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Día 48 (7 de mayo) – de Choluteca (Honduras) a Villanueva (Nicaragua)

La ruta entre Choluteca y la frontera y luego hasta Villanueva, es muy sencilla, si no fuera porque cuando levanta el sol el calor es agobiante se podría hacer rápido y sin chistar. No hay desniveles pesados y hay sombra y sombra de mangos cargados de frutos maduros. Tantos que se caen al suelo regado de mangos. No hay mejor desayuno. Todavía no salimos de Honduras y paramos a darnos un atracón. Honduras tan pobre y tan rica. Cargamos unas bolsitas de mangos para exportar en nuestras alforjas rumbo a Nicaragua.

Las fronteras terrestres de América Central y en especial las que rodean a Honduras siempre son un engorro. La anécdota no nos sorprende con ningún cambio favorable. Todo sigue igual. Los empleados de migraciones de Honduras no están en las ventanillas. -Honduras no está. Honduras llega tarde,- bromean los de Nicaragua. Las mafias de intermediarios estafadores ofrecen hacer el trámite que juzgan imposible sin su ayuda y piden desde ocho a ochenta dólares. Los empleados se sientan con parsimonia y desgano a atender. Atienden a uno, le toman las huellas digitales, planillas, datos, fotocopias. Falta algo. Hay que pagar. El empleado se para y se va y vuelve media hora después. Algún avezado viajero de la región muestra ostensiblemente la billetera anticipando una buena coima si le permiten colarse. La aduana humilla revisando los bolsos de manera indiscreta. Sin consideración al otro. A la mamá cargada de chicos. A los viejos. Las fronteras de América Central suelen ser más violentas para los centroamericanos. Autoflagelación. Porque eres tan indio como yo entonces no vales nada. Jodete.

Al final podemos pasar a la ventanilla de la patria de Sandino;

-ustedes son de Argentina, de la tierra del Che.

Lo normal es que nos identifiquen con Maradona o con Messi, pero al llegar a Nicaragua, nos hablan del Che y de Gorriarán Merlo y del Capitán Santiago,

-los valientes que acabaron con Somoza en Paraguay.

Nicaragua es conmovedora a cada paso. La historia está viva en su gente. Ellos, con los que hablás en cualquier calle, son los protagonistas del pasado rebelde y libertario. Ellos los que estuvieron siguen estando. Es maravilloso escucharlos.

-Ya parecía que se armaban los campamentos otra vez pero alrevés. Antes la Contra se ponía allá, del otro lado del Guasaule para atacarnos, y en 2009 se ponían los catrachos de este lado para defender a Zelaya. Ya andaban revoloteando los F5 aunque Honduras decía que no. Acá se conocen muy bien esos aviones gringos, son los que traen ellos en la Fuerza Aérea.

Llegando a Nicaragua hay que pagar 10 dólares y 45 córdobas. Dan recibo. El pasaporte, si es mexicano, debe presentar fotocopia.

La moneda de Nicaragua se llama Córdoba. Un dólar equivale a 27 córdobas.

Hace calor y hemos demorado en las ventanillas de migraciones. Pero ya estamos en Nicaragua Nicaragüita. Otra vez mi Nicaragua querida. Paramos a comer en Somotillo, a pocos kilómetros de la frontera. Los platos de comida completa y bien llenitos cuestan 50 córdobas. El vaso de fresco de calala, bien fresco y con hielo, cuesta 10 córdobas. Comemos bien, seguimos, y llegamos hasta la entrada de Villanueva. Ahí paramos otro ratito y participamos del humor de los nicas que hacen chistes, ríen, y también se interesan por nuestra travesía, preguntan y nos cuentan un poco de sus vidas.

Desde la entrada, por un desvío de 5 kilómetros llegamos a Villanueva. En el centro encontramos el Hostel Mendoza. Los dueños, Albin y Rubiña con su hijita Briana, son muy agradables. El cuarto tiene dos camas, es amplio, es sencillo, pero está limpio. Está a dos cuadras del parque central pasando la policía. El baño y la ducha -a balde o cubeta- están afuera del cuarto. Hay entrada independiente. Tenemos enchufes, dos ventiladores. Cuesta 150 córdobas.

