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La vuelta de los refugios en 20 días-El Bolsón-Río Azul (diciembre 2020-enero 2021)

Día 1-Llegamos a El Bolsón y nos vamos a dormir al Camping Los Alerces

Comenzamos esta travesía el 17 de diciembre. A pesar de ser verano había nevado aún pocos días atrás y apenas llegamos al Bolsón, después de una jornada completa de viaje en bus, el aire fresco se hacía notar de manera agradable y los mantos de nieve cubrían por completo las cimas de las montañas.

En El Bolsón hay una oficina de turismo ubicada en pleno centro, a pocos metros de la plaza principal, la Plaza Pagano, que es el punto de reunión, feria y paseo cotidiano de todos los que andamos dando la vuelta por aquí,

Somos los primeros de la temporada, Nicolás, Stellete, Martín, y yo. Apenas empiezan a abrir los campings después de un año raro y complicado y nos aconsejan dormir en el Camping Los Alerces debido a que, Doña Rosa, el más accesible para arrancar hacia Hielo Azul, aún está cerrado.

El camping está ubicado sobre el río Azul generoso en regalarnos su belleza a lo largo de todo su recorrido. Algunos servicios del camping, por no decir todos, están a modo prueba de fallos. Como apenas están abriendo, prácticamente están probando los artefactos que no se han encendido desde hace más de un año. Finalmente todo se va acomodando, empieza a fluir, fluye y sale bien.

Nosotros también. Nos acomodamos en nuestras respectivas carpas e intentamos descansar. La promesa de un camino nuevo que ya se vislumbra con el amanecer nos despierta temprano.

Día 2-La trepada al monumental Hielo Azul desde el camping Los Alerces

Cerca de una hora bordeamos el río Azul hasta la primera pasarela del terror. Antes de subir a la pasarela, una guardparques nos indica que como está en bastante mal estado, crucemos de a uno y al final nos tiremos hacia la derecha ya que está muy chanfleada y floja. Esto es así, si querés subir al hielo y… vas a tener que cruzar la pasarela. Respiramos hondo y cruzamos.

Llegar al Hielo Azul nos tomó casi todo el día. Ya llevábamos una hora hasta la pasarela y luego se nos fueron ocho horas más. Paramos algunas veces. Sólo las necesarias.

El primer tramo de subida, hasta el Mirador del Mallín de los Palos, es el más bravo. Un buen dato es que arriba de los miradores, éste y el de Raquel, al que llegaremos después, se engancha un poco de wi-fi. Por si hace falta para mandar un último saludo antes de perdernos entre la niebla y las montañas por unos cuantos días o semanas. Luego ya no habrá señal en ninguna parte hasta volver a bajar hacia la zona de Río Azul. Los dos miradores son también lugares aptos y con vistas excepcionales para hacer un par de descansos.

A partir del Mirador de Raquel la subida se atenúa un poco. Acaba finalmente al encontrarnos con el arroyo Teno cuyo curso vamos a seguir hasta el refugio.

En este diciembre helado de 2020, la nieve del monumental Hielo Azul, llega hasta su base. Acampamos cerca del refugio con la nieve a pocos metros. Es tan impresionante como gélido. Casi no podemos estar afuera de las carpas.

Cocinamos dentro de un refugio acogedor preparado para los acampantes. Tiene una salamandra cuya chimenea no tira nada bien así que nos damos nuestra primera gran humeada como para que dure el aroma el resto del camino. Hay un fogón y una pileta con mesada, mesa de madera colectiva con bancos.

Al glaciar no se puede pasar porque todo está tapado de nieve. Pero no apechugamos y nos levantamos temprano para salir a hacer culopatín y disfrutar a pleno del enorme placer de caminar sobre la tierra blanca. Una hermosura. Impagable.

Día 3-Subida al Natación y bajada a La Tronconada

Después de dar una vueltas por las laderas cubiertas de nieve, de jugar, de revolcarnos, de correr, de hacer guerra de bolas, volvimos al campamento del Hielo Azul, cargamos las mochilas y partimos en subida hacia el Lago Natación.

La subida es constante pero no es la peor parte del día. Lo peor vendrá después y es la bajada. Abrupta y sin tregua. Los cuádriceps no responden bien a tres horas de descenso continuo con peso en la espalda. Hay muy pocos lugares donde tomar un respiro y descansar.

Los encontramos. Balcones en la altura desde donde las vistas son impresionantes.

Antes de llegar al Lago Natación, hay una especie de bañado, que no es el lago aunque en principio puede confundirse. El lago vendrá después, a una hora desde el Hielo. El refugio Natación se ve amplio, acogedor y con una vista exquisita hacia el lago. No nos quedamos allí porque nuestra intención era sólo verlo de paso hacia La Tronconada, así que, a partir de allí, comenzaron las tres terribles horas de tortura para la piernas.

Sorteamos piedras, pasos entre rocas grandes, algunos tramos más agradables de bosques pero sin poder parar el envión de la fuerza de la gravedad.

Una vez que alcanzamos el sendero troncal nos tiramos al piso. Creímos que era el suspiro final de la tarde, pero no. Aún faltaba cruzar la pasarela. No está tan mal, pero son colgantes, largas, precarias y se bambolean un poco. En general, todas o la gran mayoría. Esto es así. Y si querés llegar a La Tronconada… y… hay que cruzar la pasarela.

La Tronconada es un bálsamo. La gente es tan buena onda. En todos los refugios son buena, no sería justo no mencionarlo. En La Tronconada son geniales. La cerveza artesanal está buena y el lugar es precioso.

Día 4-Cajón del Azul y bajando a buscar al grueso de la troup

Venían subiendo mi hermana Kelly con sus cinco críos y la Etxe, amiga de mi hermana, con sus dos hijas. Siete niños a la cumbre y más allá. Rango de edades desde cinco años a flamantes dieciséis.

El Cajón del Azul es uno de esos paraísos en la Tierra que deberían poner como pecado no visitarlos en vida. En general, si la religión fuera enserio, visitar la Patagonia, hacer trekking, acampar, beber del río, comer del fogón, deberían ser algunos de los mandamientos del señor. Andar en bicicleta, también. Aunque esta no fuera la ocasión.

Pasamos la mañana en el Cajón del Azul. La profundidad infinita que se ahoga entre las piedras, la calidad del agua de deshielo, apenas des-hielada, el cielo despejado y la vegetación frondosa entre la que apenas se abre una huella para caminar, hacen de este lugar un tesoro de esmeraldas y turquesas donde es posible nadar, refrescarse, beber, reflejarse, tomar mates o tan sólo contemplar y enamorarse de ese pedacito de mundo.

Pasado el mediodía, Martín y yo empezamos a bajar para rescatar a la troup familiar y el chiquitaje que suponíamos ya vendrían subiendo según últimas comunicaciones en el Mirador de Raquel. El encuentro se hizo esperar un par de horas.

Bajamos por La Playita, seguimos bajando más y más. Descansando en los recodos, bebiendo del manantial, sentándonos un ratito a la sombra de un abedul o de un alerce, o de un par de coihues, comiendo chilcos, calafates, buscando frutillas y frambuesas. Al final, la polvareda, y eran los más chicos llevando la delantera.

Hicimos intercambio de mochilas para aligerarles la espalda a los más agobiados y subimos juntos y contentos. Otra vez hasta la Tronconada y ahora uno por una larga cola de trece integrantes, cruzando la pasarela sobre el río Azul. Gran campamento gran y para festejar: buena cerveza.

Día 5-Un poco más del elixir del Cajón para todos y de ahí al Retamal

Desde nuestra querida Tronconada salimos a compartir el Cajón con la troup pero ni cruzamos la pasarela enclenque sino que seguimos por la margen de la Tronconada a lo largo de un sendero que sube y baja por la ladera de la montaña y que llega hasta la siguiente pasarela que es más firme. Allí cruzamos y todo el mundo a darse el chapuzón en estas magníficas aguas.

Pasamos en las rocas del Cajón buena parte del día, tomamos mates y más tarde, cargamos el mochilaje y salimos hacia el Retamal. El camino es fácil aunque tiene un par de subidas y parte de la troup empezaba a renegar.

Hicimos una bien merecida parada para presenciar el punto en donde el río Azul se encajona. Es un espectáculo maravillosos de la naturaleza. Viene el río y se va bajando entre las piedras, debajo de estrechas y profundas cornisas de roca, se pierde, verde esmeralda y azul profundo siempre azul.

El paisaje alrededor del Retamal es espectacular. El sitio de camping no me pareció particularmente tan bonito ni acogedor como la Tronconada, pero bueno… la Tronconada es de verdad una onda especial. Y después de  Retamal viene La Horqueta con las famosas tortas fritas del gran Beto, y quizás, si no se va con niños pequeños… quizás vale la pena la seguir hasta lo de Beto. Sí. Vale la pena.

Día 6-y nos vamos a Las Horquetas pero antes, subir al Paso de los Vientos: algo indispensable

El Paso de los Vientos hace honor a su nombre. Hay que ir. Uno llega hasta ahí arriba y siente toda la plenitud del mundo en la cara. Traído por los vientos que llegan desde todos los confines de la Tierra.

Para llegar al Paso el sendero sale del Retamal, sube un poco, pero no es muy largo, en menos de una hora estamos allí. En la última parte hay unas trepadas con las manos. Rocas grandes y una cima impresionante. Las vistas hacia todos los puntos cardinales posibles son completas.

Subimos al Paso, disfrutamos, miramos, gritamos. El viento se llevaba parte de nuestros ánimos y felicidades que nos abundan a compartirlas con el mundo que anda bastante más enfermo que de costumbre.

Recargadas las pilas, recargamos las mochilas y salimos a lo de Beto. Es bastante cerca. Menos de una hora. Camino fácil. Primero baja hasta el río y después es sinuoso.

Enseguida le encargamos las tortas fritas que estaban para chuparse los dedos.

Acampamos al lado del río. El lugar de Beto, La Horqueta, es estupendo. Esté el río ahí nomás. Pero además hay un amplio campo lleno de frutillas maduras. Una fiesta para el paladar. Los chicos, la panza roja de frutos rojos y nosotros verde de mates. Un día sin espectacular. Todo aconsejable al cien por cien.

