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Ojo Azul, una fresca laguna escondida entre montañas

Ojo Azul, “Syri i kaltër”, a menudo denominado Blue Eye en inglés. Se trata de una laguna profundamente azul cuya visita no podemos dejar de lado. A pesar de encontrarse un tanto aislada, viajar a Albania no es peligroso y siempre encontrarás personas dispuestas a explicarte el mejor camino para llegar. Aunque no hablemos el extraño idioma albanés, nos entenderemos igual.

Esta laguna se encuentra junto al pequeño poblado Ndërlysa. Si hemos llegado de Valbona a Theth, definitivamente debemos caminar hasta allí. El camino para llegar es pedregoso y no esta muy preparado para los caminantes. La señalización es poca y confusa, pero preguntando se llega igual.

Saliendo de Theth y pasando cerca de su emblemática iglesia debemos encontrar el río y cruzarlo por alguna parte. Vadearlo quizás. No está indicado. Sin embargo hay que cruzarlo y del otro lado del río encontraremos el camino hacia el Ojo Azul. Se puede llegar en vehículo por una ruta de escabroso ripio hasta Ndërlysa; luego hay que caminar todavía más por un sendero angosto y sinuoso que sube y baja.

El Ojo Azul es un pozón de agua transparente y muy fresca. El color es de un espléndido turquesa con un brillo especial por las rocas ocres del fondo y de los alrededores. La caminata, bajo un sol calcinante sobre las piedras, ameritan seguramente un chapuzón gratificante.

Lamentablemente, como la laguna y cascada son tan bonitas, llega mucha gente, y como el espacio alrededor del pozón es reducido, no se suele encontrar un sitio tranquilo. Es conveniente salir muy temprano, por el calor, ya que son más de dos horas de caminata y para aprovechar el lugar antes de que llegue el resto de la multitud.

Regresando entramos a un cañón con varias cascadas y pozones por donde también es gratificante a los sentidos dar una vuelta. En esta oportunidad también hicimos dedo y nos llevaron en una combi que iba repleta pero nos llevaron igual y como había una guitarra, cantamos un rato para los albaneses.

En el bar de abajo, donde se encuentra la aldea, contactamos con al chofer que Mama Rosa había tenido la gentileza de llamar. Esto sucede a menudo cuando uno viaja a Albania. Si bien no entendemos nada de su lengua, siempre se las arreglan para ayudarnos.

El chofer y su furgón nos estaba esperando y pusimos rumbo de retorno a Shkodër.

La carretera, salvo el primer tramo, está pavimentada recientemente. Es una seguidilla de curvas cerradas. Sin embargo dejarse llevar y viajar en Albania no resulta peligroso, es seguro porque los conductores son tranquilos y respetuosos, además de conocer muy bien los caminos.

Al llegar a Shkodër y como ya no había lugar en My hostel de Bruno, fuimos al Taraboush donde fueron muy amables y nos cocinamos un arroz con brócoli. El viaje desde Blue Eye a Shkodër nos costó 10 euros. El hotel fueron 20 euros y estuvo muy bien, muy cómodo y muy buena gente.

Prokletije, las montañas malditas: Valbona a Teth y los fiordos del Koman

Nosotros y la inmensidad, a través del lago Koman hacia más montañas y más allá

Se prevé un día largo. Aún no lo sabemos aún pero la belleza será deslumbrante y el desafío casi nos deja sin aliento. Hacer trekking en Albania es un deber. Dónde hacer trekking, en los Alpes albaneses, las montañas malditas o «Prokletije».

Aunque hemos leído que hacer la caminata de Valbona a Teth o viceversa, es la travesía más popular donde hacer trekking en Albania, en nuestro andar no nos cruzaremos tantos caminantes.

Encarar este sendero implica varios movimientos previos. Ir a Shkodër y desde allí tomar un minibús hasta el Lago Koman, luego cruzar este lago enorme que fluye entre las escarpadas montañas y sinuosas costas y, a continuación, tomar otro transporte hasta Valbona. Se precisan varias horas para hacer todo esto y aunque no estaría mal pasar una noche en Valbona, hemos decidido caminar el mismo día.