Datos técnicos: Choluteca (Honduras)-Villanueva (Nicaragua) 70.2 km

4.28.43 hs

Total: 3247.15 km

Día 44 (3 de mayo) – de Tegucigalpa a Santa Lucía y Valle de los Ángeles y regreso a Tegus

Otro viaje en el tiempo. Daniel Zavala, a quien econtramos ayer en la ruta y nos guio hasta el centro de Tegus, nos invitó a visitar dos joyitas hondureñas: Santa Lucía y Valle de Ángeles. Nos encontramos con él a las 8.30 de la mañana en una plazoleta muy cerca de Guanacaste. Las dos villas están en las montañas que cercan a la capital. Fueron ciudades mineras. Ya se acabó el oro y la plata y hasta la última astilla de cobre y el último hilo de zinc. Los mineros se sentaron a toser la silicosis en las puertas de sus casas, tan pobres como hace un siglo. Ahora no hay más oro ni más plata ni una astilla de cobre ni un hilo de zinc. Fue un niño. Estaba jugando mientras su padre sembraba la milpa. “¡He encontrado una mina!” gritó el niño y le dio una piedra a su padre. Una piedra dorada. Después llegaron y se llevaron todo menos al niño y a su padre que ya no tenía ni milpa ni piedras doradas.

En Santa Lucía y Valle de Ángeles las mujeres cocinan para los visitantes que llegamos hasta esas alturas del espacio y el tiempo. Fue una mañana hermosa. Era domingo y muchos ciclistas expertos o aficionados hacen esa ruta. El paisaje y los caseríos que vamos pasando son pintorescos. Hay viveros, llenos de macetas colgantes con enredaderas verdes y hortensias de todos colores, todas florecidas. Nunca había visto tanta diversidad de hortensias. Daniel nos llevó a los mejores lugares, los más tradicionales para cada cosa. Por los callejones empinados, por la plaza empedrada de adoquines, por pasajes angostos y los frentes blancos y la iglesia blanca. Las manos que elaboran las mejores pupusas de Honduras. Las pupusas son tortillas de maíz rellenas con quesillo o chicharrón o con salsas y ayote. Cocinan en fogones de leña y hacen el pan de casa con pura yema y acompañan con café de palo. El café de palo tiene un sabor exquisito diferente a todos los cafés del mundo, conjuga el sabor tostado, el amargo exacto, con el aroma esencial del café. Adictivo. Primero visitamos Santa Lucía. Pedaleando suave, nos aconsejaba Daniel. Desde Tegucigalpa es una subida absoluta hasta los 1600 metros donde la ciudad se cuelga de la cumbre. El aire es maravilloso. Las vistas, todo alrededor, son impresionantes. Las montañas se asoman unas detrás de las otras y, salpicando las laderas, una casita por allá y otra por más allá. Caminamos por el modesto pero alegre malecón de la presa. Algunas personas pasean en bote y otras sueñan apoyadas en el barandal; las tortugas se asolean y familias numerosas de patos salen a nadar con toda su prole. Desde Santa Lucía a Valle de Ángeles el desnivel de la ruta es más variado y desparejo. Sube pero también baja. El olor de los pinos perfuma el aire. En Valle de Ángeles abundan las artesanías en madera y las hamacas. También es típica la venta de helados suculentos y sabrosísimos, helados de cuerpo sólido y gustos nuevos, con frutas enteras o cubiertos de chocolate. Santa Lucía y Valle de Ángeles son dos reliquias de su propia historia.

