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De Monjo a Namche Bazaar

También, como ayer,  se presagiaba que este sería un camino de subida empinada, sí es trepping, pero no es tan duro, hay subidas, hay bajadas, hay escaleras de piedras arriba y abajo, y hay sectores más bien planos. Agradable bosque. Rododendros, pinos, aroma de resinas, y puentes! demasiados otra vez! La última mitad del camino, ya sí, significa de hecho «subir» a Namche Bazaar. Cuando cruzo los puentes colgantes, en la mitad, con los ríos corriendo debajo, muy debajo, siento que quedo a merced del viento, que el viento va a voltearme, veo y acaricio los barandales de alambre retorcidos y alguna bandera de oración se enreda en mi mano, hay tantas! Llego al final con más esfuerzo que ante cualquier subida de roca, y con el estómago revuelto, luego pasa, y luego aparece otro puente que cruzar. Cruzar puentes graves, de eso se trata el reto que quizás debo vencer en esta vida. No sólo caminar arriba o abajo sobre firme, sino intentar flotar a esa altura del aire, sobre ríos que cuelan su furia debajo de nuestros pies, sostenida por qué, por la nada misma, en medio del aire, tal cual, a la deriv, y aunque en la cuerda floja, seguir adelante, un poco por decisión y un poco a lo que depare el azar y el destino, no hay más seguridad que esa sobre un puente colgante que se balancea a más de cien metros de altura y a lo largo de 300 metros de longitud, o más.
Pasamos dos check post donde nos registraron y en menos de tres horas, desde Monjo, estábamos en Namche Bazaar; un pueblo realmente enclavado en las laderas de las montañas, pintado ahí, a 3440 metros de altura, donde sugieren aclimatar, pero Martín y yo ya venimos aclimatados y Stella se la re banca, no tiene ningún síntoma así que seguiremos adelante, y arriba, arriba y adelante. Las mañanas son claras y las cumbres empiezan a imponerse a medida que caminamos. Nos rodean, cada vez más de cerca, cada vez más de frente.
Namche Bazaar está estampado en colores, un estampado amplio, impresionista, manchones rosas, celestes y amarillos impregnan las colinas oscuras o salpican la niebla que se instala justo a esta altura, a la altura de Namche Bazaar. Desde aquí, rodeando una de las suaves colinas donde se erigen las casitas de colores, es posible ver asomarse al Everest, como si fuera tímido el muy grandote, se asoma apenas detrás de otras montañas que están más cerca. No nos vamos a quedar un día para aclimatar en Namche, pero estaría bueno subir un poco en dirección a Khumjung y luego hacia la izquierda de la ladera para verle la pelada al grandote, y allá vamos, pero es tarde, la niebla ya se instaló como Pancho por su casa, no vemos nada, más y tarde llovizna. Salimos a ver los puestos del mercado, las artesanías, y los libros. Me compro un pequeño libro para aprender nepalí, está en francés, francés, francés nepalí, lo convierto en mi libro de bolsillo y lo saco todo el tiempo para intercalar alguna palabra con la gente, ellos sonríen, digo que hablo poco, ali ali nepali bolchhu, ellos dicen que dairei, mucho. 
El alojamiento en Namche nos cuesta 200 rupias para los tres, el plato medio de comida, 300 rupias.