Día 7-Desde Las Horquetas a Los Mañios, la magia en todo esplendor

Los Mañios es de esos lugares que cuando llegás sentís que sos parte de la familia. Que te estaban esperando como si supieran que ibas a venir. La buena onda de Juan y Nahuel, a cargo del refugio de los Mañios, es la mejor. Nos sentimos bienvenidos, queridos sin conocernos.

El lugar tiene todo el encanto. Bosque, terreno salvaje, un río con rápidos. Una playa extensa de piedras. Fogones grandes. Recovecos como para hacer rancho aparte y tener tu rincón exclusivo y privado junto al río Rayado.

Para llegar desde Las Horquetas a los Mañios hay que caminar alrededor de una hora de camino sencillo y agradable. Muy agradable. Una caminata tranquila a la sombra del bosque y siguiendo el curso del Rayado que cada tanto forma unos pozones como para darse un buen chapuzón. Lindo río el Rayado.

En el camping comimos tortas fritas. Cada vez salen más grandes. Impresionantes. Una torta es un tortón. Infladas y muy ricas! Desde el campamento de los Mañios subimos a una cascada cuyo sendero arranca sobre la margen contraria del río. Vadeamos y empezamos  a remontar una picada angosta, húmeda y bastante salvaje.

Es una caminata breve que vale mucho la pena hacer. La cascada es alucinante. Son como trescientos metros de caída y una potencia y un caudal de agua que asusta. La época ayuda. Es diciembre, empieza e deshielo y la nieve abundante cobra vida entre las grietas, corriendo vertiginosamente hacia las entrañas de la tierra.

Nos quedamos un buen rato apreciando el sublime  espectáculo.

El día nos alcanza para disfrutar la vida intensamente. Lavar la ropa en el río mientras nos tostamos donde nunca da el sol. Relajarse, pensar, soñar la siesta sobres las piedras calientes mientras se seca la ropa. Caminar, juntar leña, juntar frutillas, cocinar, contemplar…

Día 8-Llegamos a Los Laguitos! y que las noches sean siempre noches-buenas

Esta será la última etapa en subida de la gran troup. Mi hermana y su amiga y todos los críos que han caminado hasta aquí lo que significa una gran hazaña para todos ellos que es la primera vez que hacen algo así, y más aún algunos de ellos tan chiquitos! pero han llegado.

El camino a Los Laguitos demora un poco más de los acostumbrado para sus piernas, pero es sencillo. Caminamos un par de horas… muy tranquilos. Parando.

Pasamos por un alerzal milenario. Cada árbol es una porción enorme de vida. Tienen entre dos mil y cuatro mil años de antigüedad. No dejo de pensar en los sucesos de la historia en cuántas cosas han pasado en tantos milenios en el mundo. Desde Cristo y desde antes, y esos árboles ya estaban allí. Ya eran testigos del devenir del mundo. Es un poco incomprensible. Algo a lo que no solemos prestar atención. Hablamos de las guerras, de las conquistas, y de ellos que ya estaban allí y que sobrevivieron a todo, no hablamos casi nunca. Los árboles lo han visto todo y siguen de pie, vivos. Solemnes. Harían falta al menos cinco o seise de nosotros para poder abrazar a uno solo. Ha cientos!

Cuando llegamos a la vera del lago Lahuan nos deja sin palabras. Extasiados. Es tan hermoso.

El refugio es acogedor. Afuera garúa y la temperatura ha bajado a cero grado. Todos nos metemos al refugio. Es verdad lo que decían los árboles del camino, nos esperan con mate. La bruma se apodera del paisaje, sin embargo, se adivina una línea que separa al cielo de silueta de las cumbres nevadas. Más perfecto, no puede ser.

A la noche, cenaremos un cordero patagónico que estuvo de re chupete. El polaco, el famoso polaco y su personal, Maite y Luis, nos atienden como si fuéramos héroes. Nos tratan demasiado bien. Y el cordero, el mate, la cerveza artesanal, las ensaladas! todo es un lujo milagroso a estas alturas.

Yo decido acampar. El entorno es lo mejor que me puede pasar. La intemperie, dormir en el suelo, abrir la hendija de la carpa y ver la costa del lago. Dormir envuelta en el silencio de la noche y sus subrepticios murmullos. Los seres de la noche que me espían. No deja de llover pero nada en mi humilde casa está mojado. Me siento tan segura en mi carpa. Tan libre. Tan plena.

Día 9-Visitamos el Lago Soberanía y volvemos a nuestro hogar dulce hogar en Los Mañios

Antes de emprender la retirada hacia Los Mañios, nos vamos a visitar el Lago Soberanía. Es un trecho. Más de dos horas. Pero vale la pena. El Lago Soberanía es precioso. Majestuoso. Con su montaña de agudas cumbres custodiando las espalda y haciendo de frontera con Chile.

Los cóndores sobrevuela cerca de las cumbres y se pierden entre el verdor y las cascadas que caen por las laderas. Es todo mágico.

La gran troup, los críos, los gurises, y las dos jóvenes madres del grupo, se van sin esperarnos. En principio parte d ellos iba a ir al Soberanía pero finalmente deciden emprender la retirada todos juntos hasta las Horquetas. Nosotros vamos al Soberanía donde nos quedamos un rato anonadados ante semejante belleza.

Martín y Nicolás siguen un poco más aún, hacia el Lago Escondido. El sendero para llegar hasta él sube y baja faldeando la ladera de manera abrupta.

Ir desde Los Laguitos hasta el Soberanía no es fácil de transitar en un diciembre tan caudaloso. Ha nevado mucho y el deshielo se viene con todo. Los troncos no dan a abasto para servir de puentes. La vegetación es frondosa y el bosque es una mata selvática y verde en la que los helechos gigantes se confunden las ramas de los coihues y los alerces, los cañaverales brotan en con ímpetu en los claros y las mariposas hacen ronda con los pájaros.

El arrullo de agua es constante y sintoniza con el canto de aves y la brisa entre las ramas.

Volvemos al refugio, comemos una buena pizza para recuperar energías y nos vamos de regreso a Los Mañios donde nuestros maravillosos anfitriones nos esperan con un guiso familiar al fogón.

Mi hermana y su gente ya han pasado por allí. Ya estarán en lo de Beto. Compartimos una velada hermosa con Juan y Nahuel. Al día siguiente nos aguarda una gran aventura. Estamos ansiosos. Y con un poco de miedo también. Sabemos de antemano que nos tocará sortear un paso complicado auxiliado de sogas y troncos que hacen de cornisa en un precipicio.

Dos de los compañeros estuvieron a punto de aflojar. Pero no.

Día 10- De tripas corazón. ¡Allá vamos Encanto Blanco!

Subir al Encanto Blanco desde los Mañios es un subidón literal. De todo tipo.

Un subidón en altura ya que estamos a nivel del río y a unos setecientos metros de altura y tenemos que ascender en el término de unas dos horas a los mil doscientos, mil trescientos metros de altura. Además es un subidón de adrenalina porque a la pendiente que no da tregua y por la que vamos ascendiendo con los pies prácticamente verticales y perpendiculares a la base del cerro, hay que sumarle un sector de precipicio en el que han ubicado unos troncos entre vértice y vértice de la roca y una soga para cruzar por esos troncos que salvan unos ocho metros sobre el vacío.

En realidad no es tanto ni para tanto, aunque planteado así, teóricamente, estábamos llenos de ansiedad y poniendo a prueba nuestras posibilidades de lograr la hazaña o achicarnos y recular.

El sendero es de tierra, fácil de pisar, accesible. Transcurre por bosque así que también hay sombra y mata con muchas plantas lo que de vez en cuando nos sirve de falso sostén pero…

Al final llegamos a los mentados troncos y los pasamos sin problema. Nadie tuvo problemas. Cruzamos con las mochilas cargadas y nos sentimos seguros. Vale decir que Nahuel, de los Mañios, hizo el camino con nosotros porque tenía que ir a recoger mercadería al Encanto Blanco adonde es posible llegar a caballo por el otro lado, desde abajo.

Nahuel y Juan, hicieron o limpiaron este sendero. La primera parte está todo muy bien.

A media hora de los troncos y el precipicio llegamos a un mirador donde vale mucho la pena dejar las mochilas ahí abajo, sobre el sendero, y subir al mirador.

Las vistas serán una de las mejores que habrás apreciado en tu vida. ¡Hermosas! Las montañas con nieve a los lejos, todo el verdor de los árboles desde nuestros pies y allá lejos, muy lejos y abajo, cerca del río que ya ni se ve, la casita de los Mañios. Un espectáculo.

Subimos al mirador y nos tomamos unos mates. Un momento impagable. De lo mejor.

Poco después comenzó la aventura inesperada. Bajamos del mirado, cargamos las mochilas y retomamos la senda. Íbamos bien, pero de pronto los traicioneros cañaverales nos confundieron. En un momento, al llegar a unas matas por la derecha y caña cortada por la izquierda, agarramos por la caña cortada y la caña cortada se convirtió en caña sin cortar y en cañaveral cerrado. Como siempre en este tipo de lugares, parece que hay un caminito, porque las cañas son angostas y dejan hueco por debajo, pero no. Estábamos en una maraña de la que nos costó muchísimo salir y aparecimos en un bebedero de ganado.

Nahuel que ya había hecho el camino no recordaba haber pasado nunca por allí. Las vistas eran fabulosas.

Seguimos caminando, buscando la senda. Encontramos marcas viejas. Antes iba por ahí. Después nos lo confirmarían.

Llegamos a un río que era definitivamente el río que nos llevaría hasta el refugio, el Encanto Blanco, así que no debíamos perder el curso del río. No era fácil. Hubo que cruzarlo y traía bastante agua o se abría en dos brazos con abundante caudal, pero lo logramos.

Una vez que se llega a una enorme pared de roca que se impone como una muralla sobre nuestra derecha, hay que tratar de ir entre esa roca y el río y con esas dos referencias pronto se empezarán a ver las marcas del sendero nuevo.