Nos levantamos antes del amanecer. El muhazir de las 5 de la mañana nos despierta con su seductor llamado. A las 6.30 salen los furgones hacia Koman donde tomaremos el ferry. Los furgones tardan 2 horas y cuestan 6 euros. El camino no es de un buen pavimento pero es de una terracería estable y se pasa bien. Al llegar a Koman hay un par de ferries esperando. Cuesta entre 5 a 6 euros el viaje. Son 3 horas de navegación entre montañas. El lago es inmenso y las vistas sorprenden y nos maravillan por todos los costados. El paisaje no da tregua durante las tres horas que dura el viaje. Tan sólo hacer la navegación por el Lago Koman, vale la pena.

Cuando llegamos a Fierze, final de recorrido por el lago, desembarcamos y nos tomamos un taxi colectivo a Valbona. Los taxis colectivos estarán esperando allí. Son otros 6 euros.
Ya en Valbona y siete horas después de haber arrancado de Shkodër, buscamos el sendero de trek para cruzar las montañas, altas, hacia Teth.

La caminata es otra parte alucinante de la jornada. No tiene desperdicio. El sendero arranca a un kilómetro de la Oficina de Turismo de Valbona. Caminamos por la carretera buscando el sendero y esa puede ser la única parte densa de la caminata, porque va por el asfalto; sin embargo, las vistas de las Prokletije en todo su esplendor nos seducen a cada paso. Avanzamos de frente hacia ellas con una mezcla de emoción, alegría y temor. ¿Llegaremos? ¡Son tan altas! ¡Tanta roca!

Malditas, ¡allá vamos!

A las 14.15 estamos junto al primer cartel del camino: Teth, 12 km. Estimamos por lo tanto llegar ya entrado el anochecer.

Los primeros 4 kilómetros son por el lecho pedregoso de un río seco. No podemos avanzar ágilmente por la pesada viscosidad de tanta piedra amontonada y floja. Piedras blancas que se extienden hacia los costados. Poca vegetación alrededor, mucha piedra blanca y las siluetas impresionantes de los Alpes albaneses. Empinados y escarpados. Verticales, grises, salpicados de manchones de bosque verde. Sorteamos estos primeros y engorrosos 4 kilómetros mientras yo me quejo con Martín que no doy más. Y aún no hemos comenzado.

A las 15.15, una hora después, llegamos al segundo cartel a las 15.15: Thet, 9 km, 6hs 40.  Enfrente se elevan las montañas. Son un muro compacto. Tratamos de adivinar por dónde será el paso. Imposible descifrarlo. ¿Habrá que subir todo eso? ¿Tanto y tan empinado? La única respuesta es seguir el camino. Siempre subiendo pasamos por algunas casas y una casa de té. La dueña nos invita a quedarnos y nos señala en el reloj que es muy tarde para caminar a Teth pero no titubeamos. ¡Allá vamos!

El sendero no deja de subir. No tiene mucho sombra de este lado pero ayuda que esté nublado. Hacemos una sola parada de 10 minutos durante la subida en punto que resulta un buen mirador natural. Pasamos por una casa de té donde cargamos agua riquísima y sin detenernos más, a las 17 hs alcanzamos el paso.

Es el momento espectacular. La conquista del collado. El sabor de la gloria. El encuentro de los vientos donde sucumben las alturas. Está fresco, sopla ese aire gélido y familiar que tienen los aires puros y vírgenes de las cumbres.  Nos quedamos un poco disfrutando del paso de Valbona, y comenzamos el descenso que para mí es siempre lo más duro.

Al principio ayuda que sea por un hermoso bosque de hayas. Tras una hora de descenso por el bosque el camino se vuelve más pedregoso y menos amable pero no nos podemos detener porque la noche se nos vendrá encima. A las 19 ya estamos llegando a Thet pero aún falta un buen tirón hasta la «guesthouse» donde descansaremos. Seguimos caminando en dirección al centro de Teth.

Antes de la travesía, buscando dónde hacer trekking en Albania, intenté mirar cuáles eran las posadas más cercanas a la llegada del sendero, sin embargo no es fácil preverlo antes de estar ahí. Nuestra posada está en el mero centro y para llegar faltan aún un par de kilómetros. Se hace de noche y antes de llegar al centro le hago señas a una camioneta y nos para y nos lleva. Son un chico y una chica que tienen una casa de té, creo que la última del camino. Los vimos al pasar. La casa está justo en una curva y junto a un arroyo donde nosotros paramos a tomar agua. Más adelante ese mismo chico y la chica bajaron con una mula y pasaron delante nuestro. Luego fueron los que venían en la camioneta.