De regreso a Tegucigalpa la bajada fue estrepitosa y, aquello que tardó en subirse casi dos horas, se baja en media hora o cuarenta minutos. La ruta está en buenas condiciones. Tiene unas cuantas curvas y los consabidos desniveles del relato. Llegamos de regreso al hotel y nos sentamos a comer en el restaurante chino de al lado. Menú familiar por 180 lempiras. Daniel nos regaló cámaras de refacción y cuernitos para el manubrio pero más allá de cualquier cosa material, nos dio su tiempo y su sabiduría. Daniel Zavala es una de esas personas fenomenales, muestra fiel de que no todo está perdido, de que la gente es siempre maravillosa. Enriqueció el curso del viaje llevándonos a rincones impensados, es parte de esta historia y de nuestra vida para siempre.
“Amanecimos en Zambrano bajo el constante sonido de la lluvia, compramos unos panes al borde de la carretera donde nos encontramos con Daniel Zavala, buen amigo ciclista de Tegucigalpa que nos llevó a conocer los hermosos pueblos de Santa Lucía y Valle de ángeles donde disfrutamos el día probando las cemitas, el café de palo, las pupusas, los chocobananos, las típicas paletas de helado y los paisajes de estos lugares. Después de haber aprovechado este día andando, cerramos el capítulo con dos fuentes suculentas de arroz con jamón y, como broche de oro, el triunfo 2-0 de mi Boca a las gallinas de river plate.” (Martín Murzone)

Datos técnicos: Tegucigalpa-Santa Lucía-Valle de Ángeles 27.5km (ida y vuelta: 55km)

4.08.08 hs

Total: 3022.45 km

Día 35 (24 de abril) – de Prados del Sol (San Luis) a Río Dulce

Un atractivo paisaje acompaña el camino. Las colinas vestidas holgadamente de capas verdes. Entre los árboles las enredaderas le tejen chales a las colinas y así se ve, como una capa flotante sobre las formas.

Hoy, 86.3 kilómetros de sinuosidad continuada. Colinas. Nada más que colinas. Ni una recta. Curvas pronunciadas y la carretera que sube en una pendiente corta pero bien empinada y baja largo y tendido en un desnivel. Placenteras bajadas. El sol no castigó, pegó un poco a la hora pico, pero no fue tan duro y pudimos darle con apenas una nueva versión de empanada guatemalteca en el estómago. Esta versión de empanada es como una pupusa salvadoreña, una tortilla gordita con requesón -ricota- o chicharrón, repollo, salsita de tomate y mayonesa, 4 quetzales, y para tomar, fresco de tamarindo a 3 quetzales. Esto lo comimos en el camino, al mediodía, en una aldea cuyo nombre, Bonavista, no figura en el mapa. Pasamos muchas aldeítas sobre esta ruta y algunas gasolineras, aisladas pero las hay. En Guatemala no hemos transitado por autopistas, las carreteras son sencillas y con poca demarcación. En algunos tramos están rotas o arregladas de manera rudimentaria y despareja. Hemos viajado tranquilos, sin mucho tráfico hasta aquí, pero debido a que nos vamos acercando a Puerto Barrios, hoy nos han pasado algunos camiones de carga y trailers con contenedores. Es molesto, el smog, el humo y el calor de los caños de escape, pero es la ruta y es así.

Aún no empiezan las lluvias, pero la humedad está en el aire y las hojas de la selva lo exudan. La transpiración de las hojas, el olor prematuro de la lluvia y, en las áreas reforestadas de pinos, el aroma de resina y copal. Los caminos que faldean colinas tienen el valor agregado de la frescura y el paisaje, a pesar de tener que escalar las subiditas, se respira mejor y la bajada gratifica. Además hay sombra. Es una región privilegiada del planeta, explotada por la tristemente célebre United Fruit Company que saqueó sin piedad lo que daba la tierra, dejando tras de sí una red de vías oxidadas por las que deambulan descalzos los hijos de esclavos indios y africanos.

“Cada indio debía llevar una libreta donde constaban sus días de trabajo; si no se consideraban sufi cientes, pagaba la deuda en la cárcel o arqueando la espalda sobre la tierra, gratuitamente, durante medio año”. “Por esta época, Ubico otorgó a los señores del café y a las empresas bananeras el permiso para matar.”(Eduardo Galeano)

La exuberancia natural de Río Dulce y los antiguos esplendores reservados a los dueños de todo, sirvieron de escenario a la película “Las nuevas aventuras de Tarzán” filmada en 1935.