Fue una buena experiencia y es recomendable. Faltaría aclarar ese tramo de marcas, entre el mirador y los cañaverales, para no quedar enmarañados.

Por supuesto al llegar nos desquitamos del pajonal comiendo tortas fritas y más tarde tomando cerveza. También, aunque se hizo tarde, nos bañamos en el río y vino bien para liberarnos de las astillas del pajonal.

El camping, refugio y dosmis del Encanto Blanco tiene un aire entre montañoso y chacarero y eso de verdad tiene «encanto». Además, al lado, está el río y el paisaje alrededor es entre salvaje y habitado.

Día 11-Bajada al Bolsón y repostando vituallas para seguir en la aventura

Bajamos hacia el otro lado. Queriendo volver hacia el Bolsón para hacer acopio de vituallas, descansar y conectar con la civilización. Todos estos días, hasta aquí, hemos estado sin señal. No busquen porque no hay. Solamente unas líneas sobre el Mirador del Mallín y el de Raquel, allá por el primer día de caminata hacia el Hielo Azul.

Queríamos conectarnos y necesitábamos más comida para continuar. Además nuestro compañero Nico, nos abandonaría al día siguiente para ir a San Pedro a comenzar el año nuevo con su familia.

¿Y nosotros? Nosotros aún no sabíamos dónde acabaríamos el año y empezaríamos el próximo. Siempre en la promesa del camino y el azar del destino.

La bajada del Encanto Blanco nos tomó dos horas y media. Bordea la montaña, sube y baja todo el tiempo. No creas que es sólo bajada.

Hacía calor y el sol atosigaba. Al llegar abajo y perder altura, tuvimos que cruzar una pampa hasta la casa de la familia Tellería, encandilados por el sol y aunque son unos pocos metros, un día de caminata corta, y en plano, la ausencia de sombra arreciaba.

Desde la familia Tellería tomamos un remis hasta el Bolsón. Llamamos por teléfono desde la manga del corral, ahí, justo ahí, hay señal.

En el camping del Bolsón, el Refugio Patagónico, nos duchamos como si fueran tres. El chorro estaba tan bueno que no daban ganas de apagar la duchar.

Cenamos una ensalada con todas las verduras que te puedas imaginar y las que no también. Una ensalada enorme, en la olla a tope. La olla grande.

Día 12-A dormir al río Azul para estar cerca de la subida al Lindo

Por la mañana mediodía despedimos a Nico en la terminal de El Bolsón. Luego nos mudamos al Río Azul para amanecer al día siguiente cerca de la subida al Cerro Lindo.

El camping de Río Azul está en un lugar soberbio, sobre el río y bajo enormes cerezos y frutos rojos que da gusto comer al paso y son deliciosos y saludables.

Nos decepcionó el estado de abandono. No había agua en las canillas, no había duchas, el lugar estaba lleno de basura. Yo había estado allí hacía algunos años, lo atendía Roberto, y el camping estaba precioso. Me dio la sensación de lo que están destruyendo. Hay menos árboles, un estacionamiento para la gente que va a los pozones y mugre por todos lados. No hay canillas ni nada para sacar agua cerca ni lejos de las carpas, y hay que meterse en la casa como única opción. El río no está accesible de los campamentos para buscar agua.

Por suerte, los cerezos valieron por toda la porquería y el lugar es hermoso aunque lo están destruyendo.

Aquí, nos encontramos con otros amigos, Agu y su pareja que subirían al día siguiente al Lindo con nosotros.

Día 13-Contra viento, diluvio, y la última nieve del verano. ¡Allá vamos lindo Cerro Lindo!

La subida al Cerro Lindo hay que tomarla con calma. Es larga, asciende un desnivel de mil metros y en algunos tramos es empinado. Pero con calma, se llega. Es larga, sí, pero cómoda y vale la pena apechugar un poco y darle un tranco más.

Para colmo, desde la mitad para arriba empezó a llover. Y no paró. Y llegando arriba, envueltos en la bruma, empezó a nevizcar y después a nevar.

Casi no paramos porque… ¿parar bajo la lluvia? Además, si parábamos nos congelábamos, entre mojados y fríos que estábamos.

Le dimos duro. Agu y su pareja no pudieron llegar ese día y decidieron acampar más abajo junto a un arroyo. Junto a ese arroyo nosotros habíamos almorzado algunas horas antes de que la lluvia arreciara.

El paisaje es alucinante, a pesar de la niebla o con el condimento de ella. Las montañas tienen un tenor diferente, su propia identidad, su propia forma, menos aguda que allá por el Lahuán o el Soberanía, laderas más redondeadas, bosques absolutamente mágicos y distintos a todos. Cascadas exhuberantes y agua por todas partes, arroyos, pampas, bosques, caminos de piedra, cruces de río. Es un camino que recomiendo a todos y aunque haya tormenta porque después, verán allá, al final del camino, el refugio.

Se cruza el arroyo Lali, después otro arroyo, y después de un bosque de lenguitas achaparradas, el paisaje que se abre ante nuestros ojos es alucinante.

Un refugio en todo el sentido de la palabra. El lugar cálido, la casita de piedra y el calor de la acogida de Quemquem que resultó ser la hija de Roberto el antiguo dueño del camping de Río Azul.

Habíamos salido a las 9.45, cruzando la pasarela y entre las 14.45 y las 15.05, estábamos en el refugio.

Estuvimos muy bien allí. Todos dormimos en el refugio esa noche. Nos quedaríamos dos ya que, en los alrededores hay caminatas a las que no podemos fallarle.

 

Día 14-Más allá de las cumbres, las lagunas Verde y Esmeralda y el Lago Lindo

Hay una excursión que se puede y se debe hacer una vez que estamos en el Lindo. Nosotros la hicimos de la mano de Martín que nos guió con el mapa topográfico que compró Stellete.

Dicen que es fácil perderse, incluso hay una parte que se llama el Valle de los Perdidos porque al parecer hay dos cadenas de montañas gemelas y muy similares. El Lindo, el lugar de las gemelas. También hay dos cascadas gemelas. La belleza por dos. Es exagerada.

Realmente una belleza que nos dejaba sin palabras a cada instante.

¿Cómo encaramos este sendero? Para iniciarlo bordeamos la laguna Lali un poco por arriba. Hay una flecha de piedras en el suelo que marca el comienzo del sendero que sube.

Hay un arroyo con abundante caudal y muchas curvas que hay que cruzar varias veces. Marcas hay pocas y sólo al comienzo y después, algunas pircas. El mapa topográfico es recomendable.

Como ha nevado, cruzamos enormes extensiones de nieve. Subimos y sobre unos vértices de piedra, tras unas dos horas de caminata, llegaremos a ver, abajo, la laguna tricolor y, más adelante el Lago Lindo.

Esos vértices de piedra, vertiginosos desde donde se ven las lagunas, son como torres de la montaña avistando hacia el horizonte y las lagunas. Hay que pasar unas tres y en la cuarta, subiendo casi hasta el borde, se tiene una buena visión. Es bastante expuesto y hay que arrimarse con cuidado. Las vistas valen la pena.

La Laguna Esmeralda está después, yendo hacia la cumbre del Cerro Lindo, sólo Martín continuó hasta allí y la vio congelada.

Volvimos al refugio. Habían llegado nuestros amigos, Agu y su chica. Compartimos unos mates con las consabidas tortas fritas y volvimos a salir. Fuimos a visitar las Cascadas Gemelas. Impresionante espectáculo.

Están a una media hora del refugio. Hay que ir. La brutal caída del agua, el ímpetu y la fuerza incontrolable de la naturaleza. Ser parte de este paisaje es impagable. No alcanzan las palabras para agradecer o poner en palabras la felicidad que uno siente. La plenitud.

Hemos llegado al Lindo en un momento inmejorable. Qué más se puede pedir. Todo está en su máximo esplendor. Era 29 de diciembre y ha nevado. Los ríos habían comenzado el deshielo y bajan con toda la furia de su caudal. Todo está maximizado. Todo es fastuoso y magnífico.

Día 15-Año nuevo en el magnífico río Blanco, el rey de los contrastes

Bajamos del Lindo apreciando el paisaje de una manera nueva. Lo habíamos vivido bajo la lluvia y la nieve de subida, y bajamos con sol.

Cualquiera diría que es hacer el mismo camino, pensando ligeramente y sin embargo, cada momento tiene lo suyo y es único. Cada recodo del camino, cada árbol, cada nuevo amanecer, cada temperatura a cada hora diferente según haya pegado la luz ese día, según se haya posado un pájaro o haya pasado la brisa. Nada se repite. Las infinitas posibilidades del infinito todo, conviven simultaneamente inagotables.

De bajada pasamos por el Bolsón otra vez a rehacer provisiones una vez más. Es 31 de diciembre. Todos los negocios cierran pronto para esperar el año nuevo.

Tomamos el bus La Golondrina que para a una cuadra de la plaza del centro del Bolsón y a una cuadra antes del ACA. En ese bus nos vamos a Puelo, cargados con las mochilas y los alimentos para varios días más y una cena suculenta de asado, ensalada, y vino, para despedir el año junto al río Blanco.

Para dormir en el camping Rincón del Motoco hay que cruzar la pasarela de Puelo y desde allí caminar una media hora hasta el camping.

El lugar es inmejorable. No puede ser más perfecto para empezar un año nuevo lleno de ilusiones y promesas de porvenir. Y más viajes. Más caminos. Más montañas. Más andar por el mundo en libertad.

Acampamos junto al río, en una porción es que el Blanco que suele ser una revolución de espuma y por eso su nombre, se apacigua. En esta porción es verde y manso.

El arruyo del agua es exacto como para conectar en sintonía nuestras vibraciones con las del universo.

Dormir allí, acunada por el arrullo de las aguas y soñar con todo lo que vendrá. Otra vez la plenitud total, la felicidad sin palabras para ser descripta, el agradecimiento constante por estos regalos de la vida y por poder compartirlo con mi hijo Martín y mi amiga Stellete. Sólo una cosa más podría ser mejor, el deseo es insaciable.