Ya en el centro de Teth, sin alumbrado público, dimos varias vueltas hasta dar con la entrada de la guesthouse donde nos quedamos. Llegamos de noche. Mama Rosa, la anfitriona de la posada, nos obligó a comer algo y me dio un calentador para el agua para el mate. Nos duchamos y ya estábamos reconstituidos al 100 cien por ciento tras una jornada intensamente bella.

Valbona y Teth son los dos enclaves donde hacer trekking en Albania, se puede comenzar desde ambos y, los dos lugares están rodeados de otros rincones paradisíacos adonde se puede caminar. Nosotros, desde Teth, visitaremos la laguna y cascada Ojo Azul.

Shkodër, la puerta a los fiordos y a los Alpes albaneses

Shkodër: rumbo a las montañas malditas

Vamos a recorrer parte de las montañas Prokletije, palabra que significa «maldito» y a la que encuentro familiaridad con la palabra rusa «proklinat», maldecir. Nada que deba asustar, si hay una conclusión que sacamos de este viaje, es que viajar a Albania es seguro, además de hermoso en muchos aspectos.

Para iniciar esta caminata salimos desde Tirana hacia Shkodër. La travesía es un verdadero trajín con sabor a aventura y paisajes increíbles. Desde Tirana a Shkodër salimos de la Terminal capitalina del Norte. Para llegar hasta allí tomamos el bus número 5, desde el centro de Tirana, en dirección Institut. Nos bajamos a pocos metros de la Terminal.

El bus a Shkodër demora normalmente dos horas pero con tráfico, que es normal, tomará al menos media hora más. Llegamos a Shkodër y buscamos un lugar para quedarnos y organizar la salida a las montañas. Las salidas hacia el Lago Koman y los ferries sólo parten temprano por lo que, a nuestra llegada a Shkodër, no nos queda más remedio que quedarnos a recorrer esta ciudad que tiene una simpática peatonal y un camino de 4 kilómetros hasta una fortaleza.

Todo se puede recorrer en bicicleta. Alquilan en varios lugares y es un lugar donde el hábito de pedalear está muy arraigado. Además viajar a Albania es tan seguro que ni siquiera se necesita candado.

Las vistas desde la Fortaleza están muy buenas. Hay que subir un trecho hasta allí pero vale la pena. Las bicicletas se pueden dejar sobre las veredas y sin candado. Al parecer la gente es muy honesta.

Para dormir en Shkodër conseguimos el «My hostel». Nos resultó barato, 15 euros para dos, muy cómodo ya que tiene varias salas de estar bien ventiladas, una buena cocina, refrigerador, lavarropas en un baño y la vista desde nuestra habitación que es enorme, abarca todo lo más colorido de la peatonal. El muhazir de la mezquita le da un toque musical a la tarde.

Tirana, una capital amigable y cientos de miles de búnkers

Cómo llegar a Tirana capital de Albania

Esta vez nos dirigimos a descubrir un país insólito, sorprendente y que resultó maravilloso: Albania. Para ir ir a Albania, desde la Península Ibérica, lo que se necesita es tomar un vuelo desde cualquier ciudad con aeropuerto hacia Tirana que es la capital de Albania.

Los vuelos no son caros. Los más baratos suelen salir desde Barcelona o desde Santander a través de Vueling -evitando Ryanair que siempre es un dolor de cabeza- y combinando después. Nosotros tomamos Santander a Bologna y desde allí  hasta Tirana.  De regreso hicimos escala en Bérgamo, ciudad que pudimos recorrer ya que el trayecto es accesible y sencillo desde el aeropuerto y Bérgamo valió la pena una visita.