De Kathmandu a Lukla, y de Lukla a Monjo

Tomamos el vuelo en Kathmandu, hacia Lukla, el aeropuerto nº 1 del mundo entre los 10 más peligrosos del mundo. El aeropuerto para los vuelos de cabotajes es un quilombo, eso pensamos aquí, en Kathmandu, antes de conocer lo de Lukla donde funciona aceitadamente una mafia de vuelos. Ya verán. La avioneta de Tara air sube y sube a todo vapor, a más no poder de sus motores. Son 16 pasajeros, una azafata que no entra parada en la avioneta, y dos pilotos. El vuelo dura media hora. Sube y sube, de frente un cerro nevado, parece que nos vamos a estrellar contra él, es inevitable, ya estamos ahí, el pobre avioncito no puede más, no da para más. Los pilotos tiran de unas manijas como si quisieran propulsarlo con la fuerza de sus puños para que suba todavía un poco más y no se estrelle contra esa cumbre cubierta de nieve. Al final, pasa raspando y de golpe empieza a bajar, y a bajar y aterriza en una pista de pocos metros. Parece que no podrá frenar y que nos estrellaremos con la pared final del aeropuerto de Lukla, pero la pista esta en declive, el avioncito apoya las ruedas en una subida y la fuerza de la gravedad ayuda a que el avioncito desista de seguir subiendo y estrellarse con la pared del fondo, por suerte los frenos andan bien y se detiene a tiempo. Llegamos a Lukla. Empieza la caminata hacia las alturas del Everest, a sus pies, majestad, nada más que hasta allí, nos sacaremos el sombrero para saludarlo desde nuestra ínfima pequeñez.
Luklaestá a 2800 metros de altura.
Nos calzamos las mochilas y encaramos rumbo a Phakding. Empezamos la caminata a las 10.30 de la mañana, a las 12 llegamos a Phakding, parada sugerida para este día. Pero es muy temprano y tenemos suficientes fuerzas y energías, más ansiedad acumulada, así que comemos una porción de tarta de manzanas que cuesta más de lo esperado, 300 rupias, y un té, menta, mango, y gengibre. Seguimos caminando. Es un camino fácil, con pocas subidas, algunas escaleras de piedras, y unos cuantos, demasiados para mí, puentes que cruzan ríos a alturas temerarias, puentes colgantes, larguísimos, de más de 300 metros, a más de 100 metros de altura del río Dudh Koshi, adornados de banderas de oración. Todo el sendero transcurre por bosques hermosos. Pasamos gompas, pinturas mani antiquísimas sobre las piedras, y rodillos de oración que invitan con avisos al peregrino a ser girados para purificar sus almas. Giramos los rodillos cada vez, y seguimos nuestros pasos, nuestro peregrinas. Hacia arriba, poco a poco pero paso a paso, tranquilamente, respirando el aroma de los pinos, descubriendo las flores de los rododendros en las colinas, entre las piedras, como luces en la niebla.  Pasamos una gompa también muy antigua, 500 años de antigüedad.
Llegamos a Monjo tras pasar varios pueblitos: Chheplung, Ghat, Chhutawa, Phakding, Tok Tok, Bengkar. Estamos en un albergue sencillo que cuesta 100 rupias, 1 dólar y monedas; los platos del menú resultan ser un poco más caros que en nuestro circuito de los Annapurnas. Pensamos que Sagarmatha es un destino quizás más sofisticado, aquí está el emblemático y desirable Everest, aquí sólo se puede llegar volando, por aire, o de a pie. Los albergues ya no incluyen en ningún caso la ducha caliente, cuesta 350 rupias, así que no nos bañaremos, al menos iremos estirando el chivo hasta que sea soportable. No hay electricidad, sólo por generador, y las cargas de baterías también se cobran, entre 150 y hasta 350 rupias la hora. 
En nuestro recorrido demoramos desde Lukla hasta Monjo con el descanso y la tarta de manzanas 5 horas y media. 

Baktapur, Changu Narayal- Valle de Kathmandu

Seguimos por acá!! A pesar de mi ansiedad de rajar para las montañas. Acá ya no se puede respirar. Ayer deliberamos si ir en jeep, viaje por camino de cornisa que dura 16… 17 horas, o el avión que resulta ser más caro de lo que pensábamos.  282 dólares ida y vuelta a Lukla, una barbaridad!! Pero el viaje, 16 o 17 horas de autobús!! en camino de cornisas y tierras deslavadas y después caminar tres días más hasta llegar a Lukla, tres días en los que deberíamos dormir en hospedajes, albergues de montaña, y comer en el camino. Optamos por el vuelo. El vuelo a uno de los aeropuertos más peligrosos del mundo, el nº 1 en la lista de los primeros 10,  esperamos que sea menos peligroso que las carreteras de montañas, y son solamente 50 minutos.