Día 16-El largo camino a la joya de esta travesía: el Motoco

Feliz año nuevo. Feliz amanecer junto al río Blanco.

Subir al Motoco implica caminar uno de los senderos más bellos del mundo. Es un sendero sinuoso que sube y baja acercándose y alejándose del río Blanco que nos acompaña durante casi todo el recorrido y que sí se pone de blanco blanco de espuma. ¡Es tan potente y estrepitoso! Es un río único. Con un caudal y unos rápidos impresionantes. De pronto se encajona entre piedras monumentales y se calma verde y turquesa. Parece pintado.

El sendero está muy bien. Uno de los mejores que hemos realizado. Bien indicado y los puentes y pasarelas son más firmes y están en mejor estado que en otros senderos.

El suelo es preponderantemente amable, un colchón mullido de hojas secas. Mucho bosque, tupido, salvaje, sombra casi todo el recorrido. El agua y sus colores sorprendentes, cambiantes, y la fuerza del agua igual, con tantos contrastes, fuerte y mansa, es una sinfonía con todos sus instrumentos y vaivenes.

En tres horas llegamos al Portal del Motoco. Allí hay un puesto atendido por Frida. Hay que registrarse y es un buen punto para hacer un descanso intermedio. También se podría acampar allí, pero nosotros queremos seguir y llegar hoy mismo al Motoco.

En dos horas y media más estaremos llegando al refugio. Lo hacemos con tranquilidad. Las vistas son espeluznantes y obligan a parar y contemplar a cada rato. ¡Es tan bello! Impregnamos la memoria de esas imágenes única e imborrables. Atesoramos esos momentos de supremo elixir. Lo respiramos todo, ahora es parte nuestra y lo llevamos dentro para siempre.

El refugio del Motoco es una casita de ensueño. Vamos a acampar a pocos metros de allí, en un lugar que suponíamos el sumum de la magia realizada porque aún desconocíamos lo que vendría después.

Día 17-El sumum de la magia realizada, el recinto sagrado. Más allá del Motoco: Lago Duke y todo el esplendor del camino

Una caminata excepcional. Lo mejor del viaje.

La caminata arranca desde el refugio del Motoco hacia el Lago Duke y la Roca del Tiempo. Es todo un espectáculo aparte. Increíble.

Salimos del refugio y bordeamos el río hasta cruzar dos puentes de palos. Los puentes están firmes y las indicaciones durante todo el recorrido son claras y muy precisas.

Ascendemos hasta un alerzal menor. Centenario pero no milenario. Los alerces son árboles muy preciosos. Su corteza es porosa y suave y su copa, en pináculo con ramas caprichosas y hojas pequeñas forman corolas perfectas para dar sombra sin negarse al paso de algunos rayitos de sol.

Creo que un alerce es una de las construcciones más perfectas de la naturaleza. La armonía ideal.

Un bosque de alerces es siempre un lugar mágico. Más me gustaría saber dibujar para transmitir mejor cómo es un alerce. Debo conformarme con mantener intacta su imagen en la memoria. Recordar sus rasgos y atesorarlos en mi interior. No puedo decir más. Quizás guardarlo como un secreto entre el alerce y yo.

Después de cruzar este alerce menor, poco después, llegaremos a un alerce milenario que nos dejará sin palabras. Como si fuera una falta de respeto decir o agregar algo. Como si de verdad nos hubiéramos quedado sin palabras porque no existen tales para decir lo que estamos viviendo.

Son alerces de cuatro mil años. No uno solo. Muchos, uno y otro, y otro más allá. Y vuelvo a preguntarme y a admirarme de todo lo que han vivido los árboles. De la cantidad de tomos que conforman una enciclopedia de historia y de que avanzando tomo tras tomo, capítulo tras capítulo, guerras y conquistas, y todo lo que ha pasado desde hoy hasta cuatro mil años atrás y ellos, ellos ya estaban ahí.

Uno no puede más que acercarse en silencio. Transitarlos en silencio. Acariciarlos en silencio y con suavidad porque son algo tan sublime que hasta siento como si debiera pedirles permiso o como si no debiera, tocar algo así, tan sagrado.

Permanecemos varios minutos, no sé cuánto. Algo nos ha detenido en ese lugar donde no podemos menos que seguir contemplando con respeto y admiración. En silencio.

Cuando logramos avanzar más allá de este encantamiento litúrgico de la fuerza del alerzal, no tarda en sorprendernos el sonido estrepitoso de cascadas y rápidos del río.

Pasamos por la cascada de Leonardo y por el Tobogán del Motoco, el deshielo se desagua con ganas desde piedras monumentales y discurre con furia sobre piedras enormes.

Seguimos y el contraste nos enfrenta con la Playa Roja. Más magia. Un río de aguas cristalinas se tiñe de su lecho de piedras rojas y parece un río de sangre de la tierra. Nos acercamos. El agua es transparente y pura que corre sobre un suelo de piedras cobrizas y carmesí. Piedras tan duras como suaves, bordeaux, naranjas, rosadas. El agua se amalgama esas tonalidades y en este sector, se mueve con lentitud, amable para el baño. O sólo para sentarse y contemplar el contraste de las laderas verdes y el rojo del agua, y el brillo del sol iluminando la postal.

De regreso nos reservaremos una buena hora para bañarnos en esa playa privilegiada y única.

Continuamos la subida al Lago Duke. Cruzamos el único sector monótono del recorrido, el Mallín. Un mallín amplio y que hay que sortear por la derecha.

La subida final al Duke es de cuarenta y cinco minutos empinados. Luego una bajadita. Vale la pena hacerlo todo.

Nos bañamos en Duke, majestuoso. Con su montaña flanqueando sus espaldas como una muralla coronada de nieve.

Las aguas del Duke no son tan frías así que nos disfrutamos el baño. Nos quedamos un buen rato contemplando y respirando la belleza y luego subimos a un mirador cerca de allí desde donde el panorama trescientos sesenta grados alrededor es impagable. Hay que subir y hay que verlo y volver a mirarlo y volver a verlo. Belleza total por donde se mire.

Emprendimos la bajada y de regreso aprovechamos a quedarnos un buen rato en la Playa Roja y volver a bañarnos y tomar sol y disfrutar a pleno de un lugar tan lleno de condimentos y de belleza. Y tenerlo todo junto allí. Todo sobre el mismo recorrido. Demasiada hermosura para un solo día. Demasiada plenitud.  Desbordantes de felicidad. Sorprendidos todavía de que pueda haber tanto por descubrir.

El recorrido lleva unas tres horas de subida, más lo que uno quiera quedarse en cada lugar y eso será quizás más de tres horas si nos dejamos tentar por la magnificencia de cada porción del paisaje.

Luego de dos horas de bajada llegamos de regreso al campamento. Caía la tardecita y las luces se atenuaban lentamente mientras mate a mate saboreábamos lo vivido.

Día 18-Bajando del paraíso sin perder la magia

Descubrir el río Blanco es una de las mejores experiencias naturales de mi vida. Suele suceder que conocemos ríos y sólo conocemos una parte de ellos, un remanso, una playa.  A veces suponemos y suponemos bien, que el aspecto de ese río se perpetúa desde las nacientes hasta su desembocadura. En general no es así. Menos aún si se trata de ríos de montaña, que nacen del deshielo en las cumbres, que caen por las laderas, que tienen lechos de piedra y que estás piedras pueden ser de diferentes tamaños. Si a todo esto se le suma el entorno verde patagónico, a una altura media de la cordillera donde las brisas oceánicas de ambos lados, este y oeste, pueden darse la mano. Y la humedad natural de los mares y el aire puro de los árboles y el agua de la montaña, y todo la paleta de colores que de pronto surge de toda esa conjunción. Es que se trata de un paisaje magnífico. La magia no se agita y verlo dos veces, de ida y de regreso, no es verlo repetido. Es ver casa árbol, cada recodo del camino y cada pincelada de río en un momento distinto y  por eso es distinto. O quizás por su belleza embriagadora. Porque los ojos no pudieron abarcarlo todo de subida al Motoco y descubren continuamente nuevas imágenes. Viéndolo ahora, alrevés, ya no es lo mismo.

El Motoco y no sólo el Motoco sino más allá de él, es un sendero obligatorio. No dejen de hacerlo. Se los deseo de todo corazón y, al mismo tiempo me deseo y nos deseo, poder volver una vez más.

Bajamos hacia la pasarela, cruzamos el río Azul en Puelo y nos fuimos al camping de Doña Rosa. Un camping urbano, cerca de todo. Mañana, tras diecinueve días de travesía, nos montaremos en un incómodo y desagradable autobús rumbo a la vertiginosa Buenos Aires. Sin embargo, estamos tan llenos de pureza patagónica, que poco nos importa o nos pesa tener que regresar.

Viajes así, sólo nos dan la certeza de estar viviendo verdaderamente la vida que se nos ha otorgado. Nos dan la certeza de que no estamos desaprovechando nuestra estancia en el mundo y, sobre todo, nos llenan de ilusiones nuevas, de pensar nuevos caminos. El horizonte está allí, tras esa línea trazada en el mapa sobre la mesa o tras ese paisaje que nos atormenta insistentemente la imaginación o el delirio.

Día 19-24 horas de bus y remis, de regreso al calor literal del hogar.

Día 20-FIN

En casa ya hay un mapa sobre la mesa. Una guía de viaje. Cuatro nuevos *favoritos* en la barra de marcadores. Y un nuevo sueño en marcha. ¡A por él!

Cinco Lagunas, desde Pampa Linda a Colonia Suiza

Se la conoce popularmente como la travesía de las Cinco Lagunas y es un trekking de belleza infinita. Particularmente es uno de los que más me ha gustado y añoro siempre la posibilidad de volver a recorrerlo. Me ha enamorado por su incivilización, por su ausencia total de recursos urbanos, por sus montañas, por la nieve, por la desolación, por sus lagos, por sus dificultades, por la falta de señalización y esa sensación de aventura, exploración y conquista, y seguramente también por los compañeros del camino con quienes compartí estos pocos pero intensos días.