Acampamos en Bruno’s y Marina hotel. El lugar para acampar no está muy bueno, hay mucha piedra, pero está junto a este río que abre una grieta en las montañas y es como un ancho cañón. Hay muchos veleros amarrados. El camping cuesta 40 quetzales, hay baños y duchas, internet que funciona bien, y algunos enchufes donde conectar, y ¡piscina! eso vale todo, súper, después del viaje, un chapuzón.

A poco de llegar una señora extranjera nos regaló helado porque en el barco no tienen refrigerador. Luego salimos a cenar y cenamos churrasquito con arroz, frijoles, tortilla, 20 quetzales. Las gaseosas cuestan 5 quetzales. Cerca de la ciudad está el castillo de San Felipe, fortaleza contra los ataques de piratas y bucaneros, fue también una prisión, almacén y aduana.

Datos técnicos:

Prados de Sol (San Luis)-Río Dulce 86.3 km
5.43.09 hs
Total: 2484.55 km

Día 33 (22 de abril) – de El Remate a El Chal

El restaurante que hay al lado del camping Paraíso de Juan, es un restaurante caro y mal servido. Los platos son frugales, de dieta. Una cucharada y media de arroz, una cucharada de frijoles, un rebanadita de queso, y un chorrito de crema con un huevo revuelto, 20 quetzales, es lo más más barato que se puede conseguir. Guatemala está cara y abusa de nuestro bolsillo foráneo.

Para ir desde El Remate hacia El Chal, hay que tomar primero la ruta que va hacia Santa Elena, después el desvío que va a ciudad de Guatemala. Se siguen las indicaciones que señalan hacia Poptún. Es una ruta tranquila y hay pueblitos y caseríos donde descansar a la sombra o buscar agua. Pasamos por La Ponderosa, Santa Ana y por un caserío llamado Sardinas donde paramos a comer pollo frito con papas. No hay mucho tráfico y la superficie de la ruta sin demarcación, es un poco mejor que el empedrado beliceño. Por aquí, muy de vez en cuando, aparece un cartel.

Son 60 kilómetros hasta el Chal y no es llano, demás está dicho ya, Latinoamérica no es llana, pero se sube y se baja con gusto e piaccere. No es pesado hasta tanto no salga el sol, cuando el sol pega, todo esfuerzo vale doble y se chiva la gota gorda.

El Chal es un pueblo a ambos lados de la carretera. Tiendas, un par de pastelerías, refacciones para autos, casas de electrodomésticos, mercados. Paramos en el hotel Delivery. Cuesta 50 quetzales por cama, usamos una sola cama, así que 50 quetzales. Hay ventilador y corredor tipo balcón, buen aire, baño completo afuera del cuarto. Hay enchufes, y nos prestaron por un rato nada más, una red de internet. Tienen restaurante pero es caro, un plato preparado cuesta entre 35 y 60 quetzales. Comimos tacos, lo más barato que conseguimos, a 3 por 10 quetzales. Antes de quedarnos en Delivery preguntamos en otro hotel. Los cuartos eran más chicos, olían a humedad y costaba tres veces más.

Cerca de El Chal, en el valle del río San Juan, hay un sitio arqueológico donde se han descubierto casi trescientas estructuras. Muchas yacen debajo de la jungla y otras han sido saqueadas y sus piedras utilizadas, al igual que en Belice, para construcciones modernas. Esta ciudad maya tuvo su propio glifo emblema, fue una ciudad primaria. Se han descubierto plazas, acrópolis, y muchísimas piezas de cerámica idónea.