Ya en Albania nos alojamos en Tirana Traditional Home que reservamos previamente por booking.com sin pagar nada. El lugar es una casa bien preparada. Amplia, con sala, cocina, comedor, refrigerador. Todo lo necesario, limpio y cuyos anfitriones son muy buena onda. Muy amables nos esperaban con un té y una galletita aunque nuestra llegada fue casi medianoche. Hay dos habitaciones. En una habitación hay dos camas individuales y en la otra una cama grande, placar, sillón. Está cerca del centro y la puerta de entrada se deja sin llave.

Cómo llegar desde el aeropuerto de Tirana al centro de la ciudad?

Para llegar desde el aeropuerto al centro de Tirana tomamos el bus Luna, 100 lek que es la moneda de Albania, equivalen a 1 euro. El bus Luna se puede pagar con euros. La combi es visible a la salida del aeropuerto. Hay a cada hora hasta las 23. Llegamos justo.
Lo que se necesita para ir a Albania, sin importar las circunstancias y restricciones que imperen en la actualidad internacional, es sólo pasaporte en vigor. Aún en tiempos de pandemia, y no se exige uso de mascarilla.
Desde el alojamiento recorrimos toda la ciudad a pie. El centro neurálgico y los parques. El centrocentro es la plaza (shisha) Skanderbërg. Todo gira alrededor. Se trata de un centro lleno de vida. Calles peatonales, bares, música en vivo, edificios modernos y mezquitas antiguas.

La gente es amable todo el tiempo. No se molestan si uno no les entiende y hacen un simpático esfuerzo para explicarnos mejor.

Albania, de principio a fin se ha destacado durante nuestro viaje por la honestidad y cordialidad de su gente. Es un país seguro, más que otros, y los albaneses son solícitos y generosos sin abusar del viajero sino todo lo contrario.

Cientos de miles de bunkers

Puede resultar exagerado pero es la pura verdad. Durante la guerra fría a lo largo y a lo ancho de Albania se construyeron más de 173mil y pico de bunkers. El proyecto inicial era de más de 242mil. Los hay en todo el subsuelo del país. Cuando recorrimos la costa, en la región que rodea las playas de Ksamil, caminando y sin buscarlo, caímos en varios de estas redes subterráneas.
Fuimos a visitar uno de los más grandes, 3 hectáreas de construcciones subterráneas que albergan desde oficinas, habitaciones hasta un teatro que no tiene nada que envidiar a las salas urbanas.
Para llegar al BunkArt -así le llaman- tomamos un bus a Linzë desde la plaza del centro. Le preguntamos al chofer «Linzë, Bunkart?» y nos responde «po» que significa «sí». Si dijera «io» que se escribe «jo», es «no».
Desde donde nos dejó el bus ascendimos unos 10 minutos y nos metemos en un extenso túnel que es el acceso al búnker.
Los autobuses urbanos en Tirana cuestan 40 lek. La entrada a BunkArt cuesta 500.
Dentro de las habitaciones del búnker se ha constituido un museo histórico enorme y con muchísima información. Imposible leer y grabar en la memoria tantos datos.
La exposición está muy bien, muy completa y muy bien montada.

Finalizada la visita al búnker que en este momento está abierto hasta las 16 hs, se puede subir un poco más y tomar el Dajti Express, el funicular que sube a más de 1600 metros en 15 minutos. Arriba hay un merendero, parrillas y senderos que se adentran en el bosque.
El funicular cuesta 800 lek ida y vuelta y el horario de funcionamiento cambia según la temporada. Suele acabar entre las 16 y las 19.

Los albaneses, un pueblo amigable

Bajando a tomar el bus para regresar a Tirana, entramos a una verdulería a comprar tomate y aguacate y en mí afán de preguntar cómo se dice, nos regalaron unos tomatitos cherry deliciosos y dos tipos de rúcula espectacular.
Todas las personas que nos vamos topando son amables, agradables, simpáticas y generosas.
También son alegres y se ve que les gusta leer porque hay multitud de ventas de libros de segunda mano, muchos libros y muy interesantes. Música en la calle todo el tiempo y gente bailando también.
Anduvimos callejeando hasta cerca de la medianoche. Cenamos kebab, döner, abundante y sabroso, con cerveza kosovar y albanesa.
La noche es tranquila y segura en las avenidas y callejones de la capital.

