Todo lo que sube tiene que bajar. Hoy bajó la carretera. Volvimos al nivel del mar, pero el mar subió y no pudimos llegar hasta la costa. Hay marejada en el Pacífico.
La ruta es tranquila hasta pasar Pespire, una joya colonial de Honduras con sus tejados rojos y su iglesia blanca de tres cúpulas. Al llegar al cruce de Jícaro Galván, 13 kilómetros después de Pespire, el tráfico se acentúa, aparecen los trailers, los camiones y el smog. Vienen de la frontera de El Amatillo en El Salvador. Además nos encaminamos a puerto. Antes el puerto era Amapala, en la Isla del Tigre; fue por siglos el único puerto de América Central, pero a fines del siglo pasado fue mudado a la costa y Amapala quedó anclada en la isla sólo como destino de viajeros que gustan de viajar en el tiempo. Las marejadas nos impidieron avanzar hacia el mar y ver de cerca el espectacular atardecer del Golfo de Fonseca. Las olas alcanzaban cinco metros de altura, hubo gente desaparecida y fallecida, viviendas y comercios destruidos, evacuados, y se impuso el alerta amarilla.
Sabanagrande resultó ser un lugar muy agradable para descansar y esperar a que escampe, pero si algún viajero decidiera seguir un poco más, puede hacerlo. A dos horas de Sabanagrande hay un hotelito, luego, unos kilómetros más está Pespire donde también hay alojamiento. El camino es fácil, todo de bajada.
Los hoteles de San Lorenzo son o feos y sucios aunque baratos, de 350 lempiras para tres, o lindos y con todos los servicios por más de 750 u 800 lempiras. No hay término medio. Elegimos el Hotel Rivera en el centro, cuesta 800 lempiras, tiene pileta climatizada por el sol, aire acondicionado, y nos viene muy bien ya que, no sólo sube la marejada sino también la temperatura. Estamos a 40 grados.
Datos técnicos: 63.5 km
3.58.04 hs
Total: 3141.75 km