Datos técnicos:

El Remate-El Chal 63 km
4.04.04 hs
Total: 2319.25 km

Día 30 (19 de abril) – de Camalote (Belice) a La Máquina (Guatemala)

La mejor parte que nos tocó de la ruta de Belice. Tiene algunas curvas, subidas, bajadas, más vegetación, y puñados de casitas coloridas. Las estaciones de policía de Belice son notorias porque están pintadas de amarillo furioso, y los autobuses son notorios porque son larguísimos, bus y medio. La gente también es colorida y sigue siendo simpática. A 20 kilómetros de Camalote pasamos por Georgeville. Una aldea típica con el encanto de las verandas de madera pintadas de naranja, celeste, y amarillo. Jardines con flores y cafeterías. Después dejamos atrás San Ignacio y Santa Elena y encaramos varias curvas por estribaciones serranas de hasta setecientos metros de altura. Ya casi estábamos en la frontera cuando a mano derecha se nos fue acercando el río Mopán. Decidimos tomar un recreo refrescante. Hacía dos horas que pedaleábamos acalorados. Apoyamos las bicis en un árbol, buscamos las mallas en las alforjas y ahí nomás nos cambiamos. Con el culo al aire. El río fluye verde transparente entre piedras y cascaditas. Una parada estratégica. San José Succotz, un lugar apacible y un regalo de la naturaleza. De la orilla de enfrente sale el camino que lleva a las ruinas de Xunantunich o Benque Viejo. El nombre Xunan Tunich significa ‘mujer de piedra’. Dicen que por ahí vaga el fantasma de una mujer que se para frente al Castillo, la pirámide principal de Benque Viejo. En Xunantunich se han desenterrado veinticinco pirámides y seis plazas. El cruce del río es gratis y está a pocos metros de donde nos bañamos. Una balsa tirada por cables lleva y trae a los visitantes.

p>Terminado el recreo nos aprontamos para seguir viaje y cruzar la frontera a Guatemala. Faltaban apenas 5 kilómetros y el trámite fue sencillo y rápido. Para salir de Belice cobran 37.5 dólares beliceños, a todo el mundo, aunque hayas estado solamente tres días. Para entrar en Guatemala pura simpatía y amabilidad, ni nos fumigaron ni nos cobraron nada, ni siquiera esos famosos 20 quetzales que solían ser denunciados por los viajeros y que se embolsaban los agentes migratorios. Hay que tener en cuenta que ahora ponen un sello de ‘entrada a la región’ que abarca Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua. Ese sello tiene una vigencia de 90 días. Pasamos Melchor de Mencos, la ciudad fronteriza de Guatemala que antes se llamaba Fallabón. Este paraje fue sede del descontrol de tráfico ilegal de caoba hasta mil novecientos sesenta y pico. Desde aquí, los norteamericanos tiraban fardos de madera río abajo para los aserraderos ingleses de Belice. A 8 kilómetros de la frontera hay un lugar de acampe. Está en la entrada de los restos arqueológicos Txiquin Txacán. Hay una palapa grande con bancos y lugar para fogón pero no hay agua ni ningún servicio cerca. Paramos un momento en esa sombra y seguimos.

Pasamos por La Pólvora, donde está El Infierno, campo de entrenamiento de los kaibiles -fuerza de élite de Guatemala- cuyas condiciones ambientales extremas han hecho desistir a muchos aspirantes. Más adelante hay un caserío pobre. Paramos en lo que parecía ser una tiendita, una ventanilla con rejas y una despensa sombría. La señora que nos atendió tenía su marido convaleciente en una habitación igual de pobre y sombría.

-A mi marido le sacaron todo. Lo operaron del estómago. Se está muriendo. La señora se secó las lágrimas con el cuello del vestido para recibir a dos monjas que llegaban de visita. Una de ellas nos dijo que no se podía andar en bicicleta con esas temperaturas, que la ruta venía de tierra y que el calor nos iba a enfermar. La señora buscaba. Una respuesta. Una salvación. Un milagro.

Desde la galería de piso de tierra donde merodeaban las gallinas, se adivinaba en la penumbra del cuarto una cama y el bulto extendido de un cuerpo inmóvil.