Bulgaria, una promesa

Todo empezó un año antes, cuando Bulgaria se interpuso en nuestro camino.
Íbamos desde Turquía hacia Rumania, por tierra. Stellete, Martín y yo.
Bulgaria estaba ahí, en medio, y decidimos darle una oportunidad. El recorrido fue tan breve como sorpresivo y encantador. En la pestaña Bulgaria podrán enterarse de más detalles acerca del descubrimiento. Nos impactó y yo me prometí regresar al año siguiente, sobre todo para recorrer las Rila.
Volví a Bulgaria. Interesada en las montañas Rila pero también interesada en su gente y su cultura que habían despertado mi curiosidad. «Casualmente» cuando recorríamos los Himalayas algunos meses antes, nos habíamos cruzado bajo la bruma de una tupida tempestad de aguanieve con una chica búlgara. Contra viento y tormenta nos dio su teléfono que yo guardaba húmedo y desteñido entre mis cosas. Teodora Hadzhivosheva.
Llegué a Sofía y me alojé en un hostal. Luego llamé a Teodora, Teo, y en dos días estaba viviendo en su casa. Un departamento antiguo, lleno de bibliotecas y libros, dos gatas y un piano y cuyas ventanas y balcones daban a un parque enorme. Era perfecto.


Teodora me comenzó a conectar con gente. Yo quería recorrer las Rila pero para conocer más acerca de la cultura, el idioma, la historia y lo cotidiana, nada mejor que hacer un voluntariado.

Yavor, una aldea con cuatro habitantes y montañas violetas

El primero que encontré fue a través de un amigo de Teodora que lidera una organización ecologista y un tanto mística Learning for change . En general los búlgaros son bastante místicos. Este chico, Ognian, me contacto con Nadezhda Maximova que fue mi primer lugar de voluntariado en Bulgaria.
El voluntariado fue en una aldea llamada Yavor, a 7 kilómetros de la pintoresca ciudad de Triavna. En Yavor vivían cuatro personas contándome a mí. Uno solo de ellos tenía vehículo. Los otros tres nos movilizábamos de a pie hasta el cruce con una carretera principal y desde allí, caminando o a dedo hasta Triavna. Para regresar había un autobús que pasaba por Gabrovo y daba una vuelta por otra ruta pero que llegaba hasta la misma intersección.
Mi trabajo en este lugar fue en parte reemplazar a Nadezhda, Nadia, debido a que durante el verano ella se ocupaba de actividades de limpieza de las playas con la organización ecologista.
Yo tenía que limpiar los huertos, quitar las malas hierbas, cosechar el trigo, desgranarlo, cosechar manzanilla y tilo, secarlo y preparar sobres de té para la venta y algunas tareas más como lijar un cerco para repintarlo después. Vale decir tareas de campo, producción y de mantenimiento. Otra de las tareas era cargar estiércol en una carretilla y llevarla a un corral donde se compostaba, y otra cosechar frutos rojos cuando estaban a punto, para hacer dulce.
A cambio tenía una casita preciosa donde vivir, en un lugar hermoso, y comida.


En este lugar aprendí mucho acerca de cómo se trabaja la tierra en esa zona fresca y entre montañas. Aprendí a reconocer malas hierbas y rescatar otras que parecen insignificantes pero sirven para muchas cosas. Tuve contacto con los pocos vecinos que sólo hablaban búlgaro, así que no me quedó más remedio que hablar como ellos o callar para siempre. También incorporé las tradiciones de la región y me sumé a los rituales estacionales.
Estuve un par de meses allí donde tanto el lugar como la vida me resultaron muy inspiradores.