Saldremos mañana en la mañana. Directo a Lukla y de ahí a encarar Sagarmatha.
Hoy fuimos a Baktapur, un pueblito a 10 km de Kathmandu. Hicimos nuestra experiencia en autobuses urbanos,que quilombo! En Baktapur dimos la vuelta alrededor de lo que sería la ciudad vieja, pero no entramos porque costaba 1100 rupias, demasiado, pispiamos, pensamos que no valía la pena todo ese dinero, y nos tomamos otro colectivito urbano, otra vez bocinazos, polvo, ruido, quilombo, pero menos, subía por una cuesta en medio de un  bosque bastante fresco, hasta Changu Narayal donde hay un templo muy bello, diferente a todos. Con colores. Y Visnu en todas sus formas reencarnadas, con diez cabezas, o medio león medio hombre matando a un demomnio, o como el enano que de tres zancadas atravesó el universo para matara Bali. También pasamos por los templos de las tres diosas, acá en Kathmandu. Vimos muchos relieves con figuras eróticas muy ingeniosas, para practicar.
No veo la hora, no veo la hora de irnos a las montañas!!
El entusiasmo se mantiene en vilo, expectante. Hay que ir a comprar algunas vituallas para el camino. Me quiero rajar de este quilombo.
Un colectivo de Kathmandu a Bakhtapur cuesta 25 rupias. De Bakhtapur a Changu Narayan cuesta 20 rupias.

Quiero caminar entre las cumbres que me seducen, rodearlas con mis pasos es como ir abrazándolas a medida que se van entregando, lentamente, hurañas moles de piedra y hielo, las amo. Voy a abrazarlas con mis pasos. Pronto!

Patan, Kathmandu

Salimos un poco de la urbe de Kathmandu, a un pueblo que supo ser importante y se nota en los antiguos fulgores de su arquitectura, en sus puertas y ventanas de madera profusamente talladas. Debe haber sido muy hermoso. Ahora se viene abajo, y en medio de lo que fueron antiguas y bellas construcciones, de cuyas ventanas ahora se asoman un sinfín de cabecitas a modo de conventillos, se levantan pequeñas estupas y cientos de templos en  plazas y esquinas. Fuimos a la Plaza Durbar de Patan. Ya con la amiga Stella a quien recogimos esta mañana en el aeropuerto y zambullimos de cabeza en el bullicio, ruido, quilombo, de esta ciudad. Lo primero fue tomar mates y charlar. Después fuimos a sacar los permisos para adentrarnos a partir de mañana en el Parque Sagarmatha, la frente del cielo, donde se encuentra el Everest. La caminata será más dura y más larga de lo previsto porque el vuelo a Lukla ida y vuelta es muuuuy caro, asi que encontramos una opción para ir hasta un lugar, Phaplu, en jeep, por esas carreteras horribles, pero nos acerca, y de ahí se nos sumarán tres días a lo ya planificado. No nos alcanzan los días si los contamos matemáticamente, pero si los contamos con el entusiasmo, por ahora nos alcanzan y nos sobran. Después volvemos en avión, para estar seguros y tranquilos. Esperemos que los buenos vientos nos acompañen, que nos lleven desde la popa enfilando proa a las cumbres. Queremos llegar!
En Patán hicimos un recorrido completo por las calles de la ciudad, los templos hinduistas, las estupas blancas, y los templos de Krishna. Luego comimos muy rico en un restaurante y Stella y Martín inauguraron su tour de la cerveza foránea.
Un taxi hasta o desde Patan cuesta entre 300 y 350 rupias.
El permiso para el Sagarmatha cuesta 3000 rupias, es más caro que al Annapurna que cuesta 2000, debe ser porque esta  el Everest… no sé. Pero VAMOS A VER EL EVEREST! El más mayor de los ochomiles del mundo, el más alto del mundo, y no es joda. Si no se nubla, a que lo vemos! A que se deje ver!
Tuvimos que hacer otro TIMS, carnet de trekking, 20 dólares cada uno. Para todo se requieren fotos que ya teníamos, previa investigación.

