y me dejaba deslizar sobre las hojas. Un hermosura. Y me reía recordando a esas señoras que salen a patinar sobre las hojas en las veredas de San Pedro. Y me reía de las caras circuspectas de las otras señoras, las que previenen «cuidado con las resbaldas». Mientras tanto, me dejaba resbalar. Consecuencia: me perdía. En laberintos de hojas ocres y amarillas y marrones en cientos de metros a la redonda, todo igual, y yo con el norte en el sur en mi cabeza. Mareada.
Todo el camino fue arbolado. Empieza por la necrópolis de Olympos, del otro lado del río. Se pasa además por las ruinas de un teatro, y después por un pinar. Se camina por el lecho de un río, el lecho es pedregoso, pero breve, después viene el bosque de las hojas. Arrayanes soberbios.
En el camino me encontré con las dos chicas alemanas que había visto en Finike. Me econtré con la pareja de Sue y Jim, dos septuagenarios yanquis que caminan como si fueran a máquina, con esos palitos de esquiador, apenas se detienen para decir «hi», pero no observan nada, no escuchan nada, no se enteran, sólo caminan. Siguen el sendero, como una rutina, el trecking, o trepping, a reloj.
Escuché un pájaro carpintero, o algo parecido. Me detuve y miré, pero no lo vi.
Subí hasta la cumbre, hasta esos riscos duros y agudos. Cerca de ahí están las ruinas de Phoinoikous, una antiquísima ciudad griega. Quedan unos pocos muros.
Luego bajé, y luego de volver a cruzar el río, botas al hombro, me di un baño de mar.
Este camino, fueron unos 10 km. Bajando 6 más por la otra ladera, luego de la cumbre, se llega a Adrasán. Yo volví por la ladera de las hojas, hacia el mar.
Sigo en el camping Cactus. Está muy bueno. Acá vinieron las chicas alemanas.
La comida está re buena, es abundante, rica, muy natural. La gente es piola, buena onda. Y hay buena música. Agua caliente para el mate y yerba Corona. UN LUJO.
Hoy como amanecí con calor caminé de pollerita, así que por supuesto tengo las rodillas todas tajeaditas.

Día 23: Olympos-Tekirova (2011)/Cirali-Beycik (2018)

 

Experiencia mayo-junio 2011.-

Llegué molida, fundida, reventada. No es que el camino haya sido arduo, en sí no lo fue. Pero hizo tanto calor! Parte del camino tenía sombras esporádicas de algunos árboles salteados. Mucha piedra, como en general ha sido a lo largo de toda la ruta. Cambian los colores de las piedras, cambian los colores de las montañas. Hoy fueron montañas cobrizas. Piedras enormes, rojas, con destellos dorados en muchas partes. Por otros sitios, piedras negras. Estas montañas fueron minadas. Hay residuos y restos de antiguas minas que ya no trabajan.
Lo maravilloso y sorprendente del día de hoy, fue que el senderillo subía y bajaba todo el tiempo en curvas menguantes, y a cada curva, el mar, más o menos abajo, a veces más y a veces menos, según subiera o bajara, ofrecía una cara diferente. Los rasgos del mar eran distintos después de cada curva, cambiaba el paisaje. Esto hizo que el camino me resultara un camino rápido, y a no ser porque hizo mucho calor y en todo la ruta de siete horas de caminata no encontré agua, el cansancio hubiera sido mucho menor, porque el factor sorpresa lo puede todo.
Como acampé en Olympos, arranqué de acá. Otra vez. Otra vez es caminar hacia la costa, pero al revés que ayer con rumbo a Adrasán, hoy no cruzar ese río donde cantan las ranas, hacia la derecha, sino doblar en la playa, hacia la izquierda. Es en principio el mismo camino que había hecho para ir a Quimera. Se pasa nuevamente por el pueblito de Cirale, aunque por una calle distinta. Digamos que Cirali tiene dos calles. Al llegar a Cirale, después de caminar por la playa y cruzar un río angosto por un puentecito de madera, si uno quiere ir a las llamas de Quimera, toma la ruta que sale a la izquierda, y si uno quiere ir hacia Tekirova, toma el camino de la derecha que bordea la costa.
Entre Olympos y Cirali hay 3 kilómetros que ya me sé de memoria. Al llegar a Cirale se caminan 3 km más hasta acercarse a una ladera que hay que empezar a subir.
Los primeros kilómeros son un camino de autos, bordeados de pinos y eucaliptus, donde algunos turistas salen a andar en bicicletas que alquilan por ahí. Llegando a la ladera empieza el «trepping».
Las primeras colinas tienen árboles. El sendero es angosto y precipitoso en muchos lugares. Las vistas, repito, maravillosas.
Subiendo y bajando se pasa por las minas abandonadas, y se llega a una playa sucia donde hubo una granja de pescadores que está abandonada y llena de basura. Después no hay más sombra, y en esta estación caminar sin sombra y sin agua, cuando llega el mediodía es pesado.
Llegué casi hasta las veras de Tekirova donde nace un camino de autos que lleva hasta el pueblo que es netamente turístico, de dos calles, una con hoteles y otra con boutiques. Ni siquiera entré al pueblo, porque llegando al camino de autos, escuché que se acercaba un vehículo, y tras 7 horas de caminata, ni dudé en levantarle el pulgar y el buen musulmán me acercó hasta unas playas en Cirali donde me di un reconfortante baño de aguas marinas y luego volví a recorrer los ya consabidos 3 km que separan a Cirali de Olympos.
Sigo en el camping Cactus hasta el amanecer en que remontaré el vuelo para continuar la ruta Lycia, desde Tekirova, adonde me dirigiré en dolmus (minibus) hasta Phaselis y de ahí en más, se verá.
Cenamos riquísimo con las chicas alemanas, Andrea y Micki, y con Mohammed, un turco cansado de Estambul. Üçagin, un amable trabajador de aquí nos dio de postre ciruelas verdes y unos racimos de cerezas deliciosas. Las cerezas son únicas, pero estas eran más únicas que todas las únicas. El equilibrio perfecto entre lo dulce y el toque amargo, perfecta la pulpa. Se le hará agua la boca si el invierno está en la puerta, o en las baldosas frías de su patio. Qué cerezas! Algo bueno tenía que darnos el verano. Gracias!
Faltan pocas estaciones en esta ruta, y no me dan ganas de llegar. Es muy lindo esto de andar de pie. A pesar de todo. Es muy lindo.