La travesía cruza desde Pampa Linda hasta Colonia Suiza. La mayoría de los caminantes la hace en sentido contrario, Colonia Suiza hacia Pampa Linda y, en general, las guías que existen respecto de este trekking, la plantean así. Al parecer la costumbre de caminarla desde Colonia Suiza se debe a que la erosión de la montaña provocada por los vientos del oeste ha desgastado más las laderas en esa dirección, y eso facilita el ritmo de trepada, en cambio, al hacerla al revés, nos veremos obligados a trepar por piedras menos erosionadas y de mayor tamaño, lo que aletargará nuestro ritmo de andada, demoraremos más en las subidas pero paradojicamente nos sentiremos más confiados en las bajadas con el peso de las mochilas cargadas con elementos y comida para la autosuficiencia durante 5 a 6 días. Fuimos con un par de mapas de papel, brújula, y buena parte la hicimos al rumbo, teniendo en cuenta las montañas de dónde veíamos, la ubicación del Tronador casi siempre visible e imponente, y las lagunas que íbamos cruzando. No hay muchas marcas. No hay ningún servicio, ni proveeduría, ni camping o refugio organizado hasta llegar casi al final, a Laguna Negra. Es imprescindible practicar y superar la autosuficiencia o, literalmente, morir en el intento.

Hicimos esta travesía con un grupo de caminantes, un par de ellos con nula experiencia en senderos de montaña. El hecho de tomarla en el sentido opuesto al recomendado se debió a que, para comprobar las dotes, el aguante, de los caminantes novatos, desde un camping en el área de Pampa Linda, hicimos previamente algunas salidas de corto recorrido, como por ejemplo ir hasta el glaciado Tronador, cuya majestuosidad será un hito que dominará las vistas de  este sendero. La motivación y estado físico del grupo superó las expectativas.

Para llegar a Pampa Linda fuimos desde Bariloche, desde la Terminal de autobuses, con el bus que va a Bolsón. Poco después de Villa Mascardi, en la intersección con un camino de ripio que arranca a la derecha, hacia el oeste, y que bordea el Mascardi hacia el Tronador, nos bajamos del bus e hicimos dedo. Sobre este camino se encuentran los campings la Querencia, los Rápidos, y más adelante la zona de los Césares donde se puede acampar libremente. Un poco más y llegamos a Pampa Linda donde hay un par de campings y una hostería. Desde aquí hay varios senderos que se pueden hacer. Ya en una oportunidad previa, habíamos subido a la laguna Callvú o Azul, remontando desde Pampa Linda el Arroyo Claro. Pero esa es otra historia. El hecho es que llegar a los Césares o a Pampa Linda nos da la posibilidad de una previa, de tantear nuestras energías en varios senderos de los alrededores y todos con valor agregado, como por ejemplo también desde aquí, encarar el cruce a Chile por la antigua ruta de los jesuitas. Hay mucho, pero vamos a nuestras Cinco Lagunas, con nuestros cinco caminantes.

Primer día: de Pampa Linda a Laguna Ilón

Arrancamos desde el camping de Pampa Linda por el mismo camino ancho que sale hacia el Tronador y, en breve, hay una señalización que nos indica tomar a la derecha. Cruzamos una tranquera y vamos por una senda que borda el río Castaño Overo. Este río lo tenemos que vadear. Suele traer bastante agua y corriente y está indicado el lugar más recomendado para efectuar el vadeo. Luego es todo subida. «Más subida que a la Ilón» puede convertirse en refrán de referencia para futuras salidas. No da tregua, es una subida muy empinada durante casi la totalidad del recorrido de este primer día. Subir y subir hasta que en parte el ascenso se nivela un poco y bordeamos el cerro por el que venimos ascendiendo para cruzar un mallín a campo traviesa. Hay pocas marcas, nos metemos en un bosque y al salir del mismo aparecemos mágicamente frente a la encantadora Laguna Ilón. Hay un sitio para acampar ni bien aparecemos allí; también se puede acampar en la playa de arena fina, y sino, apenas más adelante, cruzando un arroyito, en el bosque contiguo donde ese encuentra el Refugio de Papá Manuel. El refugio es una casita de libro de cuentos, pero es decorativa, al menos cuando nosotros pasamos era un depósito de basura.

Día por día, todas las etapas,

https://youtu.be/1JHQB0thBV0

https://www.facebook.com/maria.che/videos/vb.1244465731/10208522127511070/?type=3

Segundo día: de Laguna Ilón a Laguna Cretón

Arrancamos el día bordeando la apacible Ilón y nos vamos alejando de ella hacia la derecha, faldeando el cerro y luego cruzando algunos mallines pequeños hasta llegar al Mallín de Ricardo, más grande, y que vamos a atravesar tirándonos a su izquierda. Cuando termina el mallín, ingresamos a un bosque, hay algunas marcas rojas. Ascendiendo al filo del cerro Capitán, veremos aparecer ante nuestros ojos la Laguna Jujuy. Transitamos el filo y nos sorprenderá gratamente y causará admiración, la vista de la Laguna Callvú o Azul, haciendo fiel honor a su nombre, encajonada entre los cerros Bonete y Punta Negra. Estamos en un balcón privilegiado para apreciarla. También hay una picada que sube hasta aquí y va hasta Cretón desde la Laguna Azul, viniendo desde ella por su margen derecha.

Descendemos hacia la Laguna Cretón y podemos acampar frente a ella, pegados a un diminuto bosque achaparrado o cruzar un barranco y acampar en un reducto protegido por pequeñas lengas y junto al arroyo. Nosotros acampamos aquí, cerca del arroyo entre un cerco de lenguitas, y fue providencial, ya que tuvimos que permanecer dos noches allí debido a un temporal. En esa zona suelen estancarse la nubes y haber bruma y lluvias. Por lo menos, las veces que estuve allí siempre se nubló y llovió.

Tercer día: de Laguna Cretón a Mallín Mate Dulce

Con dos noches de descanso bajo la constante llovizna, y ya enmohecidos de estar adentro de las carpas, asomando nomás las narices porque afuera estaba helado, retomamos la travesía. Había llovido bastante y había nevado. En todas las etapas y especialmente en este tercer tramo que es para nosotros el cuarto día, hemos encontrado muchos manchones de nieve que cubren grandes áreas que hemos debido cruzar con sumo cuidado. Era el mes de enero.

En este tramo, toca subir el cerro Cristal, es el más duro del trekking porque a medida que ascendemos las piedras son más grandes, hasta convertirse en moles que nos superan en altura con creces y a las que debemos trepar, aferrándonos con las manos y cargados con nuestras mochilas. Hay marcas rojas y pircas. Llegando casi al filo, vemos hacia la izquierda que todavía falta subir, pero que, sin embargo, hay unas pircas que nos invitan a desviarnos a la derecha en descenso, NO ir por allí; si seguimos esas pircas, a la derecha, iremos directo a un precipicio por el que será imposible bajar. Hay que subir hasta donde vemos unas piedras oscuras y marcas rojas.

Esta es una jornada de ascenso y bastante dificultad técnica que requerirá de todo nuestro ingenio, destrezas y también precaución, pasaremos por arroyos, mallines y mucha roca, muchísima. Allí en el filo, entre rocas enormes, deberemos sortear un par de pasos expuestos, pero está bien señalizado, así que seguir las marcas, aún con abundante nieve, permanecían visibles.

Para descender al Mallín Mate Dulce vamos a seguir las pircas. Por nuestra izquierda, o sea oeste, vamos a ingresar al mallín y lo vamos a ir cruzando hacia el este.

El Mallín Mate Dulce es un lugar plácido y agradable para acampar, hay muchos espacios disponibles, cerca del río que surca sobre piedras rojizas, y es un placer pasar el tiempo que nos queda del día y la noche en este enclave. Tomando mate. Amargo que pa’dulce está el Mallín.

Cuarto día: de Mallín Mate Dulce a Valle del Lluvuco pasando Laguna CAB o Lluvu

Como hemos pernoctado una noche extra en Cretón debido al aguacero y la tormenta, vamos a intentar adelantarnos de la laguna Lluvú o CAB para mañana completar la travesía hasta Colonia Suiza, sin permanecer en Laguna Negra.

Al dejar Mate Dulce hay un fragmento de terreno plano que no dura mucho, luego hay que subir el cerro. Cuando nosotros lo hicimos, al llegar al filo, se nos complicó encontrar la bajada a Lluvú o Laguna CAB. Si bien se ve la laguna enfrente, no tenemos que zambullirnos de cabeza en el bosque de lenga que tenemos entre nosotros y la laguna porque por ahí no es, y caer en ese bosque es un laberinto. Primero hay que bajar y hay mucha roca y algunos pasos angostos. Hay que buscar las pircas, primero salen hacia la derecha y después todo sobre nuestra izquierda hacia una zona que se ve más abierta. Luego buscaremos las marcas para ir por los senderos correctos del lengal hasta la margen de la Laguna CAB o Lluvú que vadearemos por la orilla. Da gusto porque el lecho es arenoso y suave, un placebo para los pies.

Cerca de la laguna se puede acampar, sobre todo después de vadearla, está el río sobre piedras rojizas y lugares muy hermosos para quedarse, pero como queremos ganarle unos pasos al tiempo y al mañana, vamos a seguir. Hay una parte con un poco de derrumbe y tierra arenosa floja que hay que cruzar lo más rápido posible pisando firme, y luego un sector extendido del sendero con muchos árboles caídos en el que hay que caminar por encima de los troncos. Esto dura un buen rato. Finalmente llegamos junto al río Lluvuco donde algunos fogones armados nos indican que es un buen lugar para acampar. Es un vallecito boscoso, encantado, muy lindo. Nos quedamos allí.

La última cena, guiso revolucionario con los últimos ingredientes que nos quedan

Quinto día: del Lluvuco a Laguna Negra y Colonia Suiza

Se nos hizo larga la jornada. Cruzamos el río junto al que pasamos la noche y empezamos a subir en zigzag de manera abrupta, luego ingresamos a un bosque y del bosque a una zona de piedras y arena con pendiente más amable por la que, paulatinamente, ascendemos al filo del cerro que cerca la Laguna Negra.