Kathmandu-Pashupatinah-Boudhanat-Jardin de los sueños

Nos fuimos
caminando por el mundanal ruido, por la Avenida Naxal, llena de autos y motos,
y gente que cruza las bocacalles por donde puede y como puede mientras policías
en esquinas, metidos en un pequeño kiosko, tratan, sin silbato, de dirigir el
tránsito con los brazos, entre los bocinazos y el quilombo. No hay semáforos en
Kathmandu, y de nada servirían, en ningún lugar de Nepal, puesto que la mayor
parte del tiempo tampoco hay electricidad. La electricidad está restringida en
todo el país porque no alcanza, así que en todas las ciudades de Nepal adonde
llegaría la luz, llega con cuentagotas. Más o menos la van cortando en periodos
de cada ocho horas, a veces de a cuatro. Ahora, en este momento, por ejemplo,
no hay luz, pero algunas cosas siguen funcionando con grupos electrógenos.
Todos o casi todos, muchos, tienen generadores, ruidosos también, tiran de la
piola, empieza a girar la correa y se prenden los motores. Percusionan con los
bocinazos, y algún reggae que suaviza la cosa y viene de algún local de los
alrededores.
Llegando a
Pashupatinah se empieza a sentir una mezcla de olores que se infiltra en el
polvo, y, y con el polvo, y el humo, se nos infiltra en la piel, en la ropa, y
nos queda pegado a la nariz. Me dio un poco de náuseas, y me impresionó. Hay
muchas hogueras. Parecen divididas para ricos y pobres. Entramos por el lado de
los pobres, los de abajo, porque nos colamos. La entrada costaba 1000 rupias,
lo que nos pareció excesivo para tal morboso espectáculo, así que nos metimos
por otro camino, cruzamos en una parte el río, y pasamos por en medio de las
chabolas de la gente más pobre, “los intocables” que nos miraban extrañados de
que anduviéramos por ahí. Así llegamos a la parte donde están los templos, y
donde por muchos años, hasta 2001, los intocables no tenían permitido el
acceso. Hay muchos sadhus, santones, esos que andan con las barbas largas,
algunos semidesnudos o con túnicas amarillas y naranjas, y un callado para
caminar. Hay muchas piras, y algún cadáver esperando con algún doliente al
lado, el turno de su hoguera. Luego, los palos de las piras que no se alcanzan
a quemar, y la mugre, flota en el río sagrado Bargmati, donde al mismo tiempo
las mujeres lavan la ropa, y más de uno se mete a remojarse las patas.
Salimos de
Pashupatinah y como era temprano nos fuimos a Boudhinath. La mayor estupa de
Asia. Un lugar contrastante con el anterior por su inmaculada blancura, por el
olor a inciensos, y por los coloridos monasterios de los alrededores.
Boudhinath queda a 1 km y medio de Pashupatinah que a su vez queda a poco más
de 2 km de Thamel, el barrio concurrido y turístico de Kathmandu donde nos
alojamos en el hotel Potala.
El hotel Potala
cuesta 18 dólares con internet, baño, desayuno, para dos personas. Para tres
cuesta 25. Martín se come un pollo Sizzler, completito y con rico aroma que
cuesta 295 rupias, y yo me pedí un budín de arroz que cuesta 125 rupias.
Un taxi desde
Pashupatinah a Boudhinath -se puede caminar- cuesta 200 rupias, y de regreso a
Thamel, desde Boudhinat, cuesta 300 rupias.
Para alejarnos
del mundanal ruido y recuperarnos de los contrastes de este día, nos refugiamos
en el jardín de los sueños. Un rincón, que a pesar de estar en plena ciudad y a
pasitos de este Thamel, es un reducto de paz. Árboles, magnolias, flores,
orquídeas, lirios, gardenias, lotos, estanques y fuentes, helechos. Y los ALISUS! Ahí nos
tiramos en el pasto y nos relajamos un buen rato bajo la mansedumbre de un
cielo húmedo y gris que no quiso llover.

