Salimos muy temprano. Mucho antes de que se levantaran los cuidadores del parque y pudieran detectar nuestros movimientos o adivinar nuestras intenciones. Es domingo y estamos eximidos de pagar la entrada de 61 pesos. Será un día largo e intenso. Primero, visitar el sitio arqueológico, después: a la aventura.
Son 40 kilómetros desde el acampe hasta las pirámides. Dentro del sitio hay señalización y dos recorridos sugeridos, la vía corta o la vía larga. O la que te guste y te inventes. No hay visitantes. Estamos prácticamente solos. Sin embargo encontramos a Samuel, un chico que dice trabajar de ingeniero civil; dice que están estudiando la topografía del lugar para hacer una autopista de cuatro carriles. Parece una mentira más ancha que una autopista de cuatro carriles pero por alguna razón Samuel insiste en que ese es el plan. Insólito. El camino es bellísimo como está y en todo el trayecto nos ha rebasado un solo auto. Cuatro carriles pueden hacer falta en un montón de lugares, quizás entre ciudades, centros urbanos, pero aquí defi nitivamente, no. Samuel era conversador. Contaba muchas cosas de su vida en la región. Nos habló de Belice, de cruzar la frontera tan fácilmente por la zona libre. Era entusiasta y se consideraba muy afortunado de haber conseguido ese trabajo ahí por casualidades de la vida. A mí, un proyecto de autopista de cuatro carriles entre Conhuas y Calakmul, me sonaba sospechoso. Pero yo soy tan desconfiada como inocente. El trabajo de Samuel consistía en subir a la pirámide más alta y tomar fotos del cielo completamente despejado. Las fotografías eran enviadas a un piloto que esperaba en el estribo de una avioneta estacionada en Campeche. En Calakmul, en pleno corazón de la selva, hay internet, eso también resulta extraño. Si las imágenes mostraban un cielo cien por ciento inmaculado, el piloto sobrevolaba la zona para tomar imágenes aéreas con una cámara sofisticada capaz de registrar el mínimo detalle dentro del enjambre uniforme de copas verdes. Desde el aire, esa cámara de precisión, es capaz de detectar senderos que ralean la jungla, lo que esconden las sombras, ¿la calzada maya?, huellas, promontorios, ¿pirámides? aguadas, ríos, ¿plantaciones clandestinas? los secretos de la selva, ¿prófugos? ¿migrantes? ¿narcos?
Calakmul es uno de los sitios arqueológicos más omnipresentes que hemos conocido. Las pirámides son enormes, no sólo por la altura que supera con creces el techo de la selva sino además por su volumen, por su solidez. También por la cantidad de estructuras que aún no han sido excavadas pero que se calculan alrededor de seis mil. ¿Sería esto lo que buscaba la cámara de la avioneta? En Calakmul, ciudad maya de los años 300 a 1000, que rivalizó con la gloriosa Tikal, las piedras hablan. Hay miles de estelas que relatan desde los glifos los sucesos, las conspiraciones, las enfermedades y las medicinas, las traiciones, los ajusticiamientos, los juegos de pelota, el quehacer de la familia y de los dioses. La ciudad no se termina en los dos recorridos señalados por los carteles y las flechas. Cada pirámide descubierta y limpia en su fachada, a sus espaldas oculta pasadizos, túneles, laberintos. Nos metimos por esa zona oscura de cada pirámide, entramos en cada hueco precintado y en cada puerta prohibida. Desde los tres templos mayores se adivina la presencia de más construcciones, hasta donde nos da la vista, hasta Tikal, a 100 kilómetros en línea recta donde se asoma la punta de un iceberg agudo y gris recortando el cielo azul. Elevaciones camufladas debajo de la tundra verde de las copas. Invaluable riqueza que descansa debajo de los bosques de ceiba y amate donde las máscaras de jade duermen vírgenes un sueño milenario. Calakmul es monumental. Nos quedamos extasiados, con la boca abierta al llegar a los peldaños más altos y no poder abarcar la inmensidad en una sola mirada. Hay escaleras por todos los costados, en distintos niveles y con escalones de diferente ancho y altura, dinteles, glifos. El entorno no es menor, potencia la magnificencia de las construcciones. La reserva de la biósfera de Calakmul es la más grande de México, es un albergue de orquídeas y jaguares, un recreo de monos y ocelotes que caminan junto a nosotros por la Calzada, de tucanes exóticos, de guacamayas azules y rojas, del mítico quetzal huidizo e imposible.