Hay piedra suelta y no importa por dónde elijamos subir ya que, al llegar arriba, será visible la dirección de bajada y no es problemática, también veremos la laguna y, casi de manera imposible ante nuestros ojos, en la orilla de enfrente, el refugio al que deberemos llegar por esas paredes que a simple vista parecen imposibles..

Se desciende del filo hasta la laguna, y comienza a bordearse tranquilamente. Justo antes de llegar al refugio, bordeando la roca acantilada que cae sobre las aguas, hay una soga y fierros en la roca para ayudarnos a sortear un paso complicado y expuesto. En Laguna Negra, el refugio Italia ofrece comidas además de albergue si uno quisiera dormir allí. Se puede acampar también. Nosotros decidimos darle duro y parejo hasta Colonia Suiza, el sendero es muy lindo, bosque, agradable, y bajamos por inercia, aunque se hace largo…

Descansamos un respiro en el refugio y empezamos el descenso en caracol entre rocas, bosque y arroyuelos. Luego vamos a cruzar un río caudaloso cuyo curso nos va acompañar mientras seguimos bajando. Hay lugares donde podríamos acampar. Continuando hacia Colonia Suiza, en sucesivas oportunidades, tendremos el fastidio, ante el cansancio acumulado -el hambre- y tantas horas de caminata en una sola jornada, de tener que bajar y subir de las márgenes del río que se encajona. Después el sendero se convierte en un camino ancho, entre pinos, y creemos que ya estamos llegando, pero no; este camino es de nunca acabar. Finalmente, el ruido de algún motor nos anunciará el arribo a la civilización y en pocos pasos nada más saldremos a la ruta 79 en Colonia Suiza. Allí hay varios campings donde ducharnos, preparar un asadito, reponer fuerzas, y esporádicamente pasa un autobús a Bariloche.

Enlace de Quillén a Junín de los Andes y de ahí a Puerto Canoa (2017)

Día 8 – desde Quillén a Junín de los Andes

Viajamos a dedo y no fue sencillo. Primero caminar desde el camping hasta el área de uso diurno y la casa de piedra.

 
A hacer dedo, Lago Quillén

Quienes están a cargo de esta área, información y guardaparques, no supieron brindar la información  ni hicieron ningún esfuerzo por ayudar a solucionar el problema de salir a dedo. Hay opciones como llamar a un taxi y ellos tienen la información pero no nos la dieron.

 
Saliendo de Quillén a pata

Caminamos desde la zona de uso diurno 2 km más hasta donde hay alguna chacrita y más adelante unas viviendas y una señora de la comunidad Currumil fue extremadamente solidaria l subirnos a todos con nuestros bártulos en un auto que aunque no tendría capacidad para tantos ocupantes se hizo lugar y todos y todo entramos. La señora fue tan amable que nos llevó hasta Rahue donde se cruzan las rutas 23 y 46 y donde estuvimos buena parte del día haciendo dedo.

 
Dedo a Junín de los Andes

Sólo tres de nosotros llegamos a Junín: Mercedes, Joel, y yo; Nelson y Fanny, después de varias horas de intentarlo, antes de la caída de la tarde, desistieron y acamparon hasta el día siguiente sobre el río Aluminé. El transporte entre este cruce y Junín de los Andes pasa solamente a las 7 de la mañana y es carísimo. Sería mucho mejor si se arregla con un taxi.

El ripio entre Quillén y Junín de los Andes es una ruta escabrosa y en mal estado. Se tardan un par de horas en llegar.

En Junín de los Andes paramos en el camping Laura Vicuña, lindo pero muy caro. Tiene calefacción en los baños, ducha de agua caliente las 24 hs, un wi-fi que no funciona. Cuesta 265 pesos, carísimo. Lleno de gente pero igual tranquilo. Está bien organizado, hay electricidad, mesitas y bancos, fogones, pero el wi-fi no funciona y el precio es excesivo.

Día 9 – desde Junín de los Andes a Puerto Canoa

Actualmente hay dos autobuses en temporada, 9.45 y 16.25. El precio del bus está en 105 pesos y la entrada de pesos para nacionales es 90, para Mercosur 130 y para extranjeros 150.

A las referencias de este tramo ya escritas en post anterior cabe agregar que actualmente hay una requisa de gendarmería en la que hacen bajar a algunos pasajeros del micro y les revisan sus mochilas, las mochilas que llevan consigo arriba del bondi.

Cruzamos al camping Pichí Cullín como lo hago yo habitualmente, moviendo el banderín.

 
Moviendo el banderín para que venga el bote a buscarnos
Moviendo el banderín para que venga el bote a buscarnos
 
Nico llega a buscarnos en el bote

La familia de Ester y Nico tienen un bote nuevo, más grande. No cobran costo por el camping pero sí el cruce del lago a 35 pesos.

Sigo sosteniendo que es el lugar ideal para acampar porque tiene las mejores vistas del volcán Lanín, a cada hora sus colores cambian de acuerdo a la luz del día, y cambia su reflejo en el lago.

 
Las mejores vistas del Lanín desde el Pichí Cullín
Las mejores vistas del Lanín desde el Pichí Cullín
 
Las mejores vistas del Lanín desde el Pichí Cullín

Tiene las mejores playas, y, además, está del lado que nos corresponderá para salir de una hacia la senda a Aila.

Mi pierna está hecha mierda. Ando con una caña de bastón.

 
Fogón en Pichí Cullín y yo con bastón
 
Fogón en Pichí Cullín y yo con bastón

Etapa 7 -Malalco Chico – Quillén (2017)

Día 7 – desde Malalco Chico a Lago Quillén

 
Bajando al Lago Quillén

El camino a Quillén es en bajada y la bajada, con el peso en la espalda y el dolor, es insoportable. Milagrosamente llega un punto en el que el dolor ha sido tanto que me deja de doler por completo. Eso creo, que es un milagro, y así les cuento a Joel y Mercedes que me esperan tras vadear el río llegando a la comunidad Lefiman, pero el milagro dura poco.

 
Descampado donde pastan ovejas, cerca de la llegada al Malalco Grande

La senda está marcada, hay un par de partes, nada más, donde puede ser confuso, pero dando un par de vueltas en derredor se verán las marcas y se podrá continuar.  Esto sucede por ejemplo al principio, cuando subimos una ladera rocosa, en una parte se enrarece el sendero pero hay una sola opción viable por donde se puede caminar sin grandes obstáculos ni dificultad y bien, es por ahí, después se camina por el bosque, todo en bajada, hay sombra y el suelo es blando; llegando casi al río de Lefimán, pasa también que hay un descampado donde suelen pastar ovejas y no se alcanza  a ver desde un borde del descampado la embocadura de la senda al otro lado, es en diagonal, si caminamos ese descampado en diagonal, estará la marca enseguida en un árbol.
A continuación nos toca sortear un mallín traicionero, imposible no meter la pata, y después se vadea el río Malalco Grande. Hay que mirar bien el lecho, cuidado por donde se camina para vadear ya que hay pozones profundos.

 
Tras vadear el Malalco, momento de un milagro
 
Arroyo Malalco Grande

Durante esta senda las marcas son las banderitas de Huella Andina pero también hay estacas con rayas amarillas o rojas, o circulitos amarillos de lata. A veces en esta última parte pueden confundirnos huellas de animales, pero hay prestar atención y se encontrará la buena senda.

Junto a ese río, Malalco Grande, en la comunidad Lefimán, se puede acampar y está bonito y es libre. Quizás es mejor que llegar hasta Quillén aunque el lago Quillén es maravilloso pero es lejos tener que llegar hasta el camping y de todos modos al día siguiente tendremos que caminar hasta el área de uso diurno del lago para buscar la salida, a dedo, hacia Junín de los Andes donde retomar la Huella.

A 3 kilómetros de esta área de acampe en Lefimán está la cabecera del Lago Quillén, la casa de piedra donde se efectúa el registro de llegada y el área de uso diurno del lago. A 1 km y medio más está el camping.

 
Camino al camping de Quillén
 
Fogón y cena junto al Lago Quillén

El camping cuesta 120 y nos hicieron 100 por caminantes. La ducha caliente fue espectacular. Hay fogones en el piso pero no hay mesas ni bancos.
El lago Quillén es hermoso.

 
Lago Quillén

Este día, a la tardecita, armando la cena al fogón, tuve el placer de encontrarme a Lucrecia, una amiga a quien no conocía personalmente pero con quien había hablado bastante a partir de la Huella Andina 2013.

Etapa 6 – Ruca Choroi – Malalco Chico (2017)

Día 6 – de Ruca Choroi a Malalco Chico

Esta senda, un tanto exigente, es de una magnificencia riquísima. Tiende a subir, y, a medida que subimos, el paisaje va mutando. Entramos a un bosque tupido de pehuenes, subimos y llegamos a ver el lago Ruca Choroi en todo su esplendor. Una postal.

 
Lago Ruca Choroi visto desde la Huella
 
Lago Ruca Choroi visto desde la Huella

También se ven, en dirección opuesta al lago, laderas escamosas de lava volcánica seca. Hay marcas que nos van determinando claramente la senda. Imposible perderse, en todo caso hay que buscar alguna, pero hay botellas pintadas en cañas altísimas que son como señales ferroviarias marcando el rumbo de la senda. Se cruza el bosque, ñires, algo de caña, mallines pequeños y después se suben los cerros, las lomas.

 
Lomas que hay que sortear durante el sendero
 
Lomas que hay que sortear durante el sendero

Superamos la altura de los 2000 metros. Una vez que se acaba el verde y el paisaje se vuelve piedra suele aumentar también el viento y aglomerarse las nubles. La visión es extraordinaria. Montañas imponentes y raras. Vírgenes poco visitadas. Tras dejar el verde atrás y rodear un cerro hacia nuestra derecha, vamos a tener que atravesar tres lomas de piedras. Entre la bruma vamos a divisar hacia abajo y a la izquierda, volviendo al verde de un bosquecito de ñires, el domo.