Kathmandu-Swayambhunath

Hoy visitamos los templos de Swayambhunath. Están a pocos dos kilómetros y medio de Thame el barrio céntrico de Kathmandu. Fuimos en un taxi que nos cobró 200 rupias, no sabíamos el camino y esto es un quilombo, pero fuimos así, en vehículo, para regresar caminando.
Al templo de Swayambhunath se le llama también el templo de los monos, por la cantidad de macacos que andan en los alrededores, entre y por sobre los templos. Hay una estupa gigante, perfectamente proporcionada, con su aguja dorada, una cúpula escalonada y los ojos de Buda, tres en cada cara -el tercer ojo- mirando hacia los cuatro puntos cardinales. Hay muchas otras deidades, y se conjugan el hinduismo y el budismo. Hay símbolos del zodiaco tibetano, taras, guardianes del cielo, el agua, la tierra, y el fuego. Llama eterna. Protectora contra la viruela y la fertilidad, Maya Devi, mamá de Siddharta pariendo agarrada de la rama de un árbol. Fue un agradable paseo. Por sendas del peregrino, escaleras interminables, y más y más estupas, y más cúpulas, y más piedras con bajos y sobre relieves. Volvimos caminando, cruzando el río putrefacto y luego el tránsito desordenado y los bocinazos, y el polvo. Descansamos con mates en el hotel, y volvimos a salir a comer y otra vez a caminar un poco por el caos. Por suerte serán pocos días en Kathmandu hasta retomar los trepping en Himalayas. Apenas llegue la compañera Stella arrancamos de nuevo hacia las montañas. No la vamos a dejar ni respirar el aire polvoso de esta urbe. Aunque a ella a lo mejor le gusta. A nosotros también nos gustan muchas cosas, las comidas con sus especias, el sabor a masala, el aroma a sándalo, a almizcle -lástima el olor a podrido que se inmiscuye-; nos gustan los ojos negros únicos de esta gente, sus miradas también únicas, cómo miran! es muy bello. Nos gustan los vestidos de las mujeres, los rituales, las candelas. Nos gusta todo lo que atañe a una paz misteriosa, a las creencias, a sus ritos. Pero no el caos, los bocinazos, el polvo, la mugre, y lo peor: la miseria y el poco valor que tienen los derechos y la justicia sobre estas pobres criaturas que se quejan muy poco. Será mi espíritu revolucionario. Yo no puedo aceptar que vivan así.
Martín jugó con unos nenes que andaban pidiendo cerca de Swayambhunath. Pedían limosna, pero cuando Martín se puso a jugar con ellos, tenían una felicidad enorme, y se rieron tanto que se olvidaron por qué estaban ahí.

Lumbini 2

Y ya nos vamos rumbo a Kathmandu otra vez, esta noche, y en colectivo! Reincidimos en viajar en bus, no aprendemos! Es lo único que hay y dicen que una parte de la ruta es plana. Son 260 km y el bus tardará más o menos 10 horas. Saldremos a eso de las 7 de la tarde.
No sé muy bien lo que escribo porque no veo casi nada a a través de la mancha de la pantalla estrellada. Algún día revisaré y arreglaré los posts.
Hace mucho calor. Estamos a pocos metros de la frontera con la India, es muy caluroso, muy húmedo, hoy vimos otra víbora. Hay monos. Sigue siendo ruidoso porque sigue viniendo gente al cumpleaños de Siddharta Buda. Vienen en acoplados tirados por tractores, hasta la manija de gente, y en colectivitos, hasta arriba de los techos y todos colgados de las puertas.
Hoy visitamos todos los monasterios y templos del recinto enorme donde se homenajea a Buda, en los alrededores del sitio real donde nació. Vimos templos, pagodas, monasterios, donados por diferentes países o grupos de gente. Todos muy grandilocuentes, fantásticos y caros. Dorados, de mármol, pintados con murales, con bajorrelieves y sobrerrelieves, de muchos colores, de diferentes estilos. Caminamos muchos kilómetros ahí adentro, con todo el calor, y nos acabamos de tomar una cerveza llamada San Miguel, creemos que de Filipinas, refrescante!! Yo que no tomaba más ni una gota de alcohol, estoy tan bien pero tan bien, que hasta un vaso de cerveza.
Y volvemos a Kathmandu. Pronto llega la amiga Stella y retomamos los senderos montañeses: lo mejor de Nepal, los Himalayas!!!!

Lumbini 1

La ciudad donde
nació Siddharta Gautama, Buda, en el año 563 AC.
Llegamos luego de reincidir y volver a subirnos en un autobús nepalí. La ruta era de cornisa,
como siempre, pero pavimentada y un poco más ancha que el temerario camino a
Tatopani. El hecho de que sea pavimentada, con baches, obviamente, sirve para
que los colectivos jueguen carreras. No hay forma de viajar tranquilo en Nepal.
Este viaje fue un poco mejor que los otros, el mejor de los peores. Nepal, como
destino, no nos convence para nada. Para nada. Hay algo por descubrir, pero
qué. Todo está lleno de polvo. Todo está lleno de ruido. En Palestina, bajo la
ocupación, la gente lleva un standard de vida mil veces mejor que acá, pero les
falta la libertad. Pero acaso esto es libertad? No poder elegir un medio de
transporte seguro, no poder elegir ir a la escuela, no poder elegir pagar la
electricidad y tener el servicio. En este preciso momento, hay dos generadores
que me aturden los oídos, peor que en Gaza que también funciona a energía de
generador. Dónde están los maoístas? Dicen que ahora tienen buena proporción en
el Parlamento. No he investigado mucho, pero la calidad de vida en Nepal deja
mucho que desear.
Llegamos a
Lumbini, a poco más de 200 km de Pokhara, después de un viaje de casi 8 horas!
Es una barbaridad. El primero colectivito nos dejó en Bairawa y de ahí tomamos
otro, apiñados, apiñadísimo, que hizo los 21 km restantes en una horita más.
Hay luna llena,
perfecta luna llena, y resulta ser que en la luna llena de entre abril y mayo,
nació Siddharta, así que hay una gran fiesta, y un quilombo insoportable de
gente. Fuimos a la zona de templos, yo soñando con encontrar el reducto de paz
y meditación de los monjes vestidos de bordeaux y mostaza, pero en lugar de eso
encontramos ruido, gente gritando por altoparlantes y un millón de puestitos de
globos, fritangas, guitarras de plástico. Horrible. Esperamos poder volver
mañana en la mañana y no encintrar mucho tumulto para poder entregarnos a lo
que el ligar convoca.
Estuvimos en el
árbol. Ahí había un poco más de paz, seguramente obligada por los monjes.
Agarrada a ese árbol Maya Devi, parió a Siddharta.
Hasta el momento,
salvando a las montañas, Nepal no me conmueve. Me da rabia.