-No queda más que rezar –dijo una monja.

-Ojalá diosito me lo quiera salvar.

Cuando nos despedimos abracé a la señora y le di un beso. Deseé poder confortarla de su dolor y de su pobreza. Deseé ser diosito por un rato para curarle al hombre. La gente de esos caseríos en Guatemala está condenada al abandono. Desprotegidos y huérfanos. Olvidados en un lugar cuyo nombre es una paradoja o una burla. La señora está sola en su dolor, el señor está solo con su muerte, solos en Puerta del Cielo.

El ripio se puso duro como la vida misma de la gente. Durísimo e implacable. Cantera de pirámide, recordé. Piedra caliza milenaria. Polvareda y pegote. Nada de agua, ni siquiera en la escuela. Las cañerías están secas y los tanques están vacíos. Justo antes de la entrada de Yaxhá hay un restaurante sencillo debajo de una palapa. La comida es barata y buena. Un menú completo por 15 quetzales.

Incluye vaso de piña fresca. Un dólar es igual a 7 quetzales. Yaxhá está a 9 kilómetros por camino de tierra de ese restaurante. Sólo la pirámide principal ha sido explorada, el resto, quinientas estructuras más, están cubiertas de matas y árboles, escondidas en la jungla, abrazadas por raíces y habitadas por murciélagos y monos. La ciudad maya de Yaxhá está junto a la laguna del mismo nombre donde vive la especie de cocodrilos más pequeños del mundo.

Un poco más adelante de la entrada a Yaxhá llegamos a la comunidad La Máquina. No faltaba mucho para la caída de la tarde así que nos pusimos en campaña de buscar un lugar para dormir. Hotelito o camping no hay, pero alguien nos recomendó ir hasta “El Portal”, un restaurante pintoresco y caro que se destaca entre las casas y puestos comerciales extremadamente sencillos. El Portal es de Manola Lima quien desde hace doce años es la alcaldesa de La Máquina. Manola es del partido CREO, Compromiso, Renovación, y Orden. Además es guía turística. Tuvimos una nutrida charla que iba de lo político a lo arqueológico y de lo social a la antropología sin desmerecer a la naturaleza y el ecosistema. 2015 es un año electoral en Guatemala así que la efervescencia política está sobre el tapete. CREO es un partido originado por disidentes de otro partido (GANA), a los que se sumaron medianos empresarios sin formación ideológica. Basan su discurso en la explotación de los recursos locales desde la inversión privada y el libre mercado. La propuesta política pre-electoral intenta seducir con la promesa del ‘desarrollo’ de Guatemala. Personalmente interpreto ese ‘desarrollo’, en ese contexto, como la incorporación de las riquezas de Guatemala en el mercado global para facilitar el saqueo, arrastrando con la tierra y sus recursos a la gente que la habita y que consecuentemente quedarán suspendidos en la nada y a la deriva.

El partido CREO tuvo arraigo en las clases media y alta, fue votado por el 16 por ciento en 2011 y después que nosotros pasamos por lo de Manola, en 2015, obtuvo sólo el 3 por ciento de los votos.

Lo que nos gustó de Manola fue su activismo militante, su energía. La Máquina es un caserío de tres cuadras. Toda la noche hubo una banda de borrachos en los bares sobre la ruta, emborrachándose más y escuchando música ruidosa. En el caserío no hay nada, sin embargo Manola Lima apuesta al futuro y piensa en cambiar esa realidad para mejorarla. No coincido con sus lineamientos, desde dónde y hacia dónde, pero admiro su perseverancia, su curiosidad por la historia maya y su generosidad para compartir con nosotros lo que sabe y su casa. Acampamos sobre el pasto mullido de su patio. Nos habilitó baños, enchufe, agua, e internet. El lugar es acogedor, hay un porch con silloncitos y una mesita.

Datos técnicos:

Camalote (Belice)-La Máquina (Guatemala) 78.3 km
4.42.43 hs
Total: 2143.85 km