Actualización enero-febrero 2018.-

En esta oportunidad tomamos el camino de las montañas. Quizás debió haber sido alrevés, lógicamente, en verano haber hecho esta parte y ahora, en invierno, lo que hice en verano. Pero ya había hecho la costa, así que ahora, a las montañas!!!

Salimos de Cirali que está cerca de Olympos. En Cirali dormimos en el camping y como anoche ya habíamos visitado los fuegos de Yanartas y habíamos hecho esta parte caminando, el dueño del camping nos acercó hasta el inicio de la ruta. Empieza subiendo el sendero a las llamas y continuúa, siempre subiendo hasta que se acaba el alcance de los exhalaciones de Chimarea. Se van atenuando las flamas pero no la subida. Se sube y se sube hasta Ulupinar y luego se cruza una ruta asfaltada bastante concurrida. A partir de aquí el sendero se lía. Hay muchos caminos forestales nuevos y pocas o muchas marcas pero cuando son muchas no son exactamente de Lycia, y en lugar de las líneas roja y blanca, aparecen uns marcas con línea amarilla y roja o amarilla roja y blanca, tres líneas pero sin ningún tipo de explicación. Luego también hay carteles amarillos como los de Lyca pero que son de otras rutas. Los nombres no coinciden pero a veces son similares. Es bueno saber un poco de turco para entender por ejemplo que es una yayla porque sino uno cree que yayla es el nombre de una aldea y hay muchas que son yayla y aunque debemos sí, ir a alguna de ellas, podemos aparecer en otra.

 

Por suerte encontramos un pastor que nos señaló hacia dónde estaba Beycik. Beycik tiene una parte baja y luego se sube un poco más y hay otra parte también llamada Beycik, de la misma aldea o pueblo, pero que está por encima de la montaña. Así que seguimos subiendo, confundiéndonos un poco a veces por esas líneas con amarillo pero al final llegamos al camping de Ali, Riviera restaurante. Tienen unos tapancos de madera, un criadero de truchas, muchos almendros y avellanos. Tiene su propia cosecha de naranjas y un terrenito plano con pasto para acampar. También hay baños con duchas calientes. Nos resultó un poco caro al final aunque la cena estuvo de primera. El camping cuesta 35 liras con desayuno y ducha caliente y la cena 25, pero ojo, no pedir bebida porque Ali te chuza la cabeza, o el bolsillo según se mire. La ruta Lycia pasa por aquí, por su establecimiento y luego por detrás de su casa.