Pokhara 2

Seguimos haciendo trekking urbano en Pokhara. Mañana muy temprano en la mañana partimos a Lumbini, donde nació Siddharta Gautama, Buddha.
Hoy caminamos mucho cruzando toda la parte nueva y comercial de la ciudad, bastante feo por ahí al medio, hasta la zona antigua de Pokhara donde se encuentran las casas llamadas “newa” de ladrillo colorado con aberturas de madera tallada y rejas. Vimos gente haciendo trabajos en tallado en madera, muy artesanales, con gubias y martillos, un trabajo impresionante. Fuimos a dos templos, uno de adoración a Parvati, la mujer de Shiva. Ahí justo se ve que había una fiesta muy divertida. Música en vivo con distintos tipos de cornetas, largas, cortas, curvas, y distintos tipos de tambores, y hombres que se ponían a bailar. Había reuniones de ofrendas de comida, y mucha gente que pasaba a saludar uno y otro altar o que hacían ademanes de adoración a unas llamas de fuego. Estuvo bueno. También se ve que hubo muchos casamientos porque andaban caravanas de mujeres con fuentes presentadas con comida, papel celofán y moño, y más hombres con collares de caléndulas al cuello, bailando, y más bandas por las calles de aquel barrio de la ciudad donde además visitamos otro pequeño templo, Bisman, con escenas eróticas en los parantes de madera del techo. Escandaloso.
En el trekking urbano, de ojotas, yo patee en mi torpeza una piedrota de la calle y se me partió la yema de mi hermoso dedo gigante del pie. Justo había un consultorio dentista y me asomé a pedir una curita o una venda, aunque normalmente eso no se usa para los dientes. Una chica, asistente del dentista, me hizo pasar, me desinfectó con algo que era fuerte y al rato se fue poniendo violeta azulado, me puso un venda de gasa y tela adhesiva, y me cobró 45 rupias, 50 centavos de dólar.
Seguimos caminando muy campantes, varias horas recorriendo las calles alborozadas, ruidosas digamos, de la ciudad. Nos perdimos entre callejones que no sabíamos ni dónde andábamos, bajamos por una escalera precaria que desembocaba medio en el techo de una casa, y sin querer volvimos a aparecer en una avenida de la que justamente queríamos desaparecer por los bocinazos. Así llegamos hasta las cercanías del lago otra vez.
Tomamos un botecito y fuimos a conocer otro templo que está en una isla. Muy cerca de la costa. Un templo pequeño.
Y para culminar el día fuimos a cenar a lo de nuestro amigo “el flaco” y salimos contentos de ver que otros clientes, a los que les recomendamos el lugar, habían entrado.
Todos los días sigue lloviendo un poco. Chaparrones.