La vida es una oportunidad que merecemos todos

Mi segundo voluntariado en Bulgaria fue en una Casa de Oportunidades. Muy diferente a una casa de «oportunistas». Encontré el anuncio en internet y fui a una entrevista.
Fue en una ONG llamada Foundation for Social Change and Inclusion en inglés. Esta organización ha ido creciendo muchísimo con el correr de los años. Lo que hacen es ofrecer un lugar para vivir a los jóvenes huérfanos que, cumplidos los 18 años, quedan fuera de los orfanatos, en la calle y sin medios para salir adelante.
Llegar a una Casa de Oportunidades es opcional. Los jóvenes corren la voz entre ellos y llegan a ver si hay lugar. Al principio, cuando yo llegué a la Fundación tenían sólo dos casas. Actualmente hay muchas más.
Desde la Fundación se busca motivar a los jóvenes, ayudarlos a buscar una salida laboral. Ellos mismos han creado una fábrica de jabones «Hope sope», los jabones de la esperanza y tienen al menos un café restaurante en Sofia.
Mi tarea en este lugar era desde la nada, porque había pocos recursos y pocos materiales, inspirar a los jóvenes a hacer cosas. Guiarlos a administrar el dinero que se nos daba por semana. Una suma mínima, como un salario mínimo. Con es dinero había que sobrevivir y yo lo hacía junto a ellos como una especia de ejemplo organizado.
La Casa estaba en Skravena, un pueblo rural cerca de Botevgrad. Allí crecían ciruelos en las calles por lo que una de las tareas que invité a hacer fue la de cocinar dulce de ciruelas. También les enseñé a hacer pizzas y pan ya que en le Casa había un horno eléctrico. Hicimos cerámica gracias a que la tierra del lugar era plástica y arcillosa. Hicimos huerta. Y así lo que se iba ocurriendo y en lo que yo podía, algunos se entusiasmaron aprendiendo griego o inglés, otros quisieron hacer macramé y en esos días, además, arrancamos con la fábrica de jabones. Aprendiendo todos, yo también.


Yo aprendí búlgaro, aprendí de la región y su gente, aprendí a cocinar algunas tortas que me enseñó una señora que iba una vez por semana a la Casa de Oportunidades.
Me daban una casa pequeña donde vivía sola. Tenía todo lo necesario. Y me daban la misma cantidad de dinero que a los jóvenes para administrarnos juntos.
Además también yo era una guía en cuanto a manejar horarios normales, tener voluntad de levantarse en las mañanas a hacer cosas y adoptar hábitos saludables de higiene.
Fue una experiencia genial y enriquecedora para todos.

Hacer voluntariado en Bulgaria es una opción ideal para conocer más de este país y su gente. Una sociedad sana e inocente dentro de un paisaje encantador y lleno de sorpresas.
Para llegar la puerta de entrada es Sofia, pero también se puede llegar a través de las fronteras terrestres. En Sofia la estación de trenes y de autobuses están una junto a la otra y es bastante fácil manejarse. Además, el pueblo búlgaro es acogedor y estarán a gusto de indicar y ayudar al viajero.

En Bicicleta de los Pirineos a los Apeninos-Día 23: Cesino (Pontedecimo)-Paso della Bocchetta (Alta Via Liguria)

La travesía va tocando su fin. Avanzamos un poco más este último día de nuestro periplo en bici desde Bilbao y hasta la Alta Via Liguria. Superando los Pirineos del lado frncés y llegando a los Apeninos en Italia.

De regreso pararemos aún a pedalear la Côte d’Azur, Niza, Altibes, Cannes.

Este último día de ir más allá, más hacia el oriente, desde Cesino, el caserío donde acampamos en los escarpados prados de Claudio y Sonia, salimos por la Alta Via Liguria hacia el afamado Paso della Bochetta.

El camino es arduo para pedalear por lo que hemos subido caminando buena parte del camino.

Ibamos en las nubes. El día era brumoso y no pudimos apreciar las vistas que en días despejados serán fantásticas. Sí pudimos hinchar nuestros pulmones y purificar nuestra sangre respirando con voracidad un oxígeno  único.

Arriba hay espacio para acampar, hay fuente de agua y merendero. También hay algunos refugios de piedra, abiertos, donde se puede descansar o pernoctar. Uno de estos refugio se encuentra en Pierta Lavezara, se ve muy confortable. Junto al merendero hay también una casita de piedra con un hogar que se nota ha estado encendido.

Nosotros escogimos llegar a nuestra meta. Regocijarnos del camino y la altura de la Bocchetta con toda su bruma y bajar al albergue familiar en Cesino.

Para acceder a la Via Liguria desde Cesino se toma la Via Paese la iglesia de Notre Dame de la Vigne. Desde allí sale un sendero angosto. La marca para esta ruta son tres círculos rojos.