En la ruta de ida a Calakmul pedaleamos mirando a los costados buscando la entrada al camino para meternos hacia la central chiclera. No lo encontramos pero saliendo de las pirámides, casi sin querer, un señor nos dio la información correcta. El camino saldría a nuestra derecha en el kilómetro 48. Era una picada de tierra, apenas visible, como un rayo de luz al borde de la ruta principal. Entramos con las bicicletas, el suelo era firme. Enseguida aparecimos en un claro con bastante sedimento y escombros desparramados, la dirección es confusa pero hay un montículo, seguramente hecho a propósito para ocultar el camino. Del otro lado del montículo, está. Es de tierra y piedra. Difícil de remontar en bicicleta. Avanza hacia el sur, sudeste. Es un camino de huella de camión o carro, con yuyos en el medio y ramas y hojas caídas. El camino está abandonado, el avance es lento, hay que empujar la bici, hay pozos, piedras flojas, y el calzado no tiene agarre, resbala y tira para atrás. Ya ha pasado el mediodía y aunque hay sombra, el clima, caliente y húmedo, agobia. Llegamos a una especie de campamento, un lugar donde se nota que ha habido un fogón y hay un claro. No hay agua. La yerba llamada chinchincha está seca como paja. Avanzamos dos horas sin encontrar ni una gota de agua. La sed nos desalienta y nos tira más atrás que las dificultades del terreno. En ningún momento pensamos en las serpientes o en otro tipo de peligros. Al fin, una pequeña aguada. Un charco. El agua es turbia, de color marrón. La pasamos por un filtro de café y le agregamos Microdyn. Tiene gusto a caca pero es lo que hay así que llenamos las botellas y seguimos adelante levantando las bicicletas en una parte donde el ramerío enmarañado atraviesa el sendero. Nos sentamos a descansar y ante la incertidumbre de si habrá o no habrá agua más adelante, el sabor asqueroso del agua de ese charco, agua caliente y marrón, evaluamos que no podemos avanzar en esas condiciones hasta la frontera que sin embargo resignamos con tristeza porque no estará muy lejos. Pero no tenemos garantía de que al cruzar encontremos Naachtún y que en Naachtún haya rastro de vida y, primordial, agua. Sobre todo es el agua. Hemos avanzado 29 kilómetros hacia la central chiclera de Villahermosa y agotados aunque no muy convencidos de la decisión, pegamos la vuelta hacia Calakmul. Volvemos al pavimento amable y pedaleamos con calma pero sin agua hasta el campamento donde habíamos dormido.
Antes de llegar nos encontramos con una pareja con una nenita. Nos paran y nos dicen que ya les han comentado de nosotros, los “aventureros” que intentan cruzar la frontera ilegalmente desde la reserva. El muchacho dice que hay un operativo dispuesto para ir a buscarnos. Llegamos al campamento con cara de yonofui. Vemos que efectivamente hay dos cuatriciclos en marcha y movimiento de uniformados hablando por handi. Nos hacemos los boludos. Es de noche pero no se puede decir que se hayan cumplido las 48 horas establecidas por la escupida del capataz. Nos ponemos a armar las carpas. Les arruinamos el chow. Uno de los cuidadores se acerca. El papel que trae en la mano versa más o menos así: “se emite orden de arresto para tres aventureros de nacionalidad mexicana sic que se movilizan en vehículo bicicleta dos masculinos un femenino habiéndose dejado el campamento de esta seccional en el día de la fecha en dirección sur y no habiendo salido por el acceso de ruta tal como establecen los códigos y leyes vigentes bajo sospecha intentan cruzar ilegalmente a Guatemala a través de la mesura sur… etc”. Nos da un sermón, tacha con una cruz y una firma sobre la orden y garabatea: “sin efecto”. Órden de arresto queda sin efecto.
Nos duchamos, tomamos agua de un tanque en estado similar a la de la aguada y cocinamos tallarines con tuco con gusto a caca. Iremos por Belice, pero me voy a dormir pensando cuánto más lindo sería poder caminar la historia maya a través de sus Calzadas.
Datos técnicos:
Km 20-Calakmul-Villahermosa-Calakmul 144.4 km6.31.08 hsTotal: 1615.81 km.