Pokhara 1

Es un lugar con
cierto encanto tropical. Caminamos todo el día, así que no podemos decir que
hemos descansado del trekkking o 
trepping. Desde las 10 de la mañana en que terminamos de desayunar en un
cuchitril metido pa’dentro de la calle principal, donde nos sirvieron el
chocolate y el café en jarra, así que más barato porque es un cuchitril que no
está frente al lago, pero más cantidad y muy rico! Después le dimos la vuelta
completa al lago que es enorme. Casi completa, digamos, por la vía de las
vacas. Sí, de la animalada. Martín dijo que se podía así que medio nos mandamos
lago traviesa, por donde se ve que el lago se seca un poco en esta temporada.
Medio un barrial, pero fresquito, así que íbamos en patas, ya que Martín salió
con las chancletas de ducha del hotel y una caputó al saltar un charco o cacho
de río que se nos filtró en el camino. Martín dijo, si las vacas pasan podemos
pasar nosotros. Así que seguimos. Así hasta que un pibito nos preguntó adónde
íbamos, y cuando le contamos, nos dijo que no se podría pasar porque nos
toparíamos con un big river. El big river apareció, pero no era tan big, así que
pensamos cruzarlo nadando, pero teníamos plata y cámara encima. Le dijimos a
otros dos pibitos que había por ahí pescando, y uno de ellos, el más chiquito,
peló la camiseta, nadó a la otra orilla y se trajo un botecito para cruzarnos.
De ahí caminamos subiendo, trepping en ojotas, por aldeas donde nos dimos
cuenta que éramos novedad, ya que se ve que ningún extranjero anda por ahí.
Subimos mucho, pasamos una montaña, y después otra. Decíamos que íbamos a la
gompa, a la pagoda, y al principio como que la gente no se ubicaba  qué hacíamos por ahí, pero al final nos
fuimos acercando a un camino más ancho y ahí ya empezó a tomar más color para
aquellos que nos veían y nos preguntaban adónde íbamos, como que ya la tenía
más lógica. Lo que hicimos, en definitiva, fue bordear todo el lago saliendo
hacia a la derecha, para ir a una pagoda de la paz, que está sobre una colina,
pero cerca de nuestra izquierda. Fue un gran viaje! Llegamos a la pagoda
blanca, fundada por japoneses, destruida, y vuelta a construir. Un lugar pleno
de paz total. Ahí se largó a llover con todo, y paró, y volvió as llover, gotas
gordas, fuerte, pero reinaba la paz. La paz y la vida.
Bajamos por
escaleras de piedras hasta un embarcadero una canoíta nos cruzó el lago.
Volvimos a comer
a donde habíamos ido ayer y queremos recomendar. Se llama Blue Diamond, en
Pokhara. En el lakeside. Es quizás un sucucho sombrío, con unas lamparitas de
mimbre que no encienden todas. Pero el cocinero es un espectáculo. Tiene un
olfato único. Hemos comido ahí dos días platos únicos y deliciosos. Ayer yo
comí un sour chicken , agridulce, pero equilibrado y perfecto, y hoy un plato
altamente condimentado con chile, manchuriano, y estoy segura que tenía un
toque de cacao. Delicioso. Martín anoche cenó un pescado con una salsa que dice
estaba espectacular, y hoy comío un pollo con un montón de cosas y una salsa
también espectacular. Comimos también un snack, pakauda de queso, como unas
albondiguitas de queso, también riquísimas. Todo espectacular. Nos da bronca,
rabia, lo que le pasa el cocinero este, al flaco, se llama Mani Ram Subedi. Lo
mismo que le pasa a muchos nepalíes. Trabajan mucho, se esfuerzan mucho, pero
vemos que viven tan humildemente que roza con la miseria. No se puede creer.
Este tipo podría ser un chef de primera, se nota que tiene un olfato, un
talento especial para la cocina, y hace once años que tiene ese local, una familia
con tres hijos, más otra familia de cinco adjunta, parientes. Hablamos mucho
con la gente con Martín. Ganan muy poco, pero muy poco, y tienen que pagar
mucho por todo. Y no es que estén al pedo. Trabajan, de esos pueblos, esas
gentes, que están acostumbrados a que trabajar es de sol a sol. Y no nos parece
justo.
Entre otras
cosas, algo novedoso que nos pasó hoy, fue después del salto del chancletazo en
el que Martín perdió media ojota, encontramos una, justo el par que le hacía
falta, así que la agarramos y seguimos muy campantes caminando y se nos cruzó
una serpiente! Martín pegó un salto, casi la pisa, y después me tocó pasar a mí
por al ladito y aproveché a sacarle una foto.
Si vienen por
Pokhara busquen en Lakeside el pequeño restaurante Blue Diamond, no se van a
arrepentir. Eso es sabor.