Durante el trayecto apreciamos que hay algunas flechas amarillas que nos señalan la Via Postumia que habíamos creído perdida. Hay pocas marcas, pero allí. Al final, todos los caminos nos condujeron a nuestro destino sin tanto pensar. Como en otras oportunidades. Llegamos perdidas adonde teníamos que llegar.

La Alta Via Liguria tiene más bifurcaciones y más trazado apto para seguir a pie. Parece ser una bonita e interesante ruta de trekking. Otra que se apunta para una próxima vez.

Una travesía más con abundantes cosechas. De principio a fin nos llenamos de experiencia, aprendizaje. Descubrimos nuevas sensaciones que colmaron todos nuestros sentidos y nuestra alma además de los sabores locales que tan generosamente nos han acompañado todo este viaje. Hasta este último día de andar en el que, a cada paso, saboreamos los dulces frutos  rojos del camino, moras, frambuesas, ciruelas y a punto los higos de todas las higueras.

 

 

 

En Bicicleta de los Pirineos a los Apeninos-Día 22: Spotorno-Pontedecimo

Seguimos desde Spotorno rodeando la ruta costera para llegar a Génova. El encanto del mar se diluye entre un tráfico muy concurrido y los puertos comerciales e industriales. Las ciudades, del mismo modo, no son pintorescas. Son barrios habitacionales de las periferias de los lugares turísticos y de una ciudad tan grande como Génova.

Pasamos Savona y recorrimos su casco histórico. Luego retomamos la carretera transitada y, llegando a Génova, nos desviamos hacia el interior.

Tuvimos la idea de meternos a hacer otra ruta debido a que la Eurovelo brilla por su ausencia hacia Torino. Encontramos una Vía del Camino de Santiago que se llama Via Postumia. Sin embargo al ser poco conocida y poco transitada, hay pocas señales de ella.

Al llegar a Pontedecimo, un simpático poblad0 de la Liguria por donde pasa la Via Postuma, el albergue de peregrinos estaba convertido en pensión de trabajadores.

Gracias a la gentil ayuda de algunos lugareños, Isabelletta, Ciro y algunos parroquianos más, nos dirigimos hacia una casa en el campo.

Llegamos así a  lo de una familia muy simpática y amable: Claudio, Sonia, Michelle y Giulia. Viven subiendo de Pontedecimo, en un paraje rural llamado Ceriso. Bastante cuesta arriba. Así que tras un día complicado y largo de pedaleada nos tocó subir una gran cuesta.

Valió la pena como siempre lo vale el subir. Las vistas desde donde acampamos fueron preciosas y compartir un par de jornadas con la familia italiana, también.

Practicamos nuestro rudimentario italiano y anduvimos de cosecha de verduras. Zuchinnis al por mayor comimos. Estuvo muy bien parar allí. Nos quedaba a mano para transitar la Alta Vía Liguria, un camino montañero de senderismo, trekking, bicicleta, duro pero nada que nuestras piernas ya entrenadas pudieran arremeter. Así que arremetimos.

En Bicicleta de los Pirineos a los Apeninos-Día 21: Impera-Spotorno

Desde Impera hemos tomado la ruta SS1. La carretera sigue la sinuosa línea de la costa. Tiene desniveles ya que va sorteando bahías y las elevaciones que separan una de otra.

Las playas están llenas de gente. Apiñados. Las vistas desde la ruta son muy bonitas. Vamos entre el azul del mar y luego las ciudades costeras enclavadas en las laderas verdes con muchos árboles. Entramos en algunas ciudades a visitar.

Hay ciudades modernas y coquetas y otras antiquísimas como Albenga. Una ciudadela medieval, llena de edificios de piedra, callejones, pasadizos, arcos y callejuelas empedradas. Allí volvimos a encontrarnos con la pareja vasca de Tolosaldea, Marisol y Deivid. Compartimos una breve charla con ellos y continuamos nuestro periplo hasta Spotorno.

En Spotorno, tras unos 70 kilómetros pedaleados por una carretera con mucho movimiento, decimos descansar. Encontramos un camping cerca del centro de la ciudad.

El camping cuesta 13 euros y no es de los más bonitos que hemos estado pero está bien. Cuenta con todos los servicios y las duchas calientes funcionan con un token.