El domo es una carpa resistente puesta ahí por Parques Nacionales especialmente por la Huella Andina, las 5 personas que realizamos esta etapa dormimos dentro del domo en nuestras bolsas de dormir. Fue el mejor refugio posible en esta noche de lluvia y viento.

 
Bruma y tormenta llegando al Domo

Allí dentro con el calentador nos hicimos una regia cena. El domo nos protegió y nos mantuvo a salvo de la intemperie.

 
Domo, refugio de Huella Andina, en Malalco Chico
 
Domo, refugio de Huella Andina, en Malalco Chico



 
Domo, refugio de Huella Andina, en Malalco Chico

Etapa 5 – Pampa de Castro – Ruca Choroi (2017)

Día 5 – de Pampa de Castro a Ruca Choroi

Día 5 -15 de enero de 2017 – Desde Pampa de Castro a Ruca Choroi

Una senda sencilla. Hay un camino ancho que nos va marcando el rumbo aunque la senda peatonal no siempre va por este camino ancho. Hay que cruzar varias veces arroyos pero se han construido en casi todas las oportunidades puentes rústicos de palo. Sólo una vez nos quitamos el calzado para vadear.

El camino es prácticamente plano con tendencia a bajada. Hay bastante sol, no hay sombra todo el tiempo porque se van cruzando campos de veranda, descampados. Hay solazo.

 
Lago Ruca Choroi

Tardamos 4 horas desde Pampa de Castro hasta la entrada de Ruca Choroi donde se encuentra el primer camping y continuamos media hora más hasta el Camping Trepain cerca de la casa del guardaparques. En el camping nos recibieron súper amables Carlos y Fabiana. Tienen precio de caminante, 80 pesos y la ducha es híper caliente. Hay además de una proveeduría con precios aceptables, un restaurante.

 
Camping en Ruca Choroi

El guardaparques Adrián vino a darnos la bienvenida y a reiterar la invitación para comer un chivo asado en su casa.

Fue genial. Una velada perfecta y hermosa. No sólo por el chivo que estaba delicioso. Además llegaron Nelson y Fanny desde el Paraguay y la familia completa de Adrián resultó ser una joya. Julia, la esposa, también guardaparques, dinámica, activa, amable, toda energía pura y con unas manos mágicas que amasaron todas cosas tan ricas, tarta de verduras, pan casero, tortas fritas. Tuareg y Aimara, y el tío Toto. Todos tan linda gente de la que después cuesta un lagrimón desprenderse. Dan tanto que es increíble que la vida de cada día les alcance para tanto.

El trabajo que han hecho ellos en toda esta área del parque y de la Huella Andina no lo he visto en ninguna de mis caminatas previas por la Huella en ninguna parte.

 
Adrián Daros, guardaparques, y el chivo asado
 
Julia, guardparques, el tío Toto y el Chivo

Etapa 4 – Ñorquinco – Pampa de Castro (2017)

Día 4 – desde Ñorquinco a Pampa de Castro

Un sendero IMPECABLE.
Saliendo del camping y cruzando el puente sobre la ruta de ripio, está la entrada hacia la casa del guardaparques. Olga, la guardaparque, fue solícita, amable, conversó con nosotros y nos hizo el registro además de darnos nuestros pasaportes de Huella Andina y sellar las etapas transitadas. La troup de caminantes se achicó. Solamente dos de ellos me esperaban en el sitio acordado, Mercedes y Joel. Los demás han tenido algunos problemas de articulaciones, lesiones varias, o sobrepeso insoportable en la carga. Algunos de los que quedaron en el camping Kimei Mapu, tras una simpática noche de joda y asadito, se reincorporarán luego recauchutados de ampollas y pieses, otros decidirán regresar a sus casas y andar, seguramente en el futuro, este u otros caminos.

Lago Ñorquinco
Lago Ñorquinco
Lago Ñorquinco

Este sendero es precioso. Arranca bordeando el lago Ñorquinco. Las vistas son única de tan bellas. Me quedaba extasiado mirando y mirando. Caminamos como dos horas bordeando el lago, pasamos por una cascada y vamos encontrando a nuestro paso tantísimas frutillas, frambuesas, grosellas. Probamos todo. Después el sendero empieza a subir y a despegar de las orillas del Ñorquinco, sube y sube, y pasa por un bosque quemado, ralo. Todavía sobreviven los retoños de las exóticas cerezas. Durante el trayecto el bosque intercala con algunas cañas, después con algunos ñires, despùés vuelve el bosque.

Lago Ñorquinco
Vistas del Lago Ñorquinco
Vistas del Lago Ñorquinco

Hay varios arroyitos que cruzan la senda.
En un punto, las vistas del la omnipresente cascada Coloco, a la que vemos allá abajo cayendo en un pozo profundo y azul, nos detiene un largo momento. Un buen descanso ante ese espectáculo incansable de la naturaleza. El ruido de las aguas truena desde lejos. La caída es impresionante. Caudalosa y alta.

Vistas del Lago Ñorquinco a medida que subimos por la Huella

Viene una subida sostenida pero amena. Esta subida nos va trasladando a la parte más alta del camino. No es agotador, el aire acompaña. Tras la parte más alta del camino debemos cruzar dos mallines. Son una amplia extensión pero está perfectamente señalizado, al igual que todo este tramo, por dónde es conveniente hacer el cruce del mallín. Después de los mallines la huella se ensancha y es clara y obvia. Este camino desemboca en Pampa de Castro, el sitio de pernocte. Hay un bosquecito donde se puede acampar y cruzando la tranquera hay un descampado, un sitio de veranada, donde también se puede y donde el personal de Parques, especialmente Adrián Daros y su familia, han construido un refugio. En el refugio hay mucho espacio y un fogón, y puede ser utilizado o bien acampar afuera, ya sea en el descampado o en el bosquecito.. Este sitio de pernocte está junto a un arroyito.
Nosotros acampamos del lado del bosquecito, cerca del arroyo. Hicimos nuestro prudente fogón y unas lentejas suculentas y sabrosas.
Adrián Daros, guardaparques, se acercó con su hija Aymará, ad arnos la bienvenida. Compartimos unos mates y nos resultó super buena onda, él y su buena voluntad de acercarse hasta Pampa de Castro a recibir a los caminantes.

 

Vistas del Lago Ñorquinco a medida que subimos por la Huella

 

 

Campamento en el bosque de Pampa de Castro

Etapa 3 – en busca de Puesto Viejo, regreso a Moquehue – Ñorquinco (2017)

Día 3 – desde el Vivac en busca de Puesto Viejo, regreso a Moquehue y a Ñorquinco

Al tercer día de nuestra caminata, amanecimos descansados en un lugar desconocido. A casi 1950 metros de altura, cerca de un cerro que nunca sabremos pero sospechamos que no, era el Cerro Plomo. Estábamos ahí, cerca de un lindo arroyo de aguas caudalosas y piedras claras, rodeados de montañas y lengas, cerca de una colina de arenisca beige rosada con pequeñas matitas de flores de montaña.
Retomamos la marcha luego de un prudente fogón y un suculento desayuno por el mismo sendero serpenteante a través del lengal achaparrado, luego llegamos al bosque sombrío de hojarasca y más tarde al cauce seco. Desde allí intentamos, lado a lado de dicho cauce, trepar la colina en busca de una senda que nos llevara hacia arriba hacia un verdadero cerro Plomo. Yo subí por la margen derecha del cauce y Joel lo hizo por la izquierda. No encontramos nada tras trepar unos cuantos metros así que regresamos y retomamos la marcha hasta el cruce de los dos caminos anchos. Entonces obsecuentes con nuestra meta intentamos tomar por el otro camino ancho, el que habíamos descartado el día anterior, por ahí encontramos a un brioso caminante que haría la Huella Andina completa de a tres etapas por día. Llevaba un equipo liviano y los track de varios senderos en su GPS. Quedamos en contacto con él. Finalmente. nuestro camino, tras un rodeo amplísimo nos llevó de regresó a Moquehue, cosa que ya sospechábamos por la pendiente en baja y la dirección, y desembocamos exactamente otra vez en la tranquera que decía «Pulamri» prohibido el paso.
Decidimos entonces intentar salir hacia Ñorquinco y retomar desde allí las sendas de la Huella Andina.
Nos llevó un buen rato lograr que el «dedo» surta efecto. Pero surtió y tan bien que los jóvenes super amables que nos trasladaron hicieron dos viajes para buscar al resto de los caminantes.
Ellos estaban acampando en Kimei Mapu, un camping que está en la Lagunita Verde antes del Lago y antes del Ñorquinco. La mayoría de los jóvenes caminantes, o sea todos menos yo, decidió acampar con ellos ahí y comer un asado, divertirse, distenderse, y retomar al día siguiente desde ese lugar. Yo opté por seguir y acercarme al punto desde dónde partiría la senda al día siguiente. Era a 13 km desde donde estaban ellos y no me parecía quedarme a dormir ahí y encarar al día siguiente un ripio duro de tal longitud.

Lago Ñorquinco
Lago Ñorquinco
Camping Las 3 Araucarias

Quedamos de encontrarnos a las 8.30 a 9 de la mañana en la caseta del guardaparques en la otra punta del lago Ñorquinco. Me llevó tres horas caminar por el ripio desde el camping Kimei Mapu hasta Las 3 Araucarias y, después de hacerme unos mates a un regio fogón y ducharme, me percaté de un dolor bastante insoportable e insostenible en mi rodilla derecha. No le di bola porque a mí nunca me pasa nada y me siento fuerte y bien preparada para este tipo de actividad.

Camping Las 3 Araucarias

El camping las 3 Araucarias se encuentra junto al camping Fortín entrando cerca de la escuelita que hace poco se incendió. Hay poca señalización. Sólo un cartel. Primero está el Fortín y un poco más adentro las 3 Araucarias. El Fortín cuesta 100 pesos y las 3 Araucarias 50. Me quedé en este último. Cándido el poblador a cargo es muy amable. El lugar es sumamente tranquilo, junto a un río de aguas mansas y la ducha es de agua bien calentita.