 

En Bicicleta de los Pirineos a los Apeninos-Día 20: Menton-Impera

Entramos a Italia. Un lío bárbaro la circulación. Típico.

Desde Menton, Francia a Ventimiglia seguimos la ruta de la costa, en medio de un tránsito vehicular intenso y concurrido. Las vistas de las playas son espectaculares. Muy veraniegas y vacacionales. Repletas de sombrillas de colores y gente sobre la arena o bañándose.

La ruta discurre de bahía en bahía subiendo y bajando las laderas de las penínsulas que separan flanquean dichas bahías. De un lado el mar y, del otro, los barrios con sus casitas encaramándose en las laderas.

Llegamos a San Remo y el quilombo de autos es apabullante. Las motos que se cruzan desde cualquier parte, suben a las aceras. Embotellamientos. Coches tratando de zafar. Un desastre aunque bastante gracioso.

Al mismo tiempo, el mar está azul turquesa. Mucha gente camina con sus bolsos playeros y su parsimonia turística.

En San Remo tomamos el bidegorri. Una ciclovía que nos ayudará a llegar de manera más holgada y tranquila hasta Impera. Esta pista ciclable recorre 24 kilómetros entre el mar y las ciudades costeras. Se ingresa a la pista poco antes de Ospedilatta. Vale la pena escoger alguna de las playas durante el recorrido y hacer una pausa de mar. Relajarse en la arena si hay hueco y darse un chapuzón.

La ciclovía acaba en un pueblo llamado San Lorenzo. Está trazada sobre las antiguas vías del ferrocarril como muchas otras ciclovías de Europa. Pasamos por las antiguas estaciones renovadas ahora como estaciones de paso y descanso de los ciclistas. También se atraviesan túneles larguísimos a través de las montañas de la costa italiana. Es un recorrido ameno y agradable.

En Impera encontramos el camping Los Eucaliptus. Allí conocimos a una pareja de vascos, Marisol y Deivid, a quienes después, durante el camino, volveremos a cruzar casualmente. Son de Dima Arratia.

El camping está bien. Fuimos al super y a distendernos en las playas. Lindo lugar.

 

En Bicicleta de los Pirineos a los Apeninos-Día 19: Parque Verdon-Menton

Tomamos el camino a Draguignan por carretera de coches. Pasamos por Flayosc donde quisimos consultar por dónde tomar la Eurovelo o alguna otra pista ciclable, pero la empleada de turismo de Flayosc no sabía nada. Continuamos pedaleando con un tráfico bastante concurrido hasta Draguignan donde, en este caso, la chica de Turismo sí era muy solícita e informada y nos indicó cómo tomar la Vía de Vignes.

Esta Via de Vignes, ciclable, puede tomarse desde el centro de Draguignan donde es fácil perderse… Tomamos una arteria hacia la izquierda y cruzamos el centro de la ciudad buscando las señales con ese nombre «Via de Vignes». Cerca de la Oficina de Turismo puede encontrarse una de estas señales. La Vía nos llevará sin problemas hasta cerca de Les Arcs. Allí, al final de la Via de Vignes, hacia la derecha, se toma la carretera a Les Arcs.

Recorrimos un poco las ciudades de Flayosc y Les Arcs que tiene mucho encanto.

En Les Arcs tomamos el tren hacia Menton, a un paso de Ventimiglia, Italia. Se pueden subir las bicicletas en el tren y ubicarlas en el pasillo que no molesten. El tren pasa por Cannes, Niza, Mónaco y otros puntos que pedalearemos de regreso.

En Menton acampamos en el Camping Municipal en Saint Michel. ¡A preparase! La subida hasta el camping es pronunciada pero las vistas valen la pena. El camping está bien. Son simpáticos, amables, y el precio es de 15 euros. Allí conocimos a Iñaki de Pamplona que anda caminando un GR -Gran Recorrido- el GR5 que nos ha dicho que está bien señalizado y arranca desde el Lago Leman en Suiza. Se trata de la Grande Traversée des Alpes y queda agendada para próximos eventos.

El centro de Menton es movidito. Hay una Oficina de Turismo concurrida y donde son muy amables y nos explicarán cómo llegar al Camping.

Italia ya se respira. Estamos a apenas 12 kilómetros de Ventimiglia.