Etapa 2 – Moquehue a Puesto Viejo (2017)

Día 2 – desde Moquehue a Puesto Viejo

Arrancamos con todos nuestros petates prontos y bien desayunados, a las 9 de la mañana. A las 12 de mediodía no lográbamos aún dejar la diminuta pero lujosa vecindad de Moquehue, atrás. Seguíamos las referencias de la Guía de Campo 2014 ya que esta etapa de Huella Andina nunca fue habilitada ni señalizada. El camino ancho que sale a la derecha del puente sobre el río Quillahue y llega a un claro, ese camino nunca lo encontramos. Sí encontramos el puente, obvio, y si bien hay un camino ancho que sale a la derecha, a menos de 300 metros este camino vuelve sobre la ruta principal que conecta Aluminé-Ñorquinco.

 Intuimos que algo en la explicación estaba mal. Quizás era el camino a la izquierda, el que dice hacia Altos de Moquehue. Un par de nosotras salimos a averiguar. Una de las personas que contactamos resultó ser un guía, amable pero que por todos los medios trató de convencernos de que no saliéramos hacia Puesto Viejo. Lo primero que hizo fue preguntarnos: -ustedes saben lo que es Pulmari? Nos dio una cátedra y nos advirtió que no podíamos entrar ahí, que alguien monitoreaba esa región. Que nos iban a sacar. Que no nos obstinemos con eso. Que la Huella Andina no existe. Que algún inconsciente con un GPS dibujó esos mapas. Los mapas de la Guía son muy malos, es verdad. Sirven más de estorbo que de ayuda. Este guía nos quería mandar a una cascada a 8 km. Nos mandó en una dirección que dijo que se bifurcaba y nos podía conectar con ese sendero inexistente que nosotros queríamos tomar.  Intentamos salir por ahí pero seguíamos en medio de ese laberinto entre lujoso y polvoso. Por ahí estaba gendarmería, así que me acerqué a preguntar y la reacción fue horrible, casi violenta y de una ofuscación temible. Que no. Que no se podía. Que si entrábamos a Pulmari nos iban a tener que sacar. Intenté con la historia de la «promesa» y casi se me caían las lágrimas. -Por lo menos decime por dónde, le supliqué; el verdolaga, cruzado de brazos, asomó su mano larga por debajo del sobaco y saludó hacia el sur-sudoeste.

-y no seas tan mala onda de mandarnos a sacar -me despedí yo.

Al rato vadeamos un río por donde los autos también vadean, pasamos por un pequeño caserío, y llegamos a una tranquera que decía “Pulmari”, PROHIBIDO EL PASO; por supuesto pasamos.

 
Caminos de Pulmari

Es un camino ancho, un bosque cada vez más agradable de pehuenes. Sube. A la mediahora hay una bifurcación o unión de dos caminos similares. Algo así figura en la Guía. Leímos y releímos y llegamos a la conclusión de que habíamos entrado por la boca errónea pero que estábamos bien y que debíamos seguir por el de nuestra derecha, el que sube hacia el sur. Era ese camino ya que, más adelante se encuentra con el cauce seco de piedras rosadas, pero aquí fue nuestra confusión. Seguimos caminando, tras cruzar ese cauce seco. Seguimos y seguimos en dirección oeste y luego subiendo y subiendo más al sur. Entramos a un bosque sombrío donde una huella se vislumbraba apenas sobre la hojarasca seca y opaca. Después llegamos a un lengal achaparrado y lo encaramos por nuestra derecha. Había una picada bien marcada y que había sido limpiada hacía un mínimo de dos días. Los machetazos estaban frescos en las ramas de los arbustos y los brotes caídos todavía verdes. Había huellas de un solo tipo de botas. Huellas grandes con suela de borcego pesado. Entre los ñires iba contorneando el sendero, siempre hacia el sur sudoeste. Bastante al oeste y con tendencia a subir. Cruzamos un arroyo caudaloso y de piedras grandes y luego varios mallines pequeñitos y un arroyo más tranquilo y angosto que se podía cruzar de un salto. Llegamos a una montaña pelada, con arenisca y algunas flores. El filo no estaba lejos.

 
Buscando el filo de un cerro Plomo

No estábamos seguros de que ese fuera el cerro Plomo a cuyo filo, según dice la Guía, debemos subir. El GPS de una compañera nos marcaba 1950 metros de altura, y el filo del Plomo decía estar a 1850 metros. Además, este GPS nos señalaba una distancia ya caminada de 20 km y la distancia de Moquehue a Puesto Viejo era mucho menor (según la Guía) de 13 a 14 km.

Subí al filo y estando arriba, con mi mochila y todo, no veía más que cerros grises y rosados con manchones salteados verdes; parte de la tropa me gritó desde abajo que preferían descansar por ahí abajo así que regresamos hasta el arroyo caudaloso de piedras grandes e improvisamos un vivac en una campito pequeño pero suficiente y bastante plano para desplegar nuestra toldería.

Organizamos un fogón prudente cerca de la corriente de agua, cenamos rico como siempre y descansamos tranquilos y contentos a pesar de no haber alcanzado nuestro destino del día.

 
Improvisamos campamento y vivac en lugar desconocido
 
Improvisamos campamento y vivac en lugar desconocido

Todavía no sabemos adónde estuvimos, pero estuvo bueno. Como dice un amigo en inglés «if there is no way, leave a trail.»

Será por ahí el Cerro Plomo???

Etapa 1 – Villa Pehuenia a Moquehue (2017)

Día 1 – desde Villa Pehuenia a Moquehue

La idea de esta nueva Huella, 2017, fue hacer todo el recorrido soñado por sus creadores, Estefanía y Walter. Si bien antes de empezar recibimos innumerables advertencias de que sería imposible atravesar las primeras etapas, sobre todo, nos decían, porque las comunidades mapuches no nos dejarían transitar por su territorio. A pesar de la reiteración de advertencias no dimos ni un paso atrás y tal como nos fuimos organizando a través de Facebook, Gmail, y un grupo de wasap, quienes decidimos arriesgar la partida desde Villa Pehuenia, punto inicial de la travesía, nos congregamos el día 11 de enero en el camping El Puente en la Angostura de Villa Pehuenia.

A las 9 de la mañana estábamos ahí Joel, Johana, Jessica y Jesica, Mercedes, Huilen, yo y dos franceses, Marine y Pierre quienes no habían tenido contacto anterior con nuestro grupo pero que venían a Argentina a hacer la Huella Andina con la Guía de Campo 2014 impresa y sin tener ni idea ni advertencia de lo que estaba pasando o alguna vez pasó o nunca pasó con la Huella Andina.
Estos franceses, a quienes seguimos encontrando después en varios puntos del camino, se mostraron consternados y perdidos en esta primera etapa y decidieron no caminar ni la segunda ni la tercera y re-arrancar luego desde Ñorquinco.
Pero allá estábamos y allá íbamos el 11 de enero. Nos hicimos una foto enorme que yo no tengo y espero que alguien aporte al relato. Una foto larga entre cuyos marcos fue difícil hacer entrar a NUEVE caminantes con sus obesas mochilas.

La troup lista para la largada (foto gentileza Jess Garcia)

Largamos, en media hora llegamos al puesto mapuche de control de la comunidad Puel. Un joven salió de la casilla de madera a preguntar hacia dónde íbamos, le dijimos que queríamos ir hasta Moquehue. Nos preguntó si llevábamos guía a lo que yo expliqué que no, pero que hacía mucho tiempo había caminado ese sendero y quería regresar porque había “hecho una promesa” y que esos, mis amigos de toda la vida (a quienes conocía desde hacía media hora), estaban ahí para acompañarme. La conversación fue bastante breve y muy amable. El muchacho nos dejó pasar tranquilamente, sin ningún problema, sin advertirnos de nada, sin objeciones. Simplemente sonrió y dijo “pueden pasar”, y pasamos.
El camino es fácil. Es un camino ancho, vehicular. Más adelante hay un cartel de advertencia de no ir sin guía, hicimos caso omiso y seguimos caminando. Al llegar a la laguna de Matuthue, justo antes, el camino ancho vira a la izquierda, y no a la derecha como dice la guía de campo; si fuéramos hacia la derecha, estaríamos bordeando la laguna e iríamos hacia la casa de la pobladora Rosalía. Si no desviamos a la izquierda y seguimos recto unos 400 metros, llegamos a casa de un poblador con el que me acerqué a charlar. Muy amable. Este poblador me explicó que también se podía atravesar la loma frente a su casa. El grupo nuestro se dividió en dos. Unos fueron por el camino ancho desde donde comienza Matuthue, a la izquierda, y otros fuimos por una senda con huellas de animales, a través de la loma. Ambos grupos llegamos al mismo lugar donde hay que cruzar un arroyito de aguas mansas y claras, por otro camino ancho, justo donde hay una tranquera blanca que se puede cruzar por el costado.
Al poco de andar desde aquí, ya se vislumbra el lago Moquehue. Allí, en sus orillas, y luego de vadear el arroyo Blanco, encontramos a los franceses, desconcertados y perdidos, enojados también un poco por la falta de señalización de esta etapa 1 de la Huella.
Esta etapa 1 de la Huella nunca fue habilitada ni señalizada. Sin embargo no es difícil encontrar el rumbo y tanto el camino como las picadas y la dirección hacia el lago, son obvias y claras.
Llegamos a Moquehue. Pasamos de largo el camping Trenel donde antes de mencionarlo ya nos advirtieron que seguir hacia Puesto Viejo, segunda etapa, era imposible, impensable, que no nos darían permiso y que no se puede pasar por ¿Pulmari?
Acampamos en pleno Moquehue, exclusivo enclave. Sólo para elegidos.

Luna llena en Moquehue

Nuestro campamento y equipo de lujo en Moquehue

Acampamos gratis junto al lago. Allí hicimos un fogón responsable, una buena cena, y disfrutamos de inmejorables vistas y compañía y charla y nos sentimos triunfantes por haber dado nuestro primer paso de manera exitosa. Estábamos felices y muy entusiasmados.

Vista desde la puerta de mi casa